Rocco y sus hermanos (Rocco e i suoi fratelli) es una película
francoitaliana de 1960 dirigida por Luchino Visconti y con
la actuación de Alain Delon, Renato Salvatori, Annie Girardot,
la trágica griega Katina Paxinou y Claudia Cardinale, ésta
en uno de sus primeros papeles antes de hacerse internacionalmente
famosa. La música es de Nino Rota, que posteriormente alcanzaría
la fama con la de El padrino. El drama se sitúa en Milán,
y cuenta la historia de una familia inmigrante del sur de
Italia y sus problemas de integración en el industrializado
norte. Se presenta en cinco partes distintas: una por cada
hermano.
La historia empieza cuando Rosaria Parondi, huyendo de la
miseria de su tierra natal, llega con cuatro de sus hijos
al moderno Milán para reunirse con el hijo mayor Vincenzo.
Los cinco hermanos, Vincenzo, Simone, Rocco, Ciro y Luca luchan
de formas diferentes por intentar adaptarse a la impersonal
sociedad de una gran ciudad. La historia gira alrededor de
la relación de dos de los hermanos, Simone y Rocco, que desean
a la misma mujer, Nadia, una prostituta; y de los intentos
de Simone de buscar la fortuna por medio del boxeo. Simone
empieza a salir con Nadia, pero esta lo deja. Tiempo después
Nadia y Rocco se enamoran, y Simone, loco de celos viola a
Nadia delante de Rocco. El afán de Rocco es mantener a la
familia unida por lo que renuncia a ella en favor de su hermano,
viéndose obligado a boxear para solucionar los problemas económicos
creados por los líos de Simone. La familia termina quebrada
cuando Simone mata a Nadia y la policía lo detiene.
Obtuvo el director en el festival de Venecia el León de Plata
y el premio FIPRESCI. La película obtuvo el Premio
David de Donatello 1961 a la mejor producción y en el conjunto,
3 Premios Nastro d'Argento 1961: mejor director, mejor escenografía,
mejor fotografía en blanco y negro.
Debate en torno a la película en el programa
Que grande es el cine, con la participación de
José Luis Garci, Antonio Martínez Sarrión,
José Antonio Pruneda y Eduardo Torres Dulce.
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Con la música de Nino Rota de fondo, adviertes la fuerza
de un melodrama con ecos neorrealistas. La emoción estalla
en cada fotograma, con la fascinación que provoca Luchino
Visconti.
El tipo duro y la chica guapa.
Alrededor de dos hermanos, Rocco (Alain Delon)
y Simone (Renato Salvatori), con personalidades opuestas,
gira un relato trágico sobre la destrucción de una familia
en la Italia de los años cincuenta. La familia Parondi es
una de tantas familias que probaron suerte y emigraron de
sus tierras en el Sur para probar suerte en una ciudad del
Norte, Milán. Los cinco hermanos Parondi tienen una forma
distinta de enfrentarse a la nueva situación en la gran ciudad
que los engulle. Pero las situaciones que van provocando Rocco
y Simone terminan alterando y rompiendo una “aparente” armonía
familiar que giraba alrededor de la fuerte personalidad de
una madre, que va viendo cómo pierde su hegemonía. Simone
cae en todas las tentaciones posibles que depara la gran ciudad.
Y tiene la transformación más tormentosa y salvaje de los
cinco hermanos. Simone, al principio, es el más alegre, ilusionado,
extrovertido, pícaro, inocente… pero se deja llevar más por
las pasiones que por las reflexiones. Avanza como un toro
bravo, sin medir consecuencias. E igual que todo lo bueno
le puede marcar, todo lo malo también. Se deja arrastrar por
una vida fácil, y poco a poco, va cayendo al abismo, al vacío,
y se transforma en un perdedor con mucho rencor. Se mueve
por instinto y la furia y la violencia se lo come…, lo transforma
en un monstruo, y arrastra en su carrera al infierno a todos
los seres queridos.
Rocco, al principio, es un personaje secundario
e irá tomando protagonismo. Un muchacho introvertido, serio,
que apenas habla. Melancólico, bello, casi angelical, con
una sonrisa que asoma siempre tímida. Él echa de menos sus
raíces, su tierra, y poco a poco toda su obsesión será que
la familia permanezca unida pase lo que pase y regresar a
una tierra idealizada. Para él la ciudad es un valle de lágrimas
que hay que soportar sin miedo. La ciudad es su desarraigo.
Y la vida es sacrificio continuo. Esa bondad de Rocco será
un arma letal para la familia, porque no solo se sacrificará
él, sino a todos los que le rodean. Su bondad precipitará
la tragedia.
Nadia, maravillosa Annie Girardot, una mujer
ya herida, se cruza en la vida de los hermanos Paronsi y se
convertirá en una víctima dolorosa. Cada una de sus apariciones
abofetea y duele. Es el punto de fricción violenta entre Simone
y Rocco. A Nadia se la encuentra una noche Vincenzo como una
mujer destronada. Nadia es una prostituta con heridas que
se ha creado una coraza de mujer dura. Y cuando pisa la casa
de los Parondi y se dirige a cada uno de los hermanos (y cada
uno la mira de una manera totalmente distinta) no sabe que
está forjando un destino trágico. Nadia empieza una relación
con Simone y se muestra como mujer fuerte, dura, que no quiere
dar rienda suelta ni a sentimientos ni emociones. Abandona
a un Simone que pierde la cabeza por ella. Simone, joven que
busca, apasionado, que esa mujer le ame, tras un rechazo no
asumido, se convierte en hombre maltratador que quiere dominar
y doblegar a Nadia, para que permanezca siempre a su lado.
Con Rocco es distinto, con él Nadia muestra su parte vulnerable,
su dureza se resquebraja. Y cree que con él puede curarse
las heridas, apostar por una nueva vida. Pero Rocco vuelve
a romperla en mil pedazos, pues la obliga a que se sacrifique
por la unidad familiar. Nadia se descubre finalmente mujer
hundida, vulnerable y herida. Rocco, después de que ella ha
sufrido la peor y más salvaje de las humillaciones y pensando
solo en el bien de su hermano y su relación con él, la arrojará
a los leones de nuevo. Piensa equivocadamente que si renuncia
a ella y esta vuelve a Simone, todo volverá a ser igual que
antes en la familia Parondi. Así Nadia se convierte en un
personaje maltratado por unos y por otros, en una moneda de
cambio. Ninguno de los Parondi velará por su felicidad, y
su final será triste y cruel.
