El espíritu de la colmena es una película
española de 1973 dirigida por Víctor Erice. La película
está ambientada en tierras castellanas nada más terminada
la Guerra Civil. Rodada en el pueblo segoviano de Hoyuelos,
donde se proyecta la película El doctor Frankenstein.
Isabel (Isabel Tellería) y Ana (Ana Torrent),
dos hermanas de ocho y seis años respectivamente, ven un
domingo la película Frankenstein. A la pequeña la visión
del film le causa tal impresión que no deja de hacer preguntas
a su hermana mayor, que le asegura que el monstruo está
vivo y se oculta cerca del pueblo.
Fue reestrenada en el 2004. Los personajes
que interpretan los 4 protagonistas se llaman como los actores
que los interpretan. Esto se debió, según contó el director
Víctor Erice en más de una ocasión, a que la debutante Ana
Torrent, la niña protagonista, no entendía por qué la gente
se llamaba realmente de una manera, y de pronto al empezar
la grabación, cambiaba el nombre. Este hecho motivó que
el director decidiera cambiarles los nombres a todos los
protagonistas por sus propios nombres de pila.
En cuanto al título de la película, el mismo
director dice:
"El título, en realidad, no me pertenece.
Está extraído de un libro, en mi opinión, el más hermoso
que se ha escrito nunca sobre la vida de las abejas, y del
que es autor el gran poeta y dramaturgo Maurice Maeterlinck.
En esa obra, Maeterlinck utiliza la expresión 'El espíritu
de la colmena' para describir ese espíritu todopoderoso,
enigmático y paradójico al que las abejas parecen obedecer,
y que la razón de los hombres jamás ha llegado a comprender".
Dedicamos 3 entradas al cambio de modelo del
cine español.
Pásate por Intro >> Cine español.
En 1973 nació la que posiblemente es la más
hermosa película española del siglo XX, que aún ostenta
ese rango porque Elías Querejeta impidió que otra película
del mismo director, en 1984, pudiera arrebatárselo. Uno
de los pocos filmes españoles realmente poéticos, en el
sentido real de la palabra, que nada tiene que ver con cantar
las odas de un mundo onírico, o con imágenes celestiales
de belleza sólo aparente, sino, sobre todo, con la energía
de la realidad, de la vida misma, a ras de suelo, que es
el verdadero territorio de los grandes poetas. Porque la
vida misma, tal cual, se sustenta en conexiones poéticas
auténticas, que desafían toda razón.
En pocos años, este bello e indómito filme
cumplirá cuarenta, que se dice pronto, porque viéndola de
nuevo no da la impresión de que se hayan cumplido cuatro
décadas desde su realización, sino que se hizo ayer mismo.
O, mejor dicho, que está situada bastante por delante de
la mayoría de las películas que se hacen ahora mismo, pues
muchas de sus imágenes no tienen explicación racional directa,
sino que actúan como caja de resonancia interior de cada
nuevo espectador. Su peripecia se encuadra en los primeros
años de la posguerra civil española, pero el viaje iniciático
de la niña es universal.
Víctor Erice sólo había filmado de manera
profesional, hasta entonces, un segmento del filme colectivo
‘Los desafíos’, y pocos podían presagiar tal despliegue
de sabiduría, serenidad, humildad y sensibilidad. Cuenta,
Erice, varias películas dentro de una película. Una película
que es, en el fondo, un canto de amor al cine primigenio:
el de las salas de cine de barrio que descubría, a los hombres
y mujeres de los pueblos, los grandes títulos norteamericanos
de la época. Pero más que eso: una indagación lírica del
descubrimiento del mundo, precisamente, a través del cine.
La niña Ana (Ana Torrent, una actriz mucho más interesante
cuando todavía no era totalmente consciente de sí misma…)
se encuentra, por primera vez, con la muerte.
Una debutante Ana Torrent con seis años.
Ana Torrent cuestiona si volverá a presentarse
en su vida un papel con similares características, esas
que hicieron inolvidable aquella cinta y por la que consiguió
el Fotogramas de Plata en 1974. Torrent comentó que
por aquel primer trabajo ni siquiera cobró, porque su padre,
poco ducho en el mundillo del cine, tan sólo aceptó a cambio
"un día de compras en El Corte Inglés para todos los hermanos",
explicó entre risas. "Ahora el cine es muy distinto
a cuando era pequeña, antes se entendía como un acto social,
el modo que el autor tenía de expresarse y no algo tan comercial,
pendiente siempre de la taquilla". Redescubierta por Amenábar
en "Tesis" (1996), Ana Torrent asume haberse trazado una
trayectoria de idas y venidas fruto de "una mezcla de decisión
propia y de ofertas" porque, según dice, le gusta "elegir
bien los papeles para no hacer cualquier cosa". "No me gustan
las fiestas ni los estrenos, y quizá he sido tonta por no
saber aprovecharlo, pero cuando termino de rodar lo único
que quiero es irme a Nueva York y leer, pasear...", reconoce
la actriz.
