El 22 de enero de 1973, el marino Siggi debía
zarpar del puerto de Reikiavik (capital de Islandia) para
navegar con su pesquero hasta la isla de Heimaey, su tierra
natal. Siggi, que entonces tenía 38 años tuvo un presentimiento.
Y retrasó el viaje. Unas horas más tarde, en la madrugada
del 23 de enero, la tierra crujió en el este de Heimaey. De
pronto se abrió una grieta de kilómetro y medio y desde las
entrañas de la tierra brotó una muralla de fuego de docenas
de metros de altura. La erupción estalló a cuatro pasos del
pueblo de Heimaey, el único del archipiélago. El viento este,
el más habitual, habría sepultado la localidad con lava y
cenizas en unas pocas horas, pero aquella noche soplaba un
viento sur salvador. Los 5.000 habitantes tuvieron tiempo
para abandonar la isla antes del amanecer.
Salieron corriendo de sus casas y subieron a
los barcos que iban y venían sin parar hasta la cercana costa
de Islandia. Siggi recibió la noticia en el puerto de Reikiavik,
en la mañana del 23 de enero. Zarpó con su barco pesquero
hacia Heimaey, donde ya no quedaban vecinos, y colaboró en
el rescate de coches, muebles y toneladas de pescado, que
fueron transportados por mar y aire hasta Islandia antes de
que la lava los devorara. Así empezó una batalla infernal.
La grieta vomitó fuego y rocas fundidas durante cuatro meses;
los grupos de bomberos y operarios pelearon todo ese tiempo
para salvar Heimaey. El tercer día, cuando empezó a soplar
el viento del este, se abatió sobre el pueblo una lluvia de
bombas de lava y de cenizas abrasadoras. La lava fluyó por
las calles en grandes ríos incandescentes y durante las siguientes
semanas devoró 380 casas. Millones de toneladas de ceniza
sepultaron Heimaey bajo una capa de cuatro metros, cuyo peso
derrumbó docenas de viviendas y mandó a pique muchos de los
barcos amarrados en el puerto. Los trabajadores corrían de
aquí para allá esquivando incendios, gases tóxicos y lluvias
de rocas, apuntalando casas, retirando la ceniza de los tejados
y tratando de frenar las lenguas de lava. La principal obsesión
era evitar que las erupciones taponaran la bocana del puerto.
El puerto de Heimaey constituía una de las mayores bases pesqueras
del Atlántico Norte, la razón por la que miles de personas
habitaban esta isla tan amenazante pero tan próspera.
Los bomberos instalaron docenas de mangueras
a presión, con las que lanzaban agua marina a las coladas
ardientes para enfriarlas y tratar de frenarlas. Parecía tan
inútil como escupir a un monstruo: la lava siguió avanzando,
alcanzó la orilla, se derramó sobre el mar y produjo gigantescas
columnas de vapor; se petrificó, formó un puente sobre el
que avanzaban las nuevas riadas y se acercó palmo a palmo
hacia la montaña que cerraba la bocana en la orilla contraria.
Y entonces, de un modo casi milagroso, se frenó 175 metros
antes de cegar el puerto. Desde entonces, el puerto de Heimaey
cuenta con una bocana más estrecha y un refugio más seguro.
Al margen de este beneficio inesperado, cuando se apagaron
los últimos fuegos el recuento fue desolador: casi medio pueblo
estaba enterrado bajo la lava, muchos barcos yacían en el
fondo del mar, las aguas polucionadas quedaron sin peces,
un manto de cenizas cubría los pastos de la isla. A pesar
de todo, los vecinos apostaron por reconstruir el pueblo en
su nuevo paisaje: en la falda del recién nacido volcán. Porque
en el este, donde antes solo había una estrecha franja costera
entre las casas y el mar, se alzaba una montaña cónica de
205 metros, a la que llamaron Eldfell (montaña de fuego),
y se extendía un campo de lava de dos kilómetros cuadrados.
Zarpamos desde Thorlakshöfn, en la costa islandesa,
y tardamos casi tres horas en llegar a Vestmannaeyjar. El
archipiélago hace una aparición teatral: se alza la neblina
y en medio del Atlántico brotan 46 muelas negras, barridas
por los vendavales, azotadas por el oleaje, rebozadas en espuma
y salitre. Desde más cerca descubrimos que muchos de los islotes
están cubiertos por un manto de hierba. Y en algunos se ven
granjas inverosímiles colgadas sobre el abismo. Para construirlas,
los nativos trepan por los acantilados, alcanzan la parte
alta y allí montan una polea con la que suben los materiales
desde los barcos. Después, un pastor navega con su rebaño
hasta el islote y las ovejas equilibristas trepan por el acantilado
hasta la pradera de la cima. El barco enfila hacia Heimaey,
la única isla habitada, y parece que va a chocar contra un
montañón volcánico de doscientos metros. El acantilado es
el territorio de la vida vertical, al que se han adaptado
todos los isleños, ya sean animales o humanos. Las ovejas
mordisquean hierba en los resquicios más escalofriantes del
precipicio; los frailecillos y las gaviotas anidan en nichos
minúsculos y motean de guano las paredes negras; y de vez
en cuando aparece algún vecino de Heimaey colgado de una liana,
balanceándose de una repisa a otra, volando cien metros sobre
el mar, recolectando los huevos de las aves mientras cuatro
o cinco compañeros le sostienen desde arriba. La embarcación
va rodeando la montaña hasta que encuentra una abertura estrecha,
flanqueada por un campo de lava: es la bocana que estuvo a
punto de cegarse en la erupción de 1973.
Nos colamos por ella y pronto desembarcamos
en el puerto de Heimaey, refugio de un centenar de naves que
salen al bacalao, al lenguado, al arenque, a la langosta.
La nueva Heimaey, trazada con escuadra y cartabón, es una
cuadrícula de calles amplias en las que se disponen hileras
de casas bajas. Un gran barrio residencial, ordenado y tranquilo,
un pueblo que parecería el más sosegado del mundo si no fuera
por una peculiaridad: está rodeado por volcanes y asentado
sobre una llanura que en cualquier momento puede abrirse y
devorarlo. Heimaey es pura testarudez islandesa, puro empeño
de dignidad.
En 1973 los vecinos retiraron toneladas de cenizas
a golpe de pala y reconstruyeron una ciudad modélica sobre
las ruinas devoradas por una lava aún caliente. Incluso aprovecharon
esos ardores del volcán recién nacido para calentar agua y
lograr calefacción gratis en las nuevas casas. Heimaey es
la persistencia del orden, de la disciplina, del trabajo,
de la alegría, en medio de la naturaleza más hostil. «Los
años de la reconstrucción fueron muy emocionantes», recordaba
el marino Siggi. «Todo el pueblo trabajó codo con codo, incluso
vinieron voluntarios de 19 países para echar una mano. También
organizamos fiestas y conciertos en los que participaba la
gente del pueblo, para descansar y divertirnos».
En el verano de aquel trágico 1973, entre ruinas
y escombros, los vecinos montaron en el teatro del pueblo
un musical titulado Una historia de colonos, como ellos. De
colonos optimistas pero no ilusos: en algunas esquinas de
Heimaey se levantan pequeños montones de bombas piroclásticas,
es decir, piedras volcánicas del tamaño de melones que bombardearon
el pueblo durante la erupción. Son escultura. y recordatorio.
