|
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Veinticinco jefes militares, políticos y funcionarios
japoneses fueron juzgados por haber dirigido y perpetrado una guerra
de agresión y haber cometido u ordenado crímenes de guerra, crímenes
contra la paz y haber consumado terribles atrocidades contra la
humanidad. El conocido como "el proceso de Tokio" acabó con varios
dirigentes condenados a morir en la horca el 12 de noviembre de
1948.
El debate en torno a los conocidos como Juicios de
Tokio comenzó ya desde su inicio. ¿En qué consistieron dichos procesos?
¿Se trataba de una serie de juicios justos por "daño infligido a
los intereses de los pueblos amantes de la paz"? ¿o en realidad
se trataba de los "juicios de los vencedores", los Aliados, contra
los líderes de los vencidos, es decir Japón? De hecho, en este caso
tanto jueces como fiscales formaban parte del mismo bando con lo
que la posibilidad de un veredicto final objetivo quedaba muy lejana.
A pesar de que Japón había firmado el Pacto de París
por el que se condenaba la guerra como forma para resolver los conflictos
entre Estados o las Conferencias de La Haya de 1899 y 1907 relativas
al uso de armas químicas, el Imperio del Sol Naciente fue acusado
de brutalidad. La acusación incluía la matanza de civiles y prisioneros,
la experimentación con seres humanos, los trabajos forzados y el
uso de armas químicas que provocaron la muerte de millones de personas.
Si en los juicios de Núremberg no se pudo juzgar a
Adolf Hitler como máximo responsable de las atrocidades cometidas
por los nazis porque se suicidó en su búnker de Berlin, en el proceso
de Tokio tampoco se pudo juzgar al emperador Hirohito, ya que se
llegó a un acuerdo con el general estadounidense McArthur para librar
al emperador de la horca. MacArthur intuyó que ejecutar al emperador
no ayudaría a controlar la situación y a apaciguar los ánimos, sino
que podía volver a encenderlos. El general sorprendió en la Casa
Blanca con una propuesta para eximir a Hirohito de toda responsabilidad
y utilizarle en sus proyectos de normalización del país. De hecho,
en el proceso tampoco se juzgaron los experimentos del escuadrón
731 o la masacre de Nankín.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
El Escuadrón 731 fue un programa encubierto de investigación
y desarrollo de armas biológicas del Ejército Imperial Japonés,
que llevó a cabo letales experimentos médicos sobre humanos vivos
durante la segunda guerra Chino-japonesa en el marco de la Segunda
Guerra Mundial.
Shiro ishii, criminal de guerra japonés. Este médico
japonés fue uno de los personajes más controvertidos de la Segunda
Guerra Mundial. Sin importarle lo más mínimo la dignidad humana,
se valió de la creación del Escuadrón 731 para provocar terribles
infecciones bacteriológicas a los prisioneros de guerra que tenían
la desgracia de caer en sus manos.
Se convirtió en un equivalente aproximado del SS nazi.
Promovió la creencia en la supremacía racial japonesa, teorías racistas,
contraespionaje, investigación, sabotaje político e infiltración
en las líneas enemigas. También ha sido ligado con la policía militar
de Manchukuo, el servicio de inteligencia manchú, la policía manchú
ordinaria, Comités Manchúes, partidos nacionalistas manchúes regionales
y el destacamento del Servicio Secreto Japonés en Manchukuo.
La Masacre de Nankín, conocida también como la Violación
de Nankín, se refiere a los crímenes cometidos por el Ejército Imperial
Japonés en la ciudad de Nankín, por entonces capital de la República
China, durante la Segunda guerra chino-japonesa.
