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Ucrania y Rusia.
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16-Enero-2023

Los antecedentes históricos son cruciales para comprender un conflicto bélico, si bien una invasión resulta pocas veces justificable. Ucrania, un país oprimido durante el período soviético donde las identidades nacionales fueron suprimidas en favor de la cultura rusa, es un territorio diverso donde conviven distintas lenguas y etnias. Tras la caída de la Unión Soviética empiezan a brotar las identidades de judíos, polacos y, por supuesto, ucranianos. La independencia de Ucrania en 1991 no ahuyenta el sentimiento de pertenencia de los rusos que, durante los años de la URSS, pasaron largas temporadas en territorio ucraniano. En el país, desde entonces, se despertaron los anhelos de incorporarse a la Unión Europea, un movimiento que Rusia siempre miró con recelo. El Kremlin, aprovechando la inestabilidad política y la corrupción en las instituciones ucranianas, ha justificado su paulatina intromisión en la zona durante los últimos años.

Por otro lado, la Revolución Naranja de 2004 y la del Euromaidán diez años después reforzaron la identidad ucraniana. Mientras que en la primera cristalizaron las protestas contra un presunto amaño en las elecciones presidenciales del mismo año, la de 2014 sirvió para derrocar al prorruso Viktor Yanukovich por suspender el acuerdo de asociación con Europa para ingresar en la Unión Europea.

Sin embargo, el episodio ineludible para comprender la contienda actual es la guerra del Donbás en 2014, que se desencadena tras la anexión de Crimea por parte de Rusia con un referéndum anticonstitucional. La ciudad, situada al este del país, se convierte en escenario de un encarnizado enfrentamiento civil entre separatistas rusos, apoyados por el gobierno de Vladímir Putin, y nacionalistas ucranianos. Desde entonces Rusia no dejó de sospechar de la alianza entre Ucrania, ahora liderada por Volodímir Zelenski, y las fuerzas europeas, hasta que lanzó el primer ataque para la invasión el 24 de febrero de 2022. Estos libros desentrañan la historia y la realidad actual de un país que ha conmocionado al mundo este año, motivando la solidaridad de toda Europa, que —al menos desde una óptica propagandística— se ha alineado a su favor.

A estas alturas del conflicto Putin culmina la militarización de la sociedad: “Por el presidente, por el ejército, por Rusia” Los lemas y carteles bélicos impregnan toda la vida mientras las autoridades preparan nuevas medidas para castigar a los ‘traidores’: aquellos que dejaron el país o no desean una victoria en la guerra.

La autora ucraniana Zanna Sloniowska (Lviv, 1978) vive en Polonia y escribe en polaco, pero ambienta su novela, recuperada por Alianza para la “ocasión”, en las últimas cuatro décadas de su ciudad natal, la del título. Una vidriera en Leópolis es una radiografía de la compleja sociedad ucraniana, heredera de nacionalidades austriacas, soviéticas, alemanas, polacas, judías…

Sloniowska cuenta la historia de unas mujeres —bisabuela, abuela, madre e hija— que representan a cuatro generaciones. El funeral de la soprano Marianna, madre de la narradora, es el impulso de la historia, pues termina convertido en una manifestación política espontánea. Desde entonces, florecen a lo largo de las páginas símbolos como la bandera, la importancia de la ópera en Ucrania o el rol de la mujer en las revoluciones.

El poeta Serhiy Zhadan vive en Járkov, la parte más oriental de Ucrania, a muy pocos kilómetros de Rusia, y se negó a abandonar la ciudad para ayudar al ejército, después de que las tropas de Putin entraran a las pocas semanas. Las generaciones más jóvenes conocen sus poemas de memoria. Además, habla inglés y alemán, así que se dedica a visitar otros países y explica lo que está pasando. En octubre estuvo en la Feria de Fráncfort recogiendo el Premio de la Paz de los libreros alemanes e impartió una charla sobre la información en Ucrania.

La novela Orfanato está dedicada a la Guerra del Donbás, en 2014. Es la historia de Pasha, un maestro de 35 años, y la búsqueda de su sobrino, que se encuentra atrapado en un orfanato al otro lado del frente de batalla. Las subtramas albergan las negociaciones en el campo de batalla, escenario de conflictos morales donde el sufrimiento nunca se doblega a la dignidad. Algunos críticos la han comparado con La carretera, de Cormac Mc Carthy.

“Este libro no pertenece” a la “catarata urgente de novedades” que desató la invasión rusa, tal y como honestamente anuncia la editorial Libros del K. O. en la contraportada. Borja Lasheras recoge en este ensayo sus impresiones de estancia en Ucrania tras la revolución del Euromaidán. De alguna forma, es el retrato de un país que pudo ser y no fue porque las tropas amputaron su futuro. El testimonio de artistas e intelectuales se mezcla con las aspiraciones de la gente de la calle, que sobrevive en un entorno multiétnico marcado por su pasado soviético, la sombra demasiado alargada de Rusia y la importancia de la situación estratégica de Ucrania en el mapa europeo.

Hasta cuatro millones de muertos en Ucrania es el saldo que dejó la ocupación soviética en el país. Encarada como una crónica que se lee igual que una novela, La guardiana de recuerdos de Kyiv recupera un vergonzoso episodio que comenzó en 1929. El gobierno de Stalin ocupa el país con la política de la colectivización agrícola como carta de presentación. El Holodomor, además de dejar la estela de una terrible hambruna, es la historia de una represión sin precedentes. El diario que una viuda encuentra de su abuela funciona como vector dramático de esta narración arrasadora. Sin duda, se trata de un episodio que ofrece claves sobre el actual conflicto.

Este diario sí está pegado a la realidad más inmediata. Andréi Kurkov, uno de los novelistas más prestigiosos de Ucrania, testimonia lo vivido durante la invasión de las tropas rusas. Enemigo declarado de Putin, elabora una crónica feroz acerca de las fatigas que sus compatriotas están sufriendo por culpa de la decisión del presidente de Rusia. Entre tanto, la narración se aproxima al impacto emocional. Kurkov nos habla en Diario de una invasión de la solidaridad de los ucranianos en el frente de guerra, al tiempo que rebusca en la historia de la nación para tratar de explicar la sociedad del presente.

Con un planteamiento similar a La guardiana de recuerdos de Kyiv, Victoria Belim rescata en esta novela el misterio que se cierne en torno a su tío bisabuelo Nikodim. El episodio pertenece a la década de 1930, por lo que podemos imaginar que la URSS tendrá una importancia significativa en su desaparición. Con los resortes del thriller, la autora logra armar un relato que se adscribe, también, a la novela histórica.

Además, Vika, la protagonista, investiga sobre el suceso en 2014, cuando Ucrania libra una batalla civil en Donbás, territorio de rusoparlantes y nacionalistas ucranianos. La narración está cuajada de detalles ambientales y describe minuciosamente sabores y olores, por lo que la sensación de estar viviendo la historia se acrecienta conforme avanza la lectura.

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Esta sátira de la Revolución rusa y el triunfo del estalinismo, escrita en 1945, se ha convertido por derechos propio en un hito de la cultura contemporánea y en uno de los libros más mordaces de todos los tiempos.

