Esta historia termina con 86 muertos y un edificio
reducido a cenizas. Pero ese es el final, la culminación de
51 días de asedio de las fuerzas del orden a la sede de una
pequeña comunidad religiosa en Texas hace 30 años; el trágico
desenlace del que fue el mayor enfrentamiento entre estadounidenses
desde la guerra de Secesión. El inicio hay que fijarlo el
28 de febrero de 1993, cuando agentes de la Oficina de Alcohol,
Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF, por sus siglas en
inglés) emprendieron una misión que llevaban tiempo planeando.
Hacía meses que dicha agencia del Departamento de Justicia
investigaba a la Asociación General de la Rama Davidiana de
la Iglesia Adventista del Séptimo Día por sospechas de compraventa
y modificación de armas ilegales.
Ya habían llevado a cabo una operación encubierta
en la que dos representantes de la entidad, haciéndose pasar
por universitarios interesados en su fe, llegaron a entablar
relación con Vernon Howell, quien se había rebautizado como
David Koresh y era el líder de la congregación que el mundo
estaba a punto de conocer como la secta de los davidianos.
A las 9 de la mañana de aquel domingo de febrero
un convoy de 76 agentes con entrenamiento militar y órdenes
de allanamiento y arresto se dirigió al rancho del grupo,
situado a 15 minutos en coche de la localidad texana de Waco.
Mount Carmel se llamaba el complejo, como el bíblico monte
Carmelo, y según los creyentes, de raíz cristiana, estaba
destinado a convertirse en el centro de un nuevo reino divino
una vez llegara el Apocalipsis. A la cabeza iba a estar Koresh,
un hombre de 34 años y autodenominado mesías, quien tenía
numerosas esposas, algunas menores de edad, con las que había
engendrado varios hijos.
Todo comenzó con una investigación de la Oficina
de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos contra los
davidianos.
Pero para cuando los agentes del orden arribaron
al final de aquel camino de tierra, los davidianos ya conocían
su plan y los esperaban, dispuestos para defenderse. Aquello
pronto desembocó en un fuego cruzado, un tiroteo que se alargó
por 90 minutos. Heather Jones, davidiana y sobrina del líder,
se encontraba dentro del complejo, que tenía dos plantas y
un edificio más alto, tipo torre, en el centro. "Vi cómo los
disparos alcanzaron a una de las esposas de Koresh. Recuerdo
sus gritos, no los puedo olvidar. Esa fue la peor parte: oír
cómo disparaban a la gente, escuchar sus voces, el cambio
en su tono", explica hoy Jones, que entonces tenía 9 años,
en el reciente documental de Netflix Waco: American Apocalypse.
El enfrentamiento se saldó con cuatro miembros de la ATF y
dos fieles muertos y decenas de heridos en ambos bandos, incluido
Koresh, quien recibió dos tiros, uno en el costado y otro
en la espalda. A las 11:30 am se acordó un alto el fuego y
el Buró de Federal de Investigaciones (FBI) tomó las riendas
de la operación, que incluyó su equipo de rescate de rehenes
(HRT) y refuerzos tácticos para establecer un cerco.
El conflicto pasaba a otra dimensión. Así se
veía el panorama fuera del complejo de Mount Carmel, según
lo describiría el periodista Malcolm Gladwell en un crónica
para la revista The New Yorker: El FBI ha establecido la que
es probablemente la mayor fuerza militar jamás reunida contra
civiles sospechosos en la historia de Estados Unidos: 10 tanques
Bradley, dos tanques Abrams, cuatro vehículos de ingeniería
de combate, 668 agentes más seis de Aduanas, 15 personal del
ejército, 13 miembros de la Guardia Nacional de Texas, 31
Texas Rangers, 131 agentes del Departamento de Seguridad Pública
del estado, 17 de la Oficina del Alguacil del Condado de McLennan
y 18 policías de Waco. En total, 899 personas.
También llegó al lugar un ejército de periodistas,
con sus cámaras y unidades móviles para emitir en directo.
"Era como estar en el cine viendo una película bélica, solo
que esta vez era la vida real", confirma John McLemore, reportero
de la televisora local KWTX que había acudido al lugar a cubrir
la redada, en el documental de Netflix. A partir de ese momento
comenzó un asedio que duró 51 días en los que todo fue in
crescendo: la tensión, los malentendidos, los errores, las
consecuencias.
Comenzaron las llamadas diarias del equipo negociador
del FBI a Koresh para que se rindiera, mientras las fuerzas
del orden aumentaban la presión fuera, todo en medio de una
atención mediática que pronto pasó de ser local a nacional
y mundial. Las conversaciones empezaron a dar frutos. El líder
de los davidianos se comprometió a dejar libres a los niños,
de dos en dos, si emitían a diario un mensaje suyo en la radio.
