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22 - Noviembre - 2023
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Sainete ruso en dos partes.

Parte I.

El pasado 30 de agosto de 2022 falleció Mijaíl Gorbachov a la edad de 91 años. Su pensamiento y su acción política se vinculan con un proceso de cambio social que mandó al carajo a la Unión Soviética, regaló una crisis y dejó en la UVI al Movimiento Comunista Internacional, la derrota estratégica del denominado «socialismo real», del Pacto de Varsovia y del Consejo Mutuo de Ayuda Económica (CAME). Unas minucias que cuajaron en una pelota universal con nombre propio. El relanzamiento de las economías de mercado gritaban por su protagonismo, el liberalismo, que nos parece algo nuevo, se quitaba el polvo. Llegaba el final de los regímenes de seguridad nacional que asolaban las sociedades de varias regiones del planeta, especialmente en América Latina. Se cerraba una época, eran los tiempos de Gorbachov, Ronald Reagan, Margaret Thatcher, Helmut Kohl, Giulio Andreotti, Juan Pablo II y Lech Walesa, entre otros dirigentes políticos y sociales de esos años. Aquel cierre abrió paso para una nueva geopolítica hasta la actual invasión rusa a Ucrania.

La Doctrina de la seguridad nacional es un concepto utilizado para definir ciertas acciones de política exterior de los Estados Unidos, tendentes a que las fuerzas armadas de los países latinoamericanos modificaran su misión para dedicarse con exclusividad a garantizar el orden interno, bajo el pretexto de cambiar pensamientos en el contexto de la Guerra Fría, así como fomentar la cooperación entre estas dictaduras militares. En 2023, la coalición política La Libertad Avanza, cuyo líder y presidente electo para el período 2023-2027 en Argentina es Javier Milei, propuso la aplicación de "una doctrina de Seguridad Nacional y sus estrategias" como uno de los puntos de su campaña.

Gorbi, con mayor o menor intención quiso reformar, anticipándose a la actual lucha de de las corrientes autoritarias y liberales por captar la atención del ciudadano. Nuestra vida sería otra de haber conseguido llegar a la meta.

Entre las décadas de 1970 y 1990 el llamado socialismo real dentro de los capitalismos de ala dura tuvo tres amagos de infarto, tres movimientos sociales y políticos cuyas consecuencias resultaron incontrolables. Las corrientes reformistas del neomarxismo, el eurocomunismo y las políticas de reestructuración en la Unión Soviética conocidas como perestroika y glasnost llegaron sin explicación previa. El primer amago representaba un esfuerzo teórico para unir el principio liberal de la libertad con el historicismo determinista del marxismo, el segundo amago se perfiló como el intento de algunos partidos comunistas europeos, sobre todo en Italia, Francia y España, para incorporar en sus idearios programáticos los valores, principios y propuestas de origen liberal, como forma de adaptarse a los tiempos. El tercer amago supuso con la perestroika, la reestructuración económica y social y la glasnost, transparencia informativa, en la misma dirección del neomarxismo y del eurocomunismo, pretendieron flexibilizar y modernizar el capitalismo dictatorial del imperio soviético. Aflojar cuerda y mirar arriba.

La Guerra Fría protagonizó la segunda mitad del siglo XX al enfrentarse los bloques capitalista y comunista en guerras, política y economía.

Pero estas ocurrencias fracasaron. Conjugar dictadura política y un régimen de libertades civiles llevaron a estos movimientos en su conjunto a una situación donde los partidos comunistas europeos, los teóricos marxistas y las elites gobernantes en la URSS y en Europa del Este no lograron controlar la miel en los labios del cambio que sus esfuerzos reformistas provocaron, situación que Estados Unidos y la Europa Occidental aprovecharon para apuntillar al bloque soviético y terminara siendo derrotado en la Guerra Fría. Dar libertad y darte cuenta de las consecuencias. Y los yanquis dando por saco.

