La jirafa (Giraffa camelopardalis) es una especie de mamífero
artiodáctilo de la familia Giraffidae propio de África. Es
la más alta de todas las especies de animales terrestres existentes.
Puede alcanzar una altura de 5,8 m y un peso que varía entre
750 y 1600 kg. Su área de distribución es dispersa y se extiende
de Chad, en el norte, hasta Sudáfrica en el sur, y de Níger
en el oeste hasta Somalia en el este. Por lo general habita
en sabanas, pastizales y bosques abiertos. Se alimenta principalmente
de las hojas de la acacia, que ramonea en alturas inaccesibles
para la mayoría de los demás herbívoros. Las jirafas adultas
son depredadas por leones, y las crías de las jirafas también
por leopardos, hienas manchadas y perros salvajes.
Las jirafas adultas no tienen fuertes vínculos sociales,
aunque se agrupan en manadas abiertas y sueltas sin llegar
a estar moviéndose en la misma dirección general. Los machos
establecen una jerarquía social mediante duelos conocidos
como necking, un combate en el cual utilizan el cuello y la
cabeza como arma. Solo los machos dominantes pueden acoplarse
con las hembras; solo las hembras se dedican a la cría de
los terneros. El nombre común «jirafa» y primer término del
nombre binominal Giraffa proviene del árabe (ziraafa o zurapha),
que significa «alta». El segundo término que da nombre a la
especie camelopardalis proviene del griego camelopardale y
del latín camelopardalis, que significa «camello leopardo».
Julio César introdujo la primera jirafa en Europa traída de
sus campañas en Asia Menor y Egipto, donde conoció a Cleopatra.

Sin tener claro qué animal era, los romanos la bautizaron
cameleopardo, un cruce entre camello y leopardo, convirtiéndose
en el nombre científico que se utiliza hasta hoy. Por su apariencia
peculiar, la jirafa fue una fuente de fascinación en diversas
culturas, tanto antiguas como modernas, y apareció con frecuencia
en pinturas, libros y dibujos animados. En 2016, la UICN pasó
de clasificarla como una especie bajo preocupación menor a
clasificarla como una especie vulnerable, al observarse una
disminución de la población de hasta el 40 % en el período
1985-2015. Sin embargo, todavía existe un gran número de jirafas
en los parques nacionales y reservas de caza.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza
(IUCN por su sigla en inglés International Union for
Conservation of Nature) es una organización internacional
dedicada a la conservación de los recursos naturales.
Fue fundada en octubre de 1948, en el marco de una conferencia
internacional celebrada en Fontainebleau, Francia. Tiene
su sede en Gland, Suiza. La UICN es la organización
medioambiental más grande del mundo, con más de mil
doscientos miembros gubernamentales y no gubernamentales,
además de unos once mil expertos voluntarios en cerca
de ciento sesenta países. Para su labor, la UICN cuenta
con el apoyo de un personal compuesto por más de mil
empleados, repartidos en cuarenta y cinco oficinas,
y cientos de asociados de los sectores público, no gubernamental
y privado de todo el mundo.

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El nombre de «jirafa» tiene sus orígenes más antiguos conocidos
en la palabra árabe zarafa, y posiblemente en alguna lengua
africana. El nombre se traduce como «caminante rápido». La
palabra árabe se derivó posiblemente de geri, el nombre somalí
del animal. La forma italiana, giraffa, surgió en la década
de 1590. Hubo varios deletreos diferentes en inglés, como
jarraf, ziraph, y gerfauntz. La forma del inglés moderno,
giraffe, se desarrolló en torno a 1600 desde el francés girafe.
El nombre específico de la especie, camelopardalis, viene
del latín. Otros nombres africanos para la jirafa incluyen
Kameelperd (afrikáans), ekorii (Ateso), kanyiet (elgon), nduida
(gikuyu), tiga (kalenjin y luo), ndwiya (kamba), nudululu
(kihehe), ntegha (kinyaturu), ondere (lugbara), etiika (luhya),
kuri (ma'di), oloodo-kirragata o olchangito-oodo (masái),
lenywa (meru), hori (pare), lment (samburu) y twiga (swahili
y otros) en el este; y tutwa (lozi), nthutlwa (shangaan),
indlulamitsi (siswati), thutlwa (sotho), thuda (venda) y ndlulamithi
(zulú) en el sur.
La jirafa pertenece al suborden Ruminantia,
y muchos Ruminantia fueron descritos desde mediados del Eoceno
en Asia Central, el Sudeste de Asia y América del Norte. Las
condiciones ecológicas durante este período pueden haber facilitado
su rápida dispersión. Junto con el okapi, la jirafa es una
de las dos especies existentes de la familia Giraffidae. Anteriormente
la familia fue mucho más amplia, ya que cuenta con más de
diez géneros fósiles descritos. Sus parientes más cercanos
conocidos son los climacocerátidos, ahora extintos. Estos,
junto con la familia Antilocapridae (cuya única especie existente
es el berrendo), pertenecen a la superfamilia Giraffoidea.
Estos animales evolucionaron durante el Mioceno a partir de
la familia extinta Palaeomerycidae en el centro-sur de Europa,
hace ocho millones de años.

Aunque algunos jiráfidos antiguos, como Sivatherium,
tenían cuerpos masivos y compactos, otros, como Giraffokeryx,
Palaeotragus —el posible ancestro del okapi—, Samotherium
y Bohlinia eran más alargados. Bohlinia penetró en China y
el norte de la India en respuesta al cambio climático. A partir
de ahí evolucionó el género Giraffa, que entró en África hace
aproximadamente siete millones de años. Otros cambios climáticos
causaron la extinción de las jirafas de Asia, mientras que
las jirafas de África sobrevivieron, desarrollándose en varias
nuevas especies. G. camelopardalis surgió hace aproximadamente
un millón de años en África oriental durante
el Pleistoceno. Algunos biólogos sugieren que la jirafa moderna
desciende de G. jumae; otros mantienen que G. gracilis es
un candidato más probable. Se cree que el principal motor
de la evolución de las jirafas fue la transformación de extensos
bosques a hábitats más abiertos, un proceso que comenzó hace
ocho millones de años. Algunos investigadores plantearon
la hipótesis de que el nuevo hábitat conllevó una dieta diferente,
incluyendo las hojas de acacia, lo que puede haber expuesto
los antepasados de la jirafa a toxinas que causaron altas
tasas de mutación y una mayor velocidad de evolución.
La jirafa fue descrita por primera vez en 1758
por Carlos Linneo, quien le dio el nombre binomial Cervus
camelopardalis. Morten Thrane Brünnich clasificó el género
Giraffa en 1772. En el siglo XIX, Jean-Baptiste Lamarck sugirió
que el largo cuello de la jirafa es una «característica adquirida»,
desarrollada cuando generaciones de jirafas ancestrales se
esforzaron por alcanzar las hojas de árboles altos. Esta teoría
fue finalmente rechazada, y los científicos creen ahora que
el cuello de la jirafa se alargó por la selección natural
darwiniana, es decir que jirafas ancestrales con cuellos largos
tenían una ventaja competitiva que les permitió reproducirse
mejor y transmitir sus genes con mayor éxito.

Carlos Linneo fue un científico, naturalista,
botánico y zoólogo sueco. Considerado el creador de la clasificación
de los seres vivos o taxonomía.
Hasta 2016 reconocían hasta nueve subespecies.
Un análisis del ADN nuclear y mitocondrial mostró claramente
que las jirafas no pertenecen a una sola especie, sino a cuatro
especies diferentes. Las especies y sus subespecies, considerando
el más reciente estudio genético, serían las siguientes (con
estimaciones de población que datan de 2010):
Giraffa camelopardalis:
La jirafa nubiana, G. c. camelopardalis, es
la subespecie nominal que se encuentra en el oriente de Sudán
del Sur y el suroeste de Etiopía. Se cree que menos del 250
ejemplares viven en estado salvaje, aunque este número es
incierto. Es raro en cautiverio, aunque existe un grupo en
el zoológico de Al Ain en Emiratos Árabes Unidos. En 2003,
este grupo contaba 14 miembros.
La jirafa de Kordofán, G. c. antiquorum, tiene
una distribución que incluye el sur de Chad, el norte de Camerún,
República Centroafricana, y el noreste de la República Democrática
del Congo. Anteriormente, las poblaciones de Camerún se incluían
en G. c. peralta, pero esto fue incorrecto. Se estima que
esta subespecie tiene una población de menos de 3000 en estado
salvaje. Existió una confusión considerable entre ésta subespecie
y G. c. peralta respecto al número en cautiverio en los parques
zoológicos. En el año 2007, se comprobó que todos los presuntos
G. c. peralta en los zoológicos europeos, eran en realidad
G. c. antiquorum. Tomando en cuenta esta corrección, cerca
de 65 son mantenidos en zoológicos.
La jirafa de África Occidental, G. c. peralta,
también conocida como jirafa de Niger o jirafa de Nigeria,
es endémica del suroeste de Niger. Menos de 220 ejemplares
permanecen en estado salvaje. Anteriormente se creía que las
jirafas del norte de Camerún pertenecían a esta subespecie,
pero se comprobó que en realidad pertenecen a G. c. antiquorum.
Este error dio lugar a alguna confusión sobre su estatus en
los zoológicos, pero en 2007, se estableció que todos los
«G. c. Peralta» en los zoológicos europeos son en realidad
G. c. antiquorum.2
La jirafa de Rothschild, G. c. rothschildi que
lleva el nombre de Walter Rothschild, se conoce también como
jirafa de Baringo o jirafa de Uganda y su área de distribución
incluye partes de Uganda y Kenia. Su presencia en el sur de
Sudán es incierta. Se estima que menos de 700 permanecen en
estado salvaje, y más de 450 se encuentran en cautiverio en
zoológicos.

