Octavio Paz y Carlos Fuentes, quizás los dos
grandes escritores mexicanos del siglo XX, que no siempre estaban
de acuerdo en todo, tenían una gran coincidencia: la complejidad
de su país. En libros, conferencias o entrevistas intentaban
descifrar ese enorme enigma que es México, donde el pasado precolombino
respira en el presente; donde el abismo entre el discurso oficial
y la realidad es inconmensurable; donde la taciturnidad puede
dar paso, en instantes, a ráfagas de violencia. Y aunque México
sigue siendo insondable, los nuevos escritores siguen tratando
de descifrarla. Una de ellos es Cristina Rivera Garza, quién
además cree que los escritores no pueden sustraerse de la realidad
ni serle simplemente indiferente.
"He optado por una posición doliente en la que
busco que mi trabajo literario establezca lazos críticos y
flexibles con mi entorno", le decía al periódico mexicano
Excélsior, con motivo de reedición de su libro "Dolerse".
"Pero a mí me parece que los ejercicios de escritura
están conectados con su entorno y pueden ser estéticamente
relevantes sin dejar de afrontar su sustrato ético y político",
añadía en la entrevista la ganadora, en dos ocasiones, del
premio internacional Sor Juana Inés de la Cruz para escritoras
en español.
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Literatura
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En "La visión de los vencidos", el antropólogo
e historiador Miguel León-Portilla recurre a documentos originales
indígenas para contar una historia hasta entonces prácticamente
no contada. Este es el valor que destaca Rivera de la Garza.
Los documentos "comprenden hechos acaecidos desde poco antes
de la llegada de los españoles a las costas del Golfo de México,
hasta el cuadro final, México-Tenochtitlan en poder de los
conquistadores", como señala la introducción del libro. Así,
ofrece una visión de cómo los indígenas vivieron la conquista
de España. Por ejemplo, en el primer capítulo, comienza haciendo
referencia a los "presagios funestos" ocurridos diez años
antes de la llegada de los conquistadores: "Muchas veces se
mostraban a la gente hombres deformes, personas monstruosas.
De dos cabezas pero un solo cuerpo. Las llevaban a la Casa
de lo Negro; se las mostraban a Motecuhzoma. Cuando las había
visto luego desaparecían".
"Cartucho", una novela semibiográfica de Nellie
Campobello –escritora y bailarina nacida en 1900 y desaparecida
misteriosamente en 1985, cuenta los recuerdos de niñez de
una chica que vivió durante la Revolución Mexicana "Campobello
escribió la crónica de lo que casi nadie quería, ni ha querido,
escribir (...) Los pocos historiadores que han tocado este
tema la han llamado la época más sombría de esta región (el
estado de Chihuahua, entre 1916 y 1920)", dice en el prólogo
de la edición del año 2000 Jorge Aguilar Mora.
La serie de historias contenidas en "Cartucho"
le "rinden homenaje a la lucha de todos los días en los pueblos
del norte, y de los hombres y mujeres que se sacrificaron
por la causa", según señala Michael S. Werner. en su "Enciclopedia
de México". Descrito en la contraportada de una de sus ediciones,
como "un verdadero material de los sueños íntimos del escritor
más apasionado de nuestro tiempo.
Nacido en 1914, José Emilio Pacheco fue un escritor
y activista político, militante del partido comunista, catalogado
como uno de los autores realistas más importantes de su país.
Estuvo en la cárcel varias veces, la última de ellas por su
participación en el movimiento de 1968, que quedó marcado
por la masacre de Tlatelolco. "Mi vida literaria nunca se
ha separado de mi vida ideológica. Mis vivencias son precisamente
de tipo ideológico, político y de lucha social", dijo una
vez. A través de la historia de Carlos, un niño que se enamora
perdidamente de la madre de un amigo de la escuela nacido
en Estados Unidos, "Las batallas en el desierto" habla de
un momento cambiante en la historia de México, influenciado
por la cultura del vecino del norte y marcado por contradicciones
morales. Como dice al describir el lugar y el tiempo en que
ocurren los hechos: "Decían los periódicos: El mundo atraviesa
por un momento angustioso. El espectro de la guerra final
se proyecta en el horizonte. El símbolo sombrío de nuestro
tiempo es el hongo atómico. Sin embargo había esperanza".
"(...) Mientras tanto nos modernizábamos, incorporábamos
a nuestra habla términos que primero habían sonado como pochismos
en las películas de Tin Tan y luego insensiblemente se mexicanizaban:
tenquíu, oquéi, uasamara, sherap, sorry, uan móment pliis".
Se le considera integrante de la llamada generación
de los cincuenta o de medio siglo, en la que también se incluye
a Juan Vicente Melo, Inés Arredondo, Juan García Ponce, Huberto
Batis, Sergio Pitol, José de la Colina, Salvador Elizondo,
Carlos Monsiváis, entre otros. Compartió la perspectiva cosmopolita
que caracteriza a los literatos de esa generación, y los temas
que abordó en sus textos van desde la historia y el tiempo
cíclico, los universos de la infancia y de lo fantástico,
hasta la ciudad y la muerte. La escritura de Pacheco se distingue
por un constante cuestionamiento sobre la vida en el mundo
moderno, sobre la literatura y su propia producción artística,
así como por el uso de un lenguaje sin rebuscamientos, accesible.
La crónica de la laureada Elena Poniatowska
de los hechos de Tlatelolco. A través de testimonios recogidos
en el transcurso de dos años, Poniatowska relata los hechos
previos a la jornada del 2 de octubre de 1968, cuando decenas
de estudiantes murieron en el marco de una manifestación en
la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, un episodio por
el que aún hoy no hay responsables.
