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El 1 de mayo de 1945, Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del
tercer Reich, se suicidaba junto con su esposa y sus seis hijos
en el búnker de Berlín. Con su muerte y la de Adolf Hitler, el partido
Nazi tocaba a su fin.
Un día después de que Adolf Hitler se suicidara para no ser apresado,
condenado, vejado y probablemente torturado, Joseph Paul Goebbels,
el temido ministro de propaganda del Reich, hizo lo propio en el
búnker de Berlín. Ocurrió exactamente el 1 de mayo de 1945, pocos
meses antes del final de la Segunda Guerra Mundial, y con él murió
un hombre al que sus adversarios políticos consideraron siempre
un peligroso demagogo y un agitador de masas.
Durante su infancia, Goebbels sufrió una poliomelitis por la que
tuvo que someterse a una intervención quirúrgica a los diez años,
lo que le provocó una parálisis parcial en una pierna y le obligó
a llevar una prótesis y unos zapatos especiales, lo que le impediría
participar en la Primera Guerra Mundial. De este modo, su niñez
y adolescencia estuvieron marcadas por los complejos causados por
su enfermedad y por su cojera permanente. Hasta tal punto llegó
a marcarle su mala salud, que Goebbels afirmó amargamente que se
había convertido en un "lobo solitario", aunque esta soledad no
le impidió tener numerosas amantes a lo largo de su vida.
Considerado un maestro de la manipulación, Goebbels
aprovechó su infancia y su juventud para leer y formarse. Impulsado
por un enfermizo narcisismo, necesitado de un constante reconocimiento
dentro del movimiento nacionalsocialista (al que se había unido
en la década de 1920) y dotado de una oratoria fluida y convincente,
fue capaz de encandilar a todos los que le escuchaban con sus discursos
cada vez más virulentos y racistas.
En 1926, el Partido Nacionalsolcialista Obrero Alemán
le nombró líder del partido en Berlín. Con el populismo de sus discursos
explotaba los miedos de la sociedad alemana, expandiendo el odio
hacia lo extranjero y haciendo creer a todos que sólo una persona
podía salvarles del desastre y la humillación que había significado
la firma del Tratado de Versalles, que marcó el fin de la Primera
Guerra Mundial. Ese salvador no era otro que Adolf Hitler. De este
modo, y con un país a las puertas de una crisis sin parangón, se
empezaron a dar los primeros pasos para que el Partido Nazi tomara
las riendas.
Ya con Hitler en el poder, Goebbels fue nombrado ministro
de Propaganda y de Información, cargo con el que se mantuvo fiel
a las políticas que había propugnado en el NSDP (Partido Nacionalsolcialista
Obrero Alemán). Fue en 1930, en un mitin, cuando Goebbels conoció
a Johanna Maria Magdalena Behrend, una mujer divorciada que se había
unido al partido unos meses antes, y con la que se casaría el 19
de diciembre de 1931 (el propio Adolf Hitler fue su padrino de bodas).
La pareja tuvo seis hijos –unos años después, los pequeños serían
víctimas de la terrible decisión sobre sus vidas que tomó su madre,
Magdalena Goebbels, una decisión por la que sería tristemente recordada–.
Durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial,
el papel que tuvo el ministerio de Goebbels fue centralizar el control
de la vida cultural e intelectual de Alemania, haciendo hincapié
en la radio. A través de este medio –sin el cual el sistema hubiera
carecido de apoyo popular y no hubiera podido mantener su férreo
control contra la propaganda antinazi– mantuvo la maquinaria propagandistica
del Tercer Reich engrasada y activa.
Tal era la fe del pueblo alemán en las palabras de
Goebbels, que en los últimos días de la contienda, cuando la derrota
del ejercito alemán ya era inminente, el ministro hizo creer a la
gente a través de enfervorecidos mensajes radiados que la victoria
aún era posible. En 1943, Goebbels pronunció su discurso más largo
y famoso de la historia del Nacionalsocialismo, en el que llamó
a los ciudadanos a una guerra total y a "soportar valientemente
la batalla para alcanzar la grandeza".