Luchino Visconti, y un reguero de buenos guionistas,
estructurará la película en cinco capítulos con los nombres
de cada uno de los hermanos: empieza por Vincenzo, el más
mayor, hasta cerrar con Luca, el pequeño. En medio Simone,
Rocco y Ciro. Y cada uno tiene su forma de enfrentarse a la
gran ciudad. Vincenzo asume responsabilidades. Además de integrarse
en su nueva ciudad, quiere ser un hombre trabajador sin problemas
ni complicaciones y formar una familia. La llegada de su madre
(que insiste que es su responsabilidad acogerles y sacarles
adelante) y hermanos desestabiliza el mundo que poco a poco
se había ido construyendo. Al final prefiere crearse un futuro
con Ginetta (Claudia Cardinale), la chica a la que ama. Su
familia es su familia pero siempre deja claro que él tiene
nuevas responsabilidades. No quiere su papel de líder de la
familia Parondi, quiere su propio lugar.
El 19 de julio del pasado año falleció César
Pelli, arquitecto argentino naturalizado en Estados
Unidos y cofundador del estudio Pelli Clarke Pelli Architects.
Entre sus proyectos más famosos se encuentran edificios
emblemáticos como Las Torres Petronas en Kuala Lumpur,
quizás su obra más famosa, pero también proyectos como
el plan maestro del proyecto Porta Nuova en Milán y,
en particular, la zona de Porta Garibaldi, que han influido
profundamente en el skyline de la ciudad con la Torre
Unicredit, el rascacielos italiano más alto.
Piazza del Duomo en 1950, centro turístico
por excelencia y extrañamente vacio durante el
confinamiento reciente.
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Ciro es el hermano más reflexivo y realista,
también el más práctico. Ciro asume que la vida en la ciudad
es otra y que hay que agarrar las oportunidades que ofrece,
y por otra parte, no dejar de luchar por conseguir una vida
mejor para todos. Ciro es el hermano que se da cuenta de todo,
que observa y que trata de devolver la calma dentro de la
tormenta que se desata. Él decide estudiar, especializarse
y trabajar, e ir labrándose un futuro. También es consciente
de que a Simone, si se le quiere ayudar, no se le puede sobreproteger
más sino que tiene que asumir sus acciones y errores. Y se
desespera al ver cómo Rocco está renunciando a su felicidad,
a sus sueños y sacrificándose inútilmente por una familia
que él idealiza y por una tierra que ya no existe, sino que
lo que hay que hacer es luchar porque esa tierra prospere,
cambie. Luca, el niño, quiere y observa a todos sus hermanos
mayores. Y cada uno le va proporcionando herramientas para
su futuro. Como pronostica Ciro, quizá sea el único que regrese
al hogar, pero espera que a un hogar transformado, bueno.
Luca es la esperanza de un futuro mejor para los Parondi.
Rosaria Parondi (impresionante Katina Paxinou)
es un personaje estremecedor y complejo. Es la madre que aglutina
a todos en su tierra dura, que tiene bien sujetos y controlados
a sus polluelos, pero que no sabe cómo mantenerlos bajo sus
alas en esa ciudad que ella quería conquistar, para dejar
atrás una miseria que odia. No les deja volar libremente.
Ella quiere convertirse en toda una señora. Rosaria es una
madre que ata, que protege, que reprime, que mima y que también
echa a los leones a sus hijo, porque en su huida de la miseria
y la vida dura no pone límite. Para ella tienen que sobrevivir
y el mayor triunfo es prosperar. Pero también es una mujer
fuerte, orgullosa, temperamental, que se equivoca, y a veces
lo reconoce, que llora, que sufre… y que no deja nunca de
luchar y de amar, aunque a veces hay amores que matan.
Pero si hay algo que atrapa y sumerge en el
universo neorrealista y melodramático de Rocco y sus hermanos
es una profunda y hermosa banda sonora de Nino Rota. Si se
ha visto alguna vez la película, una de las cosas que perdura
en la memoria es su música que crea y transmite el alma de
una historia que habla de las heridas, del desarraigo, del
dolor, de los sueños inalcanzables, de la violencia, de las
pasiones …
En la tragedia de la familia Parondi hay innumerables
raíces literarias, pero también simbolismo religioso. Entre
los fotogramas podemos rascar el destino negro de las tragedias
griegas, la majestuosidad y elegancia de las grandes óperas
(la ópera era una de las pasiones de Visconti), los dilemas
morales de Dostoiewski, la melancolía de Thomas Mann o la
espiritualidad del escritor italiano Giovanni Testori. Simone
y Rocco son una especie de Caín y Abel bíblicos. Simone también
es el hijo pródigo, que regresa hundido y seguirá hundido.
Pero, sin embargo, la bondad de Rocco y su sacrificio no serán
el camino para encontrar la luz. Rocco será finalmente también
un perdedor emocional, como el destruido Simone. En su lucha
los dos pierden. En el ring, los dos son golpeados. En esta
historia solo puede haber futuro para Ciro, porque es un hombre
realista y práctico, pero que además tiene conciencia de lucha,
progreso y cambio. También para Vincenzo, el mayor, que decide
construirse unas nuevas raíces e ir rompiendo lazos con su
madre y hermanos. Y para Luca, que es el que mira y recibe
la herencia de cada uno de sus hermanos, el que tiene a la
vista todos los caminos posibles. Y quizá no se equivoque
al tomar el suyo. Nadia se convierte en una Maria Magdalena
que su sacrificio final, cuando ya es destruida totalmente
por la rivalidad de los dos hermanos, la dejan sola en un
paisaje desolado, después de una muerte violenta. Nadia no
encuentra la redención, es un personaje trágico continuamente
castigado, no hay salida para ella. Y cuando se aferra a la
esperanza es sacrificada de nuevo, sin ella quererlo. Empieza
en el fango y termina en él.
La inmigración a la que se vieron abocadas muchas
familias durante los años cincuenta en distintos países europeos
dejaron un montón de buenas películas en el camino. Y una
de ellas es Rocco y sus hermanos. Una familia que viene de
las tierras castigadas del Sur para intentar prosperar en
una ciudad industrializada del Norte. Y cómo esto no solo
hace mella a la unidad familiar sino a cada uno de los hermanos.
