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23 - Octubre - 2023
>>>> Séptimo arte > Ley Miró

 

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Pionera en todo, fue la primera mujer en ingresar en la Escuela Oficial de Cinematografía, la primera en convertirse en realizadora en aquella incipiente Televisión Española, la primera en democracia en tener prohibida una película ('El crimen de Cuenca') y la primera, y única, en ser acusada por un tribunal militar por hacer una película. Posteriormente, 'El crimen de Cuenca' llegaría a convertirse en la más taquillera del cine español durante muchos meses. Pilar Miró (Madrid, 20 abril de 1940 – Madrid, 19 octubre de 1997), cursó estudios de Derecho y de Periodismo en la Escuela Oficial de Periodismo, aunque se titula en la Escuela Oficial de Cinematografía en 1968, donde fue profesora en la misma de montaje y guion. Como estudiante de cine colaboró con otros compañeros de promoción en varios cortometrajes, entre ellos 'Luciano', de Claudio Guerín, y 'Pilar', de Juan Tébar, sobre la futura cineasta.

Tras colaborar en los guiones de 'La niña de luto' y 'El juego de la oca', de Manuel Summers, dirige documentales divulgativos por encargo del Ministerio de Educación y Ciencia sobre diferentes oficios en 1966. A continuación, ingresa como realizadora en TVE, convirtiéndose en la primera mujer que hizo este trabajo en España. A la vez que hace pequeños trabajos periodísticos escribiendo de cine en revistas como 'Mundo Joven'. Dirige más de 300 espacios de televisión, entre informativos, retransmisiones en directo y dramáticos. En 1976 debuta como directora de cine con 'La petición', según un cuento de Emilio Zola, con el que se sentía muy identificada, teniendo su primer encontronazo con la censura. En 1979 dirige su segundo largometraje, que sería su mayor éxito de taquilla, 'El crimen de Cuenca', que reconstruye un error judicial verídico ocurrido a principios del siglo XX, que es seleccionada para el Festival de Berlín, pese a lo cual es prohibida durante largos meses por el gobierno de la UCD por las escenas de tortura, que le acarrea un proceso militar, siendo hija de militar, que finalmente queda en nada. La película se estrena en el verano de 1981 convirtiéndose en un clamoroso éxito de crítica y público. En 1980 dirige 'Gary Cooper que estás en los cielos', su historia más personal, que se estrenaría antes de 'El crimen de Cuenca', y en 1982 'Hablamos esta noche'.

Con la llegada al poder del PSOE en noviembre de 1982, es nombrada Directora General de Cinematografía, cargo en el que permanece hasta enero de 1986. Durante su mandato se pone en marcha la llamada Ley Miró, que apoya las producciones cinematográficas a semejanza del sistema francés, y que sus sucesores en el cargo desmantelan progresivamente hasta hacerla desaparecer en tan sólo 10 años.

En 1986 lleva por fin a la pantalla un proyecto acariciado durante muchos años, 'Werther', a partir de la obra de Goethe, que es seleccionada para el Festival de Venecia. Entre diciembre de 1986 y enero de 1989 es nombrada Directora General de RTVE, durante la que la televisión pública vive su mejor momento. Es apartada del cargo por una venganza política disfrazada de absurdo escándalo relacionado con su vestuario, que amplifican diferentes medios y que finalmente también queda también en nada. En 1991 adapta la novela de Muñoz Molina 'Beltenebros' (Oso de Plata del Festival de Berlín), que es un ajuste de cuentas con aquellos sectores del PSOE que la habían perseguido durante sus cargos oficiales. 1993 es el año de 'El pájaro de la felicidad', otra de sus historias personales. Además, dirige teatro, ópera y realiza diferentes programas especiales para TVE, destacando en 1995 y 1997 la realización de los enlaces de la infanta Elena y de la infanta Cristina.

