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El río Ebrón es un curso de agua del este de la península
ibérica, afluente del Turia, que discurre por las provincias españolas
de Teruel y Valencia, respectivamente Comunidad de Aragón y Comunidad
Valenciana, (España). En la zona se le conoce como Ebrón o «río
de Castiel», y así lo describe Madoz (1847) en su célebre Diccionario.
El río Ebrón sigue un trayecto de noroeste (poniente)
a sureste (levante), proveniente de la Serranía de Albarracín. Nace
en el término municipal de Tormón, introduciéndose en la comarca
valenciana del Rincón de Ademuz, allí atraviesa los términos municipales
de Castielfabib y Torrebaja, para desembocar en el Turia por su
margen derecha, en el paraje denominado «Las Ajuntas» de Torrebaja.
Posee una longitud de cauce que alcanza los 21 km, con una extensión
de cuenca de 244,9 km² y una pendiente total de 715 m, siendo su
principal característica la regularidad de su cauce y abundante
caudal, propiciado por las aportaciones del gran acuíferos de Albarracín,
las abundantes precipitaciones medias en su cuenca, su paso por
terrenos calcáreos no áridos y el poco uso que se hace de sus aguas
en Aragón. Como dice el geógrafo Carles Rodrígo Alfonso, «la abundancia
y regularidad del caudal han permitido un intenso aprovechamiento
de sus aguas para uso agrícola incluso por los regadíos del propio
valle del Turia».
Constituye, junto con el río Bohílgues, el principal
afluente del Turia en la comarca del Rincón de Ademuz.
Puente de madera sobre el río Ebrón en el Cañamar,
ruta de los Estrechos del Ebrón.
Históricamente, el curso del río Ebrón contó con un
buen número molinos harineros (uno en Tormón, dos en El Cuervo,
uno en Castielfabib, dos en Los Santos y dos en Torrebaja), algunos
de cuyos establecimientos se remontan al siglo xiii, como el molino
de la villa de Castielfabib. Entre otras instalaciones industriales,
hubo también en Castielfabib un batán y una fábrica de papel. En
sus orillas también se instaló el convento de San Guillén de Castielfabib,
cuyos frailes franciscanos habitaron desde el siglo XVI hasta el
XIX. Su curso, flanqueado de cultivos de regadío escalonados en
bancales, es muy profundo. Ya a finales del siglo XVIII (1797) el
botánico Cavanilles da noticia del problema a la hora de los riegos.
Asimismo, se sorprendió del tamaño de los nogales y de los almeces
que crecían en sus orillas. Respecto del río Ebrón, escribe:
«[Los de Castielfabib] procuran mejorar sus campos,
y aumentar sus frutos. Consíguenlo sin dificultad en los de secano;
pero en los que dependen del riego encuentran un gran obstáculo
en las mismas aguas, que parecen huir y esconderse a su vista. En
otro tiempo quando se fundó el Convento de San Guillermo, que está
á la izquierda del rio en frente de la villa, se sabe por tradición
que las aguas pasaban casi á nivel con la superficie del suelo,
de modo que sin baxar gradas ni cuesta se tomaban las necesarias;
pero actualmente corren 20 varas mas profundas, y cada dia se aumenta
la profundidad del cauce, el qual es todo de piedra tosca desde
que el rio entra en el reyno de Valencia hasta las cercanías de
Torre baxa, y se extiende largo trecho por ambas riberas sin mudar
de naturaleza».
Observaciones sobre la historia natural, geografía,
agricultura, población y frutos del Reino de Valencia, Antonio Josef
Cavanilles.
Más recientemente, se instaló una de las centrales
eléctricas pioneras en la comarca del Rincón de Ademuz, la denominada
Central hidroeléctrica de Castielfabib y que abasteció también a
Teruel, cuyos orígenes se remontan a comienzos del siglo XX, y de
cuya primera fábrica quedan todavía algunos vestigios. Las obras
de La Central comenzaron durante el verano de 1913, inicialmente
se construyó un canal, en parte cubierto, utilizando la piedra de
cantería del convento de San Guillermo.
