------------------------------------------------------------------------------------------------------------
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Octubre de 1921. Angelina Beloff, pintora rusa
exiliada en París, envía una carta tras otra a su amado Diego
Rivera, su compañero desde hace diez años, que la ha dejado
abandonada y se ha marchado a México sin ella. Angelina, a
quien Diego se dirige con el diminutivo de Quiela, fue la
primera esposa del muralista mexicano y una excelente pintora,
eclipsada por el genio de su marido. Su relación, marcada
por la pobreza y por la tiranía de Rivera, fue tormentosa,
y la adoración de Quiela, incondicional. Brutal, ególatra,
irresistible, Rivera se nos dibuja como un monstruo que hace
su voluntad en el arte y el amor. «Ella me dio todo lo que
una mujer puede dar a un hombre», diría Rivera. «En cambio,
recibió de mí todo el dolor en el corazón y la miseria que
un hombre puede causarle a una mujer.»
Otra maravilla de ...
En noviembre de 1914, tras el estallido de la
Primera Guerra Mundial, Stefan Zweig anotó en sus Diarios:
«He tenido que escribir a Romain Rolland, necesitaba desahogarme
con un amigo. Aquí nadie me entiende: carecen de la voluntad
firme de ser justos». Y precisamente ese elevado sentido de
la justicia, así como su fervorosa defensa del pacifismo y
de los ideales humanistas, unió al futuro Nobel francés con
su más fiel discípulo austríaco. Ambos se pronunciaron públicamente
contra la contienda, denunciando en sus cartas las noticias
falsas, el odio entre naciones y el egoísmo de los que guardan
silencio. Esta correspondencia, escrita por dos espíritus
afines desde dos países enfrentados, es un testimonio excepcional
de la catástrofe de la Gran Guerra y del ferviente deseo de
dos de los escritores más lúcidos de la primera mitad del
siglo XX de construir una Europa unida basada en la fraternidad
entre los pueblos.
En Napoleón y Josefina, a partir de estas cartas,
por primera vez traducidas y compiladas de forma íntegra en
español, Ángeles Caso reconstruye la historia de los encuentros
y desencuentros de estos dos amantes, de sus confidencias
y deseos, de sus desengaños y sus celos, de su pasión y sus
traiciones, unidos durante años por una correspondencia que,
en correos a caballo, atravesó toda Europa, de España a Rusia,
de Italia a Alemania, sorteando el fragor de todas las batallas
en las que Napoleón luchó por su gloria, por Francia y por
su Imperio.
El descubrimiento de estas veintitrés cartas
enviadas a una dama cuya existencia ignorábamos conforma una
deliciosa novela epistolar. Marcel Proust ya sufría el incordio
del ruido entre las paredes forradas de corcho de su dormitorio
cuando el doctor Charles D. Williams, dentista estadounidense,
trasladó su próspera consulta al piso de arriba, en el número
102 del boulevard Haussmann. Proust y Marie Williams, la esposa
del doctor, una mujer culta y sensible de temperamento artístico,
pronto se convertirían en asiduos corresponsales, rivalizando
en cortesía y estilo. Las cartas tratan, ante todo, del ruido
de las obras en el piso de los Williams, que torturan a Proust
durante las horas de sueño y trabajo; pero también de música,
pues la señora Williams es una apasionada melómana y toca
el arpa, de rosas, naturales y metafóricas, intercambiadas
con las cartas, de la enfermedad –la suya y la de su vecina–
y de la soledad. Desgraciadamente no tenemos las cartas de
la señora Williams, pero por las de Proust podemos apreciar
el refinamiento con el que se expresaba en ellas. En sus respuestas
despliega todas sus artes de seducción, hace brillar su humor,
su cultura y el característico genio proustiano para iluminar
el dolor. El escritor no sólo desea complacer a una vecina
que posee la llave del silencio, sino que siente también por
esa otra reclusa auténtica simpatía, una forma de afecto.
El doctor Williams y su esposa dejarán el boulevard
Haussmann al mismo tiempo que Proust, que, obligado a mudarse
como consecuencia de la venta del inmueble, lo abandonará
el 31 de mayo de 1919. Sus últimas cartas se han perdido,
no sabemos si contenían una despedida apasionada o viraron
al tono convencional de las relaciones formales. Él y la señora
Williams se vieron en persona como mínimo una vez, pero jamás
habló de ella con nadie.
