Los shihuahuacos son los abuelos de la Amazonía
peruana. Estos majestuosos árboles han estado en pie más de
mil años, conectados desde sus raíces con otros más jóvenes,
a los que transmiten la sabiduría de su especie. Por siglos
han resistido al nacimiento y la caída del imperio de los
incas e incluso a la brutal fiebre del caucho. Pero, ahora,
la tala indiscriminada y la demanda internacional por su codiciada
madera los están llevando al abismo de la extinción. Aunque
no existe un inventario oficial de shihuahuacos en Perú, los
científicos advierten que, cada día, 74 ejemplares fueron
talados en promedio durante la última década, según los datos
a los que tuvieron acceso los autores de la investigación
Madera Sucia, pero nunca fueron publicados por el Estado peruano,
pese a haberse comprometido a hacerlo. De seguir tal ritmo,
calculan que este gigante podría desaparecer en menos de seis
años.
Ante este peligro inminente, Tatiana Espinosa
(Lima, 1977) está al frente de la defensa de los últimos shihuahuacos
(Dipteryx micrantha) a orillas del río Las Piedras, en Madre
de Dios, capital de la biodiversidad de Perú. Allí, la ingeniera
forestal encabeza Arbio, una organización sin fines de lucro
que protege un área de bosques que el Estado peruano le concedió
por un plazo de 40 años. Son 916 hectáreas que custodia, desde
hace 12 años, junto a sus hermanas Gianella y Rocío y un grupo
de guardaparques a través de la investigación de flora y fauna
y un sistema de adopción de otros árboles longevos, como la
quinilla colorada (Manilkara bidendata).
“Los árboles más grandes son los abuelos de
un bosque que funciona como familia”, explica la activista,
quien el año pasado ganó el premio nacional Carlos Ponce del
Prado, que reconoce a quienes aportan a la conservación en
el país. “La supervivencia de los más jóvenes depende de esta
comunicación que tienen con sus abuelos, quienes a través
de sus raíces les pasan nutrientes, información, su historia”.
Cuando se mutila un shihuahuaco, por ende, la
Amazonía no solo pierde un árbol. Cuando cae un abuelo, se
pone en jaque todo el equilibrio de un ecosistema complejo.
“El bosque es más que un conjunto de árboles, pero al destruir
los ejemplares más grandes estamos destruyendo este gran sistema”,
detalla Espinosa.
El shihuahuaco es uno de los gigantes de la
Amazonía peruana, con una altura que supera los 50 metros.
Sin embargo, para que su tronco llegue por lo menos al metro
de diámetro puede tardar unos 700 años. Además, en las copas
más altas anidan especies vulnerables como el águila arpía
(Harpia harpyja) y el águila crestada (Morphnus guianensis).
“Es impresionante que justo los shihuahuacos más longevos
y grandes son los que están cortando la industria maderera
para convertirlos en suelos de parquet en Lima o para enviarlos
a China”, lamenta Espinosa.
Por su madera dura, este árbol –también conocido
con el nombre comercial de cumarú– es muy cotizado en el mercado
internacional, principalmente en China, Europa, Estados Unidos
y México. En efecto, por lo menos la mitad de toda la madera
que Perú exporta es shihuahuaco en forma de tablillas de parquet,
madera pulida o aserrada, según la serie Madera sin Rastro.
Por si fuera poco, esta especie ancestral también se está
usando para el carbón vegetal que se comercializa en Lima,
de acuerdo a una investigación de OjoPúblico.
Existen más de 40 especies con valor comercial
maderable comprobado en Perú. Sin embargo, la mitad del valor
de la madera que Perú exporta es de una sola especie: el shihuahuaco,
un fundador del territorio, una especie muy vieja, realmente
antigua, capaz de alcanzar los 50 metros de altura.
“Todos esos países que están comprando madera
de árboles milenarios dan inicio a una cadena de deforestación
porque, después de cortar los grandes shihuahuacos, lo que
queda lo convierten en carbón. Luego talan el resto, meten
fuego y se instala un monocultivo agrícola”, asegura Espinosa.