Gorbi y sus amigos se propusieron flexibilizar un régimen rígido, burocrático y conservador a fin de que pudiese modernizarse sin perder el formato de partido político único ni el ideario imperial, pero resultó que al intentarlo desataron fuerzas sociales que no lograron controlar, y en esa especie de liberación del individuo reside el fracaso de la práctica política reformista de Mijaíl Gorbachov. Para la vieja guardia la acción política y las ideas de Gorbachov y sus ocurrencias suponían graves riesgos para la estabilidad del país y su influencia en el mundo. Convencidos como estaban de que la hoja de ruta de la perestroika y la transparencia informativa debilitaban el régimen de partido único y la unidad indisoluble del Estado, el gobierno, el partido comunista y el ejército, en que se basaba el régimen centralista, burocrático y dictatorial, motivo por el cual se resistían a los cambios y calificaban a Gorbachov como un reformista y revisionista al servicio de Occidente. Para el ala más conservadora del partido comunista, las políticas de reforma debían contener, como principio fundamental, un alto grado de represión que aumentaba cuando las contradicciones de la sociedad soviética no podían canalizarse mediante el consenso y la manipulación ideológica. La represión del Estado en varias revueltas nacionalistas, la prohibición de crear publicaciones independientes, el encarcelamiento de varios manifestantes pertenecientes al grupo «Perestroika 88», el ataque del órgano oficial del PCUS a los grupos independientes y muchos otros hechos reseñados en los medios de comunicación de la época.

El año 1988 marcará el comienzo de una nueva y crucial etapa de la perestroika. Gorbachov se dirigió por televisión a la audiencia norteamericana en fin de año, mientras el presidente de EE UU lanzaba un mensaje similar a través de la pequeña pantalla soviética. En su mensaje a los suyos, Gorbachov destacó que 1987 fue un año de "profundos cambios y decisiones a gran escala" en la URSS, que significó el cumplimiento de la primera etapa de la perestoika y el establecimiento de una nueva atmósfera política y moral en la URSS. El número uno soviético reconoció que las reformas emprendidas en la URSS no se llevan a cabo sin dificultades. "Lo viejo está empezando a ceder a lo nuevo, pero con lucha". Gorbachov y Reagan afirmaron su determinación de obrar en 1988 a favor de la paz en el mundo, especialmente esforzándose por reducir los arsenales nucleares de sus países. Reagan, en su mensaje a los soviéticos, reiteró, sin embargo, que no abandonaría su programa de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI o guerra de las galaxias), pero subrayó que la URSS podría a su vez poner a punto un sistema similar de defensa.

La cronología de la Guerra Fría es compleja y prolija en hitos a lo largo de sus varias décadas de extensión. Más allá del reparto territorial de la Alemania nazi derrotada tras la Segunda Guerra Mundial, el primer episodio bélico abierto del enfrentamiento entre el mundo capitalista liderado por Estados Unidos y el comunista, en la órbita de la Unión Soviética, tuvo lugar lejos del Viejo Continente, en la península de Corea. Más de dos millones de fallecidos entre militares y civiles, así como una cifra superior al medio millón de desaparecidos y unas implicaciones territoriales y geopolíticas que tienen su reflejo todavía en nuestros días dan fe de la importancia de un episodio histórico que comenzó hace 70 años.

"Hoy día, Estados Unidos y la URSS tienen ambos la posibilidad de poner a punto un escudo defensivo contra los misiles balísticos, que no amenazará a nadie. En nombre de una paz más segura, estoy decidido a perseguir esta posibilidad que ofrece la tecnología", dijo Reagan. Por su parte, Gorbachov se declaró listo, al hablar en la televisión norteamericana, no sólo a proseguir las negociaciones para una reducción de los armamentos estratégicos de ambos países, sino también a "atacar sin demora el problema de la reducción de las fuerzas convencionales en Europa". "No escatimemos ningún esfuerzo para promocionar la paz sobre la Tierra", afirmó. Reagan expresó su esperanza de que en 1988 se progrese hacia la solución de "conflictos insensatos" en varias regiones del globo. "Demasiadas madres, incluidas madres soviéticas, han llorado sobre las tumbas de sus hijos muertos", afirmó, aludiendo, sin nombrarlo, a Afganistán.

