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Viajera indomable, Alexandra David-Neel falleció el 8 de septiembre
de 1969 a la edad de cien años. Fue la primera occidental que entró
en la ciudad prohibida de Lhasa, la capital del Tíbet, cuando ésta
era aún inaccesible a los extranjeros. Alexandra David-Néel fue
nombrada lama y durante su apasionante existencia escribió más de
treinta libros acerca de religiones orientales, filosofía y, por
supuesto, sobre sus viajes.
Louise Eugénie Alexandrine Marie David nació en la población francesa
de Saint-Mandé el 24 de octubre de 1868. Era la heredera de una
gran fortuna y parecía que estaba destinada a seguir los pasos de
la mayoría de jóvenes europeas de buena familia de las últimas décadas
del siglo XIX: casarse, tener hijos y quizás escribir o pintar,
nada por lo que pudiera ser recordada en el futuro. Pero Alexandra
tenía otras intenciones. Su infancia se vio influida por las diferentes
mentalidades de sus padres: él, un masón que dirigía una publicación
republicana; ella, una católica conservadora belga. Alexandra, que
era hija única, recibió de su madre una firme formación religiosa;
en cambio, su padre le proporcionó una educación revolucionaria,
tanto que incluso en 1871 la llevó a ver el fusilamiento de los
últimos reos de La Comuna de París para que nunca olvidara lo que
era la vida real.
A los 15 años, Alexandra intentó embarcarse sola rumbo a Gran Bretaña,
pero su familia, horrorizada, se lo impidió; y es que a finales
del siglo XIX las mujeres "decentes", y ya no digamos las jóvenes,
debían viajar acompañadas. Pero Alexandra acabó saliéndose con la
suya. La joven viajó por la India y Túnez antes de cumplir los 25
años, y visitó España montada en bicicleta. Por aquel entonces estuvo
muy de moda la Sociedad Teosófica dirigida por la famosa Madame
Blavatsky, dedicada al espiritismo, al ocultismo oriental y al estudio
de las religiones comparadas, de la cual Alexandra se hizo miembro.
Fue seguidora del geógrafo y anarquista francés Elisée Reclus, el
cual amplió las ideas anarquistas que ya le había inculcando su
padre, a las que añadió además un ideario feminista. Alexandra le
dedicó su primer libro, un ensayo titulado Pour la vie (Elogio a
la vida,) que escribió en 1898. Al año siguiente, Alexandra escribió
un tratado sobre el anarquismo, y el propio Reclus fue el autor
del prólogo. Ante el rechazo de los editores (y aunque la obra sería
traducida a cinco idiomas), el libro fue publicado por un amigo.
La Comuna de París fue un movimiento insurreccional que del 18
de marzo al 28 de mayo de 1871, gobernó brevemente la ciudad de
París, instaurando un proyecto político popular socialista autogestionado.
Convencida de que nunca sería respetada como escritora, conferenciante
o incluso como cantante si continuaba soltera, el 4 de agosto de
1904 Alexandra se casó en Túnez con Philippe Néel, ingeniero jefe
de los ferrocarriles tunecinos. Aunque su vida conyugal fue a veces
tempestuosa, siempre estuvo impregnada de un respeto mutuo. A pesar
de vivir en el norte de África, un lugar que le fascinaba, y de
hacer continuos viajes en barco y ferrocarril, Alexandra se dio
cuenta de que la vida de casada no era para ella. Nunca se consideró
una mujer "felizmente casada". A pesar de que tenía libertad para
viajar en solitario, para escribir libros y para impartir conferencias,
Alexandra se sentía angustiada, padecía continuas jaquecas y crisis
nerviosas.
Finalmente, el matrimonio se rompió el 9 de agosto de 1911, cuando
Alexandra decidió emprender su segundo viaje a la India. Este hecho,
unido a que ella no deseaba tener hijos, acabaría precipitando la
ruptura. Durante su periplo, Alexandra visitó Egipto, Ceilán, India,
Sikkim, Nepal y Tíbet. A pesar de que ella dijo que estaría de vuelta
en 18 meses, la realidad es que Alexandra estuvo fuera ¡14 años!