“Si estás comprando algo de madera dura, tienes que saber
que no es sostenible; así de simple”.
15
- Abril - 2023 |
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Marino Morikawa
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Marino Morikawa Sakura (Huaral, Perú, 1977)
es un científico peruano de ascendencia japonesa. Especialista
en la descontaminación y recuperación de humedales y lagos,
con principios de biotecnología y nanotecnología.
Nacido en Huaral, Perú, el 29 de julio de 1977.
Egresado de Farmacia y Bioquímica de la Universidad Norbert
Wiener. Gracias a una beca del gobierno japonés, realizó sus
estudios de posgrado en la Universidad de Tsukuba en Japón,
donde se especializó en ciencia de recursos naturales y de
industrias investigando el tratamiento de aguas residuales
para su reutilización. De 2010 al 2013 se encargó de la recuperación
del humedal "El Cascajo", ubicado entre las ciudades de Huaral
y Chancay. Sin embargo, el 2016 los miembros integrantes del
"Comité de vigilancia ambiental del humedal Santa Rosa - Chancay"
han desmentido los logros descritos por Morikawa. Desde julio
de 2015, se encuentra involucrado en un proyecto de descontaminación
y recuperación del Lago Titicaca.
Es fundador de la empresa "TTT Grupo Morikawa",
dedicada a la mejora del medio ambiente a través de la innovación
tecnológica.
Tras estudiar, gracias a una beca, su posgrado
en Ciencias Humanas y Ambientales en la Universidad de Tsukuba
(Japón), volvió a Perú para descontaminar El Cascajo, el humedal
donde jugaba cuando era pequeño, pero que con los años y por
la contaminación quedó inservible. Con esa primera intervención
logró recuperar el 98% del humedal. Es más, consiguió recuperar
la fauna y vegetación del lugar y atraer a aves migratorias.
finales de 2011, presentó un proyecto en la
Universidad de Tsukuba para rescatar el lago Titicaca, usando
nanotecnología como solución. En ese momento, según Morikawa,
“la bahía interior de Puno, que tiene 17 kilómetros de largo,
estaba 100% contaminada”. Aunque ese año las autoridades rechazaron
el proyecto, en 2017 consiguió por fin cumplir su sueño.
“Uno de los mayores insumos contaminantes está
en la zona de El Espinar y queríamos empezar por ahí”, comentó
el científico. El proyecto piloto se denominó Challenge 15-Titicaca
y su objetivo era reducir el 3% de contaminación. Finalmente,
el experimento resultó todo un éxito porque lograron reducir
entre un 46% y un 77% la contaminación del lago.
Su deseo es salvar el 70% de los hábitats naturales
de Perú. Y busca recuperar las cuencas hidrográficas del país
para poder tratar el agua y hacerla potable. Y es que según
denuncia Morikawa, “en Perú las EDAR (plantas de tratamiento
de aguas residuales) no están funcionando correctamente y
solo pueden tratar hasta un 10%". La técnica de recuperación
se basa en utilizar la fórmula adecuada de sustratos para
poder aclarar el agua en unos segundos. “Y a partir de ahí,
dependiendo de los procesos de tratamientos, es posible lograr
la depuración”, explica el científico.
Su amor por los ecosistemas de ríos, lagos,
humedales y pantanos viene de cuando tenía seis años y su
padre le llevó a la puna y le dio agua de un glaciar para
beber. Morikawa probó ese agua y confiesa que desde entonces
no ha probado agua “tan deliciosa”. Ahora su objetivo es que
todas las personas del mundo experimenten esta sensación al
menos una vez en la vida.
La puna es una ecorregión altiplánica, o meseta
de alta montaña, propia del área central de la cordillera
de los Andes. Constituye un bioma neotropical de tipo herbazal
de montaña, llamado a veces tundra altoandina.
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