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Como Ana Frank, para evadir las autoridades alemanas algunos
jóvenes vivían escondidos en áticos, búnkeres y sótanos de
Europa oriental y occidental. Estos escritores describieron
las dificultades y los peligros de vivir escondido, como en
el caso de Otto Wolf, nacido en 1927 en Mohelnice, Checoslovaquia,
en el Protectorado de Bohemia y Moravia, Mina Glucksman, Clara
Kramer, nacida en 1927 en Zolkiew, Leo Silberman, nacido en
1928 en Przemysl, Polonia, Bertje Bloch-van Rhijn, Edith van
Hessen, nacida en 1925 en La Haya y Anita Meyer nacida en
1929 en La Haya, en los Países Bajos.
Estos niños permanecieron físicamente escondidos durante
la totalidad o una gran parte del tiempo en que estuvieron
ocultos. Los jóvenes a menudo debían permanecer en silencio
e incluso inmóviles en sus escondites durante horas. Tanto
los niños como sus protectores vivían con el miedo constante
de que una pelota o algo dicho en voz alta despertaran la
sospecha de sus vecinos.
Otros jóvenes vivían encubiertos a la vista de todos, pasando
como no judíos bajo la protección incierta de documentos falsos
y la adopción de una identidad ajena, como los niños cronistas
Moshe Flinker (nac. en 1926, en La Haya; fall. en 1944, en
Auschwitz) en Bélgica y Peter Feigl en Francia. Estos niños
debían adaptarse rápida y completamente a las nuevas identidades
y entornos. Los jóvenes aprendieron a responder a un nombre
ficticio, y a evitar el lenguaje o los gestos que podrían
revelar sus orígenes.
La mayoría de los niños judíos eran escondidos por individuos
o por instituciones religiosas de una fe diferente; por lo
tanto, aprendían a recitar las plegarias y el catecismo de
la religión “adoptada” para evitar que sus pares y los adultos
sospecharan. Una palabra o un gesto en falso serían suficientes
para poner en peligro tanto al niño como a sus salvadores.
La mayoría de los diarios de la época del Holocausto fueron
escritos por niños y jóvenes que residían en ghettos de la
Europa ocupada por Alemania. Los diarios de los ghettos a
menudo reflejan la segregación, el aislamiento y la vulnerabilidad
de sus autores. Exponen la privación y el sufrimiento físico
extremos vividos por los escritores, y presentan las penurias
y adversidades complejas que los judíos enfrentaron en la
lucha por la supervivencia. En los diarios de los ghettos,
el lector encuentra un relato de primera mano del terror y
la violencia de la persecución nazi, pero también conoce a
los jóvenes que intentaban sobreponerse a sus circunstancias
a través del estudio, la creatividad y el juego.
Hubo una gran producción de diarios escritos por niños en
aquellos lugares donde había muchos ghettos en la Europa oriental
controlada por Alemania, particularmente en Polonia y la ex
Unión Soviética. Entre ellos, son famosos los diarios de Dawid
Sierakowiak (nac. en 1924 en Lodz; fall. en 1943, en el ghetto
de Lodz) y de dos adolescentes anónimos de Lodz. Se han encontrado
pocos diarios completos en el ghetto de Varsovia, pero las
notas fragmentadas de Janina Lewinson (nac. en 1926, Varsovia;
fall. en 2010) sobrevivieron y se incorporaron, tiempo después,
a las memorias más recientes. Irena Gluck (nac. en 1926; fall.
aprox. en 1942), Renia Knoll (nac. en 1927) y Halina Nelken
(nac. en 1924 en Cracovia) escribieron diarios en el ghetto
de Cracovia. A su vez, Dawid Rubinowicz (nac. en 1927 en Kielce;
fall. en 1942 en Treblinka), Elsa Binder y Ruthka Leiblich
(nac. en 1926; fall. aprox. en 1942 en Auschwitz) escribieron
diarios que registraron la persecución en sus comunidades.
Varios diarios de los tiempos de guerra provenían de ghettos
ubicados en los países bálticos: Yitskhok Rudashevski (nac.
en 1927 en Vilnius; fall. en 1943, en el bosque de Ponary)
y Gabik Heller del ghetto de Vilna en Vilnius, Lituania; Ilya
Gerber (nac. en 1924; fall. aprox. en 1943) y Tamara Lazerson
(nac. en 1929 en Kaunas) del ghetto de Kovno, en Kaunas, Lituania;
y Gertrude Schneider (nac. en 1923 en Viena), una muchacha
alemana judía encarcelada en el ghetto de Riga. Sobrevivieron
muchos diarios de Theresienstadt, en Bohemia (actualmente,
República Checa), entre ellos los escritos de los hermanos
Petr Ginz (nac. 1928 en Praga; fall. aprox. en 1944, Auschwitz)
y Eva Ginzová (nac. en 1930 en Praga), Alice Ehrmann (nac.
en 1927 en Praga), Helga Weissovà (nac. en 1929 en Praga),
Helga Pollackovà (nac. en 1930), Eva Roubickovà (nac. en 1920)
y Paul Weiner (nac. en 1931 en Praga).

Página de un diario escrito por Elizabeth Kaufmann
cuando vivía con la familia del pastor André Trocmé en Le
Chambon-sur-Lignon. Le Chambon-sur-Lignon, Francia, 1940-1941.
Numerosos diarios fueron escritos por niños fuera de las
paredes del ghetto. Sarah Fishkin (nac. aprox. en 1924; fall.
aprox. en 1942), por ejemplo, llevó un diario en la Bielorrusia
ocupada, en la ciudad de Rubezhevichi. Riva Goltsman describió
los perturbadores primeros seis meses de la ocupación en Dniepropetrovsk,
en Ucrania. Leon Wells (nac. en 1925 en Stojanov, junto a
Lwów, hoy Lvov, Lviv o L'viv) escribió un diario como miembro
joven de una Sonderkommando, unidad en el campo de trabajo
forzado en la calle Janów en Lvov (Lwów), mientras que Günther
Marcuse (nac. en 1923 en Berlín; fall. en 1944, Auschwitz)
relató sus experiencias en el campo de trabajo forzado en
Gross-Breesen, que alguna vez fue una granja de capacitación
vocacional para jóvenes judíos que esperaban emigrar del Reich.
Isabelle Jesion escribió su diario bajo la ocupación alemana
en París, mientras que Raymonde Nowodworski (nac. en 1929
en Varsovia; fall. en 1951 en Israel) describió su vida en
el Centro Vauquelin, un hogar para niños dirigido por la Unión
General de Israelitas de Francia (UGIF).
Los diarios de los niños, adolescentes y jóvenes durante
la época del Holocausto reflejan una gran variedad de historias
personales y circunstancias en los tiempos de guerra. Sus
autores a menudo trataban temas tales como la naturaleza del
sufrimiento humano, las dimensiones morales y éticas de la
persecución, y la lucha por la esperanza ante la desesperación.
Cada diario refleja un fragmento de la vida de su autor, pero,
en conjunto, todos los diarios brindan a los lectores una
visión diversa y compleja de los jóvenes que vivieron y murieron
durante el Holocausto.
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El libro, que se editó en 2008, es el diario que esta
joven francesa mantuvo entre el 7 de abril de 1942 y el 15
de febrero de 1944. Son páginas que ella confiaba a su cocinera,
Andrée, con la promesa de que ésta se las haría llegar luego
a su novio, Jean Morawiecki, un muchacho que se enroló en
la Resistencia y que, como soldado, participaría en el desembarco
en la Provenza y, más tarde, en la liberación de campos de
concentración en Alemania.
Hélène Berr nació en 1921 como hija de Raymond Berr, vicepresidente
de la sociedad Kuhlmann, una química dedicada a la aplicación
industrial de sus productos, y de Antoinette Rodrigues-Ély.
Los tres morirán en el campo de concentración, porque para
el ocupante alemán -y las autoridades colaboracionistas-,
antes que franceses, eran judíos. La madre fue asesinada apenas
llegada a Auschwitz; el padre, en septiembre de 1944. Envenenado
por el médico que le atiende en la enfermería de Auschwitz-Monowitz.
Su muerte forma parte del sobrecogedor relato de David Rousset
en Los días de nuestra muerte. La hija de ambos, Hélène, murió
en abril de 1945, en Bergen-Belsen, después de haber participado
en la llamada "marcha de la muerte" que la transfirió de Auschwitz
al otro campo. No se sabe si fue debido a una paliza o al
tifus. En cualquier caso, murió pocos días antes de la llegada
de las tropas británicas.
En sus diarios, Hélène aparece como una chica a la que le
gusta y le divierte coquetear con los chicos, una buena estudiante
de filosofía e inglés que, de pronto, se descubre inmersa
en la "indefensión o desnudez ante los golpes a venir". Y,
en efecto, nada la protege: ni su inteligencia, ni su cultura,
ni su capacidad para intuir lo que se prepara. Sabe, antes
de que la lleven a Drancy, campo de paso previo para los detenidos
franceses que eran enviados a Alemania, que le espera el "horror,
horror, horror". Lo sabe porque ha leído a Shakespeare, porque
comprende como nadie el Joseph Conrad de El corazón de las
tinieblas, pero también y, sobre todo, porque no deja de hablar
con quienes van a Drancy, con quienes han viajado por la Alemania
nazi y porque no puede dejar de interrogarse sobre el destino
de los niños judíos, esos niños para quienes ella, clandestinamente,
busca familias que los adopten y escondan. "Los obreros no
judíos que envían a Alemania los envían sin esposa e hijos.
La monstruosa incomprensibilidad, el horrible ilogismo de
todo esto tortura el espíritu. Pero no hay nada que reflexionar,
pues los alemanes no buscan ni razón ni utilidad. Tienen un
objetivo: exterminar".

