La contaminación marina, o contaminación del mar, es la contaminación
que afecta a los mares y a los océanos, desde la zona de rompientes
hasta el mar abierto. Incluye la que se produce en las costas,
en los puertos, en las plataformas pesqueras, en la industria,
en la navegación y en las zonas marítimas. Tiene un carácter
global y requiere convenios internacionales, como MARPOL,
y esfuerzos internacionales dirigidos a reducirla y asegurar
un desarrollo sostenible del medio marino. La contaminación
marina se produce cuando existen efectos dañinos o potencialmente
dañinos que resultan de la introducción al océano de productos
químicos, partículas, desechos industriales, agrícolas y residenciales,
ruido excesivo o la propagación de organismos invasores.
El 80 % de la contaminación marina proviene de la tierra.
La contaminación por el aire es también un factor contribuyente
al trasladar partículas de pesticidas u otros contaminantes
al océano. La contaminación de la tierra y el aire ha demostrado
ser perjudicial para la vida marina y sus hábitats. La contaminación
a menudo proviene de fuentes no puntuales como la escorrentía
agrícola, el polvo o partículas finas en la atmósfera y desechos
arrastrados por el viento. La contaminación por nutrientes
es una forma de contaminación del agua que resulta en aportes
excesivos de nutrientes. Es una causa primaria de eutrofización
de las aguas superficiales en la que el exceso de nutrientes,
generalmente nitratos y fosfatos, estimulan el crecimiento
desmesurado de algas. Muchos productos químicos potencialmente
tóxicos se adhieren a pequeñas partículas que luego son absorbidas
por plancton y animales bénticos, la mayoría de los cuales
son detritívoros o filtradores. De esta manera, las toxinas
se concentran hacia arriba dentro de las cadenas alimentarias
marinas.
Muchas partículas se combinan químicamente de una manera
altamente depletiva de oxígeno, debido a lo cual los estuarios
pueden convertirse en aguas anóxicas. Cuando los plaguicidas
se incorporan al ecosistema marino, son rápidamente absorbidos
en la red alimentaria marina. Una vez en las redes alimentarias,
los plaguicidas pueden causar mutaciones y enfermedades que
pueden ser dañinas para los humanos y para toda la cadena
trófica. Los metales tóxicos, especialmente los metales pesados,
también pueden penetrar en las redes alimentarias marinas
y causar cambios en los tejidos, la bioquímica, el comportamiento,
la reproducción y restringir o suprimir el crecimiento de
la vida marina. Además, muchos alimentos para ganado tienen
un alto contenido de harina de pescado o hidrolizado de pescado.
De esta forma, las toxinas marinas pueden transferirse a los
animales terrestres y aparecer en los productos lácteos y
la carne consumidos por los humanos.

Aunque la contaminación marina tiene una larga historia,
las primeras leyes internacionales para contrarrestarla solo
se promulgaron a partir de mediados del siglo XX. Durante
mucho tiempo, la mayoría de los científicos creían que los
mares y los océanos eran tan grandes que tenían una capacidad
ilimitada para diluir la contaminación y, con ello, neutralizar
sus efectos dañinos. Sin embargo, a comienzos de la década
de 1950, la contaminación marina se había convertido en una
fuente de preocupación que también se manifestó en varias
convenciones de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.
A finales de la década de 1950 y principios de la década de
1960, surgieron las primeras controversias sobre el vertido
de desechos radiactivos en las aguas costeras de los Estados
Unidos por compañías autorizadas por la Comisión de Energía
Atómica de los Estados Unidos, en el mar de Irlanda por la
instalación de una planta de reprocesamiento británica de
Windscale, y en el mar Mediterráneo por el Commissariat à
l'Energie Atomique francés.
Después de la controversia en el mar Mediterráneo, Jacques
Cousteau, entre otros, se convirtió en una destacada figura
internacional en la campaña para detener la contaminación
marina. La contaminación marina llegó más a los titulares
internacionales tras el naufragio del petrolero Torrey Canyon
en 1967, y el derrame de petróleo de Santa Barbara de 1969
en una plataforma petrolífera frente a la costa de California.