La infancia, por tanto, como universo en el
que las mismas sombras, o los más sencillos sonidos, conforman
constelaciones sensoriales, que nos hacen creer que todo
es posible. A medida que crecemos, crece también nuestra
autoconciencia, pero disminuyen nuestras percepciones. Para
Erice, que sabe que nunca seremos tan sabios como cuando
éramos niños, la conciencia no es vehículo de la belleza
pura, sino la percepción. En realidad, es una declaración
de principios estética, que rechaza un cine narrativo, lógico,
en favor de un cine sensorial, en el que las emociones y
las imágenes más sencillas son las que dictan todo el sentido.
Victor Erice, el espíritu de su cine.
Viendo ‘El doctor Frankenstein’, Ana se topa
por primera vez con la muerte, de manera directa y brutal.
Los cuentos de terror como evocadores de los más profundos
miedos, que se extienden sobre todo lo que desconocemos.
Tanto ella como Isabel asisten a este simulacro de muerte,
que es cuando la criatura lanza al mar a la niña, al haberse
quedado sin pétalos. Ana, sin embargo, carece de un cierto
sentido sádico o cruel, que es natural en Isabel. De modo
que pronto el relato se desgaja, y mientras la segunda se
acerca a la muerte de una forma, Ana lo hará de otro. Así,
palpitan en la secuencia, imágenes perturbadoras, como el
momento en que Isabel estrangula al gato, o cuando se hace
pasar por muerta con increíble convicción.
Ana es muy diferente, es más contemplativa,
no participa tanto de la muerte como lo que le interesa
averiguar lo que sepa de ella misma. Cree las mentiras de
Isabel, y quizá su autoconciencia sabe que miente, o que
prefiere pensar que miente, pero algo en su interior le
empuja, primero, a visitar al maquis que se esconde en la
casa abandonada (Ana no pretende usar a la muerte, como
Isabel, sino mirarla de frente). Y segundo, tomando la seta
alucinógena y enfrentándose directamente a sus miedos. De
modo que también podemos decir que hay un profundo poso
espiritual y luminoso en esta película, pues en su fondo
conviven los miedos a la muerte con la negación de esta
como ente real. La muerte como liberadora de un mundo de
sombras, o quizá, simplemente, como una mentira de un mundo
de ficción. Pero hay más enfrentamientos directos con la
muerte, como el crucial en el que Ana mira al tren llegar,
de pie sobre la vía, imagen que entronca también, por supuesto,
con los inicios del cine.
El gran éxito internacional del cine español
en los 70 contó con la presencia de Fernando Fernán
Gómez.
No por casualidad dice Víctor Erice, en el
documental ‘Huellas de un espíritu’, que a fin de cuentas
lo que Ana tiene es una fe extraordinaria. Porque de fe
se trata, una fe coloreada de miel, que parece el alimento
del alma. Las colmenas como imagen representativa de la
vida de la posguerra, pero también del estado en ebullición
de personajes perdidos, melancólicos, como el de Fernando
Fernán Gómez o Teresa Gimpera, que interpretan a seres que
son meras sombras, anonadados por la tristeza de un mundo
que se ha derrumbado y para el que ya no encuentran motivos
de alegría. Son fantasmas para Ana, que se adentrará en
una peligrosa senda del conocimiento sin la ayuda de sus
tutores, aunque al final pueda beber el agua de la fuente
que tan lejos parecía encontrarse.
Luis Cuadrado, el operador, y Victor Erice,
colorean de miel los interiores, mientras despojan de toda
luz solar (y por tanto vital) los exteriores. Las composiciones
lumínicas parecen inspiradas, directamente, en la obra pictórica
de Vermeer, pero no hay nada exageradamente pictórico en
ellas, sino que son el punto de partida para espacios en
los que parece que el estado anímico de los personajes está
a punto de explotar, por lo que son imágenes de gran potencia
visual, que flotan por encima del suelo con mayor energía
que cualquier intento de poesía barata concebida a base
de preciosismos o hiperrealismos.
Exquisitamente fotografiada por Luis Cuadrado,
cuyos tonos ámbar se asemejan al aspecto oscuro que Nestor
Almendros creó más tarde para ‘Días del cielo’, la obra
mestra de Terrence Malick de 1978.
