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9 - Septiembre - 2021
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La segunda fase o primera ola del feminismo se refiere al movimiento feminista que se desarrolló en Inglaterra, Estados Unidos y otras partes del mundo como Iberoamérica a lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX. Originariamente, se concentró en la obtención de igualdad frente al varón en términos de derecho de propiedad e igual capacidad de obrar, así como la demanda de igualdad de derechos dentro del matrimonio. A finales del siglo XIX, los esfuerzos se van a concentrar en la obtención de derechos políticos, en concreto el derecho al sufragio.

En las décadas de 1830 y 1840 se destaca en el movimiento socialista francés, la peruana Flora Tristán, con obras como La emancipación de la mujer, considerada como precursora del movimiento feminista moderno. Un hito del feminismo es la Convención de Seneca Falls en Nueva York en 1848, donde trescientos activistas y espectadores se reunieron en la primera convención por los derechos de la mujer en Estados Unidos, cuya declaración final fue firmada por unas cien mujeres. Durante ese tiempo, los sansimonianos defendían la emancipación de la mujer. En este grupo se encontraban mujeres como Angélique Arnaud, Caroline Simon y Claire Démar. Al iniciarse el siglo XX aparecen en el Reino Unido las suffragettes, activistas por los derechos cívicos de las mujeres, en particular el derecho al sufragio. El movimiento fue liderado por Emmeline Pankhurst y numerosas autoras y activistas, en su mayor parte de Estados Unidos y Reino Unido, que van a llevar el feminismo al terreno del activismo, especialmente en un contexto de vindicación de igualdad de derechos frente al Estado. Los acontecimientos históricos del momento, especialmente la abolición de la esclavitud, van a ser muy influyentes en el devenir del movimiento feminista, pudiendo encontrar una correlación entre la lucha por la abolición y la lucha por los derechos de la mujer: muchas de las líderes de esta primera corriente son esposas de líderes abolicionistas.

Sarmiza Bilcescu (1867-1935), abogada y feminista, es la primera mujer con título de Doctor en Derecho del mundo.

Una vez conseguida la abolición, se van a producir contactos entre las feministas y las mujeres negras, poniéndose de relieve las grandes diferencias en la situación de las mujeres blancas de clase media-alta, las únicas feministas hasta el momento, con las mujeres negras. Este encuentro lo personaliza la figura de Sojourner Truth y su discurso Ain't I a Woman? (1851). Las diferencias y características específicas de los problemas de la mujer negra junto con los de las mujeres obreras (un grupo que va a comenzar a hacer aparición) van a generar fricciones y problemas como por ejemplo, la incompatibilidad del modelo femenino de la mujer obrera con el de las pioneras del feminismo. Autoras y activistas importantes de la primera ola del feminismo son: Lucretia Mott, Lucy Stone, Elizabeth Cady Stanton, y Susan B. Anthony, muchas de ellas vinculadas al abolicionismo e influenciadas por el pensamiento cuáquero. El carácter del feminismo predominante en ese momento vindica la mujer a través de cualidades positivas consideradas femeninas como la templanza, la vida piadosa o la abstención de beber alcohol. Sin embargo, esta vindicación de la mujer a través de la templanza no es menoscabo para enérgicas protestas y un activismo beligerante, con acciones como encadenarse en lugares públicos, romper escaparates, huelgas de hambre, desobediencia civil o actos desesperados y extremadamente peligrosos como tirarse delante del caballo del rey durante una carrera. En Argentina la anarquista Virginia Bolten lidera un movimiento feminista sindical alrededor del periódico La Voz de la Mujer (1896-1899), publicado bajo el lema «Ni Dios, ni patrón, ni marido». Pocos años después Bolten integró la mesa de conducción de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA). Instalada en Uruguay participó del movimiento que conquistó el derecho al sufragio para las mujeres (primero de un país iberoamericano) y el divorcio.