Henry James está considerado como uno de los
grandes narradores que ha dado la literatura estadounidense
del siglo XIX. Su prolífica producción literaria, con títulos
tan emblemáticos como «Otra vuelta de tuerca» o «Retrato de
una dama», sigue ganando numerosos lectores aún hoy en todo
el mundo. Sin embargo, el enigma es el propio James, su misma
biografía, la de un hombre que quiso saltarse las exigentes
normas de su tiempo. Su extenso y rico epistolario nos permite
conocer más de cerca al hombre detrás de la obra literaria.
Eso es lo que aparece en un estupendo y delicioso libro publicado
por Elba titulado «Amado muchacho» donde se recoge las 77
cartas conservadas que el ya maduro escritor dirigió al joven
escultor Hendrik Christian Andersen de quien se enamoró perdidamente.
Se recoge en este volumen una amplia selección
de la producción epistolar lorquiana en la que están representados
la mayoría de sus destinatarios, con lo que se ha intentado
ofrecer al lector una imagen completa de Lorca no sólo como
oerta sino también, y sobre todo, como hombre que, a través
de sus cartas, deja vislumbrar su alegría, su afán creador,
sus inquietudes y sus miedos. Fundamental instrumento de conocimiento
y de interpretación crítica, el texto ha sido depurado de
toda anotación que pudiera entorpecer su lectura.
Si las cartas europeas cuentan una novela de
iniciación, estas cartas americanas ensayan otras formas de
narración. La correspondencia enviada a su familia desde Nueva
York presenta a un Manuel Puig que ya se siente seguro de
su escritura. Los años de residencia en Río de Janeiro, en
cambio, muestran el trabajo de un autor consagrado que reparte
su tiempo entre nuevas obras, el armado de su extensa videoteca,
su rol de conferencista internacional y la revisión de traducciones
y adaptaciones teatrales y cinematográficas de sus libros.
Todas las cartas de este volumen tienen un rasgo en común:
revelan el genio íntimo de Puig, uno de los escritores mas
importantes de la literatura hispnoamericana del siglo XX.
Libros del Zorro Rojo publica las Cartas a Ophélia
de Fernando Pessoa en un volumen prologado por Antonio Tabucchi
e ilustrado por Antonio Seguí, una de las mayores figuras
del arte contemporáneo. La reedición de este epistolario (publicado
por LZR en 2011) recupera una correspondencia forjada en los
años decisivos de la producción literaria de Fernando Pessoa,
el mayor poeta portugués del siglo XX. El libro se divide
en dos partes; en la primera, «Cartas a Ophélia – Primera
etapa 1920», descubrimos un amor puro, inocente y sublime,
que roza lo juvenil, que hace que cada carta sea inolvidable.
La segunda parte corresponde a la «Segunda etapa 1929 – 1930»;
ya para esta época Álvaro de Campos domina completamente la
relación entre ambos y la cordura de Pessoa está casi por
completo en manos de su heterónimo más complejo y exaltado.
Alejandra Pizarnik, habitual de juezyverdugo.es,
inició una terapia psicoanalítica con León Ostrov a los 18
años. El tratamiento se interrumpió transcurrido poco más
de un año, pero el profundo interés de ambos por la filosofía
y la literatura derivó en una relación de amistad que se afianza
durante los años en que Alejandra residió en Francia (1960-1964).
De este período data la mayor parte de las cartas reunidas
en ste libro, hasta el momento inéditas. En ellas, la poeta
relata su experiencia de vida parisina, las nuevas relaciones
que establece (con Simone de Beauvoir, Julio Cortázar, Marguerite
Duras, Octavio Paz, André Pieyre de Mandiargues, Eduardo Jonquières),
la precariedad económica de los primeros tiempos, el vínculo
ambivalente con su familia, los desafíos, logros y dificultades
de su proceso creador, pero fundamentalmente los profundos
terrores y angustias que la atraviesan en los momentos de
depresión más devastadores.