Hélène posa junto a su novio, Jean Morawiecki.
El diario ha permanecido oculto durante muchos años porque
Hélène habla con gran libertad de tono de amigos y familiares.
Además, durante los primeros años una vez acabada la guerra,
ese tipo de testimonios no encontraba ningún eco. El libro
de Primo Levi Si esto es un hombre fue rechazado, primero
por los editores, luego por los lectores, para, 20 años más
tarde, convertirse en una referencia obligada. En este caso,
las hojas manuscritas de Hélène fueron entregadas por la cocinera
a su legítimo destinatario. Éste las consideró como un tesoro
personal, como una prueba de amor. Unas copias mecanografiadas
permanecieron en el seno de los supervivientes de la familia
Berr y fue su sobrina Mariette Job la que entró en contacto
con Jean Morawiecki en 1992. Él vive lejos de Francia debido
a sus sucesivos destinos como diplomático profesional. Mariette
le convence de que le entregue los originales para poder restablecer
el texto en su pureza, "en su perfecto equilibrio entre el
pensamiento y la emoción".
En 2002 Mariette, con el acuerdo de los otros miembros de
la familia Berr, donó el original al Mémorial de la Shoah
de París. Y de ahí nace la voluntad de hacer una edición pública
del manuscrito. La publicación de Hélène Berr Journal no es
ajena al gran éxito obtenido hace tres años por Suite francesa,
de Irène Némirovsky, novela póstuma de una autora célebre
en su época y que cuenta el pánico de los civiles ante la
invasión alemana. Pero el libro de Némirovsky es una ficción,
inventa a partir de lo que ve, es un ejercicio de urgencia
y desesperado de una profesional de la pluma. El diario de
Hélène Berr comparte desesperación, época y mundo con el de
la ruso-francesa, pero la emoción que transmite es directa,
ajena a toda elaboración a partir de convenciones literarias
tal y como lo prueba su evocación del primer día en que debe
llevar cosida la estrella amarilla: "Son dos aspectos de la
vida actual: la naturalidad, la belleza, la juventud de la
vida, encarnada en esa mañana transparente; la barbarie y
el mal, representadas por esa estrella amarilla".
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Ana Frank ocultó dos páginas de su diario en las que escribió
chistes obscenos y una descripción de lo que ella llamaba
“asuntos sexuales” adhiriendo papel color café sobre las páginas
de su famoso cuaderno. Sin embargo, según anunció
en su momento la Casa de Ana Frank y dos instituciones culturales
holandesas, los investigadores pudieron revelar el texto oculto
mediante el uso de las nuevas tecnologías digitales.
Frank, la escritora adolescente que durante la Segunda Guerra
Mundial narró en su diario el proceso de convertirse en mujer
en un ático secreto donde se ocultaba de los nazis, pudo haber
camuflado las páginas debido al contenido sexual de esas anotaciones
que no quería que fuesen descubiertas por su padre o alguna
de las personas que convivían en el ático. “En ocasiones imagino
que un hombre viene a preguntarme acerca de asuntos sexuales”,
escribió Frank en holandés. “¿Qué podría decirle?”. Ella hace
un intento por responder dirigiéndose a un interlocutor imaginario
y utilizando un tono elevado con frases como “movimientos
rítmicos” para describir el acto sexual y “medicamento interno”,
para hablar de anticonceptivos.
También hace referencia al tema de la menstruación como una
“señal de que está madura” y al de la prostitución, diciendo
que “en París tienen grandes casas para ese fin”.
Peter de Bruijn, veterano investigador del Instituto Huygens
de Historia de los Países Bajos, comentó que las páginas recién
descubiertas no son relevantes por su contenido sexual, ya
que Frank explora asuntos similares en otras partes del diario,
incluso con términos más explícitos. Dijo que la relevancia
del hallazgo reside en que muestra los primeros intentos de
Frank por escribir con un registro más literario. “Comienza
con una persona imaginaria a quien le habla de sexo, y de
ese modo crea una especie de entorno literario para escribir
acerca de un tema con el que quizá no se siente cómoda”, explicó.
Las dos páginas fueron escritas en el primer diario de Ana
Frank —que está forrado con una cubierta cuadriculada en color
rojo con blanco— el 28 de septiembre de 1942, cuando tenía
13 años. Durante el tiempo que pasó escondida, escribió dos
versiones del diario. El primero se escribió en una serie
de cuadernillos, desde que cumplió 13 años el 12 de junio
de 1942 hasta el 1 de agosto de 1944, y era privado. Pero
un día escuchó en la radio que el gobierno holandés en el
exilio planeaba publicar historias testimoniales de las víctimas
de la ocupación alemana y decidió escribir un libro basado
en sus diarios que tituló El anexo secreto, el cual esperaba
poder publicar después de la guerra. En unos meses escribió
215 páginas sueltas pero, en agosto de 1944, fue descubierta
junto con su familia; fue arrestada y deportada. Falleció
en el campo de concentración Bergen-Belsen a escasos tres
meses de cumplir 16 años, en 1945.

