No es ningún fenómeno nuevo, pero se está acelerando.
La expansión de las enfermedades que tienen su origen en un
animal y se transmiten a humanos, las llamadas zoonosis, son
un “importante” problema de salud pública en todo el mundo,
según lo describe la Organización Mundial de la Salud (OMS),
que están en pleno auge. Una de ellas es la viruela del mono,
una zoonosis viral endémica en África que en la última semana
se ha detectado en 12 países fuera del continente. De ellos,
España es el que más casos ha reportado por el momento.
De acuerdo con los datos que maneja la OMS,
las zoonosis están impulsando las enfermedades emergentes
en los seres humanos de forma significativa y constituyen
el 75% de las surgidas en los últimos 40 años. Dos tercios
del total de los patógenos transmisibles entre personas son
zoonóticos, es decir, han saltado de un animal a un ser humano.
“Siempre hemos convivido con zoonosis, pero en la última década
están teniendo un impacto bastante más relevante. Pueden ser
patógenos hasta el momento desconocidos o que ya circulaban
en determinadas zonas o regiones y que aparecen en otras”,
describe Ignacio García, catedrático y responsable del Grupo
de Investigación de Sanidad Animal y Zoonosis de la Universidad
de Córdoba.
Los patógenos zoonóticos pueden ser bacterias,
virus, parásitos o agentes no convencionales y propagarse
a los humanos por contacto directo con los animales infectados
o a través de los alimentos, el agua o el medio ambiente.
El virus del Nilo, el del zika, el ébola o la gripe A son
ejemplos de infecciones zoonóticas. Se desconoce a ciencia
cierta el camino que siguió la COVID-19 para acabar convirtiéndose
en pandemia, pero la mirada siempre ha estado puesta en el
mercado de animales salvajes de Wuhan, China, y hay evidencias
que vinculan a los visones como vectores de contagio del virus.
Las epidemias de MERS de 2012 o el SARS de 2002 también llegaron
de esta forma.
En la viruela del mono, aún hay sobre la mesa
más incógnitas que certezas, pero sí se conoce que las vacunas
contra la erradicada viruela producen inmunidad. “Se puso
de manera masiva hasta 1980, así que si hubiera habido introducciones
de este tipo hubieran tenido muy poca visibilidad porque había
viruela circulante y porque casi todos estábamos protegidos.
En el caso de esta familia de virus hay una amenaza creciente
porque se calcula que más de la mitad de la población no está
vacunada”, señala Rafael Blasco, investigador del Instituto
Nacional de Investigación y tecnología Agraria y Alimentaria
del CSIC.
Pero en general, el porqué este tipo de patógenos
han aflorado con mayor intensidad en las últimas décadas responde
“a un cúmulo de factores” de diversa índole, señala Ignacio
García. Algunos, producto de la acción humana sobre la naturaleza,
otros vinculados a cambios poblacionales. Tanto la globalización
y la movilidad internacional como el cambio climático, la
destrucción de ecosistemas y la pérdida de biodiversidad,
el comercio de especies o el incremento exponencial de población
han sido identificados como elementos que favorecen la expansión
de las zoonosis. “La movilidad tanto humana como animal es
un condicionante clave y hace que un virus que está en el
centro de África, en 24 horas llegue a la otra parte del mundo
porque alguien coge un avión”, ilustra el investigador de
la Universidad de Córdoba. A ello se suma el crecimiento de
la población mundial, que ha pasado de los 4.500 millones
de personas en 1985 a los 7.700 en 2020, y la concentración
humana en las ciudades. “En general, las enfermedades infecciosas
son densodependientes, es decir, mientras más individuos susceptibles
haya y más concentrados estén, será más fácil que se transmitan”,
explica García. El investigador de la Universidad de Córdoba
también enlaza el fenómeno con “la propia evolución de los
patógenos”, que mutan para adaptarse y seguir infectando:
“Un virus que es inteligente lo que intenta es no matar a
su hospedador, sino infectarlo y seguir transmitiéndose. Muchos
virus, durante la replicación, mutan con bastante facilidad
y se producen variantes”.
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC) es una Agencia Estatal para la investigación científica
y el desarrollo tecnológico, con personalidad jurídica diferenciada,
patrimonio y tesorería propios, autonomía funcional y de gestión,
plena capacidad jurídica de obrar y de duración indefinida.
