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- Septiembre - 2021 |
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Feminismo
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La segunda fase o primera ola del feminismo se refiere al movimiento
feminista que se desarrolló en Inglaterra, Estados Unidos y otras
partes del mundo como Iberoamérica a lo largo del siglo XIX y principios
del siglo XX. Originariamente, se concentró en la obtención de igualdad
frente al varón en términos de derecho de propiedad e igual capacidad
de obrar, así como la demanda de igualdad de derechos dentro del
matrimonio. A finales del siglo XIX, los esfuerzos se van a concentrar
en la obtención de derechos políticos, en concreto el derecho al
sufragio.
En las décadas de 1830 y 1840 se destaca en el movimiento socialista
francés, la peruana Flora Tristán, con obras como La emancipación
de la mujer, considerada como precursora del movimiento feminista
moderno. Un hito del feminismo es la Convención de Seneca Falls
en Nueva York en 1848, donde trescientos activistas y espectadores
se reunieron en la primera convención por los derechos de la mujer
en Estados Unidos, cuya declaración final fue firmada por unas cien
mujeres. Durante ese tiempo, los sansimonianos defendían la emancipación
de la mujer. En este grupo se encontraban mujeres como Angélique
Arnaud, Caroline Simon y Claire Démar. Al iniciarse el siglo XX
aparecen en el Reino Unido las suffragettes, activistas por los
derechos cívicos de las mujeres, en particular el derecho al sufragio.
El movimiento fue liderado por Emmeline Pankhurst y numerosas autoras
y activistas, en su mayor parte de Estados Unidos y Reino Unido,
que van a llevar el feminismo al terreno del activismo, especialmente
en un contexto de vindicación de igualdad de derechos frente al
Estado. Los acontecimientos históricos del momento, especialmente
la abolición de la esclavitud, van a ser muy influyentes en el devenir
del movimiento feminista, pudiendo encontrar una correlación entre
la lucha por la abolición y la lucha por los derechos de la mujer:
muchas de las líderes de esta primera corriente son esposas de líderes
abolicionistas.
Sarmiza Bilcescu (1867-1935), abogada y feminista, es la primera
mujer con título de Doctor en Derecho del mundo.
Una vez conseguida la abolición, se van a producir contactos entre
las feministas y las mujeres negras, poniéndose de relieve las grandes
diferencias en la situación de las mujeres blancas de clase media-alta,
las únicas feministas hasta el momento, con las mujeres negras.
Este encuentro lo personaliza la figura de Sojourner Truth y su
discurso Ain't I a Woman? (1851). Las diferencias y características
específicas de los problemas de la mujer negra junto con los de
las mujeres obreras (un grupo que va a comenzar a hacer aparición)
van a generar fricciones y problemas como por ejemplo, la incompatibilidad
del modelo femenino de la mujer obrera con el de las pioneras del
feminismo. Autoras y activistas importantes de la primera ola del
feminismo son: Lucretia Mott, Lucy Stone, Elizabeth Cady Stanton,
y Susan B. Anthony, muchas de ellas vinculadas al abolicionismo
e influenciadas por el pensamiento cuáquero. El carácter del feminismo
predominante en ese momento vindica la mujer a través de cualidades
positivas consideradas femeninas como la templanza, la vida piadosa
o la abstención de beber alcohol. Sin embargo, esta vindicación
de la mujer a través de la templanza no es menoscabo para enérgicas
protestas y un activismo beligerante, con acciones como encadenarse
en lugares públicos, romper escaparates, huelgas de hambre, desobediencia
civil o actos desesperados y extremadamente peligrosos como tirarse
delante del caballo del rey durante una carrera. En Argentina la
anarquista Virginia Bolten lidera un movimiento feminista sindical
alrededor del periódico La Voz de la Mujer (1896-1899), publicado
bajo el lema «Ni Dios, ni patrón, ni marido». Pocos años después
Bolten integró la mesa de conducción de la Federación Obrera Regional
Argentina (FORA). Instalada en Uruguay participó del movimiento
que conquistó el derecho al sufragio para las mujeres (primero de
un país iberoamericano) y el divorcio.
