Un tsunami, sunami (del japonés [tsu], «puerto o bahía»,
y [nami], «ola») o maremoto (del latín mare, «mar», y motus,
«movimiento») es un evento complejo que involucra un grupo
de olas en un cuerpo de agua de gran energía y de tamaño variable
que se producen cuando se desplaza verticalmente una gran
masa de agua por algún fenómeno extraordinario, por ejemplo,
un terremoto, erupción volcánica, detonaciones submarinas,
deslizamientos de terreno, desprendimientos de hielo glaciar,
impacto de meteoritos y otros eventos. A diferencia de las
olas oceánicas normales producidas por el viento, o las mareas,
que son generadas por la atracción gravitatoria del Sol y
la Luna, un tsunami es generado por el desplazamiento de agua.
Este tipo de olas desplazan una cantidad de agua muy superior
a las olas superficiales producidas por el viento. Se calcula
que el 90% de estos fenómenos son provocados por terremotos,
en cuyo caso reciben el nombre más correcto y preciso de «tsunamis
tectónicos».
La energía de un maremoto depende de su altura, de su longitud
de onda y de la longitud de su frente. La energía total descargada
sobre una zona costera también dependerá de la cantidad de
picos que lleve el tren de ondas. Es frecuente que un tsunami
que viaja grandes distancias, disminuya la altura de sus olas,
pero siempre mantendrá una velocidad determinada por la profundidad
sobre la cual el tsunami se desplaza. Normalmente, en el caso
de los tsunamis tectónicos, la altura de la onda de tsunami
en aguas profundas es del orden de 1.0 metros, pero la longitud
de onda puede alcanzar algunos cientos de kilómetros. Esto
es lo que permite que aun cuando la altura en océano abierto
sea muy baja, esta altura crezca en forma abrupta al disminuir
la profundidad, con lo cual, al disminuir la velocidad de
la parte delantera del tsunami, necesariamente crezca la altura
por transformación de energía cinética en energía potencial.
De esta forma una masa de agua de algunos metros de altura
puede arrasar a su paso hacia el interior.

El terremoto y tsunami de Japón de 2011, denominado
oficialmente por la Agencia Meteorológica de Japón como
el terremoto de la costa del Pacífico en la región de
Tohoku de 2011 o Gran terremoto de Japón oriental del
11 de marzo, fue un terremoto de magnitud 9,1 MW que
creó olas de maremoto de hasta 0,5 metros.
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Antiguamente, el término tsunami se utilizaba para referirse
a las olas producidas por huracanes y temporales que podían
entrar tierra adentro, pero estas no dejaban de ser olas superficiales
producidas por el viento. Tampoco se debe confundir con la
ola producida por la marea conocida como macareo. Este es
un fenómeno regular y mucho más lento, aunque en algunos lugares
estrechos y de fuerte desnivel pueden generarse fuertes corrientes.
La mayoría de los tsunamis son originados por terremotos de
gran magnitud bajo la superficie acuática. Para que se origine
un tsunami, el fondo marino debe ser movido de manera abrupta
en sentido vertical, de modo que una gran masa de agua del
océano sea impulsada fuera de su equilibrio normal. Cuando
esta masa de agua trata de recuperar su equilibrio genera
olas. El tamaño del tsunami estará determinado por la magnitud
de la deformación vertical del fondo marino entre otros parámetros
como la profundidad del lecho marino. No todos los terremotos
bajo la superficie acuática generan tsunamis, sino solo aquellos
de gran magnitud, con hipocentro en el punto de profundidad
adecuado. Un tsunami tectónico producido en un fondo oceánico
de 5 km de profundidad desplazará toda la columna de agua
desde el fondo hasta la superficie. El desplazamiento vertical
puede ser tan solo de centímetros; pero, si se produce a la
suficiente profundidad, la velocidad será muy alta y la energía
transmitida a la onda será enorme. Aun así, en alta mar la
ola pasa casi desapercibida, ya que queda camuflada entre
las olas superficiales. Sin embargo, destacan en la quietud
del fondo marino, el cual se agita en toda su profundidad.
La zona más afectada por este tipo de fenómenos es el océano
Pacífico, debido a que en él se encuentra la zona de sismos
más activa del planeta, el cinturón de fuego. Por ello, es
el único océano con un sistema de alertas verdaderamente eficaz.
El legendario volcán Krakatoa volvió a causar
estragos en Indonesia a finales de 2018. Al menos 281
personas murieron y 1.000 resultaron heridas después
de que un tsunami azotara las costas del estrecho de
Sonda, entre las islas de Java y Sumatra. El fuerte
oleaje fue desencadenado por la actividad del Anak Krakatoa
—surgido hace un siglo tras la gran explosión del original
Krakatoa— que provocó una avalancha submarina que desplazó
las aguas. Miles de personas fueron alcanzadas por sorpresa
por las olas, que destrozaron cientos de viviendas en
un destino popular entre los turistas locales.

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Señal que indica zona de amenaza ante un tsunami en la península
de Cavancha en Iquique, Chile.
No existe un límite claro respecto de la magnitud necesaria
de un sismo como para generar un tsunami. Los elementos determinantes
para que ocurra un tsunami son la magnitud del sismo originador,
la profundidad del hipocentro y la morfología de las placas
tectónicas involucradas. Esto hace que para algunos lugares
del planeta se requieran grandes sismos para generar un tsunami,
en tanto que para otros baste con de sismos de menor magnitud.
En otros términos, la geología local, la magnitud y la profundidad
focal son parte de los elementos que definen la ocurrencia
o no de un tsunami de origen tectónico.
La velocidad de las olas puede determinarse a través de la
ecuación:

donde D es la profundidad del agua que está directamente
sobre el sismo y g, la gravedad terrestre (9,8 m/s²).
A las profundidades típicas de 4-5 km las olas viajarán a
velocidades en torno a los 600 kilómetros por hora o más.
Su amplitud superficial o altura de la cresta H puede ser
pequeña, pero la masa de agua que agitan es enorme, y por
ello su velocidad es tan grande; y no solo eso, pues la distancia
entre picos (longitud de onda) también lo es. Es habitual
que la longitud de onda de la cadena de olas de un tsunami
sea de 100 km, 200 km o más.
El intervalo de tiempo entre cresta y cresta (período de
la onda) puede durar desde menos de diez minutos hasta media
hora o más. Cuando la ola entra en la plataforma continental,
la disminución drástica de profundidad hace que la velocidad
de la ola disminuya y empiece a aumentar su altura. Al llegar
a la costa, la velocidad habrá decrecido hasta unos 50 kilómetros
por hora, mientras que la altura ya será de unos 3 a 30 m,
dependiendo del tipo de relieve que se encuentre. La distancia
entre crestas (longitud de onda L) también se estrechará cerca
de la costa.
Debido a que la onda se propaga en toda la columna de agua,
desde la superficie hasta el fondo, se puede hacer la aproximación
a la teoría lineal de la hidrodinámica. Así, el flujo de energía
E se calcula como:

siendo 'd' la densidad del fluido.
La teoría lineal predice que las olas conservarán su energía
mientras no rompan en la costa. La disipación de la energía
cerca de la costa dependerá, de las características del relieve
marino. La manera como se disipa dicha energía antes de romper
depende de la relación H/h. Una vez que llega a tierra, la
forma en que la ola rompe depende de la relación H/L. Como
L siempre es mucho mayor que H, las olas romperán como lo
hacen las olas bajas y planas. Esta forma de disipar la energía
es poco eficiente, y lleva a la ola adentrarse en tierra como
una gran marea. A la llegada a la costa la altura aumentará,
pero seguirá teniendo forma de onda plana. Se puede decir
que hay un trasvase de energía de velocidad a amplitud. La
ola se frena pero gana altura. Pero la amplitud no es suficiente
para explicar el poder destructor de la ola. Incluso en un
tsunami de menos de 5 m los efectos pueden ser devastadores.
La ola arrastra una masa de agua mucho mayor que cualquier
ola convencional, por lo que el primer impacto del frente
de la onda viene seguido del empuje del resto de la masa de
agua perturbada que presiona, haciendo que el mar se adentre
mucho en tierra. Por ello, la mayoría de los tsunamis tectónicos
se asemejan a una poderosa riada, en la cual es el mar el
que inunda a la tierra, y lo hace a gran velocidad. Antes
de su llegada, el mar acostumbra a retirarse de la costa,
que en caso de fondos relativamente planos, puede llegar a
varios centenares de metros, como una rápida marea baja.

Desde entonces hasta que llega la ola principal pueden pasar
de 5 a 10 minutos, como también existen casos en los que han
transcurrido horas para que la marejada llegue a tierra. A
veces, antes de llegar la cadena principal de olas del tsunami,
que realmente arrasará la zona, pueden aparecer «micro tsunamis»
de aviso. Así ocurrió el 26 de diciembre de 2004 en las costas
de Sri Lanka donde, minutos antes de la llegada de la ola
fuerte, pequeños tsunamis entraron unos cincuenta metros playa
adentro, provocando el desconcierto entre los bañistas antes
de que se les echara encima la ola mayor. Según testimonios,
«se vieron rápidas y sucesivas mareas bajas y altas, luego
el mar se retiró por completo y solo se sintió el estruendo
atronador de la gran ola que venía».
Los tsunamis se llevaron 280.000 millones de dólares
en los últimos veinte años. "Los tsunamis son raros,
pero devastadores", dijo António Guterres en su mensaje
para el Día Mundial de Concienciación sobre los Tsunamis
en el que aseguró además que fue testigo de primera
mano de su impacto durante su visita a Sulawesi en 2018.
Según la Oficina de Coordinación de las Naciones Unidas
para Asuntos Humanitarios (OCHA), el desastre en Indonesia
se cobró 2077 vidas, y dejó más de 1000 desaparecidos.
En total, más de 1,5 millones de personas se vieron
afectadas, incluyendo 211.000 desplazados, con daños
estimados de hasta 910 millones de dólares.

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Debido a que la energía de los tsunamis tectónicos es casi
constante, pueden llegar a cruzar océanos y afectar a costas
muy alejadas del lugar del suceso. La trayectoria de las ondas
puede modificarse por las variaciones del relieve abisal,
fenómeno que no ocurre con las olas superficiales. En los
tsunamis tectónicos, dado que se producen debido al desplazamiento
vertical de una falla, la onda que generan suele ser un tanto
especial. Su frente de onda es recto en casi toda su extensión.
Solo en los extremos se va diluyendo la energía al curvarse.
La energía se concentra, pues, en un frente de onda recto,
lo que hace que las zonas situadas justo en la dirección de
la falla se vean relativamente poco afectadas, en contraste
con las zonas que quedan barridas de lleno por la ola, aunque
estas se sitúen mucho más lejos. El peculiar frente de onda
es lo que hace que la ola no pierda energía por simple dispersión
geométrica, sobre todo en su zona más central. El fenómeno
es parecido a una onda encajonada en un canal o río. La onda,
al no poder dispersarse, mantiene constante su energía. En
un tsunami existe, cierta dispersión pero, sobre todo, en
las zonas más alejadas del centro del frente de onda recto.
Hay quienes sostienen que los tsunamis son ejemplos
de un tipo especial de ondas no lineales denominadas
solitones. El fenómeno físico de los solitones fue descrito,
en el siglo XIX, por J. S. Russell en canales de agua
de poca profundidad, y son observables también en otros
lugares. Al respecto se ha expresado que:
...en ríos (de varios metros de altura: mascaret del
río Sena o bore del río Severn ) y en estrechos (como
en la pycnoclina del estrecho de Gibraltar, donde pueden
alcanzar hasta cien metros de amplitud aunque sean apenas
perceptibles en la superficie del mar) o en el océano
(maremoto es una ola gigantesca en un puerto que ocurre
como etapa final de una onda solitaria que ha recorrido
de tres a cuatro mil kilómetros a unos ochocientos kilómetros
por hora, por ejemplo de Alaska a Hawái).
El rompecabezas se remonta a 1965, cuando a los físicos
estadounidenses Norman Zabusky y Martin Kruskal se les
ocurrió una sorprendente solución a la ecuación Korteweg-de
Vries, que sirve como un modelo matemático para describir
las ondas no lineales en aguas poco profundas.
Las ondas solitarias, denominadas solitones, son una
de las grandes curiosidades de la naturaleza: a diferencia
de otras ondas, estas ondas lobo solitario mantienen
su energía y forma mientras viajan, en lugar de disiparse
o dispersarse como hacen la mayoría de las otras ondas.
En un artículo en Physical Review Letters, un equipo
de matemáticos, físicos e ingenieros aborda un famoso
problema, de 50 años de antigüedad, ligado a estas entidades
enigmáticas.