Jirafas de Rothschild's en el Murchison Falls
National Park en Uganda.
Giraffa reticulata:
La jirafa reticulada, G. r. reticulata, también
conocida como la jirafa Somalia, es originaria del noreste
de Kenia, sur de Etiopía, y Somalia. Se estima que quedan
menos de 5000 en estado salvaje, y según los registros del
Sistema Internacional de Información sobre Especies, más de
450 se encuentran en zoológicos.
Giraffa tippelskirchi:
La jirafa Masai, G. t. tippelskirchi, también
conocido como la jirafa del Kilimanjaro, habita en el centro
y sur de Kenia y Tanzania. Se estima que menos de 40 mil permanecen
en estado salvaje, y cerca de 100 son mantenidos en zoológicos.
La jirafa de Zambia, G. t. thornicrofti, también
conocida como jirafa de Thornicroft así nombrado en honor
de Harry Scott Thornicroft, se limita al valle de Luangwa
en el este de Zambia. Se estima que menos de 1500 permanecen
en estado salvaje, y ninguno en los parques zoológicos.

La jirafa Masai es la subespecie más grande
y alta del mundo.
Giraffa giraffa:
La jirafa de Sudáfrica, G. g. giraffa, se encuentra
en el norte de Sudáfrica, el sur de Botsuana, el sur de Zimbabue,
y el suroeste de Mozambique. Se estima que menos de 12.000
permanecen en estado salvaje, y alrededor de 45 se mantienen
en zoológicos.
La jirafa de Angola o jirafa de Namibia, G.
g. angolensis, se encuentra en el norte de Namibia, al suroeste
de Zambia, Botsuana, y el oeste de Zimbabue. Un estudio genético
de 2009 de esta subespecie indica que las poblaciones en el
norte del desierto de Namib y Parque nacional Etosha constituyen
una subespecie distinta. Se estima que menos de 20 mil ejemplares
permanecen en estado salvaje; y alrededor de 20 se encuentran
en los zoológicos
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Las subespecies de la jirafa se distinguen por los patrones
de su pelaje. La jirafa reticulada y la jirafa Masai representan
dos extremos por la forma de las manchas de su pelaje.
La primera tiene manchas con formas redondeadas, mientras
que la segunda las tiene dentadas. La anchura de las líneas
que separan las manchas difieren también. La jirafa de
África Occidental tiene líneas gruesas, mientras que la
jirafa reticulada y la nubiana tienen líneas más delgadas.
La jirafa de África Occidental también tiene un pelaje
más claro que las demás subespecies. |
Un estudio de 2007 sobre la genética de seis
subespecies —las jirafas de África Occidental, Rothschild,
reticulada, Masai, Angola y Sudáfrica— ya sugería que pueden
tratarse de especies distintas en vez de subespecies. Basándose
en la deriva genética en la ADN mitocondrial (ADNmt) y nuclear,
el estudio deduce que las jirafas de estas poblaciones se
encuentran en aislamiento reproductivo y no suelen entrecruzarse,
a pesar de que no existen obstáculos naturales de acceso entre
las poblaciones. Esto incluye las poblaciones adyacentes de
las jirafas Rothschild, reticulada y Masai. La jirafa Masai
también puede componerse de algunas especies separadas por
el Gran Valle del Rift. Las jirafas reticulada y Masai tienen
la mayor diversidad de ADN mitocondrial, lo que es coherente
con el hecho de que las jirafas se originaron en África oriental.
Las poblaciones más septentrionales evolucionaron a partir
de la primera, mientras que las poblaciones meridionales evolucionaron
a partir de esta última.
Las jirafas parecen elegir parejas con el mismo
tipo de pelaje, el cual se define cuando son terneros. Las
implicaciones de estos hallazgos para la conservación de las
jirafas fueron resumidas por David Brown, el autor principal
del estudio, quien afirmó a la BBC que «Agrupar todas las
jirafas en una especie, oculta la realidad de que algunos
tipos de jirafa están al borde de la extinción. Algunas de
estas poblaciones sólo cuentan unos cientos de animales y
necesitan protección inmediata». Según ese estudio la jirafa
de África Occidental está más estrechamente relacionada con
las jirafas de Rothchild y reticulada que a la jirafa de Kordofán.
Sus ancestros pueden haber migrado desde el este hacia el
norte de África y luego hacia su actual rango debido al desarrollo
del desierto del Sahara. Durante el Holoceno, el lago Chad,
en su estado más extenso, puede haber actuado como una barrera
natural entre las jirafas de Kordofán y las de África Occidental.
El Cuaternario se divide en dos épocas: Pleistoceno,
la primera y más larga del periodo, que incluye los
siglos glaciales, y el Holoceno, la época reciente o
postglacial que llega hasta la actualidad. Al Pleistoceno
se le llama a veces "la era del Hombre", porque el género
Homo evolucionó en este periodo. En el siguiente periodo,
el Holoceno, los seres humanos fueron capaces de desarrollar
una vida organizada en grupos sociales a la que llamamos
civilización.
A lo largo del Pleistoceno se produjeron seis grandes
glaciaciones. Entre ellas hubo otros tantos periodos
interglaciares en los que el clima se hizo más cálido.
Ahora estamos en el último periodo interglaciar. De
momento.
El Holoceno es la época más reciente del periodo Cuaternario
y, por tanto, de la Era Cenozoica, tan reciente que
dura hasta hoy. Comenzó hace unos 12.000 años, en el
10.000 a. C, cuando el deshielo hizo subir más de treinta
metros el nivel del mar. Esto provocó que Gran Bretaña,
Indonesia, Japón, Taiwán, Nueva Guinea y Tasmania se
separaran de sus respectivos continentes. Se formó el
estrecho de Bering, que separa Siberia de Alaska, y
se empezó a secar lentamente la zona del actual desierto
del Sáhara, que hasta entonces había tenido clima suave,
lluvias y vegetación.
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Las jirafas adultas pueden alcanzar una altura
de 5–6 m; los machos adultos son más grandes que las hembras.
El macho adulto tiene un peso promedio de 1192 kg, y la hembra
un promedio de 828 kg. A pesar de su largo cuello y largas
patas, el cuerpo es relativamente corto. Los ojos, situados
en ambos lados de la cabeza, son grandes y saltones y le dan
una buena visión integral desde su gran altura. Puede distinguir
colores y sus sentidos del oído y olor también son agudos.
Para protegerse contra las tormentas de arena y las hormigas,
puede cerrar sus orificios nasales musculares. Tiene una lengua
prensil que mide unos 50 cm de largo. Es de color púrpura-negro,
posiblemente para protegerla contra las quemaduras solares,
y se utiliza para agarrar el follaje, así como para el aseo
y la limpieza de la nariz del animal.

Derroche de sensualidad.
El labio superior también es prensil y se utiliza
durante la recolección de follaje. Los labios, la lengua y
el interior de la boca son cubiertos de papilas que dan protección
contra las espinas. El pelaje tiene parches o manchas oscuras
—que pueden ser de color naranja, castaño, marrón o casi negro—
separados por pelo claro, generalmente de color blanco o crema.
Los machos se vuelven más oscuros a medida que envejecen.
El patrón del pelaje sirve como camuflaje, ya que se integra
con los patrones de luz y sombra de los bosques de sabana.
La piel debajo de las manchas oscuras son sitios para sistemas
complejos de vasos sanguíneos y grandes glándulas sudoríparas,
y pueden servir como ventanas para la termorregulación. La
piel de una jirafa es mayormente gris. También es gruesa y
permite desplazarse por bosques de arbustos espinosos sin
lastimarse.
El pelaje puede servir como una defensa química,
dado que los repelentes de parásitos que contiene dan al animal
un olor característico. El pelaje contiene por lo menos 11
productos químicos aromáticos, aunque indol y 3-metilindol
son los responsables de la mayor parte del olor. Como las
machos tienen un olor más fuerte que las hembras, es posible
que el olor también tenga una función sexual. A lo largo del
cuello tiene una melena de pelos cortos y erectos. La cola
mide un metro y termina en un largo mechón de pelo oscuro
que sirve como defensa contra los insectos.
Ambos sexos tienen osiconos, estructuras prominentes
que se parecen a cuernos; se forman a partir de cartílago
osificado, y son cubiertos de piel y fusionados con el cráneo
en los huesos parietales. Como están vascularizados, los osiconos
pueden tener algún papel en la termorregulación, y también
se utilizan en los duelos entre los machos. La apariencia
de los osiconos permite distinguir el sexo o la edad de una
jirafa: los osiconos de las hembras y los jóvenes son delgados
y tienen un pequeño penacho de pelo en la parte superior,
mientras que los osiconos de los machos adultos terminan en
perillas y tienden a ser calvos en la parte superior. Una
protuberancia mediana, más acentuada en los machos, emerge
de la parte delantera del cráneo. Los machos desarrollan depósitos
de calcio que forman protuberancias en el cráneo a medida
que envejecen. Cuenta con múltiples senos craneales lo que
resulta en un cráneo más ligero. Sin embargo, los cráneos
de los machos se vuelven más pesados y más parecidos a un
palo de golf cuando envejecen, lo que les ayuda a ser más
dominantes en el combate. La mandíbula superior tiene un paladar
ranurado y carece de dientes frontales. Los molares tienen
una superficie rugosa.