Y con ese percal tres grupos "informales" soviéticos constituyeron un partido político de oposición por cuenta propia, pese al hostigamiento policial mantenido durante tres días contra los fundadores. El partido, denominado Unión Democrática, fue fundado en la Casa de Cultura de la localidad de Kratovo, en las afueras de Moscú, después de un intento fallido de reunión en la dacha (casa de campo) que usaban como redacción a la revista Glasnost, editada por el disidente Serguei Grigoriants. Yuri Mitiunov, portavoz de Unión Democrática, manifestó que policías de paisano habían impedido la entrada de unas 70 personas en las dependencias de Glasnost y habían detenido a Grigoriants y a cinco de sus colaboradores. Por 15 votos a favor de la constitución de un partido y 12 votos a favor de una organización, 27 personas fundaron la Unión Democrática y aprobaron una declaración y los estatutos de esta nueva entidad por el momento ilegal.

Pásate por Intro >> Resumen temático.

Cuatro tendencias confluyeron en Unión Democrática, una liberal, que aspiraba a un sistema capitalista burgués; otra socialdemócrata, que puso especial interés en cuestiones sindicales, una tercera tendencia, eurocomunista, y una cuarta, cristiana. En circunstancias normales las tres tendencias estarían separadas, pero aquellas condiciones aconsejaban una unión de todas ellas. El Partido Comunista de la URSS (PCUS) era el único partido autorizado en la Unión Soviética. En los últimos tiempos, sin embargo, comentarios realizados públicamente por historiadores y propagandistas insistieron en que el socialismo no estaba necesariamente ligado al partido único. El dirigente Mijail Gorbachov se refirió al "pluralismo socialista", pero no clarificó cuál era el sistema de reparto de poder que tal expresión podía acoger en el futuro. En una declaración del Comité Estatal de Seguridad (KGB) en la revista Argumenti i Fakti se denunciaban "planes" de los centros de información occidentales, incluida la CIA, para "desestabilizar la situación política interna en la URSS". Según el comunicado, estos centros habían recomendado "realizar esfuerzos para fundar sistemas multipartidistas de tipo burgués, los denominados sindicatos libres, e inspirar actividades ilegales entre los miembros de los grupos sociales independientes". Los grupos Confianza entre la Unión Soviética y Estados Unidos, Perestroika 88 y Democracia y Humanismo, entidades que se desarrollaron al calor de la perestroika, son las tres entidades que respaldaron a Unión Democrática. Su proceso fundacional se inició en un piso de Moscú, donde se concentraron unas 140 personas. A los actos asistíeron directores de revistas ilegales soviéticas procedentes de diferentes ciudades.

En el libro de Gorbachov, Perestroika, se encuentra el siguiente texto:

Una demora en comenzar la perestroika podría haber llevado, en un futuro cercano, a una situación interna exasperante, la cual, para decirlo sin vueltas, se habría recargado con una muy seria crisis social, económica y política […] El país estaba al borde de la crisis.

No hay duda, a la luz de ese diagnóstico, acerca del objetivo estratégico de la política de reestructuración y glasnost: anticiparse y evitar la crisis económica, social y política de la sociedad soviética.

Alcanzar ese objetivo requería cumplir algunas metas. Dinamizar la economía, para lo cual las empresas debían ser colocadas en condiciones que facilitaran y estimularan la competencia económica, la satisfacción de las demandas de los consumidores y el establecimiento de los salarios conforme a la producción y las utilidades de las unidades económicas. Satisfacer las crecientes necesidades de vivienda. Mejorar la cantidad y la calidad de los alimentos. Elevar la cantidad y la organización de los transportes públicos, de la educación y los servicios de salud. Flexibilizar el control sociopolítico sobre la población, permitiendo a los medios de comunicación expresar diversos puntos de vista y tolerar una mayor movilidad de las instituciones sociales y culturales, sin perder el dominio ideológico. Renunciar a los métodos administrativos de gestión económica y sustituirlos por métodos puramente económicos. Eliminar el excesivo control financiero y burocrático sobre las unidades de producción. Eliminar la corrupción administrativa y política.

Y flores de mil colores.

Nuestra bibliotecaria habla de distopias donde el Estado controla al ciudadano.

