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El 5 de enero es una noche en la que los
corazones infantiles palpitan aceleradamente y cuando
cierran los ojos sueñan con ilusión que los Reyes Magos
de Oriente les traigan los regalos ansiados. Esperan
que la carta que enviaron hace tanto tiempo con el encabezamiento
"Queridos Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar" llegue
a su destinatario sin problemas. Es tanta la emoción
y el nerviosismo de los más pequeños que, en el silencio
de la noche, de tanto pensar en ellos, les parece oír
el sonido de sus pasos y el roce de sus túnicas de seda
por los pasillos.
Pero, ¿sabemos cuál es el origen de los
Reyes Magos? La única alusión que tenemos a estos personajes
aparece en el Evangelio de San Mateo, en el que se menciona
a unos "magos", de quienes no da nombres, ni dice que
fueran reyes y ni mucho menos que fueran tres. El Evangelio
cuenta que unos magos llegados de Oriente fueron guiados
por una estrella para que adorasen al rey de los judíos
que acababa de nacer. Al enterarse de esta noticia,
Herodes el Grande, que por esa época era el rey de Judea,
los mandó llamar para interrogarlos, y les hizo prometer
que una vez hallaran al niño se lo comunicarían para
que pudiera adorarlo él también. Tras abandonar el palacio
y ser guiados por la estrella, los magos encontraron
al niño en un establo en Belén, junto a María y José.
Tras postrarse ante él y ofrecerle oro, el metal de
los reyes; incienso, la ofrenda de los dioses; y mirra,
como anuncio de sus futuros padecimientos, fueron advertidos
por un ángel de que no volvieran al palacio de Herodes
ya que este sólo quería acabar con la vida del niño.
Cómo y cuándo decir la verdad a los hijos
sobre Papá Noel y los Reyes Magos ...
Los evangelios ofrecen muy pocos datos
sobre los Reyes Magos; en realidad, la historia sobre
los "Magos de Oriente" aparece bien definida en los
Evangelios Apócrifos, muy ricos en descripciones sobre
estos personajes. En ellos, el término "mago" se ha
de interpretar como un sinónimo de astrólogo,un sabio
que puede, a través de la lectura de las estrellas,
predecir acontecimientos. Quinto Séptimo Tertuliano,
padre de la Iglesia en el siglo III, creyó ver una mención
a los tres Reyes Magos en el Salmo 72 del Antiguo Testamento,
que dice lo siguiente: "Que los reyes de Sabá y Arabia
le traigan presentes, que le rindan homenaje todos los
reyes". El hecho de que fueran tres se vincula tanto
a la Santísima Trinidad como al número de regalos que
estos personajes llevaron al niño Jesús.
A pesar de las respuestas que se puedan
encontrar en la Biblia, el origen de los Reyes Magos
tal como los conocemos en la actualidad tiene su origen
en una larga tradición medieval que los "bautizó" con
los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. En España,
y gracias a los testimonios escritos y artísticos que
se guardan en la Biblioteca Nacional de España, somos
testigos del nacimiento de esta leyenda a lo largo de
los siglos, en concreto en una de las piezas más excepcionales
de la literatura española del sigo XII, el llamado Auto
de los Reyes Magos, una obra fundamental en la historia
de la literatura española por ser el texto teatral más
antiguo que se conserva en lengua castellana. En dicha
obra aparecen Melchor, Gaspar y Baltasar, pero no son
definidos como "reyes", sino como steleros, es decir,
astrólogos.
Los Reyes llegan de variadas formas. En
ciudades portuarias se suele aprovechar el medio acuoso.
Los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar
aparecieron por primera vez en el famoso mosaico del
siglo VI en la basílica de San Apolinar el Nuevo en
la ciudad italiana de Ravena. Según un manuscrito del
siglo XIII, se creía que los Magos podían proteger contra
la epilepsia, y bastaba con rezar una breve oración
al oído de un enfermo pronunciando el nombre de los
tres Reyes para curarlo. En algunos puntos de Europa,
el día 6 de enero se inscribían sus iniciales, GBM,
en todas las puertas de las casas y en los establos
para salvaguardar a las personas y a los animales contra
el ataque de demonios y brujas.
La adoración de los Reyes fue un motivo
pictórico que alcanzó su máximo esplendor durante el
Renacimiento. Grandes maestros como Masaccio, Fra Angelico,
Gozzoli o Botticelli, en Italia; Van der Weyden, Memling,
El Bosco y Rubens, en Flandes, y El Greco, Velázquez
y otros, en España, recrearon la famosa escena. La imagen
era siempre la misma en la tradición cristiana: tres
reyes vestidos con áureos trajes y acompañados de exóticos
séquitos, arrodillados en un humilde establo de Belén.
