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Una de las buenas noticias que nos ha dejado el circuito
de festivales del último lustro ha sido el renacimiento del
cine islandés. Hay que decir de antemano que la industria
cinematográfica de la nación isleña ha carecido tradicionalmente
de los mimbres para una sólida formación. No obstante, pese
a independizarse políticamente de Dinamarca en 1944, siempre
ha estado al amparo de la corona danesa. Es por ello que su
cine está concebido desde la coproducción; al igual que el
grueso de sus directores se han formado en el viejo continente.
Una labor directoral que tuvo como precursores a Ágúst Gudmundsson
y Hrafn Gunnlaugsson en los años setenta. El primero estrenó
en 1980 La tierra y sus hijos, una ficción que representó
a Islandia en 53ª edición de los Oscars sin demasiada fortuna.
El segundo ya llevaba dos filmes en cartera cuando, con su
tercer largometraje, When the Raven Flies (1984), una coproducción
con Suecia, se coló en las principales categorías de los Guldbaggen,
los premios del cine sueco, consiguiendo el galardón a la
mejor dirección. La película de Gunnlaugsson, como no podría
ser de otra forma, fue también el estandarte de la modesta
industria islandesa en los premios de la Academia estadounidense.
Por supuesto, sin ningún tipo de posibilidad de avanzar en
la competición.
Algo que cambiaría en 1991 con Hijos de la naturaleza, de
Fridrik Thor Fridriksson, en la que es, hasta el momento,
la única nominación al Óscar para Islandia de su corta historia
cinematográfica.
Desde entonces, el cine islandés solo ha pasado una vez
el corte del apartado; fue en 2012 con The Deep, de Baltasar
Kormákur. El éxito de Thor Fridriksson, por otro lado, estableció
uno de los ejes narrativos más recurrentes en la filmografía
de su país: la soledad y el aislamiento físico y emocional
de sus habitantes. La obra de directoras como Kristín Jóhannesdóttir
–que este año retornará con Alma, protagonizada por la fallecida
Emmanuelle Riva— y Sólveig Anspach fue la precursora del gran
presente fílmico que vive Islandia junto a trabajos de realizadores
como Oscar Jónasson, Hilmar Oddsson y Gísli Snaer Erlingsson.
Este cénit, esta ola artística –que no ideológica— que se
inició en los primeros años del nuevo milenio tiene como líderes
a Dagur Kári (Corazón gigante, Noi el albino) y el citado
Baltasar Kormákur (101 Reykjavík, El mar); representación
del mestizaje familiar y educativo de esta nueva generación
de directores; y Rúnar Rúnarsson (Concha de Oro del Festival
de San Sebastián con Sparrows), Grímur Hákonarson (autor de
la multipremiada Rams, el valle de los carneros), Benedikt
Erlingsson (De caballos y hombres) y Hafsteinn Gunnar Sigurðsson
–el único de esta corriente que apuesta abiertamente por la
comedia con cintas como Either Way, Paris of the North y Under
the tree—. Un sexteto que está abriendo nuevos caminos para
este pequeño país y, de paso, sirviendo de ejemplo para una
cinematografía con mucho que decir.
Halcones (2002) de Fridrik Thor Fridriksson.
En muy poco tiempo surgió la coincidencia
de ver cómo un film islandés (‘Sparrows’, de Rúner Rúnarsson)
se alzaba con el premio a la mejor película en la 63 edición
del Festival de San Sebastián, y cómo otro de la misma nacionalidad
participaba (con éxito de público y de crítica) en el de Valladolid
(‘Rams, el valle de los carneros’). Otro hecho singular sucedió
cuando este último lograba esa cosa cada vez más extraña de
estrenarse comercialmente en nuestras pantallas. Ser la propuesta
islandesa de cara a los oscar a las películas de habla no
inglesa también ayudó lo suyo a la difusión de un film
procedente de una cinematografía todavía bastante desconocida.
El cine nacido en Islandia, tal vez no tan famoso como su
bacalao, pero que va más allá de los tópicos y que posee una
serie de singularidades que lo convierten en candidato a una
retrospectiva de urgencia en algún festival, televisión o
plataforma legal de visionado de películas.