Algunos otros factores de las mayores oportunidades
de expansión están vinculados con la destrucción de hábitats
naturales y la pérdida de biodiversidad que lleva acarreada
a causa de la actividad humana. Ocurre fundamentalmente mediante
dos vías: por un lado, al destruir ecosistemas y acabar con
variedades de animales y plantas provocan “la alteración de
una serie de equilibrios que suelen mantener estos patógenos
bajo control”, señala Luis Suárez, biólogo y coordinador de
Conservación en WWF España. Este análisis, una labor conjunta
de 500 científicos, calculaba que un 75% de la superficie
terrestre se ha visto ya alterada por las actividades humanas.
Cuanta mayor destrucción de ecosistemas se produzca, menores
posibilidades de disipar la enfermedad habrá. Esto ocurre
en un hábitat en el que hay variedad de animales susceptibles
de infectarse, las posibilidades de que ocurra en una especie
concreta bajarán e incluso puede que termine en un animal
no vulnerable que frenará la infección. “Además, hay menos
posibilidades de que circule porque hay un equilibrio entre
depredadores y presas que actúa de escudo. Uno típico es el
de los roedores, que además son vectores de algunas enfermedades.
Si disminuyen los depredadores, habrá más, serán más transmisibles
entre ellos y más susceptibles de contagiar”, apunta Suárez.
Pero, además, la deforestación provoca que las comunidades
humanas entren “hasta el corazón” de los hábitats en los que
pueden vivir animales que alojan patógenos. Así se constató
con algunos brotes de la llamada malaria de los macacos, que
saltó a los humanos en áreas deforestadas de Indonesia, uno
de los países más afectados por la destrucción de bosques
para dar espacio al cultivo de palma.
El pangolín se convirtió en el
protagonista en los medios de comunicación.
A esto se suma que “la población comercia,
trafica y se alimenta con animales salvajes cada vez más,
tanto por vía legal como por vía ilegal”, explica el investigador.
Un ejemplo es lo ocurrido en 2003 en Estados Unidos con la
viruela del mono, la primera vez que se exportó fuera de territorio
africano debido a la venta como mascotas de varios perritos
de las praderas que habían estado en contacto con roedores
importados de Ghana infectados. Ignacio García señala también
al cambio climático como otro de los elementos impulsores
de las zoonosis debido a que los vectores que pueden transmitir
las enfermedades “han aumentado su rango de distribución”
por el incremento generalizado de la temperatura, que hace
“que estén presentes en zonas en las que antes no estaban”.
Suárez pone como ejemplo el mosquito aedes, que puede ser
portador del dengue, la fiebre amarilla o la chikunguña y
que, según los datos, estaba presente “en nueve países en
1970” para pasar actualmente a estarlo “en 128”.
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Pandemia, antiviral, inmunidad de grupo… La
propagación mundial del coronavirus SARS-CoV-2 ha propiciado
que varios conceptos científicos se repitan en las informaciones
habituales sobre la enfermedad. No escapa a este glosario
el término que se encuentra en el centro del origen mismo
de la enfermedad: la zoonosis. Se denomina zoonosis al proceso
por el cual se transmiten de forma natural enfermedades de
los animales a los seres humanos, ya sea a través de la exposición
directa de la persona al animal, o el consumo de alimentos
derivados de los animales. Aunque de momento no hay confirmación
científica del animal desde el cual la enfermedad COVID-19
dio el salto a los humanos, el cerco parece cerrarse ahora
en torno al pangolín. Sin embargo, a pesar de inundar hoy
la información de actualidad, la zoonosis es un proceso muy
conocido y que se encuentra en el origen de muchas enfermedades,
así como de grandes pandemias históricas. ¿Por qué el ser
humano siempre ha estado y estará expuesto a este tipo de
pandemias? El informe Ganadería Mundial 2013: Un panorama
de enfermedades cambiante de la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura aporta un dato
clave: un 70% de las nuevas enfermedades que han surgido en
los seres humanos en las últimas décadas son de origen animal.
Este porcentaje pone de manifiesto hasta qué punto la salud
humana está estrechamente relacionada con la ganadería y la
salud de los animales. En este mismo informe se mencionaban
otros factores que habían contribuido a la extensión de este
tipo de enfermedades en los últimos años, siendo algunos de
ellos la pobreza, unos sistemas de salud y unas infraestructuras
sanitarias deficientes en algunos territorios, los viajes
y el comercio internacionales, el cambio climático y la creciente
presión en los ecosistemas. De la peste negra al “mal de las
vacas locas”, repasamos algunas de las zoonosis más importantes
en la historia de la humanidad antes de la llegada de la enfermedad
COVID-19.
