Las guerras yugoslavas fueron una serie de conflictos en
el territorio de la antigua Yugoslavia, que se sucedieron
entre 1991 y 2001. Comprendieron dos grupos de guerras sucesivas
que afectaron a las seis ex repúblicas yugoslavas. Se han
empleado términos alternativos como la guerra de la antigua
Yugoslavia o guerra de los Balcanes (o también en algunas
ocasiones, tercera guerra de los Balcanes).
Las guerras se caracterizaron por los conflictos étnico-religiosos
entre los pueblos de la antigua Yugoslavia, principalmente
entre los serbios por un lado y los croatas, bosnios y albaneses
por el otro; aunque también en un principio entre bosnios
y croatas en Bosnia-Herzegovina. El conflicto obedeció a causas
políticas, económicas y culturales, así como a las tensiones
étnicas y religiosas (predominio musulmán en Bosnia y predominio
cristiano en Serbia). Hubo muchos detonantes, pero los principales
fueron la abolición de la autonomía de Kosovo por Milosevic,
y sobre todo que los serbios de la región croata de la Krajina
declararan su separación de Croacia en marzo de 1991, lo que
llevó a Croacia y a Eslovenia a declarar unilateralmente su
independencia el 25 de junio de 1991 y produjo un efecto contagio
en el resto de repúblicas yugoslavas. Debido al choque entre
el nacionalismo serbio (Slobodan Miloševic), el croata (Franjo
Tudman) y el bosnio (Izetbegovic) se degeneró en una guerra
muy violenta. Meses después, el 15 de enero de 1992, los países
europeos de la CE y la comunidad internacional reconocen la
independencia de Eslovenia y Croacia, provocando el fin de
Yugoslavia, aunque Serbia y Montenegro seguirán usando esta
denominación (sin reconocimiento internacional) hasta el 2003.
Vukovar, la ciudad mártir de Croacia.
Las guerras yugoslavas terminaron con gran parte de la antigua
Yugoslavia reducida a la pobreza, con desorganización económica
masiva e inestabilidad persistente en los territorios donde
ocurrían las peores luchas. Las guerras fueron los conflictos
más sangrientos en suelo europeo desde el fin de la Segunda
Guerra Mundial, resultando en unas 130 000 a 200 000 muertes
y millones más sacados de sus hogares. Fueron también los
primeros conflictos desde la Segunda Guerra Mundial en haber
sido formalmente juzgados los genocidas y muchos de los individuos
claves participantes fueron consecuentemente acusados por
crímenes de guerra.
La conservadora Vjosa Osmani ha sido elegida
presidenta de Kosovo por el Parlamento, en la última de las
tres votaciones posibles y con el boicot de gran parte de
la oposición.
Pásate por la nube de etiquetas en >>
Intro.
En 2023 se cumplen 23 años del final de la Guerra
de los Balcanes, un terrible conflicto étnico que se desató
en 1991, con la caída del muro y el final de la Unión Soviética.
Europa demostró su incapacidad para controlar el desmembramiento
de la antigua Yugoslavia, y sólo la intervención de Estados
Unidos logró una paz que parecía hacerse muy cuesta arriba.
Serbios, croatas, bosnios, el mejunje de nacionalismos, creencias
y etnias dio lugar a situaciones tremendas, cuando deseábamos
creer que los genocidios quedaban ya atrás tras la amarga
experiencia nazi.
En unos días tendremos una reunión
que quizás sea decisiva.
El conflicto balcánico se refleja en
una enorme variedad de propuestas. Savior (1997), producida
por Oliver Stone y dirigida por el yugoslavo Peter Antonijevic,
es una durísima película que trata del drama personal de un
hombre (Dennis Quaid) que se alista como mercenario en la
guerra de los Balcanes. Allí, en medio de la horrenda barbarie,
encontrará su humanidad jugándose la vida por una mujer y
su pequeña hija. En Territorio comanche (1996), el español
Gerardo Herrero adapta el libro de Arturo Pérez-Reverte. La
historia narra las vicisitudes de un grupo de reporteros de
guerra en una ciudad de Sarajevo infestada de francotiradores.
Bien dirigida, la película está interpretada por Carmelo Gómez,
Imanol Arias y Gastón Pauls, entre otros.
Gervasio Sánchez captó una imagen
icónica. La Biblioteca de Sarajevo.