La confianza depositada en su ex-analista y
el esfuerzo de éste por sostenerla a pesar de la distancia
otorgan a estas cartas una particularidad que las distingue
de muchas de las dirigidas a otros destinatarios. La presente
edición incluye un Estudio Preliminar de Andrea Ostrov y un
Dossier con reproducciones facsimilares de los originales
de esta correspondencia.
El presente libro, que recoge las cartas que
Rosa Luxemburg escribió desde la cárcel a sus amigos y compañeros
de lucha, es capaz de condensar su pensamiento más profundo
sobre la situación política del momento y las perspectivas
futuras del socialismo. En ellas muestra su espíritu independiente,
lógico y penetrante, así como su deseo de conocer y teorizar
más allá de la doctrina marxista que inspiró su obra y sus
acciones. Pese a su situación y represión, Rosa Luxemburg
nunca dejó atrás sus ideas, sino que siguió escribiendo incansablemente
para defender sus convicciones, manifestando, aun estando
presa, un conocimiento del momento político sorprendente.
Cartas de la prisión es, por tanto, una muestra más de la
brillantez de una mujer cuyo pensamiento sigue siendo capaz
de remover en la actualidad muchas conciencias.
Estas cartas, en las que se entretejen el amor
y la complicidad, lejos de reducirse al apoyo frente a la
adversidad que acompaña los días de Rosa, constituyen un espacio
de construcción política. El colonialismo, el imperialismo,
las desigualdades entre varones y mujeres son algunas de las
preocupaciones que se entrelazan en las cartas con aspectos
menos conocidos de Luxemburgo: su placer por la lectura, sus
habilidades con el dibujo, su amor por los vivientes no humanos,
en especial por las flores, los pájaros y por su adorada gata
Mimi. Escritas con el pulso propio de las huidas, los arrestos
y el frenesí de la militancia cotidiana, en estos textos se
lee una ética del cuidado que abre una dimensión afectiva
de la vida política.Esta edición presenta materiales inéditos
en español, documentos, manuscritos e ilustraciones, así como
extractos de su herbario personal. Con prólogo de Esther Díaz,
las cartas -cuidadosamente traducidas y anotadas- son presentadas
por capítulos que permiten contextualizar los acontecimientos
históricos y biográficos en curso. Además de acercarnos a
la vida personal de una de las figuras más interesantes e
influyentes de la historia política, y al escenario de ebullición
cultural y política de la Europa de entre siglos, en estas
cartas encontramos aportes relevantes para pensar los debates
feministas y de la izquierda actuales.
Un documento fundamental para entender no sólo
la obra y la vida de la gran pensadora alemana sino también
la biografía moral, política e intelectual de la segunda mitad
del siglo XX. La correspondencia que la autora de Los orígenes
del totalitarismo mantuvo a lo largo de veinticinco años con
Mary McCarthy, una de las novelistas y ensayistas norteamericanas
más brillantes del pasado siglo, constituye, en efecto, un
diálogo inteligentísimo, edificante, ameno e iluminador sobre
la historia y la cultura de Europa y Estados Unidos desde
los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial hasta las
secuelas de los movimientos del 68, además del emotivo testimonio
de una amistad entre dos de las mujeres más lúcidas de su
tiempo.
Entre 1873 y 1917, Rosa Luxemburgo mantuvo una
extensa correspondencia con cuatro destinatarios: Leo Jogiches,
Kostja Zetkin, Paul Levi y Hans Diefenbach, amores públicos
o clandestinos con quienes compartió los debates de la coyuntura
internacional, los pormenores de la militancia, el incremento
de su presencia pública, el desastre de la guerra y el agobio
del presidio. En estas cartas, en su mayoría inéditas en nuestra
lengua, la urgencia del presente aparece desde un punto de
vista íntimo, atravesado por el permanente deseo de conquistar
una vida «honesta y plena» y por el encuentro de su amplia
sensibilidad estética con su incursión en la pintura, la literatura
y la botánica. Esta correspondencia permite acceder a las
capas biográficas de una de las mujeres más importantes de
su época, cuyo asesinato político en 1919 fue decisivo para
el curso del socialismo durante el siglo XX. Dime cuándo vienes
es una selección que puede ser leída con la intensidad de
una novela de formación.