En la actualidad, la festividad de los
Reyes Magos viene cargada de tradiciones como la de
la Cabalgata del día 5 de enero, en la que, como antesala
de lo que ocurrirá durante la noche, los tres Reyes
Magos desfilan en maravillosas carrozas acompañados
de sus séquitos. Los Magos reparten caramelos y los
pajes de cada rey recogen las cartas de los niños más
rezagados. Otra costumbre de la Noche de Reyes es dejar
los zapatos de cada miembro de la familia en el balcón
para que Sus Majestades depositen dulces en su interior.
Esto tiene su origen en una curiosa leyenda: dos amigos
del niño Jesús, apenados de verle siempre descalzo debido
a la pobreza de su familia, quisieron darle sus propios
zapatos; pero como eran usados, en un intento de que
parecieran nuevos, y para que tuvieran mejor aspecto,
los generosos niños se esforzaron en limpiarlos al máximo,
así que los lavaron y los dejaron por la noche en el
balcón para que se secaran. Al día siguiente, milagrosamente
los zapatos aparecieron llenos de regalos y dulces como
premio a su buen corazón. Los Reyes Magos habían pasado
aquella noche por allí y habían recompensado la bondad
de los dos niños.
En 20202 más de la mitad de las familias
españolas (54%) celebró en mayor medida la llegada
de los Reyes Magos, la noche del 5 de enero, que la
de Papá Noel, en Nochebuena. Así lo reflejó el
'Informe sobre la compra de juguetes en España 2020'
de ALDI, que destacó que celebrar Papa Noel era
la opción preferida solamente para el 15 por ciento
de los españoles y que el 31 por ciento de las familias
reconoce que conmemora ambas por igual. El estudio,
realizado a una muestra de 1.202 consumidores, apuntó
que, por comunidades autónomas, Andalucía es la región
con más fervor hacia los Reyes Magos, (un 65%), frente
a un 9 por ciento que prefiere la llegada de Papá Noel
y un 27 por ciento que disfruta de ambas por igual.
En Madrid, el porcentaje que se inclina por los Reyes
Magos, que se sitúa en un 57 por ciento. Por Papá Noel
se decanta un 12 por ciento, y por ambas por igual,
un 32 por ciento. En Cataluña, pese a existir el Tió,
los Reyes Magos son la celebración más seguida por el
48 por ciento de los catalanes, al igual que en la Comunidad
Valenciana, donde es un 43 por ciento de la población
quien prefiere a los Reyes Magos y un 23 por ciento
a Papá Noel. En el País Vasco, donde se mantiene la
tradición de celebrar el Olentzero, solo un 25 por ciento
de las familias se decanta por los Reyes Magos. La mayoría,
el 40 por ciento, celebra la llegada de Papá Noel, y
el resto conmemora ambas por igual. La misma tendencia
se da en Galicia, con un 35 por ciento de familias que
prefieren a Papá Noel, un 30 por ciento a los Reyes
Magos y otro 35 por ciento, ambos por igual.
Tampoco se debe olvidar dejar agua y pan
para los camellos, y una copita de licor o un vaso de
leche y turrones para que los cansados Reyes recuperen
fuerzas. Pero no todos los niños recibirán un regalo
por su buen comportamiento. Está establecido que los
Reyes dejarán un trozo de carbón a todos los niños que
se hayan portado mal durante el año (en la actualidad
se deja al niño travieso un trozo de azúcar que imita
al carbón).
Para acabar el día más maravilloso del
año no puede faltar el dulce por excelencia: el "Roscón"
o "Tortell" de Reyes. Consiste en un bollo en forma
de rosca adornado con fruta escarchada, y aunque el
original se prepara con mazapán, en la actualidad puede
rellenarse de crema, nata e incluso de chocolate. Sobre
el roscón, se dispone una corona de rey mago que coronará
al afortunado que encuentre la figurita escondida en
su interior. Por contra, a quién descubra el haba no
le quedará más remedio que pagar el precio del dulce.
Con siglos de historia, el Roscón de Reyes
es un dulce que cada año se populariza más en nuestro
país. De origen europeo son varias las historias que
sitúan a esta preparación en el pueblo romano, los cuales
preparaban esta rosca para las fiestas dedicadas al
dios Saturno. Para estas celebraciones preparaban unas
tortas, que se asemejaban a las roscas, rellenas de
higos, dátiles y miel. La práctica se extendió a varios
países europeos, entre ellos España, Francia y Portugal
y su elaboración alcanza el punto máximo con el día
de los Reyes Magos, que se celebra el 6 de enero. El
Roscón de Reyes, o Tortell en Cataluña, es tradicional
de España, la rosca es elaborada con harina todo uso,
leche, mantequilla, huevos, azúcar y fruta confitada,
por dentro lleva una sorpresa (casi siempre un juguete
pequeño) para deleite de los niños. En Francia, se elabora
la galette des rois, también llamada Couronne des Rois,
que es idéntica al roscón, y la Galette des Rois, propia
del norte del país, que se hace con masa de hojaldre
y se puede rellenar con una crema a base de almendras
molidas, azúcar, algo de mantequilla y yema de huevo.
