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19 - Noviembre - 2023
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Mi hijo me protege y otras historias de espionaje.

Si hacemos un viaje en el tiempo y obviamos por un momento la figura de Vladimir Putin, Ramzán Kadýrov sería seguramente el político más conocido de toda Rusia. Lejos de ser un importante ministro o una figura emergente de la oposición, era el presidente de la República de Chechenia, una remota región del tamaño de la provincia de Cuenca poblada por apenas un millón y medio de personas en el país más grande de la Tierra. Un terruño y un lider tremendamente especiales. Tras el colapso soviético, y aprovechando el caos reinante en la nueva federación, los chechenos proclamaron de manera unilateral la independencia. El entonces presidente ruso Boris Yeltsin, incapaz de coordinar una intervención desde Moscú, tuvo que ver cómo los nacionalistas de Dzhojar Dudáyev creaban un Estado independiente de facto dentro la Federación Rusa. No sería hasta 1994 cuando el Kremlin, ya con menos problemas, lanzara una intervención militar sobre la pequeña república.

El conflicto se prolongó durante dos años, dejando como balance más de 80.000 muertos y ningún claro ganador. Incluso algo tan celebrado en Moscú como la muerte de Dudáyed acabaría teniendo consecuencias negativas para el Kremlin: desprovistos de un liderazgo claro, muchos chechenos terminaron sirviendo en grupos más cercanos a la ideología salafista que al anterior nacionalismo secular. Combatientes procedentes de Afganistán y muy bien apoyados económicamente por distintas monarquías del golfo serían en la práctica los líderes de la nueva guerra.

Ramzán Kadýrov es un político ruso de origen checheno. Desde el 15 de febrero de 2007 ejerce como jefe de la República de Chechenia; anteriormente ejerció el cargo de primer ministro de esa república rusa desde el 4 de marzo de 2006 hasta el 15 de febrero de 2007. Kadírov es hijo del expresidente checheno Ajmat Kadírov, quien cambió de bando en la Segunda Guerra chechena al ofrecer su servicio a la administración de Vladímir Putin en Rusia y se convirtió en presidente checheno en 2003. Murió en un atentado. Dzhojar Musáyevich Dudáyev fue un general de la Fuerza Aérea Soviética y el primer presidente de la República Chechena de Ichkeria, entre 1991 y 1996. Adquirió su máxima fama por convertirse en el más importante caudillo de la independencia de facto de Chechenia en la práctica totalidad de la década de 1990.

Cuando en agosto de 1999 los tanques rusos volvían a Chechenia, ya eran muchos los que hablaban de la guerra santa que se libraba en la pequeña república. No obstante, no solo los chechenos habían cambiado; también en Moscú se habían extraído un par de lecciones del anterior conflicto. Para empezar, Putin y los suyos ya no buscaban ejercer un control directo sobre Chechenia; habían entendido que esto era sencillamente imposible. La nueva estrategia consistía en encontrar líderes locales que hicieran cumplir la voluntad de Moscú. Como si de un macabro casting se tratara, distintos jefes guerrilleros fueron sondeados y finalmente salió elegido Ajmat Kadýrov, en aquel momento muftí de la República de Chechenia. Así, de ahora en adelante, desde el Gobierno federal ruso se ofrecería total apoyo político y militar a la recién nombrada nueva Administración de Kadýrov, que, a cambio, solo tendría que asegurar la estabilidad en la región, sin importar el método empleado. El pacto, de un pragmatismo aplastante, pronto empezó a dar sus frutos, y probablemente se hubiera mantenido hasta la actualidad de no haber sido asesinado Kadýrov en el año 2004.

El Kremlin perdía a su hombre en Chechenia, pero Ramzán Kadýrov estaba listo para continuar con el legado de su fallecido padre. En chándal y con apenas 28 años, el joven líder checheno se presentaba en Moscú con el único objetivo de ganarse la confianza de Vladimir Putin. El trato volvería a ser apoyo político y económico a cambio de estabilidad en Chechenia. Pero no debemos dejarnos engañar con eufemismos: 15 años de gobierno de Kadýrov dejaron claro cuál es el tipo de estabilidad que eligió el Kremlin. El número de atentados y guerrillas activas en la región se redujo considerablemente. ¿Fruto de una cuidada y estructurada política social? Sencillamente, Kadýrov hijo demostró ser el mejor matarife entre los matarifes al llevar a cabo una represión tremendamente violenta, pero selectiva. El presidente de la República de Chechenia era, ante todo, temido.

