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La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) ha inspirado muchas películas
y, entre ellas, algunas se centran en las figuras de Hitler y Mussolini
y en el impacto que tuvieron sus ideologías políticas en la sociedad
de la época. La persecución de los judíos por parte de los nazis
ha inspirado multitud de películas. Una de las más famosas e impactantes
es este film dirigido por Steven Spielberg. La lista de Schindler
nos cuenta la historia de Oskar Schindler, un exitoso empresario
con contactos entre los altos cargos nazis, que aprovecha la necesidad
de recursos producida por la guerra para emplear a cientos de judíos
en su fábrica. Al principio ignora la realidad, pero poco a poco
irá tomando consciencia de lo que representa la persecución de los
judíos y tomará cartas en el asunto para ayudarles.
La vida es bella trata un tema muy dramático al mismo tiempo que
nos hace sonreír, para recordar que el optimismo y el humor siguen
existiendo incluso en las peores circunstancias. Con El hundimiento
el actor Bruno Ganz se pone en la piel de Adolf Hitler en una impresionante
película que reconstruye los últimos días del Tercer Reich.
Con diferentes enfoques, hemos visto retratados aquellos años
de locura.
Jojo "Rabbit" Betzler (Roman Griffin Davis) es un solitario niño
alemán perteneciente a las Juventudes Hitlerianas que ve su mundo
puesto patas arriba cuando descubre que su joven madre Rosie (Scarlett
Johansson) esconde en su ático a una niña judía (Thomasin McKenzie).
Con la única ayuda de su mejor amigo imaginario, el mismísimo Adolf
Hitler (Taika Waititi), Jojo deberá afrontar su ciego nacionalismo
con las contradicciones de una guerra absurda.
En esta famosa película italiana, Marcello Mastroianni y Sophia
Loren interpretan a dos vecinos que se quedan solos en un bloque
de pisos mientras el resto de la gente se ha ido a ver el desfile
fascista con motivo de la visita de Hitler a Mussolini. Al principio
de la película se reproducen imágenes reales de ese encuentro entre
los dos dictadores. Durante esa jornada, los dos vecinos establecerán
contacto y la mujer, cuyo marido es un seguidor de Mussolini, descubrirá
que su nuevo amigo forma parte de una lista negra del régimen fascista
por sus preferencias sexuales y sus ideas.
El jardín de los Finzi-Contini (Il giardino dei Finzi-Contini)
es una película italiana del año 1970 basada en la novela homónima
de Giorgio Bassani, La película, que fue dirigida por Vittorio de
Sica y contó con la actuación de Lino Capolicchio, Dominique Sanda
y Helmut Berger, fue premiada con el Oso de Oro en el Festival de
Berlín de 1971, el Premio David de Donatello a la mejor película
el mismo año y el Óscar a la mejor película de habla no inglesa
en 1972, habiendo sido también candidata al Óscar al mejor guion
adaptado.
La película sigue con bastante fidelidad la trama
de los capítulos centrales de la novela original, prescindiendo
en buena medida de la primera parte, centrada en la infancia de
los protagonistas, y por completo del prólogo y el epílogo, que
se desarrollan catorce años después de los hechos principales. El
guion fílmico se centra en los años de la Segunda Guerra Mundial,
aprovechando la anécdota argumental de un amor juvenil frustrado
para señalar el clima de pasividad y sumisión con que las familias
judías acomodadas de Italia afrontaron el fascismo y la creciente
persecución racial, en la medida en que, ligadas a los valores liberal-conservadores
de la era prefascista y conscientes de sus privilegios de clase,
sencillamente no podían creer que fueran a ser perseguidas en su
propio país por la sola razón de un credo o un origen racial diferentes.
El jardín de los Finzi-Contini fue la primera aparición estelar
de Dominique Sanda en Italia y uno de los primeros papeles de Helmut
Berger en un largometraje, después de su debut con Visconti en La
caída de los dioses. Ambos actores hubieron de ser doblados al italiano
por actores de esta nacionalidad.
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Dora Werzberg, también conocida como Dora Amelan fue
una enfermera y trabajadora social francesa. En 1942, rescató a
niños judíos a través de Œuvre de secours aux enfants (OSE). Trabajó
en el Campo de Rivesaltes y el campo de internamiento de Gurs, y
cuidó a niños que habían sobrevivido a los campos de concentración
nazis.
Marguerite Higgins fue una periodista estadounidense
reconocida como corresponsal de guerra. A mediados de los años 40
realizó la cobertura de la liberación en los campos de concentración
de Buchenwald y Dachau y en los años 50 era una de las periodistas
más famosas del mundo por sus trabajos en la Guerra de Corea que
le supuso ganar el premio Pulitzer, la única mujer entre los seis
reporteros condecorados por su cobertura.
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Ser o no ser (To Be or Not to Be) es una película
cómica estadounidense de Ernst Lubitsch estrenada en 1942. El guion,
escrito por Lubitsch y Edwin Justus Mayer, adapta un relato de Menyhért
Lengyel. En la película actuaron Carole Lombard, Jack Benny, Robert
Stack, Felix Bressart, Lionel Atwill, Stanley Ridges y Sig Ruman.