En 1945, con el ejercito ruso y los aliados a las
puertas de Berlin, Goebbels encerrado con su familia en el búnker
de Hitler, discutió con el Führer la posibilidad de negociar la
paz, una idea que el líder nazi rechazó de plano, respondiendo que
tenía intención de permanecer en el búnker hasta el final, y que,
junto con su esposa, Eva Braun, había planeado suicidarse si los
soviéticos entraban en la ciudad. Mientras, Magdalena Goebbels,
que era una ferviente y fanática seguidora de Adolf Hitler, se hallaba
sumida en una profunda depresión, a la que se unía una dolorosa
neuralgia que le dejó la mitad del rostro paralizado. Así, la esposa
del ministro de Propaganda tomó una terrible decisión: acabar con
la vida de sus hijos, preveyendo el final que les esperaba tras
la caída de Berlín. "Es mejor que mis hijos mueran a que vivan en
la vergüenza y el oprobio", comentó Magdalena a la secretaria del
Führer antes de administrarles a cada uno de ellos el cianuro que
acabaría con sus vidas. Posteriormente, y tal y como el intrigante
ministro de Propaganda del caído Reich había previsto, un oficial
de las SS disparó al matrimonio Goebbels un tiro en la nuca y luego
procedió a quemar sus cadáveres para sustraerlos a la furia de los
invasores soviéticos.
Alzando una bandera sobre el Reichstag es el nombre
de una histórica fotografía tomada el 2 de mayo de 1945 por el fotógrafo
Yevgueni Jaldéi en Berlín, Alemania nazi. Muestra a soldados del
Ejército Rojo alzando la bandera de la Unión Soviética sobre el
Reichstag alemán, en ruinas, en la Batalla de Berlín durante el
fin de la Segunda Guerra Mundial. La foto, que significaba la toma
de uno de los edificios nazis más emblemáticos, fue muy popular,
siendo reimpresa en cientos de publicaciones con fines propagandísticos.
Llegó a ser considerada en el mundo como una de las más importantes
y reconocibles de la guerra, representando el fin de la Alemania
nazi. Debido al simbolismo y al momento histórico que representa,
las identidades de los hombres que aparecen en la imagen son objeto
de controversia, aunque se supone que el soldado que sostiene la
bandera era Melitón Kantaria. El fotógrafo, Yevgeni Jaldéi, no fue
identificado como autor sino hasta el fin de la URSS. La foto es
la reconstrucción de la toma del Reichstag, efectuada el 30 de abril,
pero que había sido pasado por alto por las cámaras soviéticas.
La famosa imagen sigue rodeada de leyendas, como los posteriores
retoques fotográficos que sufrió, la identidad de los soldados y
el origen de la bandera.
La batalla de Berlín fue la última ofensiva y operación
militar importante del teatro europeo de la Segunda Guerra Mundial.
A partir del 16 de enero de 1945, el Ejército Rojo quebró el frente
alemán, como resultado de la Ofensiva del Oder-Vístula y avanzaron
hacia el oeste a través de Alemania, tan rápido como 30-40 kilómetros
al día. La batalla de Berlín duró desde finales de 20 de abril de
1945 hasta la mañana del 2 de mayo y fue una de las batallas más
sangrientas de la historia. Como Berlín cayó a manos del Ejército
Rojo, el fotógrafo Yevgueni Jaldéi reunió a algunos soldados con
la esperanza de conseguir una fotografía como la tomada por los
estadounidenses en Iwo Jima, Japón.
Un sello azerbaiyano que conmemora el 65 aniversario
de la victoria en la Gran Guerra Patria.
Tras el revelado en la agencia de Moscú, los soviéticos
se dieron cuenta de que un soldado tiene varios relojes en sus muñecas,
prueba del saqueo de los soviéticos. En el cuarto oscuro manipularon
la imagen para que los relojes fueron eliminados. Del mismo modo
se añadió humo en el fondo para darle más dramatismo. Algunas teorías,
sin embargo, afirman que el soldado llevaba un reloj y una brújula
de mano. Aunque la práctica de llevar una brújula y un reloj era
común en los soldados del Ejército Rojo, la brújula podía ser confundida
con un reloj por ojos civiles.
La bandera original (denominada Bandera de la Victoria)
actualmente se expone en el Museo Central de las Fuerzas Armadas
de Rusia.