Adam Kadyrov ha sido asignado a un "puesto destacado" en el servicio de seguridad de su padre, el líder de la república rusa de Chechenia, Ramzan Kadyrov.

Solo a partir de este punto podríamos valorar la constante presencia de Kadýrov en los medios de comunicación y redes sociales. El checheno es toda una estrella de Instagram, donde, más allá de contarnos su a día a día, promueve su peculiar manera de pensar. Puede que Moscú haya dejado claro que no va a tolerar el salafismo o un nacionalismo abiertamente independentista en Chechenia. No obstante, sí parece dispuesto a convivir con el kadyrovismo, siempre mirando de reojo. A grandes rasgos desde la administración de la pequeña república se ha apostado por una fuerte personalización de la política: Kadýrov sirve para representar el papel de Chechenia dentro de Rusia; siempre independiente, con sus costumbres y tradiciones, pero leal a Vladimir Putin. Un encaje, una formula que en Ucrania saltó por los aires.

¿Hasta cuándo durará este matrimonio de conveniencia? Es difícil de decir. Si bien es cierto que a día de hoy ambos presidentes están perfectamente asentados en el poder, esto no garantiza una paz a largo plazo. Kadýrov, por muchos seguidores que logre acumular en Instagram, sigue siendo tremendamente dependiente de las ayudas económicas rusas. Conviene recordar que estas, a diferencia del terror y la violencia, sí tienen un límite claro. Cada vez que oímos noticias sobre una recesión en Rusia, debemos pensar inmediatamente en Chechenia. Además, Kadýrov, pese a lo que en un primer momento pueda parecer, no es demasiado popular entre los chechenos. El líder no ha logrado deshacerse del estigma de ser un colaborador del enemigo. No es difícil imaginar que con una Rusia en retirada los chechenos acabaran dando la espalda a sus actuales dirigentes. Un final que, sin dejarnos engañar de nuevo por los eufemismos, tiene pocas posibilidades de ser pacífico.

La tarjeta de identidad del espía Vladimir Putin en la Alemania Oriental de la Guerra Fría.

Mientras en Occidente los espectadores crecían con las películas de James Bond, durante la Guerra Fría el bando soviético tenía también su espía favorito que operaba bajo el nombre de Max Otto von Stierlitz. Y de acuerdo a la escritora Dina Newman, ese fue le personaje que inspiró al actual presidente ruso, Vladimir Putin, a sumarse a las filas de la extinta agencia de inteligencia rusa KGB. Eso sí, la respuesta del lado ruso a James Bond fue bastante austera: Stierlitz no tenía tiempo ni dinero ni aparatos sofisticados. Su vida estaba entregada a su trabajo en Berlín durante la II Guerra Mundial, donde se infiltró sin ser descubierto en el alto comando de la Alemania Nazi. Stierlitz fue el héroe de una serie de 12 entregas (James Bond va por la secuela 26) que se llamó "17 instantes de la primavera" y era retransmitida cada año alrededor del 9 de mayo, fecha que para los soviéticos marca el final de la II Guerra Mundial. El estreno de la serie tuvo lugar en 1973 y fue vista por entre 50 y 80 millones de personas. "Las calles estaban desiertas porque la gente corría de la casa al trabajo para no perderse el nuevo episodio y preguntarse qué pasaría después", explicó Eleonora Shashkova, una de las estrellas de la serie.

Más allá de ser un drama atrapante, tenía la trama perfecta de la llamada Guerra Fría, con Stierlitz interrumpiendo de manera secreta las negociaciones de paz entre los nazis y los estadounidenses en 1945. Pero la trama también tenía un propósito oculto. "La película mostraba la importancia de los agentes secretos, quienes eran altamente respetados en su propio país. E instaló el patriotismo en la generación de posguerra", dijo Shashkova. De hecho, la serie fue comisionada por Yuri Andropov, el director de la KGB -y posteriormente líder del país-, como parte de una campaña de relaciones públicas diseñada para atraer reclutas jóvenes y educados. Andropov aprobó personalmente el material antes de que fuera emitido, la filmación fue supervisada por su segundo al mando y dos empleados de la KGB aparecieron en los créditos como asesores. Eso sí, con sus alias. Putin nunca ha dicho -ni ha negado- quién lo inspiró a convertirse en espía. Pero tenía 21 años cuando la película fue estrenada y él se unió a la KGB dos años después.

