Historias entrelazadas en la Inglaterra de 1993, cuando la
guerra de desintegración de la antigua Yugoslavia está en
su punto álgido, lo que se traduce en llegada de refugiados.
Las diferencias deportivas y políticas dan pie a situaciones
de humor próximo al surrealismo en el seno de cuatro familias
inglesas, cuando entran en contacto con los recién llegados;
así, las diferencias entre serbios y croatas, por ejemplo,
no son tan diferentes como las que existen dentro del Reino
Unido, viene a decir el director y guionista bosnio Jasmin
Dizdar.
Un tren de la OTAN bajo el mando de tropas estadounidenses
tranporta material militar rumbo a Kosovo en 1999. Para ello
deben atravesar territorio rumano. Y en Capaltina, un pueblo
en medio de ninguna parte, el jefe de estación Doiaru se empeña
en retener el convoy sin razón aparente. Dice que él debe
hacer cumplir las leyes, y que el capitán Jones no tiene los
papeles de la aduana en regla. El rudo militar fracasa a la
hora de hacer entrar en razón al otro, y a la espera de dar
con una solución desde el ministerio de turno, él y sus hombres
se ven obligados a permanecer en el lugar... y allí entran
en contacto con la población local. El cine rumano viene demostrando
en los últimos tiempos una fuerte pujanza. Este film del malogrado
Christian Nemescu (el joven director y guionista murió con
27 años en un accidente de automóvil, sin lograr dar a la
película el toque final antes del estreno) es una muestra
más de ello. Aunque de extensión algo exagerada, y un ritmo
pausado que puede desanimar a parte del público, se trata
de una inteligente crítica al papel que Estados Unidos viene
desempeñando en el exterior, a la hora de ayudar a otros países
y resolver conflictos. En efecto, el film mezcla imágenes
en blanco y negro del final de la Segunda Guerra Mundial,
con el relato principal en color. Las razones de tal hecho,
no aclaradas hasta bien avanzado el rodaje, hablan de la imagen
que a veces trasladan los americanos, donde su aura de arreglar
todos los problemas imaginables como por ensalmo, suele dar
paso a la decepción de las promesas fatuas. En tal aspecto,
que podríamos describir como “la insoportable levedad de los
yanquis”, el film conecta con títulos como Bienvenido Mr.
Marshall.
Hay bastantes segundas intenciones en ese explosivo americano
que se activa muchos años después de modo inesperado, en el
hecho de no dar el teléfono al soldado americano, o en la
coca cola olvidada en la mesa de un restaurante al final de
la película. Nemescu acierta en lanzar sus críticas suavemente,
tras preparar el terreno cuidadosamente. De modo que el estallido
final de violencia, que los yanquis ni “huelen”, resulta bastante
efectivo. Y mientras esto llega, se esfuerza en componer una
interesante galería de personajes, muy humanos, presentados
con sentido del humor, por ejemplo al jugar con las confusiones
idiomáticas. Del lado local, aparte del jefe de estación,
está su bella hija rompecorazones Monica, el alcalde que piensa
que la estancia de los yanquis puede traer prosperidad al
pueblo, el tímido joven enamorado, además de una pléyade bien
concebida de comparsas. Y del lado americano destacan el capitán
que quiere dejar el pueblo cuanto antes, que actúa con cierta
arrogancia y prepotencia muy características, y el soldado
que despierta el interés de Monica.
1941. Belgrado, Segunda Guerra Mundial. Marko y Petar, delincuentes
y amigos, luchan contra los alemanes. Petar resulta herido
y, para salvarse, se refugia en un sótano junto a un grupo
de partisanos. Mientras tanto, Marko se convierte en un héroe
y, terminada la guerra, será uno de los favoritos de Tito.
Sin embargo, mantiene encerrado a su amigo durante veinte
años asegurándole que la guerra no ha terminado; así, consigue
alejarlo de Natalija, la chica que ambos aman. Cuando, por
fin, Petar sale de su escondite se encuentra con otra guerra,
esta vez entre serbios y bosnios; sólo ha cambiado una cosa:
su país ya no existe.
Podría decirse que el film es una fiesta continuada a lo
largo de sus casi tres horas de extensión. La fiesta, el folclore,
es mucho más que un mero acontecimiento pasajero; más bien
se entiende como una forma de vida para los personajes y un
fundamento esencial de la sociedad. Kusturica comienza con
una fiesta y acaba con otra fiesta (de final incierto...),
y entre medias se suceden festejos continuos, incluida una
boda delirante por todo lo alto que dura media hora de metraje.
Este sentido de fiesta es algo que está muy arraigado en la
cultura del país y en el mundo creativo del propio Kusturica,
como bien deja claro en otras películas suyas, como Gato negro,
gato blanco o La vida es un milagro.