Los márgenes del río Ebrón presentan una atractiva
flora, especialmente en su curso medio y alto, que lo hace idóneo
para realizar rutas y paseos de senderismo, catalogado como sendero
botánico a su paso por la comarca Comunidad de Teruel. Entre las
poblaciones aragonesas de Tormón y El Cuervo puede disfrutarse de
un sendero señalizado propiamente denominado Estrechos del Ebrón,
con 11 km de recorrido, que atraviesa diversos parajes entre los
que destacan la Cascada de Calicanto, inmediatamente por encima
del Molino de Tormón, y el Puente Natural de Fonseca, con fácil
acceso desde Tormón y desde El Cuervo.
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Los estrechos del Ebrón es la denominación de una
ruta senderista que se realiza siguiendo el curso medio-alto del
río Ebrón, entre las localidades de El Cuervo y Tormón, municipios
limítrofes de la provincia de Teruel (Comunidad de Aragón, España).
El Ebrón posee una longitud de cauce que alcanza los 21 km, con
una extensión de cuenca de 244,9 km² y una pendiente total de 715
m, siendo su principal característica la regularidad de su cauce
y abundante caudal. Tiene su nacimiento en los montes de Tormón
(a 1.052 m de altitud), pasa El Cuervo, Cuesta del Rato, Castielfabib,
Los Santos y Torrebaja (a 760 m de altitud), donde rinde sus aguas
al Turia por la margen derecha, el el paraje denominado «Las Ajuntas».
La ruta de los Estrechos del Ebrón supone un trayecto
de gran interés geológico, naturalístico y medioambiental de dificultad
media. Su longitud –unos veinte kilómetros, ida y vuelta- aconseja
sin embargo hacerla en dos tramos, ello permitirá disfrutar doblemente
al caminante-visitante –de lo contrario puede resultar algo cansado
para las personas poco avezadas en este tipo de marchas-:
En un primer tramo (fluvial) pueden hacerse los Estrechos
del Ebrón (aguas arriba), desde El Cuervo hasta el puente metálico
con piso de rejilla pintado de verde que cruza el río para ascender
por la montaña y alejarse del río. Este tramo primero incluye un
singular trayecto relativamente llano hasta el «Pozo de la Olla»,
el «Pozo de la Campana» y los «Estrechos del Cañamar» –teniendo
el río siempre a la vista-, visitando al paso varios estupendos
miradores. Según la estación, es posible, incluso recomendable,
bañarse.
En un segundo tramo (de montaña) pueden hacerse la
«Cascada de Calicanto» y el «Puente de la Fonseca» (aguas abajo),
desde Tormón hasta el citado puente metálico pintado de verde que
cruza el río en dirección a los Estrechos del Ebrón. Este tramo
supone la vista a otros miradores, la bajada hasta el cauce para
ver el puente natural desde una perspectiva meridional y otra septentrional,
de alto en bajo, y la espectacular panorámica desde el «Mirador
de los Estrechos», situado en el punto más elevado del trayecto,
desde donde puede contemplarse en su conjunto el cañón del Ebrón
a su paso por el término de Tormón.
La ruta PR-V 131.3 ha sido calificada de gran interés,
su trazado reúne elementos biológicos (fauna y flora), de naturaleza
y paisajístico. Puede realizarse en uno o dos tramos, y en dos sentidos,
aguas arriba, desde El Cuervo a Tormón o a la inversa, aguas abajo,
desde Tormón a El Cuervo. Gran parte de su recorrido sigue el camino
utilizado históricamente por los lugareños de ambos municipios para
llevar a cabo su actividad agropecuaria tradicional, incluido el
cartero que diariamente llevaba y recogía la correspondencia entre
ambos pueblos.
Vista septentrional de Tormón (Teruel), desde la carretera
del Rodeno.
A efectos descriptivos en la ruta de los Estrechos
del Ebrón pueden distinguirse dos tramos, una bajo (fluvial) correspondiente
a El Cuervo y otro alto (de montaña), correspondiente a Tormón.
La ruta convencional comienza en El Cuervo, partiendo
directamente del merendero «Los Chorros», por un camino asfaltado
que circunda el cerro donde se halla la ermita de San Pedro por
la parte de abajo, hasta el puente que salva la «rambla de la Palomareja».