En 1996 emprende el rodaje de 'El perro del hortelano', adaptación en verso de la obra de Lope de Vega, cuyo rodaje se interrumpe por problemas presupuestarios, y que solo se puede finalizar cuando distintos productores se unen para sacar adelante el filme. Contra todo pronóstico, 'El perro del hortelano' es un enorme éxito de taquilla, logra siete Premios Goya, entre ellos a la mejor dirección. y triunfa también en el Festival de San Sebastián. Durante el parón en el rodaje de 'El perro del hortelano' dirige 'Tu nombre envenena tus sueños', adaptación de una novela que Joaquín Leguina escribió para ella, que protagonizan los mismos actores de 'El perro del hortelano', Emma Suárez y Carmelo Gómez. Sería su última película. La fragilidad de su salud, después de dos operaciones de corazón, no le impidió desarrollar una enorme actividad. Fue precisamente un ataque al corazón sufrido en su casa a los 57 años, lo provocó su muerte el 19 de octubre de 1997. «He vivido más de un momento de situaciones límite y, tal vez, de una forma distinta a otros, con la constante que es la angustia y la prisa excesiva ... Vivir pensando que no vas a tener tiempo de vivir», había dicho poco antes de su muerte.

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En España durante los 60 y sobre todo los 70, las producciones de bajo presupuesto no recibían el cariño de la crítica, pero las salas de cine se llenaban. Pilar Miró con una ley en 1984 sentó las bases para erradicar un cine que consideraba de dudosa calidad y premiar al que pudiera dar visibilidad al país en el exterior. Así, acabó con el cine de terror, fantástico, aventuras, ciencia ficción, acción y erótico y el supuesto "cine de calidad" acabó con un descenso abrupto de la taquilla. Muchos españoles dejaron de ver cine español.

En el programa electoral de 1982, el Partido Socialista decía que el cine "no puede ser definido solo como producto industrial, sino que es necesario subrayar su valor como bien cultural". En la historia del cine español de Vicente J. Benet dice que, su llegada al poder, supuso "un ambicioso esfuerzo de racionalización y de financiación sobre todo en el sector de la producción". Cuando apareció el famoso decreto de 1983 llamado Ley Miró, se estableció un sistema de financiación a partir de "un régimen de subvención anticipada a los rendimientos de taquilla a partir de la presentación del proyecto del filme, incluyendo el guión, el equipo técnico y artístico". Era un nuevo modelo que pretendía elevar la calidad de las producciones y dignificar la profesión. Buenas intenciones, pero que fallaron a la hora de fijar un criterio de calidad y de profesional, dos términos muy relativos. La ley daba especial apoyo a las películas con "un interés especial" y a los "proyectos de nuevos realizadores o de carácter experimental". La consecuencia de todo este nuevo sistema de financiación fue inequívoca, se acabó con las "películas de bajo presupuesto y rédito inmediato" típicas de los años 70.

El cambio que trajo la ley afectó sobre todo a la industria. Explica Vicente J. Benet: "la industria se fue reorganizando con una considerable subida de los costes de producción, sector que acabó siendo el más beneficiado por las reformas, en detrimento de los de exhibición y distribución". En esta situación, se tuvo que afrontar la competencia con el todopoderoso cine americano de los 80 y la llegada del vídeo. La afluencia de los espectadores a las salas a ver películas españolas disminuyó y, al mismo tiempo, con un coste para hacer una película que se había duplicado desde que entró en vigor la ley, llegó un momento en el que, relata el historiador: "Era difícil que, durante la segunda mitad de los ochenta, se pudiera hacer una película no subvencionada o al menos no integrada en los canales de financiación del Estado o de TVE. La subvención y la dependencia estatal habían creado un estándar industrial y estilístico al que tendrían que someterse los productores".

'Mujeres sin censura', de Eva Vizcarra, da protagonismo a las mujeres olvidadas y estigmatizadas por haber mostrado su cuerpo, víctimas del machismo por el que fueron expulsadas de la industria.