La contaminación marina se convirtió en un tema de discusión
importante durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
el Medio Humano de 1972, celebrada en Estocolmo. En ese año
se firmó la Convención sobre la prevención de la contaminación
del mar por vertido de desechos y otras materias, también
conocida como el Convenio de Londres. Aunque este convenio
no prohibió la contaminación marina, estableció listas negras
y grises de las sustancias prohibidas (negras) o reguladas
por las autoridades nacionales (grises). Sin embargo, el Convenio
de Londres se aplicó únicamente a los desechos vertidos desde
los buques y, por lo tanto, no impidió ni reguló la contaminación
por los desechos líquidos vertidos sin control por medio de
conductos costeros o a través de los ríos.
Las tres principales vías de contaminación de los ecosistemas
marinos incluyen la descarga directa de desechos en los
mares y océanos, la escorrentía debido a la lluvia y la
descarga de los contaminantes en la atmósfera. |
Los contaminantes ingresan a los ríos y directamente al mar
mediante las descargas urbanas desde el alcantarillado y los
conductos de fábricas y factorías para sus desechos industriales,
a veces en la forma de desechos peligrosos o tóxicos. Otra
fuente de contaminación marina es la minería tierra adentro,
incluyendo la minería de cobre, oro, etc. La mayor parte de
la contaminación se compone de tierra que termina en los ríos
y que fluye hacia el mar. Sin embargo, algunos minerales descargados
en el curso de la extracción minera pueden causar problemas
aun más serios, como el cobre, un contaminante industrial
común, que puede interferir con el ciclo de vida y el desarrollo
de los pólipos de los corales marinos.
La minería tiene un pobre historial medioambiental. En los
Estados Unidos por ejemplo, la minería ha contaminado partes
de las cabeceras fluviales de más del 40 % de las cuencas
hidrográficas en el oeste continental del país, según datos
de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos.
Gran parte de esta contaminación sigue el curso de los ríos
y termina en el mar.
La escorrentía de tierras agrícolas, así como la de zonas
urbanas, incluyendo la construcción de carreteras, edificios,
canales y puertos, lleva tierra y partículas cargadas de carbono,
nitrógeno, fósforo y minerales. Esta agua rica en nutrientes
puede causar la proliferación de algas y fitoplancton en las
zonas costeras y producir condiciones de hipoxia por consumir
el oxígeno disuelto en el agua. En las aguas costeras del
sudoeste de Florida por ejemplo, la proliferación de algas
dañinas existe desde hace más de cien años, y ha causado la
muerte de peces, tortugas, delfines y camarones; incluso puede
tener efectos nocivos en los seres humanos al nadar en estas
aguas.
El escurrimiento contaminado proveniente de carreteras y
caminos puede ser otra fuente importante de contaminación
del agua en las zonas costeras. En la costa oeste de los Estados
Unidos por ejemplo, aproximadamente el 75 % de los químicos
tóxicos que fluyen hacia el estrecho de Puget son acarreados
por el agua de lluvia que corre por las carreteras pavimentadas,
entradas de vehículos, techos, patios y otros terrenos urbanos.
En California, las tormentas que ocurren de octubre a marzo,
y las aguas de escorrentía que terminan en el océano Pacífico
contienen petróleo, metales pesados, contaminantes de emisiones,
etc. En China, la zona costera es la más poblada y la escorrentía
proveniente de esta zona contribuye en una parte importante
a la contaminación del océano que también se ve afectado por
la descarga de aguas residuales. En 2001, más de 66.795 mi²
de las aguas oceánicas costeras chinas obtuvieron una calificación
inferior a la Clase I del Estándar de Calidad del Agua del
Mar de China. Gran parte de la contaminación producida por
la escorrentía incluía metales tóxicos, cómo Ag, Cu, Cd, Pb,
As, así como DDT, PCB, etc.

Los buques pueden contaminar los cursos de agua y los océanos
de varias maneras. Los derrames de petróleo pueden tener efectos
devastadores. Los hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH)
que se encuentran en el petróleo crudo son tóxicos para la
vida marina, muy difíciles de limpiar y permanecen durante
años en el sedimento y el medio ambiente marino. En 2019,
nuevos estudios científicos indicaron que los barcos de carga
chinos podrían ser uno de los mayores contribuyentes de basura
oceánica. Un portavoz de Ocean Cleanup declaró que «todo el
mundo habla de salvar los océanos al dejar de usar bolsas
de plástico, pajitas y envases monouso. Eso es importante,
pero cuando salimos al océano, eso no es necesariamente lo
que encontramos.» Los derrames de crudo o petróleo son probablemente
los acontecimientos de contaminación marina más conocidos.