El ejército japonés se trasladó hacia el norte tras
capturar Shanghái en octubre de 1937, y conquistaron Nankín en la
batalla de Nankín, el 13 de diciembre de 1937. El gobierno chino,
encabezado por Chiang Kai-shek y los comandantes del ejército nacionalista
chino (Kuomintang), abandonaron la ciudad antes de la entrada del
ejército nipón, dejando atrás a miles de soldados chinos atrapados
en la ciudad amurallada. Muchos de ellos se quitaron sus uniformes
y escaparon a la llamada Zona de Seguridad preparada por los residentes
extranjeros de Nankín. La masacre ocurrió durante un período de
seis semanas posteriores a la ocupación de la ciudad. Durante este
período, los soldados del Ejército Imperial Japonés asesinaron a
decenas o cientos de miles de combatientes desarmados y civiles
chinos, y perpetró violaciones y saqueos generalizados. El evento
sigue siendo un tema político polémico y un obstáculo en las relaciones
chino-japonesas. La controversia en torno a la masacre también sigue
siendo un tema central en las relaciones de Japón con otras naciones
de Asia oriental, como Corea del Sur.
Víctimas de la masacre en la costa del río Yangtze,
con un soldado japonés cerca.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Muchos de los responsables acusados prefirieron suicidarse
antes que ser detenidos y juzgados. Por ejemplo, el general Anami
Korechika, ministro de la Guerra, prefirió "expiar su gran culpa"
y recurrió al seppuku, el ritual de suicidio japonés; el vicealmirante
Onishi, el creador de los kamikaze, se suicidó al no poder honrar
ni a su pueblo ni a su emperador. A estos siguieron otros generales,
veinticuatro miembros el Daitó Juku (Instituto para el Gran Oriente)
que cometieron seppuku tras haber desfilado por las calles principales
de la capital. Dos días después de la rendición, otros doce miembros
de la Meiró Kai (Asociación del Sol Esplendoroso), con su líder
Hibi Waichi a la cabeza, se suicidaron delante del palacio imperial.
Quien había sido primer ministro y ministro de la
Guerra japonés, Hideki Tojo, considerado como el "arquitecto" de
la guerra del Pacifico, comprendió que suicidándose conseguiría
atribuirse por entero la culpa de la derrota, evitando el deshonor
a la familia imperial y a las máximas jerarquías niponas.
El Primer Ministro de Japón en 1945, Hideki
Tojo, momentos después de su intento de suicidio.
Ante su inminente detención, muchos periodistas acudieron
a entrevistarlo. A una de las preguntas, Tojo afirmó: "Hay una diferencia
sustancial entre la dirección de un país en guerra y ser considerado
un criminal de guerra". Tras la llegada de la policía militar norteamericana
a su casa, y una vez comprobadas sus credenciales, el primer ministro
Tojo se retiró a sus habitaciones, cogió una pistola que guardaba
para tal fin y se disparó en el pecho por encima del corazón. Tras
varias horas esperando a un médico norteamericano, y después de
suturarle la herida, Tojo salvó la vida puesto que no se disparó
con demasiada firmeza.
La Academia de Guerra de Tokio fue el lugar escogido
para llevar a cabo los juicios ya que era uno de los pocos edificios
que aún seguían en pie al terminar la contienda. El tribunal militar
fue presidido por el australiano sir William Flood Webb, que sería
el encargado de dirigir las 417 sesiones que concluirían con siete
condenas a muerte, seis cadenas perpetuas, una condena de veinte
años y otra de siete.
McArthur, aceptando las sentencias, sostuvo: "Nadie
es infalible en sus decisiones, pero, sin embargo, hace falta confiar
en el procedimiento seguido en el curso del proceso". Las ejecuciones
se dispusieron para la semana siguiente, el 25 de noviembre, pero
fueron suspendidas porque los abogados defensores de Doihara, Hirota,
Tojo, Kido, Oka, Sato y Shimada presentaron un recurso al Tribunal
Supremo de Estados Unidos. Japón entero esperaba en tensión. Tras
examinar el recurso, el Tribunal Supremo dio a conocer su decisión
el 20 de diciembre con un conciso comunicado: "El general McArthur
ha sido elegido y actúa como Comandante Supremo de las fuerzas aliadas.
El Tribunal Militar ha sido instituido por el general McArthur en
su calidad de órgano ejecutivo de las fuerzas aliadas. Por lo tanto,
el Tribunal Supremo de los Estados Unidos no tiene poder ni autoridad
para revisar, confirmar, rechazar o anular la sentencia. De aquí
que la petición sea desestimada".
Kamikazes, entre el fanatismo y las dudas.