Kusturica refuerza el surrealismo de Underground y Gato negro,
gato blanco, en esta denuncia de la terquedad y el odio que
llevó a la guerra de Bosnia. El cineasta asegura que cuando
supo del inicio del conflicto, se sintió tan conmocionado
como el ingeniero que protagoniza el film. Se trata de Luka,
un padre de familia serbio que vive con su esposa Jadranka
y Milos, el hijo de ambos, en un pueblecito que prepara la
construcción del ferrocarril. Cuando estalla la guerra, Jadranka
se fuga con un músico, mientras que el chico, Milos, es hecho
prisionero. Mientras aguarda el regreso de su familia, Luka
es designado por el ejército serbio guardián de Sabaha, una
rehén musulmana de la que se enamora. Y aunque todo es alocado
y disparatado, como es habitual, Kusturica compone imágenes
recargadas, ricas en detalles y objetos estrafalarios. Y todo
al ritmo de la música estilo “unza-unza”, tan típica de su
cine, que esta vez corre a cargo de la No Smoking Orchestra,
de la que el mismo cineasta forma parte, junto con su hijo
Stribor, que interpreta un pequeño papel en el film.
Lazar regresa a su pueblo tras una larga ausencia. Y encuentra
su casa ocupada por Jasna, una mujer separada, que tiene una
hija pequeña autista. Lazar se identificará con la niña, pues
como ella, también se siente en otro mundo, marcado por el
horror de una matanza durante la guerra de la antigua Yugoslavia.
La relación con las dos mujeres puede ser la medicina que
necesita para que cicatricen sus heridas. El director serbio
Goran Paskaljevic utiliza la obra de teatro que representa
la niña, Sueño de una noche de verano de Shakespeare, para
señalar que todo resulta ser efímero, puro encantamiento.
Dura y deprimente película, bien rodada, que no deja un resquicio
a la esperanza: los sueños, sueños son.
Valiosa serie documental de la BBC sobre la desintegración
de la antigua Yugoslavia, tiene el mérito de estar realizada
casi al tiempo en que se alcanzaba la paz tras una lamentable
guerra donde las expresiones limpieza étnica, genocidio y
crímenes de guerra fueron de obligado uso. A partir de la
caída del muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética,
se describe cómo los artificiales nexos de unión entre grupos
étnicos muy diferentes –serbios, croatas y musulmanes– se
rompen. En algunos casos, Eslovenia, se produce una separación
pacífica, pero sueños como el de a Gran Serbia, y la realidad
de territorios donde están presentes minorías –Croacia, y
sobre todo, Bosnia– dan lugar a una horrible lucha armada,
con momentos terribles como los de los bombardeos en el mercado
de Saravejo, y la limpieza étnica en Srebenica. La exposición
de los hechos es clara, y se trata de describir con cierta
objetividad la posición de unos y otros. Pero como las actuaciones
no son muy honrosas en algunos casos, se entiende la suspicacia
y recelo que provoca esta serie en algunos espectadores, sobre
todo cuando son de las nacionalidades afectadas. Gran valor
como documento de la serie lo tienen los testimonios de los
principales responsables políticos, pues hablan los presidentes
serbio (Slobodan Milosevic), croata (Franjo Tudjman), bosnio
(Alija Izetbegovic) y montenegrino (Momir Bulatovic), además
del líder serbio en Bosnia Radovan Karadzic, los mediadores
americanos Richard Holbrooke y Warren Christopher, o el general
francés de Naciones Unidas Philippe Morillon, o el diplomático
español José María Mendiluce. El conjunto ofrece una foto
bastante completa de lo que ocurrió en Los Balcanes.
Un general, criminal de guerra en la antigua Yugoslavia,
es detenido. Tres años después, cuando arranca su juicio en
el Tribunal de La Haya, el caso parece venirse abajo por el
suicidio de un testigo principal, cuya declaración contenía
algunos agujeros importantes, no bien estudiados en la fase
procesal. Lo que provoca la ira de la fiscal Hannah, que ahora
debe encontrar pruebas en una carrera contra el reloj para
que no se le escape el acusado. Podría ser clave el testimonio
de la hermana del suicida, casada y con un niño, que tiene
terror a contar lo que sabe. La película de Hans-Christian
Schmidt es más interesante por lo que cuenta, que por su ejecución.
El cineasta alemán opta por un enfoque realista, casi documental,
sin excesos hollywoodienses. Lo que está bien... hasta cierto
punto, pues la decisión de renunciar a una partitura musical
se nos antoja desacertada, el resultado es demasiado frío.
