La policía antidisturbios turca ha intervenido
hoy con gases lacrimógenos y cargas contra una marcha feminista
del 8 de Marzo que pretendía manifestarse en la céntrica calle
Istiklal de Estambul, tradicional lugar de concentraciones
cívicas pero desde hace años cerrado a toda marcha reivindicativa.
Desde el mediodía, los agentes habían rodeado tanto la propia
avenida peatonal como la adyacente plaza Taksim con vallas
metálicas e impedían el acceso para evitar que grupos feministas
desplegaran pancartas en esta zona.
Más de 5.000 activistas se reunieron en una
calle cercana sobre las 18.00 GMT, pero una hora más tarde
marcharon hacia Istiklal, derribando una valla, a lo que la
policía respondió con cargas, gas y forcejeos para empujar
al grupo nuevamente calle abajo, según constató efe. Entre
los eslóganes, aparte de la pancarta de “Lucha feminista contra
el patriarcado” destacaban mensajes contra el matrimonio de
menores, contra la obligación de cuidar de marido, casa y
niños, y de solidaridad con las mujeres inmigrantes.
En la marcha se hallaban destacadas diputadas
del partido socialdemócrata CHP y del izquierdista HDP, ambos
en la oposición. A media tarde habían tenido lugar otras dos
concentraciones feministas en sendos barrios de Estambul,
previamente autorizadas por el ministerio turco del Interior,
que terminaron sin incidentes.
Sin embargo, el Gobierno ha insistido que no
permitirá el acceso de las activistas a la calle Istiklal,
donde se celebró aún el año pasado, si bien entre fuertes
medidas policiales, ni a Taksim, plaza emblemática para la
izquierda turca, que lleva desde 2013 vetada a toda marcha
de protesta.

Pero la prohibición no ha desalentado a las
activistas, entre cuyos lemas sobresale “La calle es nuestra”
y “Nunca cederemos la calle a los hombres”. En numerosas ciudades
del países se han producido marchas feministas sin que se
hayan registrado incidentes. Una marcha motera feminista en
Egipto, gases lacrimógenos en Turquía, detenciones en Kirguistán,
ataques ultras en Pakistán y pañuelos por el aborto en Argentina
son algunas de las principales postales del 8M.

En Chile: un 8M contra el Gobierno de Piñera.
De Chile ha salido recientemente el canto feminista
más potente a nivel internacional en los últimos meses. La
interpretación de Las Tesis de Un violador en tu camino se
ha repetido hoy en buena parte del mundo y, como no, aquí
también. En esta ocasión, delante de La Moneda, el palacio
presidencial. El 8M en Chile ha llevado el sello del estallido
social que vive el país desde el pasado 18 de octubre. Miles
de mujeres se han congregado en la rebautizada Plaza Dignidad
de Santiago. El aborto libre, seguro y gratuito y el fin a
todo tipo de violencia machista han sido las demandas más
coreadas, que se han mezclado con los gritos contra el Gobierno
y la represión policial.
Las mujeres que cada viernes apoyan las protestas,
como las brigadistas que atienden a los heridos o las 'mamás
capucha', que llegan a la 'zona cero' para repartir comida
a los jóvenes que se enfrentan directamente con la policía
en primera línea, han cobrado un especial protagonismo este
domingo.

En Kirguistán, los ultras machistas y la policía
apenas han dado tiempo a las manifestantes a desplegar las
pancartas que tenían preparadas para la marcha. Primero, un
grupo de encapuchados ha atacado con huevos la concentración
convocada por la organización feminista Bishkek Feminist Iniciatives
contra la violencia machista. Poco después llegó la policía
y se llevó detenidas a unas 90 participantes cuando cantaban
Un violador en tu camino, según ha informado la organización.
"Estuvimos en la comisaría unas dos horas y
media", ha informado la portavoz del grupo. Tras anotar los
datos de las activistas, la policía ha liberado a las mujeres.
Según la portavoz, se trata de la primera vez que una marcha
de mujeres en Kirguistán acaba con sus participantes en comisaría,
ya que los actos convocados por las feministas en los últimos
ocho años nunca habían sido interrumpidos de una forma tan
abrupta. La portavoz relaciona lo ocurrido con la "radicalización"
de una parte de la sociedad "que está en contra de los derechos
de la mujer". La Policía ha informado que la concentración
no estaba autorizada para poder garantizar su seguridad, lo
que llevó a "diversas provocaciones e infracciones del orden
público".