Poco después, como Stierlitz, Putin fue enviado a Alemania. Y si Bond fue un bebedor patológico, Stierlitz, como Putin, era todo lo contrario. En la película, el espía soviético se pasaba la mayor parte del tiempo en soledad, fumando, tomando café y mirando pensativo por la ventana. Aunque, para hacer honor a la verdad, Kim Philby, el espía británico que desertó de la Unión Soviética, comentó que un agente secreto que se quedara mirando así por la ventana no duraría mucho en su trabajo. En 1991, cuando Putin dejó la KGB y empezó en un trabajó para el alcalde de San Petersburgo, el actual mandatario admitió por primera vez que había sido espía. Fue en un documental de TV que incluyó escenas reeditadas de "17 instantes de la primavera". Pero en vez de Stierlitz al mando de su vehículo de regreso a Berlín, se ve a Putin en un vehículo ruso, mientras se escucha la música de la serie en el fondo.

El actor Vyacheslav Tikhonov como Stierlitz, en "17 instantes de la primavera".

En el documental, el futuro presidente de Rusia advirtió que había un riesgo de que "por un periodo de tiempo, el país se volcara al totalitarismo". "Pero el peligro no radica en los organismo del Estado, ni en los servicios de seguridad o la policía. Ni siquiera el ejército. El peligro radica en nuestra propia mentalidad", expresó. "Todos pensamos -yo lo hago algunas veces- que si traemos el orden con un puño de acero, la vida será más fácil, más confortable y segura. Pero realmente no estaremos cómodos por mucho rato. El puño de acero no demorará en estrangularnos a todos", agregó. Algunos años después, durante el caos que fue Rusia a finales de los 90, muchos rusos pidieron más orden y justicia. Y algunos, el puño de acero. Y las encuestas de opinión indicaron que los votantes estaban buscando que el nuevo líder fuera joven, étnicamente ruso, exmiembro de las fuerzas de seguridad y que no bebiera.

"Perdiendo la fe en los liberales, el país estaba buscando a su Stierlitz", escribió Arkady Ostrovsky, el editor de la revista The Economist para Rusia y Europa del Este. En 1999, el diario The Kommersant comisionó una encuesta sobre cuál personaje de ficción o no ficción del cine o la TV debería ser el próximo presidente de Rusia. Stierlitz quedó en segundo lugar, después del comandante del ejército Marshal Zhukov. El suplemento semanal del diario puso en su portada la foto de Stierlitz con el siguiente mensaje: "Presidente-2000". En marzo de 2000, después de ejercer como presidente encargado, Putin fue elegido para el puesto.

Vladimir Putin condecora a Vyacheslav Tikhonov, quien interpretó a Stierlitz.

Eleonora Shashkova interpretó a la mujer de Stierlitz en la serie, pero, extrañamente, ambos personajes nunca se reunieron en pantalla excepto en una famosa escena, cuando ella es llevada desde Rusia hasta Berlín y visita un café con otro hombre. Stierlitz está sentado en otra mesa del café y, cada tanto, él y su esposa logran intercambiar furtivas pero intensas miradas. El público ve sus ojos, los de ella y los de él otra vez. Después de un par de minutos, ella se levanta y lentamente se va del salón. En su cumpleaños 70, en diciembre de 2007 -siete años después de que Putin llegara al poder-, Shashkova recibió un regalo especial, sin precedentes en la historia del cine soviético: fue un agradecimiento del servicio secreto ruso por la interpretación de la esposa de un agente extranjero.

Cuando el joven Vladímir Putin se dirigió a una oficina de recepción pública del KGB para informarse sobre cómo convertirse en oficial de inteligencia, le dijeron que sería necesario un título universitario o el servicio en el ejército. Así lo cuenta al menos su biografía oficial.

En vísperas del Año Nuevo de 1981, varios policías soviéticos en las afueras de Moscú se enfrentaron a un mayor del KGB. No podían ni imaginar las nefastas consecuencias que suponía este enfrentamiento para ellos y para toda la policía soviética.