La cabeza de una jirafa en el Zoológico de Melbourne.
Las patas delanteras y traseras de una jirafa
tienen aproximadamente la misma longitud. El radio y cúbito
de las patas delanteras están articulados por el carpo que
funciona como una rodilla, aunque es estructuralmente equivalente
a la muñeca humana. El pie tiene un diámetro de 30 cm, y el
casco es 15 cm de alto en los machos y 10 cm en las hembras.
La parte trasera de los cascos es baja y el espolón se encuentra
cerca del suelo, lo que permite que el pie soporte el peso
del animal. Carece de glándulas interdigitales. La pelvis,
aunque es relativamente corta, tiene un ilion extendido en
los extremos superiores. Solo tiene dos andaduras: caminar
y galopar. Caminar se hace moviendo las patas simultáneamente
en un lado del cuerpo, y a continuación hacer lo mismo en
el otro lado. Al galope, las patas traseras se mueven alrededor
de las patas delanteras antes de que los últimos se mueven
adelante, y mantiene la cola acurrucada. Mientras está galopando,
depende de los movimientos hacia delante y hacia atrás de
la cabeza y del cuello para mantener el equilibrio y contrarrestar
el impulso.
Puede alcanzar una velocidad máxima de hasta
60 km/h sobre distancias cortas, y puede sostener una velocidad
de 50 km/h sobre una distancia de varios kilómetros. Descansa
acostándose con su cuerpo sobre la parte superior de sus patas
dobladas. Para acostarse, se arrodilla sobre sus patas delanteras
y luego baja el resto de su cuerpo. Para ponerse de pie, se
pone primero de rodillas y extiende sus patas traseras para
elevar sus cuartos traseros. Finalmente endereza sus patas
delanteras. A cada paso, balancea su cabeza. En cautiverio
duerme intermitentemente alrededor de 4,6 horas por día, principalmente
por la noche. Por lo general duerme acostado, aunque se registraron
casos en que duerme de pie, particularmente entre jirafas
de edad avanzada. Cuando acostado, tiene breves fases intermitentes
de «sueño profundo», que se caracterizan por doblar el cuello
hacia atrás para descansar la cabeza sobre la cadera o el
muslo, una posición que, según se cree, indica sueño paradójico.
Si la jirafa quiere agacharse para beber, o bien extiende
lateralmente sus patas delanteras, o dobla sus rodillas. Las
jirafas probablemente no serían buenos nadadores porque sus
largas patas serían muy engorrosas en el agua, aunque es posible
que puedan flotar. Al nadar, el tórax se lastraría por el
peso de las patas delanteras, por lo que sería difícil que
el animal pueda mover su cuello y sus patas en armonía o mantener
su cabeza por encima de la superficie del agua.
¿Por qué tienen manchas las jirafas? ¿Qué determina
su forma y su patrón? ¿Se heredan? Quizá resulte sorprendente,
pero son incógnitas que los científicos todavía no han
resuelto. Esa falta de certidumbre hizo que los investigadores
Derek Lee y Monica Bond, que han estudiado jirafas en
el norte de Tanzania desde 2011, se embarcaran en la
búsqueda de la respuesta. Como describieron en un estudio
publicado en la revista PeerJ, descubrieron que determinados
aspectos del patrón de manchas de una jirafa son hereditarios
y parecen influir en las probabilidades de supervivencia
de una cría. En particular, las madres jirafa parecen
transmitir la redondez y la textura (una medida conocida
técnicamente como «tortuosidad») a las crías. Tener
manchas más grandes y redondas parece estar vinculado
a una mayor tasa de supervivencia entre las jirafas
jóvenes, según determinó el estudio. Los autores señalan
que no está del todo claro por qué podría ser así: hay
quien plantea la hipótesis de que las manchas ayudan
a los animales a camuflarse. Pero las manchas también
podrían afectar a la capacidad del animal para regular
su temperatura, además de contar con otras propiedades
útiles todavía desconocidas.

«Nos dimos cuenta de que sabemos muy poco
sobre los patrones del pelaje de los mamíferos en general.
Nunca hemos analizado minuciosamente qué significan»,
afirma Lee, profesor adjunto e investigador en la Universidad
del Estado de Pensilvania, que cofundó la organización
de conservación Wild Nature Institute con Bond. Julian
Fennessy, cofundador de la Giraffe Conservation Foundation
y uno de los principales expertos mundiales en jirafas,
que no participó en el estudio, afirmó que «los
hallazgos son científicamente válidos e interesantes,
pero se trata de un solo conjunto de pruebas». Según
él, sería fantástico comparar su trabajo con la investigación
realizada en jirafas en otras áreas y en especies diferentes.
Lee explicó que la investigación más reciente
y relevante sobre las manchas de las jirafas data de
1968, cuando una célebre experta en jirafas llamada
Anne Innis Dagg descubrió pruebas de que el tamaño,
la forma, el color y el número de las manchas eran probablemente
hereditarios. Sin embargo, Lee dijo que nuestra comprensión
de la genética ha avanzado drásticamente desde entonces
y la investigación de Dagg se realizó en una población
de zoológico relativamente pequeña. «Nadie había analizado
a una población salvaje».
En 2012, Lee y Bond se introdujeron en
la selva de Tanzania para aprender al respecto. Viajaron
a las profundidades del parque nacional de Tarangire
por carreteras estrechas que rara vez recorren los turistas.
Luchando con «innumerables» moscas tsetsé, fotografiaron
todas las jirafas que pudieron a lo largo de cuatro
años. Observándolas durante la lactancia, también identificaron
a unas 31 parejas de madres y crías. «Las jirafas hembra
salvajes rara vez amamantan a una cría que no sea suya»,
explica Lee. Por su parte, determinar los patrones de
las jirafas exige observación constante o análisis genéticos.
Como resultado, «[la madre] es el único progenitor que
podemos determinar con seguridad».

Lee, Bond y su coautor Douglas Cavener
emplearon software de reconocimiento de patrones para
analizar el corpus de fotografías que habían recopilado.
Midieron 11 rasgos —como la redondez, el color, el tamaño,
la cantidad y el parecido— para comprobar si los patrones
de manchas se transmiten de madres a hijos, así como
si el patrón afectaba a las posibilidades de supervivencia
de las crías. Craig Holdrege, autor de The Giraffe’s
Long Neck, explicó que el estudio presentaba
«pruebas sólidas de que algunos aspectos de la forma
de las manchas son hereditarios», pero añadió
que la conclusión acerca del tamaño y la supervivencia
era un poco más sospechosa. «Es demasiado fácil asumir
que la correlación tiene que ver con el camuflaje y
la protección, pero es una mera conjetura».
Lee se tomó las críticas con calma.
«Cualquier cosa es posible, por eso la repetición es
tan importante en la ciencia», explicó. Espera
que su estudio proporcione al menos una base para futuras
investigaciones, no solo de jirafas, sino también de
otros animales. «Es solo el principio... Hay muchos
mamíferos con patrones de pelaje complejos» sobre los
que sabemos bien poco, añadió.
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La jirafa tiene un cuello muy alargado que puede
alcanzar hasta 2 m de longitud y que representa la mayor parte
de la altura vertical del animal. La longitud del cuello es
el resultado de un alargamiento desproporcionado de las vértebras
cervicales, y no se debe a vértebras adicionales. Cada vértebra
cervical tiene una longitud de más de 28 cm. Representan el
52-54% de la longitud de la columna vertebral de la jirafa;
en comparación, un 27-33% es típico de los grandes ungulados
similares, incluyendo el más cercano pariente vivo de la jirafa,
el okapi. El alargamiento del cuello ocurre principalmente
después del nacimiento, ya que las hembras tendrían dificultades
de dar a luz a crías con las mismas proporciones del cuello
que las jirafas adultas. La cabeza y el cuello son sostenidos
por un ligamento nucal y músculos grandes que están anclados
por largas espinas dorsales en la vértebra torácica anterior,
dando al animal una joroba. Las vértebras del cuello tienen
rótulas. La articulación atlas–axis (C1 y C2) en particular
permite que la jirafa pueda inclinar la cabeza verticalmente
para alcanzar las ramas más altas con la lengua. El punto
de articulación entre las vértebras cervicales y torácicas
de las jirafas ha sido desplazado hacia la primera y segunda
vértebra torácica (T1 y T2), a diferencia de la mayoría de
los demás rumiantes, donde la articulación se encuentra entre
la séptima vértebra cervical (C7) y T1. Esto permite que C7
contribuye directamente al aumento de la longitud del cuello
y ha dado lugar a la sugerencia de que T1 es realmente C8,
y que las jirafas añadieron una vértebra cervical adicional.
Sin embargo, esta proposición no es generalmente
aceptada, dado que T1 tiene otras características morfológicas,
tales como la articulación de una costilla, considerado diagnóstico
de vértebras torácicas, y porque las excepciones al límite
de siete vértebras cervicales entre los mamíferos suelen caracterizarse
por un aumento de anomalías neurológicas y enfermedades. Existen
dos hipótesis principales sobre el origen evolutivo y la conservación
de la elongación en el cuello de la jirafa. La «hipótesis
de la competición entre ramoneadores» fue originalmente sugerida
por Charles Darwin, y solo recientemente fue cuestionada.
Esta hipótesis sugiere que la presión competitiva entre los
ramoneadores más pequeños, como kudu, steenbok e impala, alentó
a la elongación del cuello en la jirafa, ya que permitió acceso
a alimentos fuera del alcance de especies competidoras. Esta
ventaja es real, considerando que las jirafas se alimentan
de follaje hasta una altura de 4,5 m, mientras que los competidores
más grandes, como el kudu, solo logran ramonear hasta una
altura de 2 m.

