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Lee Miller

Lee Miller fue una testigo excepcional de la Segunda Guerra Mundial. Tuvimos que esperar hasta su muerte en 1977 acaecida en su granja de Sussex, en la idílica campiña inglesa, para que se descubrieran en su desván unas cajas empolvadas que llevaban allí más de tres décadas, ignoradas y olvidadas. Al abrirlas aparecen numerosas fotografías de los años 1930 tomadas en París, Nueva York y Egipto que denotan una extraordinaria mirada personal, pero la mayor parte de ellas, que empiezan con los bombardeos sobre Londres en 1940, resultan desconocidas incluso para su propia familia. Van seguidas de imágenes tremendamente trágicas y conmovedoras que realizó como fotógrafa y corresponsal de guerra junto a las tropas aliadas en Francia, Alemania y Austria. Son unos documentos extraordinarios del legado Miller, unas fotografías que retratan los horrores vividos por los seres humanos y las atrocidades que también la afectarán a ella para siempre y que explican el origen de las profundas heridas en su alma.

La vida y la obra de Elizabeth (Lee) Miller abarca múltiples y muy distintas etapas, al punto de que cuando se habla de ella se habla de sus vidas. Nació en 1907 en Poughkeepsie, estado de Nueva York, y creció con un espíritu tan rebelde como libre. En su primera juventud encarnó el look glamuroso de los años veinte. Tras un encuentro fortuito y dramático con Condé Nast, fundador de las revistas Vogue y Vanity Fair, quien la salva de ser atropellada en pleno Manhattan, es fichada por el mismo editor y le ofrece emprender una carrera como modelo para Vogue, siendo fotografiada por los mejores fotógrafos de moda del momento. Uno de ellos, Edward Steichen, al conocer sus inquietudes, le escribe una carta de presentación para Man Ray. De inmediato deja Nueva York y viaja a París para conocerle. Gracias a su vitalidad, belleza y talento, se convierte rápidamente en la musa, amante y modelo surrealista de Man Ray, mientras aprende también el oficio de fotógrafa y empieza a colaborar con él. Juntos desarrollarán el proceso de solarización, técnica que dotará de un gran efectismo a sus trabajos. Lee Miller seguirá trabajando en la moda desde ambos lados del objetivo, una circunstancia que le ofrece una perspectiva única sobre su nueva profesión elegida. Como modelo, tiene la oportunidad de aprender el oficio con algunos de los mejores fotógrafos del momento, como Horst, Cecil Beaton o George Hoyningen-Huene. Al mismo tiempo, Miller continúa experimentando y progresando en su propia obra fotográfica.

Lee Miller con un casco especial prestado por el fotógrafo del ejército de EE.UU. Don Sykes, Normandía, Francia, 1944.

Lee Miller vive plenamente la ciudad y se mueve con facilidad entre los artistas y la sociedad parisina. Es una mujer sumamente independiente y poco atraída por el papel tradicional de la mujer en la historia del arte, es decir, servir como un objeto pasivo para ser admirado, mitificado, disfrazado o desnudado. Lee Miller prefiere ser sujeto que objeto y se relaciona de tú a tú con las principales figuras del surrealismo, como André Breton, Max Ernst o Paul Éluard, ante quienes defiende su propia mirada fotográfica aún en fase de formación. Continuará trabajando como ayudante de Man Ray en sus encargos profesionales y poco a poco consigue sus propios clientes, al tiempo que profundiza en su estética y visión personal. Lee Miller quiso franquear los límites y abrazó tan activamente los postulados del surrealismo que disgustó a los adalides del movimiento, como André Breton, quien se irritó cuando Miller decide por iniciativa propia actuar en el filme de Jean Cocteau Le Sang d’un Poète; o cuando desata los celos de Man Ray provocados por la absoluta libertad sexual de Miller emulando la libertad de los hombres, una libertad que ella extendía sin problema ni límite a sus amantes.