En un canal de riego, al abrirse la compuerta o en
el Estrecho de Gibraltar puede darse este fenómeno.
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Existen otros mecanismos generadores de tsunamis menos corrientes
que también pueden producirse por erupciones volcánicas, deslizamientos
de tierra, meteoritos, explosiones submarinas y de origen
meteorológico conocidos como meteotsunami. Estos fenómenos
pueden producir olas enormes, mucho más altas que las de los
tsunamis corrientes. De todas estas causas alternativas, la
más común es la de los deslizamientos de tierra producidos
por erupciones volcánicas explosivas, que pueden hundir islas
o montañas enteras en el mar en cuestión de segundos. También
existe la posibilidad de desprendimientos naturales tanto
en la superficie como debajo de ella. Este tipo de maremotos
difieren drásticamente de los maremotos tectónicos. En primer
lugar, la cantidad de energía que interviene. Está el terremoto
del océano Índico de 2004, con una energía desarrollada de
unos 32.000 MT. Solo una pequeña fracción de esta se traspasará
al maremoto. Por el contrario, un ejemplo clásico de este
tipo de tsunamis es la explosión del volcán Krakatoa, cuya
erupción generó una energía de 300 MT. Sin embargo, se midió
una altitud en las olas de hasta 50 m, muy superior a la de
las medidas por los tsunamis del océano Índico. La razón de
estas diferencias estriba en varios factores.
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Por una parte, el mayor rendimiento en la generación de las
olas por parte de este tipo de fenómenos, menos energéticos
pero que transmiten gran parte de su energía al mar. En un
seísmo (o sismo), la mayor parte de la energía se invierte
en mover las placas. Pero, aun así, la energía de los maremotos
tectónicos sigue siendo mucho mayor que la de los mega maremotos.
Otra de las causas es el hecho de que un maremoto tectónico
distribuye su energía a lo largo de una superficie de agua
mucho mayor, mientras que los mega maremotos parten de un
suceso muy puntual y localizado. En muchos casos, los mega
maremotos también sufren una mayor dispersión geométrica,
debido justamente a la extrema localización del fenómeno.
Además, suelen producirse en aguas relativamente poco profundas
de la plataforma continental. El resultado es una ola con
mucha energía en amplitud superficial, pero de poca profundidad
y menor velocidad. Este tipo de fenómenos son increíblemente
destructivos en las costas cercanas al desastre, pero se diluyen
con rapidez. Esa disipación de la energía no solo se da por
una mayor dispersión geométrica, sino también porque no suelen
ser olas profundas, lo cual conlleva turbulencias entre la
parte que oscila y la que no. Eso comporta que su energía
disminuya bastante durante el trayecto.
El ejemplo típico de megatsunami es el causado por
la caída de un meteorito en el océano. Este evento produciría
ondas curvas de gran amplitud inicial, bastante superficiales,
que sí tendrían dispersión geométrica y disipación por
turbulencia, por lo que, a grandes distancias, quizá
los efectos no serían tan dañinos. Una vez más los efectos
estarían localizados, sobre todo, en las zonas cercanas
al impacto. El efecto es exactamente el mismo que el
de lanzar una piedra a un estanque. Evidentemente, si
el meteorito fuera lo suficientemente grande, daría
igual cuán alejado se encontrara el continente del impacto,
pues las olas lo arrasarían de todas formas con una
energía inimaginable. Tsunamis apocalípticos de esa
magnitud debieron producirse hace 65 millones de años
cuando un meteorito cayó en la actual península de Yucatán.

Este mecanismo generador es, sin duda, el más raro
de todos; de hecho, no se tienen registros históricos
de ninguna ola causada por un impacto. Algunos geólogos
especulan que un mega tsunami podría producirse en un
futuro próximo (en términos geológicos) cuando se produzca
un deslizamiento en el volcán de la parte inferior de
la isla de La Palma, en las islas Canarias (cumbre Vieja).
Sin embargo, aunque existe esa posibilidad (de hecho
algunos valles de Canarias, como el de Güímar, en Tenerife,
o el del Golfo, en El Hierro, se formaron por episodios
geológicos de este tipo), no parece que eso pueda ocurrir
a corto plazo.

Los científicos de la primera misión que
exploró un cráter por impacto de asteroide bajo el mar
encontraron evidencia de que el nivel oceánico era más
bajo durante la última Edad de Hielo que ahora. La titánica
Misión 364 para estudiar el cráter Chicxulub, que mide
unos 200 km de diámetro y se encuentra en el Golfo de
México, buscaba descifrar el misterio de la extinción
masiva -incluida la de los dinosaurios- que trajo un
asteroide hace 66 millones de años, así como descubrir
cómo rebrotó la vida e incluso encontrar pistas sobre
la posibilidad de vida en otros planetas. Pero los primeros
resultados trajeron sorpresas. Sin buscarlo, los científicos
confirmaron que el nivel del mar estaba mucho más alejado
de la línea de costa actual en la última glaciación,
que comenzó hace unos 110,000 años, tuvo su apogeo hace
unos 20,000 y terminó hace unos 11,000 años. Durante
las perforaciones submarinas en el cráter, a 33 kilómetros
de la costa, se descubrieron unas estructuras en el
piso en forma de círculos. "La única forma en que se
construyen es por disolución de carbonato y para que
se disuelva el carbonato tiene que estar expuesto al
aire", explicó en su momento Jaime Urrutia, director
de la expedición. Entonces, "la península (de
Yucatán) era literalmente más grande" entre 23,000 y
18,000 años atrás, subrayó sonriente. Esto hace suponer
a los científicos que en ese periodo, el cráter se encontraba
por completo en área continental y no como ahora, con
una mitad bajo el Golfo de México y la otra sobre la
península mexicana.
Chicxulub presenta una enigmática particularidad
que no tiene ningún otro cráter en la Tierra: cerca
de su centro se erige una cordillera circular -con un
radio de unos 30 km- conocida como "anillo de picos",
que alcanza los 500 metros de altura. Y fue justamente
sobre uno de estos picos donde se instaló la plataforma
Myrtle, donde geólogos, paleontólogos y microbiólogos
del mundo acondicionaron sus laboratorios durante dos
meses para estudiar la huella que dejó el asteroide
en el Cretácico. Perforaron con maquinaria pesada un
delgado túnel de 1.5 km de profundidad bajo el suelo
marino y extrajeron más de seis toneladas de roca para
estudiarla. Según los expertos, el cráter -de unos 25
km de profundidad- se formó en unos cuantos segundos
luego que el asteroide -de 12 kilómetros de diámetro-
impactara a una velocidad de 30 km por segundo, la misma
velocidad a la que gira la Tierra alrededor del Sol.
Uno de los enigmas de los científicos es saber cuál
es la naturaleza de las rocas que forman la cordillera
y cómo fue que se moldeó. Ligia Pérez, del Instituto
de Geofísica de la UNAM y quien también trabajó en la
plataforma, dijo que los análisis confirmaron que el
anillo está formado por rocas de basamento. Lo que los
científicos aún no pueden explicarse es cómo fue que
esas enormes cantidades de roca fundida y granito se
petrificaron como picos.