El título hace referencia al monólogo de la tragedia Hamlet de William
Shakespeare. La película se estrenó dos meses después de que su
protagonista Carole Lombard muriera en un accidente de aviación.
En 1983, Alan Johnson dirigió una nueva versión cinematográfica
(Soy o no soy) protagonizada por Mel Brooks y Anne Bancroft.. En
2008, Bollywood realizó una nueva versión cinematográfica.
El gran dictador (The Great Dictator) es una película
estadounidense de comedia dramática, estrenada en 1940, con guion,
dirección y actuación de Charles Chaplin. Chaplin era el único cineasta
en Hollywood que seguía realizando películas mudas cuando el sonido
ya estaba plenamente implantado en el cine, y esta fue su primera
película sonora. La obra es una feroz y controvertida condena del
nazismo, del fascismo, del antisemitismo y de las dictaduras del
alemán Adolf Hitler, el italiano Benito Mussolini, así como las
dictaduras en general. En el momento de su estreno, los Estados
Unidos todavía no habían entrado en guerra con la Alemania nazi.
Chaplin desempeña ambos papeles principales, el de
un despiadado dictador nazi y el de un barbero judío perseguido.
El gran dictador fue popular entre el público, y fue la película
de mayor éxito comercial de Chaplin. Los críticos modernos también
la han elogiado como una película históricamente significativa y
como una importante obra de sátira. También se ha señalado que el
barbero judío guarda muchas similitudes con el personaje más famoso
de Chaplin: el vagabundo Charlot. Aunque no se específica si se
trata de él o no, generalmente se considera que esta película es
la última de Charlot. El largometraje fue propuesto como candidato
a cinco premios en la 13.ª edición de los Óscar, incluido el de
Mejor Actor para Chaplin, pero ninguno se llevó. En su autobiografía
de 1964, Chaplin declaró que no podría haber hecho la película si
hubiera sido consciente de la magnitud de los horrores de los campos
de concentración nazis en ese momento. Se discute si ésta es la
última película de Charlot; de ser así, sería la primera en la que
habla, ya que en Tiempos modernos solo se le oye cantar.
Ambas producciones tuvieron pegas de Hollywood ya
que ponian en peligro el mercado alemán. El mago de la comedia
Ernst Lubitsch firmó en 1942 ‘Ser o no ser’, una comedia sobre un
grupo de actores que se ven implicados en la resistencia contra
el invasor en la Polonia ocupada por los nazis. El resultado fue
cuestionado por su posible insensibilidad, pero terminó convirtiéndose
en un clásico del cine.
Significarse o no significarse en la causa antifascista
fue una fuente de problemas en Hollywood cuando la Alemania nazi
conquistaba la Europa continental. Más de un cineasta podría haber
mantenido dudas hamletianas durante varios años. En 1938 se estrenó
Bloqueo, una llamada fílmica a apoyar la república española, entre
un cierto clima de incomodidad de la industria. Los mercados alemán
e italiano suponían cerca de un tercio de los ingresos internacionales
para las majors de Hollywood, y sus ejecutivos querían evitar posibles
boicots al cine estadounidense en los dos países… y en el número
creciente de territorios que estos invadían.
Lubitsch fue supervisor de la Paramount, lo que aprovechó
para ofrecer su primera oportunidad a jóvenes promesas que huían
de Europa ante el antisemitismo nazi, como Billy Wilder y Otto Preminger.
La apuesta de Warner Brothers por las películas explícita
o implícitamente contrarias a la Alemania hitleriana no cambió las
cosas de manera abrupta. Jack Warner y compañía se avanzaron al
que sería el clima del Hollywood en guerra mediante Confesiones
de un espía nazi (1939), un thriller de miedo a la infiltración
germana en territorio estadounidense que generó un conflicto diplomático,
pero la toma de partido por parte de la industria audiovisual era
cuestión de tiempo. El alineamiento gubernamental con la intervención
militar, cada vez más evidente, empujaba a los estudios a abandonar
paulatinamente el aislacionismo. Que la Alemania nazi vetase las
producciones estadounidenses en agosto de 1940 quitó sentido a ese
pactismo. Y el ataque japonés a la base militar de Pearl Harbor
terminó de cambiar las cosas.
Pocos meses después de la entrada oficial de los Estados
Unidos en la Segunda Guerra Mundial se estrenó Ser o no ser. Esta
comedia ubicada en la Polonia ocupada trataba de un grupo de actores
de teatro que intentaban sobrellevar la invasión, pero que se veían
involucrados de manera creciente (y no del todo voluntaria) en la
resistencia. Inicialmente, actuaban para proteger a las familias
de conciudadanos que combatían en el exilio, pero las cosas se complicaban
más, y más y más: disfraces, persecuciones, momentos de farsa con
cadáveres y sus perillas, e incluso la planificación de un supuesto
atentado contra Hitler.
Se denomina «toque Lubitsch» a la habilidad que tenía
el cineasta alemán de sugerir más de lo que mostraba. Consiste en
la inteligencia del espectador, ya que el director sugiere un concepto
y es el espectador quien llega a imaginarlo mediante esta sugerencia.