El 9 de mayo de 1945 la bandera fue entregada al estado
mayor de la División 150 y en vez de ella apareció otra sobre el
Reichstag. El 20 de junio de 1945 la bandera, llamada ahora Bandera
de la Victoria, fue trasladada a Moscú en un avión de carga, y desde
entonces está en el Museo Central de las Fuerzas Armadas. La bandera
se convirtió en una reliquia que representa la Gran Guerra Patriótica.
La Asociación Guipuzcoana de Familiares y Personas con Problemas
de Salud Mental selecciona cada año las diez imágenes más
votadas por el público. Es asombrosa la gran participación y calidad
de los trabajos presentados año tras año, así como la diversidad
y los diferentes puntos de vista desde los asomarse al sufrimiento
psíquico.
El 6 de mayo de 1937, el Hindenburg, el orgullo de la flota de
dirigibles de la Alemania nazi, estalló en llamas en el cielo de
Nueva Jersey cuando iba a realizar las maniobras de atraque. Esta
tragedia marcó el final de la era dorada de los zepelines.
El 6 de mayo de 1937, la era de los dirigibles tocaba a su fin
cuando, durante la maniobra de atraque, el cielo de Nueva Jersey
se convertía en testigo del dramático final del Hindenburg, el colosal
dirigible alemán y joya de la corona del régimen nazi. Construido
en honor del presidente de Alemania, Paul von Hindenburg, en 1932,
el dirigible, fabricado completamente de duraluminio –un material
consistente en una aleación de aluminio cobre, maganesio, manganeso
y silicio–, alcanzó los 245 metros de largo por 41 de diámetro y
su capacidad era de 200.000 metros cúbicos de gas. La velocidad
a la que este colosal artefacto se desplazaba por los aires, alcanzada
gracias a cuatro motores diésel Daimler-Benz, era de 135 km/hora.
Durante su primer año de vuelo, que tuvo exclusivamente fines comerciales,
recorrió más de 308.000 kilómetros, llegando a transportar 2.798
pasajeros y 160 toneladas entre carga y correo. Cruzó diecisiete
veces el Atlántico hasta los Estados Unidos, su destino más habitual.
En uno de esos viajes de regreso desde Alemania, en el que se alcanzó
el récord de sobrevolar el océano Atlántico dos veces en cinco días,
voló como pasajero el famoso boxeador alemán Max Schmeling tras
convertirse en campeón del mundo de boxeo al batir al mítico Joe
Louis.
El régimen nazi no tardó en apropiarse de la imagen de grandeza
y poderío que reflejaba el Hindenburg, y ya en la inauguración de
los Juegos Olimpicos de Berlín de 1936, se organizó un vuelo del
dirigible sobre el estadio justo cuando Adolf Hitler hacía acto
de presencia.
Definido como un palacio flotante, y compitiendo en lujo con el
famoso Titanic, hundido en 1912, la construcción del Hindenburg
no estuvo exenta de dificultades. Los ingenieros alemanes lo diseñaron
para contenter helio, pero como los norteamericanos tenían copadas
la reservas mundiales de este gas y no estaban dispuestos a vender,
los ingenieros alemanes se decidieron por el hidrógeno, un gas mucho
más inflamable con el que, sin saberlo, quizá sentenciaron al dirigible.
Aquel 6 de mayo de 1937, y en medio de una noche tormentosa, el
dirigible, comandado por el capitán Max Pruss, empezó la maniobra
de atraque que, como siempre, resultaba sumamente peligrosa. Los
operarios lanzaban maromas a tierra desde el morro del dirigible,
un proceso muy peligroso ya que a veces las cuerdas, al ser sujetadas
por el personal de tierra, se elevaban y los hombres caían al suelo
resultando heridos o incluso muertos. A las 19:25, con 248 obreros
de tierra preparados para el amarre, alguien observó una chispa
que partía de la popa del dirigible. El fuego se propagó tan rápidamente
que en cuestión de cuarenta segundos el Hindenburg cayó a tierra
convertido en una enorme bola de fuego.