«Ya no soy Modersohn y tampoco soy ya Paula
Becker. Soy Yo, y espero ser cada vez más Yo», escribió la
pintora Paula Modersohn-Becker al poeta Rainer Maria Rilke
en una carta en febrero de 1906. En el umbral del siglo XX,
la artista lo apostó todo para ser «alguien». Y se convirtió
en la más audaz innovadora, desafiando siglos de representación
del cuerpo femenino y de la vida doméstica en el arte. Antes
de ella, ninguna pintora se había retratado desnuda, ni embarazada,
ni había representado a madres desnudas con sus bebés, dando
el pecho. A medida que su arte evoluciona, Paula se debate
entre París y su hogar en la colonia de artistas de Worpswede,
en el norte de Alemania. En París puede concentrarse en su
trabajo, ir a exposiciones y conocer a artistas como Rodin
y Monet. Pero Alemania es su hogar, donde vive su marido,
el pintor Otto Modersohn. Exigente, obstinada y certera en
lo que respecta a su arte, también era alegre, divertida y
sensual; estaba llena de vida y, por tanto, igualmente de
dudas e incoherencias, de intrépidos saltos hacia adelante
o de inesperados pasos atrás. Le encantaban el arroz con leche,
la compota de manzana, pasear por la landa, Cézanne, bañarse
en el mar, estar desnuda al sol, prefería leer a ganarse la
vida y adoraba París.
No acababa de gustarle estar casada. Tal vez
quería ser madre; sobre este punto, sus diarios y cartas son
ambiguos. A pesar de que murió a los treinta y un años, unos
días después de dar a luz, su vida fue una celebración, una
breve e intensa celebración. «Estar aquí es espléndido» es
un hermoso y conmovedor relato de la vida de esta gran pintora.
Marie Darrieussecq muestra, con vivacidad y empatía, la lucha
de Paula M. Becker entre los hombres y artistas de su tiempo,
sus amistades, su intenso deseo de expresión e independencia.
Y arroja luz sobre la extrema dificultad a la que se han enfrentado
las mujeres para proseguir carreras artísticas y alcanzar
el reconocimiento.
Emocionantes, inteligentes, desternillantes,
sobrecogedoras, irónicas, combativas, sibilinas... de todo
hay entre las 125 misivas aquí reunidas, escritas por exploradores,
novelistas, científicos, políticos, humoristas, asesinos,
cantantes, actores, niños... Una celebración del poder de
la correspondencia escrita. En estos tiempos de rápidos y
breves mensajes enviados y recibidos a través de pantallas
frías e impersonales, las cartas se han revalorizado. Su formato,
que durante siglos apenas cambió, hoy nos parece un prodigio
de eficiencia comunicativa, de una jugosa riqueza visual y
una asombrosa capacidad para revelarnos en detalle la intimidad
de sus redactores, ya fueran personajes históricos o ciudadanos
de a pie. Desde la desgarradora carta que escribe Virginia
Woolf antes de suicidarse hasta la receta de los scones de
la reina Isabel II, que envía al presidente Eisenhower; del
primer uso del acrónimo O.M.G. del que se tiene constancia
en una carta a Winston Churchill al llamamiento a mantener
la paz que Gandhi dirige a Hitler; y de la bonita carta en
la que Iggy Pop da consejos a una atribulada y joven admiradora
a la extraordinaria misiva en la que Leonardo da Vinci solicita
empleo,Cartas memorables es una celebración del poder de la
correspondencia escrita que capta el humor, la seriedad, la
tristeza y la genialidad que forman parte de nuestra vida.
El volumen da cuenta del intercambio epistolar
que ambos personajes mantuvieron entre 1937 y 1955. Se trata
de un proyecto conjunto de tres editoriales publicado el año
del centenario del nacimiento del autor. 67 cartas entre dos
personalidades tan distintas como las de Juan Carlos Onetti
y Julio E. Payró.
Marguerite Yourcenar, reconocida escritora,
mantuvo una intensa correspondencia con numerosos literatos.