El «toque Lubitsch» era un concepto que muchas personas conocían,
pero que nadie lograba explicar. Tan solo Ernst Lubitsch sabía en
qué consistía exactamente.
Le sirvió para evitar la censura y exponer
el nazismo en Ser o no ser.
El autor de Ser o no ser, el germano Ernst Lubitsch,
era uno de los referentes cómicos de Hollywood. No era un exiliado
(su traslado a los Estados Unidos había sido un asunto profesional),
ni se le consideraba una persona especialmente politizada, pero
no necesitaba ser aleccionado sobre la amenaza que suponía el nazismo.
Según su biógrafo Scott Eyman, el cineasta ya había percibido el
fuerte antisemitismo ambiental en una visita al antiguo hogar en
1932, e incluso dejó entrever su malestar a través de unas inconcretas
declaraciones a la prensa. En 1935, se le retiró la ciudadanía alemana
por su origen hebreo. Las señales de alarma fueron suficientes como
para que el cineasta preparase la emigración de varios familiares.
El infalible, o casi infalible, maestro del humor fílmico tuvo que
afrontar un cuestionamiento inusualmente duro de su juicio cómico.
El poseedor del ‘toque Lubitsch’, capaz de jugar habilidosamente
con los límites marcados por la censura, tuvo que afrontar críticas
al supuesto mal gusto del proyecto. ¿Era adecuado satirizar al nazismo
a través de la comedia? ¿Era razonable ambientar la ficción en un
país real con su drama real como la Polonia ocupada? ¿E incluir
bromas sobre la rapidez de las autoridades ocupantes ejecutando
detenidos? Todo es cuestionable desde algún punto de vista, y la
confección de una comedia sobre el nazismo no es precisamente la
excepción a esta regla. Ambientar la ficción en Polonia podía resultar
doloroso, pero localizarla en un país imaginario hubiese parecido
un gesto escapista. Y no tratar las ejecuciones de población civil
en los territorios invadidos podría interpretarse como una muestra
de tacto o como una ocultación.
Algunas de las críticas pudieron partir de una politización
sobrevenida. El silencio de la mayoría de Hollywood ante las atrocidades
hitlerianas, o la visión simpática del nazismo que aparecía en obras
de años anteriores (como el misterio pop Charlie Chan at the Olympics),
no había incomodado a algunos de los comentaristas indignados ante
Ser o no ser. En realidad, el resultado parecía llevar a buen puerto
la doble intención del realizador: ridiculizar al enemigo nazi (aunque
resultase cuestionable, también, la decisión de representar a la
mayoría de los fascistas como personajes más grotescos que amenazantes)
y también ridiculizar la vanidad de unos artistas que pueden sentir
que su arte es más importante que la situación del mundo. En una
de las escenas del filme, la protagonista femenina encarnada por
Carole Lombard aparece con un espectacular vestido de noche que
pretende llevar en una escena de torturas en un campo de concentración,
ante la estupefacción de un dramaturgo más concienciado. La misma
existencia de la película podía interpretarse en este mismo sentido:
como una construcción frívola sobre una tragedia de dimensiones
colosales. Con todo, cumplía su función de una cierta llamada a
la acción antifascista. E incluía algunas puyas que podían entenderse
en clave autocrítica. Las autoridades polacas censuran la obra que
está a punto de estrenar la compañía teatral de los protagonistas
para no ofender a Hitler e intentar evitar confrontaciones, como
habría defendido el Hollywood mainstream solo unos meses antes del
rodaje del filme.
La enorme mortandad derivada de la Segunda Guerra
Mundial era evidente, pero el mundo de 1942 todavía no conocía el
alcance del horror nazi: el holocausto judío, el asesinato masivo
de población romaní, las limpiezas étnicas en la Europa Oriental
expresadas en obras como Ven y mira... Quien sí tuvo que hacer humor
para una audiencia plenamente consciente de esas realidades fue
el cómico Mel Brooks (La loca historia del mundo), impulsor de un
remake de Ser o no ser en los años 80 del siglo pasado. El empeño
ya resultaba atrevido en clave estrictamente cinéfila, porque el
original se había convertido en un hito de la comedia estadounidense,
pero el peso de la historia real lo convertía en algo casi temerario.
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El imperio del sol (en inglés: Empire of the Sun)
es una película bélica estadounidense de 1987 producida y dirigida
por Steven Spielberg y basada en la novela homónima de J. G. Ballard,
de 1984. Está protagonizada por Christian Bale, John Malkovich,
Miranda Richardson y Nigel Havers. La película narra la historia
de Jamie “Jim” Graham, un niño británico que durante la Segunda
Guerra Mundial pasa de vivir en una familia acomodada en Shanghái
(China) a convertirse en prisionero de guerra en un campo de prisioneros
japonés.