La abolición de la esclavitud va a llegar pero, para decepción
de las mujeres, la igualdad de raza no se extiende a la igualdad
de género, de modo que el movimiento feminista va a tener que buscar
un camino propio, separándose del movimiento abolicionista. Tras
grandes esfuerzos, se conseguirá el derecho al sufragio en 1918,
cuando en Inglaterra se regula el voto para mujeres mayores de treinta
años y poseedoras de una casa. En Alemania se consigue el sufragio
en noviembre de 1918. En 1928, la edad para votar se equipara a
la de los varones. Por su parte, en Estados Unidos, la Decimonovena
Enmienda de 1920 otorga derecho al voto en todos los estados del
país. La mayor parte de los grandes estados europeos van a tomar
medidas semejantes con algunas excepciones como Francia o Italia,
que aún postergarán unos veinte años el derecho al sufragio femenino.
Con la consecución de la igualdad de iure, la primera ola va a perder
su razón de ser, tras un periodo de poca actividad en lo que a feminismo
se refiere. Aparecerán nuevas corrientes feministas, centradas en
el progreso e igualdad social y cultural de la mujer y para diferenciarlas,
se les va a calificar como la «Segunda ola», nombrando de forma
retrospectiva a la «Primera ola».
Betty Friedan, 1960.
La rumana Sarmiza Bilcescu (27 de abril de 1867-26 de agosto de
1935) fue la primera mujer de Europa licenciada en derecho por la
Universidad de París y fue la primera mujer en el mundo que consiguió
un doctorado de Derecho, con una tesis titulada Sobre la condición
jurídica de la madre (1890), donde mostraba todas las contradicciones
y la carencia de derechos de las mujeres y, muy especialmente, de
las madres. Elisa Leonida Zamfirescu (1887-1973) fue la primera
mujer ingeniero del mundo. En 1909 se inscribió en la Academia Real
Técnica de Berlín, «Charlottemburgen», y se graduó en 1912. Al registrarse,
el decano trató de convencerla de que renunciara, citando «las tres
kas» («kirche, kinder, küche», «iglesia, niños, cocina») que definían
el perfil de la mujer en aquella época. Los directores de la Academia
estaban situados ante una situación nueva: era la primera candidata
de la historia de la Academia, pero escribía y hablaba perfectamente
el alemán y tenía conocimientos sobresalientes de matemáticas, física
y química. Finalmente, la aceptaron.
La Segunda Ola Feminista, del Movimiento de la mujer o de liberación
de la mujer hace referencia un período de actividad feminista que
comienza a principios de los años 1960 y dura hasta los años 1990
del siglo XX. Así como la primera ola del feminismo se enfocaba
principalmente en la superación de los obstáculos legales, la igualdad
legal (sufragio femenino, derechos de propiedad, etc.), la segunda
ola tenía una amplia variedad de temas: la desigualdad no-oficial
(de facto), la sexualidad, la familia, el lugar de trabajo y quizá
de forma más controvertida, los derechos en la reproducción.
Marcha de veinte mil mujeres en Nueva York, 23 de octubre de 1915.
En esta etapa se encuentra la Segunda Guerra Mundial, donde compañías
como Westinghouse Electric hicieron carteles que animaban a las
mujeres a trabajar en los puestos que los hombres habían dejado
vacíos al marchar a la guerra, es decir, propaganda de guerra para
invitar a las mujeres a unirse a la fuerza laboral, o que de la
misma forma no eran para la contratación, sino para exhortar a las
mujeres ya contratadas a trabajar más duro. Pero la verdad es que
la intención de promover la idea de la mujer trabajadora fue creada
con la idea de que cumplieran con su obligación de esposas, llenando
los puestos de trabajo dejados por sus maridos durante la guerra,
casi como si se tratara de un deber patriótico. De aquí salió el
cartel Rosie the Riveter también llamado We Can Do It, que actualmente
constituye un símbolo del feminismo contemporáneo más allá de que,
de la misma forma en que surgió este cartel, surgieron muchos otros
al final de dicha guerra, cuando muchas mujeres fueron prácticamente
forzadas a renunciar y volver a «sus verdadera obligaciones»: limpiar,
cocinar, cuidar de los niños, etc., ya que los hombres iban a volver
a ocupar los puestos. Así, constituye una paradoja para el feminismo.
Simone de Beauvoir, con su libro El segundo sexo, Betty Friedan
con La mística de la feminidad, Kate Millett con Sexual Politics
o Shulamith Firestone con La dialéctica del sexo son algunas de
las autoras más representativas de esta corriente de pensamiento.