Pásate por JyV >> Fotografía
>> Autores.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Antes de la lluvia (1994), dirigida por Milcho
Manchevski, es un drama ambientado en Macedonia que ganó el
León de Oro en el Festival de Venecia y que estuvo nominado
al Oscar. A través de varias historias, el director compone
un fresco bello y violento, acerca de cómo la intolerancia
es capaz de desembocar en un conflicto sangriento. Una película
dura y hermosa sobre la condición humana.
1993. Conflicto de Bosnia-Herzegovina. Dos soldados
bosnios, uno serbio. Sus destinos se cruzan. ¿Quién es prisionero
de quién? ¿No lo son todos? La pregunta cobra tintes más dramáticos
cuando uno de los soldados se convierte en potencial víctima
de una mina de presión. Cualquier movimiento puede ser letal.
Lúcida reflexión sobre la guerra de Los Balcanes. Un drama
personal se convierte en poderosa metáfora. La mina a punto
de estallar describe las mil caras de un conflicto que la
ONU y compañía son incapaces de resolver.
El magnífico guión –premiado en Cannes– del
también director Danis Tanovic, muestra el ambiguo papel de
la fuerza multinacional o el de los medios de comunicación.
Destellos de un entendimiento humano entre etnias no pueden
enterrar un odio secular. El agobiante plano final resume
de modo magistral toda la película. El Oscar al mejor film
extranjero es justo, con el permiso de la perdedora Amelie.
Sophie (Mélanie Thierry) quiere ayudar a la
gente, Mambrú (Benicio del Toro) quiere volver a casa, Katya
(Olga Kurylenko) quiso una vez a Mambrú. Damir (Fedja Stukan)
quiere que la guerra termine, Nikola (Eldar Residovic) quiere
una pelota, B (Tim Robbins) no sabe lo que quiere. Pero lo
que quieres pocas veces coincide con lo que necesitas. Un
grupo de cooperantes trata de sacar un cadáver de un pozo
en una zona de conflicto. Alguien lo ha tirado dentro para
corromper el agua y dejar sin abastecimiento a las poblaciones
cercanas.
Cinco años después de Amador, Fernando León
de Aranoa vuelve a estrenar película, también producida por
él. Esta vez sitúa la historia en la guerra de los Balcanes,
en la que sigue a un grupo de voluntarios que se dedica a
asegurar el suministro de agua potable en la zona. El conflicto
surge cuando, intentando sacar un cadáver de un pozo para
evitar su contaminación, se les rompe su única cuerda: conseguir
otra será la excusa argumental para el desarrollo de esta
“road movie”. El film está concebido como un baile de géneros,
se mueve entre la comedia, el drama y el cine social, algo
que ya ocurría en Barrio. En Un día perfecto esta hibridación
tiene un resultado irregular. En unas ocasiones los chistes
del personaje interpretado por Tim Robbins animan el film,
en otras le restan verosimilitud. Lo mismo ocurre con la visión
crítica de la ONU y de su intervención: por un lado enriquece
la película, pero llega un momento en que el reproche a la
burocracia militar peca de exagerado. Es la primera vez que
Fernando León rueda en inglés, pero eso no le ha impedido
dirigir bien a sus excelentes actores. Tanto Benicio del Toro,
con una interpretación penetrante de un personaje que intenta
arreglarse a sí mismo, como Tim Robbins y su loco conductor,
cumplen con creces. Los personajes –incluidas las dos chicas,
Mélanie Thierry y Olga Kurylenko– cargan con un pasado que
no terminamos de conocer y que nos interesa, pues ellos y
ellas son el resultado de sus heridas, de su cansancio por
tratar de hacer de este mundo un sitio mejor. Es la mayor
virtud de esta película, una veta que se podría haber explotado
más.
Es indudable que el director quería hacer una
película de contrastes, con muchos contrapuntos: entre sus
protagonistas, entre imagen y música, entre las risas de los
personajes y el drama que los rodea, entre la bondad de los
voluntarios y la frialdad de los militares. Así construye
una obra irregular e interesante, bien planificada –aunque
a veces los planos aéreos parecen metidos con calzador– y
con un final que cierra perfectamente la historia. Como es
habitual en él –recordemos Familia, Barrio o Los lunes al
sol– lo que más brilla en esta película son sus personajes
y su pasado. Sin embargo, esta vez la trama no está al nivel
de sus protagonistas: da la sensación de que, en ocasiones,
la historia está supeditada al deseo de crítica. Además, uno
se queda con ganas de introducirse más en el conflicto de
la antigua Yugoslavia, que solo se toca de manera tangencial
en dos momentos puntuales.