¿Cómo establecer salarios conforme a las utilidades de las empresas si al mismo tiempo se mantenía el sistema de privilegios de los funcionarios del partido, del aparato burocrático del Estado y los beneficios de la nueva clase dueña de los medios de producción, todo lo cual determinaba la existencia de una escala salarial «subterránea», establecida en función de las cuotas de poder? ¿Cómo flexibilizar el control sociopolítico sobre la población sin debilitar al mismo tiempo la dictadura del partido? ¿Cómo descentralizar la dirección de la economía nacional sin introducir simultáneamente criterios económicos propios de la dinámica empresarial privada, que en la mitología marxista del imperio soviético se fundamentaba en la explotación social de los trabajadores?

La realidad marcaba limites muy estrictos. La unidad partido-ejército-Estado, en virtud de la cual, los comunistas ejercían el control sobre el conjunto de la sociedad. El unipartidismo. El marxismo-leninismo como doctrina oficial del Estado. El centralismo democrático como principio organizativo de la sociedad y el Estado. Esto implicaba reforzar el control social y político del partido sobre la población.

El propio Partido Comunista era un escollo a salvar. La reforma social, política y económica en curso no debía debilitar la posición del Partido Comunista, al contrario, uno de sus objetivos estratégicos era fortalecerla. Los comunistas soviéticos no estaban en condiciones de renunciar a la unidad partido-ejército-Estado, ni al control partidario sobre la población, porque todo su sistema estaba montado sobre esos pilares. Como tratando de atenuar las dudas de sus camaradas, Gorbachov se refiere a la relación ente el partido y la perestroika, en los siguientes términos:

El impulso de la perestroika no ha servido más que para consolidar la posición del partido, y agregar una nueva dimensión a su papel moral y político dentro de la sociedad y el Estado.

Forges, genial y certero.

Probablemente no todos los comunistas soviéticos creían en esas palabras de Mijaíl Gorbachov. Algunos tenían temor de que la política de reestructuración terminaría por debilitar la posición del PCUS, como en efecto ocurrió. No hay duda, y los hechos lo demuestran, que la perestroika y la glasnost implicaban un riesgo en cuanto a la posición dictatorial del Partido Comunista. El chollo se iba al traste y eso determinaba la utilización de la represión como medio para evitar la movilización de fuerzas que la sociedad soviética esperaba, una oportunidad de expresarse. Entre los años 1990 y 1992 se sucedieron los hechos que llevaron a la desintegración de la Unión Soviética y a la desaparición del Partido Comunista de la Unión Soviética, iniciándose lo que se conoce como la transición rusa cuyo objetivo era crear una sociedad liberal en lo político; es decir, regida por el pluralismo ideológico y multipartidario, y establecer en toda regla una poderosa economía de mercado vinculada a la economía internacional. Se trataba de objetivos que ya se habían perfilado, con mucha ambigüedad, en los tiempos de la reforma. Esa transición no alcanzó los objetivos indicados. La nomenclatura soviética se las ingenió para sobrevivir e incorporarse al proceso de transición; se consolidó un régimen político autoritario, y un sistema económico controlado por políticos, ideólogos, militares y empresarios aliados al poder político. Nada muy distinto a lo que existía en la extinta Unión Soviética.

La transición rusa fracasó en relación con sus objetivos primigenios. Las élites dominantes, que lo eran también en el período soviético, se aliaron con los organismos financieros internacionales, Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial, entre otros y el conjunto de estos actores político-institucionales (rusos, europeos y estadounidenses) diseñaron y ejecutaron una estrategia de choque de carácter economicista realizada con precipitada rapidez, centrada en variables económicas y financieras como la liberación de precios y las privatizaciones, descuidándose el tema de la desburocratización, y la cohesión social y política del sistema. Al poco tiempo de iniciado el proceso de transición se desató una alta inflación, se debilitaron los ahorros, aumentó la pobreza, se aceleró la concentración de la riqueza y se debilitó la cohesión social. La ausencia de un marco institucional adecuado al proceso de transición y de un esquema regulatorio de las principales decisiones catapultó la corrupción endémica que padecía Rusia desde los tiempos soviéticos. Al mezclarse esa corrupción sistémica, con la precipitación economicista, el nacionalismo y la inclinación política centralista, se originó un régimen autoritario concentrado en el desarrollo militar y en el control policial e ideológico de la población. Vuelta a la casilla de salida.