Las películas dialogan entre sí y años antes en España José
Antonio Nieves Conde dirigió Surcos, otra familia del campo
que trata de buscar su camino en un Madrid que va prosperando,
y cómo también el núcleo familiar se va desintegrando y cómo
también cada uno de los hermanos de esta familia va tomando
diferentes caminos. Ambas forman un buen díptico de lo que
supuso esa inmigración, después de un periodo de guerras.
Por otra parte, Rocco y sus hermanos muestra las salidas laborales
de los hermanos y enseña un mosaico de la clase trabajadora
en Milán durante los años cincuenta: refleja cómo llegan en
un momento en el que el trabajo no abunda y les cuesta encontrar
un puesto (el día que cae la nieve, que es la primera vez
que la ven, es motivo de alegría porque puede ser un día de
trabajo), luego cada uno se va situando. Vincenzo trabaja
en la construcción, Ciro se especializa para entrar en la
fábrica de Alfa Romeo, Simone encuentra una primera salida
en el mundo de la lucha y el boxeo hasta que se convierte
en un parado y Rocco, antes de conseguir un éxito esclavo
en el ring, es el chico de los recados en una tintorería que
da trabajo a un montón de chicas jóvenes. Hasta el hermano
pequeño Luca termina encontrando trabajos esporádicos en la
calle.
Curiosamente Vincenzo, el hermano mayor, abandona
el boxeo, el ring, como opción de vida. Él tiene claro que
quiere otros caminos para sobrevivir. Y, sin embargo, el boxeo
será el camino de triunfo fugaz, perdición y caída de Simone
y también el camino como sacrificio por parte de Rocco, que
irá atándose al ring para siempre, sin ser su sueño. Los dos
hermanos además mantienen una pelea entre los dos, como si
estuvieran continuamente en un ring. El boxeo unido a la tragedia
de sus vidas. Peleas violentas tanto en el ring como en los
distintos escenarios que les depara la vida. Así es impresionante
hacia el final cómo en paralelo vemos la victoria en el ring
de un Rocco atrapado para siempre y héroe a su pesar y el
asesinato brutal que comete Simone.
Visconti empezó bajo las premisas del neorrealismo
hasta abandonarlo totalmente para buscar otros caminos en
la narración cinematográfica. El canto de cisne de su concepción
neorrealista fue Rocco y sus hermanos, donde el neorrealismo
se da la mano con el más extremo de los melodramas. Hay un
planteamiento de fondo sobre la clase trabajadora, sus problemas
y sus dilemas, pero traza un camino serio de idealismo y lucha.
También muestra con fiel realismo el tema de la inmigración
y su plató muchas veces son las calles, las viviendas, los
descampados de Milán …
Visconti da importancia a los rostros de sus
protagonistas, pero todos son solventes actores o futuras
estrellas europeas. Hay, por otra parte, una meditada crítica
a la mentalidad católica. El neorrealismo se da la mano con
el extremismo emocional del melodrama y la catarsis de la
tragedia griega, y de esta mezcla surge la fuerza, el lirismo
y el dramatismo de Rocco y sus hermanos, con notas de Nino
Rota. El paroxismo extremo de la tragedia siempre tiene una
protagonista: Nadia, o está vinculado a los dos hermanos antagónicos,
Simone y Rocco. Por una parte se encuentra toda la secuencia
de la violación de Nadia y posterior pelea de hermanos hasta
el desvanecimiento de Rocco. Por otra la violenta muerte de
Nadia. Y, al final, el degarrador grito-abrazo de los hermanos
de Rocco y Simone en la cama. Después de esa catarsis emocional
que rompe una imagen que arranca un suspiro de calma. Un niño,
Luca, que va andando, casi correteando, por una calle donde
en las paredes están colgados pósteres del rostro de su hermano-héroe
atrapado, Rocco.
Pero si hay una escena que une la escritura
cinematográfica de Luchino Visconti, que emplea el mundo como
si fuera un gran escenario de ópera trágica, con la
emoción más intensa que puede sentir el espectador, es el
momento de Rocco y Nadia en lo alto del Doumo de Milán. Ahí
donde Rocco decide, sin escuchar ni razonar con Nadia, entregarla
como sacrificio a su hermano Simone (a pesar de que ha violado
con suma crueldad y ante sus ojos a su amada) para no minar
más la unidad familiar. Ver la cara de impotencia pero también
frialdad de Rocco y la lágrima que cae del ojo de Nadia y
cómo del primer plano se abre a un plano desde las alturas
donde vemos a Nadia corriendo y a Rocco intentando alcanzarla.
Y a partir de ahí, la nada.
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Luchino Visconti di Modrone, conde de Lonate
Pozzolo (Milán, 2 de noviembre de 1906 – Roma, 17 de marzo
de 1976), fue un aristócrata, director de ópera y de cine
italiano. Ha sido uno de los cineastas italianos contemporáneos
más reconocidos a nivel internacional.
Nació en Milán, Lombardía, Italia, en 1906,
en el seno de una familia de la más antigua aristocracia lombarda,
los Visconti, cuyo linaje se remonta al Renacimiento. Era
hijo del duque Giuseppe Visconti di Modrone, y Carla Erba,
hija de un poderoso industrial milanés. Desde muy joven se
vinculó al teatro de la Scala de Milán (convirtiéndose la
ópera en una de sus pasiones), medio de expresión artístico
con el que su abuelo, el duque Guido Visconti, y su tío Huberto
Visconti mantuvieron una estrecha relación, pues ambos fueron
sovrintendenti (superintendentes) del teatro de la Scala.
Visconti, el aristócrata marxista y soñador.
En 1935 se trasladó a París, donde gracias a
Coco Chanel se vincula y colabora con el cineasta francés
Jean Renoir, con quien participó como asistente de dirección
en Los Bajos Fondos (1936) y como asistente y diseñador de
vestuario en Una partida de campo (Une Partie de Campagne)
(1937). Su obra luego se aproxima a los principios artísticos
del neorrealismo. Obsesión (de 1943) fue la primera película
neorrealista, movimiento que toma como antecedente al novelista
Giovanni Verga; introdujo una nueva visión del cine, de la
dirección de actores (frecuentemente no profesionales) y en
la concepción de la realidad y de los problemas sociales.