Herbert Morrison, un periodista norteamericano que había acudido
al aeródromo a cubrir la noticia, pronunció una frase que pasaría
a la historia: "Oh, the humanity!". De las 97 personas que viajaban
aquel día en el Hindenburg, murieron 13 pasajeros y 22 tripulantes;
pocas víctimas para un desastre de tal magnitud.
La tragedia del Hindenburg dejó varías teorías para explicar el
accidente. La más aceptada fue que una chispa de electricidad estática
provocada por un relámpago durante la tormenta junto con el hidrógeno
expulsado por el dirigible en la maniobra de atraque provocaron
la fatal explosión. Otra hipótesis fue el sabotaje. Las investigaciones
llevadas a cabo por el FBI apuntaron al ingeniero alemán Eric Spehl,
cuya novia comunista no simpatizaba con el régimen nazi, y también
al acróbata Joseph Spa, que también odiaba a los nazis. La tercera
y última de las hipótesis fue la del suicidio de un pasajero, ya
que se encontró una pistola Luger entre los restos del zepelín,
y, curiosamente, le faltaba una bala ...
Se cumplen 105 años del naufragio en la costa irlandesa del famoso
transatlántico Lusitania, joya de la compañía británica Cunard Line.
A día de hoy aún perdura la polémica sobre las extrañas circunstancias
que rodearon el hundimiento del barco a causa de un torpedo lanzado
por un submarino alemán durante la Primera Guerra Mundial. ¿Fue
un acto de guerra de dudosa ética o fue la excusa perfecta para
que los Estados Unidos entraran en la contienda?
El 1 de mayo de 1915, negros nubarrones cubrían la ciudad de Nueva
York. A pesar de la climatología adversa, el Lusitania, el hermano
gemelo de otro de los grandes transatlánticos de la época, el Mauritania,
zarpó con destino a la ciudad británica de Liverpool. Los pasajeros
de primera de aquel buque de lujo admiraban los ascensores, la escalinata,
las columnas corintias, la cúpula de nueve metros de altura y los
muebles estilo Luis XIV del comedor principal, decorado con madera
de caoba y elementos dorados. No sabían que seis días más tarde,
el 7 de mayo de 1915, un torpedo alemán pondría fin a sus vidas.
En 1915, los submarinos alemanes desplegados en el
Atlántico intentaban poner coto al tráfico comercial en dirección
a Gran Bretaña. En su afán por combatirlos, el por aquel entonces
Primer Lord del Almirantazgo, Winston Churchill, ordenó camuflar
buques de guerra como si fueran barcos mercantes, lo que provocó
que los submarinos alemanes, tras torpedearlos, abandonaran a la
tripulación a su suerte una vez alcanzado su objetivo.
Salón y sala de música del Lusitania.
Unos días antes de que el Lusitania se hiciera a la
mar, la embajada alemana había publicado en varios periódicos norteamericanos
el siguiente anuncio: "Se recuerda a los viajeros que tengan la
intención de cruzar el Atlántico que existe el estado de guerra
entre Alemania y sus aliados y Gran Bretaña y sus aliados; que la
zona de guerra incluye las aguas adyacentes a las islas británicas
y que, según advertencias formales del Gobierno Imperial Alemán,
los barcos que lleven la bandera de Gran Bretaña, o de cualquiera
de sus aliados, son susceptibles de ser destruidos en estas aguas
y que los pasajeros que viajen a la zona de guerra en barcos de
Gran Bretaña o de sus aliados lo hacen por su cuenta y riesgo".
William Turner, capitán del Lusitania, tras ser informado
por el Almirantazgo, había redoblado la vigilancia, pero cuando
llegó a las costas de Irlanda no encontró ningún buque de la Royal
Navy para escoltarlos, como era costumbre, hasta el puerto. A pesar
de ello tomó la decisión de proseguir la ruta para llegar a Liverpool
cuanto antes. Pero justo en aquel momento la niebla le jugó una
mala pasada y tuvo que aflojar la velocidad hasta los quince nudos.