En todo aquel tiempo, y aunque su matrimonio se había terminado,
la pareja mantuvo una fluida correspondencia hasta la muerte de
él en 1941. Por desgracia, la mayoría de estas cartas se perdieron
durante la Guerra Civil China. Durante la travesía hacia Egipto,
Alexandra escribiría a Philippe: "He emprendido el camino adecuado,
ya no tengo tiempo para la neurastenia".
La intrépida viajera francesa quiso pasar los últimos años de su
vida en una casa que compró en Digne-les-Bains, donde se dedicó
a escribir sobre su vida y viajes.
Cerca de Madrás, en el sur de la India, Alexandra se enteró de
que el decimotercer Dalái Lama había tenido que huir del país, por
aquel entonces sublevado contra China, y que residía en el Himalaya.
A partir de aquel momento se marcó como objetivo encontrarse con
él, algo que conseguiría en 1912. Alexandra continuó viaje hasta
Nepal, donde llegó en 1912. Una vez allí, el marajá le regaló unos
elefantes para que pudiera recorrer cómodamente el país. De esa
forma llegó hasta Sikkim, un pequeño reino en los Himalayas, donde
conoció a un joven tibetano llamado Aphur Yongden. Primero lo contrató
como criado, luego fue su discípulo y, tras finalizar su aventura
por el Tíbet, se convirtió en su hijo adoptivo. Ambos comenzaron
a viajar por las cumbres con la intención de llegar hasta la ciudad
soñada, Lhasa, por aquel entonces bajo el mandato de funcionarios
británicos, un lugar cerrado e inaccesible a los extranjeros. Alexandra
y Yongden se dirigieron a Japón, Corea, Pekín y regresaron al Tíbet.
De nuevo en el país, Alexandra vivió dos años y medio en el monasterio
budista de Kumbum, donde fue nombrada lama. "Viví en una caverna
a 4.000 metros de altitud, medité, conocí la verdadera naturaleza
de los elementos y me hice yogui. Cómo había cambiado mi vida, ahora
mi casa era de piedra, no poseía nada y vivía de la caridad de los
otros monjes". Allí recibiría el nombre de Lámpara de Sabiduría.
Pero la prohibida Lhasa seguía siendo el objetivo final de Alexandra.
La exploradora intentaba llegar una y otra vez, pero siempre acababa
siendo arrestada y devuelta a la India. Al final, para poder acceder
a la ciudad, Alexandra trazó un plan. Ella y Yongden se hicieron
con una pequeña pistola, unas monedas de plata y algo de comida.
Se disfrazaron de mendigos y empezaron a peregrinar. "Les dijimos
a todos que íbamos en busca de hierbas medicinales. Yongden se hizo
pasar por hijo mío. Me teñí la piel con ceniza de cacao, usé pelo
de yak que teñí con tinta china negra, como si fuera la viuda de
un lama brujo. Decidimos viajar de noche y descansar de día. Viajar
como fantasmas, invisibles a los ojos de los demás. Alguna vez tuvimos
que hervir agua y echar un trozo de cuero de nuestras botas para
alimentarnos", relata la exploradora en Viaje a Lhasa. Cuando por
fin llegaron a las puertas de la ciudad, una tormenta de arena les
ayudó a pasar inadvertidos. A pesar de la dureza del viaje (estaban
esqueléticos, demacrados y vestidos con harapos), al final lo habían
conseguido. Tras cuatro meses y dos mil kilómetros a pie por el
Himalaya, Alexandra logró su objetivo. Era el año 1924, y Alexandra
David-Néel se había convertido en la primera mujer occidental en
entrar en la capital del Tíbet.
David-Néel (centro) en Lhasa, en 1924.
El "paseo" al que se había referido Alexandra en una carta dirigida
a Philippe Néel, fue en realidad una auténtica odisea. Alexandra
volvió a Europa convertida en una heroína. Fue portada del Times
que la definió como "la mujer sobre el techo del mundo". También
recibió numerosas condecoraciones y premios: la Medalla de honor
de la Sociedad Geográfica de París y la Legión de Honor. Establecida
de nuevo en Francia, Alexandra compró un terreno en Digne-les-Bains,
una pequeña localidad al pie de los Alpes franceses, donde construyó
su casa, a la que bautizó como Samten Dzong (fortaleza de meditación).