Emotivo film bosnio que se adentra en las trágicas
consecuencias de los horrores de la guerra de Yugoslavia.
Han pasado varios años del conflicto. Esma es una mujer bosnia
que vive en el depauperado barrio de Grbavica, en Sarajevo.
Tiene una hija llamada Sara, cuya adolescencia ha aguzado
aún más su carácter difícil e inconformista. Esma lucha por
conseguir dinero a base de trabajos de poca monta, el último
de ellos como camarera en un garito nocturno frecuentado por
tipos de discreto pelaje. Esma no se siente a gusto, pero
ha prometido a su hija el dinero necesario para una excursión
organizada por el colegio. Sin embargo, la relación entre
madre e hija es cada vez tensa, pues la joven nunca logra
que su madre le hable de su padre, muerto en la guerra.
En su primer largometraje, Jasmila Zbanic (1974)
ha contado una historia dura ambientada en la Bosnia actual,
aunque con una mirada llena de humanidad y esperanza, donde
la maternidad se erige en protagonista. La actriz Mirjana
Karanovic (Underground, La vida es un milagro) logra implicar
al espectador en las traumáticas experiencias de su personaje,
nunca de modo explícito, sino a través de situaciones muy
comunes, sobresaltos repentinos o simples miradas que evocan
un pasado de horror. Se trata de un film de personajes, pequeño,
rodado con el corazón, sin la más mínima grandilocuencia.
Ayuda al estimable resultado final, el excelente trabajo de
la debutante Luna Mijovic, de una llamativa intensidad. La
película obtuvo el Oso de Oro en el Festival de Cine de Berlín
2006.
Particular odisea de una mujer estadounidense
que se adentra en medio del polvorín del conflicto yugoslavo
en busca de su marido, un fotógrafo que ha sido dado por muerto.
1991. Harrison es un reportero de guerra de la revista Newsweek.
Su buen hacer le ha valido la fama, pero él está cansado de
presenciar tantas muertes y desea retirarse, estar más con
su familia y dedicarse a su verdadera pasión: el cuidado de
las flores. Antes de su retiro deberá viajar a Yugoslavia
para cubrir “los inicios de un conflicto menor”. Harrison
promete a su mujer que estará de vuelta para el cumpleaños
de su hijo, pero llega la fecha y no regresa. Al poco tiempo
es dado por muerto. Sin embargo, su mujer, Sarah, no lo tiene
nada claro, y decide viajar a los Balcanes para traérselo
de vuelta. Su objetivo es llegar a Osijek, el pueblo donde
Harrison desapareció.
Chouraqui divide la película en dos partes bien
diferenciadas, una de ellas ambientada en América, donde muestra
la vida familiar del matrimonio, la relación de Harrison con
sus colegas y la posterior incertidumbre de su desaparición.
Cuando parece estancarse la narración, ésta da un giro inesperado
y nos muestra la escalofriante odisea de un grupo de reporteros
en plena guerra civil. Elie Chouraqui no tiene compasión a
la hora de mostrar escenas de brutal violencia, con una fascinante
puesta en escena que alcanza cotas de gran realismo y es capaz
de helar la sangre al espectador (aviso: el asesinato de los
niños en Vukovar no es apto para pieles sensibles). A todo
este atroz conjunto ayuda la soberbia interpretación de Andie
MacDowell, quizá en el mejor papel de su carrera. Las flores
de Harrison obtuvo la Concha a la Mejor Fotografía en el Festival
de San Sebastián y fue galardonada con el Premio del Círculo
de Escritores Cinematográficos (CEC).
Uno de los muchos aciertos de este film, es
la verosimilitud de la narración. Para lograrlo, Chouraqui
diseña la historia central como un flash-back, que va tomando
vida a partir de las declaraciones de los diversos reporteros,
testigos directos de las aventuras de Harrison y Sarah. Las
distintas entrevistas van centrando la narración, ofreciendo
datos sobre las penalidades de los periodistas y el punto
de vista de quienes se jugaron la vida por conseguir una fotografía
que reflejara la barbarie. Pero, sobre todo, gracias a esos
planos comprendemos la valentía, la decisión y la fortaleza
de una mujer que, contra toda esperanza, busca a su marido
en medio del infierno.