Su pasión epistolar es evidente en sus más de 2000 cartas,
legadas a la Biblioteca Houghton de Harvard. Destacan sus
cartas cruzadas con Silvia Baron Supervielle, donde se revela
una faceta más íntima y personal de la autora.
Poeta en Nueva York es ya un icono de la lírica
española. Casi todos sus poemas fueron escritos durante el
año (1929-1930) que García Lorca pasó en Nueva York y La Habana,
y este libro -el más completo sobre ese período de su vida-reúne
una amplísima gama de textos biográficos: desde las animadas
cartas en que cuenta sus entusiasmos y desengaños neoyorquinos
hasta las que recibió él, publicadas aquí por primera vez.
Cuidadosamente editado y anotado, el epistolario se complementa
con un fascinante álbum de recuerdos, viñetas, entrevistas
y retratos, muchos de ellos inéditos o desconocidos, donde
las personas que trataron más cercanamente a Lorca evocan
-desde múltiples perspectivas- su vida en el Nuevo Mundo.
Se ofrece también una generosa selección de fotografías históricas
del poeta, de sus amigos, y del ambiente cultural de dos ciudades
donde pasó uno de los períodos más intensos de su vida.
Aunque la Fundación Federico García Lorca ha
publicado todas las cartas conservadas por los herederos que
el poeta envió a su madre y al resto de miembros de su familia,
poco se sabía de las escritas por doña Vicenta a su hijo.
Sólo se conocían algunos fragmentos publicados por Mario Hernández,
Andrew A. Anderson y Christopher Maurer en sus ediciones del
epistolario lorquiano.Hoy, este riquísimo aunque breve epistolario,
que se inicia en 1920, consigue transmitir la entrañable relación
que mantenían madre e hijo, la importancia del papel de Vicenta
en su carrera literaria, el apoyo incondicional de una madre
cariñosa y exigente, y las circunstancias por las que cada
uno de ellos pasaba.Queda aquí reflejada la pasión de una
madre que se desvivía por ver reconocida la obra de su hijo.
Primer volumen de la compilación de la correspondencia
del autor de Rayuela y que nuestra bibliotecaria recomienda
en la sección ad-hoc. Unas cartas que pueden leerse
como diario personal, autobiografía o cuaderno de bitácora
de sus libros.
Con curiosidad permanente, Cortázar da cuenta
de todos los aspectos de su actividad como escritor, de sus
desvelos políticos y sus vaivenes personales, hace el balance
del día, opina sobre lo que lee, lo que escucha y lo que ve,
relata sus andanzas como traductor, como militante revolucionario
o como defensor de los derechos humanos. Nada queda afuera:
la Argentina de provincias, Buenos Aires, París, Cuba, Nicaragua,
el boom de la literatura latinoamericana, la amistad, el amor,
la muerte. El autor no cesa de asombrarnos con su humor, su
lucidez y una inusual coherencia entre vida y obra. Organizada
en cinco volúmenes que abarcan un período comprendido entre
1937 y 1984, la presente edición de la correspondencia cortazariana
presenta más de mil cartas inéditas, recupera los fragmentos
suprimidos en ediciones anteriores e incluye índices de obras
del autor y de personas citadas. Una colección que parece
estar escribiendo ahora, a nuestro lado un hombre que jamás
se aburrió un solo segundo a lo largo de toda su vida.
El hallazgo de unas cartas separadas con una
banda elástica fue el inicio de un proyecto que se convirtió,
después de arduo trabajo, en el libro Ya te llegará que la
editorial Eterna Cadencia publicó el pasado año.
El volumen contiene la correspondencia que la escritora mexicana
Margo Glanz le envió a su amiga y colega argentina Tamara
Kamenszain entre 1984 (año del retorno a la democracia en
Argentina) y 1997.
La presente colección de cartas representa la
amistad de tres mujeres excepcionales a lo largo de cinco
décadas. Comienza poco después de los primeros encuentros
de sus protagonistas en el Madrid de la Segunda República
y termina en 1979 con la muerte de Ocampo. Las autoras del
epistolario son Gabriela Mistral (1889-1957), Victoria Ocampo
(1890-1979) y Victoria Kent (1882-1987). Proceden de tres
distintos países, pero encarnan un mismo interés común en
el desarrollo político y social de las sociedades que transitaron.