En el siglo XIV, la peste negra costó la vida
a unos 50 millones de personas. Esta devastadora epidemia,
considerada la más letal de la historia de la humanidad, se
trata de una zoonosis de tipo bacteriana, ya que es causada
por la bacteria Yersinia pestis, que se encuentra en pequeños
mamíferos y en las pulgas que los parasitan. Las condiciones
de vida en la Edad Media propiciaron su rápida propagación,
puesto que las personas tenían mucho contacto con las pulgas
y otros parásitos de las ratas.
Hoy en día, la peste sigue estando presente
como enfermedad de los animales en todos los continentes excepto
Oceanía, pero actualmente la mayor parte de los casos humanos
se concentran en África, y los tres países más endémicos son
Madagascar, la República Democrática del Congo y Perú.
La rabia es una enfermedad zoonótica vírica
causada por un virus de la familia Rhabdoviridae. Puede afectar
a cualquier animal mamífero salvaje o doméstico y se propaga
a las personas a través de mordeduras o arañazos, aunque en
un 99% de los casos esta propagación se da a través de perros
domésticos. Por tanto, la forma más eficaz de combatirla es
la vacunación de los perros, y por este motivo esta vacunación
es obligatoria en muchas regiones.
Louis Pasteur logró la primera vacuna contra
la rabia en humanos en el año 1885. El célebre químico francés
trató con ella a un niño de 9 años al cual le había mordido
un perro infectado, logrando su recuperación y la de miles
de personas más en los siguientes meses. La OMS alerta de
que hoy en día se trata de una enfermedad desatendida por
concentrarse la mayoría de los contagios en humanos en poblaciones
pobres y vulnerables. Más del 95% de las muertes humanas debidas
a rabia se registran en Asia o África, a pesar de existir
inmunoglobulinas y vacunas eficaces para el ser humano desde
hace más de un siglo.
Louis Pasteur fue un químico, físico, matemático
y bacteriólogo francés, cuyos descubrimientos tuvieron una
enorme importancia en diversos campos de las ciencias naturales,
sobre todo en la química y la microbiología. A él se debe
la técnica conocida como pasteurización (eliminar parte o
todos los gérmenes de un producto elevando su temperatura
durante un corto tiempo) que permitió desarrollar la esterilización
por autoclave. A través de experimentos, refutó definitivamente
la teoría de la generación espontánea y desarrolló la teoría
germinal de las enfermedades infecciosas. Por sus trabajos,
se le considera el pionero de la microbiología moderna, con
lo que inició la llamada «Edad de Oro de la Microbiología».
Más conocida por la población como la “enfermedad
de las vacas locas”, los primeros casos de encefalopatía espongiforme
bovina (EEB) en animales se detectaron en Reino Unido en 1986.
En 1996 se identificó en el ser humano una nueva variante
de la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob que se relacionó con
la epidemia de EEB en el ganado vacuno. La transmisión de
la enfermedad a humanos se produce mediante el consumo de
carne contaminada.
La aparición de EEB en el ganado vacuno se relacionó
con la práctica de alimentar a los animales con restos de
ganado rumiante. El abandono de este compuesto para la alimentación
de ganado vacuno eliminó las posibilidades de contracción
de EEB por parte de los animales, y por tanto, su riesgo de
transmisión a los humanos con el consumo de carne.
La gripe aviar es una zoonosis causada por subtipos
del virus Influenza A. Se trata de un tipo de gripe que originalmente
sufren las aves, pero algunas de sus cepas pueden llegar a
infectar a distintos mamíferos que mantengan contacto con
aves infectadas, entre los que se encuentran los humanos.
En el año 1997 se identificaron por primera vez infecciones
humanas en Hong Kong. De 2004 a 2006 se produjo la propagación
del virus de las aves de corral de Asia a Europa, y la OMS
advirtió de que esta propagación tenía como consecuencia el
aumento de posibilidades de que la gripe aviar se convirtiera
en pandemia. Diez años más tarde, en el año 2013, volvía a
saltar a las noticias el contagio de cientos de personas en
China por la nueva cepa H7N9.
A pesar de que algunos expertos apuntaron a
la posibilidad de que una cepa de la gripe aviar podría convertirse
en la gran pandemia del siglo XXI, esto todavía no ha sucedido
porque de momento no se ha originado ninguna mutación del
virus que facilite la transmisión entre las personas. De producirse
en un futuro un cepa que sí superar esta barrera, se podría
desencadenar esta pandemia.
June Almeida, la científica que descubrió los
coronavirus, recibió un merecido reconocimiento por
los avances en virología que consiguió hace medio siglo.
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