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Es el últimpo de los grandes simios descubiertos por la
ciencia y el más parecido a los seres humanos. Hasta 1928
y durante miles de años, sólo fue conocido por los
pueblos africanos que compartían con él las selvas
del actual Congo. Se trata de un animal con una vida sexual tan
rica que hay quien lo llama "el simio hippie", ya que
prefiere hacer el amor y no la guerra.
Popularmente llamado «chimpancé pigmeo», el bonobo habita en una
pequeña área geográfica limitada al bosque ecuatorial húmedo, entre
los ríos Congo y Kassi, en la República Democrática del Congo, y
ha sido el último gran simio descubierto por la ciencia. La anatomía
de los bonobos, revelan los estudiosos, es acusadamente similar
a la de nuestros primeros antepasados, y su estudio ha proporcionado
un gran caudal de información que está resultando muy reveladora
y de gran ayuda en los esfuerzos por conocer nuestro pasado.
A finales de la década de 1980 salieron a la luz las investigaciones
del prestigioso primatólogo de origen holandés Frans de Waal, profesor
de Psicología y Comportamiento de Primates de la Universidad Emory
de Atlanta (EEUU) y director de un centro dedicado a la investigación
de primates llamado Living Links Center. Los trabajos de este científico
sobre el bonobo conmocionaron la comunidad de expertos.
En efecto, al contrario del cliché siempre esperado, la sociedad
de los bonobos se ha revelado, ante los sorprendidos ojos de los
observadores, nítidamente organizada en torno a las hembras con
los machos limitados a ocupar un lugar secundario. Frans de Waal,
hoy considerado el mayor conocedor de estos simios, afirmaba asombrado
en 1995: «El comportamiento de este pariente cercano del ser humano
pone en tela de juicio las teorías sobre la supremacía masculina
en la evolución de nuestra especie». Y más adelante conjeturaba
que si los primatólogos hubieran conocido antes a estos simios,
«con toda seguridad, ahora se creería que los primeros homínidos
vivían en sociedades centradas en las hembras». No menos inteligentes
que los chimpancés, los bonobos gozan de un temperamento mucho más
sensible, son muy imaginativos a la hora de divertirse e inventar
diversos juegos, que practican con gran concentración y dedicación.
Pero lo realmente significativo de esta peculiar especie radica
en el inesperado repertorio de comportamientos relacionados con
el papel prioritario que ocupan las hembras en sus sociedades.
Al igual que la mayoría de los primates, se trata de animales altamente
sociales que organizan su vida en grupos o clanes. Cuando los individuos
alcanzan la pubertad las hembras tienden a emigrar y los machos
a permanecer en su tribu natal —norma de comportamiento que también
se da entre los chimpancés y que evita la endogamia y preserva la
riqueza genética de la especie—. Al llegar a la nueva comunidad,
las jóvenes bonobos asumen una conducta muy particular: escogen
a una o dos hembras residentes mayores para dispensarles atención
especial, empleando por ejemplo el acicalamiento o despiojado. De
este modo, las hembras bonobos, empiezan a crear entre ellas robustos
vínculos o alianzas, que no sólo les permiten adquirir posiciones
de control en sus clanes, sino ganar en autonomía y competencia
frente a los miembros del sexo masculino, que individualmente es
más fuerte.
Las vigorosas alianzas entre las hembras se reflejan, por ejemplo,
en el momento de alimentarse; contrariamente a lo que ocurre con
los chimpancés que al encontrar comida el macho la reclama entera
para él, y tras saciar su apetito permite el acceso a los demás,
en los bonobos son las hembras las primeras en acercarse al alimento.
Comen juntas, por turnos y sin competencia evidente, ya que espontáneamente
ceden los primeros lugares a las de más edad e ignoran por completo
a los machos. Si alguno intenta molestar mientras se alimentan,
todas se agrupan para ahuyentarlo; consiguen explotar así para ellas
y para sus crías las porciones alimenticias más abundantes. El descubrimiento
del dominio ejercido por las hembras fuertemente unidas en los clanes
de bonobos, ha alimentado un acalorado debate, sobre todo en un
colectivo de expertos reacio a asumir que ellas fueran las figuras
principales en una sociedad primate tan próxima a nuestra especie.
En esta línea, la primatóloga Frances White (2007), ha subrayado
que la cooperación entre hembras no emparentadas detectada en los
bonobos «es realmente importante cuando se piensa en la evolución
humana y en el amplio rango de comportamientos posibles».
Al entrar por primera vez en contacto con ellos, los machos huyen
rápidamente, las hembras, por el contrario, no muestran timidez
sino gran sociabilidad. Forman juntas un grupo y permanecen curiosas
a la espera (exactamente lo opuesto de lo que hacen las chimpancés.
Algo que resulta fascinante.