Charles Darwin fue eminentemente revolucionario
en todos los sentidos.
También existen investigaciones que sugieren
que hay una intensa competencia entre ramoneadores en los
niveles más bajos, y que las jirafas se alimentan de forma
más eficiente —ganando más biomasa de hojas con cada bocado—
cuando se alimentan en las partes altas del dosel. Sin embargo,
los científicos no están de acuerdo acerca del tiempo que
las jirafas dedican a alimentarse a niveles más allá del alcance
de los demás ramoneadores, y un estudio de 2010 encontró que
las jirafas adultas con cuellos más largos incluso sufrieron
tasas de mortalidad más altas durante sequías que sus contrapartes
con cuellos más cortos. Este estudio sugiere que para mantener
un cuello más largo se requiere más nutrientes, lo que pone
las jirafas con cuellos largos en riesgo durante un periodo
de escasez de alimentos. La segunda teoría principal, la hipótesis
de la selección sexual, propone que los largos cuellos evolucionaron
como una característica sexual secundaria, ya que confiere
una ventaja a los machos durante los combates con los cuellos
mediante los cuales se establece el dominio entre los machos
rivales, lo que permite obtener acceso a las hembras sexualmente
receptivas. El hecho de que los cuellos son más largos y más
pesados en los machos que en las hembras de la misma edad,
y que los machos no utilizan otras formas de combate, parece
apoyar esta teoría.
Sin embargo, una objeción es que la teoría
no explica por qué las hembras también tienen cuellos largos.
La familia Giraffidae solo cuenta con dos especies; debido
al característico cuello largo de la jirafa estudios genómicos
han intentado explicar dicha particularidad en las jirafas.
Al obtener la secuencia de los dos miembros de dicha familia
y a través del análisis comparativo con otros mamíferos euterios,
se identificaron 70 genes que presentan múltiples signos de
adaptación de la jirafa. Estos genes codifican reguladores
del desarrollo óseo, cardiovascular y nervioso. En otro estudio
se alinearon las secuencias de las dos especies de la familia
Giraffidae con las del ganado bovino (Bos taurus). El resultado
fue que el largo cuello de la jirafa es probablemente el resultado
de mutaciones en dos conjuntos de genes, uno de esos grupos
controlando los patrones de expresión génica durante el desarrollo
del cuello, y el otro grupo controlando la expresión de factores
de crecimiento. A su vez también se vinculó un número de genes
relacionados con la evolución de un sistema cardiovascular
más potente para hacer frente al problema de un cuello más
largo que también necesita el paso de sangre. Es por esto
que la jirafa tiene algunos de los problemas fisiológicos
más difíciles. Pero dichas adaptaciones o soluciones de la
naturaleza en especial en lo referente a su sistema circulatorio
puede ser útil para el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares
y la hipertensión en los seres humanos.

En los mamíferos, el nervio recurrente laríngeo
izquierdo es más largo que el derecho; en la jirafa es más
de 30 cm más largo. Estos nervios son más largos en la jirafa
que en cualquier otro animal vivo; el nervio izquierda tiene
una longitud de más de 2 m. Cada célula nerviosa en esta conducción
se inicia en el tronco cerebral y pasa por el cuello a lo
largo del nervio vago, y luego se ramifica en el nervio recurrente
laríngeo que pasa de nuevo por el cuello hasta la laringe.
Por lo tanto, estas células nerviosas tienen una longitud
de casi 5 m en las jirafas más grandes. La estructura del
cerebro de una jirafa se asemeja a la del ganado doméstico.
La forma del esqueleto solo permite un volumen de pulmón pequeño
en relación a su masa. Su largo cuello le da una gran volumen
de espacio muerto, a pesar de su estrecha tráquea. Estos factores
aumentan la resistencia al flujo de aire. No obstante, el
animal puede suministrar suficiente oxígeno a sus tejidos.
El sistema circulatorio de la jirafa tiene varias
adaptaciones para su gran altura. Su corazón, que puede pesar
más de 11 kg y que mide aproximadamente 61 cm de largo, debe
generar aproximadamente el doble de la presión sanguínea requerida
para un ser humano para mantener el flujo de sangre al cerebro.
Por lo tanto, la pared del corazón puede ser tan gruesa como
7,5 cm. A 150 latidos por minuto, la jirafa tiene un pulso
cardiaco inusualmente alto para su tamaño. En la parte superior
del cuello, un sistema de regulación de la presión, conocido
como rete mirabile, previene el exceso del flujo de sangre
al cerebro cuando la jirafa baja su cabeza. Las venas yugulares
también contienen varios (por lo general siete) válvulas para
prevenir que la sangre fluya hacia la cabeza desde la vena
cava inferior y aurícula derecha, cuando la jirafa baja la
cabeza. En cambio, los vasos sanguíneos en las patas inferiores
están bajo gran presión (debido al peso del fluido que está
presionando hacia abajo). Para resolver este problema de sobrepresión,
la piel de las extremidades inferiores es espesa y apretada;
esta adaptación previene un exceso de sangre en las patas.
La jirafa tiene músculos esofágicos inusualmente fuertes para
poder regurgitar alimentos del estómago hasta el cuello y
en la boca para rumiar. Al igual que otros rumiantes, tiene
un estómago de cuatro cámaras, de las cuales la primera está
adaptada a su dieta especializada. Los intestinos de la jirafa
tienen una longitud de 80 m y la proporción entre el intestino
pequeño y grueso es relativamente pequeña. El hígado es pequeño
y compacto. Una vesícula biliar está generalmente presente
durante la vida fetal, pero puede desaparecer antes del nacimiento.

¿Habrías sido capaz de cazar una jirafa con 12 años?
Pues Aryanna Gourdin sí. La niña se fue de cacería con
su padre a Sudáfrica y contenta con la experiencia quiso
compartir su felicidad en las redes sociales publicando
sus fotos en sus cuentas de Twitter y Facebook. Lo malo
es que en sus imágenes pudo verse a Aryanna Gourdin,
que vive en la ciudad estadounidense de Utah, con un
rifle en la mano y posando junto a una jirafa y una
cebra muertas. Supuestamente las abatió ella misma en
la cacería en Sudáfrica. Además, una de las fotos que
más impactaron e indignaaron en las redes sociales es
una en la que la niña aparece con el corazón de la jirafa
en la mano y muestra la cara pintada con la sangre del
animal.

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Las jirafas habitan generalmente en sabanas,
pastizales y bosques abiertos. Prefieren bosques abiertos
de Acacia, Commiphora, Combretum y Terminalia en vez de entornos
más densos, como los bosques de Brachystegia. La jirafa de
Angola suele habitar en ambientes desérticos. Ramonea las
ramas de los árboles, con una preferencia para los árboles
de los géneros Acacia, Commiphora, y Terminalia, que son fuentes
importantes de calcio y proteínas necesario para la tasa de
crecimiento de la jirafa. También se alimenta de arbustos,
hierbas y frutas. Come alrededor de 34 kg de follaje diariamente.
Cuando esta estresada, puede masticar la corteza de ramas.
Aunque es herbívora, se ha observado a jirafas que visitan
a las carcasas de animales muertos para lamer la carne seca
de los huesos.
La altura les brinda una importante ventaja
en su alimentación, ya que no compiten con otro tipo de fauna
para acceder a la vegetación. Solo los elefantes más grandes
podrían alcanzar las hojas más altas de los árboles de acacia,
pero esto no representa un conflicto que afecte los hábitos
de alimentación de ambas partes. Durante la estación lluviosa,
la comida es abundante y las jirafas son más dispersas, mientras
que durante la estación seca, se concentran alrededor de los
árboles y arbustos de hoja perenne restantes. Las madres tienden
a alimentarse en zonas abiertas, probablemente para facilitar
la detección de depredadores, a pesar de que esto puede reducir
la eficiencia de alimentación. Como rumiante, la jirafa primero
masca su alimento, se lo traga para su procesamiento y luego
pasa visiblemente el bolo alimenticio medio digerido hasta
el cuello y en la boca para masticarla nuevamente. Es común
que salive cuando se alimenta. La jirafa requiere menos alimento
que muchos otros herbívoros, porque el follaje que consume
contiene una mayor concentración de nutrientes y porque tiene
un sistema digestivo más eficiente. Las heces se presentan
en forma de pequeñas bolitas.
Cuando cuenta con acceso al agua, bebe a intervalos
no superior a tres días. Las jirafas tienen un efecto notable
sobre los árboles que utilizan para alimentarse, lo que retrasa
el crecimiento de los árboles jóvenes durante varios años
y crea una característica «cintura» en los árboles más altos.
La alimentación se concentra principalmente durante las primeras
y últimas horas del día. Entre estas horas suele estar de
pie rumiando. La rumiación es también la actividad dominante
durante la noche, cuando se practica principalmente acostado.