Una prodigiosa historia real, un relato bellísimo de supervivencia y una indagación en el alma humana, referida con una gracia y una pasión excepcionales: es decir, una pieza literaria de primer orden, a la altura de obras cumbre sobre el gulag, como las de Aleksandr Solzhenitsyn, Eugenia Ginzburg o Varlam Shalámov.

Evgenia Ginzburg, profesora de Historia y Literatura en la Universidad de Kazán, madre de dos hijos y esposa de Pavel Aksonov, miembro del Comité Central Ejecutivo de la URSS, se negaba a creer, en febrero de 1937, lo que ya era evidente. Dos años antes, el asesinato de Kírov había marcado el inicio de las inquietudes, de las sospechas y de los interrogantes. En una palabra, de lo que iban a ser las grandes purgas en el seno del partido bolchevique. Evgenia necesitó un tiempo para entender hasta dónde estaban dispuestos a llevar esa locura los dirigentes del aparato ideológico. Pero la realidad se impuso: en agosto de ese mismo año, tras varios meses de encarcelamiento e interrogatorios extenuantes y crueles, le fue comunicada su condena: diez años de trabajos forzados. Su primer destino fue una diminuta celda donde pasaría dos años. A partir de entonces, y hasta el cumplimiento total de su condena, Evgenia relata una odisea de hambre, frío, enfermedad. No pudo regresar a Moscú hasta 1955, dos años después de la muerte de Stalin. Evgenia Ginzburg murió en 1977 sin llegar a ver publicadas sus memorias, Duro viaje, en Rusia, donde siempre circularon de forma clandestina.

Tras la muerte de Stalin en 1953 y habiendo realizado recursos a varias autoridades para que su caso fuera reconsiderado, fue puesta en libertad el 25 de junio de 1955 y se le permitió volver a Moscú. Tras su regreso a Moscú trabajó como periodista y continuó redactando sus memorias llamadas "Krutói marshrut" (Duro viaje), obra publicada en castellano bajo el título de El vértigo. Falleció en Moscú a la edad de 72 años.

En 1972 Varlam Shalámov se retractó de sus Relatos, sin duda por presiones del régimen soviético. A causa de su deteriorada salud, pasó los tres últimos años de su vida en una residencia para escritores ancianos e incapacitados en la ciudad de Túshino. Falleció el 17 de enero de 1982 y fue sepultado en el Cementerio Kúntsevo de Moscú. Su obra se publicó finalmente en la Unión Soviética en 1987, durante la época de apertura de Mijaíl Gorbachov. Actualmente, su obra es estudiada en los centros de educación secundaria de la Federación de Rusia. Los Relatos de Kolymá, en seis volúmenes, se publicaron en español en 2013. El tomo VI de la edición española contiene sus ensayos. Desde 1954 hasta 1973 trabajó en su libro de relatos cortos sobre la vida en el campo de trabajo, los Relatos de Kolymá. Fue rehabilitado en 1956 y se le permitió regresar a Moscú. En 1957 empezó a trabajar como corresponsal del diario Moskvá, y comenzó a publicar sus poemas. Su salud, sin embargo, había quedado afectada por su prolongada estancia en los campos y recibió una pensión de invalidez.

Los Relatos de Kolymá han tenido varias adaptaciones televisivas. En 1988 Tom Roberts dirigió para la televisión The Death Train, basándose en relatos y testimonios de escritores conocedores del gulag y las purgas políticas, como el polaco Gustaw Herling-Grudzinski o el ruso Vasili Grossman. En 2007 se estrenó la miniserie televisiva Zaveschániye Lénina (El testamento de Lenin). Dirigida por Nikolái Dóstal, se inspira de nuevo en los Relatos de Kolymá. El actor Vladímir Kapustin interpreta el personaje del escritor, Varlam Shalámov. Además de su gran obra, los Relatos de Kolymá, Shalámov escribió una serie de ensayos autobiográficos sobre su juventud en Vólogda, en la gran tradición rusa del siglo XIX.

Dimitri Panine sirvió como modelo a Aleksandr Solzhenitsyn para el personaje de Solohdine, uno de los héroes de su libro «El primer Círculo». Detenido en 1940 por hacer declaraciones en contra de Stalin, este ruso pasó quince años en los campos de trabajo soviéticos. Quince largos años en los que su férrea voluntad le permitió sobrevivir en el campo de Viatka al terrible invierno de 1940-41, en el que murieron más de siete millones de prisioneros del régimen soviético.

Compañero de gulag de Alexandre Solyenitsin, fue uno de los primeros disidentes soviéticos que emigró a Occidente tras la autorización que le concedieron las autoridades de Moscú en 1972, fecha en que fijó su domicilio en la capital francesa.Ingeniero físico, especialista en mecánica cuántica, fue víctima de las purgas de Stalin y permaneció 16 años en el gulag, hasta que en 1956 fue rehabilitado por Nikita Jruschov.

En una oscura tarde del invierno de 1949, un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de la URSS llama a la embajada norteamericana para revelarles un peligroso y aparentemente descabellado proyecto atómico que afecta al corazón mismo de Estados Unidos. Pero la voz del funcionario quedaba grabada por los servicios secretos del Ministerio de Seguridad, cuyos largos tentáculos alcanzan tambien la Prisión Especial nº 1, donde cumplen condena los científicos rusos más brillantes, víctimas de las siniestras purgas estalinistas, y donde son obligados a investigar para sus propios verdugos. A esa prisión "de lujo", que es en realidad el primer círculo del Infierno dantesco, donde la lucha por la supervivencia alterna con la delación y las trampas ideológicas, le llega la misión de acelerar el perfeccionamiento de nuevas tecnicas de espionaje con el fin de identificar lo antes posible la misteriosa voz del traidor. Al lector no le queda sino seguir al autor, el alma en vilo, hasta un final imprevisible.

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Ross McDonnell es un cineasta y fotógrafo nacido en Dublín, Irlanda. La temprana experiencia de viajes de Ross y su amor por el cine despertaron una fascinación por la creación de imágenes y la narración de historias. Su trabajo refleja su interés en la naturaleza abierta de la no ficción y las tensiones, inherentes al proceso fotográfico, entre la fugacidad y la permanencia. El primer largometraje de Ross, Colony, se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Toronto y ganó el premio IDFA a la ópera prima, así como una nominación al premio de cine y televisión irlandeses.

Desde entonces, Ross ha seguido trabajando como creador de imágenes moviéndose entre disciplinas como director, director de fotografía y productor. En 2021 ganó un premio Emmy por su fotografía en la serie de Showtime The Trade. En 2019 fue preseleccionado para el premio de fotografía más importante del mundo, Prix Pictet, en su ciclo 'Hope'. La obra se inauguró con una exposición inaugural en el Victoria & Albert Museum de Londres. Una gira de exhibición global continúa hasta 2021. En 2018 fue nominado al Emmy por su dirección del largometraje documental 'Elián' producido por CNN Films, BBC y Jigsaw Productions. Su primera monografía, 'Joyrider', se publicó en octubre de 2021.

Fuego y hielo en Kiev: Ross McDonnell en la primera línea de Ucrania.