Eldfell es un cono volcánico compuesto de unos 200
m de altura que se encuentra en la isla de Heimaey,
Islandia. Se formó en una erupción volcánica que se
inició sin previo aviso en las afueras de la ciudad
de Heimaey el 23 de enero de 1973. Su nombre significa
Montaña de Fuego.
La erupción provocó una gran crisis en la isla y casi
provocó su evacuación permanente. La ceniza volcánica
cayó sobre la mayor parte de la isla, destruyendo alrededor
de 400 casas, y un flujo de lava amenazaba con cerrar
el puerto, principal fuente de ingresos de la isla,
a través de su flota pesquera. Se organizó una operación
para bombear agua del mar que enfriase el flujo de lava.
Está operación fue un éxito que salvo el puerto pesquero.
Después de la erupción, los isleños utilizaron el calor
de los flujos de lava que se enfriaban lentamente para
proporcionar agua caliente y generar electricidad. También
utilizaron algunas de la tefra caída para ampliar la
pista del pequeño aeropuerto de la isla, y como material
de construcción para 200 casas nuevas.
Heimaey ha sido bautizada como la "Pompeya
del Norte" por los arqueólogos.
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La erupción del volcán Bardarbunga a finales
de 2014 trajo a la memoria la paralización del tráfico aéreo
europeo durante varias semanas en 2010 cuando una nube de
ceniza se extendió por el continente.
Pero hace 41 años, otra erupción tuvo un impacto
mucho mayor, al enterrar en ceniza cientos de casas. Hoy,
la "Pompeya del Norte" se ha convertido en una atracción turística.
"!Despierta, ha pasado algo terrible en la isla! ¡Hay una
erupción!". Así recuerda Helga Jondsottir a su madre, despertándola
aquel 23 de enero de 1973, a las dos de la madrugada.
Ella tenía 17 años y vivía en la isla de Heimaey,
que pertenece a Islandia. Un sistema volcánico que había permanecido
en calma durante 5.000 años estalló sin previo aviso, causando
un desgarro de más de 2 kilómetros en la tierra.
Ahora Helga regenta en la isla un café que conmemora
aquella noche. Las mesas están cubiertas con fotos y textos
que relatan la historia de las familias que perdieron sus
casas bajo la lava. Mientras narra esto, Helga bebe un café
humeante.
"Corrí hacia la ventana frente a mi dormitorio
y vi una columna de fuego que salía de la tierra hacia el
cielo", recuerda. "Estaba espantada". Su familia huyó de la
casa y se dirigió hacia el puerto para escapar en barco. Al
zarpar, vieron con horror una lengua de lava que serpenteaba
por el lecho marino en su dirección. "En ese momento pensamos
que era nuestro final", me dice Helga. Sorprendentemente,
casi todos los 5.000 habitantes de la isla consiguieron escapar.
Solo uno murió por una explosión de gas. Pero la erupción
duró cinco meses, sepultando 400 casas en Heimaey. Los que
evacuaron la isla iniciaron una vida nueva en la isla principal
de Islandia. Muchas de las personas dijeron que fueron tiempos
muy dolorosos. En un solo año, Helga se mudó una decena de
veces. Ella, como muchos otros, estaba decidida a volver.
Ahora muchos esperan que los eventos de aquella
noche sirvan para atraer turistas a la pequeña isla de Heimaey,
que ha sido apodada la "Pompeya del Norte" por los arqueólogos
que han trabajado en la recuperación de los edificios sepultados.
Gerdur Siguroardottir vivía allí con sus tres
hijos pequeños. El menor era un recién nacido. Atiende a todo
el que se interesa por ella y los guía por los montones de
ceniza negra que aún cubren buena parte de su casa, mostrando
lo que quedó de su salón. Puedes distinguir la forma de un
sofá, pero como buena parte de la casa, se desintegró y fundió
con el intenso calor. Algunas habitaciones se han conservado
parcialmente bajo los 15 metros de ceniza y lava solidificada
que cubrían la casa. Gerdur ha conseguido recuperar algunas
de sus pertenencias que han permanecido intactas. Se agacha
para alcanzar un objeto cubierto por polvo carbonizado y dice,
"de mi recién nacido". En las horas previas a la erupción,
Gerdur había estado cosiendo un suéter, que no pudo llevar
consigo.
Antes de la erupción Gerdur Siguroardottir había
estado cosiendo un suéter que no pudo llevar consigo.
Pero no todos en la isla se han alegrado de
recuperar los restos de un pasado traumático. En el proceso
de excavación, parte de una casa vecina fue también desenterrada.
El techo y ventanas superiores emergieron de la montaña de
ceniza colindante con el museo. Una mujer que está de visita
junto con su hijo se acerca y me dice que sus padres vivían
allí. Para ellos es muy doloroso ver el armazón destruido
de su casa 40 años después.
Señala hacia la casa hundida y me dice: "Fue
un capítulo que ya han cerrado". Pero Gerdur sí ha podido
encarar el amargo momento de ver sus pertenencias de nuevo,
décadas después de haberlas dejado atrás. Permanece de pie
con gesto de orgullo frente a su casa mientras unos turistas
toman fotos, encantada con el hecho de que otros puedan aprender
sobre la historia de la isla al ver los restos de su casa.
"Mi marido me dijo, 'solo voy a construir una casa una vez
en mi vida' y voy a usar los mejores materiales'", dice mientras
señala al techo del edificio, que resistió el impacto de la
erupción. "Estaba construyendo una casa resistente que pudiera
estar aquí para siempre. Y en cierto modo, tenía razón."
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En junio de 1783, el joven país de Islandia,
que había permanecido habitado durante tan sólo 750 años,
contaba con una población de 50.000 personas. Más de 10.000
personas morirían en Islandia en los años siguientes, como
resultado de lo que comenzó aquel domingo. La erupción de
Laki constituye todavía la peor catástrofe en la relativamente
corta historia del país. Laki es un sistema volcánico que
se encuentra en la misma parte del sureste del país donde
tuvo lugar la erupción del Eyjafjallajökull de 2010. Pero
hasta aquí llegan las similitudes.
Una serie de importantes eventos volcánicos ocurrieron
en el glaciar Eyjafjallajökull en Islandia en 2010 a
causa del volcán Eyjafjallajökull. La actividad sísmica
se inició a finales de 2009, y dio lugar a una erupción
volcánica el 20 de marzo de 2010. Una erupción el 14
de abril de 2010 arrojó ceniza volcánica varios kilómetros
en la atmósfera lo que llevó al cierre del espacio aéreo
del 14 al 20 de abril sobre la mayor parte del norte
de Europa a partir del 15 de abril, afectando aproximadamente
a 10 millones de pasajeros.
Se cree que la erupción comenzó el 20 de marzo de 2010,
a unos 8 kilómetros al este del cráter del volcán, en
la región de Fimmvörðuháls, donde es muy popular la
práctica del senderismo. Esta primera erupción no ocurrió
en el glaciar y fue menor que la prevista por algunos
geólogos. Esto porque desde el 4 de marzo se había detectado
una deformación del volcán, que presentaba una tasa
de crecimiento de un centímetro diario, fruto del ascenso
del magma, que fue acompañada de una serie de sismos.