Termina en los años noventa con la llegada de la tercera ola, con
caracteres posmodernos, que diversifica de forma radical el feminismo,
tanto en sus visiones como en sus propuestas.
Rebecca Walker, la autora que utilizó por primera vez el término
«Tercera ola» en sus escritos.
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Aliyah Saleem ( Londres, agosto de 1989) es una activista,
escritora e investigadora de mercado de la educación secular británica.
Es una ex-musulmana atea, activista feminista y humanista, y cofundadora
del grupo de defensa Faith to Faithless. También ha escrito bajo
el seudónimo de Laylah Hussain.
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Feminismo de tercera ola es un término identificado con diversas
ramas del feminismo cuyo activismo e investigación en Estados Unidos
comienza en 1990 y se extiende hasta el presente. El movimiento
surgió como una respuesta a los fallos percibidos en el llamado
feminismo de segunda ola: la toma de conciencia de que no existe
un único modelo de mujer, por el contrario, existen múltiples modelos
de mujer, determinados por cuestiones sociales, étnicas, de nacionalidad,
clase social, orientación sexual o religión. Esta corriente se aleja
del esencialismo y las definiciones de feminidad, asumidas en ocasiones
como universales y que sobrestimaban las experiencias de la clase
media-alta de raza blanca norteamericana. Las interpretaciones dadas
al género y al sexo son esenciales dentro de la tercera ola, caracterizándose
por su posestructuralismo. La variedad de enfoques, propuestas,
visiones de los problemas de esta corriente y la carencia de un
objetivo común claro refleja el carácter posmodernista de la tercera
ola del feminismo que incorpora múltiples corrientes del feminismo
teniendo componentes de la teoría queer, del antirracismo, teoría
post colonial, ecofeminismo, transexualidad, o la visión positiva
de la sexualidad, entre otros.
El replanteamiento del feminismo de tercera ola se manifiesta por
ejemplo en que algunas feministas de esta corriente tienen una percepción
diferente de la sexualidad femenina y han replanteado las posturas
ante el trabajo sexual o la pornografía de la segunda ola del feminismo.
Las feministas de tercera ola se centran en la «micropolítica» y
desafían el concepto de lo que es «bueno» o «malo» para la mujer
de la segunda ola. La tercera ola del feminismo surgió como respuesta
a la segunda ola, pero algunos acontecimientos marcaron el comienzo
de esta corriente, como por ejemplo el caso de Anita Hill, una mujer
que denunció por acoso sexual a Clarence Thomas, quien era nominado
para la Corte Suprema de Estados Unidos. Thomas negó las acusaciones
y tras extensas deliberaciones, el Senado votó 52 a 48 a favor de
Thomas. Como respuesta a este caso, Rebecca Walker publicó un artículo
titulado Becoming the Third Wave (Convertirse en la tercera ola)
en el cual declaró: «I am not a post-feminism feminist. I am the
third-wave» («no soy una post-feminista, soy la tercera ola»).
Anita Faye Hill (Lone Tree, Oklahoma; 30 de julio de 1956) es una
profesora de la Universidad de Brandeis (Waltham, Massachusetts),
abogada y activista conocida porque en 1991 acusó al candidato a
la Corte Suprema de los Estados Unidos, Clarence Thomas, de haberla
acosado sexualmente mientras era su supervisor en la EEOC (Equal
Employement Opportunity Commission) en la década de los 80. La utilización
durante el juicio del concepto "acoso sexual" significó el dar a
conocer y popularizar un término que desde mediados de los 70 surgió
en los círculos del movimiento feminista radical.
Otro hito en la historia de la tercera ola son los debates llamados
«Guerras feministas por el sexo», considerados a veces como el inicio
de la tercera ola, constituyeron una serie de encendidos debates
en torno a las posturas ante el sexo, la prostitución, el sadomasoquismo
y la transexualidad que enfrentaron al movimiento feminista de la
tercera ola con la comunidad feminista lésbica.
La cuarta ola del feminismo es una adaptación histórica sobre el
movimiento feminista que plantea la existencia desde la segunda
década del siglo XXI de un nuevo momento histórico en la lucha por
los derechos de las mujeres.