Bonobos: el primate de la orilla izquierda. Pese a
ser primos hermanos, bonobos y chimpancés se comportan de un modo
muy diferente. Una investigación reciente aporta nuevos datos sobre
dichos primates. En un remoto bosque de la República Democrática
del Congo que se extiende a lo largo de la orilla septentrional
del río Luo se encuentra el campamento de investigación Wamba, un
centro que goza de gran prestigio en el ámbito de la primatología.
Se accede a él por un camino de tierra que está a 80 kilómetros
de una precaria pista de aterrizaje. Wamba fue fundado en 1974 por
el primatólogo japonés Takayoshi Kano para el estudio del bonobo,
Pan paniscus, una especie de simio diferente de todas las demás.
Ve a un turista con un mapa en la mano y cara de estar
perdido en medio de la ciudad y espontáneamente se dirige a él para
orientarle, o sujeta la puerta del metro para alguien que viene
por detrás. Durante mucho tiempo, pensábamos que esos actos de bondad
para con extraños eran únicos de los seres humanos, pero nuevas
investigaciones parecen demostrar que nuestra especie no es a este
respecto (ni en muchos otros ámbitos) tan excepcional como pensábamos.
Resulta que los bonobos hacen todo lo posible para ayudar a desconocidos,
según un estudio llevado a cabo en 2017 por investigadores de la
Universidad de Duke.
El equipo de Duke ya había descubierto anteriormente
que los bonobos, de carácter pacífico y sexualmente muy activos,
comparten comida con otros individuos a los que nunca antes habían
visto.
En una nueva serie de experimentos con dieciséis ejemplares
de el santuario Lola Ya Bonobo de la República Democrática del Congo,
pudieron comprobar hasta dónde llega esa generosidad. En uno de
ellos, descubrieron que estos animales tienen la disposición de
ayudar a un extraño a obtener alimentos, incluso cuando no hay una
recompensa inmediata. Los bobonos fueron llevados, uno cada vez,
a una de dos habitaciones adyacentes separadas por una valla. Los
investigadores colgaron un pedazo de manzana de una cuerda justo
encima de la habitación vacía, visible pero fuera de su alcance.
Los simios no podían acceder a la fruta, pero si subían la valla,
podían alcanzar una pinza de madera que sujetaba la cuerda al techo
y soltar la fruta que colgaba, haciendo que cayera al alcance de
cualquiera que entrara en la habitación contigua. Los bonobos soltaron
la fruta aproximadamente cuatro veces más a menudo cuando un bonobo
desconocido estaba en la habitación contigua que cuando esta estaba
vacía.
Del mismo modo que ver bostezar a otra persona puede
hacernos bostezar, el acto también es contagioso en los bonobos.
Estudios previos sugieren que el fenómeno está relacionado con una
forma básica de empatía llamada «contagio emocional», cuando el
estado de ánimo de una persona desencadena emociones similares en
otras personas a su alrededor. Los investigadores encontraron que
los bostezos de desconocidos eran tan contagiosos como los de los
compañeros de grupo.
"¿Que descendemos del mono? Confiemos
que no sea verdad, querido; pero si lo fuese, esperemos que la gente
no se entere". En 1859, la esposa del obispo de Worcester escribió
a su marido después de conocer el contenido de "El origen
de las especies", de Charles Darwin.
En 2013 investigadores estadounidenses que estudian
los bonobos descubrieron sorprendentes similitudes entre el desarrollo
emocional de los ejemplares jóvenes de esa especie y nuestros niños.
En concreto, los científicos sugirieron que estos grandes simios
regulan sus emociones de una manera muy parecida al la humana.
Primatólogos del Centro de Investigación Nacional
de Primates Yerkes de la Universidad Emory, entre los que se encuentra
el famoso Frans de Waal, llevaron a cabo su estudio en un santuario
de bonobos cerca de Kinshasa, la capital de la República Democrática
del Congo.
Los científicos grabaron en vídeo la vida social cotidiana
en el santuario para conocer cómo los bonobos manejan sus propias
emociones y la forma en que reaccionan ante las emociones de los
demás. Descubrieron que los dos factores estaban relacionados, ya
que los bonobos que se recuperaron rápida y fácilmente de sus propios
trastornos emocionales, como por ejemplo después de perder una pelea,
mostraron una mayor empatía hacia sus compañeros. Esos ejemplares
ofrecían confort corporal (besos, abrazos y caricias) a los otros
simios desamparados o angustiados.
«Las emociones en animales han sido científicamente
tabú», dijo De Waal, pero cree que estos estudios que se centran
en las emociones pueden proporcionar información valiosa sobre los
seres humanos y de nuestra sociedad. «Al medir la expresión de angustia
y excitación de los grandes simios, y cómo las hacen frente, hemos
sido capaces de confirmar que la regulación emocional eficiente
es una parte esencial de la empatía. La empatía permite a los grandes
simios y a los seres humanos absorber el sufrimiento de los demás
sin estar demasiado angustiados ellos mismos», continúa De Waal.
Esto también explica por qué los bonobos huérfanos, que han experimentado
un trauma que afecta el desarrollo emocional, son menos competentes
socialmente que sus iguales criados por sus madres.
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