Más allá de un paisaje, de una belleza desoladora
y casi incólume desde miles de años (esa misma que han buscado
directores como Ridley Scott en, verbigracia, ‘Prometheus’),
Islandia es un estado de ánimo. No es un estado de ánimo proclive
al suicidio y a la melopea eterna como el de sus vecinos y
hermanos culturales finlandeses, o tampoco tan marcado por
culpas existenciales y dudas teológicas como las de suecos,
noruegos o daneses, con los que podría formar el quinteto
nórdico por antonomasia. Islandia permanece un tanto lejos
de estas influencias, tanto en cultura como en otros aspectos
(económicos, políticos…), siendo un continente casi en sí
mismo.
Es verdad que en términos cinematográficos ha
estado en ese juego de la coproducción con los antes citados
países, pero tampoco demasiado. Aun así, esa suerte de confusión
que desde el resto de Europa tenemos a la hora de distinguir
entre títulos suecos, noruegos o daneses (con los fineses
pasa menos: el índice de tipos cutres emborrachándose ya te
da pistas sobre su nacionalidad), suele darse en ocasiones
con algunos de los títulos que nos han llegado o hemos podido
ver. Así, varias de las adaptaciones que han hecho sobre esas
sagas parte importante y capital de su folclore, podían muy
bien confundirse con similares empeños noruegos. No era sólo
porque las sagas son cosas de todos esos lugares escandinavos,
sino porque Noruega llegó antes y patentó un estilo propio
a la hora de narrar, entre lo antropológico y lo espectacular,
esas historias de vikingos, reyes y criaturas fantásticas.
Poco de huella personal hallamos es la versión
que Sturla Gunmann hizo de la leyenda y poema homónimos en
su ‘Beowulf & Grendel’ (2005) o en la animación (un género
que el cine islandés está adoptando como propio y con sus
referentes pictóricos en el libro de estilo) de ‘La leyenda
del martillo mágico: Thor’ que en el 2011 llevaron a cabo
al alimón Óskar Jónasson y Toby Gesskel, más intentando parecer
un producto norteamericano o sueco que genuinamente islandés.
Incluso muestras de aventuras con cierto trasfondo gótico
y de folletín decimonónico (la por otra parte excelente ‘La
isla del diablo’, 1995) sacrificaban la idiosincrasia islandesa
para acabar pareciendo la versión mainstream del obsesionario
de Ingmar Bergman.
El cine islandés nace, oficialmente, en 1906
cuando el pionero Alfred Lind filma un pequeño documental.
Filmar era caro, el material era caro, así que eso quedó reservado
para burgueses y para el aparato estatal islandés, el cual
patrocinó y auspició una serie continuada no solo de noticiarios,
sino de documentales de tinte paisajístico y etnográfico.
El cine de ficción fue colándose poco a poco, primero con
la llegada de los productos de las más activas y florecientes
cinematografías vecinas, Suecia al frente, y ya poco a poco
con obras autóctonas que copiaban el estilo sueco o danés
para explicar historias propias o basadas en su literatura
o en su teatro. Casi desconocidas fuera de sus fronteras,
películas como ‘Aevirtýri Jóns og Gverdar’ (1923) son consideradas
hitos fundamentales en la cinematografía islandesa de esos
años primitivos.
Los Premios Edda son los premios de cine y televisión
más grandes de Islandia . La Academia Islandesa de Cine
y Televisión (IKSA) se estableció en 1999 y desde entonces
los premios se otorgan anualmente en varias categorías.
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A partir de entonces se inicia una especie de
largo silencio y letargo donde la producción propia disminuye
considerablemente y donde es harto difícil encontrar un estilo
definido o una serie de nombres importantes más allá de casos
aislados. Seguía el cine islandés siendo un activo cultural
(más que industrial) importante y defendido por el Estado,
situación que se multiplicaría ya décadas después, en los
años 80, la época en la cual Islandia, la Islandia que hacía
películas, se abrió al exterior al mismo tiempo que alumbraba
a una nueva generación de cineastas, de autores. Todavía le
costaría lograr a Islandia el reconocimiento de los festivales
europeos, algo que sucede en la década posterior, la de los
90, pero pese a ello, son esos años 80 los que van a marcar
los pasos a seguir, ya que serán esos realizadores, ese nuevo
cine, los que acabarán siendo conocidos y reconocidos en el
extranjero.
