“Escribí esta novela en el verano de 1960”, explicó Leonardo
Sciascia en 1972, al presentar una edición de Il giorno della
civetta, en español El día de la lechuza, en la colección
Lecturas para la escuela secundaria de la editorial Einaudi.
“Entonces el Gobierno no sólo se desinteresaba del fenómeno
de la mafia, sino que explícitamente lo negaba”, agregó. “La
sesión de la Cámara de los Diputados, representada en estas
páginas, con la respuesta del Gobierno a una interpelación
sobre el orden público en Sicilia, es sustancialmente cierta.
Y parece increíble, teniendo en cuenta que tres años después
se ponía en funcionamiento una comisión parlamentaria de investigación
sobre la mafia”. Han pasado 63 años desde la publicación de
la primera novela de Sciascia: el 9 de octubre de 1960 en
la revista Mondo Nuovo, aunque el libro en sí fue publicado
por Einaudi en 1961. Es, por tanto, el verdadero comienzo
de una asombrosa carrera literaria de un autor que en ese
momento tenía 39 años, y que hasta entonces había escrito
solo poemas, cuentos, ensayos y un boceto de autobiografía.
La poderosa Mafia siciliana, con intereses en la construcción,
muestra sus mecanismos para ejercer y mantener el poder. Un
honesto capitán de carabineros se enfrentará a ella, pese
a los peligros que ello conlleva. Crudo drama siciliano que
muestra sin tapujos los bajos fondos de la mafia. Con una
estructura de cine policial, "El día de la lechuza" se incluye
dentro de los parámetros del cine-denuncia italiano, un género
propio de los años 60 y 70 en el país transalpino. Es de destacar
la presencia de una bella Claudia Cardinale en sus mejores
momentos y de un efectivo Franco Nero, en este filme que parte
de una novela de Leonardo Sciascia.
Técnicamente no es el primer thriller italiano. Aparte de
una novela de Francesco Mastriani publicada en 1852 titulada
Il mio cadavere y algunos otros ejemplos del siglo XIX que
sin embargo son más novela negra que ficción detectivesca,
en la década de 1930 Augusto De Angelis había creado un comisario
De Vincenzi que, sin embargo, por un motivo específico como
es la restricción impuesta por el régimen fascista por la
cual sólo podía declarar culpables a los extranjeros, acabó
casi olvidado. De Vincenzi recuperó cierta popularidad en
1974 y 1977, gracias a dos series de televisión para la televisión
pública italiana (RAI) en las que Paolo Stoppa interpretaba
al detective. Por la misma razón de la prohibición del régimen
fascista de mostrar culpables a italianos, en 1940 Giorgio
Scerbanenco había creado un detective, Arthur Jelling, que
actuaba en Estados Unidos, mientras que en 1957 Quer pasticciaccio
brutto de Via Merulana de Carlo Emilio Gadda, en español,
está en efecto imbuido de humores populares romanos, pero
claramente con un interés que va más por el experimentalismo
del lenguaje y de la trama que por el mecanismo policial.
También de esta novela se hizo una película con un famoso
tema musical, y una serie de televisión.
Francesco Clemente Giuseppe Sparanero, más conocido por su
nombre artístico Franco Nero. En 1968 ganó el Premio David
de Donatello. Interpretó varios papeles cinematográficos desde
1962, pero fue su aparición en 1966, en el film del género
spaghetti western, Django, del director Sergio Corbucci, el
que lo lanzó a la fama.
El día del la lechuza es la primera novela policíaca italiana
en la que un detective italiano investiga un crimen italiano
con una intención que es una denuncia civil precisa. En la
novela se afirma con contundencia la existencia de una forma
de delincuencia organizada de la que hasta ese momento se
solía afirmar que era sólo “una invención de los periódicos”
o “de los continentales” (que es como los sicilianos y también
los sardos suelen llamar a los italianos de la península).
“En aquel momento existían investigaciones y estudios suficientes
sobre la mafia como para dar al Gobierno y a la opinión pública
nacional la información más precisa”, recordó Sciascia. “Aún
no publicada, aunque conocida por sus conclusiones, la investigación
parlamentaria sobre las condiciones económicas y sociales
de Sicilia (1875) y otra paralela, realizada por propia iniciativa
por dos jóvenes estudiosos, Leopoldo Franchetti y Sydney Sonnino
(quien luego iba a llegar, en 1906 y en 1910, a presidir el
Consejo de Ministros); los escritos de Napoleone Colajanni;
el ensayo de un exfuncionario de la Seguridad Pública, Giuseppe
Alongi, titulado Maffia; las memorias del exprefecto Cesare
Mori, que en los años del fascismo fue enviado a Sicilia para
reprimir, con plenos poderes, toda manifestación mafiosa”.