Sin embargo, aunque el naufragio de un buque petrolero suele
resultar en una amplia cobertura en los medios de prensa y
comunicación, gran parte del petróleo vertido en los mares
del mundo proviene de fuentes menos conspicuas, incluida la
descarga de agua de lastre, mezclada con restos de crudo,
utilizadas en los tanques de los petroleros durante los viajes
de retorno, las fugas en oleoductos y otras tuberías, y el
aceite de motor vertido en las alcantarillas.
La descarga de residuos de carga de graneleros puede contaminar
los puertos, las vías fluviales y los océanos. En muchos casos,
los buques siguen con la descarga de desechos si la legislación
que lo prohíbe no esta acompañada de medidas que permitan
controlar su cumplimiento. La ausencia de normas nacionales
sobre la descarga de residuos incluso puede convertirse en
un incentivo para cruceros de descargar desechos en lugares
donde las sanciones son inadecuadas. Se ha estimado que los
buques portacontenedores pierden más de 10 000 contenedores
en el mar cada año, generalmente durante tormentas. Los barcos
también generan contaminación acústica que puede perturbar
la vida silvestre natural; la descarga de aguas de lastre
puede diseminar algas dañinas y otras especies invasoras.
La contaminación marina se produce también a través de la
atmósfera. El viento arrastra polvo y escombros, incluyendo
bolsas de plástico, hacia el mar desde vertederos y otras
zonas terrestres. Polvo proveniente del Sahara se traslada
alrededor de la periferia sur de la cresta subtropical hacia
el Caribe y Florida durante la temporada cálida cuando la
cresta se fortalece, moviéndose hacia el norte a través del
Atlántico subtropical. Otro movimiento global de polvo ocurre
desde los desiertos Gobi y Taklamakan, por Corea, Japón y
el norte del Pacífico a las Islas Hawaianas. El aumento de
los períodos de sequía en África a partir de la década de
1970, también ha empeorado el traslado de polvo. Aunque existe
una gran variabilidad en el traslado anual de polvo hacia
el Caribe, el flujo suele ser mayor durante las fases positivas
de la oscilación del Atlántico Norte. El USGS vincula los
episodios de descarga de polvo a una disminución en la salud
de los arrecifes de coral en todo el Caribe y Florida, principalmente
desde la década de 1970. El calentamiento global conlleva
un aumento de la temperatura oceánica y un incremento de los
niveles de dióxido de carbono en la atmósfera. Estos niveles
crecientes de dióxido de carbono causan la acidificación de
los océanos. Esto, a su vez, está alterando los ecosistemas
acuáticos y conduce a cambios en las distribuciones de peces,
tiene un impacto significativo en la sostenibilidad de la
pesca y en la vida de las comunidades humanas que dependen
de ella. Los ecosistemas oceánicos saludables también son
importantes para la mitigación de los efectos actuales y futuros
del cambio climático.

Pescadores zancudos de Sri Lanka.
La minería marina es un método de recuperación de mineral
del lecho marino relativamente nuevo. Los sitios de minería
oceánica generalmente se encuentran alrededor de grandes áreas
de nódulos polimetálicos o de fuentes hidrotermales activos
y extintos a una profundidad de aproximadamente 1400-3700
metros debajo de la superficie del mar. Estas fuentes hidrotermales
producen depósitos de sulfuro, que contienen metales preciosos
como plata, oro, cobre, manganeso, cobalto y zinc. Los depósitos
se extraen mediante bombas hidráulicas o sistemas de cuchara
que llevan el mineral a la superficie para su procesamiento.
Al igual que otras operaciones mineras, la minería en aguas
profundas plantea preguntas sobre el riesgo de daños ambientales
a las áreas circundantes. Como la minería de aguas profundas
es un campo relativamente nuevo, aún no se conocen todas las
consecuencias de las operaciones de minería a gran escala.