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El periodista e historiador Francisco Veiga bucea en las posibles causas de la guerra de Ucrania desde el ocaso de la URSS, que se concentra desde 1986 hasta 1991. Ucrania 22, cuyo título remite a la novela Trampa-22, de Joseph Heller, es un ensayo riguroso. A pesar de la corta distancia que mantiene con los hechos, la sustancia se remonta al pasado reciente, supuesto catalizador del conflicto actual. La crisis energética, que haya correspondencia en el emplazamiento de Ucrania y su cercanía con Rusia, principal exportador de gas a Europa, se suma a los efectos derivados de la pandemia de 2020. Veiga, además, involucra en el texto a la Unión Europea, Estados Unidos y, por supuesto, la OTAN, agentes con un impacto decisivo en la guerra que se libra en la actualidad.

Si hay un libro que conceda una importancia capital al emplazamiento de Ucrania como principal causa del conflicto bélico actual, ese es Las puertas de Europa. Frontera entre Occidente y Oriente, el enclave no puede ser más preciado. Serhii Plokhy rescata los pormenores de la historia ucraniana con el objeto de presentar al lector una realidad descodificada. El historiador revela en este minucioso ensayo la importancia de la situación geográfica, pero también se sumerge en las raíces. Desde los imperios romano y otomano, que ocuparon el territorio hace tantos siglos, hasta el impacto del Tercer Reich y la Unión Soviética, que resultó determinante en la reconfiguración de la sociedad ucraniana.

El libro del presidente. Los interesados en la invasión rusa de Ucrania tienen la oportunidad de conocer el testimonio del presidente del país en primera persona. Un mensaje desde Ucrania cuenta con una reflexión de Zelenski al inicio y se completa con los textos del propio autor, que componen una encendida defensa del país agredido. Desde la llamada a las armas a sus compatriotas hasta los discursos de guerra, Zelenski asume la responsabilidad de liderar un territorio que cuenta con el apoyo de todo Occidente. Las retribuciones que el presidente percibe de este libro están destinadas a la iniciativa United24, cuyo objetivo es recolectar donaciones en apoyo a Ucrania.

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En 1964, Marlene Dietrich hizo una gira con su espectaculo musical por la Unión Soviética. Las entradas para todos los conciertos se agotaron por adelantado. En ese momento, Dietrich tenía casi 63 años, pero seguía siendo un símbolo de feminidad y sexualidad. En el aeropuerto de Moscú fue recibida por un ejército de periodistas. Entre otras cosas, se le preguntó a Dietrich qué queria ver en la capital, ¿Probablemente la Plaza Roja, el Kremlin y el mausoleo? La respuesta de Marlene sorprendió a todos. "Una vez leí la historia "Telegram" del escritor ruso Paustovsky. Me impresionó tanto que no he podido nunca olvidar ni la historia ni el nombre del escritor, del que nunca había oído hablar antes. No he podido encontrar otros libros de este increíble escritor" Y preguntó por él, Paustovsky era conocido por todos los escolares de la Unión Soviética. Sus cuentos formaban parte del programa escolar obligatorio. También fue leído en el extranjero. No se puede decir que fuera tan popular como Tolstói o Dostoievski, pero sus obras se vendían en librerías de Europa y en los EE UU, donde Marlene Dietrich se encontró con uno de esos ejemplares. La actriz encontró alli "Telegram", un relato corto que trata sobre una niña que se mudó a una gran ciudad desde un pueblo remoto, se olvidó de su amada madre y no tuvo tiempo de despedirse de ella cuando murió. La conmovedora historia se hundió en el alma de Marlene, y Paustovsky, (nominado 4 veces al premio Nobel) se convirtió inmediatamente en su escritor favorito. En ese momento, Paustovsky tenía 72 años. Tuvo varios infartos, sufría de asma y acababa de salir del hospital.

Sin embargo, asistió al concierto de Dietrich en la Casa de Escritores de Moscú, acompañado de su mujer y un médico. Antes de su concierto, su traductor le dijo a la cantante que Paustovski estaba entre el público. “Es imposible”, exclamó Marlene, incapaz de creerlo. Después del concierto, se le pidió al escritor que subiera al escenario. La reacción de Dietrich ante la aparición de su ídolo fue asombrosa. La estrella mundial, amiga de Remarque y Hemingway, la estrella de Hollywood, se arrodilló y le besó la mano. "Estaba tan conmocionada por su presencia que, al no poder pronunciar ni una sola palabra en ruso, no encontré otra forma de mostrar mi admiración que arrodillarme ante él", recordó Dietrich. No fue tan fácil para ella. La propia Marlene tenía 63 años. Se arrodilló con su vestido ajustado, los hilos comenzaron a reventarse y las piedras cayeron sobre el escenario. Y ella besó su mano, y luego presionó su rostro, lleno de lágrimas absolutamente no cinematográficas sin poder incorporarse. El médico subió corriendo al escenario y alertó a Paustovski, que iba a ayudarla: “¡Ni se te ocurra levantarla!” No podia permitirse ese esfuerzo. Ambos adoraban la creación el uno del otro... Paustovsky no esperaba que Marlene estuviera arrodillada frente a él... Ni siquiera prestó atención, que mientras se arrodillaba, algunas cuentas de su vestido cayeran y se dispersaran por el escenario... Ella soñaba con reunirse con él y Paustovsky estaba muy confundido...

El salón estaba en silencio. Paustovsky se quedó sin palabras. Cuando por fin la ayudaron a ponerse en pie, el escritor recobró el sentido, se inclinó y besó la mano de la estrella, la incomodidad del momento desapareció. y el público aplaudió de pie. Pasaron varias horas hablando y cuando Paustovsky estaba sentado en una silla y en un salón, golpeando sus manos, en silencio, Marlene Dietrich le explicó en voz baja que consideraba el evento literario más grande de su vida la historia de "Telegrama", que accidentalmente leyó traducida en una colección alemana. “Desde entonces he sentido el deber de besar la mano del escritor que lo escribió. Y aquí, ¡se hizo realidad! Estoy feliz de haberlo logrado. ¡Gracias!" Tras la partida de Dietrich, ella se mantuvo en contacto con el autor soviético que falleció cuatro años después de su encuentro.

La verdad es que la oficina de policía aprovechó la oportunidad de que Marlene preguntó por el escritor en el aeropuerto para arrancar a Paustovsy de su cama de hospital para mostrar el poder que tenía el régimen. Solo muchos años después Marlene supo lo mal que él estaba realmente. Si ella hubiera sabido de antemano lo enfermo que estaba, con toda seguridad ella habría sido la que habría corrido a su cama del hospital, y sin cámaras, porque era una cuestión de corazón.

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Escrita con suma elegancia y cálido sentido del humor, esta novela excepcional nos habla de nuestra inagotable capacidad para hacer frente a los infortunios de la existencia. Condenado a muerte por los bolcheviques en 1922, el conde Aleksandr Ilich Rostov elude su trágico final por un inusitado giro del destino. Gracias a un poema subversivo escrito diez años antes, el comité revolucionario conmuta la pena máxima por un arresto domiciliario inaudito: el aristócrata deberá pasar el resto de sus días en el hotel Metropol, microcosmos de la sociedad rusa y conspicuo exponente del lujo y la decadencia que el nuevo régimen se ha propuesto erradicar. En esta curiosa historia se basa la segunda novela de Amor Towles, que después de recibir innumerables elogios por Normas de cortesía, su ópera prima, se consolida como uno de los escritores norteamericanos más interesantes del momento. Erudito, refinado y caballeroso, Rostov es un cliente asiduo del legendario Metropol, situado a poca distancia del Kremlin y el Bolshói. Sin profesión conocida pese a estar ya en la treintena, se ha dedicado con auténtica pasión a los placeres de la lectura y de la buena mesa.

