Cuando se publica alguna noticia de una especie
en peligro de extinción no se suelen contar buenas noticias.
Normalmente se trata de una especie que está desapareciendo,
de arduos trabajos de conservación que van dando fruto poco
a poco o son avisos a la población para que respeten la fauna.
Hoy por suerte podemos contar un caso de una especie que estaba
al borde de la extinción y que ahora cuenta con más de 1000
ejemplares. La tortuga de techo birmana (Batagur trivittata)
es una tortuga acuática endémica de Myanmar. Se encuentra
entre las 25 especies de tortuga con mayor peligro de extinción,
según la UICN. Se trata de uno de los reptiles más sonrientes
del planeta, se creía extinta hasta que en 2002 fue redescubierta.
Afortunadamente los esfuerzos de conservación han permitido
aumentar, con éxito, la población hasta los 1.000 ejemplares
en cautividad. Incluso algunos de ellos han sido liberados
a la naturaleza en los últimos cinco años.
El trabajo de la Sociedad para la Conservación
de la Vida Silvestre (WCS) y la Turtle Survival Alliance es
uno de las tareas de conservación de especie más exitosas
que existen. Su trabajo ha sido publicado en la revista Zootaxa.
“Estuvimos tan cerca de perderlos”, explica Steven G. Platt,
herpetólogo de la Wildlife Conservation Society. “Si no hubiéramos
intervenido cuando lo hicimos, esta tortuga simplemente se
habría ido”.
La tortuga de techo birmana es la segunda especies
de tortuga más amenazada del planeta. A principios del siglo
XX cientos de ejemplares se extendian por la desembocadura
del río Irrawaddy al sur de Yangon, la ciudad más grande de
Myanmar. A mediados del siglo XX, la intensificación de la
presión pesquera y las técnicas de captura indiscriminada
estaban matando a muchas tortugas adultas, mientras que la
sobreexplotación de huevos impedía que la población se pudiera
reponer.
Durante décadas, en occidente nadie sabia si
la especie continuaba existiendo, ya que Birmania estaba cerrada
para los extranjeros, pero incluso tras su reapertura en los
años 1990, los científicos no hallaron indicios de su existencia
y la dieron por extinta. No fue hasta 2001 cuando los investigadores
encontraron el caparazón de una tortuga muerta recientemente
en una aldea cerca del río Dokhtawady en Myanmar. Poco después,
un recolector de tortugas estadounidense encontró una tortuga
viva en un mercado de vida silvestre en China.

La educación y concienciación,
factores imprescindibles.
Alentados por estos hallazgos, los investigadores
realizaron estudios de campo para encontrar las poblaciones
silvestres. Sin embargo, la población se había reducido drásticamente.
”La mayor amenaza es que quedan muy pocos en la naturaleza
y, por lo tanto, si hay un accidente, perdemos una gran parte
de la población”, asegura Platt. “De lo contrario, es principalmente
pesca. Me preocupa que se enreden en los artes de pesca y
se ahoguen. Y si no monitoreamos, se recolectarían los huevos
“.
En un esfuerzo por sacar a la tortuga de techo
birmana del borde de la extinción, WCS y la Turtle Survival
Alliance (TSA), en colaboración con el Ministerio de Conservación
Ambiental y Silvicultura de Myanmar, comenzaron un programa
para impulsar la especie en 2007. Investigadores y técnicos
recolectaron huevos de tortugas salvajes para un programa
de cría en cautiverio. Ahora, las tortugas se crían, incuban
y crían en condiciones a salvo de la depredación de grandes
peces, aves y lagartos, caza furtiva y recolección de huevos.
Los esfuerzos de conservación también se centran
en las tortugas que aún quedan en estado salvajes: de cinco
a seis hembras adultas y tan solo dos machos que viven en
un tramo remoto del río Chindwin. Sus nidos son monitoreados
y los huevos se recolectan e incuban en una instalación segura.
Ahora la población en cautiverio se acerca a las 1000 tortugas
y la especie parece correr poco peligro de extinción. El objetivo
es finalmente liberarlos de nuevo en su hábitat salvaje en
el río Chindwin.
El programa de cría en cautividad ha producido alrededor
de 170 tortugas al año durante los últimos dos años.
Entonces las tortugas son biológicamente seguras. No
se van a extinguir.