Lee Miller abandonó París en 1932 para volver a Manhattan, donde abrió su propio estudio fotográfico, Lee Miller Studios. Allí desarrolla con éxito su carrera como fotógrafa realizando principalmente retratos, que en aquellos años era la salida más importante para la mayoría de las mujeres que buscaban hacerse un hueco en la profesión. Miller desempeñó su trabajo con una visión original, incorporando cuerpos truncados y recortes de fotografías, recursos utilizados con frecuencia por los surrealistas, y aplicando siempre una iluminación dramática. Su trabajo atrajo a la élite cultural del momento: actores, escritores y artistas como Joseph Cornell, con quien Miller compartía la mirada surrealista del creador de los extraordinarios assemblages, cajas de madera pobladas de objetos poéticos.

Acusadas de colaborar con los nazis, Rennes, 1944.

Justo antes del cambio de año 1932, Lee Miller hizo su primera exposición individual en la flamante galería Julien Levy de Nueva York, una de las pocas salas con el radar enfocado hacia París y que exponía la obra surrealista llegada de Europa. The New York Times publica críticas aleatorias de su exposición y destaca su mirada libre de pretensiones. Dos años después Lee inicia súbitamente una nueva etapa. En el verano de 1934 se casa con Aziz Eloui Bey, un empresario que había conocido en París y al que visitó después en su casa de Saint Moritz, donde retrata a Charles Chaplin. Miller deja su estudio de Nueva York y se traslada a vivir en El Cairo donde halla una sociedad colonial, de clubes privados, partidos de golf y un entorno de expatriados con rígidas normas sociales. En ese ambiente sigue experimentado con la fotografía surrealista utilizando su acusado sentido del humor y su ironía visual como escape. Miller rompe la monotonía de su existencia en Egipto realizando largas excursiones por el desierto donde explora y captura las extrañas formaciones naturales y las austeras estructuras arquitectónicas que abundan en aquellas tierras. Muchas de aquellas imágenes inhóspitas y áridas constituyen un retrato íntimo de la propia artista y de la vida vacua y estrecha que lleva allí y le sirven como metáfora perfecta para la exploración de temas oníricos de desplazamiento y alienación. Permanecerá en Egipto durante los próximos seis años, aunque su necesidad vital de aventura la lleva a viajar a otros países, siempre con la cámara en mano.

La actriz Kate Winslet da vida en la pantalla cinematográfica a Lee Miller. La película, titulada ‘Lee’, tiene previsto su estreno después del verano tras haberse presentado en el Festival de Toronto del pasado año. Dirigida por la cineasta Ellen Kuras, está basada en el libro ‘Las vidas de Lee Miller’ de Antony Penrose, hijo de la fotógrafa y Roland Penrose.

Su primer retorno a París es en 1937, cinco años después de haber dejado la ciudad, supondrá todo un hito en la vida de Lee Miller. Su estancia en la Ciudad de la Luz le ayudará a replantear de nuevo su vida. El mismo día de su llegada conoce a Roland Penrose en un baile surrealista de disfraces al que este artista, escritor y mecenas británico había ido invitado por Max Ernst. Aquel encuentro cambiará su vida para siempre. Entre ellos se produce un coup de foudre y pasan el verano viajando con sus amigos surrealistas Paul y Nusch Éluard, Man Ray y Ady Fidelin por Inglaterra y Francia. De camino, se encuentran con los artistas Max Ernst, Leonora Carrington, Eileen Agar y Henry Moore y visitan a René Magritte y a Paul Delvaux en Bélgica. Finalmente, llegan al Hotel Vaste Horizon en Mougins, el pueblo del sur de Francia donde Picasso y Dora Maar están ya instalados. Todos disfrutan de su estadía al máximo, viviendo líos amorosos y realizando trabajos artísticos. Durante ese feliz verano, Picasso queda cautivado por la belleza de Lee Miller y entroniza su figura resplandeciente como L’Arlésienne, en seis grandes y coloridos retratos. Al acabar el verano, Lee volvió a Egipto al lado de Aziz, pero se mantuvo al día con respecto a las actividades de sus amigos surrealistas en Europa, e incluso participó con una pieza en una exposición, Objetos y Poemas Surrealistas, celebrada en la Galería London, que consistió en una mano de madera que llevaba como pulsera una dentadura extraíble. Mediante una correspondencia abundante y fluida que les une vitalmente entre El Cairo y Londres, Penrose y Miller hablan de arte, de política y de grandes acontecimientos. A Roland le preocupaba mucho la guerra en España; había estado en Barcelona en octubre de 1936 para documentar la protección y conservación oficial de las obras de arte junto al editor de Cahiers d’Art Christian Zervos, el impulsor de arte Joan Prats y el fotógrafo Pere Català Pic. En su correspondencia con Lee Miller en Egipto, cada uno de los sobres azul llevaba en la solapa un sello-viñeta diferente de la zona republicana.