En la mañana del 27 de diciembre de 1980, un hombre de unos cuarenta años gravemente golpeado fue encontrado inconsciente cerca de la carretera del aeropuerto de Bíkovo, en la región de Moscú. Lo único que se encontró con él fue una nota de enfermedad con la indicación: “Entregado a oficiales del KGB con rango militar”. Así comenzó una historia que sacudiría a los dirigentes soviéticos, llevaría a los servicios de seguridad y a los órganos de interior del país al borde de la guerra y llevaría al colapso a una de las figuras más influyentes del Estado.

El jefe adjunto de la secretaría del KGB, el comandante Viacheslav Afanásyev (que resultó ser la víctima), murió en el hospital el 1 de enero de 1981 sin recuperar la conciencia. Dado que el oficial era responsable de un trabajo extremadamente importante con los sistemas de protección de datos, la investigación del ataque contra él fue tomada bajo el control personal de Yuri Andrópov, jefe del servicio especial. El Departamento de Investigación del KGB y los agentes de la Segunda Dirección Principal del KGB (Contrainteligencia) consideraron varias versiones de lo ocurrido: desde un robo ordinario hasta un sabotaje de los servicios secretos occidentales. Pronto llegaron a una conclusión increíble: los empleados del 5º Departamento de Milicia Lineal que trabajaban en la estación de metro Zhdánovskaya (hoy Víjino) podrían estar directamente relacionados con la muerte del mayor. Allí se perdió el rastro de Afánasyev.

Aunque el KGB tenía una enorme influencia en la URSS, no podía simplemente “sacudir” a todo un departamento de policía organizando interrogatorios y registros a docenas de sus oficiales. El obstáculo era el ministro del Interior del país, Nikolái Shchelokov. Durante los 15 años que estuvo al mando, Shchelokov consiguió elevar la autoridad de la policía a cotas sin precedentes. Inició la creación masiva de libros y películas sobre los agentes de la ley y celebró espectaculares conciertos anuales con motivo de su fiesta profesional el 10 de noviembre. Los sueldos de los funcionarios aumentaron considerablemente y se les proporcionó activamente una vivienda. Se abrieron escuelas de policía por todo el país y los jóvenes se matricularon en ellas masivamente.

Nikolái Shchelokov, amigo íntimo del presidente Leonid Brézhnev, era uno de los principales aspirantes al poder tras la esperada muerte del Secretario General. Se enfrentaba al poderoso Yuri Andrópov. “Estamos hablando de una confrontación política, ideológica. Eran personas completamente diferentes con puntos de vista diametralmente opuestos”, afirmó la hija del ministro, Irina Shchelokova. Andrópov decidió actuar con cautela pero también con decisión. A petición suya, la Fiscalía General “neutral” de la URSS se hizo cargo del caso Afanásyev. El Comité le proporcionó toda la ayuda necesaria.

Nikolái Shchelokov, miembro del Comité Central del PCUS, Ministro del Interior de la URSS.

El 14 de enero de 1981, cuando Shchelokov no estaba en Moscú, se puso en marcha una operación especial que sorprendió por completo a la policía moscovita. Decenas de coches con agentes del KGB e investigadores de la Fiscalía General se dirigieron a los lugares de trabajo y residencia de los sospechosos, donde comenzaron inmediatamente las detenciones y los registros. Uno de los policías encontró un cuaderno con los números de teléfono de los compañeros de Viacheslav Afanásyev, y los expertos hallaron rastros de su sangre lavada en las paredes de la comisaría de Zhdánovskaya. Los investigadores no tardaron en hacerse una idea completa de lo que ocurrió el 26 de diciembre.

Yuri Andrópov, Secretario General del Comité Central del PCUS.