De modo que el dramatismo queda en las solas manos de los
actores, entre los que brilla sobre todo Anamaria Marinca
De todos modos, se plantean con verosimilitud los dilemas
de un tribunal que puede buscar una solución de compromiso
en un caso que impide que se haga verdadera, o al menos total,
justicia. En efecto, se combinan las dificultades técnicas
-la falta de pruebas- con las cuestiones políticas, las presiones
de estilo mafioso o el deseo de mantener el prestigio del
alto tribunal.
El realizador bosnio Danis Tanovic se dio a conocer en 2001,
cuando ganó el premio al mejor Guión en Cannes, el Globo de
Oro y el Óscar a la mejor película extranjera por En tierra
de nadie, tragicomedia enmarcada en la guerra que asoló la
ex Yugoslavia. Tras abordar otras temáticas en El infierno
y la fallida Triage, Tanovic regresa al conflicto bélico que
sacudió a su país en esta adaptación de la novela homónima
de Ivica Dikic. Él mismo se ha encargado de adaptar el guión.
Cirkus Columbia transcurre a principios de los 90, tras la
caída del régimen comunista y antes del inicio de la contienda.
Divko Buntic, bosnio que ha vivido exiliado durante dos décadas
en Alemania, ha hecho fortuna y aprovecha el cambio de gobierno
para regresar a su localidad natal, con su Mercedes de lujo,
su gato de la suerte Bonny y Azra, la joven y atractiva novia
que se ha buscado tras abandonar a su esposa. Nada más llegar
consigue que el alcalde le devuelva su antigua casa, tras
echar de mala manera a la mujer a la que Buntic amaba antes
de su partida, con la que tuvo un hijo al que nunca ha conocido.
Tanovic utiliza el pueblo donde transcurre la acción como
una especie de microcosmos que resume a grandes rasgos la
compleja situación que derivó en la sangrienta tragedia. Critica
de forma muy inteligente todo lo que dio pie a la guerra,
en especial las secuelas de un régimen comunista autoritario
e implacable, a unos políticos oportunistas capaces de cualquier
cosa por estar en el poder y que les den dinero, ultranacionalistas
con ideario peligroso, empresarios sin escrúpulos capaces
de comprar lo que sea, etc. Inicia Tanovic la cinta con humor,
y poco a poco todo deriva hacia un final de enorme tensión
dramática.
En el Sarajevo devastado por la guerra, un poeta se encuentra
solo, después de que su mujer y su hija hayan sido evacuadas.
Un día descubre a dos niños, uno de ellos sordomudo, que han
perdido a todos sus familiares y le cuentan que sólo tienen
una tía que vive refugiada en Alemania. El poeta decide acompañar
a los muchachos en un viaje en busca de su tía. Uno de los
más desgarradores documentos que describen la guerra en la
ex Yugoslavia, con toda clase de detalles. Se hizo con numerosos
premios internacionales, entre ellos el de Mejor película
en el Festival de Cine de Tokio de 1997.
Gemma es una mujer que logró escapar del terrible asedio
a Sarajevo con su hijo recién nacido, tras haber perdido allí
a su marido, con el que vivió una gran historia de amor. Dieciséis
años después, regresa a Sarajevo con su hijo para que visite
la ciudad en la que nació y descubra al padre que nunca llegó
a conocer.
Gemma, una mujer italiana ya madura, viaja junto a su hijo
adolescente a Sarajevo, con motivo de una exposición fotográfica
de quien fuera el amor de su vida. Se agolpan los recuerdos
de su juventud, en los años de la Olimpiada de invierno, cuando
le servía de guía Gojco, un lugareño, la amistad con sus amigos,
componentes de lo más parecido a una alegre comuna, y el apasionado
amor por Diego, un fotógrafo alegre e idealista, que parecía
irradiar únicamente felicididad. Adaptación de la ambiciosa
novela de Margaret Mazzantini, a cargo de la propia autora,
esposa de Sergio Castellitto, director de la cinta además
de intérprete de un pequeño papel. En su segundo film tras
la cámara Castellitto repite con la actriz con la que debutó
en No te muevas, Penélope Cruz, que hace un notable trabajo,
además de que su maquillaje como mujer envejecida está muy
logrado. La idea de Volver a nacer es tejer un tapiz donde
se imbrique la trayectoria personal de Gemma, en la que tienen
importante presencia varios hombres -su actual marido, un
carabinero; su hijo adolescente; el primer esposo; el fotógrafo
Diego; el guía Gojco; e incluso su padre-, con el trágico
devenir de un Sarajevo castigado de modo atroz por los horrores
que la guerra lleva siempre consigo. A Castellitto le queda
grande el amplio lienzo que maneja en Volver a nacer, donde
importan el paisaje general y el pequeño detalle. Tiene interés
su esfuerzo por abordar los deseos de paternidad y maternidad
a toda costa, las dificultades para aceptar lo que niega la
naturaleza, y la ironía final que muestra que del horror puede
salir algo hermoso. Pero los giros resultan alambicados, triples
saltos mortales que no se sabe muy adónde quieren ir a parar;
en cambio muchos personajes -el mismo de Castellitto o el
fugaz primer marido de Gemma- y situaciones son levísimas
pinceladas. Se agradecen las nobles intenciones, pero como
a Angelina Jolie con En tierra de sangre y miel, da la sensación
de que lo que pretende Castellitto, no le sale.