El neorrealismo no fue una escuela con principios
y personalidades artísticas totalmente concordantes, ni en
los directores ni en los guionistas, de ahí que se ha sostenido
la existencia de una línea más idealista, representada por
Roberto Rossellini, y otra, más próxima al marxismo o a las
concepciones sociales afines, representada justamente por
Visconti, entre otros. Uno de los teóricos marxistas más importantes
del neorrealismo fue Guido Aristarco, autor de La disolución
de la razón —discurso sobre el cine—, quien consideró que
La tierra tiembla (La terra trema, de 1948) era la película
más lograda y avanzada ideológica y estéticamente, que emprendía
una búsqueda del hombre ante las cosas que no las sometía
a éstas como permanentes por sí mismas, lo que constituiría
una alienación, y que tampoco admitía una naturaleza humana
inmutable (cine antropomórfico de Visconti).
Escena que reúne a los principales actores de
El Gatopardo: Burt Lancaster, Alain Delon y Claudia Cardinale.
Con Obsesión en 1943, película de fuerte influencia
renoiriana, Visconti trataba temas no aceptables hasta entonces
por la censura fascista sobre la base de una novela de James
M. Cain, El cartero llama dos veces, narrando el asesinato
de un hombre cometido por el amante de su esposa. Lo que más
impactó a la sociedad italiana de la época, más allá de la
excelente dirección de actores y la minuciosidad de estilo,
fue el clima de opresión y el ámbito sórdido que se percibía
en la película, pese a no tener aparentes implicancias políticas.
Los años que siguieron hasta su segunda realización, La tierra
tiembla (La terra trema, 1948), encontraron a Visconti comprometido
con la lucha antifascista y la resistencia italiana. Las duras
condiciones de vida de los pescadores, campesinos y obreros
del sur italiano acapararon su atención, y sirvieron de inspiración
a su nuevo film, el cual fue un fracaso económico, pero ubicó
a Visconti en la cima de la escena política y social de la
época, por el compromiso moral y humano que había enfrentado.
En los años 50, después de filmar Bellísima,
protagonizada por Anna Magnani, melodrama ambientado en el
mundo cinematográfico, Visconti encaró el tema del Risorgimento
y la unidad italiana con Senso, una historia de amor ambientada
en los momentos más dramáticos del Risorgimento y una visión
crítica que otra vez abrió el camino para que la censura se
impusiera con toda su fuerza. Esa concepción totalizadora
del Risorgimento se completó con la inclusión de un aspecto
cultural importante: una ópera de Verdi y el espíritu del
melodrama verdiano como médula de la película.
La Unificación italiana fue el proceso histórico que
a lo largo del siglo XIX llevó a la unión de los diversos
estados en los que la península itálica estaba dividida,
en su mayor parte vinculados a dinastías consideradas
«no italianas» como los Habsburgo o los Borbones.
A comienzos del siglo XIX la península itálica estaba
compuesta por varios estados (Lombardía, bajo el dominio
austríaco; los Estados Pontificios; el reino de Piamonte;
el reino de las Dos Sicilias, entre otros), lo que respondía
más a una concepción feudal del territorio que a un
proyecto de estado liberal burgués.
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Luego de una incursión hacia un cine creador
con la libre adaptación de una obra de Dostoievski, Las noches
blancas, Visconti retomó el sendero de los films munidos de
cuestionamientos sociales, con la película Rocco y sus hermanos
(1960). Nuevamente abordó el tema de los conflictos sufridos
por los campesinos meridionales, esta vez en el marco de la
historia de una familia que se traslada a Milán y la dura
realidad que allí debe enfrentar. La importancia que Visconti
otorgaba al núcleo familiar en el contexto de sus films también
es puesta de manifiesto en otras películas. En El gatopardo,
su siguiente realización, concretó los indicios de gran producción
evidenciados en su película anterior. En ella, con gran belleza
visual y basándose en el libro de Giuseppe Tomasi di Lampedusa,
reflejó las reflexiones del príncipe Di Salina sobre la decadencia
de su clase nobiliaria y su mundo que agonizaba, mientras
la nueva burguesía ascendía al poder económico y político
en el marco de los acontecimientos que sacudieron Sicilia
en 1860, la invasión de los camisas rojas conducidos por Giuseppe
Garibaldi.
Atavismo impúdico o Sandra (Vaghe stelle dell'Orsa
en el original) en 1965 era una adaptación libre de la Electra
de Sófocles y seguía utilizando a Claudia Cardinale como su
personaje fetiche —también era un nuevo ensayo de su cine
de interioridad— y El extranjero —fiel reproducción de la
novela de Albert Camus—, en 1967, sirvieron de antesala a
La caída de los dioses, una metáfora sobre el mal y la corrupción
moral de una familia alemana vinculada con el nazismo durante
la Segunda Guerra Mundial. La caída de los dioses reflejó
con realismo y crudeza una etapa negra en la historia de la
humanidad, y fue catalogada por los críticos como una película
de brillante minuciosidad histórica. Muerte en Venecia fue
considerado uno de los films más importantes de la década
del 70, siendo su contenido fundamental la contradicción entre
el artista —protagonista de la película— y su posición burguesa.
Ludwig (sobre Luis II de Baviera) significó una coherente
continuación de la realización anterior, vale decir, una reflexión
acerca de las relaciones de la vida y el arte, entre la estética
y la ética.
En 1974 dirigió Confidencias o Retrato de familia
en interior (Gruppo di famiglia in uno interno), declarando
Visconti que se trataba de un film antifascista en el sentido
crítico y en el sentido lato del término. Un retrato crepuscular
de la incapacidad del intelectual coherente de hacer frente
a su grupo social y de adaptarse a un mundo de valores culturales
banales, en el Visconti se veía muy reflejado, aunque el personaje
protagonista era un trasunto del crítico de arte Mario Praz.
Poco tiempo antes de su muerte, y en un estado de salud bastante
grave, logró concretar su última película, El inocente, adaptación
de la novela homónima de Gabriele D'Annunzio. Su fallecimiento
se produjo el 17 de marzo de 1976 en la ciudad de Roma, cuando
contaba 69 años de edad. La colaboración artística entre Visconti
y varios colegas (Claudia Cardinale, Alain Delon, Burt Lancaster,
Nino Rota, Silvana Mangano, Suso Cecchi D'Amico, Alida Valli,
Dirk Bogarde, Anna Magnani, Rina Morelli, Paolo Stoppa, Giorgio
Albertazzi, Anna Proclemer y otros) suma prestigio al trabajo
de uno de los más importantes directores de cine y ópera del
siglo XX que, junto a los directores Federico Fellini, Michelangelo
Antonioni, Roberto Rossellini, Mauro Bolognini, y más tarde
Pier Paolo Pasolini, Bernardo Bertolucci, Vittorio de Sica
o los hermanos Taviani, situó al cine italiano en un puesto
de honor.