Aquel nefasto día, Afanásyev regresaba a su casa tras una fiesta con sus colegas, con los que celebraba su cuadragésimo cumpleaños. El agente, en estado de embriaguez, se saltó su parada y, a altas horas de la noche, se encontró en la estación terminal de Zhdanovskaya. El mayor fue sacado del vagón por los trabajadores del metro, que fueron inmediatamente abordados por los policías que estaban de servicio en el lugar. Sin embargo, no entregaron al pasajero al personal de la clínica de desintoxicación. “La tarjeta de identificación (del KGB) no impresionó a los guardias”, escribió el investigador Vladímir Kalinichenko en sus memorias: “A Afanásyev le ataron las manos a la espalda y le arrastraron escaleras abajo. Aquí, bajo el andén, estaba la sala de policía, una habitación lúgubre con escasa iluminación. Viacheslav intentó resistirse débilmente. Por desgracia, no tenía ni idea de que los dos jóvenes de uniforme gris le consideraban una “carpa”. (“Carpa” en su argot significa una persona de aspecto inteligente que, sin duda, tiene dinero y objetos de valor, y así pueden aprovecharse de sus bienes acusando al propio detenido de todos los pecados mortales). Tal y como estableció la investigación, estas “ganancias” eran habituales para los policías. Al principio, tomaban solo una parte del dinero de los borrachos. Después, empezaron a llevarse todo el dinero, a golpear e incluso a matar a los pasajeros nocturnos. Una vez, un joven que volvía de una boda fue asesinado por una botella de champán.

Esta práctica, según se supo, no era exclusiva de la 5ª sucursal, sino que estaba muy extendida en otros distritos de la capital. A menudo los tribunales y los fiscales ayudaban a encubrir los delitos para no empañar la imagen ideal de la policía soviética. La mayoría de los agentes de la ley que estaban de servicio en Zhdánovskaya ese día estaban borrachos también. El más sobrio de ellos, Selivánov, le dijo al oficial de guardia que un oficial del KGB había sido detenido en la estación y golpeado fuertemente. Gritando que todos se habían vuelto locos, el oficial de guardia exigió que el mayor fuera liberado inmediatamente (la policía no tenía derecho a detener a los oficiales de la KGB, aunque estuvieran borrachos; la propia KGB se encargaba de ellos). Tras entrar en razón, los policías liberaron a Afanásyev. Sin embargo, antes de marcharse, el mayor enfadado pronunció la frase que finalmente le costó la vida: “Nunca os perdonaré, cabrones”. Al darse cuenta del problema que les esperaba si las cosas salían a la luz, los agentes de la ley alcanzaron al agente que ya había subido al andén y lo arrastraron de nuevo. Se decidió matar al comisionado y borrar todas las huellas. El propio Borís Baríshev, jefe del 5º escuadrón, llegó a la estación de Zhdánovskaya para hacerlo. En su Volga donde Afanásyev fue llevado a las afueras de la ciudad y asesinado (según pensaron) con una palanca y los pies, se llevaron todos los objetos de valor para simular un robo. Por el camino, les persiguió (pero sin éxito) un coche de la policía de tráfico que intentó detenerlos por una infracción de tráfico. Y aunque no les pillaron, lograron obtener la matrícula del Volga.

El caso de Afanásyev fue el hilo que empezó a desenredar la maraña de crímenes y encubrimientos en el sistema del Ministerio del Interior. Durante la investigación, los investigadores de la Fiscalía General se quejaron de la vigilancia de los organismos de asuntos internos, y se asignaron combatientes de la unidad especial Alfa del KGB para protegerlos. También actuaron como convoy de los acusados para descartar la posibilidad de fuga.

Arriba: A. Télyshev, B. Baríshev, N. Lóbanov, V. Piksáiev, abajo: N. Vozulia, A. Popov, N. Rassojin, A. Salátov.

El 21 de julio de 1982, Borís Baríshev, el inspector jefe Nikolái Rassojin, los policías Nikolái Lóbanov y Alexánder Popov fueron condenados a muerte por fusilamiento. Otros agentes fueron condenados a diferentes penas de prisión. Las purgas y despidos masivos no sólo afectaron al 5º, sino también a otros departamentos de Moscú. Esto no fue el final del asunto. Se inició una inspección exhaustiva de la labor del Ministerio del Interior, que reveló un gran número de abusos por parte de los funcionarios policiales en todo el país. La credibilidad de la policía recibió un duro golpe. Durante mucho tiempo, la gente seguía teniendo asco y miedo de los agentes de la ley que estaban de guardia en las estaciones de metro. El 17 de diciembre de 1982, un mes después de la muerte de su padrino Leonid Brézhnev, Nikolái Shchelokov, que había sido acusado de corrupción, fue destituido como ministro del Interior. Fue expulsado del Partido Comunista de la Unión Soviética, despojado de su rango de general del ejército, de Héroe del Trabajo Socialista y de todos los honores excepto los que había obtenido en la Segunda Guerra Mundial. El 10 de diciembre de 1984, el exministro, desesperado, envió una carta al líder de la Unión Soviética, Konstantín Chernenko, en la que afirmaba que “nunca había infringido la ley, nunca había traicionado la línea del Partido ni había tomado nada del Estado”. Tres días después se suicidó con un disparo.