En resumen, solo sobrevivió un cine español de factura académica y los géneros populares desaparecieron del mapa, con la excepción del cine negro sobre la marginalidad, conocido como cine quinqui, que tuvo algo de recorrido. En Lejos de aquí, la inmensa e impagable biografía sobre José Manzano y Eloy de la Iglesia, -el mayor exponente del aludido género-, de Eduardo Fuembuna, el autor contextualiza la llegada de la nueva ley como un intento de "lograr la visibilidad del cine español fuera de las fronteras como nunca antes". Sin embargo, Fuembuna sí que entra en los detalles más prosaicos de ese proteccionismo y el nuevo sistema de financiación en el que se asentaba: "Como la aspiración general era la de ampararse en el proteccionismo oficial, de la manera más amplia posible, productores y directores (estos últimos acaparaban a menudo el doble rol) comenzaron por subirse los sueldos y, en el margen de dos años, el caché de equipos artísticos y técnicos equipo técnico se duplicó, si no triplicó, lo que colateralmente hizo que los precios de los proveedores de material técnico y empresas de servicios se disparasen. Eso sí, las subcomisiones no reconocían todos los presupuestos presentados ni declarados". Al mismo tiempo, no había límite para las subvenciones, podían acumularse autonómicas y de las televisiones, por lo que se podía llegar a cubrir el 100% del presupuesto de esta manera. Por eso, insiste Fuembuna: "Estas subvenciones se convirtieron rápidamente en la fuente principal de financiación de una película, por lo que el cine español quedó dependiente del Estado y sus instituciones".

Si para Eloy de la Iglesia supuso ayudas, para otros profesionales fue un veto económico. No obstante, él mismo probó en sus carnes la eficacia del modelo que se había establecido. Cuando Miró dimitió, concluye Fuembuna: "todo se terminó para De la Iglesia, al cual se le cerró el acceso al proteccionismo del Estado, a excepción -y solo en parte- de La estanquera de Vallecas (...) Uno es, a fin de cuentas, responsable de sus actos".

Eloy Germán de la Iglesia Diéguez, conocido artísticamente como Eloy de la Iglesia, fue un director de cine y guionista español. Su trayectoria como director comenzó a mediados de los años 1960 prolongándose hasta 2003.

El género más popular de la industria de los 70 era la comedia. Lo que se conocía como "españolada", un término que para algunos era despectivo, pero para no poca gente sinónimo de hedonismo y diversión. Mariano Ozores fue el gran maestro de este cine de vodevil y parodia, con cierto acento conservador en lo político y sexista hasta el delirio, pero que llenaba las salas y obtuvo las taquillas más elevadas. En sus memorias Respetable público, Ozores admite que recibió con agrado el nombramiento de Miró como responsable del cine español, porque era una profesional que conocía todas las necesidades del sector, pero al poco tiempo descubrió que su cine era el principal objetivo a erradicar de las pantallas: "La Ley Miró no añadía grandes cosas a las normas por las que nos regíamos las gentes del cine, salvo la facultad de conceder unas subvenciones económicas sobre proyectos que estudiaría una comisión de profesionales nombrada por la Dirección General. Nada que oponer a la idea si no fuera porque la directora general tenía derecho a veto a las decisiones de dicha comisión. En la práctica, las subvenciones solo se concedían a productoras afines políticamente al partido en el gobierno y como estas no eran muchas empezaron a surgir nuevas productoras creadas por personas simpatizantes con el partido y con Pilar Miró. No hay pruebas, pero sí sospechas de que, al presentar la documentación, los recién creados productores incluían nombres de actores y directores que se sabía que eran bien vistos.

Naturalmente, estos directores y actores, que sabían que la película saldría adelante gracias a la inclusión de su nombre en el boceto, empezaron a subir sus pretensiones económicas, con lo que los presupuestos, entre otras razones de nivel de vida, subieron enormemente hasta hacer, en la mayoría de los casos, difícilmente la amortización de una película. Muchas productoras clásicas, al saberse discriminadas en la concesión de estas subvenciones, dejaron de hacer cine total o parcialmente".