De Bruijn dijo que Frank pudo haber adherido el papel a las
páginas como una forma de autoedición conforme revisaba y
preparaba su diario para la segunda versión pública. Los investigadores
de la Casa de Ana Frank descubrieron las dos páginas ocultas
en la versión original del diario mientras verificaban su
estado y fotografiaban las páginas en 2016. Los cuadernos
están resguardados para su conservación y solo se analizan
una vez cada diez años. La tecnología que les permitió a los
investigadores poder leer las páginas cubiertas sin destruirlas
no existía antes. “Las páginas pueden dañarse con el tacto,
así que no las manipulamos”, afirmó Teresien da Silva, directora
de colecciones de la Casa de Ana Frank. Mediante un programa
de fotografía e imagen digital, pudieron descifrar el texto
subyacente sin necesidad de tocar las páginas. ¿Es irrespetuoso
publicar las páginas que la joven deseaba mantener ocultas?
“Puedes compararlo, por ejemplo, con descubrir que hay algo
pintado debajo de una obra maestra de Rembrandt”, señaló Da
Silva. “Cuando te das cuenta de algo así, quieres saber qué
hay debajo porque puede darte indicios de cómo trabajaba”.
Oculta con su familia, otra familia judía (los van Pels)
y un dentista (Dussel), en una buhardilla de unos almacenes
de Ámsterdam durante la ocupación nazi de Países Bajos, Ana
Frank con trece años, cuenta en su diario, al que llamó «Kitty»,
la vida del grupo. Ayudados por varios empleados de la oficina,
permanecieron durante más de dos años en el achterhuis (conocido
como «la casa de atrás») hasta que, finalmente, fueron delatados
y detenidos. Ana escribió un diario entre el 12 de junio de
1942 y el 1 de agosto de 1944. El 4 de agosto de 1944, unos
vecinos (se desconocen los nombres) delatan a los ocho escondidos
en "la casa de atrás". Estos últimos fueron llevados a diferentes
campos de concentración. Además del Diario, escribió varios
cuentos que han sido publicados paulatinamente desde 1960.
Su hermana, Margot Frank, también escribió un diario, pero
nunca se encontró ningún rastro de éste.
Nota de prensa, Enero 2022:
¿Quién traicionó a Ana Frank? La pregunta ha sobrevolado
a historiadores e investigadores durante casi ocho décadas.
Hasta tal punto, que se ha convertido en el puntal sobre el
que se han erigido una infinidad de ensayos y novelas históricas.
Esta misma semana, sin embargo, una nueva investigación prometía
desvelar al fin el enigma. La solución llegó de la mano del
ex investigador del FBI Vince Pankoke, quien, tras seis años
de rastrear archivos y familiares de testigos, confirmó el
nombre y los apellidos del culpable: Arnold van den Bergh,
un notario judío que habría entregado a la familia a cambio
de escapar de los tentáculos de los nazis en la Segunda Guerra
Mundial. El mismo investigador sostiene que su equipo ha llegado
a esta conclusión tras analizar una treintena de teorías más
y la defiende a espada, capa y lo que se tercie . «Estamos
seguros al 85 – 90% de que fue él, es la teoría más plausible
y tenemos evidencias de que fue él», explicó a la prensa.
A su favor, arguye, cuentan con los testimonios de varios
descendientes de holandeses que sobrevivieron a la Segunda
Guerra Mundial; todos ellos, convencidos de que el 'Consejo
Judío', al que pertenecía Van den Bergh, conocía las direcciones
en las que se escondían decenas de refugiados en Holanda.
«Él entregó esa información para ganar tiempo», explica Pankoke
a este diario. Sin embargo, parece que algunos historiadores
no están del todo de acuerdo con la investigación orquestada
por Pankoke y su equipo. O, al menos, con la afirmación de
que es seguro que Van den Bergh fue el culpable. En declaraciones
realizadas al diario 'The New York Times', media docena de
expertos han arremetido contra el libro en el que el ex investigador
del FBI narra las conclusiones de sus seis años de pesquisas
–'La traición de Ana Frank', publicado recientemente en los
Estados Unidos y los Países Bajos– y han señalado los agujeros
que pueden hacer que se hunda. Y parece que son varios.

Judenrat es el nombre que recibían los consejos judíos de
gobierno de los guetos establecidos por los nazis en varios
lugares, y especialmente en el territorio del Gobierno General
de Polonia, la parte de Polonia ocupada pero no anexionada
por Alemania.
Uno de los más críticos con Pankoke ha sido el historiador
David Barnouw, autor de 'The Phenomenon of Anne Frank'. En
declaraciones, ha subrayado que él ya consideró la posibilidad
de que Van den Bergh fuera el culpable, pero que la descartó
porque solo había una prueba: una nota anónima que apuntaba
al notario y que el padre de la chiquilla, Otto Frank, recibió
tras la Segunda Guerra Mundial. A su vez, el experto holandés
ha criticado que la investigación se haya mantenido bajo el
más estricto secreto hasta que sus conclusiones fueron emitidas
recientemente en el programa '60 minutos' del canal de televisión
estadounidense CBS. En sus palabras, eso ha impedido que el
libro sea revisado por expertos en la materia. No ha sido
el único crítico. Emile Schrijver, director del 'Jewish Cultural
Quarter' de Ámsterdam, ha confirmado que, tras leer la investigación,
los libros no se mandaron hasta el último momento a los expertos–
está convencido de que «la evidencia es demasiado escasa»
como para señalar a alguien de forma tan tajante. «Es una
acusación muy grave que se ha hecho valiéndose de muchas suposiciones.
La realidad es que no se basa más que en un pequeño papel».
Ronald Leopold, director de la Casa de Ana Frank, opina lo
mismo que Schrijver. Aunque no niega que la información aportada
por Pankoke es muy valiosa, sostiene en 'The New York Times'
que debe investigarse mucho más a fondo y que, al menos por
el momento, «no hay absolutamente ninguna base para llegar
a una conclusión». De hecho, el museo presentará el libro
como un compendio de varias teorías que se han considerado
y barajado a lo largo de los últimos años, y no como una suerte
de santo grial que haya que seguir de forma ciega.

Ronald Leopold, director de la Casa de Ana Frank.

El mayor enigma de la investigación es la supuesta lista
con los escondites de refugiados que el 'Consejo Judío de
Ámsterdam', organización en la que estuvo el notario, habría
tenido en su poder durante la Segunda Guerra Mundial. Según
Pankoke, Arnold van den Bergh fue entregando poco a poco esta
información a los nazis para ganar tiempo para él y para su
familia. Laurien Vastenhout, investigadora del Instituto NIOD
para Estudios de Guerra, Holocausto y Genocio, no está del
todo de acuerdo. «¿Por qué las personas escondidas proporcionarían
sus direcciones al Consejo? No tiene ningún sentido». Leopold
confiesa que sí había escuchado la existencia de estas listas,
pero «tan solo de fuentes poco fiables». A su vez, ha agregado
al medio que «el 'Consejo Judío' estaba bajo un escrutinio
especial por parte de las fuerzas de ocupación» y que «hubiera
sido muy arriesgado mantener listas de este estilo». Vastenhout
ha sido más tajante en este sentido: «El libro está lleno
de errores. Han acusado sin tener una evidencia real. Acusar
a un judío de esta forma es como empezar de nuevo». El equipo
de Pankoke se ha defendido arguyendo que, aunque no existe
una lista física a la que agarrarse, los testimonios confirman
que existió. Palabras que ofrecen más enigmas que certezas.
Frenan el libro sobre el delator de Ana Frank en Holanda
al ser cuestionado por expertos.