Las afiladas espinas que apuntan hacia
atrás en la cresta ósea del caparazón
de la tortuga de techo birmana se vuelven desafiladas
a los tres años y desaparecen a los cuatro años.
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La parte negativa de esta maravillosa noticia
es que las tortugas son una de las especies con mayores riesgos
de extinción de cualquier grupo de animales, con más de la
mitad de las 360 especies del planeta incluidas como amenazadas.
La crisis es más aguda para las especies asiáticas, que se
ven afectadas tanto por la pérdida de hábitat como por los
altos niveles de caza para obtener alimentos, medicamentos
y el comercio de mascotas.
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Las tortugas sobrevivieron a los dinosaurios
y han vagado por la Tierra durante más de 200 millones de
años. Pero en la actualidad, estos longevos reptiles se encuentran
entre los animales más amenazados de la Tierra, por delante
de las aves, los mamíferos, los peces o incluso los anfibios.
La destrucción de su hábitat, la sobreexplotación de estos
animales como mascotas, las enfermedades y el cambio climático
son algunas de las razones que les han llevado a esta situación
extrema en todo el mundo. ¿Pero qué perderíamos si desaparecieran
todas las tortugas?
En un estudio, publicado en la revista Bioscience,
un equipo de científicos estadounidense ofrece la primera
síntesis de las consecuencias ecológicas de la continua disminución
y extinción de especies de tortugas y muestra los diversos
roles que cada una de ellas aportan a los ecosistemas, como
mantener sanas las redes alimentarias, dispersar semillas
o crear hábitats necesarios para otras especies.
“Nuestro propósito ha sido informar al público
de los muchos roles ecológicos esenciales que las tortugas
realizan a escala global y concienciar sobre la difícil situación
de estos animales emblemáticos”, explica, Whit Gibbons, profesor
emérito de Ecología de la Universidad de Georgia (EE UU) y
coautor del estudio. Según los científicos, las tortugas contribuyen
a la salud de muchos ambientes, como los desiertos, los humedales,
los entornos de agua dulce y los ecosistemas marinos. “Su
declive puede tener efectos negativos en otras especies, incluidos
los humanos, que pueden no ser visibles ahora”, indica Jeffrey
Lovich, científico del Servicio Geológico de EE UU y autor
principal.

Una tortuga verde en la Gran Barrera de Coral.
Las tortugas pueden ser herbívoras, omnívoras
o incluso carnívoras, por eso desempeñan importantes funciones
en las cadenas alimentarias. Sus hábitos de alimentación influyen
en la estructura de otras comunidades con las que comparten
el hábitat, sobre todo si las poblaciones son muy numerosas.
Las grandes masas de tortugas y sus huevos son alimento para
otros animales. Por otra parte, algunas especies de tortugas
pueden ser los principales agentes de dispersión de semillas
para ciertas plantas, ya que no todas las semillas son destruidas
por el tracto digestivo.

Tortuga golvina desovando en la playa de Escobilla,
Mexico
Además, si desaparecieran tortugas como la del
desierto de Agassiz en el suroeste de EE UU y la tortuga Gopher
en el sureste del país, ciertas arañas, serpientes, anfibios,
conejos, zorros, u otros reptiles, no tendrían ‘hogar’. Estas
especies cavan grandes madrigueras moviendo importantes montículos
de tierra que son reutilizados por otros animales o plantas.
“La importancia ecológica de las tortugas, especialmente las
de agua dulce, está poco valorada, y en general poco estudiada
por los ecologistas”, recalca Josh Ennen, investigador del
Tennessee Aquarium Conservation Institute. “La alarmante tasa
de desaparición de las tortugas podría afectar profundamente
al funcionamiento de los ecosistemas y a la estructura de
las comunidades biológicas en todo el mundo”, concluye.
Trece millones de toneladas de plástico acaban
cada año en el agua y las costas de los océanos y mares del
planeta, una amenaza que afecta a la mayoría de especies de
tortugas marinas. La mitad de las tortugas marinas del mundo
han comido desechos plásticos durante su vida, y por lo menos
mil ejemplares mueren cada año por culpa de la contaminación
por plásticos o al quedar atrapadas entre estos desechos.
Los residuos que más afectan a las tortugas
marinas son productos de pesca, como las redes o cuerdas de
nailon y plástico. Los animales quedan enredados en estos
hilos y deben arrastrar cargas mucho más grandes que su propio
cuerpo. Algunos ejemplares no pueden remolcar este peso hasta
la superficie y acaban ahogándose.