Por esta razón hubo que desalojar a los habitantes más
cercanos al glaciar. La erupción se dio en una fisura
volcánica, abierta en el flanco oriental del volcán,
a unos 1000 msnm, de entre 300 y 500 metros de largo
y orientada en dirección noreste-suroeste. La lava pasó
entre las capas de hielo de Eyjafjallajökull y Mýrdalsjökull.
Una docena de fuentes de lava, de cientos de metros
de alto, brotó por la fisura. La erupción fue de tipo
hawaiano con un índice de explosividad volcánica de
1. Estas fuentes de lava estuvieron acompañadas de un
penacho volcánico de menos de un kilómetro de altura,
que fue empujado por los vientos hacia el oeste y tuvo
un impacto de tefra muy bajo.
Volcán Eyjafjallajökull, 17 de abril de
2010.
Estos fenómenos volcánicos fueron observados desde
el aire por la mañana y la alta temperatura de la lava
fue detectada por satélites equipados con el sensor
MODIS, de modo que las autoridades declararon el estado
de emergencia en el sur de Islandia unas horas después
del inicio de la erupción, obligando a la evacuación
de los habitantes de Fljótshlíð debido al riesgo de
inundaciones. Existen temores de la reactivación del
volcán Katla, ya que se considera que ambos volcanes
han estado relacionados en sus erupciones pasadas.
Durante las primeras horas de la erupción, un pequeño
flujo de lava se desplazó al noreste de la garganta
a través de Hrunagil, cerca de la zona de riesgo de
fusión de la capa de hielo del glaciar y por tanto de
inundación de las zonas bajas. El 26 de marzo la lava
aumenta y discurre al mismo tiempo por una segunda garganta
situada al oeste de la primera, en Hvannárgil. El 31
de marzo por la tarde, se forma una segunda fisura volcánica
de unos 300 metros de largo al noroeste de la primera.
Las dos fisuras provocaron que grandes cascadas de lava
se dirigiesen hacia el valle Þórsmörk en el norte. Desde
el 5 de abril, se calmó la erupción al perder intensidad
los temblores. Sin embargo, al día siguiente, a las
15.00 horas (hora local) se produjo un terremoto de
magnitud 3,7 en la escala de Richter, el más fuerte
desde el comienzo de los acontecimientos, con su hipocentro
localizado a tres kilómetros de profundidad, más cercano
a la superficie que la media de los terremotos registrados
anteriormente que era de diez kilómetros. El 7 de abril
la erupción se detiene por primera vez, aunque sigue
emitiendo gases volcánicos. La segunda grieta deja de
expulsar lava el 12 de abril, marcando el final de la
primera fase eruptiva. La lava ocupaba una superficie
de 1,27 kilómetros con un espesor estimado de entre
diez y veinte metros, mientras que los cráteres recién
formados aumentaron su altura en 82 metros. La lava
es basáltica, rica en olivino con un porcentaje de sílice
del 47 %.
La primera fase eruptiva se cerró sin causar víctimas
o daños, ya que en la zona no había viviendas o infraestructuras.
Las medidas preventivas fueron eficaces con la evacuación
de unas cincuenta personas que vivían cerca del lugar
de la erupción y la prohibición de acceso al lugar de
la erupción.
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En 1783 la erupción mostró una fuerza tal que
produjo una gran fisura en forma de cráteres en continúa ebullición.
En los siguientes ocho meses los cráteres de Laki lanzaron
lava a borbotones en los alrededores y eructaron más gases
tóxicos que ninguna otra erupción en los últimos 150 años.
Los efectos se hicieron notar en todo el hemisferio norte.
Fue la segunda mayor erupción en los últimos
1000 años, solamente por detrás de la del Monte Tambora en
Indonesia, según afirmó Stephen Self, profesor de Volcanología
de la Universidad Abierta de Reino Unido (Open University).
La producción de sulfuro de Laki fue tal que a su lado la
erupción del Pinatubo en las Filipinas, que es famosa por
haber parado el calentamiento global durante varios años,
parece pequeña. La explosión filipina produjo 17 mega toneladas
de dióxido de sulfuro, la misma cantidad que Laki soltó en
tan sólo tres días en su momento más álgido, según dijo Self.
El experto estima que el poder de Laki fue 100 veces mayor
que la erupción mas reciente.
La nube de cenizas se extendió por Noruega,
Alemania, Francia y Gran Bretaña, causando alarma cuando los
granjeros empezaron a morir como moscas. La gente no tenía
ni idea sobre la procedencia de la nube, como tampoco sabía
que el dióxido de sulfuro se mezclaba con el vapor de agua
en los pulmones asfixiando así a las víctimas.
Según datos de la época, se estiman que murieron
más de 20.000 personas sólo en Gran Bretaña durante el verano
de 1783. La niebla de la erupción no se dispersó hasta el
otoño. Pero esto no hizo sino empeorar la situación, dando
paso al invierno más severo de los últimos 250 años. La causa
fue la acumulación del calor al absorber dióxido de sulfuro
en la estratósfera.
Ningún otro sitio sufrió más que Islandia. No
fue la erupción la que resultó mortal, sino sus consecuencias
medioambientales, explica Gunnar Gudmundsson, un geofísico
de la Oficina Metereólogica de Islandia. "La gente murió no
por la erupción, sino de hambre. Los animales y los cultivos
murieron y afectó a todo el país", explica. Los gases tóxicos
envenenaron las plantas y la vegetación, que a su vez mató
al ganado. Se cree que 8 de cada 10 ovejas murieron, mientras
que la mitad de las reses y los caballos perecieron. El extremo
invierno que siguió supuso la muerte de una quinta parte de
la población, según estimaciones históricas.
Es un período de tragedia que se grabó en la
psicología islandesa, según explica Gudmundsson. De hecho
esto se ha convertido en el criterio que actúa como vara medidora
de los tiempos duros de la historia del país. "Tenemos una
expresión para definirlo: la dureza de la nube de humo", explica.
Cuando los políticos lo comparan con las penurias de la reciente
crisis económica, los ciudadanos se escandalizan. Por supuesto,
no hay comparación. En la actualidad, el 20 al 25% de la población
se encuentra en una deuda inmensa. Pero en 1783 la misma proporción
de la población sucumbió a un destino fatal, y murieron, señala.
En las escuelas de hoy en día, los niños islandeses estudian
sobre el volcán Laki. Las frecuentes erupciones volcánicas
en el país hacen que el estudio de la geología y de la lava
forme parte de las materias obligatorias del currículo escolar.
La erupción del volcán Laki en 1783 no sólo provocó
miles de víctimas en Islandia, sino que alteró el equilibrio
climático en todo el continente europeo durante largos
meses.
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Crecida del río main a su paso por Würzburg
en 1784, una de las consecuencias de la erupción del Laki
en Islandia el año anterior. Grabado del siglo XVIII.
Escena de la vida en Islandia. Litografía de
la obra Viaje a Islandia y Groenlandia. París, 1842.
Vista de la fisura volcánica que atraviesa el
monte Laki. Entre junio de 1783 y febrero de 1784 emanaron
por ella 12,3 kilómetros cúbicos de lava.