Eran las 14.00 horas del 7 de mayo de 1915. El submarino
U-20 de la marina alemana al mando del capitán Walther C. regresaba
a su base tras haber consumido casi todo el combustible. Tan sólo
le quedaba un torpedo en los tubos de lanzamiento tras haber hundido
ya tres buques. Observando la superficie a través del periscopio,
el marinero Walther Schwieger divisó un enorme barco que navegaba
por estribor. En el cuaderno de bitácora se anotó lo siguiente:
"Un cuatro chimeneas y dos mástiles. Parece ser un buque de pasajeros
de grandes dimensiones". La decisión de atacar el navío se retrasó
diez minutos, el tiempo justo para que el cielo se abriera ante
ellos, y aprovechando la lenta velocidad del transatlántico, el
U-20 se colocó frente al objetivo a una distancia de unos 700 metros.
Entonces, el capitán ordenó disparar el único torpedo que le quedaba.
El informe oficial dejó anotado lo siguiente: "Impacto
detrás del puente. La nave se detiene y escora rápidamente. Al mismo
tiempo se hunde a proa". Tras el impacto, el Lusitania sólo pudo
arriar seis de sus cuarenta y ocho botes salvavidas. Dieciocho minutos
más tarde, el enorme transatlántico se hundía para siempre en el
fondo del mar con sus 1.192 ocupantes, entre los que se contaban
94 niños y 35 bebés, que murieron en el mayor desastre marítimo
ocurrido en el transcurso de la Primera Guerra Mundial.
La magnitud de la tragedia conmocionó enormemente
al Reino Unido y a los Estados Unidos, de donde procedía la mayoría
de los pasajeros fallecidos. Aquella fue la primera ocasión en la
que se habló de "crimen de guerra".
Pero el paso del tiempo sugiere un cambio de paradigma.
El mar del Norte, donde se produjo el hundimiento, había sido declarado
zona de guerra por los propios británicos, que eran partidarios
de mandar al fondo del mar cualquier embarcación con pabellón alemán,
aunque ésta sólo transportara alimentos. Esta estrategia se apoyaba
en el poderío naval británico que imponía su superioridad en los
mares. Sin embargo, el Almirantazgo no tuvo en cuenta la irrupción
de los submarinos U-Boot, a los que Londres despreciaba por considerarlos
un arma "huidiza, tramposa y asquerosamente no inglesa". Sin embargo
estas "armas huidizas" resultaron ser terriblemente efectivas y
letales.
Por su parte, Alemania se defendió de las acusaciones
argumentando que el Lusitania era realmente un barco militar, aunque
iba camuflado como un barco de pasajeros. Su misión era la de romper
el bloqueo de las Islas británicas y por ello, en sus bodegas, viajaban
cuatro millones de proyectiles fabricados en Estados Unidos repartidos
en 5.400 cajas, además de cobre y latón para uso militar. El paso
de los años ha demostrado que era cierto. Según se pudo comprobar
por los manifiestos de carga reales, que fueron sustituidos por
otros que sólo informaban del embarque de comida y pasaje, entre
las provisiones que se subieron al barco en Nueva York figuraba
el denunciado material de guerra.
Años más tarde, todos estos datos fueron ratificados
por una expedición submarina que en verano de 2011 accedió a los
restos del Lusitania que descansan en el fondo del mar. La investigación
confirmó que los alemanes no mentían y que las bodegas del gran
transatlántico estaban repletas de munición cuya presencia explicaría
las diversas explosiones que se sucedieron a causa del impacto del
torpedo alemán y que acabaron hundiendo al Lusitania pese a que
fue alcanzado por un solo impacto. Este descubrimiento también daría
respuesta a la siguiente pregunta: ¿Por qué se hundió tan rápido
un barco de su tamaño, construido con compartimentos estancos?
Se acusó a Churchill de saber que la probabilidad
de un ataque contra el transatlántico era elevada y más aún cuando
en una reunión mantenida en la sala de mapas del Almirantazgo, el
1 de mayo, se le advirtió de que espías británicos desplegados en
Alemania habían informado de la salida del U-20 del capitán Schwieger
y de que éste podía cruzarse en la ruta del Lusitania. A pesar de
las advertencias, Churchill ordenó que el Juno, el crucero que debía
escoltar al Lusitania una vez hubiera entrado en el mar del Norte,
abandonase la zona y se dirigiera a puerto.
