No en mi nombre.
En 1975 Max Schmeling definió bien lo que podría
haber sido de su vida si hubiera ganado a Joe Louis en su
segundo enfrentamiento: "Mirando atrás, estoy feliz de haber
perdido aquella pelea. Sólo hay que imaginar si hubiera regresado
a Alemania con la victoria. No tuve nada que ver con los nazis,
pero ellos me habrían dado una medalla y, tras acabar la II
Guerra Mundial, podría haber sido considerado un criminal
de guerra".
Pero la historia del peso pesado alemán estuvo
marcada durante mucho tiempo por aquella primera contienda
ante el 'Bombardero de Detroit', pues su triunfo frente a
un púgil negro fue considerado por el dominante partido Nazi
como un distintivo claro de superioridad de la raza aria.
El fallo de Schmeling fue llegar a realizar el saludo fascista
en público para contentar a los que se lo pedían. El capricho
de Hitler y el aparato propagandístico de Goebbels terminaron
de convertirlo en imagen del triunfalismo nazi por más que
él no quisiera tener relación con el Nacionalsocialismo.
Schmeling se aficionó al pugilismo con 16 años
cuando vio la película del combate entre Jack Dempesey y Georger
Carpentier, en 1921. El primero se convertiría automáticamente
en su ídolo y sería con 19 años cuando el alemán comenzó a
boxear de forma profesional. Antes de llegar hasta Louis,
Max gobernó en el semipesado en Europa (aunque siempre desde
Alemania) hasta que llegó la hora de poner rumbo a Estados
Unidos, donde acudía a buscar la gloria en la máxima categoría.
Anny Ondra, esposa Schmeling, el púgil y Hitler
en la Cancillería.
Al igual que sucede ahora, hasta allí se desplazaban
los mejores del Viejo Continente. Se midió en Yankee Stadium
a Paulino Uzkudun antes de proclamarse campeón mundial del
peso pesado al vencer a Jack Sharkey en ese mismo escenario.
Dos años después perdió el título en favor de este, pero siguió
en la élite pese a caer también contra Max Baer. Ya entonces
su carrera estaba a caballo entre Alemania y Estados Unidos,
hasta que el 19 de junio de 1936 le cambió la vida. Se enfrentaba
a un prometedor joven de 22 años llamado Joe Louis que pretendía
seguir escalando a costa de otro excamepón, pues venía de
derrotar a Max Baer y Primo Carnera, además de acumular 12
noqueos consecutivos. Parecía imposible que 'The Brown Bomber'
fuera sometido.
Pero sucedió. Schmeling noqueó al sucesor Jack
Johnson en el 12º asalto y silenció el Yankee Stadium. Con
Hitler ya erigido en Führer de Alemania, este acontecimiento
inesperado debía ser explotado. Un blanco había vencido a
un negro y es aquí cuando comienza el calvario de Schemeling,
que lo único que quería era enfrentarse a James Braddock por
el título mundial. Conocía a Hitler desde que este lo convocó
en 1934 antes de que partiera a EEUU para medirse a Baer,
pero ahora esto superaba las expectativas del mandatario germano.
Hitler convocó a Joseph Gobbels y le dijo que
había que recibir a Schmeling como un héroe nacional y usarlo
como ejemplo de la superioridad aria. Era su oportunidad,
pues el Führer había hablado de la importancia del boxeo en
'Mein Kampf', como arma complementaria al intelecto: "El boxeo
lo consideran brutal. ¿Por qué? No hay otro deporte que, como
este, iguale el espíritu militante, ni que demande una potencia
de decisiones rápidas o que le dé al cuerpo la flexibilidad
del buen acero. No es más vulgar que dos jóvenes diriman sus
diferencias con sus puños que con dos afiladas piezas de acero
[esgrima]", expresó en su obra sobre el pugilismo, entre otras
cosas.
Max fue conducido en un coche oficial hasta
Berlín y ciertamente le fue imposible negarse a a hacer el
saludo fascista, así como posar junto al Hitler que le permitía
tener a un mánager judío estadounidense pese a que había promulgado
las Leyes de Nuremberg en 1935. Schemeling se mantenía como
la excepción incluso aunque perdió con Max Baer, que peleó
con una Estrella de David en el pantalón ante el alemán y
lo noqueó.
Todo se puso aún más en contra de Schmeling
fuera de su país cuando la prensa del régimen Nazi utilizó
una declaración del boxeador para darle la vuelta. El púgil
dijo: "En los asaltos finales Louis bajaba demasiado la derecha
y por ahí vi el hueco". Los medios manejados por el Nacionalsocialismo,
titularon: "Schmeling encontró un defecto en la anatomía y
genética del americano y lo empleó para vencerlo".