Roland Penrose viajó a Atenas el siguiente verano para encontrarse con Lee y juntos viajaron por el sureste de Europa, fotografiando ella los pueblos y paisajes de los Balcanes. Lee volvió a El Cairo y en el verano de 1939 regresó de nuevo a Francia. Con Penrose visitó a Dora Maar y Picasso y fotografió el mundo de Leonora Carrington y Max Ernst en su casa de Saint-Martin d’Ardèche poco antes de que todo resultase quebrado por la guerra en Europa. Lee escribió a Aziz al final del verano para decirle que había decidido quedarse en Inglaterra. Se instaló con Roland en su casa de Hampstead en Londres, y empezó a trabajar como fotógrafa de moda para la edición británica de la revista Vogue . Los bombardeos nocturnos sobre Londres se convirtieron pronto en la música de cada noche, con centenares de bombas cayendo a la vez, y Miller se lanzó a fotografiar la destrucción. Su formación como surrealista le ayudaba a asimilar la locura visual que se encontraba cada mañana y Miller convirtió el concepto del objet trouvé de los artistas surrealistas en la image trouvée de objetos y edificaciones habitando en una realidad transformada. En ese período su agudo sentido de la contradicción se plasma tanto en la composición como en la temática de las fotografías. Paralelamente continúa haciendo fotografías de moda para Vogue y convenciendo a los editores de permitirle usar las escenas actuales de las calles como trasfondo de los modelos.

Los terribles años de la Segunda Guerra Mundial.

Sintiéndose cada vez más frustrada con su fotografía comercial, conoce a David Scherman, un joven fotógrafo de la revista Life, que le explica cómo acreditarse como corresponsal de guerra. Miller convence a la revista de moda Vogue para publicar artículos y fotoreportajes de actualidad. Dejando atrás su vida anterior, parte hacia Francia, llega a Normandía en julio 1944 y centra su primer reportaje gráfico en las enfermeras de guerra cerca de la playa Omaha. Miller ya está adscrita al ejército estadounidense y es la única corresponsal de guerra que llega a presenciar en directo los combates en Saint Malo, en un momento en que estaba prohibida la presencia de mujeres en el frente. De hecho, Miller era una de las solo cuatro fotógrafas acreditadas como corresponsales de guerra con las fuerzas americanas y ninguna de ellas tenía permitido acompañar las fuerzas armadas durante la primera fase de la invasión. Atravesó Francia y llegó a París en el preciso momento de su liberación. Lo primero que hizo al poner el pie en la ciudad fue ir al estudio de Picasso. Pronto llegó Roland Penrose y se reunieron con sus queridos amigos surrealistas. En un encargo de corte igualmente surrealista, la revista Vogue pidió a Lee Miller que cubriera la temporada de moda vestida con uniforme de soldado del ejército estadounidense, en un entorno vacío de glamur y gloria. Entre las más de cuarenta mil imágenes que hizo Miller, las más impactantes son sus fotografías de los campos de concentración de Buchenwald y Dachau junto a sus elocuentes y apasionados textos escritos en los momentos más oscuros del siglo XX, que aún sirven como recordatorio de la extrema fragilidad de la vida humana y de la crueldad sin límites que se encierra dentro del contexto de la guerra. “Os ruego que creáis que todo es cierto” resuenan todavía las palabras apasionadas de Lee Miller dirigidas al equipo directivo de la revista Vogue que, tratándose de una sofisticada revista de moda, tuvo la valentía de publicar sus fotografías de los campos de concentración acompañadas por una descripción detallada de lo que vio allí. Especialmente icónica es la fotografía de Lee Miller bañándose en la bañera personal de Hitler. También estuvo en el lugar adecuado para tomar fotografías de la destrucción del refugio de Hitler en el monte.