Y en Portugal es el Bolo Rei que a diferencia del español,
lleva vino de oporto, frutos secos, pasas y almendras
laminadas. En Venezuela, en los últimos años, este dulce
se ha hecho famoso. No solo se consigue en diferentes
pastelerías, sino que su elaboración es realizada en
los hogares para esperar la llegada de los Reyes Magos.
En México, el Instituto Europeo del Pan (Iepan),
realiza un Festival de roscas, en el que además de la
tradicional están ofreciendo la rosca de naranja con
corteza de mandarina, la rosca criolla rellena de queso
blanco, tocineta y jojoto, y la rosca de pernil rellena
de esta carne, queso amarillo y un toque de papelón.
Según Internet, la entrañable historia
de los calcetines en la chimena se remonta a la Edad
Media. Cuenta la leyenda que un hombre, tras perder
a su esposa y caer en una profunda tristeza, regaló
y repartió toda su fortuna. Él y sus hijas vivían felizmente
en la pobreza hasta que ellas se enamoraron y llegó
el momento de casarse, pero ninguna de las hijas y sus
tres pretendientes tenían dinero suficiente como para
celebrar dichos compromisos. Esta tierna historia llegó
a oídos de Papá Noel, y la noche de Navidad dejó caer
por la chimenea de la casa de las chicas tres monedas
de oro que fueron rodando hasta entrar en unos calcetines
que se estaban secando frente al fuego. A la mañana
siguiente, cuando las chicas se levantaron, encontraron
esa sorpresa y descubrieron que con esa moneda de oro
podían hacer realidad sus respectivos compromisos. Tal
y como se cuenta en el origen de esta leyenda, los calcetines
navideños se deben colgar en la chimenea, pero ¿por
qué ahí?. Hay dos motivos principales. Las chimeneas
eran el lugar donde antiguamente se colgaban los calcetines
y pequeñas prendas de ropa para secarse frente al fuego.
Papá Noel entraba a las casas por las chimeneas en Navidad,
y por lo tanto, si ponían los calcetines ahí Santa Claus
seguro que los vería más rápidamente.
Hoy en día no solo se colocan calcetines
en la cultura anglosajona, sino que en muchos países
latinos también se lleva a cabo esta tradición. El cine
y la televisión, americana sobretodo, nos han
influido en ese aspecto, con productos navideños
para el consumo estacional. Películas familiares
y capítulos especiales en series o programas.
Además, muchas familias dejan al lado de los calcetines
comida y bebida para Santa Claus. En otros países como
Francia, en lugar de colocar calcetines, es tradición
poner zapatos debajo del árbol, esperando a que Papá
Noel nos visite en Navidad y deje ahí los regalos, dulces
y juguetes.
Un piscolabis para los viajeros.
A pesar de vivir en la era de la tecnología,
hay tradiciones que perduran con el tiempo, de modo
que no queda otro remedio que acostarse pronto, dejar
los zapatos bien limpios, comida para los camellos y
un detalle para Sus Majestades de Oriente.
Poco se puede añadir de los Reyes Magos
que nos visitan cada 5 de enero. En nuestro país, a
partir del siglo XIX se inició la tradición de convertir
la noche anterior a la Epifanía en una fiesta infantil
con regalos, imitando a lo que se hacía en otros países
europeos en homenaje a San Nicolás. En 1886 se celebró
la primera cabalgata en Alcoy (tradición que se extendería
al resto del país posteriormente y también, más tarde,
a otros países de cultura hispana como Cuba, México,
Puerto Rico, Uruguay, Colombia, Venezuela o República
Dominicana). Además de los míticos Reyes, y en algunas
casas Papá Noel, en nuestro país también contamos con:
El Apalpador gallego. La figura mítica
del carbonero. Tradicionalmente, baja las noches del
24 y el 31 de diciembre a tocar el vientre a los niños
para ver si han comido suficiente durante el año, dejando
un montón de castañas y algún regalo y deseándoles que
tengan un año nuevo lleno de felicidad y comida.
El Olentzero en País Vasco y Navarra.
Un hombre grueso, desharrapado, manchado de carbón,
de buen comer y que vive aislado de la sociedad. Un
carbonero mitológico que trae los regalos el día de
Navidad.
El Tío de Nadal en Cataluña y Aragón.
Se puede traducir como 'tronco de Navidad', un elemento
de la mitología catalana: consiste en tomar un tronco
leño, dejarle comida cada noche y taparle con una manta
para que no pase frío. Cuando llega la noche de Navidad,
los niños le golpean con bastones para que cague regalos.
Literalmente.
Olentzero es un carbonero que, junto con
su mujer, Mari Domingi, viven aislados durante el año
en el monte. El día 24 de diciembre por la noche bajan
de la montaña a las ciudades y pueblos para dejar regalos,
pero únicamente a los niños que se han portado bien
todo el año.
El Anguleru en Asturias. Otro personaje
de ficción encargado de llevar los regalos a los niños.