El 18 de junio de 1783 se produjo una de las
mayores erupciones volcánicas que se han registrado en la
historia. Tuvo lugar en Islandia, en el sistema volcánico
de Grimsvötn, en la fisura del Laki. La actividad del volcán
no cesaría hasta febrero de 1784 y sus efectos, según las
fuentes de la época, fueron terribles, en consonancia con
el valor 6 del Índice Volcánico de Explosividad que le atribuyen
los expertos. Una amplia zona de la costa suroriental de Islandia
quedó arrasada por las efusiones basálticas mientras que en
el cielo de la isla se instalaba una densa capa de gases nocivos
y polvo que, en muy poco tiempo, acabó con la vida de la cuarta
parte de la población y con la casi totalidad de las cabezas
de ganado existentes. Una crónica fechada en Copenhague en
septiembre del mismo año, y publicada un mes más tarde en
La Gaceta de Madrid, describía el padecimiento de la gente
y alguno de los terribles efectos provocados por la lava.
La consternación y el miedo invadían a los islandeses quienes,
además de ignorar el alcance real del desastre, veían su país
cubierto por «las más horrendas tinieblas», producto de los
«vapores de azufre, salitre, arena y ceniza» lanzados por
el volcán. El sol únicamente era perceptible durante el orto
y el ocaso como «un gran volumen de fuego metido entre vapores
densísimos». Además, en los años posteriores una terrible
hambruna castigaría a los supervivientes del desastre. Sin
duda, los islandeses fueron las grandes víctimas, pero el
impacto de la erupción fue mucho más allá. Empujada por los
vientos provocados por las altas presiones situadas en Islandia,
la espesa nube tóxica fue desplazándose en dirección sureste.
A mediados de junio llegó a Noruega y Bohemia, el 18 de ese
mes cubrió Berlín, el 20 alcanzó París, dos días después El
Havre y el 23 hacía acto de presencia en las costas de Gran
Bretaña, impregnando el cielo de un polvo sulfuroso. Un sofocante
calor se adueñó de la atmósfera y los londinenses tuvieron
la percepción de no haber conocido nunca un estío de tal naturaleza.
El verano fue anormalmente caluroso en buena parte del continente
europeo aunque, de inmediato, irrumpieron violentos aguaceros
y granizadas que hicieron descender las temperaturas. El otoño
fue más fresco y húmedo de lo normal y el invierno siguiente,
muy frío. Las cosechas se perdieron, dando paso a la carestía,
el hambre, la enfermedad y la crisis. Las muertes fueron cuantiosas.
El Tratado de París se firmó el 3 de septiembre de
1783 entre el Reino de Gran Bretaña y los Estados Unidos
de América y puso fin a la guerra de Independencia de
los Estados Unidos. El cansancio de los participantes
y la evidencia de que la distribución de fuerzas, con
el predominio inglés en el mar, hacía imposible un desenlace
militar, condujo al cese de las hostilidades. El tratado
fue firmado por David Hartley, miembro del Parlamento
británico que representaba al rey Jorge III, y John
Adams, Benjamin Franklin y John Jay, representantes
de los Estados Unidos. El tratado fue ratificado por
el Congreso de la Confederación el 14 de enero de 1784,
y por los británicos el 9 de abril de 1784.
Se reconocía la independencia de las Trece Colonias
como los Estados Unidos de América (artículo 1) y otorgó
a la nueva nación todo el territorio al norte de Florida,
al sur del Canadá y al este del río Misisipi. El paralelo
31º se fijaba como frontera sur entre el Misisipi y
el río Apalachicola. Gran Bretaña renunció, asimismo
al valle del río Ohio y dio a Estados Unidos plenos
derechos sobre la explotación pesquera de Terranova
(artículos 2 y 3).
Firma del tratado. La delegación británica
rehusó posar y por ello la pintura quedó incompleta.
Los británicos firmaron también el mismo día acuerdos
por separado con España, Francia y los Países Bajos,
que ya habían sido negociados con anterioridad. España
mantenía los territorios recuperados de Menorca y Florida
Oriental y Occidental. Por otro lado recuperaba las
costas de Nicaragua, Honduras (Costa de los Mosquitos)
y Campeche, acuerdo implementado mediante la Convención
de Londres (1786). Se reconocía la soberanía española
sobre la colonia de Providencia y la inglesa sobre Bahamas.
Sin embargo, Gran Bretaña conservaba la estratégica
posición de Gibraltar. Londres se mostró inflexible,
ya que el control del Mediterráneo era impracticable
sin la fortaleza del Peñón.
Francia y los Paises Bajos recibian varios territorios
como Sumatra o Tobago, comenzando la era del colonialismo.
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Una niebla densa y persistente, imposible de
atravesar por los rayos del sol, se adueñó de los cielos europeos.
El aspecto del disco solar, cambiante según transcurría el
día, añadía más confusión a lo que las gentes calificaban
como «fenómeno increíble y portentoso» para el que no tenían
explicación. Desde Inglaterra se hacía notar que el sol adquiría
a mediodía un color blanquecino como el de una «luna nublada»
que, sin embargo, despedía un tremendo calor que llegaba a
pudrir la carne de un día para otro. Desde otros lugares se
informaba de que, conforme avanzaba la tarde, las tonalidades
iban variando, adquiriendo un colorido ferruginoso que, a
la postre, se tornaba rojizo y provocaba un temor supersticioso
que sobrecogía los espíritus. La Gaceta de Madrid explicaba
que este cambio de color «era suficiente para que el pueblo
se asustase; y en efecto la consternación fue general en las
gentes poco instruidas […] vive el pueblo en el mayor conflicto,
recelando grandes males». Como se advierte por esta cita,
en España también se percibieron los efectos de la explosión.
El noble catalán Rafael de Amat y Cortada, barón de Maldá,
dejó constancia en el verano de 1783 de la sequía imperante
en tierras catalanas, de los tremendos calores estivales y
de la presencia de una niebla tan espesa que impedía contemplar
el resplandor del sol. A fray José de Rocafort, un religioso
castellonense, le llamó igualmente la atención la «especie
de niebla seca, que oscurecía el sol de tal modo que iluminaba
muy poco». La Gaceta de Madrid, por su parte, se hacía eco
a mediados de agosto de 1783 de las anomalías observadas en
los cielos de Alemania, Dinamarca, Francia e Italia en la
primera quincena de julio. Se refería asimismo a la existencia
de «una especie de niebla o vapor muy denso» que debilitaba
la luminosidad de los rayos del sol y permitía mirarlo «sin
que dañase la vista». Señalaba también que esas brumas espesas,
en lugar de «humedecer los campos», secaban «la hierba de
los prados y las hojas de los árboles», y destacaba el «excesivo
calor» que se padecía y la incapacidad de los vientos para
«disipar los vapores».
El estallido del Laki trastornó la dinámica
atmosférica durante el año 1783, hasta el punto de que los
contemporáneos interpretaron que se estaban operando cambios
de origen desconocido y consecuencias terribles. En este sentido,
los diarios y gacetas del momento recogieron en sus páginas
infinidad de sucesos acaecidos durante 1783 y 1784 que consideraban
como indicios «de un trastorno en la naturaleza». Entre ellos
se encontraban los terremotos de Calabria y Sicilia (Reino
de Nápoles), Volhinia (Polonia), Oporto y Braga (Portugal)
y Provenza (Francia); los intensos vendavales que se abatieron
sobre el mar Adriático, el amago de erupción del monte Vesubio
o las gravísimas inundaciones en las regiones francesas de
Auvernia y Limousin así como en buena parte de Alemania, especialmente
en la región del Bajo Rin, consecuencia de intensísimas precipitaciones
y del deshielo de la nieve acumulada en las cumbres de las
montañas.