"Recuerda que es Dios el que se sienta en el trono y que David
te quiere", cuenta Kathy Schroeder que le dijo a su hijo Scott,
uno de los primeros menores en salir del complejo, antes de
que cruzara la puerta. "Pero no sentía que estaba salvándolo",
aclara en el documental. "No me importaba vivir. Solo me importaba
vivir en comunión con Dios". Los niños fueron llevados al
hogar metodista de Waco y filmados con la esperanza de que
al verlos, otros davidianos se animaran a abandonar su sede.
Y lo hicieron, hasta 35 en total, incluidos 21 niños. Eran
momentos en los que el FBI vio el fin cerca, ya que Koresh
se mostraba dispuesto a salir de forma pacífica. Pero la esperanza
pronto se vio truncada con este anuncio del líder de los davidianos
a los negociadores y la conversación que le siguió:
Koresh: Dios me ha ordenado que espere.
FBI: ¿Confías en Dios?
Koresh: Dios soy yo.
A partir del 23 de marzo ya ninguno de sus seguidores
abandonó la casa.
El asedio de las fuerzas de seguridad para forzarlos
a salir se intensificó, cortando la electricidad del complejo,
iluminándolo con potentes focos día y noche, emitiendo sonidos
estridentes como el de aviones despegando, conejos sacrificados,
cantos budistas y música pop a todo volumen desde unos altavoces.
Con una cámara que el FBI permitió ingresar al complejo, Koresh
se había hecho filmar junto a una serie de niños y mujeres
jóvenes que presentó como sus hijos y esposas, tratando de
dejar claro que no eran rehenes. "¿Quién te cuida a ti?",
se le ve preguntándole a un niño en esas imágenes que salieron
a la luz años después.
Los estadounidenses siguieron la tragedia de
Waco en tiempo real.
Schroeder, una de los 11 adultos que decidieron
salir de Mount Carmel y acabaron detenidos —ella enfrentó
la acusación de conspiración para asesinar—, explica hoy que
se consideraba normal que su líder mantuviera relaciones sexuales
con varias mujeres del grupo, incluso con menores de edad.
"En nuestro sistema de creencias todas esas niñas eran consideradas
adultas con 12 años", dice en el más reciente documental sobre
el tema, y cuenta cómo ella misma se quedaba hasta tarde en
las sesiones de estudio de la Biblia, rezando para que algún
día el líder la eligiera. "La primera vez que tuve sexo con
él estuve sola con Dios a través de David". Aquellas imágenes
de Koresh con sus mujeres e hijos no llegaron a la prensa,
pero sí hasta altos cargos del FBI, el Departamento de Justicia
y la fiscal general Janet Reno, quienes durante la semana
del 12 de abril de 1993 mantuvieron varias reuniones para
discutir alternativas para levantar el sitio y poner fin a
un conflicto que costaba millones de dólares al día al gobierno,
además de perjudicar severamente su imagen.
Recién nombrada en el cargo, Reno dio luz verde
a la recomendación del equipo de rescate de rehenes de introducir
un "agente antidisturbios" en el edificio. Estos habían argumentado
que dentro seguía habiendo menores, que estaban en peligro
y que ya habían sufrido abusos. Así lo había publicado apenas
unas semanas atrás un medio local, el Waco Tribune-Herald,
en una serie de artículos titulados The Sinful Messiah ("El
mesías pecador"). Así que hacia las 6 de la mañana del 19
de abril el negociador jefe Byron Sage llamó a los davidianos
para informarles de que en breve se dispondrían a introducir
gas lacrimógeno en el edificio, pero que no sería asaltado.
Ese mismo mensaje fue repetido por megafonía, llamando a los
que seguían en el interior a abandonar la estructura. "Casi
de inmediato los davidianos empezaron a disparar a los vehículos
del FBI", se recoge en el informe que una comisión mixta del
Congreso realizó en 1996 sobre los sucesos. A pesar de las
objeciones de los negociadores, en unos minutos el comandante
del equipo de rescate de rehenes ordenó gasear todo el complejo
simultáneamente. Lo hicieron durante seis horas. Nadie abandonó
el edificio. Hacia el mediodía el fuego brotó, casi de forma
simultánea, en tres puntos distintos del complejo.
En cuestión de minutos Mount Carmel quedó reducido
a cenizas. Los bomberos no llegaron tiempo para sofocar un
incendio cuyo origen no está claro. No sacaron a nadie con
vida. Aquella fue la tumba de quienes creyeron que algún día
llegaría el Apocalipsis.