El director francés Elie Chouraqui ha inculcado
a su película una violencia atroz y no duda en mostrar en
pantalla algunas imágenes que hacen tambalear el equilibrio
emocional del espectador. Ése es su modo de echar en cara
la cobardía con que el mundo vivió el conflicto: “Durante
esta guerra yo tuve un gran sentimiento de culpa y de vergüenza.
Se hablaba de limpieza étnica, de campos de concentración
y de masacres y nadie se movía. Europa y Estados Unidos abandonaron
a Yugoslavia. La bestia del nazismo volvía y nadie se enteraba
.”
Bosnia. La guerra que no cesa. Un país, Yugoslavia,
desmembrado. Odios raciales exacerbados. El exterminio sistemático
de poblaciones enteras. El horror sufrido por los musulmanes
a manos de los serbios. Bien está, ahora que Karazdic y compañía
empiezan a ser juzgados por crímenes de guerra, la llegada
de un film que nos muestra la barbarie de la que es capaz
el hombre. Pero también, y menos mal, hay un rayito de esperanza.
Pues Henderson, un periodista que cubre la guerra en Sarajevo,
está dando a conocer a la opinión pública la tragedia concreta
de un grupo de niños, refugiados en un orfanato. Y hasta se
planteará adoptar a una chiquilla. El tono documental del
film ayuda a acrecentar el realismo, mientras que los actores,
sin aspavientos, están en su sitio.
En tierra de sangre y miel cuenta la historia
de Danijel (Goran Kostic) y Ajla (Zana Marjanovic), dos personas
inmersas de pleno en el conflicto bosnio de los años 90. Danijel,
es un soldado que lucha en el bando serbio y Ajla, es una
bosnia que vive en cautiverio en el campo que él supervisa.
Ambos fueron amantes antes de comenzar la guerra, pero a medida
que el conflicto armado se apodera de sus vidas, su relación
se irá oscureciendo poco a poco. En tierra de sangre y miel
retrata la increíble carga emocional, física y moral que la
guerra ejerce sobre los individuos y los pueblos en su conjunto;
y las terribles consecuencias que se derivan de la falta de
voluntad política para intervenir en este tipo de conflictos.
Bosnia-Herzegovina, años 90. Ajla acude a bailar
a una sala de fiestas, se mueve en la pista con gozo en compañía
del apuesto Dajnijel, hasta que una explosión marca el final
de la “fiesta”, la convivencia armoniosa de serbios, croatas
y bosnios musulmanes ha terminado, es la guerra. Meses después
los serbios cometen todo de tropelías contra los bosnios,
y Ajla es una de las víctimas, aunque se salva de ser violada
gracias precisamente al serbio Dajnijel, capitán del ejército,
que la toma bajo su protección. Ambos están enamorados, pero
su relación parece un desatino en medio del conflicto.
La actriz Angelina Jolie decide dar un paso
adelante en su carrera cinematográfica poniéndose detrás de
una cámara como directora y guionista, y lo hace con En tierra
de sangre y miel, una cruda y pesimista película que quiere
mostrar el horror de la guerra que desangró a Bosnia-Herzegovina
en el corazón de una Europa inoperante, desencadenando odios
que algunos ingenuos habían dado por desaparecidos prematuramente.
Solo unos 40 espectadores acudieron a las primeras
presentaciones en Belgrado de la película In the Land of Blood
and Honey (En tierra de sangre y miel), el debut de Angelina
Jolie como directora, porque muchos serbios consideran que
el filme ofrece una visión unilateral de la guerra bosnia.
Hay que reconocer la valentía de la debutante
en la elección del tema abordado, que de alguna manera parece
querer seguir así su tarea de embajadora de buena voluntad
de UNHCR, la agencia de refugiados de la Naciones Unidas,
alertando de tantos crímenes que se cometen contra la humanidad.