Sin embargo, expertos señalan que la eliminación de partes
del lecho marino provocará disturbios en la capa béntica,
un aumento de la toxicidad de la columna de agua y las columnas
de sedimentos de los relaves y dependiendo del tipo de extracción
y su ubicación, estas perturbaciones del hábitat de los organismos
bentónicos podrían ser permanentes.
Además del impacto directo de la minería en el área, las
fugas, los derrames y la corrosión alterarían la composición
química de la zona minera. Se cree que las columnas o plumas
de sedimento podrían constituir el mayor impacto ambiental
de la minería de aguas profundas. Las columnas de sedimento
se producen cuando los relaves de la minería (generalmente
partículas finas) se vuelcan al océano, creando una nube de
partículas suspendidas en el agua. Se distinguen dos tipos
de columnas de sedimento: las que ocurren cerca del lecho
marino y las que se producen en la superficie. Las columnas
de sedimento cerca del fondo marino se producen cuando los
relaves se bombean de vuelta en la zona minera. Las partículas
suspendidas aumentan la turbidez del agua, obstruyendo el
aparato de alimentación por filtración utilizado por los organismos
bentónicos. Las columnas o plumas superficiales causan un
problema más serio. Dependiendo del tamaño de las partículas
y las corrientes de agua, podrían extenderse sobre vastas
áreas. Las columnas de sedimento pueden afectar al zooplancton
y a la penetración de la luz, lo que a su vez afecta a la
red alimentaria de la zona.

El zooplancton, los pequeños migrantes
del mar.
Los océanos son el principal sumidero natural de carbono
y absorben una parte importante del dióxido de carbono en
la atmósfera. Como los niveles de dióxido de carbono atmosférico
están aumentando, los océanos están volviéndose más ácidos.
Aunque aún no se conocen todas las consecuencias de la acidificación
de los océanos, existe preocupación de que afecte a todas
las estructuras hechas de carbonato de calcio susceptibles
a la disolución, como los corales y los moluscos bivalvos.
Los océanos y los ecosistemas costeros desempeñan un papel
importante en el ciclo global del carbono y han almacenado
aproximadamente el 25 % del dióxido de carbono emitido por
las actividades humanas entre 2000 y 2007 y aproximadamente
la mitad del CO2 antropogénico emitido desde el comienzo de
la revolución industrial. El aumento de las temperaturas oceánicas
y la acidificación de los océanos reduce la capacidad de absorción
de carbono de los océanos y su función como sumidero se debilitará
gradualmente, dando lugar a preocupaciones globales expresadas
en las declaraciones de Mónaco y Manado.
Según un informe de los científicos de la NOAA publicado
en la revista Science en mayo de 2008, un gran volumen de
agua relativamente acidificada del océano Pacífico estaba
aflorando dentro de cuatro millas de la plataforma continental
de América del Norte. Esta zona es un área crítica donde vive
o nace la mayor parte de la vida marina local. Si bien el
documento se limitaba a la zona desde Vancouver hasta el norte
de California, otras áreas de la plataforma continental pueden
estar experimentando efectos similares. Una cuestión relacionada
es la de los depósitos de hidrato de metano que se encuentran
debajo de los sedimentos en los fondos oceánicos. Estos almacenan
grandes cantidades de metano, un gas de efecto invernadero;
sin embargo, existe la posibilidad de que el calentamiento
oceánico libere el metano contenido en estos depósitos. En
2004 se estimó que el inventario mundial de hidrato de metano
oceánico ocupaba entre uno y cinco millones de kilómetros
cúbicos. Si todos estos hidratos de metano se distribuyeran
uniformemente en el fondo de los océanos, alcanzarían un espesor
de entre tres y catorce metros. Esta estimación corresponde
a 500-2500 gigatoneladas de carbono (Gt C), y puede compararse
con las 5000 Gt C estimadas para todas las demás reservas
de combustibles fósiles.