ola k ase? ta bien o k ase ...
Por lo general las jirafas se encuentran en
grupos, aunque son grupos abiertos cuya composición tiende
a cambiar constantemente. Tienen pocos vínculos sociales fuertes
y las agrupaciones suelen cambiar de miembros cada pocas horas.
Para fines de investigación, el «grupo» fue definido como
«un conjunto de individuos que se encuentran a menos de un
kilómetro de distancia y que se mueve en la misma dirección
general». El número de jirafas en un grupo puede variar hasta
incluir 32 individuos. Los grupos más estables son los que
están compuestos de las madres y sus crías, que pueden permanecer
juntas durante semanas o incluso meses. La cohesión social
en estos grupos se mantiene a través de los lazos que se forman
entre las crías. También ocurren grupos mixtos compuestos
de hembras adultas y machos jóvenes. Los machos subadultos
son particularmente sociales y participan en peleas simuladas.
Sin embargo, a medida que crecen los machos se vuelven más
solitarios. Las jirafas no son territoriales, aunque tienen
un área de vida. Ocasionalmente los machos vagan lejos de
las zonas que frecuentan normalmente. La reproducción es largamente
polígama: unos machos mayores se aparean con las hembras fértiles.
Los machos evalúan la fertilidad probando la orina de la hembra
para detectar estrogenos en un proceso de varios pasos conocido
como la respuesta Flehmen.
La respuesta Flehmen, también llamada posición de Flehmen,
o la reacción de Flehmen, (del alemán flehmen - de animales,
que significa arrugar el labio superior), es un tipo
particular de movimiento de retracción en los labios
en ungulados, félidos, y muchos otros mamíferos, que
facilita la transferencia de productos químicos odorantes
en el órgano vomeronasal o de Jacobson. En la reacción
o reflejo de Flehmen, los animales retraen sus labios
de una forma que hace que parecen estar haciendo una
mueca. Este gesto se adopta para ayudar así a exponer
el órgano vomeronasal y atraer las moléculas del olor
hacia él. Este comportamiento permite que los animales
detecten odorantes, por ejemplo de la orina, de otros
miembros de su especie. Permite que los animales determinen
varios factores, incluyendo la presencia o la ausencia
del celo, el estado fisiológico del animal, y cuánto
tiempo hace que el animal pasó cerca. Esta respuesta
particular es la más reconocible en sementales al oler
la orina de una yegua en celo.
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|
Los machos prefieren hembras adultas jóvenes
en vez de hembras menores o adultas mayores. Cuando detecta
a una hembra en celo, el macho intentará cortejarla. Durante
el cortejo, el macho dominante mantendrá a distancia a los
machos subordinados. Durante la cópula, el macho se coloca
en sus patas traseras con la cabeza arriba y sus patas delanteras
descansando en los flancos de la hembra. Aunque por lo general
son silenciosas y no vocales, las jirafas pueden utilizar
varios sonidos para comunicarse entre ellas. Durante el cortejo,
los machos emiten toses fuertes. Las hembras llaman a sus
crías con mugidos. Las crías emiten resoplidos, balidos, mugidos
y sonidos parecidos a maullidos. Las jirafas también producen
sonidos como roncas, siseos, gemidos y silbidos; a largas
distancias se comunican entre ellas utilizando infrasonido.
Tras una gestación que dura 400-460 días, la
hembra normalmente da a luz a una sola cría, aunque en raras
ocasiones pueden nacer gemelos. La hembra da a luz de pie.
El ternero emerge primero con la cabeza y las patas delanteras,
después de romper las membranas fetales, y cae al suelo, cortando
el cordón umbilical. Luego la madre limpia el recién nacido
y le ayuda a ponerse de pie. Una jirafa recién nacida tiene
una altura de aproximadamente 1,8 m. A las pocas horas de
nacer, la cría puede correr y es casi indistinguible de un
ternero de una semana de edad. Sin embargo, durante las primeras
1 a 3 semanas, pasa la mayor parte del tiempo escondiéndose;
el patrón de su pelaje proporciona un camuflaje adecuado.

Los adultos son un rollo.
Dentro de pocos días después de nacer se ponen
erectos los osíconos, que permanecieron planas mientras estaba
en el útero. Las hembras con crías suelen agruparse en manadas
de crías, ramoneando y moviéndose juntas. Ocasionalmente,
algunas hembras en una manada de crías pueden dejar a sus
crías con otra hembra mientras se alimentan y beben en otro
lugar. Esto se conoce como «guardería de jirafas». Los machos
adultos no desempeñan un papel notable en la crianza de los
jóvenes, aunque parecen tener interacciones amistosas. Los
terneros están en riesgo de depredación, y una hembra permanecerá
encima de su ternero y dará patadas al depredador que se acerca.
Las hembras que vigilan los terneros en una guardería de jirafas
solo alertarán a sus propias crías si detectan una perturbación
o peligro, aunque los demás terneros se darán cuenta y la
seguirán también. El vínculo entre la hembra y su cría varía,
aunque puede durar hasta el siguiente parto. Así mismo, los
terneros pueden mamar por tan solo un mes o hasta un año.
Las hembras alcanzan la madurez sexual cuando tienen cuatro
años de edad, mientras que los machos maduran a los cuatro
o cinco años. Sin embargo, los machos tienen que esperar hasta
que tengan por lo menos siete años para ganar la oportunidad
de aparearse.
Un equipo internacional de científicos secuenció
en 2016 por primera vez el genoma de la jirafa ('Giraffa
camelopardalis') y su pariente más cercano, el okapi
('Okapia johnstoni'). Estos dos animales presentan secuencias
de genes muy parecidas porque divergieron de un ancestro
común hace entre 11 y 12 millones de años, un tiempo
relativamente reciente para la escala evolutiva.
La secuenciación del ADN de la jirafa aportaba las
primeras pistas sobre los cambios genéticos que dieron
lugar al cuello excepcionalmente largo de esta especie,
acabando con el misterio.
"La estatura de la jirafa, dominada por su largo cuello
y largas patas, con una altura total que puede alcanzar
los seis metros, es una proeza extraordinaria de la
evolución que ha impresionado y maravillado desde hace
unos 8.000 años. Hace tanto tiempo que aparece incluso
en las famosas esculturas de piedra en Dabous en la
República de Níger, África", explicaba Douglas Cavener,
investigador de la Universidad Estatal de Pensilvania
(EE UU), que dirigió el equipo de investigación junto
con Morris Agaba, del Instituto Africano Nelson Mandela
para la Ciencia y la Tecnología en Tanzania (África).
Las jirafas de Dabous forman parte de una serie de
petroglifos neolíticos de autor desconocido que se encuentran
en el desierto de Teneré, en Níger. Completadas entre
el 9000 y el 5000 a.C., las jirafas fueron documentadas
por primera vez por David Coulson en 1997 mientras viajaba
con una expedición fotográfica por Níger, en África,
aunque su descubrimiento se debe a Christian Dupuy,
en 1987, en la región de los tuareg. Los relieves, de
unos 6 metros de altura, consisten en dos jirafas grabadas
en un lugar llamado Roca de Dabous, con gran cantidad
de detalles, sobre la ladera inclinada de un pequeño
afloramiento rocoso de arenisca en las primeras estribaciones
de las montañas de Air. Una de las jirafas es macho,
mientras que la otra, más pequeña, es hembra. En los
alrededores se han encontrado 828 imágenes grabadas
en las rocas, de las que 704 son animales (bóvidos,
jirafas, avestruces, antílopes, leones, rincerontes
y camellos), 61 son humanas y 159 son indeterminadas.
La Fundación Bradshaw es la encargada de la protección
y la preservación de este petroglifo.

Para identificar los cambios genéticos que podrían
ser responsables de las características únicas de la
jirafa, incluida su velocidad en carrera corta, que
puede alcanzar los 60 km/h, Cavener y Agaba compararon
las secuencias de genes codificantes de la jirafa y
el okapi con más de 40 de otros mamíferos como la vaca,
la oveja, la cabra, el camello y los seres humanos.
"Los cambios evolutivos necesarios para construir la
imponente estructura de la jirafa, equiparla con las
modificaciones necesarias para un esprint de alta velocidad
y otorgarle unas funciones cardiovasculares potentes
han sido una fuente de misterio científico desde hace
más de dos siglos, cuando Charles Darwin se preguntó
por primera vez por sus orígenes evolutivos", añadió
Cavener.
El corazón de la jirafa debe bombear sangre dos metros
hacia arriba para que pueda llegar a su cerebro. Esta
hazaña es posible porque su corazón ha evolucionado
para tener un ventrículo izquierdo inusualmente grande.
Además, tiene la presión arterial dos veces más alta
que otros mamíferos.
Los investigadores hallaron que varios genes que regulan
el desarrollo del sistema cardiovascular o que controlan
la presión arterial se encuentran entre los que muestran
signos de adaptación en la jirafa. Algunos de ellos
controlan tanto el desarrollo cardiovascular como el
del esqueleto, lo que sugiere la intrigante posibilidad
de que la estatura de la jirafa y su sistema cardiovascular
evolucionaron en armonía mediante cambios en un pequeño
número de genes. "A pesar de esta estrecha relación
evolutiva, el okapi se parece más a una cebra y carece
de la imponente altura de la jirafa y sus impresionantes
capacidades cardiovasculares. Por estas dos razones,
su secuenciación la hemos utilizado para identificar
algunos cambios genéticos únicos de las jirafas", comentó
Douglas Cavener.