Y el deseo de evitar la trivialización y el sentimentalismo,
incluso con la decisión de rodar con actores bosnios y en
las lenguas del lugar, parece innegable. Sin embargo, el proyecto
le viene a Jolie demasiado grande, da la impresión de que
se escapan, no sólo muchas claves del complejo conflicto de
la antigua Yugoslavia, sino, lo que es más grave, también
una comprensión más lúcida de la naturaleza humana. Escribir
y dirigir en solitario se revela como un error, tanta seguridad
en sí misma y sus capacidades le acaba pasando factura para
mal. Así, resulta muy difícil creerse el modo en que discurre
el amor de Ajla y Dajnijel, la psicología y evolución de estos
personajes, y están muy desdibujados el padre de él y la hermana
de ella. La cuidada composición de algunos planos -no en balde
el operador de cámara es el oscarizado Deam Semler- y el esfuerzo
de producción no pueden ocultar que a este film le falta eso
tan importante llamado consistencia.
Los americanos en Los Balcanes. A punto de irse
a casa. El piloto de caza Burnett está harto. Harto de no
hacer nada. Y ha decidido presentar su renuncia. Pero en una
misión de rutina es derribado y cae “tras la línea enemiga”.
Y descubrirá, por supuesto, el orgullo de ser americano. Podría
hablarse de todo un subgénero, dentro del cine bélico, de
relatos de tipos perdidos en territorio hostil, como el clásico
Objetivo: Birmania. Aquí John Moore sirve un film simplemente
entretenido, de exaltado patriotismo estadounidense, donde
los aliados europeos de la OTAN no dan una. El siempre eficaz
Gene Hackman cambia el papel que hizo en Bat 21. Si allí era
un coronel caído en territorio vietnamita, ahora le toca organizar
el rescate de su chico, el rubito Owen Wilson. Quizá la mejor
escena es aquella en que Burnett está a punto de ser descubierto
por el enemigo; y, desde el alto mando, los jefes siguen la
cosa gracias a las imágenes que ofrece un satélite espía.
Aunque, como el espectador descubrirá, a la tecnología todavía
le queda un trecho largo que recorrer.
Almirante, coronel o sargento, de Gene Hackman
emana un aire de disciplina militar que le hacen ideal para
papeles de soldado. Así lo atestigua su filmografía, que incluye
títulos bélicos como Marea roja, Bat 21, A la caza del lobo
rojo, Más allá del valor y Un puente lejano. Además ha sido
Secretario de Defensa en No hay salida y Presidente (y por
tanto Jefe de las Fuerzas Armadas) en Poder absoluto.
Kym, una turista australiana, decide viajar
a Bosnia. Su guía de viajes la lleva hasta Visegrado, una
pequeña ciudad llena de historia, en la frontera entre Bosnia
y Serbia. Tras una noche de insomnio en el "romántico" hotel
Vilina Vlas, Kym descubre lo que sucedió durante la guerra.
Ella ya no podrá ser una turista ordinaria y su vida nunca
volverá a ser la misma.
No es una turista accidental Jasmila Zbanic,
que vuelve a pasearse por los horrores bélicos que ocurrieron
en Bosnia-Herzegovina no hace tanto tiempo. La cineasta bosnia
adopta en esta ocasión una óptica diferente a la de Grbavica,
pues en esta ocasión el espectador es invitado a identificarse
con Kym, la típica turista australiana, treintañera y soltera,
que viaja sola a Bosnia pertrechada por una guía y literatura
de Ivo Andrid, “Un puente sobre el Drina”. Pasará una noche
en un hotel de Visegrado, y sólo de vuelta a casa sabrá que
aquel fue escenario de horribles crímenes, violaciones, tortura
y asesinatos de más de un centenar de mujeres. Cobrar conciencia
de ello le cambia para siempre, y le empuja a saber más. Zbanic
sabe crear la atmósfera que el film precisa con tan sólo 70
minutos. El impacto de saber la verdad en la protagonista,
los recelos y deseos de olvidar de los lugareños, la mala
conciencia y la autojustificación, las amenazas por hurgar
en las heridas del pasado, que puede repetirse si no se recuerda.
Todo eso va asomando con sutileza, gradualmente. Resulta ingenioso
el modo que tiene la directora de invitar a regresar a paisajes
poco agradables, pues ella ha hecho lo mismo que la turista
protagonista -muy bien la actriz Kym Vercoe-, volver a esa
realidad que no debe ignorarse. Todavía más curioso es saber
que la historia que se cuenta es auténtica, Vercoe hace de
sí misma y recrea su experiencia catártica en Visegrado, cuando
supo como turista de las barbaridades ocurridas en el hotel
Vilina Vlas. Quizá se subraya demasiado la idea del hombre
líquido, pero es un buen símbolo para hablar de esa tendencia
a procurar que lo que no agrada resbale, no nos impregne,
porque es doloroso.