Ahora, en esta nueva y forzada tesitura, irá construyendo una apariencia de normalidad a través de los lazos afectivos con algunos de los variopintos personajes del hotel, lo que le permitirá descubrir los jugosos secretos que guardan sus aposentos. Así, a lo largo de más de tres décadas, el conde verá pasar la vida confinado tras los inmensos ventanales del Metropol mientras en el exterior se desarrolla uno de los períodos más turbulentos del país. Además de mantenerse durante casi cincuenta semanas en las principales listas de éxitos de Estados Unidos y de superar el millón de ejemplares vendidos, Un caballero en Moscú ha obtenido numerosos premios, entre los que destacan el del Libro del Año según The Times y The Sunday Times.

Nota de prensa, Abril 2024:

Quizás no estemos acostumbrados a verle con semejante bigote y sin barba, pero cualquiera que haya visto Trainspotting (1996), Mouling Rouge! (2001), Lo imposible (2012) o alguno de los episodios de la precuela de Star Wars, reconocería la cara de Ewan McGregor caracterizado de cualquier forma.

En esta ocasión, el actor escocés se pasa a la pequeña pantalla para interpretar a un aristócrata ruso en la nueva miniserie de SkyShowtime, donde estará desterrado a vivir en un hotel. Un servicio de streaming que reúne a los mejores estudios del mundo, desde Universal Pictures, Dreamworks, Sky Studios o Peacock hasta Nickelodeon, SHOWTIME®, Paramount+ o Paramount Pictures.

Tras combatir en condiciones extremas y padecer un ingente número de bajas, los voluntarios de la División Azul cautivos iniciaron un calvario de más de una década por numerosas prisiones y campos de trabajo de la Unión Soviética de Stalin. Durante ese tiempo, trasladados a pie o hacinados en trenes, sufrieron todo tipo de penalidades: hambre y frío, humillaciones y abusos, enfermedades y muerte. Al final, doscientos diecinueve divisionarios lograron regresar a España, exhaustos pero felices de haber sobrevivido a tan durísima experiencia. El capitán Gerardo Oroquieta fue uno de los de mayor rango y ejerció entre sus hombres una benéfica influencia tanto por sus galones como por su admirable actitud ante las dificultades. De Leningrado a Odesa no solo nos permite vislumbrar uno de los regímenes más herméticos del siglo xx,sino descubrir el día a día de los españoles que, junto con los supervivientes de los campos nazis, experimentaron las vivencias más extremas de los últimos cien años. Esta edición recupera los extraordinarios dibujos y la cartografía de la versión original, publicada en 1958 y galardonada con el Premio Nacional de Literatura.

11-Febrero-2023

La invasión rusa de Ucrania, en la madrugada del 24 de febrero de 2022, trajo al mundo el inquietante recuerdo del estallido de la Primera Guerra Mundial de 1914. Al igual que cien años antes, el peligro inminente de una conflagración había estado a la vista de todos. En la ciudad polaca de Przemysl, situada justo al otro lado de la frontera ucraniana, los ecos de 1914 resonaron con una fuerza ensordecedora. Al comienzo de la Gran Guerra, cuando el ejército del zar Nicolás II marchó hacia el oeste y parecía a punto de invadir la Europa central, fue a Przemysl, una vetusta ciudad-fortaleza del Imperio austrohúngaro, adonde escaparon oleadas de refugiados en busca de un lugar seguro. Y fue Przemysl, ciudad multiétnica habitada por polacos, ucranianos y judíos, quien desafiaría el sueño zarista de crear una “Gran Rusia” hasta los Cárpatos. Allí se libraría una de las batallas decisivas de la Gran Guerra, un encarnizado y despiadado asedio que frenó en seco la feroz acometida rusa contra las Potencias Centrales que hubiera cambiado el sino de la guerra.

Una desgarradora historia que, a pesar de su capital relevancia, permanece casi desconocida en Occidente. En La fortaleza. Przemysl, la ciudad que desafió a Rusia en la Primera Guerra Mundial, el multipremiado historiador Alexander Watson recrea de forma magistral un mundo de imperios desaparecidos, ejércitos quebrantados y comunidades amputadas que inexorablemente se precipitaba al abismo, heraldo de la furia nacionalista, extremista y antisemita que desgarraría Europa en las siguientes décadas. Una historia que tristemente reverbera en nuestro tiempo con la más rabiosa actualidad.

23-Febrero-2023

La guerra de Ucrania no sólo se está librando en las ciudades y pueblos amenazados por Rusia. Además del frente del Donbás o de Odesa, hay otro campo de batalla en la guerra: las bibliotecas. Se están purgando en todo el país. Están 'desrusificando' su cultura. Borran todo lo que represente a Rusia. Y eso incluye los libros. Los lanzan en una furgoneta para llevarlos a reciclar. Es una iniciativa de los libreros. Ofrecen un descuento del 10% para todo aquel que quiera cambiar su libro ‘ruso’ por otro ‘ucraniano’ y con los ejemplares entregados los envían al reciclaje. Los beneficios los donan al ejército ucraniano. Esta es la iniciativa privada de los libreros dirigida a purgar las librerías particulares.

Pero la idea de que hay que desprenderse de todo libro que huela a ruso está también alentada por las autoridades ucranianas. Se está practicando también en las bibliotecas públicas. Oleksandra Koval, directora del Instituto del Libro de Ucrania, al inicio de la guerra dio las directrices de qué había que retirar de las estanterías. En primer lugar, los libros de contenido anti-ucraniano. Son aquellos con narrativas imperialistas prorrusas. En segundo lugar, los autores rusos modernos publicados en Rusia después de la caída del mundo soviético y la independencia de Ucrania. Y ahí entra todo tipo de literatura: romántica, negra, infantil, etc. En tercer lugar, los clásicos. Textos como ‘Crimen y castigo’ de Dostoievsky o ‘Eugenio Onegin’ de Pushkin. Según la directora del Instituto del Libro de Ucrania deben sacarse de las bibliotecas públicas y escolares y solo estar disponibles en las bibliotecas universitarias o científicas. Defiende esta medida porque considera a estos libros como inquietantes y dañinos. Raíz del mal y el totalitarismo por extender la idea de Rusia como salvadora del mundo. Se salvan de la quema los textos científicos y técnicos siempre y cuando no haya ningún desliz ideológico.