Se iniciaba esa década con un éxito de taquilla
como ‘La sombra del cuervo’, de Rahn Gunnlaugsson, cine comercial
de buen pulso narrativo aunque lejos de la tipología que se
constituiría como lo habitual dentro de la producción islandesa
inminente y posterior (una mezcla entre el cine social, con
cualquier género, en especial el thriller como elemento de
cohesión, y el de autor muy influenciado este por el movimiento
Dogma y por Lars von Trier y discípulos). A mediados de los
80 surge un autor ya importante, Fridrik Thor Fridrickson
con un cine que se mira tanto en la Naturaleza como en el
ser humano en permanente conflicto con su entorno. Películas
como ‘Blancas ballenas’, ‘Ángeles amables’ o ‘Hijos de la
Naturaleza’, esta última nominada al oscar a la mejor película
en habla no inglesa en 1991, asientan un estilo y una intencionalidad
que sería prorrogada, ya en los 90, por otros directores como
Hilma Oddson (‘Lágrimas de piedra’, ‘Frías luces’).
Estamos ya en la época del estallido internacional
cultural islandés, de cantantes y actrices como Björk, quien
no debutó en ‘Bailar en la oscuridad’ bajo las órdenes de
Lars von Trier, sino en su Islandia natal en 1990 con la sobresaliente
‘The Juniper Tree’. Björk, junto a los Sigúr Rós lo más internacional
de la música islandesa, se convertiría en un icono nacional,
casi tanto como el realizador Oskar Jönasson, cultivador de
comedias y cine comercial exitoso, caso de ‘Mando a distancia’
(1992), todo un fenómeno como supusiera ‘Fuera del vestuario’
(Robert I. Douglas, 2005).
Pero si hay un nombre que suene a todo el mundo,
y que haya acabado teniendo carrera en el mismísimo Hollywood
(la reciente ‘Everest’, por ejemplo) ese es Baltasar Kormákur.
De padre catalán y madre islandesa, Kormákur ha sido actor
(en esa ‘Reykjavik-Rotterdam' del 2008 de la cual dirigiría
el remake en Estados Unidos, ‘Contraband’), productor, guionista
y director. De carrera ecléctica, toda ella situada en los
últimos quince años, entre sus trabajos destacan títulos como
‘Las marismas’, ‘101 Reykjavik’ (con Victoria Abril de protagonista),
‘Verdades ocultas’ (con Forest Whitaker), ‘El mar’, ‘The deep’…
Más allá del mediático Kormákur, Islandia tiene a otros autores
igual de bien considerados, aunque sea en el circuito festivalero
(de dónde vendría la muy intersante ‘Import-Export’, 2004),
caso de Ragnar Bragason y su, de momento, díptico muy bergmaniano,
‘Children’ y ‘Parents’, del 2006 y el 2007 respectivamente.
Fleur Johanesson, Bragi Thór Axelsson, Gunnar
B. Gudmundsson… El relevo no se detiene. Islandia está cada
vez más viva y más cerca. Hoy con unos hermanos gruñones unidos
por unos carneros en peligro, mañana ¿quién sabe?
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Hijos de la naturaleza, de Fridrik Thor Fridriksson (1980).
Thorgier, un viejo granjero con problemas, debe abandonar
su hogar, en un lugar remoto del campo en Islandia, y mudarse
a la ciudad de Reykjavik para convivir con su hija. Pero pronto
se ve súbitamente internado en un asilo, donde se reencontrará
con un amor de juventud, Stella, con la que escapará en busca
de un reencuentro con la naturaleza.
A comienzos de la década de 1980 comenzó su carrera en la
creación cinematográfica con películas experimentales y documentales.
En 1990 funda la Corporación Cinematográfica de Islandia,
y desde entonces se ha convertido en la empresa productora
cinematográfica más importante de Islandia. La empresa produce
sus películas y obras con otros directores y productores islandeses.