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Petr Ginz, un niño judío de Praga que murió a los 16 años
en las cámaras de gas de Auschwitz, escribió a lo largo de
dos años su diario.
Estos cuadernos, perdidos durante más de medio siglo, fueron
hallados en 2003. Publicados ahora en libro, son un testimonio
desgarrador del Holocausto.
Al transbordador espacial estadounidense Columbia le faltaban
16 minutos para aterrizar en Florida. Eran las nueve de la
mañana (hora local) del 1 de febrero de 2003. Los siete tripulantes
de la nave habían comentado con la base las condiciones de
la nave momentos antes del aterrizaje. Uno de ellos, Ilan
Ramon, el primer astronauta israelí en la carrera espacial,
de 47 años, acababa de guardar en su bolsillo una pequeña
Biblia y el dibujo de un niño judío que murió en el campo
de exterminio de Auschwitz. Al tomar contacto con la atmósfera,
la nave se desintegró. La terrible catástrofe aireó el descubrimiento
de la tragedia del joven Petr Ginz, un adolescente judío de
Praga, una de las víctimas del Holocausto.
"Cuánto tiempo hace ya / que vi por última vez / ponerse
el sol sobre Petrin? / Hace ya un año casi que estoy en este
agujero / con apenas un par de calles en lugar de tus avenidas.
/ Como un animal salvaje encerrado en una jaula?". Este poema
lo escribió en 1942, desde el campo de internamiento de Terezin,
en la antigua Checoslovaquia, el joven que revivió con la
catástrofe del Columbia.
Petr Ginz murió al año siguiente en las cámaras de gas de
Auschwitz. Sus diarios salieron a la luz en 2003, cuando Jiri
Ruzicka vio en la televisión, en su casa del barrio Modrany
de Praga, el dibujo de Ginz que llevaba el astronauta. Inmediatamente
le recordó a otros que guardaba en cajas en el desván. Eran
los diarios de Petr Ginz, un testimonio desgarrador del exterminio
metódico aplicado por los nazis, escrito desde la ingenuidad
y la bondad.
La única superviviente de la familia, su hermana Cheva Pressburger,
residente en Israel, reconoció la letra: "Y recordé incluso
los acontecimientos que en ellos se describían". Los Ginz
vivían en Praga en los años anteriores a la Segunda Guerra
Mundial. Eran una familia acomodada que procuraba inculcar
a sus dos hijos, Petr y Eva, la práctica de la vida sana y
el deporte. En verano, nadaban; en invierno, esquiaban. Ota
Ginz, el padre, judío, era director de una empresa textil
en Praga. Marie, la madre, aria, amaba la música. Se habían
conocido en un congreso de esperantistas y se casaron el 8
de marzo de 1927.
En 1928 nació Petr; dos años después, Eva. Delgado, larguirucho,
el joven Ginz tenía el pelo castaño y los ojos de un bonito
color azul. Le gustaba la pintura, dibujar y leer vorazmente
cuanto caía en sus manos. Entre los ocho y los catorce años
escribió cinco novelas con unos títulos que delataban su admiración
por Julio Verne (De Praga a China, El sabio del Altai, Viaje
al centro de la Tierra, La vuelta al mundo en un segundo).
Tan sólo se ha conservado la última, El visitante de la época
de las cavernas, en la que Petr añadió un epílogo que pone
los pelos de punta: "Así fue como el Congo belga se libró
de quien lo torturaba y el mundo de aquel pretendido monstruo
prehistórico. Pero debemos preguntarnos si no aparecerá sobre
la superficie de la Tierra un nuevo monstruo, peor que aquél,
que, dominado por la maldad y dotado de los más modernos medios
técnicos, someta a la Humanidad a los más horrendos castigos".
Petr Ginz, en 1940, ante un muro con carteles
del Reich invitando a los judios de Praga a registrarse. ARCHIVO
PERSONAL DE CHAVA PRESSBURGER / COLECCIÓN DEL MUSEO YAD VASHEM
DE JERUSALEM.
Petr llevó un diario entre el 19 de septiembre de 1941 y
el 9 de agosto de 1942. No fue escrito para ser leído; son
las impresiones diarias de un adolescente que anota cosas
nimias: la visita de sus primos, las ocurrencias de su amigo
Popper, los castigos del colegio: "por la mañana, paseo; por
la tarde, colegio", o el lacónico "nada especial", en un estilo
muy similar al de otra adolescente, Ana Frank, desaparecida
también en los campos de exterminio.
Dejó de escribir en sus cuadernos poco antes de que le deportasen
(según las leyes de Núremberg del régimen nazi, a los hijos
de matrimonios mixtos los enviaban a los campos al cumplir
14 años). En estas páginas se describe la vida de los habitantes
de la ciudad de Praga ocupada por los alemanes, sus dificultades,
sus miedos. Todo parece funcionar como antes, pero poco a
poco se dictan nuevas ordenanzas sobre lo que los judíos deben
entregar, los sitios a los que no pueden ir, los transportes
en los que no pueden viajar. El 1 de enero de 1942, Ginz escribe:
"Lo que resulta ahora totalmente corriente hubiera sido motivo
de escándalo en una época normal. Los judíos, por ejemplo,
no pueden comprar fruta, gansos y aves, queso, cebolla, ajo
y muchas otras cosas. No dan cartillas de racionamiento de
tabaco a los presos, a los locos y a los judíos". Además de
todo esto, los judíos no pueden viajar en el vagón delantero
de los tranvías, autobuses y trolebuses, y tampoco pueden
pasear por la orilla del río: "Ahora ya todo el mundo sabe
/ quién es judío y quién es ario / porque al judío se le reconoce
por la estrella amarilla y negra. / Y el judío, una vez marcado
/ tiene que acatar las ordenanzas". También cada día, con
cuentagotas, desaparece algún vecino, un pariente, un amigo.
Algunos esperan el transporte, un eufemismo que esconde el
camino hacia los campos de la muerte. Petr escribe la primera
anotación en su diario un viernes 19 de septiembre de 1941.
"Han sacado un distintivo para los judíos que es más o menos
así [dibuja una estrella de seis puntas]".
Poco a poco, el diario se llena de notas intranquilizadoras:
"Han fusilado a un montón de gente por preparar sabotajes,
por tenencia ilegal de armas. Han ordenado un nuevo inventario
de la ropa de los judíos, los muebles, la máquina de coser",
o "Está permitido llevar 50 kilos de equipaje por persona,
dinero, mantas, comida y póliza de seguros".
Un seguro, qué ironía.
Una mañana, Petr asiste con estupefacción a una detención:
"Nos encontramos delante de la taberna de la calle Vezanska
con un furgón y una fila de guardias en la acera. Los de la
Gestapo sacaron a la gente de la taberna (unos ocho) y los
metieron directamente en el furgón, cerraron las puertas y
se los llevaron". En otro momento, anota: "Nos enteramos de
que (al parecer) últimamente suele haber bofetadas (a los
judíos, claro) y procuramos que no se nos viese la estrella?".
O "un alemán me echó del tranvía con muy malos modos. Me dijo
Heraus! (¡Fuera!) y me tuve que bajar?". "Nos acaba de llegar
una comunicación de la comunidad judía. Dicen que tenemos
que entregar, antes del 31 de diciembre, las armónicas, los
termómetros, las máquinas de fotografía?". Y otra: "Parece
que los judíos van a tener que entregar hasta los suéteres".
El 1 de febrero de 1942, el último cumpleaños que pasará
en casa, con su familia, anota su lista de regalos: "Un pan
dulce que hizo mamá, un libro en blanco para tomar notas,
corteza de naranja, un pañuelo". Las últimas semanas antes
de ser deportado, la letra de Petr va cambiando, los trazos
se afilan, se vuelven más nerviosos. Escucha en la radio las
noticias de la BBC, sabe que los alemanes han bombardeado
París. Se inventa un código secreto, una escritura jeroglífica
para anotar lo que oye. Es un juego y una certeza. Por el
diario pasan ráfagas del atentado en Praga que le costó la
vida a Reinhard Heydrich, el jefe de las SS, el ejecutor de
la solución final. "Ofrecen una recompensa de 10.000.000 de
coronas al que denuncie a los autores del atentado, y si alguien
los conoce y no los denuncia lo fusilarán con toda su familia".
"A todas las chicas mayores del barrio de Liben las detenían,
les lavaban la cabeza y las volvían a soltar. Están buscando
a una rubia que les cuidó la bicicleta a los autores del atentado".
El domingo 9 de agosto de 1942, Petr Ginz registra su última
anotación en el diario. Lacónico, escribe: "Por la mañana
en casa". Ya en el campo de deportados de Terezin, una ciudad
fortificada a 65 kilómetros al norte de Praga por la que pasaron
más de 140.000 judíos, Petr recuerda los momentos previos
a su llegada. "El 22 de septiembre de 1942, al llegar a casa,
le dije: mamá, no te asustes, me ha tocado el transporte".
Y los preparativos finales: "Cogí una buena cantidad de papel
y una libreta, unas cuchillas para cortar el linóleo (hacía
grabados con este material), una novela sin terminar, El sabio
del Altai, y un par de acuarelas medio rotas". A las ocho
de la noche se incorporó al transporte. "Me pusieron un panecillo
con salami en un bolsillo".
De lo que Petr hizo en Terezin se ha conservado sólo una
ínfima parte. Pintó más de 120 obras; fundó y dirigió la revista
Vedem, un semanario hecho por el grupo de jóvenes del edificio
número 1 del sector L417 del campo. Escribió infinidad de
poemas y algunas novelas. Se convirtió en un joven serio,
reflexivo. Eva llegó a Terezin dos años después y el 28 de
septiembre de 1944 vio salir en el tren hacia Auschwitz a
su hermano. "Le di a Petr rebanadas de pan por la ventanilla.
Aún tuve tiempo de cogerle la mano a través de las rejas antes
de que el guardia del gueto me echara". Murió al poco de llegar
en las cámaras de gas y su cuerpo fue arrojado a la fosa común.
Tenía sólo 16 años.
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En 1939, Gustav Kleinmann, un tapicero judío de Viena, fue
capturado por los nazis. Junto a Fritz, su hijo adolescente,
fueron mandados al campo de Buchenwald, en Alemania. Empieza
así una desgarradora historia en la que sus protagonistas
serán víctimas del hambre y de las palizas, mientras participan
como mano de obra en la construcción del mismo campo de concentración
en el que permanecerán cautivos.
Cuando Gustav reciba la noticia de su traslado a Auschwitz,
una segura sentencia de muerte, su hijo Fritz hará todo lo
posible por no separarse de su padre y seguirlo hasta Polonia.
Ante el horror cotidiano del que serán testigos, solo una
fuerza les mantendrá con vida: el amor entre un padre y su
hijo. Basado en el diario secreto que Gustav escribió durante
los seis años de cautiverio, así como en entrevistas con miembros
de la familia y supervivientes, este libro emerge como un
extraordinario relato de coraje, lealtad y supervivencia.
Entrar en un campo de concentración era generalmente sinónimo
de una muerte anunciada. Pero pasar por cinco de ellos junto
a un familiar y lograr sobrevivir los dos es más bien un milagro.
Pero ocurrió. Sus nombres eran Fritz y Gustav Kleinmann y
ni siquiera el Holocausto logró que se separaran. El escritor
Jeremy Dronfield rescató su historia en 2019, El chico
que siguió a su padre hasta Auschwitz (Planeta, 2019).
“A parte de escribir, trabajo como consultor editorial. Se
me preguntó si podía contribuir a traducir el diario de Fritz.
Es un documento muy valioso pero es difícil de leer y no logramos
encontrar editor. Pese a todo, sentí que era una historia
muy importante y que tenía que contarse, así que decidí hacerlo
yo de forma novelada”.
El libro refleja la cruda realidad por la que tuvieron que
pasar padre e hijo durante la Segunda Guerra Mundial. El futuro
era incierto pero Fritz, un joven austriaco de 18 años, tenía
clara una cosa: “Quiero estar con mi padre pase lo que pase.
No puedo seguir viviendo sin él”. Era el único familiar que
le quedaba después de que deportaran a su madre, Tini, y a
su hermana, Herta, a otro campo en Bielorrusia, donde fueron
asesinadas junto con otros mil judíos. Los otros dos hermanos,
Kurt y Edith, lograron salvar sus vidas huyendo a América
y Reino Unido.
No hubo otro padre e hijo que pasaran por todo el infierno
juntos, de principio a fin: la vida bajo la ocupación nazi,
Buchenwald, Auschwitz, la resistencia de los presos contra
las SS, las marchas de la muerte, Mauthausen, Mittelbau-Dora,
Bergen-Belsen... y volvieran a casa vivos. Su odisea de supervivencia
empezó en septiembre de 1939. Fueron apresados en Viena, donde
residía la familia, y fueron trasladados, con escasos días
de diferencia, a Buchenwald, uno de los mayores centros de
prisioneros de Alemania. Allí Gustav contrajo disentería y
estuvo a punto de morir pero, tal y como escribió en una libreta
secreta, su “pequeño” era el motivo por el que se seguía levantando
cada día. “El chico es mi mayor alegría. Nos damos fuerzas
el uno al otro. Somos uno, inseparables”.
Pero si un lugar fue especialmente oscuro en su periplo fue
su paso por Auschwitz, donde lograron esquivar la muerte gracias
a sus dotes de albañilería, construyendo, junto a otros reclusos,
como Primo Levi, el subcampo de Monowitz. De allí se fueron
a Mauthausen. El traslado de un campo a otro fue el único
momento en que padre e hijo estuvieron separados. El padre
estaba sin fuerzas. El hijo había ingeniado un plan para huir,
pero no era capaz de dejar a su progenitor atrás después de
tanto tiempo y de pasar tantas penurias. Este le dijo que
lo intentase, no podía negarle la oportunidad de vivir.
Amplía información en la biblioteca, Abril
2020.