La eutrofización se refiere a un aumento de los nutrientes
químicos, típicamente compuestos que contienen nitrógeno o
fósforo, en un ecosistema. Puede resultar en un aumento en
la productividad primaria del ecosistema (crecimiento excesivo
de plantas y su rápida descomposición) y otros efectos, incluida
la falta de oxígeno y las graves reducciones en la calidad
del agua, que afecta a los peces y otras poblaciones de animales
y plantas acuáticas. Los ríos forman la mayor fuente de eutrofización
ya que al desembocar en los mares y océanos acarrean muchos
productos químicos utilizados como fertilizantes en la agricultura,
así como desechos orgánicos del ganado y de los seres humanos.
El exceso de sustancias químicas que agotan el oxígeno en
el agua puede provocar hipoxia y culminar en áreas muertas.
Los estuarios tienden a ser eutróficos porque los nutrientes
provenientes de la tierra suelen concentrarse donde la escorrentía
ingresa al medio marino en un canal confinado. El World Resources
Institute ha identificado 375 zonas costeras hipóxicas en
el mundo, que se concentran en Europa occidental, el este
y sur de Estados Unidos y el este de Asia, especialmente en
Japón. En el golfo de México y otras zonas eutróficas ocurren
regularmente las llamadas mareas rojas que causan la muerte
de los peces y los mamíferos marinos, y que pueden causar
problemas respiratorios en los seres humanos y los animales
domésticos cuando la proliferación de algas se produce cerca
de la orilla del mar.

Otra fuente de eutrofización en los océanos es la fijación
de nitrógeno antropogénico proveniente de la atmósfera. Un
estudio realizado en 2008 demostró que esto podría representar
alrededor de un tercio del suministro de nitrógeno externo
(no reciclado) del océano, y hasta el tres por ciento de la
nueva producción biológica marina anual. Se ha sugerido que
la acumulación de nitrógeno reactivo en el medio ambiente
puede tener consecuencias tan graves como la emisión de dióxido
de carbono en la atmósfera. Una de las soluciones propuestas
contra la eutrofización en los estuarios es la restauración
de las poblaciones de moluscos bivalvos, como las ostras.
Los arrecifes de ostras eliminan el nitrógeno de la columna
de agua y filtran los sólidos en suspensión, lo que reduce
la probabilidad o el alcance de las proliferaciones de algas
nocivas o de las condiciones anóxicas. Se considera que la
alimentación por filtración de las ostras y otros bivalvos
beneficia la calidad del agua puesto que contribuye en controlar
la densidad del fitoplancton y almacenar los nutrientes, que
pueden eliminarse del sistema a través de la recolección de
los moluscos bivalvos, o al enterrarse en los sedimentos o
perderse por desnitrificación. El trabajo fundacional hacia
la idea de mejorar la calidad del agua marina a través del
cultivo de moluscos bivalvos fue realizado por Odd Lindahl
et al. en Suecia, utilizando mejillones.
Los desechos marinos se componen principalmente de desechos
tirados o abandonados por los seres humanos que terminan flotando
en el océano. El ochenta por ciento de los desechos marinos
se componen de material plástico, un componente que ha ido
acumulándose rápidamente desde finales del siglo XX. Se estima
que la masa de plástico acumulado en los océanos puede haber
alcanzado 100 millones de toneladas (98 000 000 toneladas
largas; 110 000 000 toneladas cortas) por el año 2008. China,
Indonesia, las Filipinas, Tailandia, y Vietnam descargan más
residuos plásticos al mar que todos los demás países del mundo
juntos. Los Ríos Yangtze (China), Indo (Pakistán), Amarillo
(China), Hai (China), Nilo (Egipto), Ganges (India), de las
Perlas (China), Amur (Sino-ruso), Níger (Nigeria), y Mekong
(Vietnam) descargan el 95% de los plásticos que invaden los
océanos. Las bolsas de plástico desechadas, los anillos six-pack
y otros desechos de plástico que terminan en el océano constituyen
un peligro para la vida silvestre y la pesquería. Las amenazas
para la vida acuática incluye el enredo, la asfixia y la ingestión
de plástico.

Las redes de pesca, usualmente hechas de plástico desde
mediados del siglo XX, pueden ser abandonadas o perdidas en
el océano por los pescadores. Conocidas como redes fantasma,
enredan peces, delfines, tortugas marinas, tiburones, dugongos,
cocodrilos, aves marinas, cangrejos y otros animales marinos,
restringiendo el movimiento, causando inanición, laceración,
infección, y también la sofocación en aquellos que necesitan
subir a la superficie para respirar.
