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Gervasio Sánchez (n. Córdoba; 29 de agosto de 1959) es un periodista
y fotógrafo español. Nacido en Córdoba en 1959, pronto marchó a
Barcelona con su familia, para instalarse en Hospitalet del Infante,
localidad donde residía su abuelo. Comenzó a trabajar con solo 11
años y combina su educación con varios empleos. A los 15 años trabaja
de camarero en el chiringuito Fina de la playa del Miracle los tres
meses de verano. Allí volverá los siguientes veranos (hasta 1990)
para ahorrar lo suficiente como para costearse los estudios y sus
primeros viajes.
Se licenció en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona
en 1984. Ha cubierto como reportero gráfico la mayor parte de los
conflictos armados de América Latina y la Guerra del Golfo desde
1984 hasta 1992, a partir del cual pasó a cubrir la Guerra de Bosnia
y el resto de conflictos derivados de la fragmentación de la antigua
Yugoslavia. También ha cubierto diferentes conflictos en África
y Asia. Dirige desde el 2001 el Seminario de Fotografía y Periodismo
de Albarracín (Teruel), organizado y financiado por la Fundación
Santa María de Albarracín. Ha trabajado para diferentes medios,
aunque usualmente lo ha hecho como periodista independiente. Entre
los periódicos para los que ha trabajado destaca Heraldo de Aragón
(a partir de 1988) y el magazine de La Vanguardia (desde el 2000);
y en otros medios, la Cadena SER, el servicio español de la BBC
(desde 1994) y la revista Tiempo (desde el 2000). Ha conseguido
diversos premios, protagonizando una polémica en la entrega de uno
de ellos, el Ortega y Gasset de periodismo, a cuenta del discurso
pronunciado al recogerlo en el que acusaba al Gobierno de España
de la venta de armas.
Ha publicado varios libros fotográficos. Es padre de un hijo, Diego
Sánchez.
Gervasio junto a la serie de fotografías realizadas
a Sofía Elface desde 1997.
La destrucción de la Biblioteca de Sarajevo no tenía interés militar
ni valor estratégico alguno, pero representaba el trascendental
símbolo de un pueblo: albergaba unos dos millones de libros y miles
de manuscritos y documentos de valor incalculable que habían sido
conservados a lo largo de los siglos por musulmanes, serbios ortodoxos,
croatas católicos y judíos. Resultó especialmente siniestro que
quien ordenó disparar los proyectiles incendiarios contra el edificio,
fuese Nikola Koljevic, un profesor universitario experto en Shakespeare;
un hombre con una refinada formación cultural que fascinaba a sus
alumnos de la universidad de Sarajevo con su exquisitos conocimientos
y que había sido usuario habitual y firme enamorado de la Biblioteca.
La conmovedora imagen fue tomada, un año después de su destrucción,
por Gervasio Sánchez, el fotógrafo que supo capturar el horror de
la guerra de Bosnia en toda su extensión.
En 2014 y a pocos días de las elecciones europeas, uno de los edificios
históricos de la memoria política del continente cobraba nueva vida.
Vijecnica, la mítica biblioteca de Sarajevo, volvió a abrir
sus puertas 22 años después de su destrucción a manos de las fuerzas
serbobosnias bajo el mando del general Mladic. La noche del 24 al
25 de agosto de 1992, el sitio de Sarajevo se cobraba una víctima
de incalculable valor. El cañoneo serbio con bombas de fósforo destruía
el edificio de la biblioteca. Desaparecieron una buena parte de
sus fondos, más de dos millones de volúmenes, incluidos más de 700
manuscritos e incunables, una colección única de libros y publicaciones
históricas bosnias, y más de 155.000 rarezas bibliográficas. En
medio de la catástrofe, un grupo de ciudadanos y personal de la
biblioteca intentaron salvar lo que pudieron bajo las balas de los
francotiradores. Algunos perdieron la vida.
La actualidad en Afganistán no es nueva. «Estuve allí en
agosto de 1996, cuando los talibanes bombardeaban cada ciudad, y,
en julio de 1997, con ellos en el poder, comprendí qué significaba
vivir con el horror talibán». El fotógrafo Gervasio Sánchez observa
los acontecimientos de estos días y lo comenta con pesar: «La guerra
comenzó en Afganistán el último día de 1979. Yo todavía estaba en
la universidad. Llevo viendo la guerra en ese país durante 42 años.
Existen generaciones de mujeres y hombres afganos que no han conocido
la paz. Hay que recurrir a los más ancianos para que hablen de ese
tiempo».