Películas que no gozaban del favor de la crítica. Pero el público apoyaba asistiendo a las salas.

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En su caso, había cierta animadversión. Denuncia el prolífico director que se encontró entre los vetados porque en una reunión, Miró dijo que él nunca recibiría subvenciones por hacer "cine para fontaneros". Luis Méndez, presente en la reunión, le contestó in situ que debía haber muchos en España. Del impacto de la ley en el cine de terror, aventuras o ciencia ficción y sobre todo el erótico o el clasificado S, que directamente se eliminó, da buena cuenta el documental Sesión Salvaje de Julio C. Sánchez y Paco Limón. En él, entrevistado Eugenio Martín, explica que se perdió toda una industria, que era la que servía de base y sustento para una gran riqueza de manifestaciones artísticas: "se cargó unas cosas a las que nadie tenía respeto pero permitían que hubiera un cine industrial que permitía hacer otras cosas, se pasó al polo opuesto, sin cine industrial a perder dinero, perder dinero..." Muchos actores y actrices, profesionales en general, curtidos en estas producciones con menos pretensiones, pero que llevaban público a las salas, se tuvieron que retirar a la fuerza. Para Miguel Ángel Vivas, sin embargo, este cine era más "autoral" que el que imperó después de la ley. Para Nacho Vigalondo "pretendía imponer una serie de gustos a la población", y Diego San José concluye: "El país parece que tiene que eliminar un tipo de cine, cuando no había realmente ninguna necesidad". Siempre había existido una corriente crítica contraria al cine popular, también era imposible que no se sintiera acomplejado frente a las producciones estadounidenses, pero con los años el debate sobre la calidad del cine español en general, con amplias capas que se niegan a verlo por sistema, es completamente anómalo. Coexisten muchos factores que desencadenaron ese desapego, pero la Ley Miró fue uno de ellos, si cabe el más recordado y obvio de todos. Prueba palmaria es que tras su intento de elevar la calidad del cine español, lo que ocurrió casi inmediatamente fue un acentuado descenso en taquilla. Ya se venía produciendo gradualmente desde los 70, pero en los 80 fue abrupto.

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Fernando Esteso y Andrés Pajares en una escena de 'Los bingueros'.

La ley de 1984, que buscaba producir películas "de calidad", dinamitó una industria hasta entonces boyante porque Pilar Miró no quería hacer "cine para fontaneros". El caso es que 'Los Bingueros' tuvo más éxito en España que 'El Imperio contraataca', cuyo estreno se retrasó por culpa de Esteso y Pajares.

Amadeo es un mediocre empleado de banca. Fermín cobra del paro y hace chapuzas. Por distintas razones, ambos llegan a la conclusión de que el bingo puede ser la solución a sus problemas. En 1979, Mariano Ozores acudió a Ízaro Films con un borrador de guion centrado en un tema que por aquel entonces estaba de rabiosa actualidad: la apertura de las primeras salas de bingo legales que permitió la entrada en vigor de la legislación del juego en España. De la productora surgió la idea de que encabezasen el reparto Andrés Pajares y Fernando Esteso, dos de los cómicos televisivos más importantes de la época, que nunca antes habían trabajado juntos. "Los bingueros" se convirtió en la película española más taquillera en 1979, siendo la primera de las nueve cintas dirigidas por Ozores que protagonizaron Pajares y Esteso (colaboraron juntos en más, pero en ellas los actores interpretaron papeles menores). Cabe destacar que en 2010, el realizador insinuó que estaba trabajando en una secuela del filme, proyecto que finalmente no se llevó a cabo.

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En su libro La historia del cine español, Vicente J. Benet explica:

«La industria se fue reorganizando con una considerable subida de los costes de producción, sector que acabó siendo el más beneficiado por las reformas, en detrimento de los de exhibición y distribución».