La abolición de la esclavitud va a llegar pero, para decepción de las mujeres, la igualdad de raza no se extiende a la igualdad de género, de modo que el movimiento feminista va a tener que buscar un camino propio, separándose del movimiento abolicionista. Tras grandes esfuerzos, se conseguirá el derecho al sufragio en 1918, cuando en Inglaterra se regula el voto para mujeres mayores de treinta años y poseedoras de una casa. En Alemania se consigue el sufragio en noviembre de 1918. En 1928, la edad para votar se equipara a la de los varones. Por su parte, en Estados Unidos, la Decimonovena Enmienda de 1920 otorga derecho al voto en todos los estados del país. La mayor parte de los grandes estados europeos van a tomar medidas semejantes con algunas excepciones como Francia o Italia, que aún postergarán unos veinte años el derecho al sufragio femenino. Con la consecución de la igualdad de iure, la primera ola va a perder su razón de ser, tras un periodo de poca actividad en lo que a feminismo se refiere. Aparecerán nuevas corrientes feministas, centradas en el progreso e igualdad social y cultural de la mujer y para diferenciarlas, se les va a calificar como la «Segunda ola», nombrando de forma retrospectiva a la «Primera ola».

Betty Friedan, 1960.

La rumana Sarmiza Bilcescu (27 de abril de 1867-26 de agosto de 1935) fue la primera mujer de Europa licenciada en derecho por la Universidad de París y fue la primera mujer en el mundo que consiguió un doctorado de Derecho, con una tesis titulada Sobre la condición jurídica de la madre (1890), donde mostraba todas las contradicciones y la carencia de derechos de las mujeres y, muy especialmente, de las madres. Elisa Leonida Zamfirescu (1887-1973) fue la primera mujer ingeniero del mundo. En 1909 se inscribió en la Academia Real Técnica de Berlín, «Charlottemburgen», y se graduó en 1912. Al registrarse, el decano trató de convencerla de que renunciara, citando «las tres kas» («kirche, kinder, küche», «iglesia, niños, cocina») que definían el perfil de la mujer en aquella época. Los directores de la Academia estaban situados ante una situación nueva: era la primera candidata de la historia de la Academia, pero escribía y hablaba perfectamente el alemán y tenía conocimientos sobresalientes de matemáticas, física y química. Finalmente, la aceptaron.

La Segunda Ola Feminista, del Movimiento de la mujer o de liberación de la mujer hace referencia un período de actividad feminista que comienza a principios de los años 1960 y dura hasta los años 1990 del siglo XX. Así como la primera ola del feminismo se enfocaba principalmente en la superación de los obstáculos legales, la igualdad legal (sufragio femenino, derechos de propiedad, etc.), la segunda ola tenía una amplia variedad de temas: la desigualdad no-oficial (de facto), la sexualidad, la familia, el lugar de trabajo y quizá de forma más controvertida, los derechos en la reproducción.

Marcha de veinte mil mujeres en Nueva York, 23 de octubre de 1915.

En esta etapa se encuentra la Segunda Guerra Mundial, donde compañías como Westinghouse Electric hicieron carteles que animaban a las mujeres a trabajar en los puestos que los hombres habían dejado vacíos al marchar a la guerra, es decir, propaganda de guerra para invitar a las mujeres a unirse a la fuerza laboral, o que de la misma forma no eran para la contratación, sino para exhortar a las mujeres ya contratadas a trabajar más duro. Pero la verdad es que la intención de promover la idea de la mujer trabajadora fue creada con la idea de que cumplieran con su obligación de esposas, llenando los puestos de trabajo dejados por sus maridos durante la guerra, casi como si se tratara de un deber patriótico. De aquí salió el cartel Rosie the Riveter también llamado We Can Do It, que actualmente constituye un símbolo del feminismo contemporáneo más allá de que, de la misma forma en que surgió este cartel, surgieron muchos otros al final de dicha guerra, cuando muchas mujeres fueron prácticamente forzadas a renunciar y volver a «sus verdadera obligaciones»: limpiar, cocinar, cuidar de los niños, etc., ya que los hombres iban a volver a ocupar los puestos. Así, constituye una paradoja para el feminismo. Simone de Beauvoir, con su libro El segundo sexo, Betty Friedan con La mística de la feminidad, Kate Millett con Sexual Politics o Shulamith Firestone con La dialéctica del sexo son algunas de las autoras más representativas de esta corriente de pensamiento. Termina en los años noventa con la llegada de la tercera ola, con caracteres posmodernos, que diversifica de forma radical el feminismo, tanto en sus visiones como en sus propuestas.