Extracto del diario de Ana Frank, el 10
de octubre de 1942: "Esta es una foto de mi como me
gustaría verme todo el tiempo. Así quizás tendría todavía
una posibilidad de ir a Hollywood. Pero me temo que
normalmente me veo muy diferente." Ámsterdam, Holanda.

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Ana Frank no fue la única niña que escribió un diario sobre
lo que sucedía a su alrededor en un tiempo de crisis causada
por los alemanes. Hubo otra niña que vivió otra pesadilla
en lo que hoy conocemos como San Petersburgo, durante el Sitio
de Leningrado, cuando los Nazis pretendían tomar la capital
de la Unión Soviética, pero fueron detenidos por una potente
defensa de los rusos durante casi 900 días.
La chica, llamada Tanya Savicheva, vio a casi toda su familia
morir durante el suceso y falleció sin poder contar su historia
al mundo. Actualmente, los escritos que hizo sobre el Sitio
son prueba del dolor que tuvieron que sufrir casi 642 mil
inocentes civiles rusos.
“Tanya Savicheva, de doce años, comenzó su diario justo antes
de Ana Frank. Tenían casi la misma edad y escribieron sobre
las mismas cosas, sobre los horrores del fascismo. Y, nuevamente,
ambas chicas murieron sin ver el día de la victoria: Tanya
murió en julio de 1944 y Anne en marzo de 1945. “El diario
de Ana Frank” se publicó en todo el mundo y contó la historia
del autor a muchas personas. «El diario de Tanya Savicheva»
no se publicó en absoluto: contiene solo siete notas aterradoras
sobre la muerte de los miembros de su familia en Leningrado
en el momento del bloqueo. Este pequeño cuaderno fue presentado
en los Juicios de Nuremberg como un documento que condena
los terrores del fascismo (Extraído del El diario de Tanya
Savicheva traducido por Anastasia para pravmir.com). El sitio
de Leningrado -actual San Petersburgo- fue una cruel y larga
acción militar de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra
Mundial que pretendió apoderarse de la ciudad. El sitio duró
casi 900 días, desde septiembre de 1941 hasta enero de 1944.
Ante la resistencia de la población sitiada, unos 3 millones
de habitantes, Hitler provocó un asedio y dejó morir de hambre
y frío a miles de familias murieron en sus hogares. Los fallecidos
hasta que Leningrado fue liberada se estiman en más de un
millón de personas, de ellos el 90% a causa del hambre. Las
raciones diarias de pan tuvieron que ser reducidas paulatinamente
de manera considerablemente. La gente comenzó a desmayarse
en las calles, muriendo poco después. Frío y hambre, una asesina
combinación.