Muchos, sin embargo, no entran en este estilo
de poesía en imágenes, sino que proclama su absoluta incomprensión
o hartazgo de una antitrama concebida, precisamente, como
respuesta a todo cine predigerido o comercial. Los autores
de la historia, Erice y Ángel Fdez-Santos, nos hablan de
sus recuerdos, de su niñez, y elaboran los fantasmas y los
vericuetos de otra niñez, como portadora de los verdaderos
enigmas de una vida de imágenes sinuosas.
El filme ganó la Concha de Oro en el Festival
Internacional de cine de San Sebastián (de hecho, fue la
primera película española en ganarla), y aupó a su director
al exclusivo grupo de auténticos autores cinematográficos,
que son muy pocos, y cada vez menos. Aunque su carrera quedó
parcialmente frustrada por la infame mutilación del rodaje
de ‘El sur’, que podría haber sido una obra maestra todavía
con más peso que esta.
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La que sin duda ha sido una de las películas
más importantes que el cine español ha estrenado en el Festival
de Cannes en las últimas décadas se proyectó sin la presencia
de su director. Víctor Erice no acudió a la presentación
de Cerrar los ojos, su nuevo largometraje en 31 años, ni
pudo vivir en directo la ovación que recibió su monumental
filme testamentario, broche de una carrera cinematográfica
incomparable. La ausencia de Víctor Erice de Cannes 2023
fue objeto de profusa especulación entre la prensa. Sí que
fue a arropar la película parte de su elenco protagonista
(Manolo Solo, Jose Coronado, Ana Torrent, María León y Helena
Miquel), pero que no estuviera Erice resultaba abiertamente
extraño, pues lo habitual es que los directores de los títulos
programados en la sección Cannes Première también acudan
al festival, como ha hecho Takeshi Kitano. ¿Qué había alejado
a Erice de Cannes?
Dispuesto a cortar con los rumores y especulaciones
sobre su ausencia, el director de El espíritu de la colmena
ha publicado una carta abierta en El País donde detalla
su versión de los hechos y culpa a la falta de comunicación
por parte del Festival de Cannes y su delegado general,
Thierry Frémaux, de que finalmente tomara la decisión de
no dejarse ver en la sala de cine de la Croisette.
Víctor Erice regresa a la grandeza del cine
con 'Cerrar los ojos'.
Contra lo esgrimido desde fuentes del certamen
afirmando que Cerrar los ojos no entró en la competición
por la Palma de Oro porque la película no estuvo terminada
hasta que se cerró la selección de títulos, Erice explica
que el 24 de marzo ya envió el corte final de Cerrar los
ojos al Comite de Selección del festival, a falta del etalonaje
digital y la mezcla de sonido final. "Daba cuenta fidedigna
no solo de la existencia de la obra, sino de su entidad
cinematográfica", afirma el cineasta, añadiendo que este
procedimiento es habitual. De hecho, afirma que por las
mismas fechas recibió una invitación desde la Quincena de
Cineastas para que su película fuera el filme inaugural
de esta prestigiosa muestra no competitiva que se celebra
en paralelo al Festival de Cannes. Thank you for watching
"De inmediato escribí a Thierry Frémaux para decirle que
si Cerrar los ojos no iba a ser seleccionada, me lo comunicara
con tiempo suficiente para poder así considerar las otras
opciones", escribe Erice. "Pero en ese tiempo de espera,
Frémaux nunca dio señales de vida. El comité de la Quinzaine
mantuvo su ofrecimiento durante semanas, hasta agotar el
tiempo de sus protocolos".
Erice no supo el destino de Cerrar los ojos
en la sección Cannes Première (creada en la edición de 2021
del certamen para acoger últimos trabajos de directores
importantes a los que no se ha dado acomodo en la competición)
hasta la comunicación pública de la programación de la 76ª
edición del Festival de Cannes el 13 de abril en rueda de
prensa. "El 28 de ese mismo mes comuniqué a Frémaux mi voluntad
de no asistir a su presentación", afirma Erice. "Lo que
me movió entonces poco tiene que ver con una reacción de
protesta o rechazo al no haber sido incluida mi película
en la competición", explica. "A la hora de decidir la première
mundial de Cerrar los ojos, entre dos interlocutores como
Thierry Frémaux y yo (director y coproductor de esa película),
que nos conocíamos desde hace ya algún tiempo, lo natural
hubiera sido el diálogo y la consulta. Es decir, la consideración
del otro". "Es justamente lo que he echado de menos en su
relación conmigo", concluye. "Y no para que me concediera
un favor o un privilegio, sino para que me diera la oportunidad
de valorar y elegir entre las otras alternativas que Cerrar
los ojos tenía".
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