El movimiento feminista argentino ha celebrado
este domingo un 'pañuelazo' por el derecho al aborto frente
a la catedral de Buenos Aires. Al mismo tiempo, a unos kilómetros,
en la Basílica de Luján, uno de los principales templos del
país, la Conferencia Episcopal había organizado una misa para
mostrar su rechazo a la interrupción del embarazo. La semana
pasada, el presidente Alberto Fernández anunció ante la Asamblea
Legislativa el envío de un proyecto de ley para legalizar
el aborto tras el último rechazo en el Senado, en agosto de
2018.

"Por ellas es la lucha, de esto se trata", exclama
la joven colombiana de la fotografía, apelando a la coherencia.
La sororidad feminista era eso. Ayudar a limpiar una pintada
a la trabajadora que, en su Día de la Mujer, no pudo cambiar
los guantes de látex y la fregona por la pancarta. Una acción
minúscula que causó la sonrisa cómplice de sus compañeras
de protesta, "por las que no tuvieron el privilegio de salir
a reivindicar sus derechos". "Mujer trabajadora, esta es tu
lucha", fue el lema de la masiva marcha que recorrió el centro
de Bogotá (Colombia) y que este año terminó con una gran fiesta
popular en uno de los barrios más pobres de la capital colombiana.
"¿Quiénes son?", se preguntaba una vendedora ambulante del
barrio, observando con incredulidad pasar a miles de mujeres
jóvenes: las de los torsos al descubierto, las enmascaradas,
las de las pañoletas verdes y moradas, las de la wiphala indígena,
las madres con sus hijas. "Somos las nietas de las brujas
que no pudieron quemar", coreaban ellas, como si hubieran
escuchado su pregunta.

Rozan las dos de la tarde, todo el vagón se
baja en Plaza d'Italie, se aglomeran las pancartas y se empiezan
a escuchar los primeros lemas: "Somos valientes, estamos orgullosas,
el feminismo radical entra en cólera". Esto acaba de empezar,
cuentan muchas a medio camino entre el entusiasmo y la rabia.
Piden cambios profundos y, algunas, la dimisión del presidente
Emmanuel Macron. Francia es uno de los países con más asesinatos
machistas de Europa. Las manifestantes portan pancartas con
el nombre y la edad de cada una de las asesinadas este año.
Aparcando sus diferencias, el feminismo clásico, heredero
de mayo del 68, y activistas más jóvenes y radicales han tomado
este domingo las calles de París consolidando una presencia
que aumenta a pasos agigantados desde 2018. Las más jóvenes
y radicales no esperaron al 8M y el sábado por la noche celebraron
su propia marcha, que acabó con represión policial y gases
lacrimógenos.

En un país donde no están permitidas las manifestaciones
y las mujeres suelen viajar en moto como pasajeras, sentadas
de lado, con las piernas cerradas y agarradas a hombres que
conducen, una decena de mujeres con chupas de cuero y rosas
en la mano acompañadas por otros 15 moteros han realizado
este sábado una concentración a lomos de sus harleys para
reivindicar los derechos de las mujeres."Llevamos celebrando
el Día Internacional de la Mujer desde hace cinco años, cada
año vamos a un sitio diferente de la ciudad y conducimos todas
juntas", cuenta Angy Ghattas, responsable de Harley Davidson
en Egipto.
"Las mujeres egipcias son especiales, han sobrepasado
el nivel de lo que está o no permitido", señala Hanna Sharawi,
una de las moteras que ha participado este sábado en la concentración.
"Las nuevas generaciones están cambiando, visten diferente,
se quieren a sí mismas y creo que ha llegado la hora del cambio",
añade. El recorrido este año ha comenzado en el centro de
El Cairo, pasando por diferentes zonas de la capital egipcia
como la plaza Tahrir, y ha terminado en el barrio de Zayed,
a las afueras de la ciudad, dónde las motoristas se han reunido
con sus familias, han comido shawarma y han terminado el evento
al son de la música latina.