"No creo que el gobierno sea responsable del
hecho de que un grupo de fanáticos decidiera darse muerte",.dijo
al día siguiente el presidente Bill Clinton, quien apenas
llevaba tres meses en el cargo. Lo dijo sin ser quizá consciente
de cuánto sacudiría esta tragedia el primer año de su gobierno
y de cómo iba a contribuir a que el Partido Republicano retomara
el control del Congreso en 1994. La opinión pública, que había
seguido los sucesos en tiempo real, estaba dividida entre
los que veían a los davidianos como una secta loca responsable
de su propia aniquilación y entre los que empezaban a criticar
los excesos de la actuación federal. "En una encuesta hecha
pública al año siguiente una ligera mayoría de adultos culpaba
en gran medida al gobierno federal por lo ocurrido en Waco",
le dice a BBC Mundo Stuart A. Wright, profesor de Sociología
de las Religiones en la Universidad Lamar de Beaumont, Texas,
y toda una autoridad en el tema. "Y con el tiempo y el trabajo
de una serie de académicos que han deconstruido los hechos
se ha llegado a una conclusión de que las cosas se pudieron
haber hecho de forma pacífica, sin causar muertos o heridos",
prosigue el autor de decenas de artículos y editor del libro
Armageddon in Waco: Critical Perspectives on the Branch Davidian
Conflict, publicado en 1995. "Hay mucha evidencia que apunta
a ello y así lo reconocen hoy algunos de los implicados",
añade.
En 1983, Koresh empezó a afirmar que había recibido
el don de la profecía. Se especula que Koresh habría iniciado
una relación sexual con Lois Roden, la profetisa y líder de
la secta que tenía 67 años para entonces. Koresh justificó
su relación al sostener que Dios lo había elegido para engendrar
un hijo con ella, quien se convertiría en el Elegido.
"David Koresh es el responsable último, pero
eso no significa que nosotros como organización no cometiéramos
errores", ha admitido en repetidas ocasiones Gary Noesner,
negociador jefe del FBI durante el asedio. "Y los cometimos.
En Waco no salvamos todas las vidas que pudimos. Por lo tanto,
para mí, fue un fracaso". Entre abril de 1995 y mayo de 1996
dos comités del Congreso investigaron la actuación de las
fuerzas federales durante el asedio a Mount Carmel. Y aunque
concluyeron que la responsabilidad última de la tragedia fue
de Koresh, el informe final criticaba duramente las decisiones
y medidas adoptadas por las agencias involucradas. Entre otras
resoluciones, apuntó que la investigación de la ATF sobre
los davidianos fue "sumamente incompetente" y "carente del
mínimo de profesionalismo esperado" de una agencia federal.
Tildó la decisión de la fiscal general Reno de dar luz verde
a la intervención para poner fin al asedio como "prematura,
errada y altamente irresponsable". Advirtió que el gas lacrimógeno
puede causar malestar físico "inmediato, agudo y grave" a
quienes se expongan a él, en especial a niños pequeños, mujeres
embarazadas y ancianos, y rechazó su uso, insistiendo que
las autoridades debieron haber negociado una salida pacífica
hasta el final. Aunque en el reporte también desvinculó a
las fuerzas del orden del inicio del fuego, tratando de cerrar
la puerta a las teorías que afirmaban que fueron los agentes
los que lo provocaron, intencional o inintencionalmente, por
la combinación de los disparos y los químicos del gas lacrimógeno.
Y no disputó los argumentos del Departamento de Justicia para
justificar no tener extintores en la escena y tardar en llamar
a los bomberos.
Waco es una ciudad ubicada en el condado de
McLennan en el estado estadounidense de Texas. En el Censo
de 2010 tenía una población de 124 805 habitantes y una densidad
poblacional de 475,87 personas por km². La ciudad fue fundada
en 1849 por George B. Erath, quien había pensado llamarla
Lamartine, pero luego escogió un nombre basado en el nombre
de la tribu que ocupaba el espacio antes de los blancos, los
huaco.
Eso no hizo más que alimentar las teorías de
la conspiración sobre el rol de las autoridades en la tragedia,
hipótesis que ya habían empezado a correr como la pólvora.