Este lugar sería desde entonces su refugio. Allí escribió más de
treinta libros sobre sus aventuras, dio charlas, recibió a personalidades
y siguió leyendo textos budistas. Hoy, la casa puede visitarse y
se ha construido un museo junto a ella. A los 67 años de edad, Alexandra
se sacó el carné de conducir y viajó en el Transiberiano hasta China,
país que recorrió durante diez años. Al cumplir los 100 renovó el
pasaporte. "Por si acaso", aseguró. Esta viajera incansable murió
a punto de cumplir los 101 años en Samten Dzong, y sus cenizas fueron
esparcidas junto a las de su querido Yongden, fallecido 14 años
antes, en el río Ganges.
Ataviada con la tipica vestimenta tibetana, retratada en 1933.
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Las estadísticas de la policía dicen que en 1980 Nueva York
vivió 180.235 crímenes violentos, de los que 2.228 fueron
asesinatos, 5.405 violaciones y 60.329 robos con agresión.
Muchos de estos delitos se perpetraron en Central Park, que
por aquel entonces no era el precioso pulmón verde de la ciudad
de los rascacielos que es hoy en día, sino una selva en medio
de la metrópolis llena de depredadores escondidos entre la
maleza. Sólo aquel año, el parque vivió más delitos graves
que la suma de los registrados en toda su historia anterior
desde que en 1870 se cometiese allí el primer asesinato. Una
encuesta de aquella época aseguraba que el 65% de los usuarios
habituales de Central Park había sido víctima o contemplado
algún tipo de crimen violento.
Además, el vandalismo llenó de pintadas las maltrechas infraestructuras
del parque. También en 1980 el entonces Comisionado de parques
y jardines de Nueva York, Gordon Davis, asumió el reto de
recuperar el parque para los neoyorquinos. Rebuscó entre sus
hombres y reclutó para la causa a los mejores jardineros y
paisajistas que la ciudad tenía en nómina para iniciar la
transformación. Paralelamente, la policía también aumentó
la vigilancia en el parque. Sin embargo, no les resultó sencillo
desterrar a los delincuentes. La droga que inundaba la ‘Gran
Manzana’ y la violencia de las bandas no se lo pusieron fácil.
Hasta la segunda mitad de la década de los 90 no consiguieron
hacerse con el control de Central Park.
Un artículo del diario ‘New York Times’ de 1998 marcó aquel
año como el punto de inflexión en el que el parque dejó de
ser el patio de recreo de los criminales para convertirse
en el lugar de diversión familiar que conocemos hoy.
Tomada en Tamil Nadu, luego del tsunami en el
océano Índico, tomada por Arko Datta, fotografo de la agencia
Reuters, quien ganó el concurso World Press en 2004, como
foto del año. Despúes del tsunami muestra a una mujer indígena
tendida en la arena con los brazo extendidos en duelo por
la muerte de un familiar. Su pariente fallecido por una de
las peores tragedias de la historia el: Tsunami del Océano
Índico.
Muestra de segregación racial en EE.UU. en la
década del 30, donde los ahorcados fueron acusados de violencia,
aunque nunca fueron juzgados legalmente y se sabe que no fueron
culpables de nada. La multitud presa del miedo, la ignorancia
y la violencia racista decidió tomar justicia por mano propia.
Diez mil blancos armado fueron a la cárcel del condado a pedir
justicia contra dos negros supuestamente acusados de violar
a una niña blanca. Durante años hubos miles de linchamientos
y muchas de esas fotos fueron convertidas en postales para
mostrar la supremacía de la raza blanca en algunos estados
de los EE.UU.
Los British Wildlife Photography Awards anuncian
con orgullo a los ganadores de 2019. Los premios celebran
el trabajo de fotógrafos aficionados y profesionales y la
belleza y diversidad de la fauna británica. Las imágenes ganadoras
fueron elegidas entre miles de entradas, incluidas dos categorías
juveniles para alentar a los jóvenes a conectarse con la naturaleza
a través de la fotografía. Con motivo de su décimo aniversario
y contribuir a la sensibilización sobre la costa; su increíble
biodiversidad y las amenazas a las que se enfrenta, BWPA expandió
la categoría Costa y Marina para incluir Gales, Escocia, Inglaterra
e Irlanda del Norte y la Costa de Irlanda.