La película se rodó en los Elstree Studios de Inglaterra
y en locaciones en Shanghái y España. Spielberg escogió la localidad
gaditana de Trebujena para reproducir el campo de internamiento
japonés del río Wusong. Allí, en la finca 'Alventus', en las Marismas
del Guadalquivir, el director estadounidense levantó una estación
de tren, un aeropuerto, un estadio olímpico y un campo de concentración
japonés con su hospital.
Notables actores que desempeñaron pequeños papeles
en el film son: Leslie Phillips, Burt Kwouk, Robert Stephens, Emily
Richard, Paul McGann, y Ben Stiller, con Masato Ibu y Guts Ishimatsu
como soldados japoneses. El autor de la novela, J. G. Ballard, hizo
un cameo en la escena de la fiesta de disfraces. Stiller concibió
la idea de Tropic Thunder actuando para El imperio del sol.
Spielberg aclarando unas cosillas ...
Warner Bros. adquirió los derechos del libro con la
intención de que la película fuera dirigida por Harold Becker y
producida por Robert Shapiro. Tom Stoppard escribió el primer borrador
del guion con una breve colaboración del autor del libro original,
J. G. Ballard. Becker abandonó el proyecto y David Lean fue traído
como director, con Steven Spielberg como productor. Lean explicó:
"Trabajé en la película por un año y al final dejé el proyecto porque
me parecía demasiado parecido a un diario. Estaba muy bien escrito
y era interesante, pero se lo cedí a Steven".
Spielberg, por su parte, señala que "desde que leí
la novela de J. G. Ballard, secretamente yo quería dirigir su adaptación".
Spielberg consideró el proyecto como algo muy personal. De niño
su película favorita era El puente sobre el río Kwai, de David Lean,
que también se desarrolla en un campo de prisioneros japonés. La
fascinación de Spielberg por la Segunda Guerra Mundial y la aviación
de esa época fue estimulada por las historias de su padre sobre
sus experiencias como radio operador a bordo de los bombarderos
B-25 Mitchell en las batallas de China, India y Birmania en la Segunda
Guerra Mundial. Spielberg contrató a Menno Meyjes para que hiciera
una versión privada del guion antes de encargar a Stoppard la definitiva.
También declaró que “ésta es su película más humana”.
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Hanni, Cioma, Ruth y Eugen. Cuatro jóvenes alemanes que sobrevivieron
las carencias y prohibiciones en Berlín durante el momento más difícil
de la Segunda Guerra Mundial. Vivían en distintos barrios de la
capital alemana y sus contextos familiares eran muy diferentes,
sin embargo, compartían un secreto: los cuatro eran judíos y lograron
sobrevivir, exponiéndose al extremo, tanto que se hicieron invisibles.
En febrero de 1943 el régimen nacional socialista declaró que Berlín
ya era una capital libre de judíos. Lo cierto fue que en ese mismo
momento unos 7000 habían conseguido pasar a la clandestinidad, cifra
que se redujo ostensiblemente hasta los 1500 sobrevivientes finales.
Viena, avanzados los años 30. Victor Kaufmann, hijo de un rico
y cosmopolita matrimonio judío, trabaja en la galería de arte de
su padre. Rudi Smekal es su mejor amigo, son inseparables desde
la infancia. También la novia de Víctor, la atractiva Lena, es amiga
de Rudi. En una ocasión, Victor le muestra a su amigo un secreto
familiar bien guardado: un dibujo de Miguel Ángel que se creía perdido.
Pero lo terrible es que, al mismo tiempo, se entera de que Rudi
es, desde hace tiempo, miembro del partido nazi y que tiene la esperanza
de que la anexión de Austria por Alemania favorezca su carrera dentro
del nazismo. Viena está, pues, a punto de convertirse en una ratonera
para los Kaufmann.
Inspirado en una historia real, narra cómo en los últimos meses
de la II Guerra Mundial, en Hungría, un joven judío roba un uniforme
nazi y se hace pasar por un oficial alemán para intentar salvar
a su familia y a otros judíos.
Franz y Fani Jägerstätter son un feliz matrimonio que vive con
sus tres hijas en su granja alpina en Sankt Radegund, Austria. Son
campesinos, viven y trabajan rodeados de un impresionante paisaje
montañés. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, los hombres
comienzan a respaldar el nazismo, pero Franz no se deja arrastrar
por la corriente mayoritaria. Se resiste a prestar juramento a Hitler
y se convierte en el primer objetor de un mundo de ferviente nacionalismo
y creciente ideología de odio. El amor incondicional de su esposa
y su fe inquebrantable, se convertirán en sus principales aliados
para afrontar las graves repercusiones que su decisión provocará.
Más de actualidad que nunca, Sergei Loznista nos traslada al Kiev
ocupado por los nazis para contarnos uno de los episodios más negros
de la 2a guerra mundial.
Es el Frente Oriental, 1944. Los rusos están empujando el Ejército
alemán hacia atrás a través de Rumania. El mayor Kurt Fleischer,
comanda una tropa de élite de soldados alemanes y recibe la orden
de escoltar a una científica en un bosque misterioso detrás de las
líneas enemigas para recuperar una antigua reliquia. Como sus hombres
comienzan a desaparecer en extrañas circunstancias, Fleischer se
da cuenta de que la científica es parte del departamento de ocultismo
de Himmler y hay algo en el bosque que es mucho más letal que los
rusos.