Taciturna y parcialmente sorda. Hanna (Polley)
es una yugoslava que trabaja en una fábrica en Irlanda del
Norte. Su jefe la obliga a tomar las vacaciones anuales y
le dice que sus compañeros de trabajo se han sentido ofendidos
por su diligencia en el trabajo. Después de escuchar una conversación
sobre la necesidad de una enfermera, acepta un trabajo como
enfermera privada para la víctima de quemaduras Josef (Robbins),
quien está postrado en una cama en una plataforma petrolera
en alta mar después de un incendio. Josef ha sufrido quemaduras
graves y está temporalmente ciego. La plataforma no está operativa
y en espera de una investigación que va a tener lugar para
aclarar las causas del accidente. Pocas personas permanecen
a bordo. Hanna habla muy poco y, sobre todo, no quiere hablar
de sí misma. A pesar de sufrir dolores, Josef constantemente
hace bromas, algunas de ellas con insinuaciones sexuales humorísticas.
El cuidado de Hanna por él incluye sostener el urinario y
lavarle todo el cuerpo. A medida que se acercan, comienzan
a compartir sus experiencias. Sin que él lo sepa, ella escucha
una y otra vez un mensaje en su teléfono móvil de una misteriosa
mujer que estaba enamorada de él. Hanna se entera por un colega
que Josef resultó herido mientras intentaba salvar a un hombre
que se suicidó saltando al fuego en la plataforma petrolera.
Se da a entender alguna otra conexión trágica entre ellos.
El le cuenta una experiencia de casi ahogamiento, ya que no
sabe nadar. Finalmente, Josef le confía a Hanna su culpa secreta,
y ella le cuenta sobre su vida anterior en la ex Yugoslavia.
Describe en detalle los horrores que soportó durante las Guerras
de los Balcanes, incluido el secuestro y la violación repetida.
Comparte las experiencias de otras mujeres, incluida una que
se vio obligada a dispararle a su propia hija, así como la
muerte de su mejor amiga. Habla de su propia tortura y le
deja palpar las cicatrices en su cuerpo de las heridas que
le infligieron. Josef no mejora de forma significativa, y
por iniciativa de Hanna, lo sacan por aire de la plataforma
petrolera para llevarlo a un hospital. Cuando aterriza el
helicóptero, Josef quiere que Hanna lo acompañe, pero ella
se aleja sin decir una palabra. Sin embargo, deja una mochila
(tal vez intencionalmente) que contiene suficiente información
como para que Josef tenga la oportunidad de encontrarla.
Después de recuperase, Josef viaja a Dinamarca
para visitar a una consejera (Christie) que Hanna había visto
después de huir de la guerra, quien le había proporcionado
ayuda sicológica. Josef consigue rastrear a Hanna en la fábrica
en Irlanda del Norte donde trabaja. Hablan, y al principio
ella lo mantiene a distancia, diciendo que no podría estar
con él porque cree que algún día podría ahogarlos a ambos
en su dolor. Cuando él le dice que "aprenderá a nadar", ella
lo acepta. Más tarde, se muestra a Hanna en una casa con la
voz de una niña que explica que Hanna ahora tiene dos hijos,
a quienes la narradora se refiere como sus hermanos, lo que
indica que la mujer que Hanna describió como obligada a matar
a su propio hijo era, de hecho, ella misma. Con la voz de
su hija termina la película, con la esperanza de que algún
día Hanna pueda vivir completamente en el "ahora" y deje de
ser atormentada por el pasado.
La historia es ficticia, escrita por la propia
directora Isabel Coixet, pero la figura de Inge está inspirada
en la de Inge Genefke. Se trata, como se describe en la película,
de una persona que participa activamente en la recuperación
de personas víctimas de la tortura. Tras su compromiso con
Amnistía Internacional, fundó el Centro de Rehabilitación
e Investigación para Víctimas de Tortura (RCT) en Copenhague.
Esta película documental explora la historia
reciente para contarnos cuál es la importancia de Sarajevo
en los últimos cien años y qué significa en el mundo de hoy.
Trece directores europeos, entre los que destaca el siempre
vanguardista Jean-Luc Godard, se encargan de ello a través
de diferentes episodios.