La topografía de radar revela que el anillo
exterior del cráter tiene 180 km de diámetro; la acumulación
de dolinas alrededor del cráter sugiere la presencia
de una antigua cuenca oceánica ocupando la depresión
formada por el impacto.

Los primeros resultados indican que estas
rocas sufrieron una deformación dúctil, es decir, fluyeron
"como gelatina" hacia arriba, pero mientras la roca
estaba fundida, el granito no muestra datos de calentamiento,
explicó a la AFP Urrutia. Estos dos procesos tan distintos
"ocurrieron de forma simultanea y juntos", lo que abre
nuevas líneas de investigación sobre deformación de
rocas a presión y temperaturas muy altas en tiempos
extremadamente cortos, abundó. Los resultados obtenidos
hasta ahora fueron publicados en la revista Science
y los análisis continúan en laboratorios especializados
de Bremen, Alemania.
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Se conservan muchas descripciones de olas catastróficas en
la Antigüedad, especialmente en la zona mediterránea.
Isla Santorini (ca. 1620 a. C.).
Algunos arqueólogos afirman que la desaparición de la civilización
minoica en el siglo XVI a. C. fue debida a un tsunami. Según
esta hipótesis, las olas generadas por la explosión de la
isla volcánica de Santorini después de destruir por completo
la ciudad de Acrotiri, ubicada en ella y uno de los principales
puertos minoicos, llegaron a Creta con alturas mayores a los
cien metros. Estas olas destruyeron Amnisos, el puerto de
Cnosos, e inhabilitaron su flota, los cultivos fueron afectados
por la nube de cenizas y los años de hambruna que siguieron
debilitaron al gobierno central. Esta catástrofe dejó a los
minoicos a merced de las invasiones. La explosión de Santorini
pudo ser muy superior a la del volcán Krakatoa. Se ha especulado
que la narración platónica de la Atlántida se basa en un recuerdo
deformado de este tsunami.
Golfo de Cádiz.
Los investigadores Antonio Rodríguez Ramírez y Juan Antonio
Morales González, de los Departamentos de Geodinámica-Paleontología
y Geología de la Facultad de Ciencias Experimentales de la
Universidad de Huelva, han estudiado abundantes restos de
tsunamis en el golfo de Cádiz. Estos estudios se han centrado
en el estuario del Tinto-Odiel y en el del Guadalquivir. Las
evidencias más antiguas corresponden al Guadalquivir con un
episodio del 1500-2000 años antes de nuestra era, afectando
a áreas que distan más de 15 km de la costa. En el estuario
del Tinto-Odiel aparecen depósitos sedimentarios relacionados
con tsunamis históricos del 382-395, 881, 1531 y 1755. En
el 218 a. C. y 210 a. C. hubo un tsunami en la península ibérica.
Se tomó el golfo de Cádiz como objeto de estudio principal
y se ha llegado a la conclusión de que hubo una gigantesca
ruptura de estratos. Un tsunami se hace reconocible por los
destrozos impresionantes de los que quedan restos detectables
siglos después; estos desastres ambientales de transformación
del paisaje costero a través de la paleogeografía se puede
reconstruir. Las ondas de tsunami llegan a zonas donde no
llega habitualmente el agua marina y esos restos son los que
prueban esas catástrofes. Esta se ha registrado en el estuario
del Guadalquivir y en el área de Doñana. Luego el estudio
se ha ampliado a la costa atlántica y se ha comparado con
las consecuencias paleogeográficas producidas en el gran tsunami
y terremoto de Lisboa de 1755. Este estudio nos señala que
existen zonas predispuestas a que haya tsunamis, es decir
a sufrir esta expulsión de energía por parte de la naturaleza.

Un seismo de 4 grados en Ritcher sacudió
el Golfo de Cádiz en 2016. En la imagen, los puntos mas recientes
de rastreo en esos días.
Tsunami de Alejandría (365 d. C.).
El historiador Amiano Marcelino describió con todo detalle
el tsunami que tuvo lugar en Alejandría y devastó la metrópoli
y las orillas del Mediterráneo oriental el 21 de julio del
365.
Valparaíso (1730).
El 8 de julio a las 04:45 toda el área central de Chile fue
remecida por un fuerte terremoto que causó daños en Valparaíso,
La Serena, Coquimbo, Illapel, Petorca y Tiltil. El tsunami
resultante afectó alrededor de 1000 km de costa. Por primera
vez en su historia, el puerto de Valparaíso fue inundado y
severamente dañado. En las partes bajas de El Almendral todas
las casas, fortificaciones y bodegas fueron destruidas por
la inundación. También inundó el sector cubierto hoy en día
por la avenida Argentina, llegando hasta los pies de Santos
Ossa. El terremoto y tsunami de 1730 inundó Valparaíso, arrasó
Concepción, hizo retroceder las aguas del río Valdivia e incluso
llegó a Perú. El tsunami también cruzó el Océano Pacífico
hasta Japón, donde inundó casas y campos de arroz en la península
de Oshika en Sendai.
Callao (1746).
El 28 de octubre de 1746 ocurrió un fuerte terremoto en toda
la costa central del Perú, que tuvo su epicentro en el mar
frente a Lima y el Callao. El fuerte sismo fue causado por
el proceso normal de subducción de la Placa de Nazca bajo
la Placa Sudamericana. Unos treinta minutos después del sismo
se produjo un tsunami con olas de 10 a 15 metros de altura
que inundaron y destruyeron el Puerto del Callao. Casi todos
los habitantes de la ciudad que en esa época era de unos 5000
aproximadamente perecieron en este desastre. Puesto que el
agua avanzó cerca de 1 legua o 5.57 km tierra adentro, aun
alcanzó a aquellos que trataban de huir hacia Lima. solo 200
personas lograron salvarse aferrándose a objetos de madera
y fueron lanzados entre el área de la costa y la isla San
Lorenzo, a una distancia de hasta 8 km. De los 23 barcos anclados
en el puerto, 19 se hundieron y 4 fueron llevados tierra adentro.
Cuando el mar retrocedió la mayoría de las casas y edificios
fueron arrancados de sus cimientos y llevados por las aguas,
además dejaron expuestos los cadáveres, algunos desechos,
resultado de la violencia de las aguas. Una gran parte de
las murallas de la ciudad, incluyendo la puerta, fueron arrastradas
también. A eso de las 04:00 del día siguiente, el Callao fue
nuevamente inundado por otra ola. La máxima altura de inundación
fue estimada en 24 metros, en el área de la costa verde. El
maremoto llegó hasta Concepción (Chile); y Acapulco (México),
Después de la tragedia, el mar nunca volvió a su límite anterior,
es decir, gran parte del Callao se hundió.