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De la semilla del tardofranquismo florecieron algunas de las manifestaciones artísticas más notables del cine español. En primer lugar se produjo el Landismo, un fenómeno sociológico sin parangón en ningún otro lugar del mundo que tuvo como epicentro a un actor, Alfredo. Y después, la concatenación de narrativas construidas en torno al macho ibérico, la cosificación de la mujer, la lencería por doquier, el desnudo y la risa fácil armaron lo que se conoce como las españoladas. Pilar Miró dinamitó aquella tradición como directora general de Cinematografía al aplicar la Ley Miró, publicada en el BOE el 12 de enero de 1984 y que rezaba así: "La concesión de subvenciones anticipadas para financiar la producción de películas españolas que pueden alcanzar hasta el 50 por 100 del coste presupuestado de las películas beneficiarias. Con esta medida se busca facilitar la producción de películas de calidad, las proyectadas por nuevos realizadores, las dirigidas a un público infantil o las que tengan carácter experimental". Querían filmes de calidad y crear una auténtica industria cinematográfica. Estaba radicalmente en contra de lo que ella misma denominó "cine para fontaneros".

Jacinto Molina Álvarez, artísticamente conocido como Paul Naschy (Madrid, 6 de septiembre de 1934-ibídem, 30 de noviembre de 2009), fue un actor, director de cine, guionista y levantador de pesas español. Participó como actor en más de cien películas y series de televisión, en 39 como guionista y en 16 como director. Según él mismo, decidió dedicarse al cine de terror tras ver la película Frankenstein y el hombre lobo. Fue uno de los más famosos intérpretes del hombre lobo, realizando este papel en numerosas ocasiones a partir de 1968. Paradigma del cine fantástico.

Dos críticos y escritores especializados en cine dan su versión sobre ese punto de inflexión en el ámbito del celuloide. José Aguilar, editor de Rocío Dúrcal. Acompáñame, asegura: "Esta señora acabó con todo el cine comercial del país porque hundió la comedia de Mariano Ozores y el fantaterror de Jess Franco, Eugenio Martín y Paul Naschy. Alegó que había que elevar la calidad del cine nacional, pero fue su gran excusa para tener controlado el sector y favorecer a quien le dio la gana. Los productores se beneficiaron en detrimento de los distribuidores". Y añade: "Era una progre de postal, pero en realidad le encantaba el poder". Hubo otros que se beneficiaron, como Eloy de la Iglesia y su cine quinqui "porque quería favorecer a un sector de la sociedad. Soy muy crítico con su gestión, pero no con su filmografía, que es excelente". Víctor Riverola -socio fundador junto a J. Nikitina de Matterfilm- se muestra en la misma línea: "Ya sabemos todos de qué pie cojeaba Pilar Miró. ¿Cine para fontaneros? Para nada, era un cine popular muy necesario porque cuando España estaba peor porque veníamos de la oscuridad esta gente dibujó una sonrisa en la población. Francia también necesitó de ese cine chorra después de la II Guerra Mundial". Tres ejemplos que combinan al unísono el Landismo y las españoladas son Vente a Alemania, Pepe (1971), Manolo la nuit (1973) o Celedonio y yo somos así (1977), que también protagonizó Josele Román. "Eso se llama comedia de costumbres, no españoladas. En Italia estaba la comedia de Sordi, de Sophia Loren y Monica Vitti y en Estados Unidos las cursilerías de Doris Day. La comedia es una crítica de la sociedad de un momento concreto y en aquella época el divorcio era lo que se llevaba", alega la actriz.

Landismo es el nombre de cierto género y fenómeno cinematográfico español que se dio en los años setenta del siglo XX, al que da nombre el actor Alfredo Landa, y que aúna la comedia fácil con cierto erotismo de baja intensidad.