Poco más adelante el camino se bifurca, el de la izquierda es una
pista que corresponde a la TE-V-9101, la cual asciende por la ladera
en dirección a Veguillas de la Sierra, Alobras y Tormón -pueblos
turolenses unidos por la CV-483 desde la aldea de Arroyo Cerezo,
hasta su unión con la citada TE-V-9101: desde este punto la carreterita
se denomina VF-TE-13, pasa por Alobras y Tormón y prosigue en dirección
a El Campillo (Teruel), por El Rodeno. Hay que tomar el camino de
la derecha, que es el que lleva a los «Estrechos del Ebrón».
Sobrepasados los manantiales de «La Poza» y una piscifactoría
(hoy abandonada), el camino continúa por la cota baja del monte,
para bajar enseguida al nivel del río. Hay que atravesar el cauce
por un puente de tablas –vadearlo, si se va en vehículo- y pasar
a la margen izquierda, hasta un lugar denominado «Pozo de la Hoya»,
área de descanso con mesas, bancos y zona de aparcamiento -el trayecto
es llano y muy agradable (unos 4 kilómetros de marcha), yendo siempre
a la vera del río-: aquí concluye el recorrido con vehículo.
Detalle del azud en el «Pozo de la Olla».
Por debajo del «Pozo de la Hoya» hay un azud que conduce
el agua de riego por una acequia que discurre por la ribera izquierda.
Desde el «Pozo de la Hoya» puede accederse a un mirador por un camino
acondicionado que va ganando altura sobre el cauce: visitado el
mirador, cabe regresar al punto de partida. Hay que salvar un farallón
rocoso mediante unas escalas de madera para continuar por una escueta
senda entre chopos, siguiendo siempre por la ribera izquierda. El
camino continúa hasta arribar a un pontón de tablas, hay que cruzar
a la margen derecha y continuar hasta el «Pozo de la Campana»: de
este nombre por un hueco natural de forma acampanada que muestra
un cortado a pico sobre la margen izquierda del río. Sobrepasado
el «Pozo de la Campana» encontraremos otro puente de madera, este
con barandas, que de nuevo salva el río para situarnos en el margen
izquierdo. El camino discurre en llano, pasa frente a un enorme
peñasco que muestra una enorme laja desprendida de la mayor, y salva
un repecho frente a una noguera para descender hasta un ensanchamiento
de valle.
Detalle de la entrada a los «Estrechos del Cañamar».
El camino continúa hacia los «Estrechos del Cañamar»,
pero antes encontraremos un desvío a la izquierda que salva el río
mediante otro puente de madera para ascender por la ladera contraria
hasta otros miradores, estos a mayor altura que el primero. Merece
la pena ascender a todos los miradores, colaboran en proporcionan
una perspectiva elevada de los lugares por donde se pasa. En esta
zona aboca por la derecha al Ebrón la «rambla de Alobras», que drena
las vertientes surorientales de aquel término. De vuelta al camino
principal, enseguida encontraremos los denominados «Estrechos del
Cañamar», allí otro puente de madera con barandas cruza el río,
para continuar por la margen derecha una cincuentena de metros,
hasta unas pasarelas metálicas semicolgantes, sujetas al farallón
rocoso de ese lado. El camino continúa unos cientos de metros sobre
el agua, lo que permitirá al visitante admirar la grandiosidad del
cañón y sus escarpes sobre el cauce. Salvados los singulares Estrechos
del delfiladero -y un tramo de ladera- hay que atravesar de nuevo
el río y pasar a la margen izquierda mediante nuevo puente de madera
con barandas, para internarse en un somero bosquecillo de pinos,
sabinas, enebros y monte bajo. Las sabinas son árboles muy resistentes,
unos «veteranos de la resistencia» perfectamente adaptados a la
zona.
El camino pasa a los pies de un enorme peñasco de
forma piramidal, para descender de nuevo a nivel del río mediante
unos escalones metálicos aferrados a la ladera izquierda: la bajada
debe hacerse con cuidado, sin soltar el cable de acero que aparece
sobre las pasaderas. Desde este punto el camino continúa en llano
y paralelo al río, bordeado por una larga hilera de chopos, hasta
un puente metálico con piso de rejilla pintado de verde. Como los
demás puentes, este está amarrado por uno de sus extremos a una
secular sabina que crece en la otra orilla, para evitar lo arrastren
las aguas en alguna avenida.
El «Puente de la Fonseca».