Rebecca Walker, la autora que utilizó por primera vez el término «Tercera ola» en sus escritos.

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Aliyah Saleem ( Londres, agosto de 1989) es una activista, escritora e investigadora de mercado de la educación secular británica. Es una ex-musulmana atea, activista feminista y humanista, y cofundadora del grupo de defensa Faith to Faithless. También ha escrito bajo el seudónimo de Laylah Hussain.

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Feminismo de tercera ola es un término identificado con diversas ramas del feminismo cuyo activismo e investigación en Estados Unidos comienza en 1990 y se extiende hasta el presente. El movimiento surgió como una respuesta a los fallos percibidos en el llamado feminismo de segunda ola: la toma de conciencia de que no existe un único modelo de mujer, por el contrario, existen múltiples modelos de mujer, determinados por cuestiones sociales, étnicas, de nacionalidad, clase social, orientación sexual o religión. Esta corriente se aleja del esencialismo y las definiciones de feminidad, asumidas en ocasiones como universales y que sobrestimaban las experiencias de la clase media-alta de raza blanca norteamericana. Las interpretaciones dadas al género y al sexo son esenciales dentro de la tercera ola, caracterizándose por su posestructuralismo. La variedad de enfoques, propuestas, visiones de los problemas de esta corriente y la carencia de un objetivo común claro refleja el carácter posmodernista de la tercera ola del feminismo que incorpora múltiples corrientes del feminismo teniendo componentes de la teoría queer, del antirracismo, teoría post colonial, ecofeminismo, transexualidad, o la visión positiva de la sexualidad, entre otros.

El replanteamiento del feminismo de tercera ola se manifiesta por ejemplo en que algunas feministas de esta corriente tienen una percepción diferente de la sexualidad femenina y han replanteado las posturas ante el trabajo sexual o la pornografía de la segunda ola del feminismo. Las feministas de tercera ola se centran en la «micropolítica» y desafían el concepto de lo que es «bueno» o «malo» para la mujer de la segunda ola. La tercera ola del feminismo surgió como respuesta a la segunda ola, pero algunos acontecimientos marcaron el comienzo de esta corriente, como por ejemplo el caso de Anita Hill, una mujer que denunció por acoso sexual a Clarence Thomas, quien era nominado para la Corte Suprema de Estados Unidos. Thomas negó las acusaciones y tras extensas deliberaciones, el Senado votó 52 a 48 a favor de Thomas. Como respuesta a este caso, Rebecca Walker publicó un artículo titulado Becoming the Third Wave (Convertirse en la tercera ola) en el cual declaró: «I am not a post-feminism feminist. I am the third-wave» («no soy una post-feminista, soy la tercera ola»).

Anita Faye Hill (Lone Tree, Oklahoma; 30 de julio de 1956) es una profesora de la Universidad de Brandeis (Waltham, Massachusetts), abogada y activista conocida porque en 1991 acusó al candidato a la Corte Suprema de los Estados Unidos, Clarence Thomas, de haberla acosado sexualmente mientras era su supervisor en la EEOC (Equal Employement Opportunity Commission) en la década de los 80. La utilización durante el juicio del concepto "acoso sexual" significó el dar a conocer y popularizar un término que desde mediados de los 70 surgió en los círculos del movimiento feminista radical.

Otro hito en la historia de la tercera ola son los debates llamados «Guerras feministas por el sexo», considerados a veces como el inicio de la tercera ola, constituyeron una serie de encendidos debates en torno a las posturas ante el sexo, la prostitución, el sadomasoquismo y la transexualidad que enfrentaron al movimiento feminista de la tercera ola con la comunidad feminista lésbica.

La cuarta ola del feminismo es una adaptación histórica sobre el movimiento feminista que plantea la existencia desde la segunda década del siglo XXI de un nuevo momento histórico en la lucha por los derechos de las mujeres.