El feminismo ha conllevado importantes cambios en parte del mundo;
gracias a su influencia, en muchas sociedades las mujeres han logrado
el acceso a la educación, el ejercicio del derecho al sufragio activo
y pasivo, la protección de sus derechos sexuales y reproductivos
—incluyendo, en algunos países, la interrupción voluntaria del embarazo—
entre muchos otros que configuran la noción de ciudadanía en la
democracia. Unas de las aportaciones más importantes del feminismo
es el edificio teórico que han construido las diferentes autoras
a lo largo de siglos; la teoría feminista ha introducido en la sociedad
y en el mundo académico, multitud de nuevos conceptos y áreas de
estudio que, de no ser por la vitalidad del movimiento feminista,
no habrían aparecido. Entre estos podemos destacar ejemplos como
los estudios de género, la crítica literaria feminista, la teoría
y crítica feminista de cine y la teoría legal feminista.
Mi cuerpo, mi decisión. Las feministas polacas y el derecho al
aborto. El 17 de enero de 2018 las polacas salieron a las calles
en una convocatoria nacional que abarcó al menos 50 ciudades en
todo el país, con una concentración masiva de mujeres de todas las
edades y condiciones, así como una gran cantidad de familias completas
que a pesar del frío intenso de esa temporada, tomaron la calle
en señal de apoyo a la causa feminista que estaba moviendo el país.
El feminismo ha tenido una importante repercusión en la legislación
de gran parte de países del mundo e influido amplias áreas del ordenamiento
jurídico, con leyes contra la violencia de género o leyes de paridad
electoral: por poner algunos ejemplos, cabe mencionar la Ley 581
de 2000 en Colombia que impone una cuota mínima del 30 % de mujeres;
la Ley 7142 de 1990 de Costa Rica que impone un mínimo del 40 %;
el Código Federal de Procedimientos Electorales de México que limita
al 70 % la presencia de cualquiera de los sexos; la Ley para la
Igualdad efectiva de mujeres y hombres en España (2007) que establece
la obligación de paridad, o la resolución del Consejo Electoral
Venezolano de 2008, que obliga a que las postulaciones de los partidos
tengan un 50 % de mujeres, y la Ley de Paridad de Género en Ámbitos
de Representación Política de 2017 en Argentina. En Chile el presidente
Gabriel González Videla, firmó la Ley N.º 9292, que otorgó el sufragio
pleno de la mujer.
Sin embargo, en ningún país del mundo se ha logrado igual salario
por igual trabajo, el aborto espontáneo sigue siendo causa de muerte
de muchas mujeres en el mundo (tercera causa de mortalidad materna
en el mundo) y aún hay muchos países donde las mujeres no tienen
derecho a votar en igualdad con los varones. Al respecto, la Directora
Ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, comentó que, a
fecha de 2015, los avances desde finales del siglo XX se habían
producido de forma desigual y no se había alcanzado una situación
de igualdad en ningún país. En 2017 «feminismo» fue declarada palabra
del año por el diccionario estadounidense Merriam-Webster revelando
que en 2017 las búsquedas de este término se incrementaron un 70
% respecto al ejercicio anterior. Analistas consideran que los movimientos
feministas están en expansión señalando como ejemplos el movimiento
Ni una menos en Hispanoamérica, la Marcha de las Mujeres de enero
de 2017 en Washington o el impacto del movimiento Me Too («Yo también»)
iniciado con las acusaciones de abuso sexual contra el productor
de cine estadounidense Harvey Weinstein por parte de diversas mujeres
publicada el 5 de octubre de 2017 por The New York Times y que se
ha extendido en otros países.
Harvey Weinstein: «Me acosté con Jennifer Lawrence y ha ganado
un Oscar».|
El amplio conjunto de conceptos y tecnicismos que utiliza el feminismo
tienen un enfoque concreto que debe conocerse para interpretar la
teoría feminista de forma adecuada, algunos de los más importantes
son:
- Patriarcado:
El concepto de patriarcado es central dentro de la crítica racionalista
a la sociedad que, como regla general, hace el feminismo. Antes
de ser reformulado por la teoría feminista, el significado de este
término se correspondía exactamente con su etimología: la palabra
«patriarca», de origen griego, el padre manda, y desde antiguo denominó
a la organización social que otorga la primacía a la parte masculina
de la sociedad, e institucionaliza la influencia del padre de familia.