Su reputación internacional le ha permitido construir a la
compañía una red internacional de empresas socias co-productoras,
incluyendo Zentropa de Lars von Trier y más recientemente
American Zoetrope de Francis Ford Coppola. Debutó como director
de cine con Skytturnar (Ballenas blancas) en 1987. Su segunda
producción Niños de la naturaleza (1991) fue nominada para
un premio Oscar en la categoría de Mejor Película Extranjera
y obtuvo el Gran premio del cuarto Yubari International Fantastic
Film Festival en febrero de 1993. Friðrik también actuó en
la película de comedia Direktøren for det hele (El director
de todos) de Lars von Trier del año 2006. Entre sus trabajos
más recientes se encuentra el documental A Mother's Courage:
Talking Back to Autism (El coraje de una madre: replicar al
autismo), localmente titulada Sólskinsdrengurinn (El niño
del sol), así como Mamma Gógó. Las dos se estrenaron en el
Festival Internacional de Cine de Toronto del año 2009 junto
con otra película suya.
Friðrik creció en Islandia en la década de 1960 y por ello
recibió fuertes influencias de las películas estadounidenses.
A pesar de ello, las influencias de las obras de Akira Kurosawa,
John Ford y Nicholas Ray fueron importantes en su decisión
de ser director de cine. Ha trabajado con dos de los novelistas
y guionistas más famosos de Islandia. Su trabajo con Einar
Már Guðmundsson incluye Niños de la naturaleza, Angels of
the Universe, y Moviedays. Su trabajo con Einar Kárason incluye
Skytturnar, Devils Island, y Falcons. Friðrik Þór Friðriksson
se caracteriza por un estilo fuertemente visual en sus películas
que incluyen imágenes sorprendentes. Estas películas son fuertemente
personales y se basan en la cultura de Islandia, a menudo
presentan personajes en encrucijadas de tradición y modernidad.
Se dice que combinan un sentido del humor particular con una
genuina solidaridad con los personajes.
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Lágrima de piedra, de Hilmar Oddsson (1995).
Basada en la vida del compositor islandés Jón Leifs.
La película transcurre en el Berlin de los años 30.
Jón está felizmente casado con Annie Riethof, una hermosa
chica judia y talentosa pianista con un futuro prometedor.
Después de un concierto en Postdam donde su mujer no
es admitida tratará de conseguir visados para ella y
sus dos hijos, la adolescente Snot y el pequeño Lif
de 6 años. Jón se verá abocado a terminar su carrera
con tal de intentar salvar a su familia de la tragedia
que se avecina.
El título de la cinta hace referencia a una historia
que Jón cuenta a su hijo Lif del que se siente muy unido.
Un troll extraviado en busca de su hogar es incapaz
de encontrar su cueva antes del amanecer. Cuando los
primeros rayos de sol alcanzan al troll, se convierte
en piedra como si se derramara una lágrima. Jón lleva
una lágrima pulida en su bolsillo que dice que es la
lágrima del troll. Según él, aquellos que llevan la
piedra siempre serán capaces de encontrar su camino
a casa. Es irónico, pero la mayor parte de esta película,
Jón y su familia están buscando pero no encuentran,
un lugar que puedan llamar un hogar. La película es
mucho más melodrámatica que La lista de Schindler y
está construida sobre el sacrificio y la pérdida.
Hilmar Oddsson nació en Reykjavík en 1957. Proviene
de una familia vinculada al teatro y fue el fundador
del grupo pop Melchior. En 1980 comenzó a estudiar dirección
en la Escuela de Cine de Munich donde se graduó en 1985.
Su cortometraje más interesante de aquella época es
una cinta sobre el glaciar Snaefellskjökull donde Julio
Verne situó su Viaje al centro de la tierra. Tras volver
de Munich dirigió La bestia (1986) un thriller psicológico.
Ha trabajado como productor independiente para canales
de televisión islandeses y como crítico en medios de
prensa. Lágrimas de piedra (1995) participó en más de
30 festivales y ganó numerosos premios entre ellos los
de los Festivales de Praga y Gotemburgo.
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101 Reykjavik, de Baltasar Kormákur (2000).
Hlynur, treintañero desempleado vive aún con su madre
y se pasa la vida bebiendo, saliendo y multiplicando
sus conquistas. Fuera de esto, no tiene ningún objetivo
en la vida. Hasta el día en que Lola, una amiga de su
madre, llega para pasar las fiestas navideñas.