Lisboa (1755).
El denominado terremoto de Lisboa de 1755, ocurrido el 1
de noviembre de dicho año, y al que se ha atribuido una magnitud
de 9 en la escala de Richter (no comprobada ya que no existían
sismógrafos en la época), tuvo su epicentro en la falla Azores-Gibraltar,
a 37° de latitud Norte y 10° de longitud Oeste (a 800 km al
suroeste de la punta sur de Portugal). Además de destruir
Lisboa y hacer temblar el suelo hasta Alemania, el terremoto
produjo un gran maremoto que afectó a todas las costas atlánticas.
Entre treinta minutos y una hora después de producirse el
sismo, olas de entre 6 y 20 metros sobre el puerto de Lisboa
y sobre ciudades del suroeste de la península ibérica mataron
a millares de personas y destruyeron poblaciones. Más de un
millar de personas perecieron solamente en Ayamonte y otras
tantas en Cádiz; numerosas poblaciones en el Algarve resultaron
destruidas y las costas de Marruecos y Huelva quedaron gravemente
afectadas. Antes de la llegada de las enormes olas, las aguas
del estuario del Tajo se retiraron hacia el mar, mostrando
mercancías y cascos de barcos olvidados que yacían en el lecho
del puerto. Las olas se propagaron, entre otros lugares, hasta
las costas de Martinica, Barbados, América del Sur y Finlandia.
Krakatoa (1883).
El 27 de agosto de 1883 a las diez y cinco, la descomunal
explosión del Krakatoa, que hizo desaparecer al citado volcán
junto con aproximadamente el 45% de la isla que lo albergaba,
produjo una ola de entre 15 y 42 metros de altura, según las
zonas, que acabó con la vida de aproximadamente 20.000 personas.
La unión de magma oscuro con magma claro en el centro del
volcán fue lo que originó dicha explosión. Pero no solo las
olas mataron ese día. Enormes coladas piroclásticas viajaron
incluso sobre el fondo marino y emergieron en las costas más
cercanas de Java y Sumatra, haciendo hervir el agua y arrasando
todo lo que encontraban a su paso. Asimismo, la explosión
emitió a la estratosfera gran cantidad de aerosoles, que provocaron
una bajada global de las temperaturas. Además, hubo una serie
de erupciones que volvieron a formar un volcán, que recibió
el nombre de Anak Krakatoa, es decir, ‘el hijo del Krakatoa’.

De todos los mecanismos naturales que intervienen en
el clima, dos pueden trastornar el sistema global. Uno
es la órbita que dibuja la Tierra, que cada cien mil
años transita de una elipse a un círculo y se modifica
la cantidad de energía solar. Estos cambios generan
las glaciaciones y los períodos interglaciares. Además,
las erupciones volcánicas tienen efectos a escala mundial.
Las nubes impiden el paso de los rayos del sol y provocan
descensos de la temperatura media, entre otras calamidades
meteorológicas. Algunos de los cataclismos más famosos
de la historia del clima tienen como protagonista un
volcán. En 1883 se registró uno de las más intensos.
El Krakatoa entró en erupción en Indonesia y la explosión
fue tan violenta que borró buena parte de la isla sobre
la que se sustentaba. A finales de 2018, el Anak Krakatoa
(hijo del Krakatoa en indonesio), el volcán que emergió
con los años en el mismo lugar, retomó su actividad.
La potente erupción de 1883, que liberó una energía
equivalente a un millón de bombas atómicas, elevó las
partículas hasta la alta atmósfera y en menos de dos
meses una nube volcánica había cubierto todo el planeta.
La Royal Society de Londres no dejaba de recibir testimonios
de gente que describía los efectos del fenómeno. Algunos
mencionaban un cielo oscuro y otros más rojizo. La institución
científica inglesa puso entonces en marcha la primera
red de colaboración ciudadana de la historia. A partir
de los datos que llegaban desde diferentes rincones
del mundo gracias al telégrafo, los científicos intuyeron
que algo estaba moviendo la nube del Krakatoa por todo
el globo. El dibujo del recorrido de esa nube volcánica
dio como resultado el primer mapa de los Jet stream
o corrientes en chorro que circulan por el planeta.
Aquella atmósfera cargada de partículas volcánicas
creó atardeceres espectaculares durante los meses posteriores.
Al igual que ocurre durante el amanecer y el ocaso,
la luz solar se descompone, el azul se dispersa demasiado
y el ojo humano capta los siguientes colores, como el
rojo y amarillo. Algunas tesis aseguran que las nubes
de la obra El grito de Munch, pintado en 1893, son reflejo
del cielo de aquella época.

La más conocida para los gallegos es la corriente en
chorro polar, cuyos vientos se desplazan siempre desde
el oeste hacia el este a gran velocidad. Es una especie
de autopista en la atmósfera que muchos aviones utilizan
para ahorrar tiempo y combustible. La corriente separa
el aire frío del polo norte del cálido subtropical y
su configuración determina el estado del tiempo en la
comunidad gallega.