El hundimiento del Lusitania deja varias preguntas
en el aire: ¿Fue el gran transatlánticouna víctima sacrificada ex
profeso para que los Estados Unidos pudieran justificar su participación
en la Primera Guerra Mundial? ¿Fueron las 1.200 personas que murieron
en el ataque "daños colaterales" perfectamente asumibles? Y aunque
los Estados Unidos no participaron en la contienda hasta dos años
más tarde, con la declaración del presidente Woodrow Wilson, muchos
historiadores han considerado que el ataque al Lusitania fue un
acontecimiento determinante para que Washington decidiera participar
en el conflicto.
Probablemente hayas visto alguna vez la imagen de una pila
enorme de libros quemados mientras decenas de personas realizan
el saludo nazi. Ocurrió en mayo de 1933 y fue una acción
planeada por el propio Goebbels, ministro de Propaganda
del régimen.
Cientos de personas se reunieron en la Plaza
de la Ópera (Berlín) el 10 de mayo de 1933, brazo en alto,
para quemar los libros que consideraban subversivos.
Las quemas de libros fueron orquestadas por
Goebbels y organizadas por las ligas estudiantiles.
El gobierno nazi quería hacer creer que se
trató de un gesto improvisado que mostrara la manera de
pensar de los alemanes.
Miles de personas quemaron libros considerados
como subversivos por el gobierno nazi.
El poeta Heinrich Heine había escrito años
antes: "donde se queman libros, al final también se acaba
quemando gente". Sus libros desaparecieron devorados por
las llamas ese aciago 10 de mayo de 1933.
Hitler ascendió al poder, iniciándose de esta
manera el conocido como Tercer Reich, el 30 de enero de
1933. Solo unos meses más tarde, en mayo de ese mismo año,
ocurriría la conocida quema de libros por parte de los nazis.
Exactamente el 10 de mayo de 1933 fueron quemados en las
plazas de muchas universidades miles de ejemplares de autores
de la talla de Karl Marx, Sigmund Freud, Erich Maria Remarque,
Carl von Ossietzky y Kurt Tucholsky. El partido nazi quería
controlar todos los ámbitos de la vida y, evidentemente,
la cultura y el conocimiento era un obstáculo importante
para lograr dicho objetivo.
Desde aquel momento las obras de estos autores
se consideraron representativas de la "decadencia moral"
y del "bolchevismo cultural". Las hogueras se encendieron
en todas las universidades, fueron organizadas por las ligas
estudiantiles y casi todos los profesores participaron en
ellas, demostrando así que de la universidad no surgiría
ninguna oposición al nuevo régimen. Sin embargo, no se trató,
como se quería hacer creer, de un gesto improvisado que
demostrara los sentimientos más auténticos de los alemanes,
sino de una acción planeada, orquestada y coordinada por
Joseph Goebbels, que también pronunció en Berlín un discurso
violento e injurioso contra los autores condenados. La quema
no fue solo un acto de barbarie, sino que demostró la pretensión
del gobierno nazi de conquistar la hegemonía cultural.
Las imágenes de las llamas que reducían a
cenizas los libros dieron la vuelta a Europa y suscitaron
una enorme indignación. Muchos intelectuales alemanes en
el exilio consideraron este acto como la confirmación de
la degradación de la democracia y la confirmación de la
deriva nacionalsocialista que les había llevado a adoptar
la dolorosa decisión de su partida. Por ejemplo Einstein,
había dejado Alemania en diciembre de 1932, apenas un mes
antes del ascenso al poder de Adolf Hitler.
Nuestra bibliotecaria habla de libros prohibidos.
La Asociación Alemana de Fotografía de la
Naturaleza convoca cada año sus premios. Acaban de anunciar
los ganadores de este año y las fotografías son, además
de una ventana al mundo, maravillosas.
"Debido a la pandemia, por primera vez en
la historia de la asociación la votación no se ha llevado
cabo durante la reunión general anual, sino que se ha realizado
online, con una gran participación de sus miembros", explican
desde la organización. Siete son las categorías principales
de la convocatoria: Aves, Mamíferos, Otros Animales, Plantas
y Hongos, Paisajes, Estudio de la Naturaleza y la categoría
especial: Agua. Un total de 5.046 imágenes han sido presentadas
en el concurso; de las cuales, tras una primera preselección,
un jurado experto tuvo que seleccionar sus favoritas entre
10 imágenes de cada categoría.