Las consecuencias de la erupción no cesaron
cuando se disipó la nube. Tras los excesivos calores del verano
de 1783, la temperatura media en el hemisferio norte descendió
bruscamente cerca de 3 ºC, circunstancia que provocó la reducción
de la diferencia térmica existente entre Eurasia y África
y los océanos Índico y Atlántico, limitando la capacidad de
los monzones para generar sus conocidas lluvias que alimentan
los cursos fluviales. En el norte de África la temperatura
se incrementó 2 ºC y la falta de precipitaciones hizo que
el Nilo no experimentara sus usuales y generosas crecidas,
haciendo inviable la siembra ante la ausencia del riego necesario.
Al año siguiente sucedió lo mismo, y la pérdida de dos cosechas
derivó en una terrible crisis que diezmó a la población egipcia,
tal y como escribió el viajero francés Constantin Volney.
Recientes estudios han demostrado que, tras la erupción, las
temperaturas medias de Barcelona aumentaron durante los siguientes
cinco veranos y no experimentaron variaciones apreciables
durante la primavera y el otoño, mientras que los inviernos
tuvieron algunos meses muy fríos. Estas alteraciones climáticas,
advertidas y padecidas por los contemporáneos, fueron reseñadas
y comentadas por los diarios europeos; pero nadie llegó a
relacionarlas con la erupción del Laki salvo el político y
científico Benjamín Franklin, quien, en una conferencia pronunciada
el 2 de diciembre de 1784 ante los miembros de la Literary
and Philosophical Society de Manchester bajo el título de
Imaginaciones y conjeturas meteorológicas, puso de manifiesto
que era la tenaz y seca niebla procedente de Islandia que
cubría los cielos de Europa la que impedía que penetraran
los rayos del sol y causaba el comportamiento anómalo del
clima. Los estudios actuales han confirmado que Franklin tenía
razón.
Benjamin Franklin (Boston, 17 de enero de 1706
- Filadelfia, 17 de abril de 1790) fue un político, polímata,
científico e inventor estadounidense. Es considerado uno de
los Padres Fundadores de los Estados Unidos.
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En Islandia, en el sistema volcánico del Katla,
la erupción del Laki en 1783 fue una de las mayores catástrofes
naturales de la historia. Y dejó una de las rutas más bonitas
y espectaculares que se pueden hacer en la isla. Se puede
hacer en coche, en una carretera muy accidentada, y no está
permitido salirse de los caminos señalizados, ni en coche
ni a pie, al ser una zona ecológicamente muy sensible.
Cuando el volcán despertó expulsó toneladas
de lava, cenizas y ácido sulfúrico a lo largo de ocho meses
sin interrupción, a través de una fisura de cráteres de más
de 25 kilómetros de longitud. Los gases tóxicos y las cenizas
oscurecieron el Sol y provocaron la muerte de una quinta parte
del país. Los que sobrevivieron se enfrentaron a una hambruna
sin precedentes, con la muerte de la mitad del ganado y las
cosechas destrozadas.
Los efectos de la erupción se dejaron sentir
en todo el hemisferio norte, con descenso de las temperaturas,
lluvia ácida y daños devastadores en cosechas de Europa, Japón
y Estados Unidos. Los historiadores creen que el hambre que
provocó esta erupción, como resultado de la pérdida de cosechas
en toda Europa, fue uno de los factores que influyó en una
de las mayores insurrecciones populares de la historia: la
Revolución Francesa del 1789.
Hoy en día, el campo de lava oculta la tragedia
que ocurrió allí hace más de 200 años. Toda la zona está protegida
dentro del parque nacional de Vatnajökull. Geología, biología
e historia se dan la mano mientras el viajero admira las colinas
formadas por la erupción, con las formaciones negras y retorcidas
de lava cubiertas de una espesa capa de musgo verde.
La ruta más popular es la que permite llegar
hasta la hilera de cráteres de Lakagígar. Son 50 km, pero
tan accidentados que es necesario planificar la excursión
para un día entero. Es importante y obligatorio contar con
un coche tipo todoterreno (no turismos), porque en algunos
tramos hay que cruzar ríos y se pueden encontrar trozos difíciles
de circular.
Al llegar al aparcamiento, hay que caminar unos
40 minutos para llegar a la cima del Laki, donde disfrutar
de unas fantásticas vistas de 360 grados de toda la grieta
de cráteres, los campos de lava y los glaciares que brillan
a lo lejos. Dunas de tierra negra y conductos de lava, alfombras
de musgo y cuevas de diferentes tamaños hacen las delicias
del excursionista. A dos horas a pie desde el aparcamiento
hay una cueva que alberga un lago.
Cascada Fagrifoss en el camino a Lakagigar.
Asimismo, un desvío en la carretera permite
llegar, a 24 km, a las Fagrifoss, unas cascadas preciosas,
con el agua derramándose sobre una inmensa roca negra. En
toda la ruta es muy recomendable parar cuando se desee, para
realizar incursiones por los caminos señalizados y descubrir
pequeños tesoros en forma de lago oculto o laderas negras
de lava y verdes de musgo.
Cuando un volcán entra en erupción, la lava
va atrapando cuanto pilla a su paso, y ha dejado campos de
lava que son uno de los paisajes más espectaculares y característicos
de Islandia. El clima ártico ha propiciado que las arenas
volcánicas acaben cubiertas de un manto de musgo de casi diez
centímetros de espesor y se forman laderas de arena negra
volcánica justo al lado de la lengua de un glaciar.
Parque Nacional de Vatnajökull, el mayor glaciar
de Islandia y el segundo de Europa.
Además de la lava, el fuego, las rocas y las
cenizas, el otro gran peligro de los volcanes islandeses son
las inundaciones que provocan. Al explotar dentro del casquete
glaciar, la erupción derrite el hielo de las capas inferiores
de los glaciares, lo que provoca riadas impresionantes que
arrastran consigo todo lo que encuentran. Actualmente, los
sismógrafos y la tecnología ayudan a los científicos a prevenir
problemas. Pero antes todo eso no existía aunque tenían sus
propios métodos, como avisarse con grandes hogueras entre
los pueblos cuando veían que la lengua de hielo del glaciar
subía de nivel, señal de que llegaba una riada causada por
la erupción de un volcán. Así todos los granjeros de la zona
podían ponerse a salvo.
El volcán islandés Katla entró en erupción por última
vez en 1918 y actualmente está enterrado bajo un glacial.
Sin embargo, unas recientes mediciones de los gases
que está emitiendo han sorprendido a un equipo de científicos,
ya que sus datos indican que se ha convertido en una
de las mayores fuentes volcánicas de dióxido de carbono
(CO2) del planeta. “A través de mediciones aéreas de
alta precisión y modelos de dispersión atmosférica,
demostramos que Katla, un volcán subglacial altamente
peligroso que entró en erupción hace 100 años, esEl
volcán islandés Katla entró en erupción por última vez
en 1918 y actualmente está enterrado bajo un glacial.