El feminismo ha conllevado importantes cambios en parte del mundo; gracias a su influencia, en muchas sociedades las mujeres han logrado el acceso a la educación, el ejercicio del derecho al sufragio activo y pasivo, la protección de sus derechos sexuales y reproductivos —incluyendo, en algunos países, la interrupción voluntaria del embarazo— entre muchos otros que configuran la noción de ciudadanía en la democracia. Unas de las aportaciones más importantes del feminismo es el edificio teórico que han construido las diferentes autoras a lo largo de siglos; la teoría feminista ha introducido en la sociedad y en el mundo académico, multitud de nuevos conceptos y áreas de estudio que, de no ser por la vitalidad del movimiento feminista, no habrían aparecido. Entre estos podemos destacar ejemplos como los estudios de género, la crítica literaria feminista, la teoría y crítica feminista de cine y la teoría legal feminista.

Mi cuerpo, mi decisión. Las feministas polacas y el derecho al aborto. El 17 de enero de 2018 las polacas salieron a las calles en una convocatoria nacional que abarcó al menos 50 ciudades en todo el país, con una concentración masiva de mujeres de todas las edades y condiciones, así como una gran cantidad de familias completas que a pesar del frío intenso de esa temporada, tomaron la calle en señal de apoyo a la causa feminista que estaba moviendo el país.

El feminismo ha tenido una importante repercusión en la legislación de gran parte de países del mundo e influido amplias áreas del ordenamiento jurídico, con leyes contra la violencia de género o leyes de paridad electoral: por poner algunos ejemplos, cabe mencionar la Ley 581 de 2000 en Colombia que impone una cuota mínima del 30 % de mujeres; la Ley 7142 de 1990 de Costa Rica que impone un mínimo del 40 %; el Código Federal de Procedimientos Electorales de México que limita al 70 % la presencia de cualquiera de los sexos; la Ley para la Igualdad efectiva de mujeres y hombres en España (2007) que establece la obligación de paridad, o la resolución del Consejo Electoral Venezolano de 2008, que obliga a que las postulaciones de los partidos tengan un 50 % de mujeres, y la Ley de Paridad de Género en Ámbitos de Representación Política de 2017 en Argentina. En Chile el presidente Gabriel González Videla, firmó la Ley N.º 9292, que otorgó el sufragio pleno de la mujer.

Sin embargo, en ningún país del mundo se ha logrado igual salario por igual trabajo, el aborto espontáneo sigue siendo causa de muerte de muchas mujeres en el mundo (tercera causa de mortalidad materna en el mundo) y aún hay muchos países donde las mujeres no tienen derecho a votar en igualdad con los varones. Al respecto, la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, comentó que, a fecha de 2015, los avances desde finales del siglo XX se habían producido de forma desigual y no se había alcanzado una situación de igualdad en ningún país. En 2017 «feminismo» fue declarada palabra del año por el diccionario estadounidense Merriam-Webster revelando que en 2017 las búsquedas de este término se incrementaron un 70 % respecto al ejercicio anterior. Analistas consideran que los movimientos feministas están en expansión señalando como ejemplos el movimiento Ni una menos en Hispanoamérica, la Marcha de las Mujeres de enero de 2017 en Washington o el impacto del movimiento Me Too («Yo también») iniciado con las acusaciones de abuso sexual contra el productor de cine estadounidense Harvey Weinstein por parte de diversas mujeres publicada el 5 de octubre de 2017 por The New York Times y que se ha extendido en otros países.

Harvey Weinstein: «Me acosté con Jennifer Lawrence y ha ganado un Oscar».|

El amplio conjunto de conceptos y tecnicismos que utiliza el feminismo tienen un enfoque concreto que debe conocerse para interpretar la teoría feminista de forma adecuada, algunos de los más importantes son:

- Patriarcado:

El concepto de patriarcado es central dentro de la crítica racionalista a la sociedad que, como regla general, hace el feminismo. Antes de ser reformulado por la teoría feminista, el significado de este término se correspondía exactamente con su etimología: la palabra «patriarca», de origen griego, el padre manda, y desde antiguo denominó a la organización social que otorga la primacía a la parte masculina de la sociedad, e institucionaliza la influencia del padre de familia. La introducción del concepto «patriarcado» en el debate feminista se debe a Kate Millett, en su libro Sexual Politics (1970), y hoy en día es un componente esencial de casi todos los enfoques del feminismo, en particular, del feminismo radical. Dentro de la teoría feminista, el patriarcado ha pasado a significar el dominio del orden social por los varones, que se manifiesta de innumerables formas, creando un estado de cosas que configura de forma exterior a las mujeres, todos los aspectos de su existencia, a través de la violencia simbólica, de mitos y creencias que convierten la situación de subordinación en «lo natural». Algunos ejemplos de subordinación patriarcal son:

- Salarios más bajos para las mujeres, según la OCDE, en los países miembros existe una diferencia salarial de género del 17 % y se calcula que un 30 % de esa diferencia se debe a causas discriminatorias.

- Altera en favor del género masculino la sexualidad, orientándola hacia el placer de los varones.

- Influencia en ámbitos como el lenguaje, que trataría al género femenino como una excepción frente a la «norma» masculina (por ejemplo, al decir «los ciudadanos» incluiríamos a ciudadanos varones y mujeres) o en inglés, la palabra woman (mujer), que evolucionó del vocablo de inglés antiguo wifman que significa «humano femenino», mientras que man (hombre/varón) en inglés antiguo significaba «humano» a secas, cayendo en desuso la palabra werman (humano masculino) alrededor del año 1000-1200 de nuestra era y pasando a usarse man para definir a todo el género humano y a los varones.

- El sistema de recompensas y castigos de la sociedad, que daría más importancia a las conductas masculinas que a las femeninas, definiendo los roles o estereotipos sexuales y que, por medio de la ideología patriarcal, se presentan como naturales y universales. Ejemplo de este hecho es la violencia de género, que era visto como algo natural y durante siglos las mujeres maltratadas se culpaban a sí mismas y se avergonzaban por ser golpeadas, hasta que los medios de comunicación y la crítica al fenómeno cuestionaron esa lógica.

- Reserva a las mujeres peores empleos y ocupaciones, como las tareas del hogar, que no suelen ser remuneradas y están revestidas de poco o nulo prestigio social, además de que, en muchos casos resultan incompatibles con una vida profesional plena.

- Género:

El concepto de «género» es central en la teoría feminista, que define el género (lo masculino/lo femenino), no como una realidad natural, consustancial al ser humano, si no como una construcción cultural. El género sería el resultado de la inmersión en un conjunto de valores socialmente construidos que dan lugar a la concepción de «lo femenino» o de «lo masculino». Las características meramente biológicas (el sexo), a través de una evolución social, han sido revestidas de un conjunto de comportamientos, actitudes, percepciones y pensamientos; que la humanidad ha impuesto a la mujer, ligando a las características biológicas sexuales una imagen concreta de lo que «debe» ser, creando la relación entre sexo (macho/hembra) y género. Uno de los principales objetivos de las teorías del género es cuestionar la creencia de que la biología determina la condición femenina (o masculina), afirmando su naturaleza social.

El sexo dominante es el del varón o macho humano, que, a través de la estructura patriarcal establece un dominio sobre la mujer o hembra humana. La mujer es oprimida debido a su sexo y la opresión se da a través del género. Debido a esto, el surgimiento de los estudios de género en los años 70 en Estados Unidos provocó una ruptura en otras ciencias sociales, que se vieron obligadas a redefinir sus paradigmas, hasta entonces diseñados en clave meramente masculina. Disciplinas como la sociología, la geografía, la psicología, la antropología y la economía atravesaron redefiniciones en cuanto aparece la mujer (sexo) como objeto de estudio separado del género. Dejan de lado el paradigma del determinismo biológico y aparece una construcción racional de la relación de la sociedad con la mujer.

El género como construcción social y no biológica originariamente es una construcción teórica creada por médicos, psicoanalistas, etnólogos y sexólogos como John Money o Robert Stoller, quienes propusieron distinguir el concepto de sexo del de género, es decir, separar los rasgos biológicos, fisiológicos, cromosómicos y genéticos del macho y de la hembra humanos de la construcción social que se hace de esas diferencias biológicas sexuales. Por ejemplo: el rosa y los juguetes domésticos para las niñas y el azul o celeste y los juguetes de acción y guerra para los niños. Eso es género. A partir de la década de 1970, hasta los 90, las feministas van a hacer suyo los estudios de género. El género, desde la perspectiva de los estudios de género feminista, es lo que la sociedad dice que una mujer debe ser y lo que no debe ser.