Roma, 1943. Fulvio está cubierto de pelo de la cabeza a los pies;
Matilde es tan eléctrica que enciende las bombillas metiéndoselas
en la boca; Mario sufre de enanismo; Cencio escupe luciérnagas y
cambia la forma de los insectos. E Israel es el dueño y director
del circo que los acoge a todos, como una familia sui generis. Pero
una explosión les roba su hogar-refugio y los arroja en medio de
la Segunda Guerra Mundial, siendo criaturas extraordinarias enfrentadas
al horror.
Aquellos que vivís seguros en vuestras cálidas casas, que volvéis
por la noche para encontrar comida caliente y caras amables, imaginaos
a un hombre que trabaja en el lodo, que no conoce la paz, que lucha
por un mendrugo de pan, que muere por un sí o por un no, y reflexiona
en que todo esto ocurrió”. Estas son las devastadoras palabras del
escritor y químico italiano de origen judío Primo Levi que cierran
“La tregua” (1997). El icónico actor John Turturro encarna al escritor
en esta historia de supervivencia basada en la novela homónima del
propio Levi.
La película del premiado cineasta Francesco Rosi narra la historia
de los prisioneros liberados en enero de 1945 del campo de concentración
de Auschwitz y la larga odisea en la que se convirtió su regreso
a casa. Sometidos a la enfermedad, la muerte, el hambre, las torturas,
las violaciones, la miseria. Pero las guerras, tristemente, siguen
existiendo hoy en día, también sus consecuencias.
La Convención de Ginebra se adoptó por Naciones Unidas en el contexto
internacional de un mundo devastado por las consecuencias de la
II Guerra Mundial, que había generado el éxodo de millones de personas
refugiadas. Hoy en día, el contexto es distinto en Europa, pero
permanece intacta en muchas regiones del mundo la necesidad de huir
y obtener amparo para muchos y muchas ciudadanos/as desprovistos/as
de sus derechos más elementales. Hace pocos años, en 2015, la realidad
de las personas refugiadas volvió a situarse por algún tiempo en
el primer plano de la actualidad, especialmente con la llegada en
solo ese año de alrededor de un millón de personas a Europa en busca
de protección, en un importante movimiento internacional de personas
provocado por la situación de guerra e inestabilidad política que
se estaba viviendo en distintos países de Oriente Medio, Asia Central
o el Cuerno de África, como Siria, Iraq, Afganistán, Somalia o Eritrea.
Actualmente, se calcula que más de 79,5 millones de personas en
el mundo viven una situación de desplazamiento forzoso.
Publicaron por primera vez un documento con una lista de
residentes del exterminado pueblo bielorruso de Jatín. La
compilación de los hechos de este crimen de guerra se presentó
el 26 de mayo de 1969 en Logoisk. Contiene la fecha de la
quema, el número de asesinados, y revela la participación
de seguidores del nazismo procedentes de Ucrania. Una fotocopia
del acta de la comisión, con una lista de residentes del pueblo
bielorruso de Jatín, que estaba a 54 kilómetros al noroeste
de Minsk y fue exterminado hace 80 años, está a disposición
de Sputnik. La verificación reveló que Jatín fue incendiado
el 22 de marzo de 1943 a las 14:00 horas por los seguidores
de los nazis ucranianos.
"Incendiaron veintiséis casas con dependencias. Arrojaron
a todos los habitantes al granero de la granja colectiva,
lo rociaron con mezclas inflamables y lo incendiaron; a los
que intentaron escapar los fusilaron. Quemaron a un total
de 149 civiles soviéticos", detalla el documento.
La lista contiene nombres de miembros de 25 familias que
murieron hace 80 años (una casa estaba deshabitada). El más
joven, Tolik Iáskevich, tenía solo siete semanas. En el incendio
murieron 149 personas, entre ellas 75 niños.
Escultura del «hombre erguido», en el memorial de Jatín.
La escultura retrata a Yuzif Kaminski, el único adulto que
sobrevivió a la masacre, sosteniendo a su hijo muerto Adam.
El pueblo de Jatín se situaba a 54 kilómetros al noroeste
de Minsk. El 22 de marzo de 1943, los nazis y sus subordinados
del 118.º batallón de la policía de seguridad ucraniana metieron
a todos los habitantes de Jatín en un granero de una granja
colectiva y los quemaron vivos.
El 118 Batallón de Policía ucraniano, que destruyó esta aldea
bielorrusa de Jatín hace 80 años, fue formado por los nazis
en octubre de 1942 en Kiev. No obstante, durante la época
soviética, la versión oficial responsabilizó a los nazis de
este acto de genocidio, mientras que la implicación de las
tropas punitivas ucranianas fue silenciado. Entre los nuevos
documentos también se encuentra una copia del interrogatorio,
llevado a cabo a finales de abril de 1974, de un miembro del
118 Batallón, Grigori Dumich (alias Mijaíl Iánkovski), nacido
en la región de Lviv. Dumich ingresó en la policía ucraniana
en agosto de 1942, en Kiev ocupada por los nazis. "Al mismo
tiempo, otros acudían a la policía en Kiev. En total vinieron
50 personas", recordó Dumich. A los reclutas, que fueron ubicados
en barracones militares, les concedieron uniformes lituanos
y letones, también recibieron fusiles rusos con munición,
añadió. "Cuando recibimos uniformes y armas, salíamos diariamente
de los cuarteles a las afueras de Kiev para hacer ejercicios.