Ya en la margen derecha, el camino se aleja del río
y continúa un largo trecho en ascenso por la ladera del monte, elevándose
hasta un puntal rocoso desde el que puede contemplarse una amplia
perspectiva, percibiéndose el encajonamiento del cauce del Ebrón.
El camino prosigue su trazado bordeando la cota alta media de un
cerro. Unas señales situadas poco más adelante del puntal indicarán
al caminante que se halla en la buena dirección, a la vez que invitan
a continuar –por la izquierda- a visitar otro mirador, este a mayor
altura que los dos anteriores. De vuelta del mirador el camino prosigue
en dirección septentrional: bordeando un gran risco con cornisa
de gran potencia el caminante se hallará en la vertiente donde está
el «Puente de la Fonseca», el camino desciende en este punto, frente
a una cueva natural mediante una fuerte rampa escalonada con atoques
de madera. Siguiendo por el sendero podrá observarse a la mano derecha
una pequeña señal de madera con forma de flecha indicando un desvío
del sendero que baja bruscamente por la ladera hasta la base del
puente natural. La perspectiva del viaducto desde el cauce es impresionante,
dada su magnitud y altura. El visitante estará viendo el puente
natural por su cara meridional, de aguas abajo del río, de abajo
arriba. Para verlo en su cara septentrional, hay que ascender al
sendero principal, bajar por unas escaleras de madera con pasamanos
y cruzar el puente para seguir el sendero hasta unos farallones
calizos con grandes geodas, situados en posición norte, desde donde
puede observarse otra magnífica panorámica del entorno, ahora de
arriba abajo, aguas arriba del Ebrón. Esta nueva perspectiva permite
hacerse idea cabal del encajonamiento de río y la profundidad de
su cauce.
Hay que regresar de nuevo al puente, cruzarlo y subir
por otras escaleras de madera que hay frente a las anteriores, para
continuar la ascensión por la ladera del monte. El trayecto posee
trechos muy empinados, algunos tramos se hallan escalonados con
atoques, en otros sirven de escalones las mismas raíces de los árboles.
Durante el trayecto podrán verse magníficos ejemplares de pinos
laricios (Pinus nigra), seculares sabinas (Juniperus thurifera)
y enebros comunes (Juniperus communis) de punzantes acículas. Observando
con atención podrá observarse un enorme pino a la mano izquierda,
cuya singularidad estriba en los tres brazos que posee, lo que invita
a denominarlo «Pino Tridente», por lo que bien podría emparentarse
con el «Pino Ramudo» de Alobras o el «Pino Vicente» de Puebla de
San Miguel, populares árboles monumentales de la zona. Algunas de
las añosas sabinas que hay por el camino poseen también extrañas
formas con troncos y ramas retorcidos, diciendo de su azarosa lucha
vital en competencia con el pino y otras especies por la luz del
sol y el mejor suelo. El largo trecho de subida desde el «Puente
de la Fonseca» concluye en una somera placeta que surge a la mano
izquierda. Hay en este punto varias señales verticales indicando
la dirección. El camino continúa al frente, que es el norte, donde
se halla la «Cascada de Calicanto» y las ruinas del viejo molino
harinero, ya en las inmediaciones de Tormón. Antes de continuar,
sin embargo, sería imperdonable para el caminante no acercarse hasta
el mirador que hay en las inmediaciones, para lo cual hay que continuar
un centenar de metros por la izquierda, siguiendo siempre las flechas.
El mirador –protegido por baranda de madera y con dos bancos de
respaldo- constituye la guinda del trayecto en lo que a panorámicas
se refiere, pues desde este punto puede admirarse una de las mejores
perspectivas de la ruta, ya que es el más elevado de los tres anteriormente
nombrados. Desde esta atalaya pueden distinguirse grandes manchas
arbóreas de pinos laricios autóctonos y sabinas albares en curso
de recuperación tras la sobrexplotación humana a la que fue sometido
el bosque, y el curso zigzagueante del río, encajonado entre montes,
y el «Puente de la Fonseca», visto en su perspectiva septentrional.