El milenario okapi.
Al comparar los genomas de la jirafa y del okapi, dedujeron
que el largo cuello de la jirafa se puede atribuir a
los cambios genéticos en dos conjuntos de proteínas:
uno que controla la expresión génica durante el desarrollo
del cuerpo y las extremidades, y otro la expresión de
genes controladores de factores de crecimiento. Los
científicos también descubrieron pistas genéticas de
la evolución de su largo cuello y patas. "Sus vértebras
cervicales y los huesos de las patas han evolucionado
para ampliarse", señalaba Cavener. Los científicos hallaron
70 genes que mostraron signos de múltiples adaptaciones.
"Estas adaptaciones incluyen sustituciones únicas de
secuencias de aminoácidos que alteran la función de
ciertas proteínas", explicaba el científico.
Las poblaciones de jirafas han disminuido en un 40%
en los últimos 15 años debido a la caza furtiva y a
la pérdida de su hábitat natural. Con este trabajo,
los expertos esperan llamar la atención sobre la situación
de esta singular especie, porque “a este ritmo de declive,
el número de jirafas en la naturaleza caerá por debajo
de 10.000 a finales de este siglo. Algunas subespecies
de jirafa ya se tambalean al borde de la extinción",
concluyeron.
|
Los machos utilizan sus cuellos o pescuezos
como armas en el combate con rivales, un comportamiento conocido
en inglés como «necking». El combate de cuellos se utiliza
para establecer el dominio entre los machos; los machos que
ganan estos duelos tienen mayor éxito reproductivo. Este comportamiento
se produce a baja o alta intensidad. En duelos de baja intensidad,
los combatientes se frotan y se apoyan con el cuello el uno
contra el otro. El macho que logra mantenerse más erecto gana
el duelo. En duelos de alta intensidad, los machos extenderán
sus patas delanteras y pivotarán el cuello para golpear el
otro con gran fuerza con sus osiconos. Los contendientes tratarán
de esquivar los golpes de cada uno y luego prepararse para
contrarrestar. La fuerza de los golpes depende del peso del
cráneo y el arco de la oscilación. Un duelo puede durar más
de media hora, dependiendo del equilibrio de fuerzas entre
los contendientes. Aunque la mayoría de los duelos no resulta
en lesiones graves, existen registros de fracturas de mandíbulas,
fracturas de cuellos e incluso muertes. Después de un duelo,
es común que los dos machos se acaricien y cortejen, conduciendo
a la monta y al clímax. Se descubrió que tal interacción entre
machos ocurre con mayor frecuencia que el acoplamiento heterosexual.
En un estudio, se registró que hasta un 94% de los incidentes
de monta ocurrieron entre machos. La proporción de las actividades
del mismo sexo variaba de 30 hasta 75%. Solo 1% de los incidentes
de monta del mismo sexo se produjo entre hembras.

Las jirafas tienen una esperanza de vida de
hasta 25 años en estado salvaje, excepcionalmente longeva
en comparación con otros rumiantes. Debido a su tamaño, su
buena vista y sus poderosas patadas, las jirafas adultas por
lo general no están sujetas a la depredación. Sin embargo,
pueden ser depredadas por leones, e incluso son presas habituales
para ellos en el Parque nacional Kruger. Los cocodrilos del
Nilo también pueden representar una amenaza para las jirafas
cuando se agachan para beber. Los terneros son mucho más vulnerables
que los adultos, y son también depredados por leopardos, hienas
manchadas y perros salvajes. Entre un cuarto y la mitad de
los terneros alcanzan la edad adulta. Para prevenir ataques
de depredadores terrestres mientras beben, las jirafas viajan
en pequeños grupos y se turnan para agacharse. Una o dos de
ellas se encargan de mirar a diferentes direcciones mientras
las otras permanecen inclinadas bebiendo líquido. Al terminar,
es su turno de vigilar. Ante ataques de cocodrilos no hay
mucho que puedan hacer, pues al recibir una mordedura en el
cuello, el cuerpo pierde equilibrio hacia adelante.
Las jirafas se ven afectadas por diferentes
parásitos. A menudo son anfitriones de garrapatas, especialmente
en el área alrededor de los genitales donde la piel es más
delgada que en otras áreas. Las especies de garrapatas que
comúnmente se alimentan de las jirafas pertenecen a los géneros
Hyalomma, Amblyomma y Rhipicephalus. Las jirafas dependen
de aves como el picabueyes piquigualdo y picabueyes piquirojo
para librarlos de las garrapatas y alertarlos al peligro.
Las jirafas albergan numerosas especies de parásitos internos
y son susceptibles a diversas enfermedades. Fueron víctimas
de la peste bovina, una enfermedad viral (ahora erradicada).
Las imágenes de una cámara trampa nocturna sacadas
en el parque nacional del Serengueti, en Tanzania, en
2018, revelan cómo las jirafas sirven de «bed & breakfast».
Para algunas pequeñas aves africanas, la mejor forma
de garantizar un desayuno en la cama es dormir sobre
el plato en el que cenan, aunque este sea la axila de
una jirafa. Los científicos saben que los picabueyes
piquigualdos suelen posarse sobre enormes mamíferos
africanos como las jirafas, los búfalos de agua y los
antílopes eland durante el día, una relación normalmente
beneficiosa para el anfitrión, que consigue una piel
más limpia y sana. Podemos ver a estas pequeñas aves
marrones posadas sobre los animales, hurgando en su
pelo en busca de parásitos sabrosos como garrapatas.
Pero una rara serie de fotografías de un gran estudio
plurianual con cámaras trampa en el parque nacional
del Serengueti, Tanzania, reveló que las aves
también se posan sobre algunos de sus anfitriones durante
la noche. La National Geographic Society aportó
financiación para el proyecto, llamado Snapshot Serengeti,
dirigido por el experto en leones Craig Packer.

«Los ves encima de la jirafa y están justo ahí metidos»,
afirmó Meredith Palmer, candidata en su momento
a doctora en ecología de la conducta en la Universidad
de Minnesota. «Es un lugar muy seguro y cómodo para
las aves». Palmer, que dirigió un nuevo estudio sobre
estos bed & breakfast en las jirafas en el African Journal
of Ecology, cree que esta conducta también podría ser
una maniobra territorial para disuadir a la competencia.

Picabueyes piquigualdos duermen bajo una
jirafa en esta imagen de una cámara trampa nocturna.
Su primo cercano, el picabueyes piquirrojo, es pequeño
y tiene un pico más versátil que le permite alimentarse
de parásitos que afectan a un repertorio más amplio
de anfitriones como las cebras, los impalas y los ñus.
Como el picabueyes piquigualdo tiene un menú más reducido,
tiene sentido que vigile más su pan de cada día, incluso
si eso significa dormir sobre él. «Cuando encuentras
[un anfitrión], vale la pena quedarse para que no se
vaya», afirma.
Los picabueyes piquigualdos anidan en árboles o en
otro tipo de vegetación cuando llega el momento de poner
huevos. Pero el resto del tiempo se contentan con posarse
sobre una jirafa: en ocasiones pueden verse hasta siete
aves reunidas en una sola axila. «Imagino que debe picar
bastante tener siete pájaros encima», bromeaba Palmer.
Tiffany Plantan, que ha estudiado a los picabueyes pero
no participó en el estudio de Palmer, elogió
la investigación diciendo que «este es, que yo sepa,
el primer estudio que examina la conducta de estas aves
por la noche».
«Abre un mundo de posibles preguntas que hacerse, especialmente
sobre las diferencias entre las dos especies de picabueyes
y su comportamiento nocturno», afirmó Plantan,
ecóloga de la Universidad de Miami. Ha observado a picabueyes
piquirrojos echándose siestas sobre búfalos y otros
animales durante el día, pero nunca había visto este
comportamiento por la noche. Asimismo, las cámaras trampa
del Serengueti no han captado imágenes de picabueyes
piquirrojos reposando sobre sus anfitriones.

Picabueyes piquigualdos posados en la
cabeza de un búfalo de agua.
Otra diferencia es que los picabueyes piquirrojos tienen
picos más pequeños y cortantes que los piquigualdos,
lo que permite a cada especie comer tipos de garrapatas
diferentes.
Sin embargo, los paladares de las aves no se limitan
a parásitos chupasangres. Los picabueyes se alimentan
de una amplia gama de fluidos de sus anfitriones, como
las mucosidades o la sangre. «Se comen el pringue de
los ojos y las secreciones de la nariz y la boca. Son
oportunistas», afirma Plantan.
Pero la relación podría no ser del todo mutua. Los
picabueyes piquirrojos tienen algunos rasgos «vampíricos»
y suelen picar las heridas abiertas de sus anfitriones.
Plantan dice que ha observado a picabueyes piquirrojos
perforando la piel de los asnos con el pico, al estilo
de los pájaros carpinteros, para alimentarse de su sangre.
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Los seres humanos interactuaron con las jirafas
durante milenios. El pueblo san del sur de África tienen bailes
medicinales con los nombres de algunos animales; el baile
de la jirafa se realiza para tratar dolencias de la cabeza.
El origen de la altura de la jirafa ha sido el tema de varios
cuentos africanos, incluyendo uno que relata que la jirafa
creció por comer demasiadas hierbas mágicas. Las jirafas fueron
representadas en el arte tradicional en todo el continente
africano, incluyendo el de los kifianos, egipcios, meroíticos
y nubios. Los kifianos crearon un grabado rupestre de dos
jirafas de tamaño natural el cual ha sido caracterizado como
el «más grande petroglifo de arte rupestre del mundo». Los
egipcios dieron su propio jeroglífico a la jirafa, llamado
«sr» en egipcio antiguo y «mmy» en períodos posteriores. También
mantuvieron jirafas como mascotas y las enviaron a varios
sitios en la región del Mediterráneo.