En Rusia, el Abuelo de las Nieves (Abuelo
Frío o 'Dez Moroz') es el que trae los regalos a todos
aquellos niños que vivan no solo en Rusia y Bielorrusia,
sino también en Europa del este (Montenegro, Serbia,
Macedonia, Bosnia y Herzegovina...), y va acompañado
de su sobrina, la doncella de las nieves. Se basa en
una deidad eslava precristiana, el Señor del Invierno,
y es bastante parecido a Papá Noel, la única diferencia
es que viste de azul, un color más invernal, y que reparte
los regalos el 31 de diciembre. Ah, el Abuelo de las
Nieves es un poco más cruel que los Reyes, puesto que
hay que cantarle para que no te congele.
Nuestros vecinos italianos son originales
hasta para tener su propio repartidor de regalos navideños:
la bruja Befana, una figura característica del folclore
italiano que la noche del 5 al 6 de enero visita los
hogares italianos para dejar sus regalos. Está ligada
a las tradiciones paganas y, si los niños se han portado
bien, dejará en sus calcetines caramelos y chocolatinas.
En caso contrario, dejará carbón. La tradición dice
que los niños deben dejar una naranja o mandarina, y
un vaso de vino para que la Befana recupere las fuerzas.
Según la leyenda, deja esos regalos esperando que el
hogar de alguno de los chavales sea el del Niño Jesús.
Los norteños europeos tienen su propia
mitología. En Finlandía cuentan con la Cabra de Navidad
(Joulupukki), aunque en realidad se trata de Papá Noel:
la diferencia es que, en lugar de bajar por la chimenea
y esconderse, le entrega los regalos en mano a los niños
(el padre de la familia se disfraza para la ocasión).
En el Círculo Polar Ártico es donde encontramos los
primeros vestigios de la leyenda de Joulupukki, que
en un principio era un ser mucho más oscuro que asustaba
a la gente. En Suecia, Noruega e Islandia tienen al
Gnomo de la Navidad (o varios gnomos).
En los países asiáticos también tienen
su propia versión de Papá Noel, en China es Dun Che
Lao Ren o 'Viejo de la Navidad', un Papá Noel un poco
más delgado que el que conocemos nosotros. En Japón
es Hoteiosho, un monje que, según cuenta la leyenda,
tiene ojos en la nuca para vigilar el comportamiento
de los niños.
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Las doce uvas de la suerte es una tradición
española que consiste en comerse doce uvas la medianoche
del 31 de diciembre para dar la bienvenida al Año Nuevo.
Las doce uvas datan de al menos 1895 pero se establecieron
en 1909. Según una teoría, en diciembre de dicho año,
algunos viticultores alicantinos popularizaron esta
costumbre para vender mejor la gran cantidad de uvas
de una excelente cosecha. Según la tradición, comer
las doce uvas conduce a un año de buena suerte y prosperidad.
En algunas áreas, se cree que aleja a las brujas y el
mal general, aunque esta "magia" es tratada como un
legado antiguo, y en la actualidad se ve como una tradición
cultural para dar la bienvenida al año nuevo. Hay dos
lugares principales donde la gente se reúne para comer
las uvas: en casa con la familia después de la cena
de Nochevieja o en las principales plazas del país,
siendo la Puerta del Sol de Madrid el lugar más famoso
para hacerlo y donde comenzó esta tradición.
El 2 de enero de 1894, El Siglo Futuro
incluye un artículo del día anterior de El Imparcial
titulado "Las uvas bienhechoras", en el que se habla
de la costumbre "importada de Francia, pero ha adquirido
entre nosotros carta de naturaleza". El mismo día, en
El Correo Militar se podía leer: "La imperecedera costumbre
de comer las uvas al oír sonar la primera campanada
de las doce, tenía reunidas en fraternal coloquio á
infinidad de familias, y todos á coro gritaron: ¡Un
año más!". En la Nochevieja de 1895 aparece una referencia
escrita sobre las doce uvas, que simbolizaban los 12
meses del año, en esta fecha fue el Presidente del Consejo
de Ministros quien despidió el año 1895 con uvas y champán.
La tradición de comer las uvas tiene un precedente:
un bando municipal del alcalde de Madrid, José Abascal
y Carredano, de diciembre de 1882, por el que se imponía
una cuota de 1 duro (cinco pesetas) a todos los que
quisieran salir a recibir a los Reyes Magos. Esta tradición
servía para ridiculizar a algunos forasteros que llegaban
esos días y a quienes se les hacía creer que había que
ir a buscar a los Reyes Magos la madrugada del 5 de
enero; se utilizaba, además, para beber y hacer cuanto
ruido se quisiera. Con este bando José Abascal privó
a los madrileños de la posibilidad de disfrutar de un
día de fiesta en donde se permitiese casi todo. Esto,
junto a la costumbre de las familias acomodadas de tomar
uvas y champán en la cena de Nochevieja, provocó que
un grupo de madrileños decidieran ironizar la costumbre
burguesa, acudiendo a la Puerta del Sol a tomar las
uvas al son de las campanadas. Estos son los antecedentes
que dieron lugar a esta costumbre. La prensa madrileña
ya comentaba en enero de 1897.