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Deanne Fitzmaurice, ganadora del premio Pullitzer
en 2005, por la fotografía «Operación Corazón de León» , es
la historia de un niño irakí de 9 años de edad que resultó
gravemente herido por la violencia en el conflicto de la guerra
de Irak. El niño fue llevado a un hospital de Oskland (California)
, donde tuvo que someterse a decenas de complicadas cirugías.
Por su valor y coraje para enfrentar esta traumática situación
hizo que lo llamaran Saleh Kalhaf, «Corazón de León»
1985, Frank Fournier, tomó la trágica imagen
de la niña Omayra Sanchez atrapada en el fango y los escombros
de los edificios derrumbados tras la erupción del volcán Nevado
Ruiz en Colombia, el cual provocó un gigantesco alud de barro,
rocas, ramas, que desvastó a la ciudad de Armero y mató a
mas de 25.000 personas. Tras tres días de lucha Omayara murió
de hipotermia y gangrena, su tragica muerte mostró la incapacidad
de los funcionarios colombianos en responder a una tragedia
con rapidez y salvar a los danmificados. Su muerte agonizante
fue seguida en el mundo a traves de las cadenas televisivas
por millones de personas.
Estos dos hombres tuvieron la suerte de sobrevivir,
pero a duras penas podían tenerse en pie. Fue la segunda erupción
volcánica más mortífera del siglo XX y una de las más letales
que se han registrado en la historia, pero la mortandad no
fue debido tanto a la violencia de la erupción como a la falta
de previsión: en las cercanías del volcán se encontraba la
población de Armero, que fue consumida por un lahar (flujos
de lodo y residuos volcánicos), matando a más de un tercio
de la población; otros municipios cercanos también sufrieron
cientos de víctimas, pero pudieron ser evacuados a tiempo.
Los lahares complicaron enormemente las tareas de rescate,
elevando el recuento de víctimas hasta alrededor de 23.000.
Esta desgracia pasó a la historia como “la tragedia de Armero”
y lo peor es que habría podido evitarse, ya que los vulcanólogos
habían lanzado avisos de una erupción inminente en las semanas
previas al desastre.
Junio de 1989, Plaza de Tianammen, en China:
Es un simple mortal desconocido, de pantalón negro, camisa
blanca y dos bolsas de plástico, como si viniera de la compra.
Una fila de tanques T-59 trata de avanzar por la principal
avenida de la ciudad, pero él se antepone y logra frenar su
avance. Los tanques tratan de esquivarlo, pero insiste y se
desplaza para enfrentarlos, …se sube al tanque y le habla
al soldado, dicen que les dijo: «Vuelve de donde vienes y
deja de matar a mi gente». Hoy lo recordamos como el «Héroe
de Tiananmmen», fue reconocido como uno de los personajes
mas influyentes del siglo XX por la prestigiosa revista: «The
Times».
Su acción ha inspirado las revueltas desde Indonesia
a Ucrania.
En los fascinados ojos de esta muchacha -en
una foto que es un emblema de la «National Geographic»- se
refleja la angustia de millares de afganos que en 1985, como
ella y su familia, se vieron obligados a dejar su país y buscar
cobijo en un campo de refugiados en Pakistán. Los afganos
huyeron por decenas de miles después que el país fue invadido
por los tanques rusos a fines de 1979 para sostener un régimen
comunista afín a Moscú, luchando contra la resistencia musulmana.
Afganistán se convirtió durante varios años en un campo de
batalla de inusual crudeza. La niña de la foto fue buscada
durante 17 años por el fotógrafo, hasta dar finalmente con
ella. Sharbat Gula padeció primero las penurias de los refugiados
en Pakistán y, de vuelta en su país, el oprobio del régimen
de los talibanes de Afganistán, que sometía a las mujeres
a una condición infrahumana. Esas calamidades se reflejaron
en la pérdida de brillo en estos mismos ojos.
Esta pudo haber sido la portada original. Al
menos, era la seleccionada inicialmente por el editor gráfico,
pero un volantazo de última hora del director de la revista
provocó que la imagen que pasara a la historia fuese la que
todos conocemos. La niña fue retratada por Steve McCurry cuando
tenía 12 años, en junio de 1984 en el campo de refugiados
de Nasir Bagh, durante la guerra de Afganistán.