La correspondencia supera las barreras del tiempo y del espacio
debido a la distancia física sufrida como resultado de guerras,
enfermedades, exilio y encarcelamiento. La relación de amistad
transatlántica evidenciada a lo largo de las cartas abarca
un amplio recorrido. Un libro imprescindible para establecer
la historia LGBTQ y revelar cómo el género y las identidades
sociales se entretejieron en las redes humanitarias durante
la Guerra Civil española y el posterior franquismo.
Victoria Ocampo y Ezequiel Martínez Estrada,
indiscutidos referentes culturales y literarios del círculo
intelectual argentino, mantuvieron una “amistad encantada”,
fundamentalmente epistolar y sazonada por alguna que otra
tirantez, producto de sus diferencias ideológicas y de las
inestabilidades políticas argentinas. Fueron aliados, con
tendencia a la gratitud y la adoración. Esta reunión de cartas
y documentos inéditos, cuidadosamente editados y seleccionados
por Christian Ferrer, abarca desde 1945 hasta 1969 y pretende
ser un homenaje a un vínculo poco conocido hasta ahora, pero
esencial para comprender la literatura argentina del siglo
pasado. Pese a sus diferencias irreconciliables –él, empleado
de correos e hijo de inmigrantes, y ella, descendiente de
Juan de Garay y oriunda de una casa con veinticuatro balcones–,
prevalecieron las muchas y muy pronunciadas afinidades. Cada
uno a su manera, y según su suerte, se dieron forja a sí mismos.
Y el herraje, inalterable y siempre vivo, constituye un patrimonio
sustancial en la historia nacional.'
Como quedó registrado en sus páginas testimoniales
y en sus diversos epistolarios, Victoria Ocampo (1890-1979)
tuvo un amplio abanico de relaciones intelectuales, que van,
entre otros nombres, de Virginia Woolf y Gabriela Mistral
a Albert Camus y Roger Caillois. En ese amplio espectro toca
poner de relieve los intercambios de la directora de Sur con
el español José Ortega y Gasset (1883-1955), figura clave
de la filosofía, autor de La rebelión de las masas y creador
de aquella célebre admonición que nunca pierde vigencia: “Argentinos,
¡a las cosas!”.
Emma Stebbins (Nueva York, 1 de septiembre de
1815 – Nueva York, 25 de octubre de 1882) fue una escultora
estadounidense. Una de sus obras más conocidas es “The Angel
of the Waters” (“El Ángel de las Aguas”) de 1873, también
llamada “La fuente Bethesda”, localizada en la zona de Bethesda
Terrace, en Central Park de Nueva York.
Stebbins nació en la ciudad de Nueva York, en
el seno de una familia adinerada que le animó a estudiar arte
desde pequeña. En 1857, su hermano Henry G. Stebbins (director
de la Bolsa de Nueva York) le ayudó económicamente para viajar
a Roma, a donde se mudó con la escultora Harriet Hosmer. Durante
esa etapa, Stebbins fue alumna de John Gibson, un estudioso
neoclasicista inglés. En Roma, Stebbins se implicó en el movimiento
bohemio y feminista. Allí se declaró abiertamente lesbiana,
algo que por entonces estaba peor aceptado en Nueva York que
en Roma. Se enamoró de la actriz Charlotte Cushman, con quien
inició una relación después de que esta rompiera con la actriz
Matilda Hays. Por entonces, Stebbins y Cushman comenzaron
a pasar tiempo con un grupo de artistas, entre las que se
encontraban las también escultoras Edmonia Lewis y Harriet
Hosmer. En 1869, Cushman tuvo que ser tratada por un cáncer
de pecho. Stebbins dedicó todo su tiempo a cuidarla, dejando
de lado su trabajo durante los dos años siguientes. Tras la
muerte de Cushman, en 1876, Stebbins no volvió a crear ninguna
escultura nueva. Se dedicó hasta su muerte a editar la correspondencia
de su pareja fallecida en la obra "Charlotte Cushman: sus
cartas y recuerdos de su vida", en 1878. Stebbins murió en
Nueva York en 1882, con 67 años.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
|