Sin embargo, unas recientes mediciones de los gases
que está emitiendo han sorprendido a un equipo de científicos,
ya que sus datos indican que se ha convertido en una
de las mayores fuentes volcánicas de dióxido de carbono
(CO2) del planeta. “A través de mediciones aéreas de
alta precisión y modelos de dispersión atmosférica,
demostramos que Katla, un volcán subglacial altamente
peligroso que entró en erupción hace 100 años, es una
de las mayores fuentes volcánicas de CO2 en la Tierra,
liberando hasta un 5% del total de las emisiones volcánicas
mundiales”, advierten los autores del estudio, que ha
sido publicado en Geophysical Research Letters.
Erupción de 1918 del Katla.
Estos resultados se obtuvieron tras analizar los datos
de emisiones recogidos durante varios vuelos de investigación
realizados entre 2016 y 2017, y en los que se detectó
una columna de gas rica en dióxido de carbono. Según
sus cálculos, el flujo de CO2 de Katla es de entre 12.000
y 24.000 toneladas diarias, lo que supone “hasta un
orden de magnitud mayor que las estimaciones previas
de la liberación total de CO2 de las fuentes naturales
de Islandia”. La emisión de unas 12.000 toneladas diarias
supone que al cabo del año este volcán habría emitido
más de 4 millones de toneladas. Si comparamos el dato
con lo que emite un turismo promedio, que según la Agencia
de Protección Ambiental de EEUU es de unos 4,6 toneladas
al año, el resultado es que Katla está emitiendo prácticamente
lo mismo que un millón de vehículos. El dato es llamativo,
por lo que los investigadores insisten en que “se necesitan
urgentemente más mediciones” que ayuden a determinar
si Katla es excepcional, “o si hay una contribución
significativa y no reconocida a las emisiones mundiales
de CO2 procedente de fuentes naturales”.
El glaciar Mýrdalsjökull.
El objetivo de los investigadores es determinar de
la mejor forma posible las emisiones que provienen de
los volcanes y otras fuentes naturales de CO2, para
poder realizar evaluaciones climáticas más precisas.
“Los volcanes son una fuente natural clave de CO2 atmosférico,
pero las estimaciones de la cantidad total de CO2 que
emiten se basan en un pequeño número de volcanes activos”,
aseguran los investigadores, por lo que recomiendan
“investigaciones urgentes de otros volcanes subglaciares
en todo el mundo”. Sin embargo, es importante destacar
que las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes
de los volcanes siguen estando muy lejos de las generadas
por el ser humano. Las estimaciones realizadas en los
últimos años han determinado que las emisiones de los
volcanes son de poco menos de 700 millones de toneladas
de CO2 al año, muy lejos de los más de 30.000 millones
de toneladas que emite la humanidad. Ni siquiera las
grandes erupciones volcánicas, que pueden expulsar enormes
cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera, suponen
una aportación comparable a la de la humanidad en su
conjunto. La erupción del Monte Santa Helena en 1980
liberó aproximadamente 10 millones de toneladas de CO2
a la atmósfera en sólo 9 horas. Sin embargo, en la actualidad,
la humanidad apenas necesita poco más de un par de horas
para producir la misma cantidad de gases.
Katla es uno de los volcanes más explosivos y peligrosos
de Islandia, aunque ahora mismo esté enterrado bajo
bajo una enorme montaña de hielo, el glaciar Mýrdalsjökull.
Durante los últimos 1000 años ha sufrido 16 erupciones,
lo que supone una cada aproximadamente 60 años. La última
erupción de este volcán fue hace ya 100 años y, además,
se sabe que las probabilidades de erupción aumentan
si recientemente se ha producido otra en el Eyjafjallajökull.
Precisamente este volcán entró en erupción en 2010 y
las cenizas que expulsó colapsaron el tráfico aéreo
en Europa. una de las mayores fuentes volcánicas de
CO2 en la Tierra, liberando hasta un 5% del total de
las emisiones volcánicas mundiales”, advierten los autores
del estudio, que ha sido publicado en Geophysical Research
Letters.
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Islandia es un caso único en esta crisis, tal
y como reseñan medios de todo el mundo. Con alrededor de 360.000
habitantes (una población similar a la de Albacete), ha registrado
menos de 1.800 casos de coronavirus y diez fallecidos. Las
causas de este 'éxito' se atribuyen al gran número de tests
que se han llevado a cabo en el país, llegando al 10% de la
población, pero esa no es la razón por la que el país es protagonista
de este artículo. En este caso, la noticia está en la 'curiosa'
recomendación que las autoridades forestales del país hacen
a la población: salir a abrazar árboles. ¿La razón de tan
atípica medida? Nos la cuenta Throstur Eysteonsson, director
del servicio forestal islandés: "Abrazar árboles es bueno
para ti, pero nuestra motivación principal es invitar a la
gente a caminar por el bosque. Hay muchos hallazgos de investigaciones
que muestran que pasar tiempo en un entorno boscoso tiene
beneficios para la salud, y que pueden combatir el estrés,
la depresión, la presión arterial y la función del sistema
inmunológico. Abrazar un árbol no es más que una ventaja.
Es intrínsecamente gracioso abrazar un árbol, te hace sonreír,
y sonreír también es bueno para ti".
Es cierto que hay muchos estudios que avalan
las palabras de Eysteonsson. Así lo asegura David Strayer,
psicólogo cognitivo de la Universidad de Utah, que demostró
que la exposición a la naturaleza permite al córtex prefontral
"descansar" del estrés al que lo sometemos diariamente. Los
resultados llegan tan lejos como para afirmar que aquellos
que se "pierden en el bosque" durante, al menos, tres días,
rinden un 50% mejor a la hora de resolver problemas creativos
y sienten cómo sus sentidos se "recalibran" hasta lograr experimentar
sensaciones nuevas, entre otros beneficios.
La espectacular naturaleza islandesa.
Hay también otros trabajos, como el de los profesores
de psicología de la Universidad de Michigan Rachel y Steven
Kaplan (autores de With People in Mind: Design and Management
for Everyday Nature) que consideran que, para lograr este
efecto de "descanso", no hace falta más que tener acceso a,
por ejemplo, la vista de un parque urbano. "La atención dirigida
de las personas se fatiga por el sobreuso que se le da", explicaba
Rachel a la American Phsychological Association, activando
así la "impulsividad, distrabilidad e irritabilidad que la
acompañan". Al entrar en contacto con un entorno verde, la
atención se vuelve "automática" y se posibilita "reposar"
la atención dirigida, lo que revierte en un mayor bienestar
y, de nuevo, también en un rendimiento mejorado.
Para hacer todavía más apetecible y sencillo
el paseo por el bosque, el servicio forestal islandés también
ha retirado la nieve de los senderos que discurren por el
bosque ya, mucho más pronto que cualquier otro año. De esta
manera, cualquiera podrá internarse en la naturaleza con facilidad,
ya que las restricciones son mínimas: se pueden reunir hasta
20 personas, respetando los dos metros de distancia entre
ellos.
"Varios miles de personas están o han estado
en una cuarentena oficial y no se les permite salir, pero
muchas más están en una cuarentena autoimpuesta, lo que significa
que, en su mayoría, se quedan en casa, pero también pueden
ir a pasear o caminar mientras no se acerquen a nadie más.