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El neorrealismo italiano fue un movimiento narrativo
y cinematográfico que surgió en Italia durante la posguerra
de la Segunda Guerra Mundial, es decir, a partir de 1945.
Tuvo como objetivo mostrar condiciones sociales más auténticas
y humanas, alejándose del estilo histórico y musical que hasta
entonces había impuesto la Italia fascista (1922-1945). El
término fue acuñado por el crítico Umberto Barbaro y suele
considerarse que la primera película de esta corriente es
Roma ciudad abierta, de Roberto Rossellini.
Siguiendo la línea del cine mudo, en el que
no había diálogos y por lo tanto las expresiones faciales
de los actores eran un elemento clave para comprender los
sentimientos de los personajes, el neorrealismo le dio más
importancia a los sentimientos de los propios personajes que
a la composición de la trama. Para poder comprender este nuevo
estilo cinematográfico, hay que entender la improvisación
como manera de describir la realidad. Es por eso que en ciertos
casos los directores recurrían a actores no profesionales.
Por eso también, en las películas neorrealistas, todo es bastante
flexible y cambiante. Un claro ejemplo es Paisà de Roberto
Rossellini. Movilizó a todo el equipo en dirección al lugar
del rodaje y una vez allí sometió a los actores no profesionales
a que contestaran a unas encuestas para que opinaran sobre
cómo debía ser el curso del argumento. Criticado por ello,
Rossellini respondió: «[…], y el insulto más grande era afirmar
que soy un improvisador. Me siento considerablemente orgulloso
de ser un improvisador; esto quiere decir que no estoy completamente
dormido.»
Roberto Rossellini con la gatita Saha del episodio
«La envidia» de Los siete pecados capitales (1952).
Puede decirse que el neorrealismo italiano se
inicia en 1945 con Roma, ciudad abierta (Roma, città aperta)
de Roberto Rossellini y que continúa con cineastas tan destacados
como Vittorio De Sica con Sciuscià (El limpiabotas) en 1946
y Ladri di biciclette (Ladrón de bicicletas) en 1948 y Luchino
Visconti con La tierra tiembla (La terra trema) en 1948. Los
guionistas Suso Cecchi d'Amico y Cesare Zavattini fueron,
entre otros escritores, autores importantes en este movimiento,
escribiendo las historias para los directores del neorrealismo
italiano.Varios teóricos del cine, como Robert McKee, consideran
responsables de la calidad artística del neorrealismo italiano
a guionistas como ellos tanto como a los directores de las
películas.
Durante los años del fascismo italiano, el cine
fue notablemente impulsado desde el régimen. Mussolini entendió
que era una poderosa arma como medio de expresión y que podía
convertirlo en un instrumento útil para sus fines. Así llevó
a cabo una política autárquica en la que se fomentó el desarrollo
del cine italiano en detrimento de la importación de cine
extranjero, concretamente el estadounidense. Surgieron entonces
los famosos estudios Cinecittà que sirvieron de escenario
a alrededor de 200 largometrajes desde su creación en 1937
hasta 1943, año en el que el grueso de la producción cinematográfica
italiana comenzó a realizarse en Venecia. Estas producciones
eran de tipo propagandístico o al estilo de las comedias de
Hollywood, de índole amable, románticas, sin excesivas complicaciones
y con final feliz. En definitiva, lo que en Italia se conocía
como “comedias de teléfono blanco”.
En 1942, en plena Guerra Mundial, Italia fue capaz
de producir 129 largometrajes, si bien eran ficciones
propagandísticas o comedias de “teléfono blanco” a imitación
de las americanas, que ofrecían una cara falsa y amable
de la sociedad. Esta poderosa industria cinematográfica,
la más importante de Europa, desaparecerá prácticamente
en la Italia de posguerra.
Inauguración de Cinecittà en 1937. Durante
la ocupación nazi fue utilizada como campo de concentración.
Después sería bombardeada por los aliados.
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Marcado por el signo del fascismo, es decir,
por la censura, el arte cinematográfico no podía levantar
un vuelo sostenido más allá de la atenta vista avizor de sus
guardianes. Las películas no podían mostrar la delincuencia
o la pobreza y tampoco estaba permitido el uso de la sátira;
se trataba de dar la imagen de una nación intachable y perfecta.
Con la caída de Mussolini, tanto el cine como otras ramas
del arte, se sintieron más libres para buscar modelos en la
tradición realista de anteriores épocas y reaccionaron ante
los cánones de la época fascista. Uno de los referentes más
claros para cineastas y literatos fue el escritor de la segunda
mitad del siglo XIX, Giovanni Verga, destacando sobre todo
su novela I Malavoglia. Pero no sólo la producción propia
del país sirvió de referencia, sino que también tuvo gran
influencia por ejemplo, el realismo cinematográfico soviético
y el realismo poético francés. En 1945 el cine italiano abandonó
la retórica propagandística y dejó de ofrecer esa visión de
una Italia perfecta e invencible y dirigió su mirada hacia
un país que debía sobrevivir a la catástrofe bélica y a sus
consecuencias, un país devastado, asolado por la miseria,
el hambre y el dolor. La escasez de medios y la nueva situación
del país obligaron a los autores a reinventar su profesión.
El neorrealismo llegó al finalizar la contienda con un aire
rompedor y con la intención de acabar con ese cine que mostraba
sólo un lado amable de la sociedad, y que estos creadores
consideraban falso.
El contenido:
El más significativo elemento que permitió comprender
el efecto de "ruptura" de los primeros largometrajes
del nuevo movimiento, es que en ellos se reflejó con
total transparencia la Italia triste, en blanco y negro
y hambrienta de la posguerra, la resistencia y los caídos
en la contienda. Sin embargo, esta temática no supuso,
ni mucho menos, una novedad en la historia del cine.
La verdadera grandiosidad de este movimiento se refirió
específicamente a su estilo. En esta tesitura, algunos
cineastas decidieron buscar la objetividad en sus historias
y, en muchos casos a modo de documental, mostrar la
realidad más auténtica. El cine italiano se propuso
narrar la crónica de la cotidianeidad de la Italia de
posguerra. Adquirió así, un compromiso social, dando
testimonio de la realidad al mostrar lo que, hasta ese
momento, se había ocultado. Se convirtió en una denuncia
social contra la crueldad, el paro, las condiciones
infrahumanas, la situación de la mujer y de los más
pequeños. Desapareció la obligatoriedad del final feliz,
propio de la industria americana. Se buscaba hacer pensar
al espectador y hacerle consciente del entorno en el
que vivían. Se forjó de este modo una relación nueva
entre el público y el artista, el director era consciente
de que podía ayudar a su país y de que el cine podía
cambiar las cosas.