El sueño de una liebre, por Peter Lindel.
Fotografía ganadora absoluta.
De esta forma, el fotógrafo alemán Peter Lindel
se hacía con el máximo galardón con una foto donde una liebre
europea es la protagonista. Al fotógrafo le apasiona la
fauna local y africana. La imagen ganadora pertenece a una
serie tomada en el norte de Dortmund, "en comparación con
muchas localizaciones internacionales de fotografía de naturaleza,
esta región a priori tiene poco que ofrecer", han dicho
desde GDT. "Peter Lindel invirtió mucho tiempo,sangre, sudor
y lágrimas trabajando en este proyecto a la puerta de su
casa. En estos tiempos, el tema adquiere un significado
especial. También es una hermosa declaración para la exploración
a largo plazo de una sola especie y región", explican valorando
la capacidad de hacer grande lo que muchas veces se nos
antoja común.
La Asociación Española de Fotógrafos de Naturaleza
organiza el Primer Concurso AEFONA de Fotografía de Naturaleza
para la Conservación
Decía Jacques Cousteau que “El hombre solo
protege aquello que ama, y solo ama aquello que conoce”.
En AEFONA, piensan que una de las mejores formas de contribuir
a que todas las personas - y en especial las nuevas generaciones
- nos comprometemos con la Conservación toda nuestra vida,
es dar a conocer la belleza de la Naturaleza, a través de
la fotografía. Por ello, con este concurso buscan imágenes
espectacularmente bellas que, además, inspiren en el espectador
la necesidad de conservar la maravillosa naturaleza que
nos rodea, y contribuyan a la educación y sensibilización
ambiental.
El 22 de Mayo de 2018, una tormenta de lluvia
y granizo cayó el pasado martes sobre París, provocando
inundaciones en varias de sus calles y el cierre de algunas
estaciones de metro. Sin embargo, uno de sus habitantes
supo sacar provecho a aquel temporal: Bertrand Kulik, de
38 años, inmortalizó la imagen de un relámpago azotando
la cima de la Torre Eiffel, que cada año recibe a millones
de personas (tan solo en 2017 tuvo más de seis millones
de visitas). "Hay que ser muy vigilantes, no es algo automático,
ni es evidente. Tenía los dos aparatos prendidos al mismo
tiempo, tenía que ir rápido", comenta por teléfono este
violinista profesional y apasionado de la fotografía. Para
ello, se sirvió de dos cámaras fotográficas Canon con un
sistema que detecta los rayos antes de que caigan, y de
una vista privilegiada en una octava planta en un edificio
del distrito XV, muy cerca de la torre.
Fue la pasión por la astronomía la que lo
acercó a la fotografía, el gusto por lo infinitamente grande
y lo infinitamente pequeño. A partir de ahí, este fotógrafo
autodidacta se interesó por la relación entre el hombre
y la naturaleza. "No importa el medio, siempre se pueden
ver cosas", asegura Kulik, a quien le gusta ir a los parques
a retratar personas, plantas, animales e insectos. Pese
a que el parisino colabora en periódicos y revistas, vive
de la música (trabaja en diferentes orquestas). Ahora está
trabajando con un pianista en un proyecto que entremezcla
música y fotografía, en la búsqueda por comunicar lo que
siente a través de distintos medios de expresión. Las tormentas
se han convertido en otro de sus temas predilectos, hasta
tal punto que sigue la información sobre el tiempo para
saber en qué momento van a caer. De la Torre Eiffel también
tiene una amplia colección de fotos en las que se la ve
envuelta por un arcoiris, nubes extrañas, a través del reflejo
de un cristal o envolviendo a la luna.
Govert De Roos es un fotógrafo holandés que
ha tenido la suerte de capturar en su objetivo a los rostros
más populares de la cultura pop; ante su cámara y sus ojos
han pasado Mercury, Bowie, The Jacksons 5, ABBA o Deborah
Harry. Pero, él también tuvo que buscarse la vida en sus
inicios, tuvo que utilizar el ingenio y la constancia para
conseguir su propósito, ser el retratista de todas esas
celebridades que tenían algo que contar y algo que decir.