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Mesina (1908).
En la madrugada del 28 de diciembre de 1908 se produjo un
terrible terremoto en las regiones de Sicilia y de Calabria,
en el sur de Italia. Fue acompañado de un tsunami que arrasó
completamente la ciudad de Mesina, en Sicilia. La ciudad quedó
totalmente destruida y tuvo que ser levantada de nuevo en
el mismo lugar. Se calcula que murieron cerca de 70.000 personas
en la catástrofe (200.000 según estimaciones de la época).
La ciudad contaba entonces con unos 150.000 habitantes. También
la ciudad de Regio de Calabria, situada al otro lado del estrecho
de Mesina, sufrió importantes consecuencias. Fallecieron unas
15.000 personas, sobre una población total de 45.000 habitantes.
Océano Pacífico (1946).
Un terremoto en el océano Pacífico provocó un maremoto que
acabó con 165 vidas en Hawái y Alaska. Este maremoto hizo
que los estados de la zona del Pacífico creasen un sistema
de alertas, que entró en funcionamiento en 1949.
Alaska (1958).
El 9 de julio de 1958, en la bahía Lituya, al noreste del
golfo de Alaska, un fuerte sismo, de 8,3 grados en la escala
de Richter, hizo que se derrumbara prácticamente una montaña
entera, generando una pared de agua que se elevó sobre los
580 metros, convirtiéndose en la ola más grande de la que
se tenga registro, llegando a calificarse el suceso de megatsunami.

Valdivia (1960).
El terremoto de Valdivia (también llamado el Gran Terremoto
de Chile), ocurrido el 22 de mayo de 1960, es el sismo de
mayor magnitud registrado hasta ahora por sismógrafos a nivel
mundial. Se produjo a las 15:11 (hora local), tuvo una magnitud
de 9,5 en la escala de Richter y una intensidad de XI a XII
en la escala de Mercalli, y afectó al sur de Chile. Su epicentro
se localizó en Valdivia, a los 39,5º de latitud sur y a 74,5º
de longitud oeste; el hipocentro se localizó a 35 km de profundidad,
aproximadamente 700 km al sur de Santiago. El sismo causó
un maremoto que se propagó por el océano Pacífico y devastó
Hilo a 10 000 km del epicentro, como también las regiones
costeras de Sudamérica. El número total de víctimas fatales
causadas por la combinación de terremoto y maremoto se estima
en 3000. En los minutos posteriores un maremoto arrasó lo
poco que quedaba en pie. El mar se recogió por algunos minutos
y luego una gran ola se levantó acabando a su paso con casas,
animales, puentes, botes y, por supuesto, muchas vidas humanas.
Cuando el mar se recogió varios metros, la gente pensó que
el peligro había pasado y en vez de alejarse caminaron hacia
las playas, recogiendo pescados, moluscos y otros residuos
marinos. Para el momento en que se percataron de la gran ola,
ya era demasiado tarde.
Como consecuencia del terremoto se originó un tsunami que
arrasó con algunos lugares de las costas de Japón (142 muertes
y daños por 50 millones de dólares), Hawái (61 fallecimientos
y 75 millones de dólares en daños), Filipinas (32 víctimas
y desaparecidos). La costa oeste de Estados Unidos también
registró un maremoto, que provocó daños por más de medio millón
de dólares estadounidenses.
Vista de una calle en el centro de Valdivia tras el maremoto
del 22 de mayo de 1960.
Colombia (1979).
Un terremoto importante de magnitud 8,1 grados Richter ocurrió
a las 02:59:43 (UTC) el 12 de diciembre de 1979 a lo largo
de la costa pacífica de Colombia y el Ecuador. El terremoto
y tsunami asociado fueron responsables de la destrucción de
por lo menos seis municipios de pesca y de la muerte de centenares
de personas en el departamento de Nariño en Colombia. El terremoto
se sintió en Bogotá, Pereira, Cali, Popayán, Buenaventura,
Medellín y otras ciudades y partes importantes en Colombia,
y en Guayaquil, Esmeraldas, Quito y otras partes de Ecuador.
El tsunami de Tumaco causó, al romper contra la costa, gran
destrucción en la ciudad de Tumaco y las poblaciones de El
Charco, San Juan, Mosquera y Salahonda en el Pacífico colombiano.
Este fenómeno dejó un saldo de 259 muertos, 798 heridos y
95 desaparecidos.
Nicaragua (1992).
Un terremoto ocurrido en las costas del pacífico de Nicaragua,
de entre 7,2 y 7,8 grados en la escala de Richter, el 2 de
septiembre de 1992, provocó un tsunami con olas de hasta 10
metros de altura, que azotó gran parte de la costa del Pacífico
de este país, provocando más de 170 muertos y afectando a
más de 40.000 personas, en al menos una veintena de comunidades,
entre ellas San Juan del Sur.
Hokkaido (1993).
Un tsunami imprevisto ocurrió a lo largo de la costa de Hokkaido
en Japón, como consecuencia de un terremoto, el 12 de julio
de 1993. Como resultado, 202 personas de la pequeña isla de
Okushiri perdieron la vida, y centenares resultaron heridas.
Este maremoto provocó que algunas oficinas cayeran en quiebra,
las olas adquirieron una altura de 31 metros, pero solo atacó
a esta isla.
.jpg)
Océano Índico (2004).
Hasta la fecha, el tsunami más devastador ocurrió el 26 de
diciembre de 2004 en el océano Índico, con un número de víctimas
directamente atribuidas al tsunami de aproximadamente 280.000
personas. Las zonas más afectadas fueron Indonesia y Tailandia,
aunque los efectos destructores alcanzaron zonas situadas
a miles de kilómetros: Malasia, Bangladés, India, Sri Lanka,
las Maldivas e incluso Somalia, en el este de África. Esto
dio lugar a la mayor catástrofe natural ocurrida desde el
Krakatoa, en parte debido a la falta de sistemas de alerta
temprana en la zona, quizás como consecuencia de la poca frecuencia
de este tipo de sucesos en esta región. El terremoto fue de
9,1 grados: el tercero más poderoso tras el terremoto de Alaska
(9,2) y de Valdivia (Chile) de 1960 (9,5). En Banda Aceh formó
una pared de agua de 10 o 18 m de altura penetrando en la
isla 1 o 3 km desde la costa al interior; solo en la isla
de Sumatra murieron 228.440 personas o más. Sucesivas olas
llegaron a Tailandia, con olas de 15 metros que mataron a
5.388 personas; en la India murieron 10.744 personas y en
Sri Lanka, hubo 30.959 víctimas. Este tremendo tsunami fue
debido además de a su gran magnitud (9,1), a que el epicentro
estuvo solo a 9 km de profundidad, y a que la rotura de la
placa tectónica fue de 1.600 km de longitud (600 km más que
en el terremoto de Chile de 1960).