Para entender el contenido del cine neorrealista hay
que hacer una pequeña reflexión sobre su antecedente
inmediato; es decir, la cinematografía italiana del
período que abarca entre 1930 a 1943, marcada por el
signo del fascismo y la censura. El arte cinematográfico
no podía levantar un vuelo sostenido más allá de la
atenta vista de sus guardianes; las películas no podían
mostrar la delincuencia o la pobreza, y tampoco estaba
permitida la sátira; se trataba de dar la imagen de
una nación intachable y perfecta, al estilo del Imperio
de las Fasces Littore. Las producciones, por lo tanto,
debían ser constreñidas a historias sin trasfondo social,
con un simple fin de divertimento y siempre utilizadas
como instrumentos de propaganda del régimen “ad maiorem
gloriam duci”.
La técnica:
Estas producciones, en cuanto a la puesta en escena
y realización, estaban marcadas por la precariedad de
recursos técnicos. Se propuso como un cine más austero.
La austeridad surgía tanto de las condiciones en que
había que trabajar como de un propósito voluntario de
mostrar las cosas como son. No se utilizaban los estudios
de grabación sino que se recurrió fundamentalmente a
escenarios naturales sin ningún tipo de ambientación
artificial, sin decorados, o mejor dicho, en un decorado
auténtico, como las calles, casas, espacios públicos,
etc. Se redujo la iluminación al mínimo, el estilo fotográfico
era bastante rudo. Pocas veces se trabajaba con equipos
de sonido, no se recogía sonido directo, sino que se
realizaban los doblajes, lo que permitía mayor movilidad
de la cámara. Se empezaron a ver movimientos de cámara
en mano. Se buscaba reducir al mínimo la fragmentación
de las tomas, recurriendo así a tomas de mayor duración,
con el fin de mostrar una realidad más verosímil, es
decir, las acciones sin corte, respetando las normas
de continuidad.
En este campo también se produjo una ruptura total
con el cine elaborado hasta 1945. Se pasa del espectáculo,
las estrellas, y los grandes estudios —estilo desarrollado
por Hollywood y el régimen había intentado copiar burdamente—,
a un “nuevo cine” que sacrificaba la perfección técnica
a favor de la eficacia de la expresión directa.
Nuevos actores:
No se utilizaban actores reconocidos, sino que en
muchos casos, eran los auténticos protagonistas, los
personajes reales y relataban sus propias experiencias.
No había cabida en este cine para las estrellas, sino
que las personas narraban sus vivencias, y se interpretaban
a sí mismos. Protagonizaron estas obras las clases populares,
los grupos marginales de la sociedad que rara vez habían
ocupado un lugar tan preeminente en cine. Aparecieron
además, dos nuevos tipos de personaje: la mujer y el
niño.
La muerte del actor:
Se basa en la idea, ya mencionada, de presentar la
realidad sin ningún artificio. Por lo que no es de extrañar
que uno de los “estandartes” del neorrealismo fuera
el de "¡Abajo las estrellas!". El cine, como ya había
experimentado Frederich Murnau, no necesita de actores,
sino de hombres y mujeres —técnicamente los llamaban
“tipos”, al más puro estilo costumbrista-naturista de
Zola o Galdós, en vez de actores— que narren su vida,
que no actúen, sino que se comporten como son y se encarnen
a sí mismos. Se trata de una ecuación de base paritaria:
ser = parecer. El actor, nos dice el neorrealismo, no
debía existir, pues cada uno debe ser el intérprete
de sí mismo, y querer que un hombre recite lo que experimenta
otro es falsear la realidad. Quizá la huella soviética
es más palpable en esto que en ningún otro momento de
la historia del cine.
El sentimiento sobre la imagen:
Si se sigue la línea del cine de Charles Chaplin,
el neorrealismo da más importancia a los sentimientos
que a la composición icónica, pero sin despreciar ésta.
Se otorga mucha importancia al guión como foco primordial
de expresión, por lo que el peso de los diálogos es
fundamental. Suelen utilizar el dialecto —Italia posee
muchos— como forma de lenguaje más esencial y más auténtico,
lo que conecta a la perfección con la idea de retratar
la realidad tal y como la perciben.
El recurso de la improvisación:
Este era un recurso indispensable, ya que para describir
la realidad había que entender su naturaleza dinámica.
Por ello, no había rigidez, todo era flexible y cambiante.
Bien podría ser el lema de esta decisión actoral, ya
que también hallamos como razón de esta ausencia de
profesionales del arte de Talía (era una de las dos
musas del teatro, la que inspiraba la comedia y la poesía
bucólica), la derivada de la imposibilidad de pagarlos,
debido a la pobreza en la que Italia se vio sumida en
la posguerra. Por esta misma causa, los medios de realización
eran muy sencillos y sobrios. De la necesidad, virtud.
La posición moral:
Es el alma mater que mejor definió este movimiento.
Todas las cintas expresaban una fulgurante necesidad
de sinceridad, de descripción cruda de la realidad;
Y siempre con un fin didáctico a nivel moral. Muchos
de los directores neorrealistas eran cercanos al Partido
Comunista Italiano, que tantos fieles arrastró durante
décadas en Italia. El cine neorrealista tenía una serie
de principios morales (entre los que destaca la importancia
del hombre) que seguían una línea de origen cristiano.
El sentido de protesta:
Su objetivo era impulsar el séptimo arte no como una
forma de entretenimiento, sino como método de crítica,
como instrumento político.
En los años 50 Italia ya empezaba a resurgir. En 1948
llegó al poder la Democracia Cristiana, cancelando la
era posbélica del romanticismo antifascista militante.
En los primeros meses del año siguiente, mientras se
prepara la nueva ordenación jurídica del cine italiano,
hubo un solo film en rodaje en toda Italia. El nuevo
gobierno, comenzó a oponerse ante esta corriente por
el efecto que podían causar esos documentos sociales
en el extranjero. En consecuencia, se reforzó la censura
y se idearon sistemas de protección económica a la producción,
con el fin de producir un viraje de aquel cine pesimista.
Comenzaron a aparecer grandes productoras y el cine
volvió a hacerse más comercial. El neorrealismo empezó
a disgregarse, poco a poco perdió fuerza y fue desapareciendo.