Sin embargo, según el minucioso examen del propio Sciascia,
“en cuanto a obras literarias, novelas, relatos, teatro, que
acceden e informan a un público más vasto mejor que el ensayo
y la investigación, había solamente dos: una popular, y era
muy conocida, que representaba a un mundo de pequeños mafiosos
de barrio —ladrones tiránicos y violentos, aunque no carentes
de sentimiento y susceptibles de redención— que se llamaba
I mafiusi di la Vicarìa (comedia en dialecto de Giuseppe Rizzotto
y Gaspare Mosca, donde la Vicaria era la cárcel de Palermo,
entonces tan famosa como hoy la de Ucciardone); la otra, Mafia,
escrita para el teatro, en italiano, por Giovanni Alfredo
Cesareo (profesor en la Universidad de Palermo, poeta y traductor
de Shakespeare), que representaba a una burguesía que asumía
la mafia casi como una ideología y la practicaba como regla
de vida, de las relaciones sociales, de la política”. Atención
a Shakespeare. Ese título sobre el ave de rapiña nocturna,
que tanto parece aludir a proverbios o rituales locales, está
tomado de un verso del Enrique VI. “Como la lechuza, cuando
de día aparece”.
Sciascia en una de las pocas imágenes que se conocen de su
estancia en Barcelona en 1982. La Barcelona de Leonardo Sciascia.
“Ambas obras”, recordó Sciascia, “cada una en su nivel,
eran una apología no de la mafia como asociación para delinquir
(que en ese sentido se negaba que existiese), sino de lo que
el mayor estudioso de las tradiciones populares sicilianas,
Giuseppe Pitre, llamaba «el sentir mafioso», es decir, de
una visión de la vida, de una regla de comportamiento, de
un modo de realizar la justicia, de administrarla, fuera de
la ley y de los órganos del Estado. Pero la mafia era, y es,
otra cosa: un «sistema» que en Sicilia contiene y mueve los
intereses económicos y de poder de una clase que, de modo
aproximado, podemos llamar burguesa; y que no surge y se desarrolla
en el «vacío» del Estado (o sea cuando el Estado, con sus
leyes y funciones, es débil o falta) sino «dentro» del Estado.
La mafia, en suma, no es sino una burguesía parasitaria, una
burguesía que no emprende sino que solamente explota”. Y aquí
Sciascia anuncia la distinción entre “sociedades extractivas”
y “sociedades inclusivas”, que es la base del famoso análisis
sobre “por qué los países fracasan” formulado en 2012 por
Daron Acemoglu.
En resumen, la mafia siciliana como un caso particular de
un modelo más general de élites dominantes que bloquean el
desarrollo precisamente porque están interesadas principalmente
en “extraer” recursos de las empresas, en lugar de hacerlas
despegar. Precisamente porque el problema va más allá de la
contingencia del partido que ese momento gobierna, Sciascia
en su libro se cuida de no concentrar responsabilidades en
una parte política en particular, sino de relatar la realidad
en toda su complejidad. “Son los comunistas los que inventan
que hay algo que se llama la mafia”, es la tesis que los “malos”
de la historia intentan repetir. Pero Sciascia aclara que
Salvatore Colasberna, el presidente de una pequeña empresa
constructora cuyo asesinato da inicio a la historia, es en
realidad un socialista, mientras que el capitán Bellodi, un
detective implacable, es un emiliano de Parma ex-partisano
y de familia republicana. El personaje está basado en el comandante
de los Carabinieri (policía militarizada) de Agrigento Renano
Candida, que había sido partisano, y que llegó a general.
Había escrito un ensayo sobre la mafia que Sciascia había
publicado y reseñado en 1957, de donde surge la amistad entre
los dos y la información de primera mano que subyace en la
novela.
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Excelentísimos cadáveres (título original: Cadaveri
eccellenti) es una película franco-italiana dirigida por Francesco
Rosi y estrenada en 1976. Es adaptación de la novela titulada
Il Contesto de Leonardo Sciascia, que fue publicada en 1971.
La cinta está incluida entre los 100 film italiani da salvare,
una lista de 100 películas italianas creada por el Festival
Internacional de Cine de Venecia de 2008 en colaboración con
Cinecittà y con el apoyo del Ministerio de Cultura italiano,
con el objetivo de reunir "las cien películas que han cambiado
la memoria colectiva del país entre 1942 y 1978".