Tsunami provocado por el terremoto del océano Índico de 2004
en Tailandia.
Chile Central y Sur (2010).
El terremoto de Chile de 2010 fue un fuerte sismo ocurrido
a las 3:34:17 hora local (UTC-3), del 27 de febrero de 2010,
que alcanzó una magnitud de 8,8 MW de acuerdo al Servicio
Sismológico de Chile y al Servicio Geológico de Estados Unidos.
El epicentro se ubicó en la costa frente a la localidad de
Cobquecura, aproximadamente 150 km al noroeste de Concepción
y a 63 km al suroeste de Cauquenes, y a 47,4 km de profundidad
bajo la corteza terrestre. Un fuerte tsunami impactó las costas
chilenas como producto del terremoto, destruyendo varias localidades
ya devastadas por el impacto telúrico. El Archipiélago de
Juan Fernández, pese a no sentir el sismo, fue impactado por
las marejadas que arrasaron con su único poblado, San Juan
Bautista, en la Isla Robinson Crusoe. La alerta de tsunami
generada para el océano Pacífico se extendió posteriormente
a 53 países ubicados a lo largo de gran parte de su cuenca,
llegando a Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, la
Antártida, Nueva Zelanda, la Polinesia Francesa y las costas
de Hawái. El sismo es considerado como el segundo más fuerte
en la historia del país y uno de los diez más fuertes registrados
por la humanidad. solo es superado a nivel nacional por el
cataclismo del terremoto de Valdivia de 1960, el de mayor
intensidad registrado mediante sismómetros. El sismo chileno
fue 31 veces más fuerte y liberó cerca de 178 veces más energía
que el devastador terremoto de Haití ocurrido el mes anterior.
La energía liberada fue cercana a 100 000 bombas atómicas
como la liberada en Hiroshima en 1945.
Japón (2011).
El 11 de marzo de 2011 un terremoto magnitud 9.0 en la escala
de Richter golpeó Japón. Tras el sismo se generó una alerta
de maremoto (tsunami) para la costa pacífica del Japón y otros
países, incluidos Nueva Zelanda, Australia, Rusia, Guam, Filipinas,
Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Nauru, Hawái, islas Marianas
del Norte, Estados Unidos, Taiwán, América Central, México
y las costas de América del Sur, especialmente Colombia, Ecuador,
Perú y Chile. La alerta de tsunami emitida por Japón fue la
más grave en su escala local de alerta, lo que implica que
se esperaba una ola de 10 metros de altura. La agencia de
noticias Kyodo informó que un tsunami de 4 m de altura había
golpeado la Prefectura de Iwate en Japón. Se observó un tsunami
de 10 metros de altura en el aeropuerto de Sendai, en la prefectura
de Miyagi, que quedó inundado, con olas que barrieron coches
y edificios a medida que se adentraban en tierra. Se habrían
detectado, horas más tarde, alrededor de 105 réplicas del
terremoto, una alerta máxima nuclear y 1.000 veces más radiación
de lo que producía el Japón mismo debido a los incendios ocasionados
en una planta atómica. Se temía más tarde una posible fuga
radiactiva. Finalmente el tsunami azotó las costas de Hawái
y toda la costa sudamericana con daños mínimos gracias a los
sistemas de alerta temprana liderados por el Centro de Alerta
de Tsunamis del Pacífico.

Vista de Sendai, inundada tras el terremoto y el posterior
tsunami.
Indonesia (2018).
Fue un tsunami causado por un sismo de magnitud 7,0 en la
escala de Richter. Registrado el día viernes 28 de septiembre
del año 2018. Dejando un total de 1995 fallecidos.
Erupción del Anak Krakatoa (2018).
En Indonesia, el 22 de diciembre de 2018, el volcán Anak
Krakatoa entró en erupción, provocando un tsunami que dejó
más de 400 fallecidos.
La gran ola de Kanagawa, también conocida simplemente
como La ola o La gran ola, es una famosa estampa japonesa
del pintor especialista en ukiyo-e, Katsushika Hokusai,
publicada entre 1830 y 1833, durante el período Edo
de la historia de Japón.

Poseidon (titulada Poseidón en Hispanoamérica) es una
película de 2006 del director alemán Wolfgang Petersen.
La película está basada en la novela de Paul Gallico
y es una versión moderna de la popular película de los
años setenta (La aventura del Poseidón) dirigida por
Ronald Neame. Protagonizada por Josh Lucas, Kurt Russell
y Emmy Rossum. Estrenada el 12 de mayo de 2006 en Estados
Unidos.

2012 es una película estadounidense de
ciencia ficción y de catástrofes de 2009 dirigida por
Roland Emmerich y protagonizada por John Cusack. Distribuida
por Columbia Pictures, la película se rodó en Vancouver
(Canadá) durante el verano de 2008 y se estrenó el 14
de noviembre de 2009. Está centrada en las consecuencias
catastrofistas que hubieran pasado en el año 2012, por
el fin del calendario maya.

The Day After Tomorrow (titulada: El día
de mañana en España y El día después de mañana en América)
es una película dirigida por Roland Emmerich y protagonizada
por Jake Gyllenhaal y Dennis Quaid. Fue estrenada en
2004.

Las tres películas son un alarde
de efectos visuales.Cine palomitero.
.jpg)
Lo imposible es una película de 2012 dirigida
por J. A. Bayona y protagonizada por Naomi Watts, Ewan
McGregor, Tom Holland, Samuel Joslin y Oaklee Pendergast.
Producida por Apaches Entertainment y Telecinco Cinema,
la película de suspense dramático está basada en la
historia real de la trágica experiencia de la doctora
española María Belón en el tsunami índico de 2004. Se
presentó el 9 de septiembre de 2012 en el Festival Internacional
de Cine de Toronto. El film se exhibió el 27 de septiembre
de 2012 en el Festival Internacional de Cine de San
Sebastián, en el que McGregor recibió un premio a su
trayectoria artística. El 11 de octubre de 2012 se estrenó
en las salas de cine españolas y tuvo éxito tanto en
taquilla como entre los críticos. En Norteamérica se
estrenó el 21 de diciembre de 2012 a través de la distribuidora
Summit Entertainment. La película estuvo nominada a
14 Premios Goya, de los cuales ganó cinco. Uno de ellos,
el de Mejor Director para J. A. Bayona.