La introducción del concepto «patriarcado» en el debate feminista
se debe a Kate Millett, en su libro Sexual Politics (1970), y hoy
en día es un componente esencial de casi todos los enfoques del
feminismo, en particular, del feminismo radical. Dentro de la teoría
feminista, el patriarcado ha pasado a significar el dominio del
orden social por los varones, que se manifiesta de innumerables
formas, creando un estado de cosas que configura de forma exterior
a las mujeres, todos los aspectos de su existencia, a través de
la violencia simbólica, de mitos y creencias que convierten la situación
de subordinación en «lo natural». Algunos ejemplos de subordinación
patriarcal son:
- Salarios más bajos para las mujeres, según la OCDE, en los países
miembros existe una diferencia salarial de género del 17 % y se
calcula que un 30 % de esa diferencia se debe a causas discriminatorias.
- Altera en favor del género masculino la sexualidad, orientándola
hacia el placer de los varones.
- Influencia en ámbitos como el lenguaje, que trataría al género
femenino como una excepción frente a la «norma» masculina (por ejemplo,
al decir «los ciudadanos» incluiríamos a ciudadanos varones y mujeres)
o en inglés, la palabra woman (mujer), que evolucionó del vocablo
de inglés antiguo wifman que significa «humano femenino», mientras
que man (hombre/varón) en inglés antiguo significaba «humano» a
secas, cayendo en desuso la palabra werman (humano masculino) alrededor
del año 1000-1200 de nuestra era y pasando a usarse man para definir
a todo el género humano y a los varones.
- El sistema de recompensas y castigos de la sociedad, que daría
más importancia a las conductas masculinas que a las femeninas,
definiendo los roles o estereotipos sexuales y que, por medio de
la ideología patriarcal, se presentan como naturales y universales.
Ejemplo de este hecho es la violencia de género, que era visto como
algo natural y durante siglos las mujeres maltratadas se culpaban
a sí mismas y se avergonzaban por ser golpeadas, hasta que los medios
de comunicación y la crítica al fenómeno cuestionaron esa lógica.
- Reserva a las mujeres peores empleos y ocupaciones, como las
tareas del hogar, que no suelen ser remuneradas y están revestidas
de poco o nulo prestigio social, además de que, en muchos casos
resultan incompatibles con una vida profesional plena.
- Género:
El concepto de «género» es central en la teoría feminista, que
define el género (lo masculino/lo femenino), no como una realidad
natural, consustancial al ser humano, si no como una construcción
cultural. El género sería el resultado de la inmersión en un conjunto
de valores socialmente construidos que dan lugar a la concepción
de «lo femenino» o de «lo masculino». Las características meramente
biológicas (el sexo), a través de una evolución social, han sido
revestidas de un conjunto de comportamientos, actitudes, percepciones
y pensamientos; que la humanidad ha impuesto a la mujer, ligando
a las características biológicas sexuales una imagen concreta de
lo que «debe» ser, creando la relación entre sexo (macho/hembra)
y género. Uno de los principales objetivos de las teorías del género
es cuestionar la creencia de que la biología determina la condición
femenina (o masculina), afirmando su naturaleza social.
El sexo dominante es el del varón o macho humano, que, a través
de la estructura patriarcal establece un dominio sobre la mujer
o hembra humana. La mujer es oprimida debido a su sexo y la opresión
se da a través del género. Debido a esto, el surgimiento de los
estudios de género en los años 70 en Estados Unidos provocó una
ruptura en otras ciencias sociales, que se vieron obligadas a redefinir
sus paradigmas, hasta entonces diseñados en clave meramente masculina.
Disciplinas como la sociología, la geografía, la psicología, la
antropología y la economía atravesaron redefiniciones en cuanto
aparece la mujer (sexo) como objeto de estudio separado del género.
Dejan de lado el paradigma del determinismo biológico y aparece
una construcción racional de la relación de la sociedad con la mujer.
El género como construcción social y no biológica originariamente
es una construcción teórica creada por médicos, psicoanalistas,
etnólogos y sexólogos como John Money o Robert Stoller, quienes
propusieron distinguir el concepto de sexo del de género, es decir,
separar los rasgos biológicos, fisiológicos, cromosómicos y genéticos
del macho y de la hembra humanos de la construcción social que se
hace de esas diferencias biológicas sexuales. Por ejemplo: el rosa
y los juguetes domésticos para las niñas y el azul o celeste y los
juguetes de acción y guerra para los niños. Eso es género. A partir
de la década de 1970, hasta los 90, las feministas van a hacer suyo
los estudios de género. El género, desde la perspectiva de los estudios
de género feminista, es lo que la sociedad dice que una mujer debe
ser y lo que no debe ser.