El siguiente paso de Max era tratar de recuperar
el título mundial que estaba en poder de Braddock, con el
inconveniente de que este también era el propósito de Hitler,
que mandó a Goebbels llevar las negociaciones personalmente
para traer el combate a Alemania. 'Cinderella Man' se negó
a dar gusto al Führer, pero sabía que su destino era medirse
a Louis, con quien hizo un trato. Si este le ganaba tenía
que concederle la revancha a Schmeling y darle a él un porcentaje
de todas sus defensas del título.
Venció el 'Bombardero' y le tocó programar un
combate con el alemán, aunque era de cajón que JL intentaría
vengar su derrota, pues decía que no se sentiría campeón hasta
tumbar a Schmeling. El combate tendría lugar el 22 de junio
de 1938 en el Yankee Stadium, nuevamente. Hitler recibió a
su guerrero antes de partir a EEUU y le ordenó vencer en nombre
de la patria y de la raza aria. El 'Ulano negro del Rin' respondió
al mandatario que él era sólo un boxeador y que no le gustaba
mezclar aquellos asuntos con el deporte, pero la orden ya
estaba dictada y además el Führer se quedó contrariado. Al
llegar a Nueva York, Schmeling, que apareció rodeado de agentes
de las SS, comenzó a sentir la presión de los ciudadanos y
los medios locales, en una ciudad en la que siempre se había
sentido cómodo. La gente por la calle lo increpaba y se quedó
casi todo el tiempo encerrado en el hotel. Se denominó a esta
contienda, 'El combate del siglo', y hasta sirvió para que
el gran público americano conociera la política del régimen
nazi. De repente se había convertido en una pugna ideológica
como años después lo sería el Fischer contra Spassky. Por
su parte Goebbels organizó una fiesta para su amo en la Cancillería,
desde donde seguirían la pelea. ¿Cómo? La embajada alemana
en Washington escuchaba la narración en la radio y transmitía
a la Cancillería la suya.
Joe Louis nació en una parcela algodonera de
Alabama y se crió en un gueto de Detroit. Max Schmeling creció
en la pobreza en Hamburgo, Alemania. Para ambos muchachos,
el boxeo fue un camino de salida y una escalera hacia arriba.
No sabían que algún día se enfrentarían en un par de partidos
que captarían la atención del mundo. Joe se convirtió en un
símbolo de inspiración para una nación de estadounidenses
negros que esperaban lograr una parte del "sueño americano"
en un país racialmente fracturado. Max, por otro lado, se
convirtió en un símbolo nazi de la superioridad de la raza
aria. Los autores han escrito sobre deportes para The New
York Times, The New Yorker, The Atlantic, VICE Sports y Sports
Illustrated . Están casados y viven en Brooklyn. War in the
Ring es su primer libro para lectores jóvenes.
El desenlace fue tremendo porque Louis ganó
por KO en el primer asalto y dio una paliza antológica a su
oponente en el escaso tiempo que duró la pelea. Schmeling
entró derrotado al ring y tras acabar fue llevado al hospital,
donde Louis lo visitó. El germano le dijo que por favor no
creyera nada de lo que decían de él, a lo que el 'Bombardero
de Detroit' contestó: "Ya sé que es mentira". Cuando el 'Ulano
negro' regresó a Alemania sólo lo esperaba en el aeropuerto
una ambulancia y su esposa. Los privilegios se acabaron para
quien fue el espejo de los arios, hasta el punto de que acabó
como paracaidista durante la II Guerra Mundial. Saltando sobre
la isla de Creta sufrió graves lesiones.
Max regresó al boxeo con 43 años y cuando se
retiró se dedicó a la cría de visones hasta que Coca Cola
lo contrató como representante. Este acuerdo mejoró económicamente
su vida notablemente. Louis por su parte tuvo serios problemas
con la hacienda estadounidense, sobre todo por culpa de los
bolos en los que participó durante la II Guerra Mundial. Este
fue el motivo de que regresara también al ring, con el fin
de pagar sus deudas. El 'Bombardero' y Schmeling se convirtieron
en amigos y este último incluso sufragó los gastos médicos
de su antiguo rival cuando tuvo problemas de salud. El alemán
también se hizo cargo de los costes del funeral de Louis cuando
este murió en 1981. De hecho, Schmeling fue una de las cuatro
personas que cargó con el féretro del histórico campeón.
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