9-Abril-2023

Los años de Anna Bosch en Moscú y su conocimiento de la política internacional le han permitido comprender los resortes de la sociedad rusa, su psicología, raíces y aspiraciones. Una experiencia personal con la que analizar el germen del Putin actual, de la Rusia que apoya la agresión a Ucrania o de la Rusia a la que pretenden castigar las sanciones occidentales, pero también la Rusia que rechaza la política y la guerra de su presidente y lo maldice, y que, temerosa de la represión, se resigna a no expresarlo públicamente. Anna Bosch, especializada en información internacional, ha sido corresponsal de RTVE en Washington, Londres y Moscú. En sus años moscovitas fue testigo de cómo al comunismo lo sustituyó un capitalismo salvaje, donde se imponía la ley del más fuerte y el mejor conectado con el poder, y de cómo aquel cambio en el sistema político y económico dejó millones de rusos empobrecidos y humillados en lo personal y lo nacional. Sin una aproximación a aquellos años no puede entenderse el éxito que ha tenido en Rusia la política cada vez más autoritaria del presidente Putin. Este libro es un acercamiento a la Rusia del año que recibió a un desconocido Vladímir Putin cuando Borís Yeltsin lo sacó de una chistera, como el mago que saca un conejo, y lo elevó a la cúspide del poder.

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Alex Halberstadt (Moscú, 1970) salió de su Unión Soviética natal una década antes de que cayera el telón de acero. Tenía nueve años y otro nombre, Aleksandr Viacheslavovich Chernopisky, que enseguida cambió por ese Halberstadt, herencia de su madre judía. "Mi nombre fue una de las muchas cosas que me había llevado conmigo y a las que intenté renunciar", cuenta en Jóvenes héroes de la Unión Soviética (Impedimenta), unas memorias familiares que son mucho más: un ajuste de cuentas con el padre, el relato de una infancia soviética llena de suculentos detalles, una crónica del Holocausto en Lituania, una historia abreviada de Rusia y una meditación sobre la identidad y la migración y sobre los miedos heredados.

Halberstad tiene, digamos, una familia interesante. De padre ruso, su abuelo formó parte de la guardia personal de Stalin, además de estar bajo las órdenes del temible Beria en la policía secreta. El padre, un hombre enamorado de Occidente cuando serlo en Rusia te obligaba a la clandestinidad, se quedó en la URSS cuando él y su madre, una judía lituana a la que su marido hizo tremendamente infeliz, emigraron a EEUU. Sus abuelos maternos, Raísa y Semión, supervivientes del Holocausto, emigraron a Nueva York con más de sesenta años, junto a Halberstadt y su madre.

El autor se pregunta al comienzo del libro por los traumas heredados. Es el punto de partida. Cita un estudio con ratones de la universidad de Emory, en Atlanta, donde expusieron a un grupo de roedores a un producto químico que olía a flor de cerezo, para luego administrarles descargas eléctricas. Tiempo después, los ratones torturados asociaban el aroma a cerezo con el dolor por las descargas, y temblaban de miedo al olerlo.

Lo sorprendente del estudio, no obstante, fue que la siguiente generación, a la que nunca administraron descargas eléctricas, también temblaba con ese mismo aroma. "¿Podría ser que también nosotros tembláramos de miedo ante estímulos que no podíamos identificar ni recordar, estímulos cuyo origen se hallara décadas antes de nuestro nacimiento?", se pregunta Halberstadt.

Y para dar respuesta viaja de adulto al lugar donde todo empezó. Va en busca de su anciano abuelo, Vasili, cuyos relatos se ocupa de corroborar o de refutar como puede. Porque, bien mirado, todo en la URSS de Stalin resulta inverosímil. Por ejemplo, el abuelo le narra la primera vez que vio al dictador, el 8 de noviembre de 1932. El joven Vasili fue invitado a uno los banquetes que Stalin solía dar para su colaboradores. Lo especial de aquella noche es que al día siguiente la mujer de Stalin apareció muerta en extrañas circunstancias; más o menos entonces, según los historiadores, comenzó el Gran Terror. A su abuelo, recuerda Halberstadt, "le temblaba la voz cuando hablaba de Stalin", con quien solo cruzó algunas palabras, a pesar de trabajar durante años en su círculo, "media docena de veces más o menos".

A los Halberstadt, la familia materna, los atropelló la historia europea del XX por otros motivos. El periodista data la llegada a Lituania de su familia cuatrocientos años atrás, a una Lituania que mostraba hacia los judíos una tolerancia fuera de lo común. A los veinticinco años, comenzada la Segunda Guerra Mundial, Semión se enroló en el ejército soviético y durante los cuatro años siguientes no supo qué había sido de su familia. "Lo poco que yo he podido averiguar —dice Halberstadt— proviene de informes y de estadísticas rudimentarias compiladas por los oficiales de las SS que llegaron a Kaunas unos días después de que mi abuelo escapara". Y añade: "Es más de lo que Semión [su abuelo] pudo averiguar en toda su vida". Los asesinaros a todos. Halberstadt, ante la falta de datos sobre su final, se centra en la memoria familiar, trazando una memorable reconstrucción de la vida judía en Lituania antes de su aniquilación.

Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido como Iósif Stalin o José Stalin, fue un político, revolucionario y dictador soviético de origen georgiano, secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética entre 1922 y 1952, y presidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética.

El escritor también narra el matrimonio de sus padres, cuyo primer encuentro resume bien el clima de la URSS a finales de los sesenta. Su padre se acercó a su madre mientras ella leía un relato de Flannery O’Connor. Le dijo que había oído que tenía copias de poemas de Brodsky.

"Gran parte de la mejor ficción y poesía de los últimos años estaba prohibida oficialmente y circulaba en forma de fajos de copias en papel carbón conocidas como samizdat; las alquilaban a veces por periodos tan breves como un día o incluso unas pocas horas", cuenta Halberstadt. Meses después, con su madre ya embarazada, se casaron en un zigurat de hormigón llamado Palacio del Matrimonio, en el bulevar Leningrado. Sus padres hicieron del piso moscovita donde Halberstadt se crio un "altar dedicado a Occidente", con pósteres de Louis Armstrong o Ella Fitzgerald y los cajones a rebosar de poesía clandestina. "Como miles de moscovitas, mi padre era un fartsovshchik, un estraperlista", cuenta Halberstadt. Al principio vendía libros, pero en poco tiempo se convirtió en un conocido proveedor de música de contrabando. Los discos daban más dinero y él ideó un modelo de negocio imbatible: si alguien iba a su casa a por una copia de John Coltrane Live at the Village, le obligaba a llevarse el disco como parte de un lote. Las desapariciones de su padre fueron volviéndose parte del paisaje habitual, sus infidelidades eran cada vez más evidentes y el niño veía a su progenitor con una mezcla de admiración y temor. "Cuando tenía cinco años, veía a mi padre como el antagonista de una novela, un personaje con escasas apariciones pero que desempeñaba un papel dramático fundamental", recuerda Halberstadt. El título de las memorias, Jóvenes héroes de la Unión Soviética, es precisamente el del primer libro que Halberstadt recuerda de la escuela, un compendio de actos patrióticos realizados por niños, que a menudo sufrían por su heroísmo sangrientas y brutales torturas, fusilamientos o ahorcamientos por parte de los enemigos de la URSS. Halberstadt, un niño soviético más, cuando su profesora preguntaba: "Niños, ¿cuál es el país más agresivo del mundo?", levantaba la mano con entusiasmo y respondía: "¡Israel!".

Poco después del inicio de la Operación Barbarroja, los ejércitos de Alemania y Finlandia sitiaron la ciudad de Leningrado, la actual San Petersburgo. Así empezó un asedio de casi 900 días que se convirtió en el más cruento de la Segunda Guerra Mundial.