En Estambul, la policía antidisturbios ha intervenido
con gases lacrimógenos y cargas contra una marcha feminista
que pretendía manifestarse en la céntrica calle Istiklal,
tradicional lugar de concentraciones cívicas. Desde el mediodía,
los agentes habían rodeado tanto la avenida como la adyacente
plaza Taksim con vallas metálicas e impedían el acceso para
evitar que grupos feministas desplegaran pancartas en esta
zona.
Sin embargo, más de 5.000 activistas se han
reunido por la tarde en una calle cercana y han marchado hacia
la zona blindada, derribando una valla, a lo que la policía
ha respondido con cargas, gas y forcejeos para empujar al
grupo nuevamente calle abajo. "La calle es nuestra" y "nunca
cederemos la calle a los hombres", gritaban algunas.
Entre los eslóganes, aparte de la pancarta de
"lucha feminista contra el patriarcado", destacaban mensajes
contra el matrimonio de menores; contra la obligación de cuidar
de marido, casa y niños; y de solidaridad con las mujeres
inmigrantes. Otras dos concentraciones diferentes se han celebrado
sin incidentes por la ciudad.

Una breve lluvia de piedras provocada por el
sector religioso más ultra no ha logrado frenar a las manifestantes
feministas en Islamabad, capital de Pakistán, aunque han provocado
varios heridos. Con el eslogan "Mi cuerpo, mi elección", la
Marcha Aurat (mujer, en urdu) ha levantado ampollas en Pakistán
desde su inicio en 2018, pero este año los sectores más misóginos
de la sociedad habían multiplicado sus amenazas.
A pocos metros de la marcha y separados por
varios cordones policiales y una valla se celebraba una contramanifestación.
"El cuerpo es de Alá, la decisión es de Alá", rezaba un póster
como respuesta al eslogan feminista. En uno de los peores
países del mundo para ser mujer, centenares de mujeres iniciaron
las protestas con marchas nocturnas el sábado. Las organizadoras
de la marcha han dedicado la protesta a las "feministas que
construyeron los cimientos" para anular una parte esencial
de las llamadas Ordenanzas Zina, una normativa aprobada por
el Parlamento nacional sin debate previo en 1979 que convertía
la violación en un delito de adulterio punible hacia la mujer
con una sentencia de muerte.
La historia del feminismo incluye el conjunto de movimientos
y teorías del feminismo a lo largo del tiempo. Su alcance
es discutido, tanto por la cronología (hay polémica
sobre el momento de inicio) como por el tipo de fenómenos
que tendría que comprender, puesto que se puede considerar
que todos los colectivos que defienden la liberación
de la mujer o que reivindican sus derechos forman parte
de esta historia, o bien que solo hay que nombrar aquellos
pensadores y grupos que se definen ellos mismos como
feministas o que reflexionan sobre esta ideología. La
conjunción entre filosofía, activismo social y la revisión
de la historia y la cultura desde el prisma de la mujer
complican todavía más el panorama. Tradicionalmente
se ha dividido el feminismo en varias "olas" o etapas
históricas.
La primera ola de teoría feminista supuso el nacimiento
de la conciencia de la opresión de la mujer en diferentes
ámbitos y se articuló a través de reivindicaciones sobre
todo de carácter político o legislativo, encaminadas
a lograr una situación de progresiva igualdad entre
hombres y mujeres en la esfera pública. La segunda ola
aumentó el campo de lucha para denunciar el patriarcado
que reinaba, incluso de forma inadvertida para la sociedad,
en varias esferas de la vida cotidiana. La tercera,
por su parte, abandonó el concepto de un solo feminismo,
para aceptar una diversidad de concepciones de género
y su relación con otras esferas. Estas olas no son iguales
en todo el mundo ni tienen un consenso unánime entre
los estudiosos, puesto que las luchas se mantienen entre
periodos y aparecen movimientos que son la evolución
de asociaciones anteriores, que no se consideran superados.
Así, por ejemplo, la lucha política que inició el movimiento
formal del feminismo continúa vigente.
Usualmente se agrupan con el nombre de protofeminismo
todos aquellos escritos o manifestaciones sobre la igualdad
entre mujeres y hombres, o sobre la denuncia de la subordinación
femenina, que son anteriores a la aparición del feminismo
como teoría independiente. No se incluyen aquellas obras
que hablan de mujeres célebres, como por ejemplo De
mulieribus claris de Boccaccio, porque su propósito
era simplemente completar un catálogo de biografías
ilustres con un mensaje moral y no reivindicar el papel
de las figuras que aparecen en ellas. En cambio, Christine
de Pisan en La ciudad de las damas sí que muestra un
objetivo de denuncia y polemiza con escritos de éxito
de carácter misogino. Igualmente como reacción a un
texto machista aparece Vita Christi, de Isabel de Villena,
donde se retrata la figura de Jesús a partir de sus
relaciones con las mujeres que lo acompañaron.
Ya en el siglo XVI, Moderata Fonte escribe argumentando
el mérito de las mujeres, que puede ser incluso superior
al de los hombres, en un claro cuestionamiento a la
tradición, vigente desde Aristóteles, que indicaba que
las mujeres eran incapaces de lograr metas intelectuales.
Más adelante, Marie de Gournay insiste en esta línea,
defendiendo la educación de todos los niños y niñas
como vía para lograr el progreso. También denuncia los
peligros que supone para una esposa depender absolutamente
de su marido, una condición que en el primer feminismo
moderno será una de las cuestiones fundamentales de
debate.