Además, las escuelas están cerradas, por lo que los niños
están más o menos en casa sin estar en cuarentena. Por lo
tanto, para la mayoría no hay restricciones para dar un paseo
por el bosque siempre que no sea en grupos grandes", confirma
Eysteonsson. Aún así, el clima general, azuzado por las difíciles
circunstancias y el distanciamiento social, es la razón del
atípico consejo de las autoridades: "En estos tiempos difíciles,
cuando el coronavirus está dañando a la nación, separando
a las personas y reprimiendo a la sociedad, se nos pide que
evitemos la intimidad y el contacto. Los abrazos con otras
personas tienen que esperar. Por ello, es una buena oportunidad
de experimentar buenos abrazos de árboles, un acto curativo",
se lee en la web del servicio forestal.
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¿Qué mejor que unas cabañas de cristal en mitad de la nada?
Las camas con vistas de Panorama Glass Lodge se crearon con
la idea de ser el refugio perfecto para recién casados, pero
poco a poco y debido a su gran éxito, se abrieron a todo tipo
de públicos. Aunque eso sí, solo pueden dormir aquí dos personas.
Detrás de estas casitas se encuentra una joven familia de
Reykjavík que deseaban crear una escapada absolutamente romántica.
Para ello construyeron tres cabañas inspiradas en el estilo
escandinavo y vikingo, la primera en Hvalfjörður, a unos 35
km de la capital; mientras que las otras dos se encuentra
en el municipio de Hella, a casi dos horas de Reykjavík. Las
cabinas de cristal están hechas completamente a medida con
madera y acero, y han sido bautizadas con nombres de la mitología
nórdica. Hlín es el nombre de la diosa de la protección, Alva
significa “elfo hembra” en el antiguo idioma nórdico y Freya
es la diosa del amor en la mitología nórdica. Además, cada
una de ellas está ubicada en un lugar estratégico para que
la experiencia sea aún más inmersiva. Por ejemplo, Hlín se
sitúa justo frente al fiordo de las ballenas por lo que en
verano (julio y agosto) es fácil avistar alguna de ellas,
mientras que Alva y Freya tienen vistas directas al volcán
Helka y son perfectas para descubrir la costa sur de Islandia.
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La sal marina de Islandia es única en el mundo
y su peculiar elaboración deja una huella de carbono del 0%.
Esta sal marina podría costar 30 veces más que la sal de mesa
común. A diferencia de la sal barata que se extrae en todo
el mundo, esta se cosecha a mano en una remota región del
noroeste de Islandia. ¿Qué es lo que la hace tan cara?
Es Saltverk. Es una fábrica de sal marina en
los fiordos occidentales de Islandia. Ubicada en uno de los
lugares más remotos y fríos del país, produce 10 toneladas
métricas de sal cada año. La sal necesita al menos una semana
de elaboración y casi todo el trabajo se hace a mano. Pero
hay otra cosa que es única en la forma en la que se procesa:
todo está impulsado únicamente mediante energía geotérmica,
disponible en la Península de Reykjanes, que es una de las
aguas marinas más puras del mundo. Trasladan el agua del fiordo
al gran edificio en el exterior. En cada piscina hay radiadores.
A través de ellos, el agua caliente del manantial circula
y calienta el agua de mar. Y, a medida que el agua de mar
se evapora, la concentración de sal aumenta. Los tanques funcionan
con agua caliente. Las calderas funcionan con agua caliente.
El cuarto de secado es de agua caliente. La
calefacción de la fábrica, las casas …
Todo funciona con agua caliente. Es todo tan
verde como parece.
El proceso de hacer sal marina es simple, pero
requiere mucho trabajo. La sal se hace calentando el agua
de mar para evaporar el agua y aumentar el nivel de sal. La
sal marina se ha producido así durante miles de años. El agua
bombeada directamente del mar tiene, de forma natural, alrededor
de 3,5% de sal, pero necesita alcanzar alrededor del 26% antes
de que el agua se sature y comience a formarse la sal. El
agua se precalienta primero hasta que alcanza un nivel de
salinidad de alrededor del 20%. El proceso completo de hacer
sal tarda, desde que sale del mar hasta que es sal, de 7 a
10 días, dependiendo del clima y de la época del año. Con
resultados en invierno debido a la menor humedad, porque las
heladas eliminan la humedad. Y es más difícil en verano. Con
una humedad y una lluvia muy altas es muy difícil la evaporación
porque esto, Islandia, no es un lugar en el que se suela hacer
normalmente sal.
Una vez que se llega a este punto, se pasa a
las calderas gigantes y se hierve. Cuando el agua alcanza
el 26% de salinidad, se satura completamente y comienzan a
formarse cristales de sal en la superficie. Estos cristales
se hunden lentamente en el fondo de las ollas, donde son extraídos
y drenados del líquido restante. La sal se esparce uniformemente
en las bandejas de secado y se traslada a un gran horno para
secarse durante más de 12 horas antes de ser tamizada y envasada
para su venta. La sal ha sido una parte importante de la cocina
islandesa durante cientos de años y muchos la trataron como
una moneda. Aunque la obtención de sal no es tan difícil hoy
en día, la tradición de hacer sal todavía permanece.
Durante el siglo XVII, el rey danés tenía una
fábrica de sal en esta región y también producía sal aquí.
Y era un motor importante para la economía de la isla, ya
que se utilizaba para preservar los alimentos durante los
largos meses de invierno y también para la exportación de
pescado y bacalao. En aquellos tiempos también se consideraba
tan valiosa como el oro. Hubo una ley en el siglo XVII que
establecía que a la gente, mientras trabajaban como fabricantes
de sal, se les prohibía tener esposa, hijos o familia, porque
se consideraba una distracción del trabajo. Esto solo muestra
lo importante que era para ellos.
El resultado final es algo mínimamente procesado,
sal marina escamosa de las claras aguas irlandesas. A diferencia
de la sal de roca procesada, los minerales marinos permanecen
en los cristales, pero estos son solo un pequeño porcentaje
del producto final. Producir cualquier producto en un lugar
tan remoto tiene sus dificultades, lo que repercute en el
precio. Pero con Saltverk presente exclusivamente en algunos
de los mejores restaurantes del mundo y su proceso de producción
dejando una huella de carbono del 0%, los consumidores seguirían
pagando mucho dinero por la sal marina pura de Islandia.
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Nota de prensa, Julio de 2020:
La selección nacional de fútbol de Islandia
presentó una nueva identidad visual, lo impresionante
se encuentra en su nuevo logotipo o escudo. Y es que
se diseñó tomando en cuenta referencias a 4 espíritus
guardianes que han protegido a Islandia desde 1918.
El nuevo logo de la selección de fútbol de Islandia,
está compuesto por los siguientes 4 símbolos: Dragón,
Toro, Águila y Gigantes. Son símbolos de solidaridad,
fortaleza, lucha, resolución y perseverancia. Diseñaron
el nuevo logotipo de la selección de Islandia para que
se vea moderno y a la vez que muestre los valores fundamentales
y la esencia del espíritu de equipo. Es un símbolo de
la unidad, que muestra la historia y espíritu de lucha
de los islandeses. Desde el año 2010 la selección de
fútbol de Islandia ha tenido cierto éxito en competencias
como la EURO 2016 y la Copa Mundial de la FIFA en Rusia
2018. De hecho recordarán el festejo de los jugadores
de Islandia, al terminar sus partidos durante el mundial.