Cuando escucha "esto es una españolada", a Bárbara Rey le entran los siete males porque "fue un cine estupendo que hizo reír y olvidar los problemas cotidianos a muchísima gente. Yo no he oído que haya inglesadas o francesadas. Las películas tenían un gran ingenio en un momento en el que se nos prohibían muchas cosas porque había una gran censura".

Con Mariano Ozores rodó A mí las mujeres ni fu ni fa (1971) y con Vicente Escrivá Zorrita Martínez (1975), y a quienes ponen en duda la calidad de los filmes, la de Totana se queda tan ancha cuando alega que "en aquel momento los actores teníamos que pronunciar claramente lo que decíamos porque el diálogo tiene sus tiempos y sus pausas para que la gente te entienda. A nosotros nos entendía todo el mundo aunque el guion fuera malo entendían lo que decíamos. Ahora no en todas las películas me entero de lo que dicen". El cine que reventaba las taquillas lo protagonizaban Andrés Pajares y Fernando Esteso, que volvieron a la actualidad tras el estreno Pajares & CIA en ATRESPlayer. El productor José María Reyzábal los contrató en exclusiva con su empresa Ízaro Films con la que debutaron con Los bingueros (1979). "Ganábamos 500.000 pesetas cada uno", confesó Pajares, mientras que Esteso puntualizaba que "como también fuimos coproductores porque poníamos nuestro caché en la producción de películas, los emolumentos recibidos fueron en relación con la taquilla, por lo que la cifra superaba a la que dice Andrés". Hicieron nueve comedias de chistes chuscos y destapes que reflejaban una realidad que enojó a George Lucas "porque logramos que El imperio contraataca se estrenase más tarde de lo debido, por lo que el productor americano preguntó al distribuidor español que quiénes eran esos dos que retrasaban el estreno", alegaron los intérpretes.

Pajares fue a España lo que Álvaro Vitali a Italia, Louis de Funès a Francia o Roberto Gómez Bolaños Chespirito a México. Le habían encorsetado, pero se desfogó con la dramedia ¡Ay, Carmela! (1990), que le valió un premio Goya al mejor actor. "Demostró que era un genio", sentencia Riverola. A pesar del pensamiento de Pilar Miró, hay que destacar que Cristóbal Colón, de oficio... descubridor (1982) caló muy hondo en uno de los reyes de la comedia americana, Mel Brooks, a quien Pajares conoció en Marbella. En alguna ocasión el español ha comentado que "cuando me vio empezó a gritar '¡Cristóbal Colón! y yo no cejaba en decirle que por ¡Ay, Carmela! acababa de ganar el premio al mejor intérprete en el Festival de Montreal". De hecho, el director de El jovencito Frankenstein (1974) copió muchos de los gags de su filme Las locas, locas aventuras de Robin Hood (1993). La protagonista de aquella cinta fue Fiorella Faltoyano, una imposición del productor José Frade ya que Mariano Ozores quería a Lina Morgan. La actriz admitió que "el guion me hizo gracia porque me recordó a los Monty Python" y a este respecto, Víctor Riverola compara al grupo cómico inglés con Pajares y Esteso porque "¿Quién si no ellos hubieran protagonizado la versión española de La vida de Brian?".

Gran amiga de Pilar Miró, fue muy crítica con la Ley Miró y se lo hizo saber a la realizadora: "La intención de la ley era muy buena porque quería facilitar que muchas personas que no habían podido rodar ya que la industria no les había dado cancha tuvieran la opción de realizarla. Había una industria mejor, peor o regular con productores como Frade y, de repente, terminó con el productor profesional. La mayoría de los directores se convirtieron en sus propios productores porque tenían subvenciones a su primera película, pero fue muy difícil que hicieran la segunda si la anterior no había habido un petardazo". En Pilar Miró convergen la gestora cultural y su capacidad de creación. Su arte la convirtió en una de las primeras y mejores realizadoras españolas que, dicho sea de paso, durante el rodaje de El perro del hortelano se quedó sin dinero y Enrique Cerezo la rescató.