Así, tras ser desestimado el recurso, los siete condenados
a la horca pasaron sus últimos días de vida en la cárcel de Sugamo,
tranquilos y resignados a su suerte. Hideki Tojo, que fue el primer
acusado en subir al patíbulo, rehusó las raciones militares norteamericanas
y solicitó platos tradicionales japoneses. La víspera de la ejecución,
fijada para la medianoche del 22 de diciembre de 1948, los acusados
solicitaron hablar con un sacerdote budista y escribieron cartas
a sus familias. A las 23,40 del 22 de diciembre, un oficial estadounidense
acompañado por una escolta armada despertó a los siete condenados
que, tras haber asistido a un brevísimo servicio religioso, fueron
conducidos al patíbulo en compañía del sacerdote budista y un capellán
de la prisión.
El primer grupo de condenados, Tojo, Doihara, Matsui
y Mulo, accedieron a la llamada "cámara de la muerte", donde en
el centro, muy iluminada, les esperaba una plataforma en la que
se habían levantado cinco horcas. La prensa no estuvo autorizada
a asistir a la ejecución y hubo muy pocos testigos a excepción de
los responsables de la prisión y de un oficial británico, un norteamericano,
un chino, un soviético y un médico militar.
Tojo se acercó al patíbulo vistiendo un descolorido
uniforme de auxiliar del ejército, sin grados ni condecoraciones,
y con paso firme subió el primero a la horca donde el verdugo le
cubrió la cabeza con un capuchón negro y ajustó el nudo corredizo
a su cuello. Una vez los cuatro acusados estuvieron encapuchados,
el silencio se rompió con un inesperado grito de "¡Banzai!" (grito
de guerra de los soldados japoneses). Las cuatro trampillas se abrieron
a la vez. Tras la ejecución, los cuerpos fueron cargados en camiones
de la policía militar y llevados al crematorio de Kubyama. Las cenizas
se trasladaron a un destino secreto y los periódicos publicaron
una poesía que Tojo había dictado antes de morir: "Adiós a todos,
hoy atravesaré las montañas terrenas, y gozosamente entraré en los
campos de Buda".
Tras las ejecuciones, y para rebajar la tensión entre
los diferentes representantes de los acusados y los fiscales, un
miembro de la defensa proclamó: "Ahora la paz debe reinar entre
nosotros. Los horrores de la guerra deben ceder el paso a la colaboración
entre los pueblos. Los Estados Unidos deberán olvidar Pearl Harbor
y nosotros, los japoneses, olvidaremos Hiroshima y Nagasaki".
Pásate por esta sección >> Hongo
nuclear.
Pásate por esta sección >> Agosto
2020.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Por desgracia, muchos fueron los crímenes cometidos por ambos bandos
en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, pero también es cierto
que algunos de ellos destacan por su grado de brutalidad extrema.
Ese es el caso de los abusos cometidos por el ejército Imperial
japonés contra las mujeres de los países ocupados, muchas de las
cuales fueron víctimas de maltrato y vejaciones cometidos contra
su dignidad e incluso su humanidad. Estas mujeres fueron definidas
por los nipones como ianfu, palabra que significa "mujeres de confort"
(el término coreano para referirse a ellas es eianbu). De hecho,
miles de mujeres y niñas procedentes de numerosos países asiáticos,
como Corea, China y el propio Japón, fueron secuestradas y obligadas
a actuar como esclavas sexuales en prostíbulos militares japoneses
durante toda la contienda.
Pero la figura de las llamadas "mujeres de confort o de consuelo"
surgió mucho antes de que Japón participase en la Segunda Guerra
Mundial. En el país, esta práctica se llevaba a cabo desde la Edad
Media como una medida implantada para impedir que los soldados,
en el transcurso de operaciones de conquista y asalto, violaran
sistemáticamente a la población civil femenina. Lo habitual era
que fueran las propias autoridades de las poblaciones ocupadas las
que se encargasen de organizar servicios sexuales con prostitutas
profesionales (karayuki-san) como medida de protección hacia el
resto de mujeres. Aunque, de hecho, el tráfico organizado de mujeres
en el continente asiático empezó alrededor de 1870, no sería hasta
1919 cuando, tras la abolición de la prostitución por parte del
gobierno japonés, la práctica del trafico de mujeres para ejercerla
se convirtió en una autentica lacra para el país.