"Aquello lo capitalizaron desde el principio grupos de extrema
derecha con interés en promover el derecho a portar armas
e ideologías antigubernamentales, y empezaron a considerar
a los davidianos mártires", le dice a BBC Mundo el profesor
Wright. Muchos vieron a los davidianos como defensores de
dos derechos básicos en Estados Unidos: la libertad de culto
y la de portar armas, algo que reivindicaba Koresh —"No pueden
venir, tocarme la puerta, dispararme, y esperar que me quede
quieto. Eso no va a pasar en este país", dijo él mismo durante
el asedio en referencia a esos derechos—. Y por lo mismo consideraron
al gobierno federal como enemigo de esas libertades.
Algunos davidianos que sobrevivieron a la tragedia,
como David Thibodeau, han reconocido que en momentos en los
que eran unos parias sociales, solo ese lado del espectro
político les prestó atención. "Nadie, salvo la gente de la
extrema derecha, quería escuchar lo que tenía que decir",
le dijo a The New York Times. Dos años después del asedio,
Timothy McVeigh, un joven que había mostrado su apoyo a los
davidianos en Waco y se obsesionó con la respuesta de las
autoridades como la evidencia de un inminente nuevo orden
mundial, bombardeó un edificio federal en la ciudad de Oklahoma,
matando a 168 personas e hiriendo a otras 700. Hoy sigue siendo
el ataque de "terrorismo doméstico" más mortífero de la historia
de EE.UU. La tragedia también caló en el conspiracionista
Alex Jones quien, siendo entonces un joven locutor de radio,
organizó en 1998 una campaña para reconstruir la capital de
los davidianos como homenaje a los caídos. La de Jones, aún
hoy en día prominente figura de la derecha, fue una de las
primeras y más prominentes voces que respaldaron a Donald
Trump en su carrera para las presidenciales de 2016. Las referencias
a Waco no han cesado durante décadas entre milicias y supremacistas
blancos, como los Proud Boys o los Oath Keepers, grupos vinculados
al asalto al Capitolio en enero de 2021.
Las turbas que se colaron en el Capitolio hicieron
un esperpéntico depliegue de simbología trumpista y supremacista.
Pásate por Ser humano >> Segregación.
"Waco aún resuena en ese espacio antigubernamental
como un suceso que deja en evidencia que el gobierno federal
no protege a sus ciudadanos, que está dispuesto a violar sus
derechos civiles, a despojarlos de sus armas", le dijo Heidi
Beirich, cofundadora de la organización sin ánimo de lucro
Global Project Against Hate and Extremism, a la periodista
de la BBC Sam Cabral. Hay quien vio esos ecos en la decisión
de Trump de arrancar su campaña para las presidenciales de
2024 el 25 de marzo en el aeropuerto de Waco, a pocos días
del 30 aniversario de la tragedia. Su equipo negó cualquier
intencionalidad, asegurando que fue elegido por su ubicación
central y cercanía de las principales áreas metropolitanas
de Texas, estado en el que reside gran parte de su voto duro.
Aunque algunos de sus seguidores y sus críticos ya han dejado
claro que el hecho de que diera su primer mitin oficial en
el lugar que se ha convertido para muchos en símbolo de la
lucha contrael gobierno tiene poco de coincidencia. "Waco
fue una extralimitación del gobierno y hoy también están mostrando
esa extralimitación con Trump", le dijo a The New York Times
Sharon Anderson, una jubilada de Tennessee que acudió al evento,
refiriéndose a los cargos penales que se le imputan al expresidente.
El mismo Trump ha alimentado esa postura, mostrándose como
víctima de un Departamento de Justicia políticamente motivado
y de una "caza de brujas".
Trump eligió Waco para su primer mitin oficial
de cara a las presidenciales de 2024.
En Waco tampoco perdió la ocasión para hacer
hincapié en ello. Así, repitió por enésima vez que las elecciones
de 2020 en las que perdió ante Joe Biden fueron "amañadas".
También elogió a quienes trataron de detener la confirmación
de Biden como presidente irrumpiendo en el Capitolio el 6
de enero de 2021 —varios organismos del gobierno federal indagan
sobre el presunto papel de Trump en aquel ataque— y tachó
a los fiscales que supervisan múltiples investigaciones contra
él de "escoria humana". "Nuestros enemigos están desesperados
por detenernos y han hecho todo lo posible por aplastar nuestro
espíritu y quebrantar nuestra voluntad. Pero han fallado.
Eso solo nos ha hecho más fuertes. Y 2024 será la gran batalla
final", proclamó Trump ante cientos de seguidores.
Lanzar ese discurso apocalíptico desde un atril
a escasos kilómetros de donde tuvo lugar el mayor enfrentamiento
entre civiles y las fuerzas federales en la historia de EE.UU.
no es casual.
"No puede ser más simbólico", dice el profesor
Wright.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
|