En el 75 aniversario del Día de la Victoria, Putin ignoró la pandemia en un desfile con miles de soldados sin mascarilla.

La sociedad rusa ha seguido una trayectoria que en su corriente principal conducía directamente al intento de responder, por distintas vías, al resultado adverso de la Guerra Fría y al fracaso de la transición rusa. La guerra en curso, que es global, se encuentra sin rumbo, se alarga a golpe de soldados muertos en combate, y no se vislumbra el final. Ayer Putin comentó con desden la posibilidad de poner fin. ¿Acaso ya se aburrió? El presidente ruso, Vladímir Putin, admitió que "hay que pensar cómo detener esta tragedia", en alusión a la guerra en Ucrania durante su intervención en la cumbre virtual de líderes del G20. "Las acciones militares son siempre una tragedia. Sin lugar a dudas, hay que pensar en cómo detener esta tragedia", dijo el mandatario ruso durante una intervención transmitida por la televisión pública, al tiempo que añadió que Rusia "nunca" se ha negado a entablar negociaciones de paz con Kiev.

Cuando acabe se hará el recuento macabro de las víctimas inocentes, las torturas, los genocidios, la destrucción de la naturaleza y los traumas personales, se inventará una narrativa para hablar de paz, aun cuando en el fondo estarán preparándose excusas para nuevas guerras.

Rusia y Ucrania: las fotos del regreso de la guerra a Europa. La operación militar rusa en Ucrania se está llevando a cabo por tierra, mar y aire, en la que para algunos, podría convertirse en la mayor guerra terrestre en Europa desde 1945. Así es como se ve desde el terreno.

Mijaíl Gorbachov no dudó en acercarse a saludar a quienes lo recibían entre vítores y aplausos en una calle de Washington en 1990, un espectáculo político poco habitual en él pero digno de su amigo Ronald Reagan. Salió de su limusina y comenzó a estrechar manos. Era como una persona común. Ese toque personal caracterizaba a Reagan, el actor de Hollywood devenido presidente e ícono de la derecha estadounidense. Reagan y Gorbachov rompieron con décadas de tensiones entre sus países y terminaron forjando una de las relaciones más improbables del siglo XX, uniéndose en su deseo de reducir la carrera nuclear y, en última instancia, logrando un cambio trascendental en la política mundial. Al comienzo, el veterano burócrata soviético no tenía casi nada en común con su homólogo estadounidense. Los dos venían de países donde la desconfianza en el otro era la regla de oro. Pero cuando Reagan llegó a la Casa Blanca en 1981, mitigar las tensiones de la Guerra Fría con Moscú era una de sus prioridades. Hizo propuestas a tres líderes soviéticos, Leonid Brézhnev, Yuri Andropov y Konstantin Chernenko, pero todos se resistieron al cambio y ninguno sobrevivió lo suficiente como para establecer una relación. Cuando Gorbachov asumió como secretario general del Partido Comunista, en marzo de 1985 tras la muerte de Chernenko, la Casa Blanca presintió una posible apertura, señaló Jack Matlock, el principal negociador de Reagan con Moscú y luego embajador en Rusia.

El líder soviético Mijaíl Gorbachov y el presidente estadounidense Ronald Reagan durante una cena en la embajada soviética americana el 9 de diciembre de 1987.

"Al principio de su mandato, Reagan se refirió a la Unión Soviética como un imperio del mal", dijo a la AFP. "Pero desde el comienzo habló de negociar y de la posibilidad de establecer una relación pacífica". "Hubo muy poca respuesta hasta Gorbachov. Con Gorbachov, finalmente comenzaron a comunicarse, y en dos o tres años, se podría decir que estaban en la misma sintonía", agregó Matlock. Gorbachov no era un idealista ciego, subrayó John Lenczowski, asesor de Reagan en asuntos soviéticos. La Casa Blanca entendió que él heredaba una economía debilitada, un ejército que veía al Pentágono cada vez más superior y amenazante y un Partido Comunista en implosión. Gorbachov necesitaba primero atenuar la competencia militar con Estados Unidos si quería ocuparse de los otros dos desafíos y preservar la Unión Soviética. Reagan, por su parte, vio la paranoia del Kremlin con respecto a Estados Unidos como peligrosa para ambos. "Reagan sintió que necesitábamos bajar el tono y tratar de manejar la relación con un poco más de cuidado", recordó Lenczowski. - "Hombres de paz" - Durante el funeral de Chernenko en 1985, Reagan hizo llegar a Gorbachov una invitación para visitar Washington, pero no pasó mucho durante meses.