Muchos animales que viven en la superficie o dentro del mar
ingieren restos de plástico que a menudo se parecen a sus
presas naturales. Cuando son relativamente voluminosos o enredados,
estos desechos plásticos a menudo se atascan en el tracto
digestivo. Especialmente los animales con adaptaciones evolutivas
en la garganta que sirven para evitar que las presas resbaladizas
puedan escapar, no logran deshacerse de los objetos de plástico
atascados. Las tortugas marinas, por ejemplo, a menudo ingieren
bolsas de plástico sumergidas, suspendidas en el agua, ya
que se parecen a las medusas, una de sus principales presas;
como bloquean el paso de los alimentos, causan la muerte por
inanición o infección. Los desechos de plástico se acumulan
porque no se biodegradan del mismo modo que otras substancias.
Con el tiempo se degradarán al ser expuestos al sol, pero
solo lo harán en condiciones secas, puesto que el agua inhibe
el proceso de fotodegradación. En ambientes marinos, el plástico
fotodegradado se desintegra en piezas cada vez más pequeñas
que permanecen en polímeros, incluso hasta alcanzar el tamaño
molecular. Cuando las partículas de plástico flotantes o suspendidas
en el agua se fotodegradan hasta el tamaño del zooplancton,
los animales marinos, como las medusas, intentan consumirlas,
y de esta manera el plástico ingresa en la cadena alimentaria
marina. Piezas de plástico terminan a menudo en los estómagos
de aves y otros animales marinos, como las tortugas marinas
y los albatros de patas negras. Los desechos marinos tienden
a acumularse en el centro de los giros oceánicos.

"Microplástico" fue la elegida como palabra
del año 2018.
La «mancha o isla de basura del Pacífico» tiene un nivel
muy elevado de fragmentos y partículas de plástico suspendidos
en la columna de agua superior. En muestras tomadas en 1999,
la masa de plástico superó seis veces la del zooplancton,
la vida animal dominante en el área. Las islas Midway, al
igual que las islas hawaianas, reciben una parte importante
de los desechos de la mancha de basura. El noventa por ciento
de esta basura se compone de plástico que se acumula en las
playas de Midway, donde se convierte en un peligro para las
poblaciones de aves de la isla. Las islas Midway albergan
dos tercios (1,5 millón) de la población mundial de los albatros
de Laysan. Casi todos estos albatros tienen fragmentos de
plástico en su sistema digestivo y un tercio de sus polluelos
mueren. Los aditivos tóxicos utilizados en la fabricación
del plástico pueden transferirse al entorno en cuanto son
expuestos al agua. En el agua, los contaminantes hidrófobos
se concentran y se magnifican en la superficie de los desechos
plásticos, haciendo que el plástico sea mucho más dañino para
la salud en el océano de lo que sería en tierra. Los contaminantes
hidrófobos también tienden a bioacumularse en los tejidos
grasos de los animales, y con ello se biomagnifican en la
cadena alimentaria y afectan especialmente a los superpredadores.
Se ha comprobado que algunos de estos aditivos plásticos interrumpen
el sistema endocrino cuando se consumen, otros pueden suprimir
el sistema inmune o disminuir las tasas de reproducción. Los
desechos flotantes también pueden absorber contaminantes orgánicos
persistentes del agua de mar, incluidos PCB, DDT y PAH.
Además de los efectos tóxicos, cuando se ingieren, algunos
de estos aditivos afectan a las células cerebrales de los
animales de manera similar al estradiol, y provocan disturbios
hormonales en los animales afectados. También se descubrió
que durante el proceso de descomposición del plástico se transfieren
al agua substancias tóxicas, como el bisfenol A (BPA) y el
oligómero PS. Una preocupación creciente con respecto a la
contaminación por los desechos plásticos en el ecosistema
marino es la aparición del microplástico. Los microplásticos
son diminutas partículas de plástico aproximadamente de menos
de 5 milímetros de diámetro. Es un aditivo común en jabones
de manos, limpiadores faciales y otros exfoliantes desde la
década de 2000. Cuando los consumidores utilizan estos productos,
los microplásticos pasan por el sistema de alcantarillado
y por cursos de agua y los ríos a los océanos; debido a su
diminuto tamaño, es probable que no sean capturados en las
plantas de tratamiento de aguas residuales. Los microsplásticos
son dañinos para todos los organismos, y en el ambiente marino
especialmente para los que se alimentan por filtración, ya
que pueden fácilmente ingerir el plástico.