Los productos de pesca biodegradables, que se
deshacen en el agua al cabo de un tiempo, serían una opción
más segura para los animales marinos.
Otro tipo de residuo que afecta gravemente a
las poblaciones de tortugas son los envases de plástico, como
los anillos de las latas, los vasos de plástico o las pajitas.
Estos envases atrapan a las tortugas, a veces durante toda
su vida, haciendo que su cuerpo crezca con malformaciones
o partes amputadas. Se trata de productos que utilizamos durante
pocos minutos pero que en el mar perduran durante décadas.
Las bolsas de plástico también suponen una grave amenaza para
las tortugas, ya que las confunden con uno de sus alimentos
favoritos: las medusas. Los animales se tragan las bolsas,
que quedan atascadas en sus intestinos y les da la sensación
de estar siempre llenas. Como consecuencia, las tortugas dejan
de comer y se desnutren hasta morir.
En los océanos y mares de nuestro planeta existen
siete especies de tortuga marina, seis de las cuales están
clasificadas como vulnerables, en peligro o en serio peligro
de extinción. La supervivencia de estas especies está amenazada
por actividades humanas como la pesca furtiva de los animales
y sus huevos , la destrucción de su hábitat y el aumento de
la temperatura del agua, según el Fondo Mundial para la Naturaleza
(WWF). La supervivencia de estas especies cuelga de un hilo
y la muerte provocada por los residuos plásticos podría implicar
la desaparición de comunidades enteras.
La única solución para recuperar las poblaciones
de tortugas marinas y asegurar su supervivencia es eliminar
el plástico de los océanos, aunque de momento el primer paso
es reducir la cantidad de residuos en el agua. La reutilización
y el reciclaje son la mejor respuesta para que los productos
plásticos no acaben en el mar, pero el remedio más eficiente
es dejar de usar este material.
Científicos del Departamento de Medio
Ambiente y Ciencia del Gobierno de Queensland (DES)
y del Great Barrier Reef Fundation han conseguido capturar
unas imágenes únicas donde se puede ver miles de tortugas
verdes congregadas en la Gran Barrera de Coral de Australia
para anidar en las playas que las vieron nacer.
Pudieron capturaron las imágenes con un
dron en la colonia de tortugas verdes más grande del
mundo situada en la Isla Raine, un cayo de coral con
vegetación a unos 620 kilómetros al noroeste de la ciudad
australiana de Cairns.

Miles de tortugas verdes congregadas en la Gran Barrera
de Coral para desovar en su lugar de origen.
Las tortugas verdes (Chelonia mydas),
llamadas así por el color de sus cartílagos y grasas,
se encuentran principalmente en aguas tropicales y subtropicales,
y migran largas distancias entre las zonas de alimentación
y las playas donde emergieron como crías, unos 35 años
después de su nacimiento. Estas criaturas están reconocidas
como en peligro de extinción por la UICN y la CITES.
La caza, la recolección excesiva de sus huevos, la pérdida
de sitios de anidación y quedar atrapados en los aparatos
de pesca, son los principales peligros que deben enfrentar.
Por eso, su explotación está protegida en casi todos
los países del mundo y es ilegal capturar, dañar o matar
tortugas de esta especie.

Raine Island es la mayor colonia de tortugas
verdes del mundo, una especie catalogada como en peligro
de extinción por las amenazas que debe enfrentar.
”Nos dimos cuenta de que, aunque existen
estas agrupaciones masivas, la reproducción real no
está funcionando tan bien”, asegura Andrew Dunstan,
del DES, en declaraciones a la CNN. Los científicos
han notado que las tortugas se caían de los acantilado,
se quedaban atrapadas en la arena, el calor les afectaba
y se inundaban sus nidos. Después de implementar una
serie de intervenciones para ayudar a las tortugas en
dificultades, los científicos buscaron rastrear a la
población. En una investigación realizada en diciembre
y publicada en la revista científica PLOS ONE, descubrieron
que usar drones, o vehículos aéreos no tripulados (UAV),
era la forma más precisa de documentar las criaturas
marinas en peligro de extinción.
Cuando intentaron contar las tortugas
desde el bote, descubrieron que salieron con resultados
sesgados. Para mayor precisión y facilidad, los científicos
desplegaron drones para filmar a las criaturas. ”Intentar
contar con precisión miles de tortugas pintadas y sin
pintar desde un bote pequeño en condiciones climáticas
difíciles fue complicado. Usar un dron es más fácil,
más seguro, mucho más preciso, y los datos se pueden
almacenarse de manera inmediata y permanente”, dijo
Dunstan.

Con los drones el equipo pudo contar hasta
64.000 tortugas nadando alrededor de la isla esperando
llegar a tierra para desovar.
”Estábamos subestimando esta técnica.
Estamos contando 1,73 veces más tortugas con el dron
que cuando utilizábamos los recuentos de observadores”,
dijo Dunstan a CNN, y agregó que el equipo ahora puede
regresar y ajustar la población histórica estimada.
Los investigadores planean usar estos resultados para
comprender y ayudar esta población de tortugas, y esperan
que en el futuro puedan automatizar los recuentos de
las imágenes de video utilizando inteligencia artificial.

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