En aquella época empezó a llevar en secreto las primeras manifestaciones de su homosexualidad. Su madre tomó la decisión de emigrar "cuando la carne empezó a desaparecer de los supermercados". Por entonces, el padre de Halberstadt empezó a pasar más tiempo con él. El niño no sabía que se estaba despidiendo. Las normas para los emigrantes estaban claras: solo podían sacar del país un álbum de fotos, ninguna obra de arte ni antigüedades, cinco gramos de oro como máximo y ciento treinta y siete dólares americanos. En el aeropuerto les volcaban las maletas y les cortaban con un cuchillo la suela de los zapatos. Eran traidores a la patria. Halberstadt recuerda las palabras de su madre cuando se despedían de su padre a lo lejos, en el aeropuerto de Moscú: "Mira bien a tu padre, porque nunca volverás a verlo". Pero el libro no termina con la llegada de Halberstadt, su madre y sus abuelos al Nueva York de finales de los setenta, ni con la insospechada aparición de Brodsky (con quien su madre estuvo viéndose durante un tiempo), ni con el despertar de su vocación literaria. El libro termina con un epílogo en Rusia, en un lugar remoto, aislado, en la confluencia entre el Volga y el Ajtuba, donde, muchos años después, enviado por una revista para que redactara un artículo, el escritor adulto se va a pescar con su padre, el mismo al que un día le dijeron que no volvería a ver. Es allí donde Rusia, con su historia, adquiere las hechuras de un trauma y el escritor se pregunta si, como en el caso de los ratones del laboratorio de Emory, no estará el ruso condenado a una "transmisión intergeneracional de miedo, sospecha, dolor, melancolía y rabia".

Algún importante medio suizo-alemán ha llegado a nombrar a la georgiana Nino Haratischwili (Tbilisi, 1983) la sucesora de Tolstói. Otros la han emparentado con Dostoievski. Quizá estos parecidos, más que estilísticos, tengan que ver con su innegable capacidad para narrar con solidez, precisión e intensidad a lo largo de centenares y centenares de páginas. Haratischwili, aunque georgiana de nacimiento, escribe en alemán y está considerada una de las voces más célebres de la nueva narrativa alemana. De hecho, se marchó de su país a los veinte años y ha pasado ya otros veinte en el país germano.

La luz perdida, que en su título original tiene el matiz de la falta o la carencia de esa luz (Das mangelnde Licht) nos habla precisamente de un duro pero hermoso “paraíso” que quedó atrás, los años ochenta-noventa del pasado siglo en la Georgia que empezaba a luchar por su independencia del poder soviético, mientras que las cuatro amigas protagonistas (Dina, Ira, Nene y la narradora, Keto) pasaban de la primera adolescencia a la juventud.

Haratischwili elige dos planos temporales en esta novela, uno es el mencionado, el otro es el presente, durante una importante muestra de fotografía en Bruselas, en el Palacio de Bellas Artes, donde se reencuentran tres de ellas, puesto que Dina, que llegó a ser una reputada fotógrafa, falleció hace tiempo. Desde ese lugar, y frente a las instantáneas de época que se exhiben en las paredes, en la que ellas mismas aparecen retratadas, se hace memoria de lo que fueron y de lo que han llegado a ser. Keto ha venido desde Alemania –donde es una experta restauradora de antigüedades–, su amiga Ira desde Chicago, donde ejerce como importante abogada en un prestigioso bufete.

La adolescencia fue un tiempo de carencias, pero también aventurero e intrépido, con anhelos de libertad desde que una noche en tiempos escolares escaparon para colarse por la verja oxidada del jardín botánico y saltar juntas al gran estanque desde una catarata. Una primera liberación, simbólica, tras las que vendrían otras muchas. La exposición fotográfica es un homenaje a Dina organizado por su hermana/albacea Anano. El reencuentro de las amigas deja traslucir desde muy pronto distanciamiento y fracturas, especialmente por un hecho que ocurrió entre Ira y Nene y que cobra desde el inicio los tintes de una traición. Nino Haratischwilli narra con maestría la época, aún de dominio soviético, en los que aquellas cuatro niñas se relacionaban en el vivir comunitario de un barrio constituido por casas, patios y jardines interconectados, donde todos sabían de todos. “Allí viví también el desplome de un mundo”, dice Keto.

La autora deslumbra con su buen ojo para la descripción sociológica de ambientes familiares y vecinales, con las tremendas historias y tragedias que los mayores atesoraban, también con hermosas caracterizaciones como la del musical y solitario viudo Sr. Givi o la siemprelibre y artística Lika, madre de Dina. En el fondo la novela es la profunda revisión (catarsis) del pasado y la vida de la propia narradora, una obra que gana complejidad y densidad según trascurren sus 720 páginas, que nos habla del exilio, de los atropellos políticos, de la corrupción generalizada en la Georgia pre y post-democrática, de la violencia extrema, del gangsterismo con sus ajustes de cuentas, pero también, esencialmente, de las incomprensiones entre los seres humanos, de las dificultades para encontrar la vocación propia y de la gran decepción de todos los sueños de juventud (“un palacio entero de promesas”), pues finalmente “a la vida le daba igual con qué expectativas salíamos a su encuentro”.

La escritora más buscada en la feria del libro de Fráncfort en 2018 publicaba en España «La octava vida», una novela río que refleja las huellas del totalitarismo soviético sobre el alma georgiana.

Georgia, 1917. Stasia, la hija de un exquisito fabricante de chocolate, sueña con ser bailarina en la Ópera de París pero, recién cumplidos los diecisiete años, se enamora de Simon Iachi, oficial de la Guardia Blanca. La revolución que estalla en octubre obliga a los enamorados a contraer precipitadamente matrimonio. Alemania, 2006. La biznieta de Stasia, Niza, lleva varios años viviendo en Berlín y huyendo de la dolorosa carga del pasado familiar. Cuando Brilka, su sobrina de doce años, aprovecha un viaje a Europa para fugarse de casa, Niza deberá encontrarla para llevarla de vuelta al hogar. Es entonces cuando decide enfrentarse al pasado (el suyo, el de su familia) y escribir, para ella y para Brilka, la historia de las seis generaciones que las precedieron. De Londres a Berlín, de Viena a Tiflis, de San Petersburgo a Moscú, el apasionante destino de los miembros de esta familia georgiana se entremezcla con el de la convulsa historia del siglo XX. El resultado es una de las novelas más potentes y memorables de los últimos años.

5-Mayo-2023

Una carpa bajo el cielo recorre la vida de tres jóvenes a lo largo de cuatro décadas de historia soviética. Iliá, Misha y Sania se conocen durante los primeros años de colegio y, desde ese momento y hasta bien avanzada la edad adulta, los unirá un anhelo común de belleza y de verdad que a menudo chocará con las constricciones del poder soviético y que los llevará a explorar sus propios itinerarios en el terreno del arte: la literatura, la fotografía y la música.