Moderata Fonte, seudónimo de Modesta Pozzo
(1555-1592), escritora veneciana.
A finales del siglo XVII, François Poullain de la Barre
recoge estos textos y amplía el campo de análisis, aplicando
el razonamiento cartesiano para promover la igualdad
de género. Examinando las facultades mentales, se puede
concluir que no hay nada en la naturaleza femenina que
pueda justificar o explicar la situación de subordinación
que sufren, que entonces se tiene que señalar como de
origen cultural. La defensa de la formación para superar
esta desventaja es uno de los objetivos centrales de
Mary Astell, una meta que se empezó a lograr en los
salones cortesanos del siglo XVII, a menudo organizados
por mujeres, donde se discutían diferentes cuestiones
y que servían de plataforma para oír ideas muy diversas.
En estos debates surgieron muchas de las ideas relacionadas
con el feminismo que la Ilustración difundiría en décadas
posteriores. Astell negó igualmente la base bíblica
de la sumisión de la mujer, utilizando sus conocimientos
de teología, como por ejemplo en sus comentarios a la
Primera carta a los Corintios.

Ilustración de Christine de Pisan.
La Ilustración se caracterizó por la proliferación
de ensayos filosóficos y por la introducción de un razonamiento
intelectual laico. Una parte de los filósofos ilustrados
como Jeremy Bentham (1781), Nicolas de Condorcet (1790)
y especialmente Mary Wollstonecraft (1792) defendieron
los derechos de las mujeres en sus escritos. Otros escritores
importantes como Abigail Adams, Catharine Macaulay o
Hedvig Charlotta Nordenflycht también expresaron puntos
de vista feministas. Bentham explicó que la posición
de inferioridad de las mujeres a nivel legal le hizo
escoger la carrera reformista con solo once años. Hablaba
de la igualdad entre sexos y abogaba por el voto femenino
y el derecho de las mujeres a participar en política.
Se oponía a los estándares sexuales y morales asimétricos
entre mujeres y hombres. En An Introduction to the Principles
of Morals and Legislation (1781) Bentham asevera contra
la negación de los derechos de las mujeres en muchos
países alegando que son mentes inferiores y lo desmonta
relatando varios ejemplos de mujeres regentes.
El matemático y líder revolucionario
francés Nicolas de Condorcet defendía los derechos humanos
y abogaba tanto por la igualdad de las mujeres como
por la abolición de la esclavitud. En el artículo De
l'admission des femmes au droit de cité (Para el reconocimiento
de los derechos civiles de las mujeres) y en un artículo
a Journal de la Société de 1789 dirigido al nuevo gobierno
de 1790 reivindicaba el sufragio femenino. Los primeros
ensayos sobre "la cuestión de la mujer" criticaban el
rol restrictivo de la mujer, pero no señalaban culpables
de las desventajas de la mujer a los hombres. El trabajo
de Mary Wollstonecraft, Vindicación de los derechos
de la mujer, es uno de los pocos escritos antes del
siglo XIX que se puede denominar feminista sin miedo
a la ambigüedad. Bajo los estándares modernos, su metáfora
de la mujer como nobleza, élite de la sociedad, mimada,
frágil y propensa a la pereza intelectual y moral, suena
como un argumento masculino. Wollstonecrat creía que
los dos sexos habían contribuido a esta situación y
daba por sentado que la mujer tenía un poder considerable
sobre el hombre.

"Las tejedoras" en 1793, poco después
se prohibirían en Francia todas las asociaciones políticas
de mujeres.
En 1891 se fundó la que es considerada
la primera organización feminista, la Sociedad Autónoma
de Mujeres de Barcelona.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la
mujer se incorporó activamente al trabajo remunerado
por necesidad, pero en la época de posguerra se vivió