Los directores comenzaron a hacer un cine más personal,
así como también surgieron nuevos realizadores que representaron
ya, la fase posneorrealista, como Federico Fellini y
Michelangelo Antonioni. El cine italiano andaba buscando
nuevos caminos y nuevos horizontes expresivos. Al iniciarse
la década del cincuenta, ya tenía un prestigio universal
y era considerado como el más avanzado del mundo.
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Obras y autores:
Precursores e influencia:
Las obras realistas de Giovanni Verga. La novela
Cristo si è fermato a Eboli de Carlo Levi (1945). 1860, de
Alessandro Blasetti (1934). Toni, de Jean Renoir (1935). La
nave bianca (1941), Un pilota ritorna (1942), L'uomo dalla
croce (1943), de Roberto Rossellini. Uomini sul fondo y Alfa
Tau!, de Francesco De Robertis, (1941).
Películas:
Luchino Visconti: Ossessione (1943). La terra
trema (1948). Bellissima (1951).
Roberto Rossellini: Roma, città aperta (1945)
- Palma de Oro Festival de Cannes. Paisà (1946). Germania
anno zero (1948). Stromboli terra di Dio (1950). Europa '51
(1952). Viaggio in Italia (1954).
Vittorio De Sica: El limpiabotas (1946) - Oscar
honorario. Ladri di biciclette (1948) - Oscar honorario. Miracolo
a Milano (1951) - Palma de Oro Festival de Cannes. Umberto
D. (1952). Stazione Termini (1953).
Giuseppe De Santis: Caccia tragica (1947). Non
c'è pace tra gli ulivi (1950). Riso amaro (1949). Roma ore
11 (1952).
Una escena del film Ladri di biciclette.
Alberto Lattuada: Il bandito (1946). Senza pietà
(1948).
Pietro Germi: Gioventù perduta (1947). In nome
della legge (1948). Il cammino della speranza (1950). Il ferroviere
(1956).
Renato Castellani: Sotto il sole di Roma (1948).
È primavera (1949). Due soldi di speranza (1952) - Palma de
Oro Festival de Cannes.
Luigi Zampa: Anni difficili (1948). Processo
alla città (1952).
Federico Fellini: I Vitelloni (1953) - León
de Plata en el Festival de Venecia; dos bandas de plata (mejor
dirección, actor no protagonista y producción). La strada
(1954) - Oscar a la mejor película extranjera; León de Plata
en el Festival de Venecia; dos bandas de plata (mejor dirección
y producción).
Carlo Lizzani: Achtung! Banditi! (1951). Cronache
di poveri amanti (1954).
Francesco Maselli: Gli sbandati (1955) - Mención
especial en Festival de Venecia.
Francesco De Robertis: Uomini sul fondo (1941).
Fantasmi del mare (ottobre 1948). Il mulatto (1949). Gli amanti
di Ravello o Fenesta ca' lucive (1950). Carica eroica (1952).
I sette dell'Orsa maggiore (1953). Uomini ombra (1954). Mizar
(Sabotaggio in mare) (1954). Ragazzi della Marina (1958).
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Unas palabras de Rossellini, en su libro Dos
palabras sobre el neorrealismo (1953):
Soy un realizador de films, no un esteta, y
no creo poder indicar con absoluta precisión qué es realismo.
Sin embargo, sí puedo decir cómo lo siento yo, cuál es mi
idea de él. Una mayor curiosidad hacia los individuos […]
Una sincera necesidad, también, de ver con humildad a los
hombres tal como son, sin recurrir a la estratagema de inventar
lo extraordinario con rebuscamiento. Un deseo, finalmente,
de aclararnos nosotros mismos y de no ignorar la realidad
cualquiera que ésta sea.[…] El film realista es el film que
plantea y se plantea problemas: el film que pretende hacer
pensar.
O de Zavattini, nos ayudan a entender la finalidad
del neorrealismo:
Cuando alguien, sea el público, el Estado o
la Iglesia, dice: basta de pobreza, basta de películas que
reflejen la pobreza, comete un delito moral. Es que se niega
a comprender, a enterarse. Y al no querer enterarse, consciente
o no se sustrae a la realidad.
Aunque se trata de un movimiento sin límites
claros, con obras muy diversas, sin manifistos prográmáticos
y sin que podamos idetinficarlo con todo el cine italiano
de la década de los cuarenta, el neorrealismo sí tiene un
enorme alcance en el cine italiano de ese momento y en el
posterior. El neorrealismo adelanta lo que será el cine de
la modernidad de los sesenta. Hasta hoy, la influencia del
neorrealismo es patente en numerosas cinematografías: en le
cine Latinoamericano, en los nuevos cines de Japón, en el
cine de los paises del Este o en los nuevos cines europeos.
[Como ejemplo de la influencia neorrealista en la España de
los 50 os dejo en Vodpod Surcos, de Jose Antonio Nives Conde]
Un antecedente de lo que sería el neorrealismo lo encontramos
en una película del 1942, Ossessione, de Lucino Visconti en
la que la cámara ya sale a la calle y la presencia de no profesionales
como figurantes o en pequeños papeles es ya importante. Los
cuatro directores considerados más representativos del movimiento
son Roberto Rosellini, Vittorio de Sica, Giuseppe de Santis
y Luchino Visconti.
Aunque se trata de un movimiento sin límites
claros, con obras muy diversas, sin manifiestos programáticos
y sin que podamos identificarlo con todo el cine italiano
de la década de los cuarenta, el neorrealismo sí tiene un
enorme alcance en el cine italiano de ese momento y en el
posterior. Adelanta lo que será el cine de la modernidad de
los sesenta. Hasta hoy, la influencia del neorrealismo es
patente en numerosas cinematografías: en el cine latinoamericano,
en los nuevos cines de Japón, en el cine de los paises del
Este o en los nuevos cines europeos.
Un antecedente de lo que sería el neorrealismo
lo encontramos en una película del 1942, Ossessione, de Lucino
Visconti en la que la cámara ya sale a la calle y la presencia
de no profesionales como figurantes o en pequeños papeles
es ya importante. Los cuatro directores considerados más representativos
del movimiento son Roberto Rosellini, Vittorio de Sica, Giuseppe
de Santis y Luchino Visconti.
Roberto Rosellini:
De él son tres de las obras más representativas
del movimiento: Roma, ciudad abierta (1945), Paisá (1946)
y Alemania, año cero (1947).