Aunque trabajar en el KGB prometía ciertos beneficios, estaba lleno de personas de diversos orígenes. Dado que el KGB era una institución compleja que incorporaba múltiples direcciones -cada una con sus propias responsabilidades profesionales-, era necesario cubrir las vacantes con personas de diversos talentos y especializaciones. “El KGB de la URSS era una organización grande y de estructura compleja. Por ejemplo, el trabajo de la Primera Dirección General (inteligencia) era fundamentalmente diferente al de las direcciones territoriales (que se dedicaban a contrainteligencia). Había muchas unidades especializadas, de combate y técnicas, contrainteligencia militar o tropas fronterizas (con su propia inteligencia), las divisiones 7ª y 9ª eran responsables de la seguridad de los funcionarios del Partido”, explicó Andréi Milejin, antiguo oficial del KGB.

Milejin dijo que cuando se preguntaba quién podía conseguir un trabajo en el KGB se pasaba por alto este punto importante: el KGB era una organización grande y necesitaba todo tipo de personas. Al mismo tiempo, la poderosa y altamente secreta institución veía con recelo a los extraños y a los candidatos no solicitados. En cambio, los reclutadores del KGB se esforzaban por cribar a los posibles candidatos en muchos otros lugares, no relacionados con la policía secreta: universidades, ejército, fábricas, etc.

Los oficiales de reclutamiento observaban y evaluaban a los posibles candidatos en sus lugares de trabajo. La mayoría de las veces, los futuros oficiales del KGB ni siquiera sospechaban que estaban siendo evaluados para trabajar en el KGB. El exoficial del KGB Milejin dijo que los novatos eran educados y entrenados de manera muy efectiva. “Nunca he visto una formación y organización del servicio más motivada y eficaz en ningún otro lugar. Creo que era la cima del trabajo ideológico y la gestión de la Unión Soviética, la verdadera élite del país”, dijo. El reclutamiento del KGB era muy selectivo, aunque hubo casos en los que el KGB alistó a personas contra su voluntad.

Materiales del KGB. Materiales del archivo sobre el alemán A.A. Gette.

Para cumplir sus funciones, el personal del KGB se apoyaba en una amplia red de informantes. A menudo, tanto los ciudadanos soviéticos como los extranjeros eran persuadidos -o incluso estafados- para trabajar. Los principales objetivos de reclutamiento para los oficiales del KGB destinados en el extranjero, especialmente en los países del bloque occidental, eran personas que ya habían alcanzado una determinada posición -o cargo- de reputación en su país o aquellas que podrían llegar a ella en el futuro. Un antiguo manual secreto del KGB, publicado ahora en Internet, afirma que los agentes del KGB debían concentrar sus esfuerzos de reclutamiento, en primer lugar, en las instituciones responsables de controlar la política exterior del país en cuestión: "El gabinete de ministros, el ministerio de asuntos exteriores, los centros de dirección de los partidos políticos, los grandes monopolios, etc.".

Los agentes del KGB buscaban a personas desencantadas en sus puestos de trabajo y a quienes simpatizaran con los objetivos y los principios ideológicos de la Unión Soviética. Las universidades de todo el mundo fueron también un gran caldo de cultivo de agentes clandestinos del KGB, que eran reclutados y utilizados más tarde, después de haber ascendido en su carrera. Los ciudadanos soviéticos también se convertían a menudo en agentes e informantes involuntarios del KGB.

“Cuando una persona ha sido reclutada, adopta un alias, a menudo firma un documento [diciendo que acepta trabajar para el KGB]. Se le enseñan técnicas de conspiración elementales [o] avanzadas: conexiones, contraseñas, claves, etc. Si tomamos, por ejemplo, a los agentes que se infiltran en las bandas, los cárteles de la droga, la clandestinidad terrorista, etc., entonces necesitamos una formación muy seria de los agentes”, declaró Guennadi Gudkov, un antiguo oficial del KGB y del FSB. También se conocen casos de miembros de la intelectualidad -escritores, artistas y deportistas- que fueron reclutados por el KGB para informar sobre miembros disidentes de su comunidad.