Caricatura del 1 de enero de 1911 con
varios políticos comiendo las uvas en la Puerta del
Sol
La tradición marca tomar las doce uvas
a los pies del reloj de la Puerta del Sol, pero esta
tradición provocó tanto interés que ya en 1903 las uvas
también se comían en Tenerife y poco a poco se fue ampliando
al resto de España. La prensa de 1907 se queja de que
esta tradición, supuestamente importada por los aristócratas
de Francia o Alemania, se haya arraigado tanto en la
sociedad y la clase más baja la haya adoptado cuando
en sus primeros años se burlaba de esto. Esta tradición
ya se conoce en toda España en 1903, aunque no será
hasta años después que se extienda a todo el territorio
nacional. La tradición, aunque documentada desde diciembre
de 1897, algunos la retraen a 1880, pero sentando en
diciembre de 1896. Otra teoría, es que en 1909, los
agricultores de Alicante, encontrándose en ese año con
excedente de uva y con objeto de sacar al mercado la
producción, lograron popularizar la costumbre y darle
el impulso definitivo que, desde entonces, acabaría
por convertirla en consolidada tradición.
En España se utilizan uvas frescas. En
otros países, como Portugal o en algunos de Latinoamérica,
se comen doce uvas pasas. Sin embargo, la razón de que
sean doce no está clara. No se sabe si es por los «doce
meses», una uva por cada mes; o si es por las "doce
campanadas", una uva por cada toque de campana. Realmente,
se podrían compaginar las dos motivaciones. Según la
tradición, se cree que el que se coma las doce uvas
al compás de las campanadas tendrá un año próspero.
Ciertas casas comerciales vieron en esta tradición una
buena oportunidad de negocio y, a principios de los
años 2000, comenzaron a comercializar botes individuales
con doce uvas, peladas y sin pepitas.
En el Madrid de 1880 y como una acción
satírica y de protesta porque por aquel entonces la
burguesía española copió la costumbre francesa de hacer
fiestas privadas en Navidades en las que se bebía champán
y se utilizaban uvas como acompañamiento. Al mismo tiempo
que se celebraban estas fiestas, el ayuntamiento de
la ciudad prohibió los festejos callejeros que se celebraban
normalmente en la Noche de Reyes. Por ello, los madrileños.
a los que se les había arrebatado su divertimento de
Navidad, aprovecharon que sí podían reunirse en la Puerta
del Sol en Nochevieja para escuchar las campanadas del
reloj y empezaron a comer uvas como burla a la costumbre
burguesa y como protesta por las restricciones del ayuntamiento.
Esta costumbre de comer uvas frente a la Puerta del
Sol mantuvo su carácter burlesco durante años, pero
acabó por normalizarse y extenderse al resto del país
con el paso del tiempo. La uva es un fruto que se asocia
con símbolos positivos como la hermandad, unión, alegría
o placer y quizá por ello la aristocracia francesa la
comía en sus fiestas.
Un detalle de la fiesta de las uvas en
la Puerta del Sol, durante las doce campanadas del 31
de diciembre de 1912.
La retransmisión de las doce campanadas
comenzó en Televisión Española en el año 1962, anteriormente
se seguía únicamente por radio. Durante muchos años,
sobre todo cuando sólo existían las dos cadenas de televisión
pública, se televisaban desde la Puerta del Sol de Madrid,
salvo las de 1973, retransmitidas desde Barcelona. En
el paso de 1983 a 1984, fue la primera ocasión en que,
una hora después de la emisión desde la Puerta del Sol,
Televisión Española emitió en directo para toda España
el paso al año nuevo en Canarias, que ocurre una hora
más tarde que en la Península y Baleares. En aquella
ocasión se emitió desde Santa Cruz de Tenerife, y desde
entonces se iría rotando cada año entre las diferentes
islas del archipiélago canario.
La tradición se ha expandido a otros países,
como Perú, donde se conjuga con otras cábalas de buena
suerte como el uso de la ropa interior amarilla. En
Grecia se suele cocinar un pastel llamado Vassilopitta,
en cuyo interior se coloca una moneda de oro o de plata
y en Italia es tradición comer un plato de lentejas
estofadas tras las campanadas de media noche para atraer
la prosperidad y la fortuna en el año entrante. Además,
otro clásico es llevar la ropa interior de un determinado
color: tanto en España como en Italia y Chile se lleva
roja para tener un nuevo año lleno de felicidad en el
amor.
El brindis o chinchín es el momento de
una celebración en el que los invitados levantan y entrechocan
las copas para así manifestar buenos deseos. También
se llama brindis a la acción misma de brindar y a las
palabras que se dicen en dicho momento, generalmente
expresión de buenos deseos o felicitaciones. Tras el
acto es costumbre beber la bebida que contiene la copa.
El término procede de la frase alemana bring dir’s,
que significa «te lo ofrezco» y que solía pronunciarse
al brindar.
El Oktoberfest de Múnich.