El colapso del Gobierno de Kabul, el derrumbamiento del orden,
la atropellada retirada de la coalición internacional, que ha dejado
para posteridad imágenes que jamás olvidará la conciencia Occidental,
la pésima gestión política que se ha realizado en estos quinquenios
y la ingente población que va a quedar atrapada en un país que se
cierne sobre el abismo de la intransigencia religiosa, da a sus
palabras un punto de indignación y de tristeza: «La situación real
allí es lo que vemos a diario, pero multiplicado por cien. Solo
asistimos a una parte del desastre que hay y que se avecina. Los
dirigentes de más de cincuenta países han abandonado a los habitantes
de esta nación en manos de un régimen que en el pasado fue de terror.
Es una demostración palpable de la cobardía y el cinismo de la comunidad
internacional, que ha actuado de manera vergonzosa. Puedo estar
a favor de que un país deje una misión, pero no de que se marchen
como lo han hecho... han asaltado el aeropuerto de Kabul. He estado
allí. Lo conozco. Está vigilado por miles de militares norteamericanos
y turcos, y te aseguro que no es nada fácil entrar».
Gervasio Sánchez ha visitado esa tierra en numerosas
ocasiones. Conoce los pueblos, las gentes, la geografía y las costumbres.
Ha retratado a sus mujeres y sus niños. Conoce quiénes son los señores
de la guerra, las milicias, lo que han hecho los guerrilleros de
turbante negro que ahora han bajado de las montañas y están imponiendo
su ley... «El resultado es un desastre sonoro y, además, abandonar
a toda una nación entre radicales». Las causas del desastre son
evidentes para él y las distingue con claridad a pesar de la bruma
oratoria de las excusas y los discursos oficiales. «Era un Gobierno
corrupto. El presidente se ha marchado a su avión con maletas cargadas
de dinero. La corrupción estaba generalizada. Si alguien ha estado
allí y hablaba con cualquier alto jefe militar de nuestros contingentes
o de otros, lo sabía perfectamente. Los americanos conocían de sobra
que era un ejército de azucarillo, que se disolvería enseguida,
a la primera. Había batallones que no existían, que eran unidades
fantasmas. Los oficiales estaban al frente solo para llevarse el
dinero y nada más. En cuanto han visto lo que ocurría, no lo han
dudado y se han largado».
Uno de los aspectos que le inquietan es el rescate
de los españoles residentes y el personal afgano que ha colaborado
con nuestras fuerzas destacadas en Afganistán a lo largo de todo
este tiempo. Son esas personas que ahora los talibanes buscan casa
por casa y puerta por puerta. «Muchos de estas personas viven fuera
de la capital, como es el caso de los traductores. Ahora están intentado
llegar a Kabul. Algunos no lo van a lograr porque apenas disponen
de días para desplazarse. Si te llaman para que te presentes en
dos horas, no podrán llegar al lugar de encuentro en el plazo exigido.
Ni siquiera estando en la ciudad, por el caos que existe en este
momento. Es vergonzoso. El Ministerio de Defensa y Asuntos Exteriores
han tenido ocho años, desde septiembre de 2013, cuando se ultimó
el repliegue del contingente español de Badgis y Herat, para preparar
la evacuación de los traductores y el personal laboral que ha trabajado
con nosotros”.
25 años de viajes afganos. El fotoperiodista repasa el último cuarto
de siglo de la historia de Afganistán a través de sus viajes al
país.
Nota de prensa, Noviembre 2021:
Decenas de historias que relatan los patrones de violencia
que viven las mujeres en los conflictos armados. Fotografías que
reivindican las historias de las víctimas civiles en las guerras
y muestran que los conflictos no acaban cuando estas finalizan.
Historias que ponen de relieve que la consecución de la paz y el
fin de la violencia pasa necesariamente por aplicar perspectiva
de género en la búsqueda de soluciones a los conflictos internacionales
y por la igualdad entre mujeres y hombres. Las mujeres y niñas sufren
graves desigualdades a lo largo y ancho del planeta, que se agravan
en situaciones de conflicto armado.
Las guerras dejan a las mujeres en una situación muy
vulnerable ante la pobreza y el acceso a los recursos económicos.
Los servicios básicos de salud y de atención materno-infantil se
desmoronan, la violación es utilizada como arma y agresión entre
contendientes y la violencia de género, la trata de seres humanos
y el matrimonio infantil se exacerban durante el conflicto. Al mismo
tiempo, casi la mitad de las personas desplazadas por la violencia
en el mundo son mujeres y a menudo atraviesan mayores dificultades
por motivos de género en estas situaciones.
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