El Servicio Federal de Seguridad de la Federación de Rusia o FSB es el principal servicio de seguridad nacional de Rusia, uno de los órganos federales que se encuentra bajo la inmediata autoridad del Presidente de Rusia, la organización sucesora del Comité para la Seguridad del Estado (KGB) de época soviética.

Aunque el KGB reclutaba informantes y agentes de forma casi indiscriminada, el Comité de Seguridad del Estado filtraba minuciosamente a los que deseaban ser empleados oficialmente. Una reputación manchada y/o algunos rasgos físicos podían prohibir para siempre a un candidato trabajar en el KGB. Se prefería a los candidatos de aspecto poco llamativo, frente a los que tenían ciertos rasgos físicos inusuales como tics nerviosos, defectos oculares y estrabismo, trastornos del habla, dientes salientes o grandes marcas de nacimiento, por no hablar de las discapacidades físicas visibles. Se consideraba que estos rasgos podían perjudicar la capacidad de un candidato para cumplir sus funciones, que a menudo requerían llevarse a cabo de manera discreta.

Según un antiguo oficial del KGB reconvertido en escritor, los representantes de ciertas etnias también tenían prohibido de forma no oficial trabajar en el KGB. Por ejemplo, los judíos, los tártaros de Crimea, los karachais, los calmucos, los chechenos, los ingusetios, los griegos, los alemanes, los coreanos y los finlandeses eran evitados en gran medida por los reclutadores del KGB, ya que consideraban que las personas de estas etnias eran “poco fiables”, un hecho que atestigua la discriminación étnica en el país.

El brutal perfil sobre Vladimir Putin que hizo un ex agente de la CIA destinado en Moscú durante la Guerra Fría.

Sobre el tiempo que el presidente ruso, Vladímir Putin , trabajó como agente del KGB han corrido ríos y ríos de tinta. Sin embargo, todavía hay muchos detalles sobre sus más de 15 años dentro del servicio secreto soviético que se desconocen. Ya saben, es lo que tienen los espías, y más los rusos, que no les gusta airear los trapos ni a caballo pasado. Aunque eso no implica que no sepamos nada.

Dentro de los detalles mejor conocidos sobre la actuación de Putin en la Guerra Fría, destaca su tiempo sirviendo en la ciudad de Dresde durante los últimos estertores de la URSS . Algo que volvió a ser noticia gracias al hallazgo en el antiguo edificio de la Stasi (antigua policía secreta), del carné que empleaba este durante su tiempo destinado en Alemania Oriental. Precisamente, un suceso ocurrido al final de si estancia en el país germano, así como su complicada infancia en el Leningrado de la posguerra, acabaron siendo determinantes en la vida, y la evolución, del actual presidente ruso.

Vladímir Putin nació en 1952 en Leningrado (San Petersburgo). Por entonces, el recuerdo del cerco alemán durante la Segunda Guerra Mundial todavía seguía vivo en la mente de los habitantes de la antigua ciudad de los Zares. Especialmente para su padre, Vladímir Spiridinovich Putin, que, como miembro del Ejército Rojo, había defendido la urbe durante el sitio. Su esposa, María Ivanovna también había sufrido los estragos de la guerra. Cuando Vladimir fue hospitalizado a causa de unas heridas por metralla en la pierna, esta aprovechaba las visitas al centro para echarse a la boca algo de la comida que le daban a su esposo.

Putin fue un joven conflictivo y abusón en el colegio, un matón lleno de rabia y sin respeto por nada ni nadie. Era delgado y bajo de estatura, frío en sus actos y, por supuesto, no tenía muchos amigos. El joven Vladimir no acabó en la cárcel de San Petersburgo (su ciudad natal) como un criminal del bajo mundo porque lo salvó el judo, deporte en el que llegó a ser bastante bueno y le permitió entrar como espía en el servicio secreto soviético, el tristemente célebre KGB. El pasado año la Federación Internacional de Judo suspendió a Putin como presidente de honor.