Además de los plásticos, también existen problemas con otras
toxinas que no se desintegran rápidamente en el medio marino,
incluyendo toxinas persistentes como PCB, DDT, TBT, pesticidas,
furanos, dioxinas, fenoles y residuos radiactivos. Los metales
pesados son elementos químicos metálicos que tienen una densidad
relativamente alta y son tóxicos o venenosos a bajas concentraciones.
Ejemplos son el mercurio, plomo, níquel, arsénico y cadmio.
Estas toxinas pueden acumularse en los tejidos de muchas especies
marinas en un proceso conocido como bioacumulación. También
se acumulan en ambientes bentónicos, como los estuarios y
en los sedimentos de las bahías, que se convirtieron en un
registro geológico de las actividades humanas del siglo XX.
Debido a su alta posición en la cadena alimenticia,
y la consiguiente acumulación de metales pesados de
su dieta, las especies de peces mayores, como el atún
rojo y el albacora, pueden tener altos niveles de mercurio
en sus tejidos. Por esta razón, en marzo de 2004, la
FDA estadounidense decidió emitir directrices, en la
que recomendó que las mujeres embarazadas, las madres
lactantes y los niños limitaran su consumo de atún y
otras especies de peces depredadores. Algunos moluscos
bivalvos y cangrejos pueden sobrevivir en ambientes
contaminados, acumulando metales pesados o toxinas en
sus tejidos. Por ejemplo, el cangrejo de Shanghái tiene
una notable capacidad para sobrevivir en un hábitat
acuático altamente modificado, incluyendo aguas contaminadas.
El cultivo y la recolección de tales especies requiere
un manejo cuidadoso si van a utilizarse como alimento.
La escorrentía agrícola contaminada con residuos de
pesticidas puede causar cambios genéticos que transforman
el género de especies de peces de machos en hembras.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, varios
países, incluido la Unión Soviética, el Reino Unido,
los Estados Unidos y Alemania, han vertido los restos
tóxicos de sus armas químicas en el mar Báltico, lo
que da lugar a preocupaciones sobre la contaminación
ambiental causada. En 2005, la 'Ndrangheta, un sindicato
de la mafia italiana, fue acusado de hundir al menos
30 barcos cargados con desechos tóxicos, en gran parte
radiactivos. Dio lugar a investigaciones extensas sobre
los vertidos ilegales de residuos nucleares. El daño
a la planta de energía nuclear Fukushima Dai-ichi en
2011, resultó en la emisión de residuos radiactivos
en la atmósfera y en el océano. Todavía hay muchos isótopos
en el océano, que afectan directamente a la red alimentaria
bentónica y la cadena alimentaria más amplia. La concentración
de 137C en el sedimento del fondo marino contaminado
por agua con altas concentraciones en abril-mayo de
2011 fue muy elevada y solo muestra signos de disminución
muy lenta.
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Los animales marinos pueden ser afectados por la contaminación
acústica, es decir el ruido submarino producido por el tráfico
marítimo, las detonaciones de cargas durante exploraciones
geosísmicas petroleras y el sonar naval de baja frecuencia.
En el mar, los sonidos se desplazan con mayor velocidad y
sobre distancias mayores que en la atmósfera. Los animales
marinos, como los cetáceos, a menudo tienen una vista débil
y viven en un mundo principalmente definido por información
acústica. Esto se aplica también a muchos peces que permanecen
en la oscuridad de las zonas más profundas del mar. Entre
1950 y 1975, el ruido ambiental medido en un sitio en el océano
Pacífico aumentó en aproximadamente diez decibelios, es decir,
un aumento de intensidad diez veces mayor a la medición inicial.