Entre una de las familias víctimas del sanguinario asedio
estuvo una niña, Tatiana “Tanya” Nikoláyevna Sávicheva. Nació
un 25 de enero de 1930 y falleció el 1 de julio de 1944 a
los 14 años de edad. Esta niña escribió un breve diario durante
el sitio de Leningrado. Un documento corto y sencillo pero
muy duro y conmovedor. Tan revelador fueron sus nueve páginas
que constituyeron su pequeño diario que sirvieron más adelante
como prueba en los juicios de Núremberg contra los criminales
de guerra del nazismo. Ella fue sufriendo poco a poco los
fallecimientos de miembros de su familia y ello queda reflejado
en esa especie de testamento vital que dejó de legado de las
crueldades sufridas por el totalitarismo asesino del nazismo.
En una vieja libreta Tanya fue apuntando la fecha y la hora
del fallecimiento de sus padres y hermanos hasta que, finalmente,
se quedó sola. Hay quien ha comparado este minidiario con
el diario de Ana Frank por lo conmovedor y duro de sus contenidos.
La extrema situación vivida durante el sitio de Leningrado
hizo que todas las familias pobres de la ciudad se vieran
obligadas a trabajar para en el ejército de la Unión Soviética
para sobrevivir. Con tan solo 10 años esta niña ya cavaba
trincheras, ayudaba a hacer trincheras y vigilar desde los
tejados para luego poder apagar las bombas incendiarias que
con las que acosaban las tropas nazis. Sus cuatro hermanos
desarrollaban otras labores tales como costureros militares,
o ensambladores de munición. Tanya era la más joven de la
familia de un panadero y una costurera. Su padre falleció
pronto, cuando ella tenía solo seis años, dejando a su esposa
con cinco hijos: tres niñas, Tania, Zhenia y Nina, y dos niños,
Mijaíl y Leka. La familia iba a pasar el verano de 1941 en
el campo, pero la invasión de la Unión Soviética por parte
de Alemania el 22 de junio truncó sus planes. Todos, excepto
Mijaíl, que ya se había marchado, decidieron quedarse en Leningrado.
A partir de ahí vino el hambre, el frío, las bombas, la miseria.
Los nazis empezaron tomando el control de las fronteras de
Leningrado y creando un perímetro impermeable a cualquier
intento de huida de los habitantes de Leningrado. Los bombardeos
se encargaron luego de destruir los almacenes de comida con
lo que surge una terrible crisis alimentaria. Los trabajadores
manuales recibían seiscientos gramos de pan al día, los estatales
cuatrocientos gramos y los demás civiles debían arreglárselas
con apenas trescientos gramos. Luego la situación fue empeorando
aún más. Tras la desaparición de una de las hermanas de Tatiana,
su madre le regaló una pequeña libreta para honrar su memoria.
Tatiana apenas sabía escribir pero la utilizó a manera de
recuerdo de sus familiares.

La primera anotación del diario de Tatiana data el 28 de
septiembre de 1941. Su hermana Zhenia no regresó de la fábrica
de minas para el ejército distante siete kilómetros de su
casa. Había fallecido congelada. Murió en brazos de su hermana
Nania tras encontrarla cuando salió en su búsqueda. "Zhenia
murió el 28 de diciembre de 1941, a las 12:30 horas", escribió
en este inicio del dramático diario. Durante su sepelio la
madre expresó una trágica premonición: "Nosotros te estamos
enterrando, hija mía, pero ¿quién nos enterrará a nosotros?".
A continuación comenzaron a fallecer los más débiles. La abuela
fallecía dos días después del cumpleaños de su nieta Tanya,
en 1942. Tras enfermar se negó a que la ingresaran en un hospital,
tal vez porque no quería dejar desamparados a sus nietos.
"La abuelita murió el 25 de enero de 1942, a las 3:00 de la
tarde" fue la segunda anotación de esta niña en su diario.
El mayor de los hermanos, Leka, estaba casi siempre ausente
de la casa ya que trabajaba y pernoctaba en la fábrica. Eso
provocaba que solo acudiese a la casa familiar solo de vez
en cuando. Una distrofia causada por una pésima alimentación
terminó llevándoselo a la tumba con tan solo 24 años. Y con
el fallecimiento del hermano mayor llega la tercera anotación
de Tanya: "Leka murió el 17 de marzo de 1942, a las 5:00 a.m."
Según los expertos la caligrafía de Tatiana señala también
la situación de penuria, tristeza y drama al volverse cada
vez torna cada vez “más trémula y desigual” lo que indicaría
un deterioro físico e intelectual progresivo. "El tío Vasia
murió el 13 de abril de 1942, 2 horas después de la medianoche".
Es a partir de este cuarto fallecimiento, el de su tío Vasia,
cuando los problemas de coordinación se reflejan más en sus
escritos. Hay que ponerse en la situación de Tatiana ya que
cuida tanto de su madre como de su tío Lesha, gravemente enfermos
de inanición. Con su corta edad y su lamentable estado, Tania
va desmontando y cortando a trozos los muebles de las dos
casas para quemarlos en la estufa y poder resistir hasta el
final del invierno. Es apreciable que en la nota del fallecimiento
de su tío Lesha, Tanya no escribe la palabra “morir” y solamente
apunta la fecha: "El tío Lesha el 10 de mayo de 1942 a las
4:00 a.m." Ya solo quedaban con vida su madre y ella... pero
era cuestión de tiempo. Tres días después de su tío Lesha,
llega el óbito a su madre y su necrológica supone una de las
frases más cortas y a la vez más duras del diario de Tanya:
"La mamá el 13 de mayo de 1942 a las 7.30 a.m.".También suprime
la palabra murió”. Tatiana fue testigo de la cruel y lenta
desaparición de toda su familia y se quedó completamente sola.
No sabía que sus hermanos Mijail y Nina, dados por muertos
en su huida, sobrevivieron al asedio y más tarde se encargarían
de difundir su memoria. Por eso Tatiana, antes de ser ingresada
en una guardería infantil, escribió el siguiente texto terrible:
"Los sávichev murieron". Y en el culmen del drama humano,
de la nostalgia y la soledad escribe: "Murieron todos". Y
finalizamos con la última de sus notas que produce una enorme
tristeza: “Sólo quedó tanya". Esta fue su final anotación
de su dramático diario.

Tanya fue rescatada junto con otros 140 niños en agosto de
1942. Desnutridos y gravemente enfermos fueron hospitalizados
en la localidad cercana a Leningrado de Krasni Bor. Todos
los niños salvo Tanya lograron recuperarse y sobrevivir. Tatiana,
murió de tuberculosis intestinal el primero de julio de 1944,
a los 14 años de edad, antes se quedó ciega y no pudo vencer
a la muerte por las secuelas del hambre y la desnutrición
El diario de sesenta palabras nunca se publicó. Puede verse
hoy el original en el Museo de Historia de Leningrado (San
Petesburgo), y una copia en el Memorial Tanya Sávicheva. Con
este reportaje pretendemos recordar a Tatiana y hacer honor
a su memoria. Recordar para honrar, honrar para hacer justicia
a la historia.
Las 9 hojas del diario:
1.-Zhenia murió el 28 de diciembre de 1941, a las
12:30 horas.
2.-La abuelita murió el 25 de enero de 1942, a las
3:00 p.m.
3.-Leka murió el 17 de marzo de 1942, a las 5:00 a.m.
4.-El tío Vasia murió el 13 de abril de 1942, 2 horas
después de la medianoche.
5.-El tío Lesha el 10 de mayo de 1942 a las 4:00 p.m.
6.-La mamá el 13 de mayo de 1942 a las 7.30 a.m.
7.-Los Sávichev murieron.
8.-Murieron todos.
9.-Solo quedó Tanya.