Nos entrenaban en instrucción, manejo de armas, desmontaje
y montaje ... Nuestro entrenamiento duró un mes y medio, desde
aproximadamente la mitad de agosto hasta finales de septiembre
de 1942", recordó.
Iglesia de San Andrés de Kiev.
A principios de octubre de 1942, hubo una reorganización
con otras dos compañías de policías, como la de Dumich, después
de la que se formaran tres compañías: la primera, la segunda
y la tercera. De estas tres compañías se formó el 118 Batallón
de Policía Ucraniano, relató. Según él, el batallón llegó
a contar con 300 hombres. "Aproximadamente una semana después
de la organización del 118 Batallón llegó el comandante Konstantín
Smowski. Fui asignado a la primera compañía, primer pelotón,
como comandante de la tercera sección, estas funciones las
desempeñé hasta principios de 1943", declaró Dumich. El 118
Batallón de Policía ucraniano se formó sobre la base de una
formación paramilitar, el batallón de Bukovina, de la Organización
de nacionalistas ucranianos, organización extremista prohibida
en Rusia, creada en julio de 1941 e implicada en la ejecución
masiva de judíos en Babi Yar.
Monumento actual erigido en el sitio de la masacre de Babi
Yar. Babi Yar es un barranco en las afueras de Kiev, capital
de Ucrania, utilizado por los nazis para perpetrar varias
masacres durante su campaña contra la Unión Soviética, en
la Segunda Guerra Mundial.
En diciembre de 1942, el 118 Batallón fue trasladado a Bielorrusia.
La mayor parte del batallón se estacionó en Pleshchenitsi,
en la región de Minsk. Aunque la tarea principal del 118 Batallón
en el territorio ocupado de Bielorrusia era luchar contra
los partisanos, participó en operaciones punitivas, durante
las cuales se masacraba, fusilaba o quemaba vivos a civiles
de los pueblos. En Jatín, el 118 Batallón Ucraniano actuó
junto con matones del batallón especial de las SS bajo el
mando de Oskar Dirlewanger. Sin embargo, según los documentos
publicados, precisamente los castigadores ucranianos fueron
los que quemaron vivos a los habitantes de Jatín.
La masacre no fue un incidente inusual en Bielorrusia durante
la Segunda Guerra Mundial. Al menos 5.295 asentamientos bielorrusos
fueron quemados y destruidos por los nazis, y con frecuencia
todos sus habitantes fueron asesinados (en algunos asentamientos
perecieron hasta 1.500 víctimas) como castigo por colaborar
con los partisanos. Jatín se convirtió en un símbolo de todos
esos pueblos. En la región de Vitebsk, 243 aldeas fueron quemadas
dos veces, 83 aldeas en tres ocasiones y 22 aldeas fueron
incendiadas cuatro o más veces. En la región de Minsk, 92
aldeas fueron quemadas dos veces, 40 aldeas en tres ocasiones,
nueve aldeas cuatro veces, y seis aldeas cinco o más veces.
En total, más de dos millones de personas murieron en Bielorrusia
durante los tres años de ocupación nazi, casi un cuarto de
la población del país.
Vítebsk fue fundada, según la Crónica de Michael
Brigandine de 1760, en el año 974 por la princesa Olga de
Kiev, en torno a algunos de los asentamientos más antiguos
del este de Europa, tal y como lo corroboran investigaciones
arqueológicas tras hallar restos de asentamientos de tribus
bálticas en la zona. Hay otras versiones que hablan de una
posible fundación en el año 914 o 947, siendo esta última
fecha defendida por el académico Boris Rybakov y el historiador
Leonid Alekseyev.
El 22 de marzo de 1943, un convoy alemán fue atacado por
partisanos soviéticos cerca de la aldea de Koziri a solo 6
km de distancia de Jatín, lo que provocó la muerte de cuatro
policías del 118.º Batallón Schutzmannschaft, que consistía
principalmente de colaboradores ucranianos y prisioneros del
Ejército Rojo, voluntarios de guerra y desertores. Entre los
muertos estaba el Hauptmann Hans Woellke, el oficial al mando
del batallón. Woellke fue campeón olímpico en Berlín 1936
y conocido de Adolf Hitler. Tropas de la Brigada Dirlewanger,
una unidad compuesta principalmente por criminales reclutados
para tareas antipartidistas, ingresaron a la aldea y expulsaron
a los habitantes de sus casas a un cobertizo, que luego se
cubrió con paja e incendiaron. Las personas atrapadas lograron
derribar las puertas delanteras, pero al tratar de escapar,
fueron asesinadas por disparos de ametralladoras. Quemados,
disparados o asfixiados en el incendio. El pueblo fue saqueado
y quemado hasta sus cimientos.