Una multitud de personajes fascinantes pueblan esta novela coral, acompañando a sus protagonistas en episodios que, a modo de instantáneas, ofrecen una visión de la cotidianidad soviética y de la disidencia durante los difíciles años que van desde la muerte de Stalin hasta el desplome de la URSS: el samizdat, los interrogatorios del KGB, los pisos comunales, las deportaciones... Una ventana a una época convulsa que, de forma inexorable, marcará las vidas de los tres amigos. Una carpa bajo el cielo es una historia de historias, un retrato magistral de la psicología humana que plantea complejas cuestiones vitales y filosóficas como el perdón, el coste (a veces insoportable) del paso a la madurez, la lealtad, la amistad y el amor.

Liudmila Ulítskaya es una de las autoras rusas contemporáneas más reconocidas en la actualidad y Una carpa bajo el cielo, traducida a más de veinte idiomas, es un homenaje al arte y a todos aquellos que desde primera línea lucharon por defenderlo, una novela profundamente humana que, de forma incuestionable, continúa la tradición de los grandes clásicos rusos.

12-Julio-2023

Nuestra bibliotecaria selecciona libros prohibidos.

Milan Kundera fue un novelista, escritor de cuentos cortos, dramaturgo, ensayista y poeta checo. Desde 1975 residió con su esposa en Francia, cuya ciudadanía adquirió en 1987.

Emigró de su país natal, República Checa, en 1975, cuando ya había sufrido represalias, censura y había sido expulsado del Partido Comunista.

Francia fue, como para muchos otros autores en esa época, un refugio y el inicio de una segunda etapa en la vida y la carrera literaria de Milan Kundera. Emigró de su país natal, República Checa, en 1975, cuando ya había sufrido represalias, censura y había sido expulsado del Partido Comunista, donde había militado. No había caído aún el Muro de Berlín y era un momento en el que la intelectualidad francesa aún veía con ojos románticos las revoluciones socialistas. Kundera siempre defendió que todos esos pequeños países de Europa Central sobrevivirían si permanecía el influjo de su cultura y sus letras. El activismo contra el régimen comunista y su exilio marcaron la que ha sido probablemente la etapa más importante de su vida y obra. Francia no sólo fue su segundo patria, fue donde vivió 48 años, fue donde pudo desarrollar su pluma con libertad, hasta el punto de que eligió el francés como lengua para escribir, muchos años después.

Una muestra de la Colección Biblioteca Milan Kundera.

En ese contexto convulso de finales de los años 70, Francia le da a Kundera el lugar que no ha podido encontrar en su país, con el que siempre tuvo una relación conflictiva: perdió la nacionalidad, se le restauró años después, cuando ya tenía la gala. Se le llegó a acusar de haber delatado a un disidente a la policía comunista. Crítico con el comunismo, antes de exiliarse fue expulsado primero del Partido y después sufrió represalias, sobre todo tras el estallido de la Primavera de Praga, en 1968. En Francia vivió, primero en Rennes, después en París. Es, de hecho, donde publica algunas de sus obras más conocidas, entre ellas La insoportable levedad del ser. En los años 80, cuando los intelectuales franceses de la época dejaban atrás, o debatían al menos, el papel de una Francia más multicultural, Kundera abordadba la necesidad de una identidad nacional.

El socialista François Miterrand acababa de llegar al poder. En Francia Kundera reescribió (que no tradujo), algunas de sus novelas al francés, como La Lentitud (la Lenteur) o La identidad (L'Identité). La crítica francesa, que aún veía con cierto románticismo las revoluciones socialistas como la de la URSS, recelaba del autor, pues había sido expulsado del partido comunista. Es la generación de Mayo del 68 la que veía con buenos ojos estas revoluciones como respuesta al mundo capitalista. Kundera no dio apenas entrevistas y era realtivamente discreto. Una vez sí publicó: "París, incluso en un entorno cultivado, se discute en las cenas de los programas de televisión y no de las revistas", recoge Le Figaro. Desde finales de los 80 vivió en el centro de París con su mujer, Vera. Obtuvo la nacionalidad francesa en 1981 y es en 1989 cuando su país natal suspende la censura de sus obras, despues de dos décadas. Dice el diario francés Le Monde que, para Milan Kundera, el francés era "un arma literaria". "Su obra literaria logra reunir a un lector internacional apasionado y a los círculos intelectuales y universitarios, sobre todo en Canadá y Francia, en torno a los temas asociados hoy a la poética de su novela: el erotismo o el libertinaje, el ridículo, la ilusión lírica, el rechazo, la memoria o la amnesia, pero también la nostalgia", señala el medio en su homenaje al autor.

La prestigiosa editorial Gallimard le concedió uno de los honores que da a pocos autores: ver publicada su obra en la Biblioteca de la Pléyade, que reúne obras de referencia, con una edición de lujo. Pocas veces se editan con autores vivos. Al final de su carrera Kundera renuncia a su lengua para escribir en la prestada. La ministra de Cultura francesa le rinde homeaje con estas palabras: "Así, entre dos lenguas y dos tierras, entre la nostalgia de un país perdido y la certeza de que debemos vivir aquí y ahora, la obra de Milan Kundera nos cautiva con su riqueza".

Pásate por la séptima página del monográfico dedicado a la censura.

18-Julio-2023

Alexéi Maxímovich Péchkov nació el 14 de marzo de 1868 en Nizni Nóvgorod en el seno de una familia muy humilde. Su primer relato corto fue publicado en un periódico de Tiflis en 1892. Fue el primer autor ruso que escribió de una manera comprensiva y favorable sobre los trabajadores y otras gentes hasta entonces marginadas, como los vagabundos. En 1899 se unió a los activistas revolucionarios marxistas y en 1906 se traslada al extranjero con el fin de conseguir dinero para el Partido Socialdemócrata Ruso de los Trabajadores. En 1915 regresó a Rusia yapoyó la Revolución de 1917. Obligado por la enfermedad, dejó su país en 1922, y vivió seis años en Sorrento (Italia). A su vuelta a la Unión Soviética, fue recibido con honores oficiales. Se supone que su muerte repentina, ocurrida el 18 de junio de 1936, fue ordenada por Stalin.

Anna Aleksándrovna Výrubova (Lomonósov, 16 de julio de 1884 – Helsinki, 20 de julio de 1964) fue una dama de honor, hija de una de las familias mas ilustres de Rusia, amiga y confidente de la zarina Alejandra Fiódorovna Románova. Tras la Revolución Rusa, Anna fue detenida y sometida a un examen médico para probar su lucidez mental. El investigador principal llegó a la conclusión de que Anna era demasiado ingenua y poco inteligente como para tener cualquier tipo de influencia sobre la zarina; por lo que los soviets la liberaron de la prisión, para huir posteriormente a Finlandia. Antes de abandonar Rusia en 1920, Anna se hizo amiga del escritor revolucionario Máximo Gorki, al que pidió que le escribiese sus memorias. El libro, titulado “La Vida en la Corte Rusa”, ofrece un panorama excepcional de la vida del zar y su familia.

M.P. Masson con un libro, como el anterior, dificil de encontrar.