un retorno a los roles tradicionales que relegaban la
mujer al papel de ama de casa. Por eso el feminismo
de la segunda mitad del siglo XX incrementa el discurso
crítico para denunciar el contexto que permite esta
situación, y no únicamente la falta de acceso a instituciones
o al espacio público. Es decir, sin abandonar la lucha
por la igualdad social, los diferentes movimientos feministas
profundizan en el análisis del amplio entorno social.
Una obra esencial en este cambio de postura es El segundo
sexo de Simone de Beauvoir. En ella se critica que el
papel que se otorga a la mujer sea solo casarse y ser
madre, de forma que renuncie así a la posibilidad de
tener una carrera profesional. La maternidad es vista,
pues, como un obstáculo para la propia realización.
También aparece el concepto de mujer como símbolo de
alteridad respeto el hombre, que pasa a ser canónico.
Es el género masculino el que dicta la norma y el segundo
sexo a que alude el título es el que se desvía o diferencia,
el que se define por oposición y no por él mismo. Esto
ayuda a su subordinación, efectuada desde la norma.
En el campo del activismo, los movimientos
feministas incrementaron las luchas en cuestiones relacionadas
con la sexualidad, básicamente el acceso a métodos anticonceptivos
y el derecho a abortar en caso de un embarazo no deseado
(cómo por ejemplo con el Manifiesto de las 343). El
argumento teórico tras las dos campañas era que la mujer
tenía derecho a decidir sobre el propio cuerpo, dar
o no a luz, y así salir de la maternidad forzosa. Igualmente,
se desataba el placer sexual de la reproducción, incitando
a las chicas a explorar y descubrir el propio cuerpo
como fuente de satisfacción para una misma y no para
el hombre.
En 1963 aparece otra obra fundamental
de la historia del feminismo: La mística de la feminidad,
de Betty Friedan. En ella la autora explica que ha surgido
un "problema sin nombre", que es la razón por el cual
muchas mujeres que de forma aparente lo tienen todo
acaban siendo infelices porque los roles tradicionales
no las dejan desarrollarse como personas individuales,
sino únicamente como madres, esposas y amas de casa,
una función de cara a los otros, de servicio. Además
se denuncia la doble jornada laboral a qué tenían que
hacer frente las que decidían trabajar fuera del hogar,
puesto que no paraban de llevar a cabo las funciones
antes descritas, hecho que causaba sentimiento de culpa.
La vía para resolver esta injusticia tiene que incluir
-según la escritora- tanto los hombres como las mujeres,
si se quiere asumir la plena igualdad. Los dos saldrían
ganando si se dejara que las mujeres desarrollaran todo
su potencial, ayudando al país a progresar. También
tendrían una relación más igualitaria y más feliz a
nivel personal. Friedan influyó en la creación de la
asociación National Organization for Women, que asumía
como propios los objetivos incluidos en su libro y que
constituyó uno de los grupos más activos en los Estados
Unidos en el campo de la lucha feminista.
Dentro de esta lucha tomó un protagonismo
creciente la sexualidad, que, según Kate Millett, era
una cuestión no solamente privada sino también política.
En un polémico ensayo basado en su tesis doctoral, Sexual
Politics, argumentaba que tanto en la ficción como en
la realidad, el sexo estaba analizado únicamente desde
un prisma androcéntrico, y ponía ejemplos de los principales
escritores y pensadores de diferentes épocas. El libro
es considerado uno de los primeros textos de la crítica
feminista y reorientó los estudios sobre sexualidad
de la época. Millett defendía una revolución sexual
que influyera en la agenda pública y liberara la mujer
de la sumisión también en esta esfera.