Sobrevivieron ocho habitantes de la aldea, de los cuales
seis presenciaron la masacre: cinco niños y un adulto. Dos
seguían vivos en 2008. Anton Iosifovich Baranovski, de doce
años (1930–1969), murió por heridas en ambas piernas. Sus
lesiones fueron tratadas por partisanos. El único sobreviviente
adulto de la masacre, el herrero de la aldea, de 56 años,
Yuzif Kaminski (1887–1973), recuperó la conciencia con heridas
y quemaduras después de que los asesinos se habían marchado.
Supuestamente encontró a su hijo quemado, quien más tarde
murió en sus brazos. Este incidente se conmemoró más tarde
con una estatua en el Memorial Jatín.
Otro niño de 12 años, Alexander Petrovich Zhelobkovich (1930–1994),
escapó de la aldea antes de que los soldados pudieran rodearla
por completo. Su madre lo despertó y lo puso en un caballo,
en el que escapó a un pueblo cercano. Después de la guerra,
sirvió en las fuerzas armadas y se convirtió en teniente coronel
de reserva. Vladímir Antonovich Yaskevich (1930–2008) se escondió
en un silo de patatas a 200 metros de la casa de su familia.
Dos soldados se fijaron en el niño, pero le perdonaron. Vladímir
notó que hablaban alemán entre ellos, no ucraniano. La hermana
de Vladímir, Sofía Antonovna Yaskevich (más tarde Fiokhina)
(nacida en 1934) se escondió en el sótano desde la madrugada
de la masacre. Como adulta, trabajó como mecanógrafa, y se
informó por última vez que vivía en Minsk. Víktor Andréyevich
Zhelobkovich (nacido en 1936), un niño de siete años, sobrevivió
al incendio en el cobertizo debajo del cadáver de su madre.
Como adulto, trabajó en una oficina de diseño de ingeniería
y también se informó que vivía en Minsk.
Otras dos mujeres de Jatín sobrevivieron porque estaban lejos
de la aldea ese día. Tatiana Vasilyevna Karaban (1910 - década
de 2000) visitaba a familiares en un pueblo vecino, Seredniaya.
Sofía Klimovich, un pariente de Karaban, también estaba visitando
un pueblo cercano. Después de la guerra trabajó en el Memorial
durante varios años.
El comandante de uno de los pelotones del 118.º Batallón
Schutzmannschaft, el ucraniano Vasil Meleshko, fue juzgado
en un tribunal soviético y ejecutado en 1975. El jefe de personal
del 118.° Batallón Schutzmannschaft, el ucraniano Hrihori
Vasiura, fue juzgado en Minsk en 1986 y declarado culpable
de todos sus crímenes. Fue sentenciado a muerte por el veredicto
del tribunal militar del Distrito Militar de Bielorrusia.
El caso y el juicio del verdugo principal de Jatín no recibieron
mucha publicidad en los medios de comunicación; los líderes
de las repúblicas soviéticas se preocuparon por la inviolabilidad
de la unidad entre los pueblos bielorruso y ucraniano.
Katyn es una película polaca de 2007 acerca de la masacre,
dirigida por Andrzej Wajda y basada en el libro Post Mortem:
The Story of Katyn de Andrzej Mularczyk. Fue nominada al Óscar
a la mejor película de habla no inglesa en la convocatoria
de 2007. En plena conmemoración del 70º Aniversario del comienzo
de la Segunda Guerra Mundial, Katyn recreaba uno de los episodios
más oscuros de la historia de Polonia: el asesinato de miles
de oficiales polacos a manos de la policía secreta rusa en
1940 en lo que luego se llegó a denominar la Masacre de Katin.
La autoría de esta masacre estuvo oculta durante años, sirvió
como excusa a intereses partidistas de nazis y soviéticos.
Andrzej Wajda retrata la angustia de las mujeres que esperaban
el regreso de sus seres queridos y procuran dar a los caídos
la memoria merecida.
El 17 de septiembre de 1939, en virtud de los acuerdos firmados
entre Hitler y Stalin, el Ejército Rojo invadió Polonia. Los
oficiales relacionados con la Intelligencia Polaca fueron
arrestados como prisioneros de guerra y, un año más tarde,
la policía secreta rusa, NKVD, mató a miles de estos hombres
en el bosque de Katin. Sus esposas tuvieron que soportar durante
mucho tiempo el silencio oficial sobre lo sucedido y las mentiras
de los soviéticos echándole la culpa a los nazis.
Soldatik es una coproducción rusobielorrusa de 2019, basada
en la historial real del jovencísimo soldado Serguéi Aleshkov,
dirigida y escrita por Viktoria Fanasiutina, protagonizada
por Andréi Andréiev como el joven soldado Serguéi Aleshkov,
Viktor Dobronravov como el comandante Nikolái Sergeevich Kutzenov
y Daria Ursuliak como la enfermera Katia, en los papeles principales
y producida por los estudios cinematográficos Mosfilm. La
película, está ambientada en Bielorrusia durante la Segunda
Guerra Mundial.