Película islandesa-danesa-alemana-franco-noruega
rodada en 2000 basada en el libro de igual título de
Hallgrímur Helgason. Baltasar Kormákur Samper (Reikiavik,
27 de febrero de 1966) es un actor, director y productor
de cine y teatro de origen hispano-islandés. Es conocido
en el mundo del cine por algunas de sus películas como
101 Reykjavík, El mar o Verdades ocultas. Su padre,
Baltasar Samper, es el pintor barcelonés residente en
Islandia. Su película Mýrin (en islandés, El pantano),
internacionalmente conocida en inglés por los títulos
Jar City y Tainted Blood, consiguió el Globo de Cristal
en el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary
en 2007. Mýrin está basada en la novela de mismo título,
escrita por Arnaldur Indriðason y traducida del islandés
al inglés como Jar City.
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El mar, de Baltasar Kormákur (2002).
Thordur, el viejo, temido y respetado cabeza de familia,
sintiendo que sus fuerzas aflojan, invita a sus hijos
a que vuelvan al pueblo. Quiere poner las cosas en orden:
la herencia de la madre y el negocio familiar, que le
ha convertido en uno de los miembros más poderosos de
la pequeña comunidad pesquera.
Sus esperanzas están puestas en Agust, su hijo menor,
que estudia Empresariales en París, donde vive con su
novia francesa. Thordur está convencido de que, una
vez termine sus estudios, Agust va a volver para hacerse
cargo de la pesquería, actualmente en manos de Haraldur,
el hijo mayor, en quien no confía plenamente; pero Agust
tiene planes completamente distintos para el futuro.
La reunión familiar no sale como todo el mundo espera,
aflorando a la superficie viejos fantasmas.
Se filmó casi por completo en Neskaupstaður y sus alrededores.
Ubicada en el fiordo Norðfjörður, es parte del municipio
de Fjarðabyggð. Es la tercera ciudad más grande de la
Región Oriental. Construida originalmente en una granja
llamada "Nes", establecida por Egill rauði ("el rojo").
La ubicación de la ciudad lo ubica más al norte que
las ciudades de Anchorage y Fairbanks en Alaska. La
ciudad también era conocida como "Pequeña Moscú" en
el pasado por su fuerte trasfondo socialista. Hasta
1949, la ciudad solo era accesible en barco. Luego se
conectó a través de un túnel de un solo carril de 626
metros de largo que pasó a través de las montañas Oddskard
llamado Oddskarðsgöng . Oddskarðsgöng estaba a 632 metros
sobre el nivel del mar y fue construido entre 1974-1977.
Oddskardsgöng ahora está cerrado. La ciudad ahora está
conectada con un nuevo túnel de 2 carriles de 7,542
metros llamado Norðfjarðargöng que se construyó entre
2013-2017. La construcción de una fundición de aluminio
y una nueva central hidroeléctrica en el este de Islandia
en 2003 revitalizó la economía local. Neskaupstaður
se unió a Eskifjörður y Reyðarfjörður en 1998 para formar
el nuevo municipio de Fjarðabyggð ("asentamiento de
fiordos").
La película ganó ocho premios en los Premios Edda ,
Islandia en 2002 (Mejor actor por Gunnar Eyjólfsson,
Mejor actriz por Elva Ósk Ólafsdóttir, Mejor director,
Mejor guión, Mejor actor de reparto por Sigurður Skúlason,
Mejor actriz de reparto por Herdís Þorvaldsdóttir, Película
del Año y categoría profesional: sonido / visión), donde
también fue nominado para 4 premios más. En el mismo
año, fue nominado para el Premio de Cine del Consejo
Nórdico y para el Golden Seashell en el Festival Internacional
de Cine de San Sebastián . En 2003 ganó el Premio FIPRESCI
en el Festival Internacional de Cine de Estambul , donde
también fue nominado para el Golden Tulipy el Premio
del Público en el Festival Internacional de Cine de
Tromsø en Noruega.
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El mar, de Baltasar Kormákur (2002).
Thordur, el viejo, temido y respetado cabeza de familia,
sintiendo que sus fuerzas aflojan, invita a sus hijos
a que vuelvan al pueblo. Quiere poner las cosas en orden:
la herencia de la madre y el negocio familiar, que le
ha convertido en uno de los miembros más poderosos de
la pequeña comunidad pesquera.
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Noi el albino, de Dagur Kari (2003).
Noi es un chico de 17 años que vive en un pueblo de
Islandia completamente aislado del mundo por la nieve
y unas enormes montañas que lo rodean. Noi sueña con
escapar de allí junto a Iris, una chica de ciudad que
trabaja en una gasolinera y de la que está enamorado,
pero sus torpes intentos de fuga siempre acaban en fracaso.