Se piensa que el acto de brindar se originó
en el siglo IV a. C., pero se realizaba por una razón
bien distinta a la actual. En la antigua Roma para asesinar
a alguien era usual que se envenenaran las copas, por
lo que los anfitriones, como símbolo de confianza, chocaban
fuertemente las copas con sus invitados, lo que producía
que el líquido de una copa pasara a la otra. De este
modo quedaba claro que no había habido ningún tipo de
envenenamiento, pues los dos que hacían el brindis bebían
lo mismo. Otra teoría afirma que en la época vikinga
se decía que del vino disfrutan todos los sentidos menos
el oído. Con el chocar de las copas, este sentido también
participaba del gozo de la bebida. La obra International
Handbook on Alcohol and Culture, editada en 1995, comenta
sobre el brindis:
… es una práctica social que probablemente
se remonta a las antiguas libaciones, sacrificios en
los que se ofrecía un líquido sagrado a los dioses:
sangre o vino, a cambio de un deseo, elevando una súplica
que se resume en las palabras "¡que sea por muchos años!"
o "¡a tu salud!".
La Encyclopædia Britannica, en su edición
de 1910, tomo 13, página 121, dice:
La costumbre de beber "a la salud" de
los vivos muy probablemente se deriva del antiguo rito
religioso de brindar por los dioses y por los muertos.
En las comidas, los griegos y los romanos efectuaban
libaciones [derramaban vino o licores] en honor de sus
dioses, y en banquetes ceremoniales, brindaban por ellos
y por los fallecidos". (...) Íntimamente relacionado
con estas costumbres de beber casi sacrificiales, tiene
que haber estado siempre el acto de brindar por la salud
de hombres vivos.
El significado de brindar es ofrecer una
cosa ya sea un producto o lo que se esté vendiendo a
cambio de un deseo.
Marineros estadounidenses y soviéticos
en Alaska, celebrando la rendición del Imperio del Japón
el 14 de agosto de 1945, lo que puso punto final a la
Segunda Guerra Mundial.
El acto del brindis se divide en tres
partes. El brindis verbal, el acuerdo y el trago simbólico.
En la parte verbal una persona indica una razón para
el brindis. Esta puede ser tan simple como “¡Salud!”
o “¡Por los aquí presentes!” o tan compleja como una
anécdota seguida de una declaración de buena voluntad
(por ejemplo: “deseo que vuestra unión dure para siempre”).
Todos los presentes ratifican lo dicho levantando sus
copas en el aire, lo cual a menudo se acompaña de sonoros
gritos o murmullos de aprobación, ya sea repitiendo
las palabras del brindis (“¡Salud!”) o confirmando el
sentimiento en términos como “¡Por los novios!” o similar,
a lo cual sigue el choque de los vasos o copas con el
del resto de las personas a su alcance. El trago es
una forma de confirmar el deseo y no importa si es un
pequeño sorbo o un gran trago. Un caso de brindis en
el que falta el elemento del acuerdo es el “Memory Inmortal”
que se suele realizar el Trafalgar Day (Día de Trafalgar)
en la cena de la Marina Real Británica a bordo del HMS
Victory en memoria del Almirante Nelson en el que la
bebida se toma en total silencio. El brindis se debe
realizar con algún tipo de bebidas alcohólicas normalmente
champán para ocasiones especiales. A menudo se mezclan
bebidas entre los participantes, por ejemplo cuando
hay gente que bebe sidra en lugar de champán.
El desconocimiento de ciertas tradiciones
o supersticiones locales siempre puede dar lugar a malentendidos.
En este caso, si visitamos Hungría, hay que tener en
cuenta un curioso dato: allí está mal visto brindar
con cerveza. Los magiares tienen un fuerte sentimiento
nacional y aún recuerdan como los austriacos celebraron
la victoria después de aplastar una revuelta húngara
en el s. XIX: precisamente brindando con jarras de cerveza.
Desde entonces se considera irrespetuoso imitar esta
acción. Los turistas se pueden encontrar con miradas
desaprobadoras si lo hacen, y probablemente alguien
les avisará, amablemente, de que eso no está bien visto.
Incluso durante 150 años estuvo prohibido por ley (desde
1848 hasta 1998). Afortunadamente existen alternativas
como brindar con el delicioso vino Tokaji. El zar ruso
Pedro el Grande admiraba tanto este vino blanco dulce
que mandó a un ejército de cosacos para proteger el
corredor entre Hungría y San Petersburgo. También se
puede tomar un chupito del popular licor de hierbas
Unicum.
Festejando el Año Nuevo de 1953 en Alemania.