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Bellodi-Candida en el libro explica claramente que para golpear
a la mafia hay que imitar el método que se usó en Estados
Unidos con Al Capone, o sea, comprobar el flujo de dinero
e impuestos. En resumen, el método que luego convertirá al
juez Giovanni Falcone en el enemigo más mortífero de la mafia,
que lo asesinará en 1992 en el atentado que pasó a la historia
como la Masacre de Capaci. El mafioso que habla con un político
que tiene que ser demócrata cristiano protesta. “¿Se ha escuchado
alguna vez a un esbirro hablar así a un hombre de bien? Es
un comunista, sólo los comunistas hablan así”. Pero el demócrata
cristiano responde: “Por desgracia, no solamente los comunistas,
también en nuestro partido los hay que hablan así… Si supieses
la batalla que debemos mantener día tras día, hora tras hora…”.
“Lo sé, pero yo lo tengo claro: también ellos son comunistas”.
“No son comunistas”. Para encubrir el primer crimen, otros
dos ocurren, y en cierto momento el capitán arresta al padrino
Don Mariano Arena. El propio Don Mariano le da al capitán
un discurso destinado a permanecer en la memoria colectiva.
La traducción de ciertos términos es complicada, por lo
que quizás sea útil dejar el original en italiano antes de
proponer la traducción de Juan Ramón Azaola, que hemos utilizado
hasta ahora. “Io ho una certa pratica del mondo; e quella
che diciamo l’umanità, e ci riempiamo la bocca a dire umanità,
bella parola piena di vento, la divido in cinque categorie:
gli uomini, i mezz’uomini, gli ominicchi, i (con rispetto
parlando) pigliainculo e i quaquaraquà… Pochissimi gli uomini;
i mezz’uomini pochi, ché mi contenterei l’umanità si fermasse
ai mezz’uomini… E invece no, scende ancor più giù, agli ominicchi:
che sono come i bambini che si credono grandi, scimmie che
fanno le stesse mosse dei grandi…E ancora più giù: i pigliainculo,
che vanno diventando un esercito… E infine i quaquaraquà:
che dovrebbero vivere come le anatre nelle pozzanghere, ché
la loro vita non ha più senso e più espressione di quella
delle anatre…”. Así fue traducido por Azaola: “Yo —prosiguió
don Mariano— tengo una cierta práctica del mundo; y lo que
llamamos humanidad, y se nos llena la boca al decir humanidad,
hermosa palabra llena de viento, la divido en cinco categorías:
los hombres, los mediohombres, los hombrecillos, los, hablando
con respeto, tomaporculo y los cuacuacuá… Hombres hay poquísimos;
mediohombres, pocos, pues ya me daría yo por contento si la
humanidad se agotara con los mediohombres… Pero no, sigue
descendiendo hasta los hombrecillos, que son como los niños
que se creen mayores, monos que hacen los mismos gestos que
los mayores… Y, todavía más abajo, los tomaporculo, que se
están convirtiendo en un ejército… Y por fin los cuacuacuá,
que deberían vivir como los patos en las charcas, pues su
vida no tiene mayor sentido ni mayor expresión que la de los
patos…”. “Usted, aunque me clave sobre estos papeles como
a un Cristo, usted es un hombre…”, explica el padrino. Porque
el capitán respeta las reglas y garantías, y no tortura a
los presos como le sucedió al propio Don Mariano durante el
fascismo en la época del prefecto Mori.
El spaghetti western, conocido también como
western europeo o eurowestern, es un subgénero particular
del western creado y desarrollado por directores italianos,
que estuvo de moda en los años 1960 y 1970 y que se caracteriza
por tener producciones europeas, en contraste con las películas
tradicionales del género que se filmaban en los Estados Unidos.
Pásate por la sección ad hoc.
Y aquí el discurso de Sciascia se vuelve aún más complejo.
Por un lado, de hecho, admite que muchos en Sicilia todavía
recuerdan favorablemente el fascismo debido a su enérgica
acción contra la mafia. Por otro lado, sin embargo, reivindica
las razones de lo que en italiano se llama “garantismo”: el
más escrupuloso respeto a las garantías jurídicas de los incriminados.