Peine con jirafa. Egipto 3500 AC.
La jirafa también se conocía en la Antigua Grecia
y Antigua Roma, donde se creía que se trataba de un híbrido
natural de un camello y un leopardo y lo llamaron camelopardalis.
La jirafa fue uno de los muchos animales capturados y exhibidos
por los romanos. La primera jirafa en Roma fue traída por
Julio César en 46 a. C. y exhibida al público. Con la caída
del imperio romano, disminuyó también el número de jirafas
alojadas en Europa. Durante la Edad Media, los europeos solo
conocieron las jirafas mediante el contacto con los árabes,
que veneraron a la jirafa por su aspecto peculiar. En 1414,
una jirafa fue enviado de Malindi a Bengala. Luego fue llevada
a China por el explorador Zheng He y colocada en un zoológico
de la Dinastía Ming. El animal fue una fuente de fascinación
para el pueblo chino, que la asoció con el mítico Qilin. La
«jirafa de Medici» era una jirafa presentada a Lorenzo de
Medici en 1486. Causó gran agitación a su llegada a Florencia.
Otra jirafa famosa era la que fue traída de Egipto a París
a principios del siglo XIX como regalo de Mehmet Alí de Egipto
a Carlos X de Francia. La jirafa se convirtió en una sensación
y el objeto de numerosos memorativos o «giraffanalia».
Las jirafas continúan teniendo una presencia
en la cultura moderna. Salvador Dalí las representó con crines
conflagrados en algunas de sus pinturas surrealistas. Consideró
la jirafa un símbolo de masculinidad, y una jirafa en llamas
representaba un «monstruo cósmico y apocalíptico masculino».
Varios libros para niños incluyen la jirafa, tales como The
Giraffe Who Was Afraid of Heights por David A. Ufer, Giraffes
Can't Dance de Giles Andreae, y La jirafa, el pelícano y el
mono de Roald Dahl. Las jirafas aparecieron en películas de
animación, como personajes menores en El Rey León y Dumbo
de Disney, y en un papel más prominente en las películas The
Wild y Madagascar. Sofía la jirafa ha sido popular como mordedor
para niños desde 1961. Otra famosa jirafa de ficción es la
mascota de Toys "R" Us conocida como Geoffrey la jirafa.

Melman, la hipocondríaca jirafa de la
película Madagascar.
La jirafa es también el animal nacional de
Tanzania. La jirafa fue también utilizada para algunos experimentos
y descubrimientos científicos. Los científicos analizaron
las propiedades de la piel de la jirafa para desarrollar trajes
para astronautas y pilotos de combate porque las personas
en estas profesiones corren el riesgo de perder el conocimiento
si la sangre fluye hacia las patas. Los científicos en computación
modelaron los patrones del pelaje de varias subespecies de
la jirafa utilizando mecanismos de reacción-difusión. La constelación
de Camelopardalis, introducida en el siglo XVII, representa
una jirafa. El pueblo tsuana de Botsuana consideró a la constelación
Crux como dos jirafas: Acrux y Mimosa representando un macho,
y Gacrux y Delta Crucis representando una hembra.
La Constelación de Camelopardalis, La Jirafa, es una
gran constelación, que ocupa unos 756,8 grados cuadrados,
está conformada por unas 152 estrellas, siendo su estrella
principal Beta Camelopardalis, en esta constelación
se da una lluvia de meteoros conocida con el nombre
de Camelopardálidas de octubre, sus constelaciones vecinas
o colindantes son Auriga, Cassiopeia, Cepheus, Draco,
Lynx, Perseus, Ursa Major, Ursa Minor. Esta constelación
está ubicada entre las constelaciones de Auriga y las
dos Osas. El nombre de esta constelación proviene de
“camello-leopardo” puesto que los griegos alegaban que
tenía cabeza de camello y machas de leopardo. La constelación
Camelopardalis, La Jirafa está situada entre las constelaciones
de Auriga y las dos Osas. El Mejor mes para observar
esta constelación es durante el mes de febrero. Esta
es una de las constelaciones introducidas por Petrus
Plancius, quien fue un reconocido teólogo, cartógrafo
y astrónomo flamenco.

|
Las jirafas eran probablemente objetivos comunes
para cazadores a lo largo de África. Las diferentes partes
del cuerpo se utilizaron para varios propósitos. La carne
fue utilizada como alimento. Los pelos de la cola sirvieron
como matamoscas, pulseras, collares e hilo. La piel se utilizó
para fabricar escudos, sandalias y tambores, y los tendones
sirvieron como cuerdas de los instrumentos musicales. Los
curanderos de Buganda utilizaron el humo de la quema de piel
de jirafa para el tratamiento de hemorragias nasales. En el
pueblo de los Humr de Sudán se consume la bebida Umm Nyolokh,
que se hace del hígado y médula ósea de jirafas. A menudo
contiene DMT y otras sustancias psicoactivas derivadas de
las plantas que las jirafas comen, como el Acacia, y se dice
que causa alucinaciones de jirafas, las cuales serían fantasmas
de jirafas, según los Humr. En el siglo XIX, los exploradores
europeos comenzaron a cazar las jirafas por diversión. La
jirafa también sufrió los efectos de la destrucción de hábitat:
Aunque la jirafa puede coexistir con el ganado, ya que no
compiten directamente por alimentos, en el Sahel la demanda
de leña y de zonas de pastoreo para el ganado condujeron a
la deforestación.
No se puede decir que los humanos nos quedemos cortos
en lo que respecta a intervenir la química cerebral
con sustancias que agitan el enmarañado de neuronas
en pos de estados alterados de conciencia. Al contrario,
desde el comienzo de sus días, el mono parlante se ha
empeñado en ampliar la vasta farmacopea a su disposición
para sacudir los grilletes de la sobriedad y abrir las
puertas de la percepción de par en par. Tal es el caso
con cientos de plantas y hongos ansiados por sus dotes
psicoactivas, catalizadoras de rituales, sazonadoras
de la recreación, válvulas de escape de contextos opresivos
o facilitadores del sosiego.
Los terrenos de la zoología alucinógena permanecen
como una frontera borrascosa y poco explorada en cuya
dirección sólo los psiconautas más osados se aventuran.
Ni siquiera William Burroughs o los beatniks consideraron
propicio embarcarse en una expedición hacia tales confines
de la experiencia humana.
En unos cuantos parajes selváticos de Nepal habita
la abeja gigante de los Himalaya (subespecie de Apis
dorsata), que no sólo figura como la especie productora
de miel de mayor tamaño del planeta, sino que su elixir
posee propiedades psicotrópicas sobresalientes. Hacerse
de los preciados enjambres no es sencillo, pues estos
himenópteros salvajes anidan en la cima de riscos escarpados.
Para llegar hasta ellos, los cazadores de miel de la
cultura Kulung se remontan a técnicas tradicionales,
suspendiéndose sobre el abismo únicamente por medio
de escaleras de cuerda y a merced de los piquetes de
las furibundas abejas. Vale la pena, pues la miel alucinógena
se vende en el mercado negro asiático hasta en ciento
cincuenta dólares por kilo, suma nada despreciable en
estas latitudes castigadas severamente por la pobreza.
El carácter psicoactivo se debe al néctar neurotóxico
de ciertas especies de flores de las que se alimentan
las abejas. Su ingesta, que nunca debe exceder las tres
cucharadas, ocasiona una purga sistémica, con orina,
vómito y defecación. Después de la purga, uno alterna
entre luz y oscuridad, en momentos puedes ver y en otros
no. Un sonido —jam, jam, jam— pulsa en la cabeza, como
el que hace el enjambre. No es posible moverse, pero
aun así se está completamente lúcido. Esta parálisis
dura poco más de un día.
Agazapado al pie de una farola en las afueras de Caborca,
en el noroeste mexicano, el apacible anfibio podría
aparentar que no posee mucho más que un semblante taciturno
y una fisonomía que lleva el término robusto hasta sus
últimas consecuencias. No obstante, para el naturalista
versado y todo aquel que esté al tanto del prodigio
bioquímico que aguarda bajo la piel grumosa del rotundo
anuro, no queda más que experimentar el más profundo
asombro y respeto: embebidas en su veneno lechoso se
encuentran las dos sustancias psicoactivas más potentes
que se conocen: 5-MeO-DMT y bufotenina (5-OH-DMT).
Ambos compuestos pertenecen a la familia de las triptaminas
—derivados indólicos similares al triptófano— que, al
igual que el resto de enteógenos afines al DMT, interrumpen
la recaptura de serotonina, y provocan alteraciones
significativas en la esfera perceptual, tórridas alucinaciones
con los ojos abiertos o cerrados y una translocación
absoluta de las relaciones espacio-temporales. Los efectos
comienzan desde los primeros segundos tras la exposición
y se extienden de cinco a quince minutos; cabe remarcar
que para el consumidor el tiempo subjetivo del trance
pareciera durar varias horas.
Con sus más de diez centímetros de largo, la rana gigante
de hoja del Amazonas se perfila como una de las especies
arborícolas más grandes del mundo. Posee una apariencia
en definitiva más digna de sus dotes psicoactivas que
el sapo antes mencionado; ostenta una coloración verde
brillante sobre el dorso, el vientre amarillo crema
y un semblante desquiciado. Sus secreciones cutáneas
—que incluyen péptidos con actividad neurológica como
demorfinas y deltrofinas (opiáceos), y phyllomedusina
(que contrae músculos y es un vasodilatador potente)—son
utilizadas por los katukinas, kaxinawás y ashaninkas,
entre otros grupos indígenas de Brasil, en el ritual
Kambó, práctica que, junto con la ayahuasca, atraviesa
por una especie de furor global, y que, debido a algunos
casos fatales, ha comenzado a recibir atención de la
prensa.
En Pakistán, Afganistán y ciertas zonas rurales de
la India, fumar escorpiones secos se ha vuelto una práctica
popular e incluso un problema serio de adicción. Al
parecer, los efectos son más intensos que los del hachís
y se extienden hasta por diez horas, produciendo alucinaciones
equiparables a las de la mezcalina. De acuerdo con el
doctor Azaz Jamal, del hospital técnico de Khyber, los
adictos a fumar estos arácnidos desarrollan desórdenes
alimenticios y del sueño y comienzan a vivir en un estado
de constante delirio.