Entre la gente del Cáucaso, especialmente
los georgianos el brindis es una mezcla de tradiciones
elaboradas y rituales, en el que los discursos del brindis
son una parte importante del folclore. La sucesión de
los brindis es dirigida por el tamadá o maestro de ceremonias
de la mesa. Estos discursos empiezan como especie de
parábola en la que la frase final es una vuelta de tuerca
que constituye el verdadero brindis. El brindis más
celebrado es aquel que empieza con una historia aparentemente
sin relación alguna con la ocasión, pero que termina
con una conclusión que acaba relacionándolas de forma
inesperada. Un ejemplo, corto y simple pero típico sería:
"Un pájaro robó un collar que pertenecía
al tesoro del rey y se lo llevó volando a las montañas
más altas. Una ráfaga de aire arrancó la cuerda del
collar esparciendo sus gemas por todo el mundo… Es una
suerte haber encontrado una de ellas hoy aquí. ¡Un brindis
por María!"
En la poesía popular chilena se conoce
como Brindis a la composición poética, escrita normalmente
en décimas, en que se hace referencia a un oficio, personaje
o situación. Este "brindis" normalmente se recita y
es común encontrarlo al inicio de la cueca.
"Brindo por Super Cifuentes,
un pelao justiciero,
que disfrazado de obrero
"pasa piola" entre las gentes.
Sus poderes son potentes
y yo hago salud por eso,
pero aquí yo les confieso,
y no se los digo en broma,
es un héroe "maoma"
pues siempre termina preso".
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En España, el 24 de diciembre de 1944
apareció en el BOE una Orden Ministerial –que firmó
el ministro de trabajo José Antonio Girón de Velasco–,
en la que se promulgaba que todo el personal de industrias
no reglamentadas recibiría una gratificación equivalente
al sueldo de una semana de cara a "solemnizar" las fiestas
de Navidad. Un año después, el 9 de diciembre de 1945,
esa gratificación se estableció con carácter general
e indefinido. De esta manera se institucionalizó el
"aguinaldo o paga de Navidad".
En una época de pobreza y penurias como
era la que se inició al final de dos grandes contiendas
como la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, la
dictadura de Francisco Franco ideó esta gratificación
para compensar el alza de los precios y el encarecimiento
generalizado del nivel de vida de los españoles. En
la actualidad, esta paga está incorporada en el artículo
31 del Estatuto de los Trabajadores desde el año 1980,
y en él se establece que se trata de una parte del salario
igual a una paga mensual y no una dádiva por parte del
empleador (aunque muchas empresas prorratean esta paga
entre las 12 mensualidades del año).
Aparte de la paga oficial que recibían
los trabajadores en sus empresas existía otra práctica
que venía llevándose a cabo en España desde hacía mucho
tiempo y a la que se puso fin a principios de la década
de 1980: todos los profesionales que durante el año
habían ofrecido sus servicios a los hogares españoles
entregaban una tarjeta en la que felicitaban las Pascuas
y las Fiestas de Navidad esperando una propina a cambio.
Ataviados con sus mejores galas, lecheros, barrenderos,
modistas, serenos... se presentaban en los domicilios
particulares y los vecinos les entregaban gustosos la
voluntad, el popular "aguinaldo".
La primera constancia que se tiene de
esta práctica data del año 1831, aunque algunas fuentes
apuntan a 1832, cuando los trabajadores del Diario de
Barcelona decidieron que sus repartidores entregaran
en mano a todos sus suscriptores una felicitación impresa
por Navidad. La idea fue tan bien acogida por los suscriptores
que, agradecidos, entregaron a estos repartidores una
gratificación en forma de "aguinaldo". Esta práctica
animó a otros a copiar la original idea, de modo que,
en estas fechas, muchos profesionales se presentaban
en los hogares de sus clientes a la espera de su ansiada
propina navideña.
Postal ilustrada de una modista con una
cesta de ropa lista para entregar.
Estas tarjetas se caracterizaban por llevar
impresa una ilustración, que en la década de 1890 empezó
a ser en color, donde se mostraba al trabajador de un
gremio en concreto con una leyenda del tipo: "El ebanista
les desea Felices Pascuas", "El cartero les desea Feliz
Navidad y Año Nuevo" o "El sereno le felicita a usted
las Pascuas de Navidad", por poner sólo algunos ejemplos.
Era habitual que en el reverso de la felicitación se
incluyera una poesía sobre los servicios que había prestado
el gremio que entregaba la felicitación, como esta del
gremio de los carreteros:
"Por fin llegó la Navidad / que es la
fiesta señalada / primera en ser celebrada / con pompa
y felicidad. / Hoy es del Señor el día / en que con
gozo debemos / disfrutar cuanto podemos / con gran placer
y alegría. / Que gocen, pues, con placer / comiendo
pavo y turrón / deseamos de corazón, / cumpliendo así
nuestro deber".
Del carro al camión de la basura, pasando
por quienes encendían las primeras farolas eléctricas
hasta los últimos carreteros, estas postales documentan
la evolución de los propios oficios que reproducen las
postales.En esas estampas de la Navidad, además de la
simbología religiosa, pueden verse escenas en las que
aparecen copiosas cenas en las que se tenía por costumbre
servir pollo, champán, marisco, frutas y licores. Con
las mejoras salariales y de las condiciones laborales,
a finales de la década de 1970 esta práctica fue desapareciendo,
quedando en el recuerdo de las Navidades pasadas.