El 19 de octubre de 2016 Sharbat Gula, la niña
afgana famosa por protagonizar una de las portadas más conocidas
de National Geographic en 1985, fue detenida en Pakistán por
posesión ilegal de un documento de identidad de ese país,
donde vive en un campo de refugiados.
La identidad de la niña afgana fue confirmada
al 100% por inspectores forenses del FBI mediante una tecnología
puntera de reconocimiento facial y la comparación de los iris
de ambas fotografías.
La foto se ha convertido en un todo símbolo
de la crítica situación de los refugiados y víctimas de los
conflictos armados. Este graffitti fue pintado en la localidad
vizcaína de Gernika, en España.
McCurry reveló el último rollo de Kodachrome
64, la mítica película surgida en la década de 1930.
Para realizar la fotografía de la niña afgana,
además de película Kodachrome 64, McCurry empleó una cámara
Nikon FM2 y unas lentes Nikkor 105mm Ai-S F2.5.
National Geographic creó un fondo de ayuda para
jóvenes afganas llamado Afghan Girls Fund. El reencuentro
fue, de nuevo, portada de la revista y dio pie a un documental
para televisión y un DVD. Además, se creó una fundación no
lucrativa de apoyo a las mujeres afganas que en 2008 amplió
la ayuda a sus hijos.
17 años después, National Geographic financió
una nueva expedición con el objetivo del reencuentro de McCurry
con la niña. Gracias a ese reencuentro, el fotógrafo supo
el nombre de la niña y la edad que tenía. La joven refugiada
pudo ver por primera vez su retrato.
National Geographic publicó un artículo con
todos los detalles de la expedición.
El fotógrafo recuerda su recelo: aquel hombre
era un desconocido, y nunca la habían fotografiado. El campo
de refugiados en Pakistán era un laberinto caótico de tiendas
de campaña. En el interior de una de ellas, la de la escuela,
aquella niña fue lo primero que llamó su atención. Al percibir
su timidez, la abordó en último lugar. Ella accedió a posar.
En 2002 tenía 30 años de edad y tres hijos.
Poco después de la primera fotografía se había casado con
su actual marido y había regresado a una aldea de Afganistán
(la primera fotografía fue realizada en un campo de refugiados
de Pakistán). En el centro de la imagen vemos la portada que
protagonizó en la versión española en abril de 2002: "Es ella.
La historia de la muchacha afgana 17 años después".
Su autor, Steve McCurry, cuenta en su libro
Untold: The Stories Behind The Photographs que la publicación
de la foto en portada fue una decisión de última hora del
director de la revista, en contra del consejo de su editor
gráfico, que había elegido un retrato de la misma niña en
el que se tapaba la cara. Otra imagen merecedora de ser portada,
ciertamente. McCurry recuerda la mirada cargada de misterio
y el recelo de la joven: aquel hombre era un desconocido,
y nunca la habían fotografiado. El campo de refugiados en
Pakistán era un laberinto caótico de tiendas de campaña. En
el interior de una de ellas, la de la escuela, aquella niña
fue lo primero que llamó su atención.
No te pierdas las imágenes de unos de los fotógrafos
más importantes de National Geographic, autor de la mítica
fotografía de la niña afgana.
Nota de prensa, Noviembre 2021:
La exposición de Steve McCurry que no te puedes
perder en Madrid. Steve McCurry trae a Madrid sus fotografías
más emblemáticas –incluida la famosa ‘Niña afgana’ que dio
la vuelta al mundo– en la exposición ‘ICONS’.
Nota de prensa, Noviembre 2021:
Ahora el gobierno italiano acaba de anunciar
en un comunicado oficial que ha dado asilo a la 'niña afgana'.
"La ciudadana afgana Sharbat Gula ha llegado a Roma" explicaban
en un comunicado oficial. Tal y como apuntaba el mismo comunicado,
"en respuesta a las solicitudes de los miembros de la sociedad
civil y, en particular, de las organizaciones sin ánimo de
lucro activas en Afganistán que, después de los acontecimientos
del pasado mes de agosto, recibieron el llamamiento de Sharbat
Gula para que se les ayudase a salir de su país, la Presidencia
del Consejo llevó a cabo el traslado a Italia en el contexto
más amplio del programa de evacuación de ciudadanos afganos
y a través del plan del gobierno para su recepción e integración".