«Mi padre tenía seis hermanos y cinco murieron en la Guerra. Los parientes próximos de mi madre también murieron. Y yo fui un niño tardío: me dio a luz cuando tenía 41 años. No había ni una sola familia en la que nadie murió. Y, desde luego, sin duelo, desgracia, tragedia… Pero no tenían odio al enemigo. Hasta ahora no lo puedo entender bien. Mi madre decía: "Pero, ¿qué odio? Son gente simple y también murieron en la guerra. Son gente trabajadora, igual que nosotros, pero les obligaban a ir al frente". Estas palabras las recuerdo desde mi niñez», dijo Putin en una ocasión sobre la experiencia de su familia en la Segunda Guerra Mundial.

Después de la guerra, el padre del presidente continuó sirviendo en el ejército, mientras que María Ivanovna se ganaba la vida trabajando en una fábrica. El joven Vladímir comenzó a asistir a la Escuela Nº 134, ubicada muy cercana de su domicilio. Desde muy joven comienza a mostrar interés por las artes marciales , tanto que comienza a practicar judo y defensa personal. Su infancia resultó bastante complicada, ya que su familia nunca se encontró en una buena situación económica. Esto, aunado con las dificultades propias de cualquier familia humilde en la URSS de mediados del siglo XX, fue definiendo su carácter. «Entendí que, si se quiere ganar, en cada pelea hay que luchar hasta el final, como si fuese la batalla última y decisiva; es necesario aceptar que no hay retirada y que hay que luchar hasta el final. Es una regla conocida que más tarde me enseñaron en el KGB, pero yo la aprendí mucho antes, en las peleas de mi infancia», afirma el presidente en su autobiografía «En primera persona» sobre su infancia. Cuando le llega la hora de ir a la universidad, se decidió por estudiar derecho en la Estatal de Leningrado. Finalizó su carrera en 1975, y lo hizo, además, con un expediente realmente envidiable. Ya con el diploma debajo del brazo es reclutado por el KGB. Tras pasar con éxito el periodo de formación comienza a trabajar activamente para el servicio secreto ruso.

El pasado Verano, la primera sonda rusa en 50 años se estrelló contra la luna.

RIP.

Cuando Putin fue enviado a Dresde, en 1985, acababa de entrar en la treintena. Por entonces ya estaba casado con Liudmila , de la que se divorció en el año 2014, y con la que ya había tenido a su primera hija, María, mientras que la segunda nació un año después de la llegada del espía a Alemania Oriental. Al igual que en Leningrado, los habitantes de Dresde conocían de primera mano los horrores de la guerra. El 13 de febrero de 1945 la, por entonces, conocida como « Florencia del Elba » había sido arrasada durante un bombardeo de la aviación aliada. 40 años después de este ataque, la urbe se encontraba plagada de militares. La URSS estaba cerca de desaparecer y su caída, presumiblemente, arrastraría consigo a todos los regímenes prosoviéticos que la rodeaban como si de una muralla se tratase.

Según pasaban los años, este desenlace se antojaba cada vez más inexorable. Así llegó el 1989, el del final de la división entre las dos Alemanias. El 5 de diciembre, con el Muro de Berlín ya prácticamente reducido a un montón de piedras, una muchedumbre encolerizada trató de tomar por la fuerza el cuartel de la Stasi ubicado en Dresde. Una vez irrumpieron en el edificio, los asaltantes dirigieron sus pasos hacia los despachos del KGB, donde se encontraba Vladimir Putin acompañado por otros espías rusos. El futuro presidente tuvo que amenazar con usar las armas en caso de que alguno intentase penetrar en el lugar de trabajo de los agentes. Sus palabras surtieron efecto y los atacantes abandonaron la Stasi. Sin embargo, la calma no iba a durar, y Putin lo sabía.

El agente telefoneó rápidamente al cuartel general de una unidad de tanques soviéticos que se encontraba destinada en Dresde. Quería que unos cuantos carros se dirigiesen a la sede de la policía secreta para evitar que se repitiese la situación. La respuesta que recibió, según afirma 29 años después el mandatario, le dejó helado: «No podemos hacer nada sin órdenes de Moscú». Tras esta respuesta, tanto Putin como sus compañeros de agencia se dedicaron por completo a prender fuego a todos los documentos que pudieron . «Quemamos tanto papel que hasta el horno se rompió», afirmó Putin en su autobiografía. Pocos días después, el espía estaba en la Unión Soviética junto a su familia. «Teníamos la horrible sensación de que el país que casi se había vuelto nuestra casa estaba dejando de existir», comentó Liudmila en el año 2000 durante una entrevista.

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