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Muchas ciudades alrededor del Pacífico, sobre
todo en México, Perú, Japón, Ecuador, Estados Unidos y Chile
disponen de sistemas de alarma y planes de evacuación en caso
de tsunamis. Diversos institutos sismológicos de diferentes
partes del mundo se dedican a la previsión de tsunamis, y
la evolución de éstos es monitorizada por satélites. El primer
sistema, bastante rudimentario, para alertar de la llegada
de un tsunami fue puesto a prueba en Hawái en los años veinte.
Posteriormente se desarrollaron sistemas más avanzados debido
a los tsunamis del 1 de abril de 1946 y el 23 de mayo de 1960,
que causaron una gran destrucción en Hilo (Hawái). Los Estados
Unidos crearon el Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico
(Pacific Tsunami Warning Center) en 1949, que pasó a formar
parte de una red mundial de datos y prevención en 1965.

Señal de evacuación en la isla Ko Phi Phi Don,
Tailandia.
Uno de los sistemas para la prevención de tsunamis
es el proyecto CREST (Consolidated Reporting of Earthquakes
and Seaquakes) (Información Consolidada sobre Terremotos y
Maremotos), que es utilizado en la costa noroeste estadounidense
(Cascadia), en Alaska y en Hawái por el Servicio Geológico
de los Estados Unidos, la National Oceanic and Atmospheric
Administration (la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica
de EE. UU.), la red sismográfica del noreste del Pacífico
y otras tres redes sísmicas universitarias. La predicción
de tsunamis sigue siendo poco precisa. Aunque se puede calcular
el epicentro de un gran terremoto subacuático y el tiempo
que puede tardar en llegar un tsunami, es casi imposible saber
si ha habido grandes movimientos del suelo marino, que son
los que producen tsunamis.

Instrumento que avisa a la población en caso
de inminente maremoto, en una playa de Concepción, Chile.
Como resultado de todo esto, es muy común que
se produzcan alarmas falsas. Además, ninguno de estos sistemas
sirve de protección contra un tsunami imprevisto. A pesar
de todo, los sistemas de alerta no son eficaces en todos los
casos. En ocasiones el terremoto generador puede tener su
epicentro muy cerca de la costa, por lo que el lapso entre
el sismo y la llegada de la ola será muy reducido. En este
caso, las consecuencias son devastadoras, debido a que no
se cuenta con tiempo suficiente para evacuar la zona y el
terremoto por sí mismo ya ha generado una cierta destrucción
y caos previo, lo que hace que resulte muy difícil organizar
una evacuación ordenada. Este fue el caso del tsunami del
año 2004 pues, aun contando con un sistema adecuado de alerta
en el océano Índico, quizá la evacuación no habría sido lo
suficientemente rápida.
Un informe publicado por el PNUE sugiere que el tsunami
del 26 de diciembre de 2004 provocó menos daños en las
zonas en que existían barreras naturales, como los manglares,
los arrecifes coralinos o la vegetación costera. Un
estudio japonés sobre este tsunami en Sri Lanka estableció,
con ayuda de una modelización sobre imágenes satelitales,
los parámetros de resistencia costera en función de
las diferentes clases de árboles. Las playas de Khao
Lak, Tailandia, fueron golpeadas por un tsunami, 2-3
horas después del maremoto de magnitud 9.0 del 26 de
diciembre de 2004. Aunque a 500 kilómetros de distancia
del epicentro, las olas llegaron a alcanzar los 10 metros
de altura en dicho lugar.
Es la voz líder dentro de las Naciones Unidas para
asuntos del medioambiente y ha desempeñado un papel
fundamental en la lucha contra el comercio ilegal de
vida silvestre al ofrecer la mejor información científica
disponible sobre este tema. Principalmente, esto implica
mejorar la capacidad de las naciones para colaborar
entre si como una comunidad a fin de enfrentar la amenaza
sin precedentes del comercio ilegal de vida silvestre,
y trabajar para convocar y luego capacitar a otros para
actuar.

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Las marejadas se producen habitualmente por la acción del
viento sobre la superficie del agua, sus olas suelen presentar
una ritmicidad de 20 segundos, y suelen propagarse unos 150
m tierra adentro, como máximo total, tal y como observamos
en los temporales o huracanes. De hecho, la propagación se
ve limitada por la distancia, de modo que va perdiendo intensidad
al alejarnos del lugar donde el viento la está generando.
Un tsunami, en cambio, presenta un comportamiento opuesto,
ya que el brusco movimiento del agua desde la profundidad
genera un efecto de «latigazo» hacia la superficie, el cual
es capaz de lograr olas de magnitud impensable.
Para tener una idea, tomemos la profundidad habitual del
océano Pacífico, que es de 4000 m. Esto daría una ola que
podría moverse a unos 200 m/s, o sea, a 700 km/h. Y, como
las olas pierden su fuerza en relación inversa a su tamaño,
al tener 4000 m puede viajar a miles de kilómetros de distancia
sin perder mucha fuerza. Solo cuando llegan a la costa comienzan
a perder velocidad, al disminuir la profundidad del océano.
La altura de las olas, sin embargo, puede incrementarse hasta
superar los 30 metros (lo habitual es una altura de 6 o 7
m). Los maremotos son olas que, al llegar a la costa, no rompen.
Al contrario, un maremoto solo se manifiesta por una subida
y bajada del nivel del mar de las dimensiones indicadas. Su
efecto destructivo radica en la importantísima movilización
de agua y las corrientes que ello conlleva, haciendo en la
práctica un río de toda la costa, además de las olas 'normales'
que siguen propagándose encima del maremoto y arrasando, a
su paso, con lo poco que haya podido resistir la corriente.

Señal que avisa del peligro de tsunami, en la península de
Seward (Alaska).
Las fallas presentes en las costas del océano Pacífico, donde
las placas tectónicas se introducen bruscamente bajo la placa
continental, provocan un fenómeno llamado subducción, lo que
genera maremotos con frecuencia. Derrumbes y erupciones volcánicas
submarinas pueden provocar fenómenos similares. La energía
de los tsunamis se mantiene más o menos constante durante
su desplazamiento, de modo que, al llegar a zonas de menor
profundidad, por haber menos agua que desplazar, la altura
del tsunami se incrementa de manera formidable. Un maremoto
que mar adentro se sintió como una ola no perceptible, debido
a su larga longitud de onda puede, al llegar a la costa, destruir
hasta kilómetros tierra adentro. Las turbulencias que produce
en el fondo del mar arrastran rocas y arena, lo que provoca
daño erosivo en las playas que puede alterar la geografía
durante muchos años. Japón, por su ubicación geográfica, es
el país más golpeado por los tsunamis.
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