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Una imagen que no ha perdido vigencia con el paso
de los años y que se mantiene como un ícono es la fotografía ‘V-J
Day in Times Square’ de Alfred Eisenstaedt. Una escena que ha sido
reproducida innumerables veces en el cine o el teatro y que forma
parte de nuestro subsconsciente colectivo. Greta Friedman murió
a los 92 años de edad, de neumonía a finales de 2016, según comunicó
la familia.
El 14 de Agosto de 1945, Japón se rendía definitivamente
y Estados Unidos completo salía a las calles a celebrar el comienzo
del fin de la guerra. Todo valía para festejar el final de aquella
devastadora guerra. O quizás no ...
El momento, celebrado como un monumento artístico
al fin de la guerra por décadas, adquirió un cariz distinto luego
de una entrevista que Friedman le diera al Veterans History Project
en 2005. "Sentí que él era muy fuerte. Me apretaba mucho. No estoy
segura del beso", dijo. "Era simplemente alguien celebrando. No
fue un momento romántico".
Al menos 11 hombres reclamaron ser el marinero. Y
el caso de la enfermera no fue distinto.
Friedman contó en una entrevista para el Veterans
History Project que no vio la foto hasta la década de los 1960s
en un libro del conocido fotógrafo. Inmediatamente le escribió a
la revista Life -donde se publicó originalmente la imagen-, pero
le respondieron que ya habían identificado a la mujer. Y no era
ella. No fue la única que dijo ser la mujer de la foto. El propio
Eisenstaedt se reunió con Edith Shain, una profesora de prescolar
de Beverly Hills, California, quien aseguró ser la disputada enfermera.
"Es exactamente mi figura, la ropa que usé y, especialmente, mi
peinado", insistió Friedman en 2005, defendiendo que era ella la
de la foto.
Nacida en 1924 en Austria, bajo el nombre de Greta
Zimmer, debió emigrar a Estados Unidos en 1939 junto a dos de sus
hermanas tras la ocupación nazi de Austria. Otra de sus hermanas
fue enviada a Medio Oriente. No volvió a ver a sus padres; ambos
murieron en el holocausto. El 14 de agosto de 1945 la encontró trabajando
como asistente de un dentista en pleno centro de Nueva York, por
eso llevaba su vestimenta de enfermera, según contó en 2005. Se
casó con un científico del ejército de EE.UU. en 1956 y se graduó
en Artes en 1981.
Glenn McDuffie, el veterano de guerra estadounidense
que aseguraba ser el marinero murió en una residencia de ancianos
de Dallas (Texas) a principios de 2014.
La actriz de cine Bette Davis fue la fuerza impulsora
detrás de “The Hollywood Canteen”, un bar que funcionó en Hollywood
durante la Segunda Guerra Mundial. El concepto era simple: comida
gratis, baile y entretenimiento para los militares en camino al
frente de batalla.
A pesar de que la mayoría de los asistentes al lugar
eran militares estadounidenses, la “cantina” estaba abierta a los
soldados y oficiales de todos los países aliados, así como a las
mujeres en todas las ramas del ejército de EEUU. Por si no lo sabías,
muchas de las mujeres que trabajan en la cantina eran voluntarias
famosas.
El legendario Ambassador Hotel de Hollywood era demasiado
pequeño para recibir a la vez a sus miembros del club de campo en
el centro de la ciudad y a las estrellas de Hollywood que solía
frecuentar el lugar. Así, la gerencia del sitio convirtió el salón
de baile del hotel en Cocoanut Grove y agrandó su capacidad para
poder recibir a 1.000 personas a la vez. Fue algo realmente grandioso
al punto que en 1939 el lugar sirvió como escenario de los Premios
de la Academia.
Este icónico sitio de Hollywood tenía una gran escalera
y un espacio similar a Las Vegas, con monos mecánicos, palmeras
y techos iluminados con estrellas. También había una cascada. Algo
más: los hermanos Barrymore, propietarios del lugar, soltaban a
veces a simios reales que se paseaban entre los clientes.
¿Te imaginas tomando una copa allí?
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