El feminismo no cuestiona, de este modo, únicamente la construcción
de la feminidad y de la mujer, sino también de la masculinidad el
concepto de varón, puesto que tanto la primera como la segunda forman
parte del sistema sexo/género, al que dio forma y que supone en
la actualidad una categoría de análisis antropológica. Según Gayle
Rubin, el sistema sexo/género asigna características culturales
y, en consecuencia, artificiales y perfectamente modificables, a
cada uno de los sexos, opresión del patriarcado que no sería inevitable,
sino consecuencia de las relaciones sociales que organizan el llamado
sistema sexo/género. Es decir, para cada sexo biológico correspondería
determinado género.
Mujeres pertenecientes al grupo de feminismo radical Femen, protestan
en Nueva York contra legislación para ilegalizar el aborto en Ucrania.
A los machos humanos les corresponde la masculinidad y a las hembras
la femineidad, con un sistema de jerarquía donde el varón opresor
ocuparía un puesto superior y dominaría a la mujer, en situación
de subordinación y oprimida. Las diferencias generarían desigualdades
jerárquicas, diferencias biológicas y relaciones políticas entre
los sexos que, gracias al género, resultan desiguales y asimétricas
en la vida social, jurídica, política, sexual, en el desarrollo
económico, el acceso a la tierra, a la educación, a la cultura y
al trabajo. De acuerdo con Marcela Lagarde, las cinco claves de
la opresión de género son la inferiorización, la discriminación,
la exclusión, la marginación y la expropiación de las mujeres.
- Androcentrismo:
El «androcentrismo» es la visión del mundo y de las relaciones
sociales centrada en el punto de vista masculino. El androcentrismo
convierte la visión del varón en la única posible y establece una
serie de paradigmas de estudio y análisis de la realidad, que además
incluyen los sesgos raciales, de clase y de edad del sector dominante
de la sociedad. En el contexto de la investigación social, un estudio
con enfoque androcéntrico sería «un estudio, análisis o investigación
desde la perspectiva masculina únicamente, y utilización posterior
de los resultados como válidos para la generalidad de los individuos,
hombres y mujeres». La práctica totalidad de la producción intelectual
ha sido, hasta bien entrado el siglo XX, de carácter androcentrista,
siendo ésta circunstancia instrumental para la creación de la identidad
femenina a la medida del varón (sector masculino de la sociedad).
Dado que a lo largo de la historia de la humanidad, la parte masculina
(y propietaria, de raza blanca y de edad adulta) de la sociedad
ha sido la que ha escrito y teorizado sobre la sociedad, el androcentrismo
es una consecuencia a la vez que una condición posibilitadora de
este dominio. El androcentrismo se extiende a todos los ámbitos
de la sociedad en general y de la producción intelectual en particular,
afectando a ámbitos como la escuela y sus materiales educativos,
los medios de comunicación, la producción científica, la administración
pública, la sanidad, la justicia, entre otros. El sesgo androcéntrico
de la producción intelectual de una sociedad, además de su carácter
«de género», incluye otras condiciones ventajosas como la clase
social, el color, la etnia o la edad. Los privilegios de estas condiciones
sociales convierten la visión del varón blanco, adulto y propietario
en la única posible, posibilitando el monopolio de la visión intelectual
de la sociedad.
Un claro ejemplo de androcentrismo se encuentra en el décimo mandamiento
bíblico:
No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de
tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno,
ni nada que sea de tu prójimo.
Una de las corrientes del feminismo de tercera ola, el ecofeminismo,
ha recibido críticas contra el por su carácter esencialista, lo
que ha llevado al rechazo de tal denominación por las feministas
que se definen también como ecologistas. Tal esencialismo se interpreta
como una visión dicotómica y estricta, un dualismo que en el fondo
sigue enfocándose en diferencias de género, y no en aspectos comunes,
hasta el punto de relacionar el ser mujer con una supuesta moralidad
superior, y tender a mostrar a los varones «con una capacidad innatamente
inferior en áreas de desempeño consideradas significativas», por
ejemplo, al atribuirles fenómenos como la violencia, y a desligarles
de valores como la paz, sin haber evidencias científicas y prácticas
que respalden estas relaciones. Este punto de vista ha sido denunciado
como innecesario en el feminismo y como ideología sexista. Según
el psicólogo Sebastián Girona, las versiones más radicales del feminismo
achacan a los hombres toda la culpa de la opresión que han sufrido
las mujeres a lo largo de la historia sin reconocer la responsabilidad
propia de las mujeres. Esta perspectiva puede conducir a culpar
al hombre de todos los males sociales, y en consecuencia, cosificarlo
a la figura del mal y en algunos casos puede devenir en un odio
o aversión hacia los varones, llamado técnicamente misandria, que
se puede manifestar abierta o sutilmente.