Miller en la bañera del departamento de Adolf Hitler en Munich. Está desnuda y se enjabona dentro de una bañera. Detrás suyo, un retrato de Adolf Hitler. En la mesita, una pequeña escultura de una venus. David Scherman dispara la instantánea.

Aunque la guerra ha terminado, Lee no puede detenerse y decide seguir sola sintiéndose moralmente obligada a documentar lo sucedido para el resto del mundo. El invierno de la posguerra es cruel y desesperante; fotografía a niños en hospitales de Viena, registra la ejecución del primer ministro en Hungría y describe la dura situación en Rumanía. Finalmente regresa a Inglaterra exhausta y vuelve con Roland, que no ha tenido noticias suyas en siete meses. Lee está transformada por la guerra. En el periodo que sigue a su regreso, la producción fotográfica de Miller será más esporádica. Sigue trabajando para Vogue como fotógrafa de moda viajando por Sicilia y Suiza, donde su vida da un nuevo giro al descubrir que está embarazada. Su único hijo, Antony, nace en septiembre de 1947 y Lee Miller escribe sobre la experiencia para un ensayo en Vogue . Lee y Roland se trasladan a Farleys Farm, una granja en el pueblo de Chiddingly en East Sussex, Inglaterra. Como periodista sigue colaborando con Vogue , informando de la Bienal de Arte de Venecia de 1948, de exposiciones en Londres y escribe un ensayo sobre el Dublín de James Joyce. En 1955, Lee Miller participa como fotógrafa en la mítica exposición The Family of Man en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. A lo largo de cuarenta años retrata a Picasso en Farleys y en los estudios y viviendas del pintor en Francia, imágenes que presenté en una exposición dedicada a Lee Miller en el Museo Picasso de Barcelona, en el 2007.

El horror de los campos de concentración.

Lee Miller y Roland Penrose viajaron con frecuencia a Barcelona donde mantenían muchos vínculos. Amigo y admirador de Joan Miró, Penrose escribió sobre el pintor y las etapas de su carrera artística. Los matrimonios Penrose-Miller y Miró-Juncosa se encontraron en 1963 en Gallifa visitando el estudio del ceramista Josep Llorens Artigas. El año siguiente, los Penrose viajaron a la casa del pintor en Cala Major en Mallorca, actual sitio de la Fundación Miró, y en 1970 viajaron a Palma donde Miller retrató a Miró por última vez. Lee Miller y Roland Penrose conocieron al pintor Antoni Tàpies en París en 1957 y de inmediato quedaron impactados por la fuerza de sus investigaciones matéricas dentro del informalismo. La amistad perduró y Roland empezó a escribir la biografía de Tàpies. Volvieron una vez más a Barcelona en 1972 y visitaron al artista en su estudio de Campins donde Miller le retrató pintando. Lee Miller murió en su casa de Farley Farm en julio de 1977, pocos días antes de la aparición de dichas fotografías en la biografía de Tàpies, que constituirían su último ensayo fotográfico.

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