Roma, ciudad abierta marca el inicio “oficial”
del neorrealismo. Rodada poco después de la liberación d e
la ocupación nazi, en exteriores reales, con actores no profesionales,
se sitúa en los últimos momentos de la ocupación y se basa
en un hecho real: la muerte de un sacerdote por ayudar a la
Resistencia, aunque viene a ser una especie de crónica de
unos seres en circunstancias sociales y políticas difíciles.
En el guión colaboraría, entre otros, Federico Fellini. Aunque
la película tuvo numerosos problemas de censura en su estreno,
el haber logrado la Palma de Oro en Cannes en 1946 le permitió
rodar Paisá -1946- (también con la colaboración de Fellini
en el guión), una película de seis episodios con imágenes
documentales que, tomando como base el avance de las tropas
americanas, son como una crónica social. En esta misma línea,
retrata el Berlín destruido en Alemania, año cero (1947) aunque
aquí la visión es aún más amarga y la única salida parece
ser el suicidio: el protagonista, Edmund, un niño que víctima
del nazismo acaba cometiendo un parricidio.
Ingrid Bergmann y Rosellini, una cierta historia
de amor.
Vittorio de Sica:
Suyas, con la inestimable colaboración en el
guión de otro de los grandes, Cesare Zavattini, son películas
representativas de la veta más humanista del neorrealismo:
El limpiabotas, (1946), Ladrón de bicicletas (1948), Umberto
D (1952), o Milagro en Milán (1951).
Ladrón de bicicletas es, posiblemente, una de
las películas que más ha contribuido a la difusión del movimiento.
Rodada también con actores no profesionales, narra la historia
de un hombre humilde que se encuentra en espera de alguna
oferta de empleo para aliviar su precaria situación económica.
Un buen día le proponen un trabajo para pegar carteles con
un único requisito: la posesión de una bicicleta. Ilusionado,
vuelve a casa y tienen que empeñar lo único que les queda,
la ropa de cama, para hacerse con la bicicleta (previamente
empeñada para sobrevivir). Lamentablemente, el primer día
de trabajo, un delincuente le roba la bicicleta.
Giuseppe de Santis:
Su película Arroz amargo (1948), se sitúa en
el neorrealismo políticamente más comprometido y que aspira
a la transformación de la sociedad. Describe las duras condiciones
de trabajo de las mujeres que se ganan la vida en la recolección
del arroz y la rivalidad y solidaridad que acaban surgiendo
en un trabajo tan inhumano.
Luchino Visconti:
Tras esa obra que prefigura el neorrealismo,
Ossessione (a partir de la novela de Jamee M. Cain, El cartero
siempre llama dos veces), La terra trema (1948) y Bellísima
(1951) son sus mayores aportaciones al movimiento.
En La terra trema Visconti pone en práctica
casi todos los presupuestos del neorrealismo: rodaje en exteriores
naturales, actores no profesionales e incluso partes improvisadas
en dialecto siciliano. Nos cuenta la historia de la toma de
conciencia de un joven pescador que se rebela ante las condiciones
de los mayoristas para los que trabaja y acabará perdiéndolo
todo incluida la barca que se había comprado para trabajar
como autónomo ante la indiferencia y el vacío de la gente
del pueblo presionada por el poder de los armadores.
Visconti y Coco Chanel.
Michelangelo Antonioni:
Su primera obra fue el documental Gente del
Po, rodado en 1943; debido a la guerra, se editó solo en 1947,
y una parte importante del material se perdió. Lo rodó en
las orillas del Po, casi al lado de Visconti, que estaba haciendo
por entonces Obsesión; era el Po de su juventud, que había
sido lugar de recreo y de observación de las barcazas que
recorrían el río. En Crónica de un amor (1950), su primera
película, y en La señora sin camelias (1953), con Lucía Bosé,
el director traza una densa reflexión nada complaciente sobre
el mundo burgués con apariencias de simple melodrama. Las
amigas (1955), basada en una gran novela de Cesare Pavese
(Entre mujeres solas) y con la destacable actuación de Eleonora
Rossi Drago, empieza a conformar el estilo característico
de su director; trasciende una historia personal de por sí
atractiva para experimentar con temáticas sociales, y hace
aparecer expresivos estilos personales de narrar y encuadrar.
Su discurso tiene varias lecturas; no le gustaba que compararan
la película con Pavese, pero su discurso moral era paralelo.
Hablamos de la novela de Pavese en la bibliotecaria
de octubre 2020.
En tiempos posteriores a la Segunda Guerra Mundial
se vivía una realidad muy cruda y devastadora; por lo que
el cine buscaba capturar el sentir de las sociedades que fueron
victimizadas e incluso aquellas que necesitaban un bálsamo
ante los dolores del mundo. Italia formó parte de los países
del eje bélico, sufrió muchas decaídas y devastaciones, pero
lo que resultó difícil de creer, fue el impulso y la necesidad
de poder narrar historias cinematográficas en las que se plasmara
la realidad —cuando bien pudieron realizarse a través de documentales—,
desde una perspectiva sin teatralidades, sin momentos falsos,
que mostraran los conflictos durante la Segunda Guerra Mundial.
Es así como surge el Neorrealismo Italiano, un término usado
por Norberto Barolo, intelectual de la época, para referirse
a la película francesa de Marcel Carné, "El Muelle de las
Brumas" de 1938, y fue el movimiento cinematográfico más importante
e influyente de la historia del cine, pues resultaba sorprendente
que de la devastación y la tragedia pudiera surgir una nueva
forma de arte cinematográfico.
No era un realismo que tuviera que ver con la
época del cine mudo italiano, sino que el prefijo “neo” no
se refería a las obras nuevas del cine, sino a la nueva realidad
de la vida nacional que se convirtió en el tema por excelencia
de esta corriente cinematográfica. El neorrealismo cambió
la visión del séptimo arte como forma de distracción, para
volverse un arma que tuviera la función de crítica social
a la situación de la posguerra que vivió y sufrió Italia.
Junto al neorrealismo aparecieron dos corrientes
cinematográficas con el mismo denominador común: la oposición
al cine propagandístico del régimen; la primera, es la llamada
corriente de los calígrafos, en la que se destacó el director
Alberto Lattuada ("Giacomo, el idealista", 1943), y cuyo rasgo
principal era la adaptación de obras literarias antiguas al
medio audiovisual; la segunda, es la línea de la objetividad
documental, denominada así por su enconada crítica a la objetividad
oficial —marcada con la figura del héroe— que llevaban a cabo.
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