Betty Friedan en 1960.
Germaine Greer publicó en 1970 The Female
Eunuch, donde se atacaba la familia nuclear como único
modelo posible, un modelo que convertía la mujer en
"un eunuco", un ser amputado. Identifica el estereotipo
de la mujer perfecta, que está construido por el hombre
y tiene un fuerte componente psicoanalítico, y afirma
que si justamente se puede hablar de tantas diferencias
entre los dos es porque son de carácter cultural, no
hay tantas variedades entre machos y hembras de otras
especies. Esta mujer ideal -construida socialmente-
se basa en gran medida en una belleza inexistente que
causa malestar entre el sector femenino. Greer defendía
una revolución para lograr la plena igualdad. Otra crítica
a la familia nuclear se encuentra en la obra coetánea
de Shulamith Firestone, The Dialectic of Sex, donde
mezcla argumentos provenientes del marxismo y el psicoanálisis
para asegurar que la división de roles potenciada por
este modelo de familia reside en la base de otras discriminaciones,
como la división de clases, el racismo, el imperialismo
y el dominio del hombre en otros ámbitos.
El sistema imperante, entonces, se puede
leer desde una óptica de género, como propone la teoría
feminista radical, de la cual Firestone es una de las
máximas exponentes. Luce Irigaray se enmarca dentro
de esta estela cuando analiza la diferencia sexual dentro
de un marco cultural. Otro tema candente al final de
este periodo fue la relación entre sexo y violencia,
un asunto que derivó en un análisis profundo sobre la
relación entre la sexualidad normativa y los roles de
género y que supuso la división del movimiento feminista.
Existían diversos puntos de debate, entre ellos la violación,
la pornografía y la prostitución como asuntos más polémicos.
La aspereza del tono usado en algunos escritos llevó
a tildar el debate como "feminist sex wars" en los Estados
Unidos de América. Las diferentes visiones sobre estas
cuestiones continúan sin alcanzar un consenso en la
actualidad.
A finales de la década de 1980 surgió
una nueva división en el feminismo que daría pie a nuevas
escuelas dentro del movimiento. La mayoría de movimientos
tienen en cuenta la dimensión individual y no solamente
colectiva o estructural del problema y se fijan en la
situación concreta y en la vivencia emocional del fenómeno
por parte de cada uno. Por esto lo que predomina es
la variedad de propuestas y acercamientos, tanto teóricos
como militantes. Algunas de las aportaciones pusieron
en duda el concepto dicotómico de la identidad de género.
Así, mientras unos pensadores continuaban profundizando
en las diferencias entre hombres y mujeres y denunciando
las desigualdades del sector femenino, otros negaron
que el ser humano se pudiera identificar únicamente
en una oposición binaria hombre - mujer, y reivindicaron
un acercamiento menos essencialista al género. Igualmente
se consolidaron las diferencias regionales en el feminismo,
criticando el etnocentrismo del activismo precedente.
Dentro del primer grupo, destaca la obra
de Rebecca Walker, que propuso modernizar el feminismo
para acercar las nuevas generaciones y hacerles entender
que se trataba de una lucha por la justicia, y por lo
tanto, la base de la política. Por eso animaba a las
mujeres a convertirse en líderes de sus comunidades
para hacerlas cambiar. Este liderazgo tenía que resaltar
una forma diferente de actuar, valorando la visión femenina
y su aportación, diferente y a veces más adecuada que
la masculina. Los valores femeninos cobraban más sentido
en un mundo donde había que atender a las emociones
para el bienestar personal, tal y como defiende Carol
Gilligan, quien afirma que existe una ética femenina,
basada en la cura a los otros, diferenciada de una ética
masculina, donde el concepto clave es la justicia o
la imparcialidad.
Entre el feminismo que cuestiona la división
entre hombres y mujeres ha tenido un papel clave el
movimiento social LGBT. Siguiendo la teoría Queer, la
identidad de género puede ser cambiante, puesto que
es una construcción social y como tal puede verse alterada
por la evolución del sujeto, de su entorno o por elección
de la persona. De aquí nació el concepto de drag, derivado
de las actuaciones de las drag queen: el género entendido
así es como un disfraz que se adopta para relacionarse
de forma puntual con los otros y por lo tanto cada cual
puede sentirse y mostrarse como hombre, como mujer,
como ninguno de los dos o como cualquier variedad diferente.
No existe el género como una esencia fija que defina
la persona, sino que esta es libre de disfrazarse, de
adoptar el drag que desee, sea de forma puntual o permanente.