Sólo un desastre natural romperá el universo de Noi
y le abrirá una ventana al mundo exterior. El guinonista
ganó numerosos premios de cine independiente europeo.
Fue filmada en Bolungarvik, un pueblo de pescadores en el extremo
noroeste de Islandia, ubicado en la península de Westfjords.
La banda sonora es de la banda del director, Slowblow.
Skye Sherwin, de la BBC, lo calificó como "un cuento
sobre la mayoría de edad, ligado entre la rutina y el
surrealismo exquisito".
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Frías luces, de Hilmar Oddsson (2003).
Un hombre de cuarenta años decide recluirse dentro
de sí mismo, construyendo una suerte de prisión en su
interior. El film comienza cuando él se atreve a romper
ese aislamiento y decide ensayar una mirada introspectiva.
Aparece, entonces, un pasado impensable, que transformará
su vida de una manera radical. En medio de las turbulencias,
la telaraña que se erguía como un muro para impedir
la luz y la felicidad en su existencia, va empezando
a ceder. El hombre comprende que la dicha puede ser
posible, aunque las sombras del pasado continúen al
acecho.
Basada en la novela de Vigdís Grímsdóttir, la cinta cuenta
dos tiempos en la vida de un hombre: su infancia y su
madurez, marcada fuertemente por un suceso del pasado.
En su niñez, el niño es un observador y buen dibujante
que parece tener cierto poder para ver en el futuro.
De grande, es un hombre atribulado que estudia pintura
e inicia una complicada relación con una mujer. Trágicamente
se unirán las dos partes de la historia en un filme
sólido y bien narrado, que juega al borde del realismo
mágico aprovechando la atmósfera islandesa y su mitología,
plagada de apariciones y misterios.
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Corazón gigante, de Dagur Kári (2016).
A sus 43 años, Fúsi es un inadaptado, con sobrepeso,
que nunca tuvo novia. La rutina es clave para él y el
único interés son las batallas de la Segunda Guerra
Mundial, que reproduce en miniatura en el apartamento
en el que vive con su madre. Un día recibe un cupón
para acudir a una escuela de baile, donde conoce a Sjöfn,
una mujer solitaria, como él, y con profundas heridas
psicológicas.
Disfruta con la estupenda entrevista al director que
sensacine.com mantiene en su página web.
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Rams, el valle de los carneros, de Grímur Hákonarson
(2016).
En un remoto valle de Islandia, dos hermanos que no
se hablan desde hace más de cuarenta años deberán unir
fuerzas para salvar su bien más preciado: su rebaño
de carneros.
En Rams podemos ver como dos hermanos, Gummi y Kiddi, luchan
por salvar un ancestral linaje de carneros en Islandia,
una de las tierras donde la naturaleza llega a dominar
al hombre. Los ganaderos se ven frente al devastador
avance de la enfermedad de scrapie o la tembladera.
El scrapie es un proceso neurodegenerativo progresivo
que afecta a ovejas y cabras, y que afecta el sistema
nervioso de estos animales, la cual no tiene cura. Por
lo tanto se deben sacrificar el ganado o morirán igualmente
a los seis meses.
Gummi y Kiddi son dos hermanos que llevan cuarenta
años sin hablarse, a pesar de vivir una al lado del
otro. Se comunican a través de mensajes escritos, que
son llevados y traídos por el perro de Gummi. Ambos
se dedican al pastoreo, al cuidado de sus carneros y
ovejas en la granja de Bolstad, situada en Bardardalur,
uno de los valles de Islandia. Todo comienza unos días
después de un concurso celebrado en el pueblo, donde
Gummi hace correr la voz de que uno de los carneros
de Kiddi tiene la enfermedad de scrapie. La veterinaria
local se ve afectada por los resultados positivos a
la enfermedad y toma la decisión de sacrificar a todo
el rebaño de los dos hermanos junto al de varias granjas
al otro lado del valle. A pesar de ello, Gummi no se
rinde tan fácilmente para hacer frente a las autoridades
y así poder salvar a un ancestral linaje de carneros,
una lucha que le llevará a tomar malas decisiones; pero
arreglará algunas otras que no parecían tener solución.