Tear down this wall (Derribe este muro en español) fue una famosa cita y desafío del expresidente de los Estados Unidos Ronald Reagan al exsecretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética Mijaíl Gorbachov para que derribase el muro de Berlín. El discurso fue realizado frente a la Puerta de Brandeburgo por la conmemoración del 750º aniversario de Berlín, el 12 de junio de 1987, y el deseo de Reagan para que se derribase el muro fue un símbolo de libertad en el este.

Aún así, la Casa Blanca percibió un cambio de tono cuando las dos partes discutieron el avance de las negociaciones de control de armas nucleares. "Básicamente, ambos eran hombres de paz", dijo Matlock. "Gorbachov se dio cuenta, cada vez más, de que tenía un sistema que necesitaba cambiar. Pero no podía cambiarlo mientras hubiera una Guerra Fría y hubiera una carrera armamentista". "Y creo que Reagan lo entendió. Y Reagan no pretendía tumbar a la Unión Soviética", apuntó Matlock. El hielo finalmente se rompió en una cumbre en Ginebra en noviembre de 1985. El diálogo fue tenso y se acordó poco. Pero los dos líderes tuvieron varias conversaciones mano a mano, sembrando las semillas de la confianza. Una año después, los dos se encontraron en Reikiavik para seguir hablando, nuevamente con pocos avances. Los medios calificaron la cumbre como un fracaso, pero de hecho, según Matlock, ambas partes encontraron más puntos en común. La distensión estaba echando raíces. Cuando Gorbachov llegó a Washington en diciembre de 1987, él y Reagan pudieron firmar el histórico tratado que limitaba el rango intermedio de las fuerzas nucleares. "Al comienzo (Gorbachov) pensó que Reagan era muy conservador", dijo Matlock. "Pero a medida que pasó el tiempo y comenzaron a coincidir más, se hicieron cada vez más amigos".

Mucho después de haber sido apartado de la política rusa, Gorbachov regresó a Estados Unidos en 2004 para asistir al funeral de Reagan. "Creo que ambos tenían ideales similares. Ambos odiaban las armas nucleares y esperaban poder abolirlas, esa es la verdad", señaló Matlock. "Muy pocos en sus equipos pensaron que eso sería posible, pero lo hicieron".

Parte II.

El presidente de Rusia Vladimir Putin tiene algunas frases célebres. Una de ellas es aquella en la que expresó su disgusto por la desaparición de la Unión Soviética, cuando dijo que el derrumbe de la URSS fue la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX. Putin creía que Mijail Gorbachov fue uno de los responsables del fin del imperio soviético, pero no el único. Su relación estuvo colmada de altibajos. Hubo un tiempo en el queMijail Gorbachovno podía caminar tranquilamente por las calles de su país y tuvo que vivir exiliado fuera de Rusia. Muchos rusos veían en él a una figura poco popular, la persona que deshizo el sistema y dio pie a la llegada de una serie de años tremendamente duros para los rusos, la época de las privatizaciones de empresas públicas, un momento durante el cual millones de rusos se empobrecieron aún más. El propio Putin lo expresó de esta manera: la situación en la Rusia de finales de los años 90 del siglo pasado “era mucho más dramática que en los últimos años de la URSS”.