El feminismo ha recibido críticas desde ideologías conservadoras.
Por ejemplo, la periodista Naomi Schaefer Riley, sostiene que el
feminismo ha perjudicado a las mujeres y a las familias al promover
una cultura que supuestamente considera las relaciones sexuales
casuales como «empoderantes», rechaza la necesidad de la presencia
del hombre en el hogar y minusvalora el trabajo doméstico de las
mujeres, a la vez que invita a la victimización de la mujer.
Protestas en Argentina en el día de la Mujer de 1984, después de
que la fecha fue institucionalizada.
En la misma vena, la actriz Alessandra Cantini, candidata del
partido Forza Italia opina que el feminismo promueve un terrorismo
de género y que las reivindicaciones de feminismo obedecen al propósito
de derribar el orden capitalista. La economista paleolibertaria
Vanessa Vallejo ve un vínculo entre medidas como leyes de cuotas
o cupos y el colectivismo y el autoritarismo político. Tanto Vallejo
como Cantini denuncian la forma en que estas medidas podrían atentar
contra principios como la libertad empresarial, o la meritocracia.
Las críticas hacia tendencias totalitarias del feminismo radical,
provienen también del sector del feminismo igualitario. Por ejemplo,
Camille Paglia y Christina Sommers acusan a las «feministas de género»
de encasillar a las mujeres en el rol de víctimas del patriarcado
y lamentan una supuesta deriva hacia la intoleracia y la censura
del feminismo hacia los puntos de vista disidentes en las instituciones
académicas. Otros conceptos de la segunda y tercera ola del feminismo
han sido cuestionadas, como el patriarcado, la identidad de género
y los constructos sociales.
Como un supuesto movimiento de igualdad, se denuncia el abandono
del feminismo por proteger y velar por la discriminación, la explotación
y el abuso hacia los varones. Por ejemplo, Carol Fontena y Andrés
Gatica, en una investigación sobre la violencia hacia los hombres,
comentan sobre el problema de la violencia doméstica:
En este sentido, hay una lógica un tanto unilateral en su abordaje,
apoyado por el feminismo, que a contribuido ostensiblemente a la
intervención de esta problemática, pero que ha tenido sus costos
al señalar a un solo tipo de agresor: al varón, manteniendo oculta
esta problemática.
Cantini, por su parte, opina que «el status quo actual discrimina
a los hombres en tanto y en cuanto no existe ninguna ley humanitaria
que los defienda de los abusos que reciben».
Algunos colectivos de hombres y mujeres han mostrado su desacuerdo
contra el feminismo, como fue el caso de la campaña en Internet
llamada «Mujeres contra el feminismo» de 2014 en reacción a la campaña
«#YesAllWomen», o el «Frente de hombres contra el feminismo» en
Alemania. En 2013 el patriarca Kirill de la Iglesia ortodoxa de
Rusia cuestionó al feminismo argumentando que «es muy peligroso
y puede destruir Rusia».
En los primeros años de la década de 1990 el periodista conservador
estadounidense Rush Limbaugh comenzó a difundir el término peyorativo
«feminazi», asociando algunas corrientes feministas con el nazismo.
El término ha sido criticado por promover la creencia de que Hitler
era feminista. La feminista Gloria Steinem ha criticado también
a Limbaugh, exponiendo cómo Limbaugh apoya la mayoría de las posturas
que el nazismo tenía contra el feminismo. También el ejecutivo de
medios Steve Bannon, jefe de Asesores del expresidente estadounidense
Donald Trump y director del medio de extrema derecha Breitbart News,
y Milo Yiannopoulos, periodista británico de extrema derecha, sostuvieron
que el feminismo era una enfermedad como el cáncer.
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