A través de la mirada de 13 directores europeos,
esta película indaga lo que Sarajevo representa en la historia
del continente desde hace un siglo y lo que representa en
la Europa moderna. Estos influyentes cineastas, de generaciones
y orígenes diferentes, presentan su visión y su versión. François
Schuiten, célebre dibujante belga y autor de Las Ciudades
oscuras imaginó vínculos gráficos y animados entre estas creaciones,
como una transposición metafórica en su universo evocando
aspectos emblemáticos de la ciudad de Sarajevo.
Lo curioso de esta película es el hecho de que
hasta trece cineastas van a aportar su pequeño granito de
arena con la intención de mostrar varias perspectivas acerca
de Sarajevo, exhibiendo con ello una serie de lecciones sobre
los aspectos más ilusionantes pero también más crueles de
dicho territorio en el viejo continente. La trama arranca
en el desarrollo de la Primera Guerra Mundial, siguiendo a
continuación con muchos de los sucesos ocurridos en uno de
los puntos más destacados en lo que se refiere a la evolución
histórica de Europa en el siglo XX. Con motivo de la presencia
y de la participación de directores de numerosos lugares del
planeta, la finalidad del proyecto es enseñar al público el
camino que esta ciudad debe recorrer con el paso del tiempo
para llegar a convertirse en una de las zonas más prometedoras
en lo que hace alusión al futuro de sus habitantes.
Tres relatos dependientes constituyen Antes
de la lluvia, espléndida película premiada con toda justicia
en Venecia con el León de Oro. En “Palabras” un joven monje
ortodoxo con voto de silencio acoge en su monasterio a una
albanesa a la que persigue un grupo armado, poniendo en peligro
a su comunidad. De Macedonia se pasa a Londres en “Rostros”,
donde Anne, que trabaja en una agencia de noticias, se encuentra
dividida entre el amor a su marido y el que siente por un
fotógrafo corresponsal de guerra. Finalmente en “Imágenes”
se vuelve a Macedonia, donde el fotógrafo visita la tierra
que le vio nacer, muy cambiada por los conflictos étnicos.
"El tiempo nunca termina, el círculo nunca se cierra."; el
director macedonio, aunque formado en Estados Unidos, Milcho
Manchevski convierte esta frase en motivo principal de la
película en dos sentidos distintos. En la estructura narrativa,
cada relato se une con el siguiente, y el último con el primero,
pero ello sucede, paradójicamente, en una perfecta imperfección,
que sirve para apuntalar las ideas del film. Pues en los conflictos
que presenta, Manchevski se muestra pesimista. No ve salida
a los enfrentamientos entre las etnias que conformaban la
antigua Yugoslavia, tan claros y brutales en la actualidad
en Bosnia, pero igualmente latentes y quizá a punto de estallar
en Macedonia. Manchevski es valiente a la hora de dibujar
estos odios, a veces claramente irracionales, y lo hace con
una rara objetividad, sin tomar partido.
El odio produce violencia, que Manchevski enseña
sin tapujos, indicando que aquello es real. El director no
oculta que hay otros sentimientos además del odio, pero aparecen
como excepciones, derrotadas de antemano. Manchevski demuestra
excelente pulso como director y logra un film de gran belleza.
Destaca la primera parte, en torno al monasterio ortodoxo,
de una lógica perfecta. El voto de silencio del monje alcanza
cierta plenitud: no debe delatar a la fugitiva. La fotografía
contribuye de modo decisivo a la hermosura del film, dando
el aire preciso a cada capítulo. El frío Londres de la parte
central contrasta con la Macedonia de los otros dos relatos,
de atractivos paisajes y limpios y estrellados cielos, excepto
cuando llega una lluvia que nunca acaba de llegar. La música
de "Anastasia" -cuatro compositores- realza aún más esa belleza.
La película, a la vista del equipo de distintas naciones europeas
que ha participado en ella, es además un buen ejemplo de que
coproducciones de calidad de ese estilo no son una utopía.