Un panel informativo existente en Mirador explica
así la formación de los Estrechos del Ebrón y el Puente de la Fonseca:
«En una etapa de su dilatada historia geológica, el
río Ebrón discurría lentamente por esta zona, debido a los frecuentes
represamientos que se producían en su lecho, y que motivó que el
sedimento carbonatado disuelto que transportaban sus aguas se fuera
depositando sobre la vegetación que crecía en sus orillas, y que
colonizaba las áreas encharcadas, solidificándose y petrificándose
posteriormente. De esta manera y con el paso del tiempo se fueron
formando grandes acumulaciones de estas nuevas rocas de origen orgánico
y vegetal conocidas como tobas y travertinos, llegando a constituir
espesores de decenas de metros como observamos en la planeta abancalada
inferior. Sin embargo, y debido a probables cambios bruscos en el
caudal del río, éste comenzó a encajarse en sus propios depósitos
travertínicos, incluso pasando bajo los mismos, quedándose colgados
algunos de ellos, dando lugar a los puentes naturales y abriendo
profundos y escarpados tajos en la roca, como los que vemos en los
parajes de los estrechos».
Desde el Rincón de Ademuz, Alfredo Sánchez Garzón.
De vuelta a la placeta, el sendero se convierte en
un camino de tierra, amplio y bien cuidado. Siguiendo esta vía enseguida
comenzaremos a ver el caserío de Tormón, que aparece en posición
septentrional, rodeado de altas montañas, por detrás de un cerrito
alomando en cuya cumbre se halla la «ermita de San Cristóbal». El
camino hace una brusca revuelta con bajada hasta un cruce del camino
donde hay varias señales verticales. Para visitar la «Cascada de
Calicanto» hay que seguir por la derecha hasta el río. Arribados
al cauce debe seguirse aguas arriba por la margen derecha hasta
las ruinas de un antiguo molino maquilero, desde el que comienza
a verse la cascada, aunque su sonido se percibe de lejos. Se trata
de un lugar con gran encanto, el agua discurre mansa y límpida entre
chopos, álamos blancos y sargas. La cascada se halla al fondo, al
pie de un enorme farallón rocoso con forma de esfinge. La caída
puede tener sobre veinte o veinticinco metros, es muy amplia y cubierta
de musgo: su magnificencia depende de la estación y del caudal que
porte el río. Vista la «Cascada de Calicanto» cabe regresar al último
cruce de caminos descrito y subir hasta la carretera que viene de
Alobras para ir hasta Tormón, población situada un par de kilómetros
más adelante. Tormón es una localidad turolense cuyo topónimo ya
se cita en las crónicas bajo medievales, posee un castillejo o torreón
arruinado (tormón), una iglesia parroquial (Natividad de Nuestra
Señora), una ermita (San Cristóbal), un albergue, vivienda de turismo
rural, bar y restaurante. Hay también varios abrigos con pinturas
rupestres en su término, emplazadas en pleno monte del Rodeno, circunstancias
que permite calificar al pueblo de pintoresco.
El jilguero europeo o cardelina es un ave paseriforme
perteneciente a la familia de los fringílidos. Es común en el Paleártico
occidental, tanto en Europa como en el Norte de África y parte de
Asia occidental. En España había en 2003 alrededor de 2,8 millones
de ejemplares.
La gran belleza paisajística de la ruta de los Estrechos
del Ebrón se completa con la naturalística, dada la biodiversidad
en avifauna y flora de la zona, todo ello gracias a la vida que
para animales y plantas supone el río Ebrón. Aunque no sean fáciles
de ver, abundan los jilgueros (Carduelis barbata), las lavanderas
cardueñas (Motacilla cinerea), los mochuelos (Athene noctua), etc.
Más fáciles de ver son los córvidos, cuervos grandes (Corvus corax)
y urrucas comunes (Pica pica). Los más frecuentes, sin embargo,
son los artrópodos: insectos arácnidos, crustáceos, miriápodos,
etc., singularmente en verano. En cuanto a la botánica, destacan
los juncales, los chopos lombardos, los álamos, las sargas y otras
variedades propias de las riberas, incluso el matorral termófilo
en las franjas más alejadas y frescas. En las zonas de la ruta propiamente
de montaña predomina el pino laricio (Pinus nigra), las sabinas
albares (Juniperus thurifera), los enebros (Juniperus communis),
las encinas (Quercus ilex) y variedad de arbustos y matorrales,
romeros (Rosmarinus officinalis), rosales silvestres (Rosa canina),
aliagas (Genista scorpius), etc.
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