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Su diario fue encontrado después de la guerra
y fue utilizado como evidencia contra los criminales nazis
en los juicios de Nuremberg. Solo su hermano Mijail y su hermana
Nina lograron sobrevivir. Ellos se encargaron de dar a conocer
al mundo la historia de su hermana.
Mijail y Nina, los únicos sobrevivientes de
la familia Savícheva con la foto de su hermana Tatyana, "Tanya".
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Los nazis la mataron a tiros en 1942. Su diario secreto se
publicará después de estar 70 años en la bóveda de un banco.
El Diario de Renia: La vida de una niña en la sombra del
Holocausto, finalmente publicado por su familia. Y ya están
haciendo comparaciones con el diario de Ana Frank por su claridad
y escritura hábil.
Descrito por su editorial, Penguin Books, como “un testimonio
extraordinario tanto de los horrores de la guerra como de
la vida que puede existir incluso en los tiempos más oscuros”,
el diario se lanzó en septiembre de 2019. El diario,
de casi 700 páginas, comienza en enero de 1939 cuando Renia
tenía 15 años y narra su escape de los bombardeos en su ciudad
natal, la desaparición de otras familias judías y la creación
del gueto. Renia y su hermana Elizabeth (cuyo nombre original
era Ariana) se separaron de su madre, que estaba del lado
alemán durante la guerra. Casi cada entrada del diario termina
con “Dios y Bulus me salvarán”, usando el apodo de la niña
para su madre. Como aspirante a poeta, Renia también llena
su diario con docenas de composiciones, así como relatos de
que se enamoró por primera vez de un niño llamado Zygmunt
Schwarzer. Los dos intercambiaron su primer beso unas horas
antes de que los nazis llegaran a Przemysl.
Renia fue asesinada en julio de 1942 a la edad de 18 años
cuando los nazis la descubrieron escondida en un ático. Ella
dejó el diario con su novio, quien escribió las últimas líneas
escalofriantes y desgarradoras: “¡Tres disparos! ¡Tres vidas
perdidas! Todo lo que puedo escuchar son disparos, disparos”.
Schwarzer lo compartió con alguien más para su custodia antes
de ser deportado a Auschwitz. Él sobrevivió, se mudó a Estados
Unidos y en 1950 logró devolver el diario a la hermana de
Renia, Elizabeth, junto con su madre Róza, quienes vivían
en Nueva York. Elizabeth no pudo leerlo, por lo que decidió
depositarlo en una bóveda de banco. No fue sino hasta 2012
que su hija Alexandra Bellak presionó para que el diario fuera
traducido al inglés para que personas de todo el mundo pudieran
leerlo. “Tenía curiosidad sobre mi pasado, mi herencia, esta
mujer especial de la que me dieron su nombre (el segundo nombre
es Renata) y no hablo polaco (¡gracias mamá!). Y nunca lo
leyó porque era demasiado doloroso”, le dijo Alexandra a CNN
en una entrevista realizada a través de Facebook Messenger.
Cuando lo leyó por primera vez, estaba “desconsolada”, dijo.
“Entendí su profundidad y madurez, y su excelente escritura
y poesía, y con el surgimiento de todos los ismos: antisemitismo,
populismo y nacionalismo, tanto mi madre como yo vimos la
necesidad de darle vida a esto”.
Alexandra dijo que su madre, que ahora tiene 87 años, no
ha leído el diario en su totalidad porque es demasiado doloroso
para ella. “Ella leyó solo los extractos que estaban impresos
en el Smithsonian”, agregó. Agregó que la primera reacción
de las personas que lo han leído ha sido abrumadora. “Desde
pequeños a mayores, elogian la escritura sobresaliente, el
anhelo de una vida normal, el anhelo de su madre”, dijo Alexandra.
Aquí hay algunos extractos del libro:
15 de agosto de 1939: No te he hablado por un tiempo.
El final del año escolar ya pasó, mis vacaciones de
verano están casi terminadas y no he hablado contigo.
Fui a ver a mi tía al campo, fui a Varsovia, vi a mamá
y ahora estoy de regreso. Pero no sabes nada de eso.
Estabas acostado aquí, te quedaste solo con mis pensamientos
y ni siquiera sabes que tenemos una movilización secreta,
no sabes que los rusos han firmado un tratado con los
alemanes. No sabes que la gente está acumulando comida,
que todos están en alerta, esperando por… la guerra.
7 de junio de 1942: Dondequiera que mire, hay derramamiento
de sangre. Esos pogromos terribles. Hay asesinatos,
asesinatos. Dios Todopoderoso, por enésima vez me humillo
delante de ti, ¡ayúdanos, sálvanos! Señor Dios, déjanos
vivir, te lo ruego, ¡quiero vivir! He experimentado
muy poca vida. No quiero morir. Tengo miedo a la muerte.
Todo es tan estúpido, tan mezquino, tan poco importante,
tan pequeño. Hoy me preocupa ser fea; mañana podría
dejar de pensar para siempre. Piensa, mañana podríamos
no ser Un cuchillo frío de acero Se deslizará entre
nosotros, ya ves Pero hoy todavía hay tiempo para la
vida Mañana el sol podría eclipsarse Las balas de las
armas podrían romperse y rasgarse Y aullar – pavimentos
inundados Con sangre, con escoria sucia y apestosa Lavado
de cerdos Hoy estás vivo Todavía hay tiempo para sobrevivir
Mezclemos nuestra sangre Cuando la canción aún avance
La canción de la inundación salvaje y furiosa Traída
por los muertos vivientes Escucha, cada uno de mis músculos
tiembla Mi cuerpo se tambalea por tu cercanía Se supone
que es un juego de asfixia, esto es No hay suficiente
eternidad para todos los besos.
15 de julio de 1942: Recuerda este día; recuérdalo
bien. Le dirás a las generaciones por venir. Desde las
8 en punto de hoy hemos estado encerrados en el gueto.
Yo vivo aquí ahora. El mundo está separado de mí y yo
estoy separada del mundo.
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Elisabeth Kaufmann, de dieciséis años, se vio atrapada en
un dilema durante la primavera de 1940. Giraba en torno a
una pregunta básica que cortaba el corazón de su identidad
personal. ¿Era austriaca o judía? Por supuesto, no había una
razón real por la que no podía ser ambas cosas, pero las ideas
racistas nazis no permitían esa posibilidad. La ironía de
la situación de Elisabeth era que ya no vivía en Austria;
sin embargo, la pregunta la siguió cuando se fue.
Elisabeth Kaufmann, de dieciséis años, se vio atrapada en
un dilema durante la primavera de 1940. Giraba en torno a
una pregunta básica que cortaba el corazón de su identidad
personal. ¿Era austriaca o judía? Por supuesto, no había una
razón real por la que no podía ser ambas cosas, pero las ideas
racistas nazis no permitían esa posibilidad. La ironía de
la situación de Elisabeth era que ya no vivía en Austria;
sin embargo, la pregunta la siguió cuando se fue.
1933–39: “En 1933 los nazis incluyeron a mi padre en su lista
negra como escritor antifascista, así que regresamos a Viena.
Con el fascismo en auge allí, nuestro padre partió y finalmente
logró llegar a París. Nosotros debíamos encontrarnos con él,
pero las fronteras del Reich estaban cerradas para los judíos.
Finalmente, nuestra madre usó sus joyas para obtener visas
francesas. En noviembre de 1938 llegamos a París. Cuando la
guerra estalló en septiembre de 1939, los franceses recluyeron
a los hombres alemanes en calidad de ‘extranjeros enemigos’,
incluso a mi padre y a mi hermano.”