Tras la guerra de los Balcanes, una agente de
la policía de Nebraska que viaja a Bosnia como observadora
de las Naciones Unidas denuncia ante la ONU a una multinacional
por haber encubierto varios casos de tráfico sexual. El guión
se basa en la historia de Kathryn Bolkovac, que fue a Bosnia
en 1999 como miembro del comité de las Naciones Unidas para
el mantenimiento de la paz. Denunció un tráfico de esclavas
sexuales transportadas desde Europa Oriental. El filme se
estrenó en el Festival Internacional de Cine de Toronto de
2010. La distribución estuvo a cargo de Samuel Goldwyn Films.
Película basada en hechos reales, pero con aspectos
tan disparatados, que el director y guionista Richard Shepard
–que llamó la atención con Matador–, se ha visto impelido
a prologar con sorna el film incluyendo una frase, que especifica
que hay muchos elementos ficticios, pero que lo más increíble
y surrealista del mismo es completamente cierto. Antaño Simon
y Duck formaban uno de los equipos de reporteros en puntos
calientes más conjuntados del mundo. Uno ante la cámara, y
el otro con la cámara, han informado a lo largo de los años
acerca de guerras y matanzas en África, la antigua Yugoslavia...
Pero tras un día particularmente duro en este último país,
Simon estalló en vivo durante un telediario, desahogándose
asqueado por la matanza de la que acababa de ser testigo.
Caído en desgracia, acusado de estar borracho, fue despedido
y tuvo que empezar a trabajar como "freelance". Mientras,
la carrera de Duck siguió como un cohete, y se convirtió en
cámara particular del presentador estrella del telediario,
en la tranquila Nueva York, lejos del riesgo de los conflictos
bélicos. Ahora, en 2000, la pareja que antes era inseparable
coincide de nuevo en una Bosnia Herzegovina teóricamente pacificada,
aunque persisten las minas antipersona y la desolación. Y
volverán a sentir el subidón de adrenalina de los viejos tiempos,
cuando ambos, acompañados de un novato, se embarcan en la
primicia de una entrevista exclusiva con un antiguo criminal
de guerra. Las cosas se complican cuando son confundidos con
agentes de la CIA, circunstancia que desean aprovechar para
acercarse a su objetivo. El film de Shepard, que se enmarca
claramente en el subgénero de dramas de "chicos de la prensa",
no acaba de funcionar, es un quiero y no puedo. Ello a pesar
de la crítica mordaz a las autoridades internacionales (OTAN,
Estados Unidos, Unión Europea, Naciones Unidas...) por el
poco empeño que ponen en detener a ciertos criminales de guerra,
motivado a su entender por una especie de pacto no escrito
que siguió al final del conflicto.
Falta un punto de socarronería que se promete,
y no acaba de llegar. Hay cierta torpeza en el guión, que
se entretiene demasiado en describir y reiterar la decadencia
en la profesión periodística de Simon; también resulta algo
tópica su trágica historia de amor y el modo en que le ha
traumatizado, o las vacaciones de ensueño con "tía buenorra"
que se había preparado Duck, sugeridas al más puro estilo
Mariano Ozores, que dan una imagen bastante superficial del
personaje. No obstante, también se descubren pasajes logrados,
sobre todo cuando entramos "en harina", con el tema más interesante
de la cinta, el de la confusión sobre la supuesta identidad
de espías de los tres periodistas; allí está la entrevista
preparada por un militar de Naciones Unidas, con una mujer
que les podría reunir con el Zorro, el criminal de guerra
al que buscan, momento que depara más de una sorpresa, y donde
se luce el poco conocido Jesse Eisenberg, además de ser la
única escena de Diane Kruger. Y por supuesto, Richard Gere
y Terrence Howard dan sobradas muestras de su calidad interpretativa.
Josh pierde a su mujer e hijo en un atentado
dirigido por islamistas, y rabioso de odio hace lo mismo en
una mezquita francesa. Se le condena, pero Josh renuncia a
su identidad y se une al ejército con el corazón lleno de
ira, donde acudirá a lugares de conflicto como un auténtico
soldado. Sus vivencias en la guerra de Bosnia le hará enfrentarse
directamente con el horror y le hará cambiar su modo de ver
y sentir su agonía personal. El yugoslavo Predrag Antonijevic,
de escasa trayectoria, dirige a Dennis Quaid en una dura película
donde plantea la desesperación de un hombre deshumanizado
que, cegado por el odio, solo encuentra consuelo en la venganza
y la violencia como placebo de su alma. Enfrentarse en persona
con el auténtico drama cambiará su percepción de las cosas.
Nastassja Kinski (París, Texas) y Stellan Skarsgård (Dogville)
aparecen entre el reparto.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
|