Un aumento del ruido submarino hace que las especies se comuniquen
con un volumen más fuerte, un fenómeno conocido como respuesta
vocal de Lombard o fenómeno de Lombard. También se observó
que los cantos de las ballenas se vuelven más largos cuando
las instalaciones de sonar para detectar los submarinos están
encendidas. Si los animales marinos no «hablan» lo suficientemente
alto, su voz puede ser enmascarada por los sonidos antropogénicos.
Estas voces inauditas podrían ser advertencias, hallazgos
de presas o preparaciones para una caza coordinada. Sin embargo,
cuando una especie comienza a «hablar más fuerte», enmascara
las voces de otras especies, haciendo que todo el ecosistema
finalmente hable más fuerte. De acuerdo con la oceanógrafa
Sylvia Earle, «la contaminación acústica submarina es como
la muerte por mil cortes. Cada sonido en sí mismo puede no
ser una cuestión de importancia crítica, pero tomados en conjunto,
el ruido de la navegación marítima, las exploraciones geosísmicas
y la actividad militar, están creando un entorno totalmente
diferente del que existía hace cincuenta años. Ese alto nivel
del ruido tendrá evidentemente un fuerte impacto en la vida
en el mar». El ruido producido por el tráfico marítimo y otras
actividades humanas también puede ser dañino para los cnidarios
y ctenóforos, grupos de organismos muy importantes en el ecosistema
marino. Fomentan una gran diversidad y, por sus estructuras
simples, se utilizan como modelos para la ecología y la biología.
Las vibraciones causadas por el ruido submarino dañan los
pelos de los cilios en los celentéreos. En un estudio se comprobó
que en los organismos que fueron repetidamente expuestos a
ondas de sonido submarino, se observaron células ciliadas
dañadas, extruidas o eliminadas o que se presentaron doblados,
flácidos, o careciendo de cinocilios y estereocilios.

Las ballenas jorobadas se recuperan del borde
de la extinción.
Gran parte de la contaminación antropogénica termina en el
océano. La edición de 2011 del Anuario del Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente identifica como una
de los principales problemas ambientales emergentes la pérdida
al océano de grandes cantidades de fósforo, «un fertilizante
valioso necesario para alimentar a una creciente población
mundial», y el impacto que tienen los miles de millones de
piezas de desechos de plástico a nivel mundial para los ambientes
marinos. Bjorn Jennssen (2003) afirma que «La contaminación
antropogénica puede reducir la biodiversidad y la productividad
de los ecosistemas marinos, resultando en la reducción y el
agotamiento de los recursos alimentarios marinos humanos».
Existen dos formas en que se puede mitigar el nivel general
de esta contaminación: o bien se reduce la población humana,
o bien se encuentra una forma de reducir la huella ecológica
del ser humano promedio. Si no se adopta la segunda vía, entonces
la primera puede imponerse a medida que desfallezcan los ecosistemas
del planeta. La segunda vía implica que los humanos, individualmente,
contaminen menos. Eso requiere voluntad social y política,
junto con un cambio de conciencia para que más personas respeten
el medio ambiente y estén menos dispuestas a abusar de él
lo que empezó a implementarse desde la década de 2010 al hacerse
más obvios los efectos del cambio climático global. A nivel
operativo, implica la creación de regulaciones y la participación
de los gobiernos a nivel internacional. Como la contaminación
se extiende más allá de las fronteras nacionales, requiere
de un esfuerzo internacional para crear las reglamentaciones
que permiten reducirla.
¿Por qué celebramos el Día Mundial de los Océanos? Celebramos
el Día Mundial de los Océanos para recordar a todo el
mundo el gran papel que los océanos juegan en nuestras
vidas. Son los pulmones de nuestro planeta, que generan
la mayoría del oxígeno que respiramos. Asimismo, sirve
para concienciar a la opinión pública sobre las consecuencias
que la actividad humana tiene para los océanos y para
poner en marcha un movimiento mundial ciudadano a favor
de los océanos. Este día quiere movilizar y unir a la
población mundial entorno al objetivo de la gestión sostenible
de los océanos, que son una fuente importante de alimentos
y medicinas y una parte esencial de la biosfera. En definitiva,
esta celebración es un buen motivo para celebrar juntos
la belleza, la riqueza y el potencial de los océanos. |
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