La película está basada en la historia verídica de Serguéi
Aleshkov, quien con apenas 6 años de edad participó activamente
en la Segunda Guerra Mundial como «hijo» del 142.º Regimiento
de Fusileros de la Guardia de la 47.ª División de Fusileros
de la Guardia. En noviembre de 1942, junto con el regimiento,
tomo parte en la sangrienta batalla de Stalingrado. Allí salvó
al comandante del regimiento y su padre adoptivo de morir
asfixiado, después de que el búnker del cuartel general del
regimiento fuera alcanzado por fuego de artillería y se derrumbara
sobre sus ocupantes. El pequeño Aleshkov se negó a huir del
lugar con otras tropas sobrevivientes y trató de sacar a su
padre de entre los escombros, pero, cuando fracasó, debido
a su corta edad, corrió a buscar a unos zapadores. Mijaíl
Vorobiov y otros oficiales que también estaban en el refugio
se salvaron, aunque conmocionados y heridos por el bombardeo.
Por esta hazaña se le otorgó la Medalla por el Servicio de
Combate.4? Finalmente, en 1944, el general Vasili Chuikov,
comandante del 62.º Ejército, ordenó que el joven soldado
fuera enviado a la Escuela Militar Suvorov en Tula.
El actor infantil Andréi Andréiev, protagonista de la película,
caracterizado como Serguéi Aleshkov.
Un grupo de exploradores soviéticos encuentran, vagando por
el bosque solo y hambriento, al pequeño Seryozha Aleshkov,
que ha perdido a todos sus familiares después de una incursión
de aviones alemanes y se vio obligado a huir de los nazis
después de que estos destruyeran su aldea natal. Una vez en
el ejército, se enfrenta a las duras realidades del frente.
Rodeando al niño de seis años, los militares, para preservar
su infancia en tan terribles condiciones, comienzan a jugar
al soldado con él. Seryozha realmente quiere estar a la altura
del título honorífico de defensor de la Patria, por lo tanto,
a pesar de todas sus bromas infantiles, hace todo lo posible
para ser valiente y osado en las situaciones más peligrosas.
A pesar de las duras experiencias que ha sufrido, el chico
no pierde la fe en las personas, conservando una disposición
alegre y una espontaneidad infantil. Así se convierte en el
favorito de su regimiento y encuentra una nueva familia en
el frente.
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Elisabeth Eidenbenz (Wila, Suiza, 12 de junio
de 1913-Zúrich, 23 de mayo de 2011) fue una maestra y enfermera,
fundadora de la Maternidad de Elna, que entre 1939 y 1944
logró salvar aproximadamente a unos 600 niños entre refugiados
republicanos españoles y judíos que huían de la invasión nazi.
Elisabeth Eidenbenz (de pie, la tercera de la
izquierda) durante una reunión del personal de SAK, en el
château de la Hille (Montégut-Plantaurel, Francia), en 1941.
La Schweizerischen Arbeitsgemeinschaft für kriegsgeschädigte
Kinder, en castellano: la «Asociación suiza para los niños
víctimas de guerra».
Trabajó como maestra en diferentes colegios
de Suiza y Dinamarca hasta que decidió integrarse en la Asociación
de Ayuda a los Niños de la Guerra. Llegó a Madrid el 24 de
abril de 1937 como voluntaria para ayudar a madres y niños
del campo de concentración francés durante la guerra civil
española, formando parte de un envío de ayuda humana y material.
Tras la caída de la república, los exiliados se tuvieron que
refugiar en los campos franceses, en los que muchos de ellos
murieron por desnutrición, enfermedades y demás tipos de miserias.
Debido a ello cualquier mujer embarazada estaba condenada
a perder a su hijo, o peor, morir ella en el parto. Por ello
Elizabeth decidió convertir un palacete abandonado, próximo
a la localidad de Elna (y junto al campo de Argelès-sur-Mer)
en un hogar de maternidad.
Al principio se mantuvo la maternidad gracias
a donaciones voluntarias que llegaban de Europa, pero tras
el comienzo de la II Guerra Mundial, los fondos disminuyeron
y comenzaron a llegar refugiados de Francia y el resto de
Europa. Principalmente eran mujeres judías que huían de la
ocupación nazi. Por ello, la maternidad se vio obligada a
tener que asociar la maternidad con la Cruz Roja y acatar
la política de esta sobre neutralidad. Esto le impedía a la
maternidad acoger refugiados políticos, sobre todo judíos,
y por ello se decidió falsear la identidad de gran parte de
ellos con el fin de burlar estas leyes. Fueron muy hostigados
por la Gestapo, llegando a ser detenida Elizabeth en una ocasión.
Salvaron aproximadamente a 400 niños españoles y 200 judíos
procedentes de Europa. Retirada en la población de Rekawinkel,
a 30 km de Viena (Austria), a partir de 2002 le comenzó a
llegar el reconocimiento a su labor, con la publicación de
varios libros sobre su gesta y la concesión de varias distinciones
individuales. Falleció en Zúrich el 23 de mayo de 2011, a
la edad de 97 años.
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