Mujeres y ninñas de origen chino y malayo esclavizadas por
los japoneses en Penang durante 1945.
El historiador alemán Bernd Stöver, especialista en temas de la
Segunda Guerra Mundial, cree que el número de mujeres secuestradas
para estos fines antes del conflicto pudo ser de 200.000, pero después
ese número pudo haberse incrementado hasta alcanzar las 400.000.
Las víctimas de este horrendo tráfico eran sobre todo mujeres y
niñas de entre doce y veinte años procedentes de Vietnam, Taiwán,
China, Malasia, Filipinas y Corea, que, engañadas con falsas promesas,
eran subidas a barcos mercantes para acabar hacinadas en burdeles
denominados eufemísticamente "estaciones de consuelo" o "centros
de solaz". Tras la salvaje actuación del ejercito imperial japonés
durante la masacre de Nanking en 1937, donde miles de muchachas
de todas las edades fueron violadas y torturadas, el mando militar
japonés decidió traer desde Japón a profesionales del sexo para
intentar poner freno a la brutalidad de los soldados con las civiles
chinas. Pero descontentos por no poder excederse con las mujeres
traídas desde Japón, los soldados japoneses decidieron no acudir
a estos prostíbulos "oficiales" y prefirieron salir de nuevo a la
calle a seguir violando a mujeres chinas a cambio de perdonarles
la vida.
Con la situación desbordada y el prestigio del ejercito japonés
seriamente dañado, el alto mando decidió tomar una decisión que
afectaría gravemente a los derechos más elementales de las mujeres
de los países ocupados: convertir a miles de ellas en esclavas sexuales.
Estas mujeres, obligadas a ejercer la prostitución contra su voluntad,
y cuyas vidas se vieron completamente destruidas, tuvieron que soportar
además insultos y vejaciones por parte de los militares japoneses
que las calificaron de "retretes públicos". De todos los países
afectados, China fue el país ocupado que más sufrió la política
de las "mujeres de confort". En el gigante asiático se sucedieron
secuestros y amenazas de muerte a los familiares de las jóvenes.
Muchas eran seleccionadas tras la masacre de alguna de aldea, y
sus condiciones de vida eran absolutamente infernales. Además de
verse sometidas a actos sexuales ignominiosos y vejatorios, eran
torturadas hasta extremos absolutamente inhumanos.
También Indonesia, tras su ocupación en el año 1942, se vio seriamente
afectada por la prostitución forzosa. La población femenina del
archipiélago sufrió, así, la misma espantosa suerte que la de otros
países conquistados por los japoneses. Fueron numerosos los burdeles
distribuidos por todo el país, algunos ubicados en hoteles de lujo
y clubes nocturnos, e incluso hubo uno, el prostíbulo de Kalijati,
camuflado en un aeródromo. Muchos de estos prostíbulos fueron regentados
por hombres de negocios occidentales, que vieron en estos establecimientos
una oportunidad de oro para enriquecerse. Debido a la alta tasa
de mortalidad causada por la malaria en Indonesia, cada soldado
japonés destinado en el archipiélago recibía un manual titulado
Libro de bolsillo de higiene de áreas tropicales en el que se explicaba
cuál era la mejor manera de no enfermar y de escoger a una prostituta.
Un oficial del ejercito brita´nico entrevista a una nin~a china
tras su liberacio´n de un prostíbulo.
Tampoco las mujeres europeas que vivían en las áreas ocupadas por
el ejército imperial japonés estuvieron exentas de tales vejaciones.