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Documental que recorre la época dorada del cine exploitation español, desde la década de los 60 a los 80, un cine de bajo presupuesto pero de gran aceptación popular que explotaba modas cinematográficas, desde el western al cine de terror, pasando por el cine quinqui o incluso las comedias eróticas.

Muchos actores y actrices especializados en estos subgéneros tuvieron que retirarse, y muchos acusaron al gobierno de intentar imponer sus gustos a la población. Cuenta Enrique López Lavigne en el documental Sesión salvaje que Tarantino le preguntó un día que, si era un productor español, por qué no estaba rodando películas con Chicho Ibáñez Serrador. Tarantino debió extrañarse de que el director de clásicos del terror como La residencia (1969) y ¿Quién puede matar a un niño? (1976), no hubiera tenido un mayor recorrido en la industria del cine español.

Pásate por Destacado >> Junio 2019.

La Academia de Cine intentó arreglar esto concediéndole el Goya de Honor en 2019, poco antes de su muerte. Otro de los grandes damnificados por el menosprecio que supuso esta ley para el cine fantástico fue Paul Naschy, el Lon Cheney español, que protagonizó La marca del hombre lobo (1968). Entre su obra La bestia y la espada mágica, una película que mezclaba samuráis, katanas mágicas y al hombre lobo en el Japón feudal del siglo XVI. Solo faltan ninjas. Y todo ello en 1983.

No hay que olvidar clásicos del fantaterror español como El ataque de los muertos sin ojos (1973), de Amando de Ossorio, o Pánico en el transiberiano (1974), de Eugenio Martín. Cabe destacar por su profusión, quizá no por su calidad, la obra del prolífico Jesús Franco, que llegó a filmar más de 200 películas, y cuenta la leyenda que en alguna ocasión alguna casi llegó a ser buena. Por supuesto, no hay que caer en el romanticismo que da la nostalgia, y, si bien es cierto que había una industria del cine que fue extinguida por esta ley, esto no quiere decir que de lo que se hiciera fuera todo bueno.

De hecho, la mayor parte de las películas del destape y del fantaterror eran infames. Pero quedaron algunos títulos visibles e interesantes como La novia ensangrentada (1972), de Vicente Aranda, La invasión de los zombis atómicos, Ceremonia sangrienta (1972), basada en los crímenes de la condesa Bathory, o No profanar el sueño de los muertos (1974), de Jorge Grau, que fue la primera versión oficiosa en color de La noche de los muertos vivientes, son de lo mejorcito que parió esta industria del cine fantástico cañí. También merecen mención Una vela para el diablo (1973) de Eugenio Martín, El bosque del lobo (1970) de Pedro Olea o La campana del infierno (1973) de Claudio Guerin Hill. Y, por supuesto, también hubo un lugar para el horror có(s)mico y la influencia de Lovecraft, incluso ya en los años 70 y 80, en el fantaterror español. Dicha huella la dejaron películas como la magnífica Pánico en el Transiberiano (1972), que tiene elementos de Asesinato en el Orient express, las películas de zombis y el relato de H. P. Lovecraft, En las montañas de la locura, que tenía a grandes del cine de terror en el reparto como Peter Cushing y Christopher Lee. La grieta, de Juan Piquer Simon, que ganó un goya a los mejores efectos especiales, y que era una aventura submarina con horrores mutantes tentaculares, a caballo entre la ciencia ficción y las obras de Lovecraft, y La noche de las gaviotas, el punto final de la tetralogía de los Caballeros del mal de Amando de Ossorio, que mezclaba a templarios zombis, con un pueblo que parece sacado de La sombra sobre Innsmouth, en el que se hacen sacrificios a una estatua de un antiguo dios humanoide anfibio.

Un vergel de creatividad e ingenio, cine sin pretensiones. Entretener.

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