El feminismo no cuestiona, de este modo, únicamente la construcción de la feminidad y de la mujer, sino también de la masculinidad el concepto de varón, puesto que tanto la primera como la segunda forman parte del sistema sexo/género, al que dio forma y que supone en la actualidad una categoría de análisis antropológica. Según Gayle Rubin, el sistema sexo/género asigna características culturales y, en consecuencia, artificiales y perfectamente modificables, a cada uno de los sexos, opresión del patriarcado que no sería inevitable, sino consecuencia de las relaciones sociales que organizan el llamado sistema sexo/género. Es decir, para cada sexo biológico correspondería determinado género.

Mujeres pertenecientes al grupo de feminismo radical Femen, protestan en Nueva York contra legislación para ilegalizar el aborto en Ucrania.

A los machos humanos les corresponde la masculinidad y a las hembras la femineidad, con un sistema de jerarquía donde el varón opresor ocuparía un puesto superior y dominaría a la mujer, en situación de subordinación y oprimida. Las diferencias generarían desigualdades jerárquicas, diferencias biológicas y relaciones políticas entre los sexos que, gracias al género, resultan desiguales y asimétricas en la vida social, jurídica, política, sexual, en el desarrollo económico, el acceso a la tierra, a la educación, a la cultura y al trabajo. De acuerdo con Marcela Lagarde, las cinco claves de la opresión de género son la inferiorización, la discriminación, la exclusión, la marginación y la expropiación de las mujeres.

- Androcentrismo:

El «androcentrismo» es la visión del mundo y de las relaciones sociales centrada en el punto de vista masculino. El androcentrismo convierte la visión del varón en la única posible y establece una serie de paradigmas de estudio y análisis de la realidad, que además incluyen los sesgos raciales, de clase y de edad del sector dominante de la sociedad. En el contexto de la investigación social, un estudio con enfoque androcéntrico sería «un estudio, análisis o investigación desde la perspectiva masculina únicamente, y utilización posterior de los resultados como válidos para la generalidad de los individuos, hombres y mujeres». La práctica totalidad de la producción intelectual ha sido, hasta bien entrado el siglo XX, de carácter androcentrista, siendo ésta circunstancia instrumental para la creación de la identidad femenina a la medida del varón (sector masculino de la sociedad).

Dado que a lo largo de la historia de la humanidad, la parte masculina (y propietaria, de raza blanca y de edad adulta) de la sociedad ha sido la que ha escrito y teorizado sobre la sociedad, el androcentrismo es una consecuencia a la vez que una condición posibilitadora de este dominio. El androcentrismo se extiende a todos los ámbitos de la sociedad en general y de la producción intelectual en particular, afectando a ámbitos como la escuela y sus materiales educativos, los medios de comunicación, la producción científica, la administración pública, la sanidad, la justicia, entre otros. El sesgo androcéntrico de la producción intelectual de una sociedad, además de su carácter «de género», incluye otras condiciones ventajosas como la clase social, el color, la etnia o la edad. Los privilegios de estas condiciones sociales convierten la visión del varón blanco, adulto y propietario en la única posible, posibilitando el monopolio de la visión intelectual de la sociedad.

Un claro ejemplo de androcentrismo se encuentra en el décimo mandamiento bíblico:

No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo.

Una de las corrientes del feminismo de tercera ola, el ecofeminismo, ha recibido críticas contra el por su carácter esencialista, lo que ha llevado al rechazo de tal denominación por las feministas que se definen también como ecologistas. Tal esencialismo se interpreta como una visión dicotómica y estricta, un dualismo que en el fondo sigue enfocándose en diferencias de género, y no en aspectos comunes, hasta el punto de relacionar el ser mujer con una supuesta moralidad superior, y tender a mostrar a los varones «con una capacidad innatamente inferior en áreas de desempeño consideradas significativas», por ejemplo, al atribuirles fenómenos como la violencia, y a desligarles de valores como la paz, sin haber evidencias científicas y prácticas que respalden estas relaciones. Este punto de vista ha sido denunciado como innecesario en el feminismo y como ideología sexista. Según el psicólogo Sebastián Girona, las versiones más radicales del feminismo achacan a los hombres toda la culpa de la opresión que han sufrido las mujeres a lo largo de la historia sin reconocer la responsabilidad propia de las mujeres. Esta perspectiva puede conducir a culpar al hombre de todos los males sociales, y en consecuencia, cosificarlo a la figura del mal y en algunos casos puede devenir en un odio o aversión hacia los varones, llamado técnicamente misandria, que se puede manifestar abierta o sutilmente.