Anna Starobinets es una periodista y autora de ciencia ficción y de libros para niños y algunos la consideran la Stephen King rusa. A los 34 años, en un momento en el que su vida navegaba plácida entre sus libros, su vida profesional y familiar, vivió una pesadilla. Casada con el también escritor Aleksandr Garros, y con una hija de 8 años, en 2012 quedó nuevamente embarazada. La felicidad se evaporó cuando le diagnosticaron al feto una enfermedad que no le permitiría sobrevivir, en caso de que el embarazo llegara a término. Como tantas otras mujeres en el mundo, Anna Starobinets debió atravesar el dramático momento de convivir con un diagnóstico durísimo y, a la vez, con un sistema que, lejos de ser amigable con quienes pasan por una situación tan dramática, se ensaña en hacérselo más difícil. “La ventaja de la embarazada periodista frente a la embarazada no periodista radica en que la primera es capaz de recopilar información rápidamente, incluso cuando está por completo desesperada y bañada en lágrimas”, escribe.

Starobinets necesitaba no estar sola con su angustia. Lo primero que hizo fue buscar algún libro en ruso para conocer la experiencia de otras mujeres que hubieran pasado por un momento similar. Entonces advirtió con sorpresa que no había nada escrito en su idioma y fue por eso que decidió contar su experiencia desde el momento del diagnóstico, su decisión de viajar a Alemania para tener un aborto terapéutico por inviabilidad, y la respuesta institucional y profesional que obtuvo en cada momento. También quiso contar el impacto del episodio en la vida de su hija (a quien llama “la tejoncita”) y lo importante que fue el acompañamiento de su marido, quien la llevó a pensar todo lo que acompaña la frase Tienes que mirar, que le da título a su libro. “Nunca vaya a sitios así sola. Lleve a su marido, a su amiga, al marido de su amiga, a su madre, a su tío, a su hermana, a quien sea, incluso a la vecina de al lado. Llévese a cualquiera que la ayude a encontrar la salida. No la salida definitiva, simplemente la salida del edificio”, escribe en un momento.

Anna Starobinets nació en Moscú el 25 de octubre de 1978. Estudió Filología en la Universidad de esa ciudad. Es autora de novelas y cuentos distópicos y de ciencia ficción y es también guionista y autora de una serie de detectives para niños.

Nuestra bibliotecaria recomienda en los respectivos monográficos de distopias y sagas, Julio 2023.

Recibió numerosas distinciones internacionales por sus textos, entre ellas: el National Bestseller Prize, por La glándula de Ícaro (Rusia, 2012), el Premio NOCTE a Mejor Relato Extranjero, por Una edad difícil (España, 2012), el Utopiales European Prize, por El Vivo (Francia, 2016), el Premio de la Sociedad Europea de Ciencia Ficción (ESFS) como mejor autora de ciencia ficción (2018). Tienes que mirar (Impedimenta), es un libro de autoficción que rompió el tabú del aborto tardío por razones médicas en Rusia e inauguró una discusión masiva sobre este tema. Es el relato de una pesadilla pero también es una historia de amor. Lo que finalmente termina salvando a la autora, la diferencia entre el pantano y la posibilidad de salir adelante, es el amor de su pareja, de su hija, pero también el afecto de los foros, los mensajes de desconocidos y las instituciones fuera de Rusia que pusieron algo de humanidad al drama que ella estaba viviendo.

Una «crack». Y también otra escritora rusa asentada fuera de su país –ella ha elegido Georgia– por cortesía del señor Putin. Lo tiene bastante claro. No habla con dramatismo de este asunto ni tampoco haciendo tragedia. «Solo es cuestión de tiempo que mi nombre aparezca en la lista de enemigos del Estado. Este peligro no afecta ahora a mi vida, pero sí puede acabar en Rusia con mi carrera literaria. Como escritora, en ese sentido, sí estoy en peligro. Me da pena, porque yo soy más popular allí por mis libros infantiles que por mis novelas para adultos. En mi próxima obra hay menciones a la homosexualidad y de fondo está la guerra. Y es evidente, bueno, en realidad lo sé, que mi libro no se publicará porque hoy están prohibidas todas las referencias a la guerra y a la homosexualidad en las novelas. Mis editores estarían en peligro si llegaran a publicar este título. Los encarcelarían... Yo no me siento en peligro en cuanto a mi integración física porque estoy en otro país, pero siento una enorme pena por lo que sucede».

Es conocida como «la Stephen King rusa». Con tan solo veintisiete años, publicó su primer libro, Una edad difícil (2005), al que le siguieron Refugio 3/9 (2006); El vivo (2011), ganadora del Utopiales European Award en 2016 y la distinción ucraniana International Assembly of Sci-fi .The Portal.; La glándula de Ícaro (2013), National Best Seller Prize de Rusia; Catlantis (2015), Libro del Año para The Observer en el Reino Unido; y Tienes que mirar (2017), ahora en Impedimenta.

La escritora atiende a la prensa, sonríe, aunque habla con un poso de tristeza. Hace poco ha perdido a su marido, «la peor pesadilla que he podido vivir», y ahora relata con resignación la lejanía de su hogar y sus seres queridos: «Yo no estoy en peligro porque me he marchado de Rusia, pero mis padres se han quedado allí. Ellos son muy mayores, octogenarios, y no pueden venir a vivir conmigo a Georgia. En este último año he estado dos días en mi país, y no creo que vuelva ya nunca más ni a ver a mis padres con vida. Ahora estoy asustada con la situación allí –añade–; de hecho, una amiga mía ha sido arrestada porque su obra de teatro no era demasiado patriótica... quizá, algún día, en el futuro, mis hijos puedan regresar a Rusia».

Starobinets sorprendió a todos con un relato escalofriante: «Tienes que mirar» (Impedimenta). Y volvió a acertar con un libro de relatos, «La glándula de Ícaro», igual de contundente, impactante y duro. Un conjunto bien meditado de relatos que circulan por distintas aguas de la distopía, la ficción y las pesadillas humanas y sociales. En estas historias queda en el aire una nota de discordancia, una anomalía que siempre condiciona la atmósfera y que introduce de una manera lenta, pero sostenida, lo que puede considerarse el horror. «Mi preocupación es que los científicos y los ingenieros motiven la desunión de la condición humana y cómo, de repente, se pueden quebrar todas las cosas que nos hacen humanos por culpa de la tecnología. Esto me preocupa no solo por la parte mental, sino también por la física. Se puede perder el afecto y la forma en que nos comportamos con el medio y con los demás. Por ejemplo, hace poco reparaba que en una comida familiar todos los miembros estaban con los móviles. Esa deshumanización, esa falta de contacto físico, nos lleva a una “insectización”, a comportarnos como insectos. Y si nos olvidamos de la condición humana y nos formamos como insectos, podemos desembocar de forma sencilla en un sistema más totalitario».

29-Julio-2023

Con su intuición de las constelaciones familiares y de las pasiones calladas, Natalia Ginzburg narra la vida breve de Antón Chéjov (1860-1904), desde su juventud en Taganrog y sus primeros años en Moscú, los inicios como escritor humorístico y su trabajo como médico rural, hasta su viaje al campo de Sajalín, sus primeros éxitos como autor teatral, la enfermedad, los últimos años en Yalta y la muerte prematura en Badenweiler. En este hermoso libro, como si se tratara de uno de aquellos azares del destino, la escritora italiana consigue de manera asombrosa ese tono que el retratado dominaba de manera magistral, y nos ofrece un pequeño pero hermoso bocado de quien fue, es y será siempre uno de los mejores retratistas del alma humana.

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