Este acontecimiento llevó a la filmación del
documental Bed Peace, filmado por Nic Knowland y producido
por Bag Productions.
Lennon, que siempre fue un abanderado de la
paz mundial, durante la Guerra de Vietnam en 1969, presentó
junto a su esposa Yoko Ono el mítico "Bed-In for Peace"
en el Hilton Amsterdam; Govert De Roos era un fotógrafo
de 15 años, en ese momento, que quería desesperadamente
cubrir el evento, y logró colarse haciendo su propio pase
de prensa falso.
De Roos explica, "En esos días, solo tenía
un objetivo en la vida, quería ser fotógrafo; leí en el
periódico que Lennon y Ono estaban dando una conferencia
de prensa, así que pensé que tenía que entrar en esa sala
como fuera". El adolescente llevó una tarjeta de prensa
falsa que hizo él mismo en el hotel y, se puso en la fila
para entrar en la habitación como periodista fotográfico.
Afortunadamente para De Roos, su pase falso
funcionó y logró tomar una serie de fotos que marcaron un
antes y un después en su carrera y en su vida; el fotógrafo
es el claro ejemplo de que la suerte hay que buscarla que,
la mayoría de las veces, no va a llamar a nuestra puerta.
En el siguiente vídeo, De Roos comparte cómo logró perpetrar
su engaño para capturar la serie de memorables fotos en
la habitación 702; el vídeo fue producido para celebrar
el 50 aniversario de este momento histórico y emblemático
de la cultura popular.
La encamada por la paz de John y Yoko (los
medios de la época tradujeron "La cama de la paz") fue un
acontecimiento ocurrido durante la guerra de Vietnam, en
1969. John Lennon y Yoko Ono llevaron a cabo 2 encamadas
de dos semanas de duración en pro de la paz, en Ámsterdam
y en Montreal, las cuales fueron su forma no violenta de
protestar contra las guerras y promover la paz. Este acontecimiento
llevó a la filmación del documental Bed Peace, filmado por
Nic Knowland y producido por Bag Productions.
Sabiendo que su casamiento el 20 de marzo
de 1969 sería un gran acontecimiento, John y Yoko decidieron
usar la publicidad para promover la paz mundial. Pasaron
su luna de miel en la suite presidencial en el Hotel Hilton
de Ámsterdam durante una semana, invitando a la prensa mundial
en su habitación del hotel. Después de sus escándalos juntos
como la cubierta desnuda del álbum Two Virgins, la prensa
esperaba que ellos tendrían relaciones sexuales enfrente
de las cámaras, pero la pareja estaba sentada en la cama
todo el tiempo. Después de siete días, viajaron a Viena,
Austria, donde se celebró una conferencia de prensa.
Grabando "Give Peace a Chance" en Montreal.
La segunda encamada fue planeada para tener
lugar en Nueva York, pero John tenía prohibido entrar al
país a causa de su consumo de cannabis en 1968. En su lugar,
realizó el evento en las Bahamas en el Hotel Sheraton Oceanus,
pero después de pasar una noche muy calurosa, decidieron
mudarse a Montreal. Volaron a Montreal el 26 de mayo donde
se alojaron en las habitaciones 1738, 1740, 1742 y 1744
en el Hotel Queen Elizabeth. Durante su estancia de siete
días, invitaron a Timothy Leary, Tommy Smothers, Dick Gregory,
Murray el K, Al Capp, y otros. Todos ellos, excepto Capp
cantaron el himno de paz Give Peace a Chance, grabada por
Perry André en el Hotel Sala el 1 de junio. En diciembre
de 1969 John y Yoko difundieron sus mensajes de paz con
carteles que decían WAR IS OVER! If You Want It - Happy
Christmas From John and Yoko. (¡LA GUERRA HA TERMINADO!
Si tú quieres - Feliz Navidad les desean John y Yoko).
En 2019 al cumplirse 50 años de la famosa
acción de John y Yoko por la paz, la Royal Canadian Mint
de Canadá decidió hacer una moneda conmemorativa de edición
limitada. Es de plata pura de valor 20 dólares canadienses
con una foto de ambos en pijamas sosteniendo una flor cada
uno. La moneda se podrá conseguir a 99,99 dólares canadienses.
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