El feminismo ha recibido críticas desde ideologías conservadoras. Por ejemplo, la periodista Naomi Schaefer Riley, sostiene que el feminismo ha perjudicado a las mujeres y a las familias al promover una cultura que supuestamente considera las relaciones sexuales casuales como «empoderantes», rechaza la necesidad de la presencia del hombre en el hogar y minusvalora el trabajo doméstico de las mujeres, a la vez que invita a la victimización de la mujer.

Protestas en Argentina en el día de la Mujer de 1984, después de que la fecha fue institucionalizada.

En la misma vena, la actriz Alessandra Cantini, candidata del partido Forza Italia opina que el feminismo promueve un terrorismo de género y que las reivindicaciones de feminismo obedecen al propósito de derribar el orden capitalista. La economista paleolibertaria Vanessa Vallejo ve un vínculo entre medidas como leyes de cuotas o cupos y el colectivismo y el autoritarismo político. Tanto Vallejo como Cantini denuncian la forma en que estas medidas podrían atentar contra principios como la libertad empresarial, o la meritocracia. Las críticas hacia tendencias totalitarias del feminismo radical, provienen también del sector del feminismo igualitario. Por ejemplo, Camille Paglia y Christina Sommers acusan a las «feministas de género» de encasillar a las mujeres en el rol de víctimas del patriarcado y lamentan una supuesta deriva hacia la intoleracia y la censura del feminismo hacia los puntos de vista disidentes en las instituciones académicas. Otros conceptos de la segunda y tercera ola del feminismo han sido cuestionadas, como el patriarcado, la identidad de género y los constructos sociales.

Como un supuesto movimiento de igualdad, se denuncia el abandono del feminismo por proteger y velar por la discriminación, la explotación y el abuso hacia los varones. Por ejemplo, Carol Fontena y Andrés Gatica, en una investigación sobre la violencia hacia los hombres, comentan sobre el problema de la violencia doméstica:

En este sentido, hay una lógica un tanto unilateral en su abordaje, apoyado por el feminismo, que a contribuido ostensiblemente a la intervención de esta problemática, pero que ha tenido sus costos al señalar a un solo tipo de agresor: al varón, manteniendo oculta esta problemática.

Cantini, por su parte, opina que «el status quo actual discrimina a los hombres en tanto y en cuanto no existe ninguna ley humanitaria que los defienda de los abusos que reciben».

Algunos colectivos de hombres y mujeres han mostrado su desacuerdo contra el feminismo, como fue el caso de la campaña en Internet llamada «Mujeres contra el feminismo» de 2014 en reacción a la campaña «#YesAllWomen», o el «Frente de hombres contra el feminismo» en Alemania. En 2013 el patriarca Kirill de la Iglesia ortodoxa de Rusia cuestionó al feminismo argumentando que «es muy peligroso y puede destruir Rusia».

En los primeros años de la década de 1990 el periodista conservador estadounidense Rush Limbaugh comenzó a difundir el término peyorativo «feminazi», asociando algunas corrientes feministas con el nazismo. El término ha sido criticado por promover la creencia de que Hitler era feminista. La feminista Gloria Steinem ha criticado también a Limbaugh, exponiendo cómo Limbaugh apoya la mayoría de las posturas que el nazismo tenía contra el feminismo. También el ejecutivo de medios Steve Bannon, jefe de Asesores del expresidente estadounidense Donald Trump y director del medio de extrema derecha Breitbart News, y Milo Yiannopoulos, periodista británico de extrema derecha, sostuvieron que el feminismo era una enfermedad como el cáncer.

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