Por ejemplo, los japoneses quedaron fascinados con las mujeres holandesas
que vivían en Indonesia, muchas de ellas rubias y con los ojos azules,
a las que consideraron sumamente exóticas. Por este motivo algunas
recibieron un trato especial y fueron consideradas "prostitutas
de lujo", lo que conllevó un mejor trato: comida más abundante y
baños con agua caliente. Pero no todas recibieron ese trato. Muchas
eran deportadas a campos como los de de Ambarawa y Semarangm, al
norte de Java, donde se las obligaba a ejercer la prostitución,
y en muchos casos eran violadas y asesinadas. La mayoría de mujeres
que fueron forzadas a prostituirse no vivieron para contarlo. Muchas
de ellas fueron asesinadas por sus captores, e incluso llegaron
a suicidarse para dejar de sufrir. Una mujer que tuvo la suerte
de salir con vida de aquel infierno fue la coreana Ok-Seon Lee,
quien quiso narrar su historia para dar visibilidad a las atrocidades
sufridas por mujeres como ella. Tras ser secuestrada por dos hombres
mientras iba por la calle, Ok-Seon pasó toda la guerra de prostíbulo
en prostíbulo viviendo en condiciones infrahumanas. La superviviente
de aquel horror dijo de aquellos centros que "no eran un lugar para
humanos, eran un matadero".
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, aquel terrible capitulo
de la historia fue uno de los que fueron juzgados por los tribunales
en el conocido como Juicio de Tokio, y décadas más tarde fue denunciado
por numerosas organizaciones defensoras de los derechos humanos.
Pero aun a día de hoy se desconoce el número real de mujeres que
sufrieron aquellas humillaciones. La principal razón de este desconocimiento
se debe a que, ante la inminencia de la derrota, el ministro de
guerra japonés ordenó quemar cualquier documento que pudiese resultar
incriminatorio para su país. Con ese objetivo, el 14 de agosto de
1945, el comandante del Kempentai, la policía militar japonesa,
envió las instrucciones pertinentes para que se procediera a la
destrucción de cualquier documentación que pudiera involucrarles
en esos casos.
Contrato de reclutamiento para "mujeres de confort" emitido el
4 de marzo de 1938.
El 28 de diciembre de 2015, los ministros de Relaciones Exteriores
de Japón, Fumio Kishida, y su homólogo coreano, Yun Byung-se, alcanzaron
un acuerdo mediante el cual Japón se comprometía a entregar mil
millones de yenes (unos 7,5 millones de euros aproximadamente) al
gobierno de Corea del Sur, una suma que debería servir para la creación
de un fondo de ayuda para las mujeres víctimas de la esclavitud
sexual durante la guerra. Pero este acuerdo no satisfizo a todo
el mundo. Según el Consejo Coreano de las Mujeres Reclutadas para
la Esclavitud Sexual del Ejército, "Corea del Sur y Japón firmaron
un acuerdo que carece de las apropiadas disculpas y compensaciones.
Al fin y al cabo, este acuerdo es simplemente económico y solo sirve
como soborno para que el gobierno coreano silencie el tema. Japón
ni siquiera ha pedido disculpas a las víctimas".
Estatuas conmemorativas en Hong Kong dedicadas a las miles de mujeres
que fueron esclavizadas sexualmente durante la Segunda Guerra Mundial.
En la actualidad existe en Japón una corriente de pensamiento,
que algunos ha llegado a calificar de "revisionista", que trata
de desmentir cualquier acusación vertida contra la actuación japonesa
durante la Segunda Guerra Mundial. En su mayoría, esta corriente
es seguida por jóvenes japoneses que dicen estar cansados de tener
que pedir perdón a China y a Corea por todo lo que sucedió en el
transcurso de la guerra. Incluso políticos como Shinzo Abe (primer
ministro japonés hasta septiembre de 2020) han negado tanto la existencia
de esos centros como el hecho de que miles de mujeres fueran obligadas
a mantener relaciones sexuales en contra de su voluntad. Por su
parte el gobernador de Osaka, Toru Hashimoto, sin negar la existencia
de esos centros de prostitución forzosa, dijo en 2007 que fueron
necesarios para que mantener la disciplina de los soldados, y el
exjefe de las fuerzas aéreas de Japón, Toshio Tamogami, afirmó en
su momento que las atrocidades cometidas por las tropas niponas
solo son "mentiras e invenciones". Es evidente que no siempre resulta
fácil reconocer el pasado.
Las «mujeres de confort» y la incomodidad de reconocer el pasado.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
|
LIBRERÍA
RELACIONADA
FILMOGRAFÍA
RELACIONADA
NOVEDADES EDITORIALES
|
|