Sigurour Sigurjónsson y Theodór Júlíusson, dos actores
de gran reputación en Islandia, hacen una brillante
interpretación.
El director, también es autor del guión.
El realizador escandinavo consigue acercaros a un mundo
cerrado, una sociedad añeja encerrada en sus tradiciones,
incomunicada del resto y sin interés por abrirse a la
modernidad. Como impresiona esa naturaleza imponente,
ese verde primaveral y esos oscuros invernales que incitan
a sus habitantes a la depresión, al alcoholismo y a
la soledad. La puesta en escena en RAMS sencilla, haciéndonos
llegar imágenes de una vida que se niega a enfrentarse
a los nuevos tiempos. El director de fotografía es Sturla
Brandth Grøvlen, noruego.
Los personajes destacan por sus días de soledad y en
su gran mayoría la ausencia de presencia fémina, que
nunca existió, y en otros casos, porque ya desapareció;
sin más entretenimiento que cuidar de los adorados ovinos.
El humor negro está presente durante el film, con algunos
golpes de guion un tanto irónicos, como el tractor que
se dirige al hospital con una carga un tanto curiosa,
la comunicación a través de mensajes transportados por
un perro, entre otros. Y si en Navidad no recibimos
ningún regalo por qué no hacernos el nuestro propio.
Con un ritmo lento y pausado, van transcurriendo las
escenas de ese mundo agrario con sus rutinas, y momentos
muy duros que otorga la soledad. Todo esto acompañado
de la banda sonora de Atli Örvarsson, que destaca momentos
sin dejar a un lado el drama humano de unos pastores
humildes tras una posible pérdida de identidad, forzada
por las circunstancias. Hacía un tiempo que nos encontrábamos
con un final tan hermoso e impactante en el cine, con
once supervivientes enfrentándose a la gélida nieve,
donde nos encontramos con un epílogo tan emocionante,
y tan inmoral como es el no hablar con tu vecino y hermano
durante más de cuarenta años.
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Sparrows, de Rúnar Rúnarsson (2016).
Una historia sobre la llegada a la edad adulta de un
chico de 16 años, Ari, que ha estado viviendo con su
madre en Reikiavik y al que, de pronto, envían al lejano
Westfjords a vivir con su padre, Gunnar. Allí, tiene
que atravesar una difícil relación con su padre y, por
otro lado, encuentra que sus amigos de la infancia han
cambiado. En estas desesperadas circunstancias, Ari
tiene que dar un paso adelante y encontrar su camino.
Está dirigida por Rúnar Rúnarsson, uno de los directores
de cortometrajes más premiados del mundo, con cerca
de cien galardones internacionales por su Crossroads
Trilogy. Asimismo, Rúnarsson fue nominado al Óscar en
2006 (The Last Farm, 2004), a la Palma de Oro en Cannes
en 2008 y a los Premios del Cine Europeo in 2008 (2
Birds, 2007). Sparrows es el segundo largometraje del
director, que ya consiguió la nominación para la Camera
d’Or con su primer largo, Volcano, estrenado en la Quincena
de realizadores de Cannes en 2011. Volcano fue muy admirada
en los festivales y recogió 17 galardones.
Disfruta con la estupenda entrevista al director que
videodromo.es mantiene en su página web.
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Under the Tree, de Hafsteinn Gunnar Sigurðsson (2017).
Presenta dos conflictos principales: una disputa familiar
entre dos jóvenes que tienen una hija y una riña entre
dos parejas de vecinos que se hacen la vida imposible.
Para enredar un poco más el asunto, los dos miembros
de la pareja de más edad son los progenitores del padre
joven del otro conflicto.
El planteamiento de Hafsteinn Gunnar Sigurdsson es
inteligente, ya que la figura del árbol funciona tanto
a nivel literal como metafórico. Literal: los vecinos
B se quejan porque no pueden tomar el sol por culpa
de la sombra que proyecta el árbol que está plantado
en el jardín de los vecinos A. Metafórico: el hijo de
los vecinos A –que extiende el árbol genealógico– también
tiene problemas en su vida conyugal y tiene que luchar
para poder ver a su hija –que a su vez es otra prolongación
del árbol genealógico–. En definitiva, el árbol es una
especie de tejido orgánico que lo conecta todo.
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