Para los nostálgicos del imperio, incluido Putin, la gestión de Gorbachov acabó de un plumazo con el sentimiento imperial del pueblo ruso. No importó que las decisiones del fallecido mandatario supusieran el final de la confrontación nuclear con Occidente y acabara influyendo en la reunificación de Alemania y la liberación de otros pueblos que nunca quisieron vivir bajo el sistema comunista. Putin creía que cambiar con éxito un sistema tan averiado como el soviético era muy difícil y que no solo fue responsabilidad de Gorbachov. El actual inquilino del Kremlin consideraba que “había que haber lanzado a tiempo la reforma económica de la Unión Soviética y fortalecer la reestructuración democrática en el país”. “Había que luchar por la integridad territorial de nuestro Estado de manera más insistente, consecuente y osada, y no esconder la cabeza bajo la arena, dejando el culo al aire”, comentó Putin en el pasado.

«Ich bin ein Berliner» —en español, «Soy un berlinés»— es una famosa frase en alemán pronunciada por el presidente de Estados Unidos John F. Kennedy durante su discurso el 26 de junio de 1963 en Berlín Occidental, en el balcón del edificio del ayuntamiento del distrito de Schöneberg, para manifestar su solidaridad hacia los habitantes de dicha ciudad con motivo del decimoquinto aniversario del bloqueo de Berlín impuesto por la Unión Soviética, con el consecuente levantamiento del Muro de Berlín el 13 de agosto de 1961. El discurso de Kennedy fue considerado uno de los más notables de la época de la Guerra Fría.

Putin habló el año pasado en una entrevista concedida a la NBC en la que respondió a preguntas del periodista que los líderes occidentales le prometieron a Gorbachov no expandir la OTAN tras la caída de la URSS. Putin añadió: “Como dice un refrán de nuestra gente, engañaron al tonto con cuatro puños. Todo tiene que quedar por escrito en el papel”. La guerra de Ucrania se ha montado desde el Kremlin precisamente bajo la amenaza que Moscú siente por lo que considera como el yugo de la potencia militar de la OTAN, que ha ido creciendo en los últimos veinte años y acercándose cada vez más a las fronteras de Rusia. Ucrania debía ser la próxima ficha en integrarse en la estructura de la Alianza Atlántica, según afirmaron algunos líderes de países occidentales en el pasado. La relación entre ambos tuvo claroscuros. Fue precisamente Vladimir Putin quien facilitó la vuelta de Gorbachov a su Rusia, donde ayer murió a los 91 años víctima de una larga y grave enfermedad. De hecho, sus hijos, nietos y bisnietos tienen su residencia fuera de Rusia.

Muere Gorbachov: la relación de "amor y odio" entre Vladimir Putin y el último líder de la Unión Soviética.

Públicamente, el líder del Kremlin elogió a Gorbachov en cada uno de sus cumpleaños. En 2021 le envió este telegrama: “Usted, con razón, pertenece a la pléyade de personas extraordinarias y brillantes, de destacados estadistas de la era moderna que ejercieron una influencia significativa en la historia patria y mundial”. ¿Y qué pensaba Gorbachov de Putin? El fallecido ex mandatario creía que el actual presidente había “arrastrado” a Rusia hacia el pasado. Gorbachov pensó que Putin, que asumió la presidencia de Rusia en 1999 como heredero de Boris Yeltsin, suponía un retroceso en la evolución de Rusia “justo cuando lo que el país necesita con urgencia es modernizarse”, según dijo al semanario alemán Der Spiegel. Pero no siempre fue así. Al principio, Gorbachov alabó a Putin “por restaurar la estabilidad, incluso a costa del autoritarismo”. Pero poco poco la relación se fue volviendo más tensa. Gorbachov nunca reveló en público una crítica hacia el Kremlin por la invasión de Crimea. De hecho, mostró su conformidad con la anexión de Crimea. “Si antes Crimea fue incorporada a Ucrania conforme a las leyes soviéticas, es decir, según las leyes del Partido (Comunista de la URSS), sin preguntar a la gente, esta vez el pueblo corrigió aquel error”, dijo Gorbachov a la agencia Interfax tras el referéndum de anexión en 2014. En consecuencia, el Gobierno ucraniano prohibió la entrada en el país al antiguo dirigente soviético por un periodo de cinco años.

Alexei Venidiktov, cercano a Gorbachov, dijo a Forbes en Rusia que mantuvieron contacto, y aseguró, éste estaba molesto, ya que Putin había arruinado el “trabajo de su vida”.

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