La Biblioteca Nacional de España ha digitalizado
muchas de estas tarjetas en su página web, lo cual representa
una buena oportunidad, no sólo para admirar el diseño
de estas tradicionales postales, sino también para conocer
algunos oficios que ya no existen y unas costumbres
navideñas que hoy en día ya no son exactamente las mismas.
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En la actualidad, muchos trabajadores
esperan con ilusión pocos días antes de la Navidad recibir
el famoso "lote" o "cesta", una selección de productos
que las empresas regalan a sus empleados en estas fechas.
Pero la cesta de Navidad no es un invento moderno. Las
primeras referencias históricas sobre algo parecido
las encontramos en el Imperio Romano. En esa época,
los más pobres y desprotegidos se ponían a las órdenes
de un patrón a cambio de protección y sustento para
él y su familia. Estas personas, llamadas "clientes",
prestaban todo tipo de servicios a sus patronos, desde
hacer recados a acompañarlos a determinados actos sociales.
No todos estos "clientes" tenían la misma consideración
ni tenían permitido acompañar al patrón o acceder a
las estancias más privadas de su casa, pero para quien
patrocinaba era un símbolo de prestigio tener muchos
clientes a su disposición.
Durante el mes de diciembre, durante la
fiesta pagana de las Saturnales, tenía lugar en Roma
una tradición conocida como sportula. Consistía en que
el patrón regalaba a sus "clientes" una cesta con comida
durante la ceremonia conocida como salutatio matutina,
es decir, cuando éstos acudían por la mañana a casa
del patrón para saludarlo. Entonces se entregaban estas
cestas que normalmente eran de mimbre y estaban repletas
de higos, laurel y diversos alimentos de calidad.
La tradición anglosajona, que se remonta
a la época de las antiguas colonias del Imperio británico,
cuenta con su propia versión de las cestas de Navidad,
que tienen como fecha cumbre el 26 de diciembre. Ese
día es conocido como Boxing Day. Según cuenta la tradición,
el día de San Esteban era el día elegido por las clases
nobles para ofrecer todo tipo de regalos a sus empleados
del servicio doméstico. También existe una costumbre
muy similar por parte de la iglesia, que ofrecía donativos
a las clases más desfavorecidas. Asimismo existía la
tradición de que los trabajadores acudiesen a su puesto
de trabajo con una caja con la que invitaban a sus jefes
a realizar una donación. Las cajas de Navidad o Christmas
Boxes tienen su origen en la Edad Media y son una tradición
popular en todos los países de influencia británica,
que han adoptado diferentes formas.
La hostelería mediante la venta
de números o boletos se suma a la tradición.
Aunque algunos establecimientos se hayan ido de madre
con cestas estratosféricas que superan los miles
de euros.
En España, la tradición de la cesta de
Navidad tomó forma a finales del siglo XIX en organismos
estatales y administraciones públicas, posiblemente
influenciada por ese origen romano y por la costumbre
anglosajona de dar regalos a los trabajadores y a sus
familias en unas fechas tan señaladas. Pero no fue hasta
los años cincuenta del siglo XX cuando en España se
consolidó como una tradición que las empresas ofrecieran,
primero a los empleados públicos y después a los de
las empresas privadas, y con un formato como el que
conocemos ahora, cestas de mimbre al estilo de las sportulae
romanas. Algunas empresas españolas comenzaron a obsequiar
a sus empleados con cestas llenas de productos navideños
junto con la paga extra de Navidad. Estas cestas complementaban
las pagas y en ellas se podían encontrar dulces navideños
(turrón, mazapán o polvorones), embutidos variados,
quesos, bombones, patés o incluso marisco. También traían
bebidas alcohólicas, principalmente botellas de vino
y de cava.
Prácticos de manejar y surtidos,
los regalos de empresa en Navidad.
En la actualidad, muchas empresas, en
lugar de entregar la clásica cesta de mimbre con multitud
de productos han optado por regalar, por ejemplo, una
pieza de jamón junto con otros embutidos, todo ello
acompañado de unas botellas de licor en un baúl o en
cualquier otro tipo de caja. También se ha puesto de
moda que grandes establecimientos sorteen cestas que
prácticamente pueden solucionar las comidas navideñas,
e incluso la vida, al afortunado ganador –por ejemplo,
una empresa sevillana renueva cada año la forma de sus
cestas de Navidad sorteando el 5 de enero casi 500.000
euros en premios que pueden incluir una autocaravana,
lingotes de oro o el pago de una hipoteca, entre otras
cosas–.
Pero no es una costumbre generalizada
en todo el mundo regalar comida y cestas por Navidad,
aunque sí es una tradición muy arraigada en España,
y actualmente muchas empresas regalan los actuales "lotes"
navideños para felicitar estas fiestas a sus empleados
y demostrarles su agradecimiento por el trabajo realizado
durante todo el año.
Feliz 2022. Solo os pedimos que no regaléis
un ser vivo si no vais a cuidarlo.
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