Cinco personas que se van a ver afectadas por un acto trágico
y heroico que se vivió en pleno conflicto étnico entre serbios,
croatas y musulmanes. En 1993, Un joven soldado serbio va
a intentar salvar a un civil bosnio al que unos compañeros
quieren pegar una paliza. Tras quince años, esta película
narra cómo ha marcado las vidas del padre, la novia y el mejor
amigo del soldado, incluyendo al hombre al que salvó ¿Habrán
sido capaces de superar el trauma? ¿Seguirán frustrados con
ganas de venganza? Esta película ha sido dirigida por Srdan
Golubovic. Está protagonizada por Aleksandar Bercek, Leon
Lucev y Nebojsa Glogovac.
Adaptación a la ficción del libro de Arturo Pérez-Reverte
donde contaba sus experiencias como corresponsal de guerra,
poniendo de vuelta y media a muchos de sus colegas. Ambientada
en la antigua Yugoslavia, sigue las tribulaciones de un reportero
y su cámara, que traban relación con una colega argentina
en Sarajevo. Aunque hay algunas escenas muy dinámicas, en
general da una visión bastante blanda de lo que supone cubrir
un conflicto de esa envergadura.
Conflicto de Los Balcanes. El guardián de un zoológico procura
que la guerra no afecte a los animales que tiene a su cuidado.
Pero pronto tendrá que ocuparse de las personas: un niño de
10 años y su madre, que le piden refugio. El film se inspira
en hechos reales ocurridos en Kuwait tras la invasión iraquí,
cuando los leones del zoo vagaban por las calles provocando
el terror. Una imagen que nos hace preguntarnos quién es más
animal, si las fieras del zoo o el hombre sembrando la destrucción
por doquier.
Sharkey es un tipo involucrado en el tráfico de niños. Un
día recoge a Vlado, un huérfano de la guerra de Bosnia que
busca una vida mejor. Los dos viajarán por el depauperado
país salvando obstáculos y peligros y fortaleciendo entre
ellos unos sinceros lazos de amistad y cariño. Bob Hoskins
protagoniza este drama polaco que ahonda con particular humanidad
en las fatales consecuencias de la guerra. Destaca la música
de Michal Lorenc.
Daniel Calparsoro cambia los tercios a que nos tiene acostumbrados
(Salto al vacío, Asfalto) y nos introduce en las vicisitudes
de un grupo de soldados españoles, que hacen no se sabe bien
qué en Bosnia. Con ayuda del periodista Juan Cavestany en
el guión, Calparsoro se centra en los omnipresentes agobios
de los protagonistas, sin ofrecer un solo momento de relajo
para humanizarlos.
Jean-Luc Godard ambienta esta película en una de sus ciudades
predilectas: Sarajevo. En este film una compañía francesa
de teatro se propone reprentar en la capital de Bosnia-Herzegovina,
pero es capturada y sus miembros son reclouidos como prisioneros
de guerra.
Film que a partir de un hecho real, se atreve a mirar con
algo de humor la guerra de la antigua Yugoslavia. Cuando Croacia
se declara independiente, un grupo de soldados croatas se
queda atrapado en las instalaciones militares de la antigua
federación en una isla del Adriático, y rehúsa entregarlas
a la milicia local.
Cinta que sigue las peripecias de un comando de élite croata
en la guerra de la antigua Yugoslavia. Los intentos de recuperar
los cuerpos de tres compañeros caídos sacan a flote algunos
de su traumas, a veces el peor enemigo puede ser uno mismo.
Una especie de parábola tragicómica en el contexto de la
guerra de la antigua Yugoslavia. Dos viejos amigos, un musulmán
y un serbio, ocupan sendas camas de un hospital de Belgrado,
donde recuerdan su infancia, y el túnel que supuestamente
unía Zagreb y Belgrado, y que según les contaban estaba habitado
por un ogro. La complicada estructura de flash-backs ayuda
a reflexionar sobre el horror bélico.
Cinta serbia que reflexiona sobre los efectos de los conflictos
bélicos en la juventud, en el contexto de la guerra de los
Balcanes. Sigue a tres adolescentes que tratan de evadirse
del horror a través de su imaginación. Pero claro, la cruda
realidad está allí.
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