Los jugadores se acercaban a las tribunas, jugadores
y aficionados de la selección comenzaban a festejar
y gritar como si fueran Vikingos.
La selección de fútbol de Islandia utilizaban
un escudo compuesto por las iniciales de la Asociación
de Fútbol de Islandia (KSÍ) junto con un balón de fútbol
y la bandera de Islandia. Era tan malo ese escudo que
hacía falta diseñar uno nuevo que mostrará la fortaleza,
historia y el espíritu de lucha de los islandeses. Como
parte de la nueva identidad se diseñó una familia tipográfica
que se utiliza en las playeras y en toda la publicidad
de la selección de Islandia. Son letras en minúsculas
y números, el diseño se inspiró en antigua artesanía
islandesa.
También se presentaron los nuevos uniformes
con el logo actual, que utilizarán la selección femenina
y la selección masculina.
Nota de prensa, Enero de 2021:
¿Cuáles han sido las palabras más usadas
en todo el mundo este año? Una de ellas, según el estudio
anual de la Universidad de Oxford ha sido doomscrolling,
que hace referencia a la "acción de desplazarse compulsivamente
por las redes sociales o aquellas fuentes con malas
noticias”; en otras palabras hacia la desesperación.
Este 2020 hemos pasado el año deslizando nuestro dedo
índice por la pantalla saltando de una noticia mala
a otra peor. The Wall Street Journal lo denominó como
“el impulso de revisar constantemente las pantallas
de los teléfonos en busca de malas noticias”. Paralelamente,
una investigación de Tesco Mobile aseguraba que los
británicos recorrían unos 2.000 kilómetros con sus teléfonos
móviles al año. Es decir, viajamos más a través de las
pantallas que físicamente.
Esta forma de informarnos nos hace ser
esclavos del pesimismo y muchas veces nos atrapa de
una noticia a otra sin que nos demos cuenta. Algo que
va mermando nuestras capacidades de análisis para discernir
entre la información falsa o veraz. Para olvidar el
mal humor que nos genera el doomscrolling, Islandia
propone cambiarlo por un término más amigable y optimista,
el de Joyscrolling. Pero, ¿qué significa exactamente?
El Ministerio de Turismo islandés ha creado una página
web específica con este término para que tú mismo lo
vivas en tus propias carnes y experimentes sus beneficios.
Sería algo así como “deslizar para divertirse y relajarse”.
Inspired by Iceland se compone de 22 metros
de imágenes sucesivas que vas descubriendo al hacer
precisamente “scrolling”. El equipo islandés obtuvo
esta cifra después de calcular que la mayoría de personas
se desplazan alrededor de unos 22 m al día navegando
en redes sociales. Pero en este deslizar no hay malas
noticias sino cascadas, animales pastando apaciblemente,
vistas a cataratas impresionantes, comida casera y tradicional
islandesa, etc. Entre los beneficios del joyscrolling
la psicóloga Emma Kenny (que aparece en la página oficial)
determina que “'hay belleza colateral en todas partes
donde elijas mirar, por eso, incluso cuando hay una
gran cantidad de negatividad en el mundo, es importante
el joyscroll. Mirar paisajes hermosos, leer historias
y afirmaciones positivas, y exponerse a momentos significativos
y que mejoran la vida pueden hacer que te sientas más
feliz, más saludable y con más esperanza'.
Islandia, uno de los primeros países en
abrir sus fronteras tras la crisis sanitaria (15 de
junio), es uno de esos rincones del mundo que con su
belleza natural se basta y se sobra para conquistar
hasta al más escéptico de los viajeros. Y es que sus
explosivos paisajes no son para menos: playas volcánicas
que hipnotizan con el contraste del mar sobre la arena
negra, cascadas que discurren por los lugares más insospechados,
caballos salvajes que galopan sobre campos color esmeralda
...
Sin olvidarnos, por supuesto, de una de
sus postales más icónicas: la que protagonizan las lagunas
geotermales. Aprovechar el calor de esta tierra de fuego
(y hielo) para construir un remanso de paz, bautizado
Sky Lagoon, ha sido el objetivo de la empresa de atracciones
y experiencias inspiradoras Pursuit Collection. "En
Pursuit nos centramos en conectar a los huéspedes con
lugares icónicos a través de experiencias inolvidables.
Islandia es uno de esos lugares auténticos que tiene
el poder de inspirar. Estamos encantados de anunciar
nuestro compromiso continuo con el país con la inclusión
de Sky Lagoon en nuestra colección de experiencias de
viaje de clase mundial", dice David Barry, presidente
de Pursuit. Y lo habrán conseguido para esta primavera
de 2021, fecha para la que está prevista su inauguración.
Sky Lagoon abrirá en el puerto de Kársnes, Kópavogur,
a pocos minutos del corazón de Reikiavik y su mayor
atractivo serán sus infinitas vistas sobre el océano.
Nota de prensa, Enero de 2021:
Cómo Islandia está repensando el turismo
a largo plazo.
Nota de prensa, Enero de 2021:
El 43% de los islandeses positivos en
COVID-19 son asintomáticos. El estudio realizado por
deCODE, subsidiaria de Amgen, es el primero que ofrece
una visión de cómo se comporta el SARS-Cov-2 con un
total de 22.000 tests realizados a la población islandesa.
La investigación, que ha combinado el testeo de 9.199
personas con síntomas del SARS-Cov-2 con 10.707 individuos
asintomáticos, muestra que el 43% de los positivos por
el virus no presenta síntomas. Estos resultados muestran
que la obtención de una mayor información, como la que
podría adquirirse a través del testeo masivo de la población,
podría ser clave para contener el impacto de la COVID-19
en Islandia a largo plazo. Además de los voluntarios
analizados, los resultados también muestran que de las
personas de alto riesgo estudiadas, cerca de un 1% dio
positivo. "Nuestro objetivo es obtener un mapa completo
de la epidemiología molecular de la COVID-19 en Islandia,
para poder proporcionar datos a todo el mundo y ayudar
a frenar la propagación de la enfermedad", comenta Kari
Stefansson, CEO de deCODE Genetics y autor principal
del artículo.
Kári Stefánsson es una neurólo islandés,
fundadora y director ejecutivo de la empresa biofarmacéutica
deCODE genetics, con sede en Reykjavik. En Islandia,
ha sido pionero en el uso de la genética a escala poblacional
para comprender la variación en la secuencia del genoma
humano. Su trabajo se ha centrado en cómo se genera
la diversidad genómica y en el descubrimiento de variantes
de secuencia que impactan en la susceptibilidad a enfermedades
comunes. Este enfoque poblacional ha servido como modelo
para proyectos nacionales de genoma en todo el mundo
y ha contribuido a la realización de varios aspectos
de la medicina de precisión. Pionero en el estudio de
los asintomáticos.
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Este monográfico ha sido confeccionado en base
a recuerdos de un viaje en 2016 y diversos recursos
de Internet.
Esperamos que os guste. En la sección de cine
y biblioteca tenéis un extra.
juezyverdugo.es
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