El tercer bloque aparece como clave el
concepto de la interseccionalidad. La opresión no se
da solo por razones de sexo, sino también de clase o
de raza, y no se pueden separar las vivencias o demandas
de ninguno de los ejes, de forma que una mujer negra
y pobre tendrá una visión diferente del mundo y de su
papel que una mujer blanca rica. Autoras como Brigitte
Vasallo se tienen que inscribir en esta línea. La identidad
está formada por múltiples capas y todas ellas afectan
a la visión del feminismo. Así, se puede hablar de un
feminismo cristiano, diferente al feminismo islámico,
por ejemplo, si se toma en consideración como afecta
la religión a la visión de las relaciones de género.
Las preocupaciones, pues, variarán según
el contexto analizado. Una cuestión como el velo islámico
puede verse de diferente manera por las mujeres europeas
que por las de África del norte y otros temas, como
la poligamia, están ausentes del debate feminista occidental
hegemónico mientras que ocupan un lugar central en determinados
países. La ONU, que ha incorporado la igualdad entre
géneros como un objetivo esencial para el desarrollo,
ha subrayado estas diferencias culturales en sus conferencias
internacionales. En un marco postcolonial, la identidad
es siempre híbrida o múltiple, tal y como afirma Homi
K. Bhabha. El feminismo marxista, de gran tirada durante
épocas anteriores, se ha adaptado para incluir esta
realidad poliédrica sin renunciar a su demanda de justicia
social, de la cual la igualdad de género es solo una
vertiente, como reclama Nancy Fraser.
La lucha feminista complementa las manifestaciones
y acciones tradicionales con el uso de las artes escénicas,
el humor, la ironía y la presencia en las redes sociales,
que funcionan de altavoz para difundir sus ideas. A
partir de la reflexión sobre Internet como un nuevo
espacio de relación, nace el ciberfeminismo, que busca
establecer un mundo virtual sin las desigualdades del
mundo físico y que denuncia que gran parte de los estereotipos
de género se han trasladado a la red.
Algunos autores han sostenido que este
ciberfeminismo es el inicio de una cuarta ola histórica
en el movimiento feminista, pero la falta de perspectiva
histórica suficiente no permite afirmar la existencia
de esta.
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