Incluso en la lucha contra un flagelo como el de la mafia:
de hecho, en italiano la palabra “garantismo” nació precisamente
en la polémica con esa sensibilidad y práctica generalizada
según la cual a la hora de luchar contra la mafia, el terrorismo
o la corrupción, tal vez con alguna “garantía”, también se
podía hacer la vista gorda. Son los mismos motivos que llevarán
a Sciascia convertirse en diputado del Partido Radical, después
de haber sido concejal del Partido Comunista Italiano que
en la lucha contra los “flagelos” antes mencionados tendía
a proponer un rigorismo jacobino. Poco antes de su muerte,
en nombre de estos principios, Leonardo Sciascia atacará a
los que llama “los profesionales antimafia”. En primer lugar
el alcalde de Palermo Leoluca Orlando. Por este motivo, se
lanzará contra él la infame etiqueta “quaquaraquà”, que El
día de la lechuza había popularizado.
“El capitán sintió la angustia en la que la ley le obligaba
a moverse; al igual que sus suboficiales, anheló disponer
de un excepcional poder, una excepcional libertad de acción;
un codicioso anhelo que siempre había condenado en sus brigadas.
Una excepcional suspensión de las garantías constitucionales
en Sicilia durante algunos meses y el mal quedaría extirpado
para siempre. Pero le vinieron a la memoria las represiones
de Mori, el fascismo, y recuperó la mesura de sus propias
ideas, de sus propios sentimientos. No obstante, su cólera
persistía, una cólera de hombre del norte que abarcaba a Sicilia
entera: esa región que en la dictadura fascista había sido
la única en Italia que había conseguido alguna libertad, la
libertad que reside en la seguridad de vida y de bienes”.
“«Y ésta es quizá la razón por la que en Sicilia», pensaba
el capitán, «hay tantos fascistas: no es que ellos hayan visto
el fascismo solamente como una payasada y nosotros, desde
el ocho de septiembre, lo hayamos sufrido como una tragedia,
no es sólo eso; es que en el estado en el que se encontraban
les bastaba con una sola libertad, y con las otras no sabían
ni qué hacer.»”
Claudia Giuseppina Rose Cardinale, más conocida como Claudia
Cardinale, es una actriz italiana nacida en la capital de
Túnez cuando ese país aún era un protectorado francés. Sus
padres eran oriundos de la isla de Sicilia.
En el libro, Bellodi será trasladado después al norte, donde
leerá en los periódicos enviados por un carabiniere de Sicilia,
que el castillo probatorio fue desmantelado gracias a una
coartada de hierro construida por personajes muy respetuosos:
el trabajo, por supuesto, de políticos interesados en proteger
su posición. El libro Il Giorno della Civettaen 1968 se convertirá
en una película dirigida por Damiano Damiani y con un elenco
internacional de primer orden. Franco Nero hace Bellodi, Don
Mariano es el gran actor de personajes de Hollywood, Lee J.
Cobb, la viuda Rosa es Claudia Cardinale, el delator Parrinieddu
es el francés Serge Reggiani, el principal Pizzuco es el israelí
Nehemiah Persoff, el asesino Zecchinetta es el director y
guionista Tano Cimarosa. La trama se amplía y complica, en
cierto punto en señal de respeto. Don Mariano salva al capitán
del atentado que algunos de sus “picciotti” (soldados de la
mafia) le habían preparado, sin avisarle. Se censura la famosa
frase, convirtiendo a los “pigliainculo” en “ruffiani”. La
versión española de la película traduce en “rufianes”, dejando
después el término original “quaquaraquà”. Por otro lado,
al final con solo observar al nuevo capitán en el balcón,
Don Mariano concluye: “Es un quaquaraquà”. La complejidad
política también se simplifica mostrando simplemente a Don
Mariano entrando en una sede de la Democracia Cristiana. Y
el garantista Bellodi, de quien no se dice que fue partisano,
adquiere métodos más enérgicos en la pantalla, no precisamente
como un escrupuloso observador de los procedimientos.
¿Podemos plantear la hipótesis de que el choque entre Sciascia
y Orlando se vea ensombrecido por las diferencias entre el
Bellodi de papel y el Bellodi de celuloide? Eso sí, Damiani
es el director que más sabe sobre la mafia. Rodará una larga
saga sobre ella, titulada La Piovra. Y revisando hoy Il Giorno
della Civetta de Damiani, es difícil no pensar también en
el comisario Montalbano. Al igual que el Bellodi de papel,
el personaje de Andrea Camilleri está con el corazón a la
izquierda, o en todo caso del lado de los débiles contra los
matones. Al igual que el Bellodi de celuloide, y también como
ese Maigret del que Camilleri se había ocupado de la transposición
en la televisión italiana, tiene métodos de duro “derechista”,
por lo que las garantías jurídicas no son importantes. Lo
que probablemente a Sciascia no le hubiera gustado demasiado.
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