1940–44: “En junio de 1940, el ejército alemán avanzaba hacia
París, y mi madre y yo debimos huir nuevamente. Nos unimos
a la corriente de refugiados que se dirigían al sur el día
antes de que los alemanes invadieran París. Ella hacía dedo;
yo me trasladaba en bicicleta. Acordamos que, todos los días,
nuestro punto de encuentro sería el ayuntamiento de la ciudad
donde ella llegara. En Vendome, mientras yo la esperaba, aviones
alemanes bombardearon la ciudad y ametrallaron la carretera.
Fui evacuada antes de que pudiera encontrarme con ella. Me
angustió perder a mi madre, pero debía continuar.”
La Alemania nazi se hizo cargo de Austria en 1938, por lo
que Elisabeth y su familia huyeron a Francia para escapar.
En Francia, el gobierno debería haber reconocido a los judíos
alemanes y austriacos como refugiados, pero eso no fue lo
que sucedió. En cambio, cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial,
el gobierno francés exigió que muchos hombres alemanes y austriacos,
incluso refugiados, fueran internados como "extranjeros enemigos".
Esto sucedió durante el período de la llamada "Guerra Ficticia"
desde septiembre de 1939 hasta principios de mayo de 1940.
Durante este tiempo, Alemania atacó a Polonia en el este,
pero no hizo ningún movimiento contra Francia en el oeste.
La "Guerra Ficticia" terminó el 10 de mayo cuando Alemania
invadió Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo. Luego comenzaron
a circular rumores de que la política de internamiento se
ampliaría considerablemente.
El 13 de mayo, Elisabeth escribió: “Nosotros, como austriacos,
estamos en un gran estado de ansiedad. El decreto oficial
no establece claramente si los austriacos caen bajo la orden
de internamiento, o si hemos sido exceptuados. Mi madre y
yo (hoy me salí de la escuela) corremos de una oficina a otra
y recibimos respuestas evasivas. Un comisionado dice 'sí'
y otro 'no'. Juegan con nuestros nervios como si fueran juguetes.
Este tipo de día es estresante y lleno de dudas acerca de
perder en los próximos tres días lo que uno valora más en
la vida, lo que queda de nuestra libertad personal ".
Al final resultó que, Elisabeth no fue enviada a un campo
de internamiento como había temido ese día. En cambio, terminó
huyendo por su vida a medida que el ejército alemán se acercaba
cada vez más a París. Cuando cayó Francia, Elisabeth encontró
refugio en Le Chambon-sur-Lignon con la familia de André y
Magda Trocmé. Finalmente, ella y sus padres pudieron escapar
a los Estados Unidos. Había recuperado la libertad de esa
persona que era tan importante para ella, pero fue una de
las pocas afortunadas que pudo hacerlo.


Páginas ilustradas del diario de un niño, escrito en
un campo de refugiados suizo. La anotación del diario
describe cómo cruzaron la frontera suiza. El texto dice:
“Salimos del bosque y llegamos a un claro. Teníamos
que guardar todo el silencio posible porque estábamos
muy cerca de la frontera. ¡Ah! Casi me olvido. Antes
de salir del bosque, debimos detenernos durante un cuarto
de hora mientras iban a explorar el área y cortar la
cerca. Por suerte, enseguida retomamos la caminata.
Vimos una pequeña estación de guardia que estaba literalmente
en frente del boquete hecho en la cerca. Afortunadamente,
el guardia no estaba allí. De a uno, en silencio, cruzamos
por ese hueco. ¡Qué emoción! Finalmente, estábamos en
territorio libre, en Suiza”.
Suiza, 1943-1944.
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Otto Wolf (1927-1945) fue un adolescente judío checo que
registró las vivencias de su familia cuando vivían ocultos
en la Moravia rural durante la Segunda Guerra Mundial. Su
diario fue publicado póstumamente.
Otto Wolf nació el 5 de junio de 1927 en Mohlnice, Moravia,
en una familia asimilada de clase media. Tenía un hermano
mayor, Kurt, y una hermana mayor, Felicitas (apodada Lici
o Lica). Cuando Alemania anexó Checoslovaquia en 1939, la
familia Wolf vivía en la ciudad de Olomouc, Moravia, donde
el padre de Otto tenía un negocio. Las repercusiones para
su familia los llevaron a huir rápidamente a la pequeña ciudad
de Tršice. Dos años después, Alemania atacó a la Unión Soviética.
Kurt se unió a la unidad militar checa luchando contra los
alemanes en la Unión Soviética, mientras que el resto de la
familia permaneció en Tršice.
.jpg)
Una citación para denunciar la deportación de
Felicitas Wolf, la hermana mayor de Otto Wolf.
Menos de seis meses después, su familia recibió su aviso
de deportación y en 1942 se escondió en el bosque a las afueras
de Olomouc. En el transcurso de los siguientes tres años,
Otto mantuvo una cuenta detallada mientras él y su familia
se mudaban entre escondites, formando complejas, y a veces
tensas, relaciones con amigos o conocidos que decidieron ayudar.
El 18 de abril de 1945, Otto fue arrestado y denunciado como
judío, torturado por la Gestapo, asesinado a tiros y asesinado.
Sus padres y su hermana sobrevivieron y fueron liberados por
las fuerzas soviéticas el 8 de mayo de 1945.

"Salimos de Tršice a las 2 de la tarde
rumbo a Olomouc. Nos están mudando. Josef Lón nos lleva, porque
la Sra. Zdražilová no pudo encontrar a nadie más. Las despedidas
son difíciles, y todos estamos bastante molestos. Pasamos
un buen rato y llegamos a Olomouc alrededor de las 4 de la
tarde. Antes de irnos a Tršice, entregué la llave de nuestro
departamento en la oficina del distrito y también obtuve documentos
de identificación para Licka [Felicitas, la hermana de Otto].
Bajamos en Olomouc-Hodolany y le decimos a Lón que vamos a
ver a un médico y algunos amigos. Entramos en un edificio
de apartamentos. Solo para que parezca legítimo, papá pregunta
dónde vive el Sr. Hanzlík. Quitamos las estrellas de nuestra
ropa de inmediato. Alrededor de las 4:30 PM, dejamos Olomouc-Hodolany
para regresar a Tršice. Lón había entregado los paquetes en
la escuela, y nos vamos a pie. Marchamos incansablemente hasta
las 11:45 p. M. Sólo tomamos alrededor de una hora de descanso
en el camino. Pasamos por Veliký Týnec alrededor de las 7
PM. De todos modos, llegamos al bosque alrededor de la medianoche.
Slavék ya había estado aquí con las mochilas, pero debido
a que llegamos tan tarde, volvió con ellas y luego llevaron
la máquina de coser y la caja con cosas que habían sido preparadas
para la casa del pintor Zdar?il. No dormimos mucho, simplemente
nos acostamos allí. Sentimos que nos han azotado."

La última entrada, fecha el 13 de Abril
de 1945.

Esta imagen muestra el libro 4 del diario de
Otto Wolf. Esta es la primera anotación de Felicitas Garda
(hermana de Otto Wolf), con fecha del 17 de abril de 1945.
Felicitas continuó el diario de Otto, cuando él desapareció.

Una página del diario de Eugenia Hochberg,
escrito mientras vivía oculta en Brody, Polonia. La
página contiene una cronología de los hechos importantes
que sucedieron durante la guerra, tales como las muertes
y deportaciones de familiares y amigos. Brody, Polonia,
julio de 1943 a marzo de 1944.

Peter Feigl, un niño judío oculto en el
pueblo protestante de Le Chambon-sur-Lignon. Le Chambon,
Francia, 9 de agosto de 1943.

Página del diario de Peter. Las fotos
muestran a sus padres, que murieron en un campo de concentración.
El texto está en francés y en alemán.

Fotografía de la preguerra de Kitty Weichherz.
Esta fotografía fue tomada de un diario de la vida de
Kitty escrito por su padre, Bela Weichherz (después
del nacimiento de Kitty en diciembre de 1929, Bela llevó
un diario de la vida de su hija hasta que la deportaron).
Kitty y todos sus familiares más cercanos murieron.
Los dos diarios de Bela fueron recuperados después de
la guerra. Checoslovaquia, entre 1934 y 1937.
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