Un habitante común en los mares del Atlántico, el pez
sarpa salpa, merienda habitual sobre la mesa mediterránea
desde tiempos romanos, esta especie del grupo de las
doradas puede causar serios estragos mentales en quien
consume su carne. No es frecuente, pero existen registros
históricos y recientes sobre intoxicaciones que han
devenido en estados similares a los ocasionados por
el LSD en su carácter más pesadillesco: delirios febriles
y pavorosos, alucinaciones visuales y auditivas que
duran cerca de 36 horas.
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Ha sido extirpada en gran parte de su área de
distribución histórica incluyendo Eritrea, Guinea, Mauritania
y Senegal. También puede haber desaparecido de Angola, Malí
y Nigeria, aunque fue introducida en Ruanda y Suazilandia.
Dos subespecies, la jirafa de África Occidental y jirafa de
Rothschild, fueron clasificadas como en peligro de extinción,
porque solo quedan unos cientos de ejemplares en estado salvaje.
En 1997, Jonathan Kingdon sugirió que la jirafa nubiana era
la más amenazada de todas; Es posible que contaba menos de
250 ejemplares en 2010, aunque esta estimación es incierta.
Las reservas de caza privada contribuyeron a la conservación
de las poblaciones de jirafas en África meridional.

Dr Jonathan Kingdon, Departamento de Zoologia.
Universidad de Oxford.
Giraffe Manor es un conocido hotel de Nairobi,
que también sirve como santuario para las jirafas de Rothschild.
Se podría decir que el Giraffe Manor es uno de los hoteles
más impactantes del mundo. Situado en Nairobi, Kenia, este
hotel tiene algo muy característico: los clientes se entremezclan
con las jirafas. Este exclusivo hotel boutique está situado
junto a un bosque autóctono del barrio de Langata. Desde las
ventanas se puede visualizar el monte Kilimanjaro o las impresionantes
colinas de Ngong. El complejo cuenta con un piano que fue
traído a África hace más de un siglo y una habitación amueblada
con los muebles de Karen Blixen, autora de “Memorias de África”,
vendidos para poder pagar sus deudas cuando perdió su plantación
de café. Sin duda, un lugar inigualable para introducirse
en pleno corazón africano.
Entre sus encantos, destaca el hecho de que
la construcción se inspiró en un pabellón de caza escocés
y fue la casa del magnate del café Sir David Duncan. Desde
1932 la usó como granja de cría para sus caballos. En la década
de 1960, el Manor se alquiló a varios inquilinos, pero su
mal estado obligó a su desalojo. Estuvo desocupada hasta que
en 1974 la adquirieron Betty Leslie Melville y su marido Jock.
Betty se había enamorado de Kenia en su primer viaje en 1958.
Modelo de profesión, Betty volvió a casa y convenció a su
segundo marido, Dancy Bruce, para mudarse al país junto a
sus hijos pequeños. Pero al poco de llegar a Kenia, Betty
conoció al nieto del Conde de Leven, Jock Leslie-Melville.
Dejó a su marido y se unió a Jock hasta la muerte de este,
en 1984.

Es entonces cuando entran en escena, según cuenta
Rothschild Safaris, las jirafas Tom, Dick y Harry. Tras adquirir
la mansión abandonada, Betty y Jock comprobaron que varias
jirafas habían elegido hacer del jardín del Manor su hogar.
Betty convenció a Jock de que tenían que aprender a convivir
todos juntos y pronto las jirafas comenzaron a meter la cabeza
por las habitaciones del primer piso en busca de comida.
Betty decidió empezar a investigar la vida de
sus nuevas compañeras de casa y fue entonces cuando se enteró
de que la Jirafa Rothschild estaba en peligro de extinción
en Kenia debido a que su habitat estaba desapareciendo por
la acción humana. Solo quedaban alrededor de 120 de estas
jirafas en todo el mundo cuando compraron la mansión en 1974.
La ex modelo decidió entonces adoptar a una cuarta jirafa
huérfana llamada Daisy. Y crearon el Fondo Africano para la
Vida Silvestre en Peligro (AFEW) en Maryland, Estados Unidos.
Poco después, encontraron un amigo para Daysy, Brando. Dos
años después de la adopción de Daisy, llegaron otras cinco
jirafas y en 1983 abrieron el Giraffe Centre (AFEW Kenya).
Este centro ofrece a los escolares de Kenia la oportunidad
de aprender sobre el medio ambiente y la ecología y de interactuar
con las jirafas que habitan el complejo.

En la actualidad, entre 300 y 400 jirafas Rothschild
deambulan por las tierras salvajes de Kenia y se estima que
su número total en el mundo es de unos 500 ejemplares. De
hecho, los Leslie-Melvilles son considerados como las únicas
personas que han criado jirafas salvajes con tanto éxito.
Jock falleció de cáncer en 1984 y poco después Betty empezó
a abrir su casa a diferentes viajeros. Los beneficios que
conseguía gracias a su estancia se destinaban al centro educativo
levantado junto a la propiedad. Aun así, poco después de la
muerte de Jock, Betty regresó a Baltimore y entregó la dirección
del complejo a su hijo, si bien de vez en cuando regresaba
para visitarlo. Rick, hijo de Betty, y su esposa Bryony, empezaron
a reconvertir la mansión en un pequeño hotel, si bien es cierto,
ellos vivían en la casa y consideraban a los visitantes como
sus huéspedes.
Desde entonces, por sus coquetas habitaciones
han pasado personalidades de la talla de Mick Jagger, Jerry
Hall, Marlon Brando o Johnny Carson, entre otros. En marzo
de 2009, Mikey y Tanya Carr-Hartley compraron Giraffe Manor
y ahora forma parte del grupo de alojamientos y hoteles The
Safari Collection. En resumen, el hecho de que a día de hoy
sigan apareciendo largos cuellos de jirafas a través de las
ventanas se debe a que en un primer momento, Tom, Dick y Harry
eligieron esta mansión como vivienda. Y a que Betty se interesó
tanto por sus compañeras de piso que decidió protegerlas y
salvarlas de la extinción.
Actualmente, el Giraffe Manor tiene alrededor
de 12 jirafas residentes, que hacen las delicias de los afortunados
huéspedes que cada año se alojan en este acogedor hotel de
Nairobi.

Actualmente la jirafa es una especie protegida
en la mayor parte de su área de distribución. En 1999 se estimó
la población en estado salvaje en más de 140.000 jirafas,
pero las estimaciones para el año 2010 indicaron que este
total había disminuido a menos de 80.000.
Las jirafas se encuentran en peligro. Durante los últimos
15 años el número de ejemplares del animal más alto
del mundo han caído en picado desde una cantidad estimada
de 140.000 hasta los 80.000 ejemplares. Se trata de
un descenso increíblemente precipitado desde los 2 millones
de animales que posiblemente vagaban por nuestro planeta
hace 150 años, según la Giraffe Conservation Foundation,
con sede en Namibia. Estos gigantes sorprenden por ser
apacibles y discretos, pastando silenciosamente en las
copas de los árboles, inclinándose para rozar sus caras
con las de los recién nacidos. Por ello, descubrir que
estos animales, como la mayor parte de la megafauna
del mundo, están siendo conducidos a la extinción parece
ilógico, especialmente si tenemos en cuenta el reciente
estallido de amor por los seres vivos. Como muchas otras
criaturas del mundo, la principal causa del decrecimiento
de estos herbívoros cuellilargos es la pérdida de hábitat
y las amenazas que presenta una población humana en
crecimiento, como la caza furtiva. Pero este hecho en
ocasiones se pasa por alto, en parte porque muchos grupos
conservacionistas se centran en proteger a otras especies
africanas en peligro, como los elefantes, los rinocerontes,
los chimpancés o los gorilas.
Dos de los animales más extraordinarios hasta ahora
conocidos por el hombre fueron asesinados en 2010. Se
trató de jirafas blancas, especies que carecen
de los colores propios como consecuencia de una condición
genética conocida como leucismo, que hace que la pigmentación
de las células de la piel sea menor. Cazadores furtivos
habrían sido los culpables de este delito ocurrido en
una aldea al noreste del condado de Garissa en Kenia
(África). Los cadáveres de la única jirafa hembra conocida
hasta ahora y su cría fueron encontrados por guardabosques
de la reserva natural Ishaqbini Hirola Conservancy,
en la que vivían estos ejemplares.

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