Este libro estudia la relación de la monarquía
española (más tarde Estados Nacionales europeos y americanos),
con la Iglesia. Vista la relación desde los acuerdos cupulares,
ambas entidades funcionaban, y lo hacen todavía, oportunamente,
a pesar del agravio de la conquista mediante la espada y la
cruz, lo que se reveló en prácticas de religiosidad que los
indígenas nunca desarraigaron de sus orígenes y tanto en
la Guerra Cristera, como en la actualidad, han permanecido
al margen de las prácticas impuestas desde la jerarquía eclesiástica,
mediante la defensa de una multiversa cultura sincrética que
prevalece hasta nuestros días, experiencia que se recoge en
uno de los capítulos de este libro. Una variable de la relación
política Estado-Iglesia es que se ha dado con ciertos periodos
de tensión, excepcionales, porque la constante histórica demuestra
extensos lapsos de estabilidad cupular lograda entre ambos
poderes.
Varios artículos de este libro regresan invariablemente
a la Constitución de 18S7 y la Guerra de Reforma para entender
la aspereza de las crípticas relaciones Estado-Iglesia. Pero
una vez consolidada la república y sobre todo durante el porfiriato,
sobrevino un extenso lapso de peculiar armonía entre poder
civil y religioso, una suerte de preludio del Modus Vivendi
del siglo pasado explorado en varios textos del libro, que
la Revolución y el conflicto entre agraristas y cristeros
volvió a poner en jaque. Los Arreglos de 1929 que le dieron
fin a la Guerra Cristera fueron resultado de esta persistente
manera de operar entre Estado y jerarquía católica representada
por varios personajes de los que en este libro se destacan
dos: Pascual Díaz Barreto y Edmund A. Walsh. Si bien no es
un aspecto central de la obra, un acento interesante lo encontramos
en la esfera de influencia estadunidense en los asuntos del
país que se consolidó en el Siglo xx y que varios artículos
evidencian desde distintos escenarios, como el panamericanismo,
por ejemplo.
La Ciudad de México desde el aire en 1928.
La participación de la mujer durante la Guerra
Cristera y más tarde en la consolidación del Modus Vivendi,
también forma parte de este peculiar activismo en el que las
Damas Católicas y después la Unión Femenina Católica participaron
visiblemente en contraste con otras mujeres rescatadas del
anonimato mediante algunas imágenes reproducidas en el trabajo
que el lector tiene en sus manos. En el libro también se analizan
dos estrategias de acción: la Cruzada Eucaristica y la Campaña
Espiritual. Ciertos pasajes y algunas fotografías de sus medios
de difusión revelan el pensamiento conservador de aquellos
'entendimientos" de paz que reverberan hasta nuestros días.
El activismo político fue aprovechado con habilidad por Lázaro
Cárdenas para conseguir el apoyo de la Iglesia cuando nacionalizó
la industria petrolera.
Es decir, con tensión o sin ella, los dos actores:
Estado-Iglesia, siempre terminan negociando. Y a quien opine
lo contrario le invitamos a darle un vistazo al último capítulo
del libro que muestra una linea de continuidad de acuerdos
cupulares desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari hasta
la actualidad reflejados en importantes modificaciones al
espíritu laico de la Constitución de 1917 y leyes secundarias.
Activismo Católico. Acuerdos de paz y Modus Vivendi en México
representa una invitación para repensar la histórica relación
Estado-Iglesia, frente a los intereses predatorios de los
grupos conservadores.
Referencias. |
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Filmografía
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La Civil, es una película que llamó la
atención tras la ovación que tuvo en el Festival de Cannes.
Su protagonista es la actriz Arcelia Ramírez con un guión
escrito por Teodora Mihai en colaboración con Habacuc Antonio
de Rosario, quien vivió en Reynosa y la historia está basada
en una activista de Tamaulipas asesinada en 2017, aquí te
contamos sobre ella. Su nombre es Miriam Elizabeth Rodríguez
Martínez, se convirtió en activista tras el secuestro y asesinato
de su hija ocurrido en 2012 en el municipio de San Fernando,
Tamaulipas.
Pero ¿por qué es relevante la historia de la
activista de Tamaulipas y lo que motivó a que la llevaran
a la pantalla de cine? Tras el secuestro, Miriam emprendió
la búsqueda con un resultado devastador para ella, pues el
cuerpo de su hija fue encontrado en una fosa clandestina.
Ahí la activista empezó otra lucha: dar con los responsables
del delito, lo que le tomó unos dos años. Para ello, se cortó
el cabello, se lo pintó, se hizo pasar por una encuestadora,
trabajadora de salud y funcionaria electoral para ubicar nombres
y direcciones necesarios. Así, atrapó a quienes participaron
en estos hechos.
Tras su intenso trabajo, se convirtió en activista,
encabezó un colectivo en San Fernando, Tamaulipas y luchó
por las personas que tienen familiares desaparecidos. Por
todas sus acciones, le solicitó al gobierno de Tamaulipas
protección, pues temía por su vida. Las autoridades la integraron
al programa y tenía un botón de pánico, pero esto no fue suficiente.
Hombres armados ingresaron a su vivienda en San Fernando y
la asesinaron a balazos la noche del 10 de mayo de 2017, justo
el Día de las Madres. A finales del 2020, se dio a conocer
que la historia de la activista de Tamaulipas, Miriam Rodríguez,
sería llevada a la pantalla grande. Hoy es una realidad y
la película lleva por nombre: La Civil.
Miriam Rodríguez es personificada por Arcelia
Ramírez en La Civil.
La activista mexicana Christian Mendoza clama
contra la “invisibilidad” de los pueblos originarios en su
país y, especialmente, de las trabajadoras del hogar autóctonas.
Quería explorar el mundo, pero tropezó con su
propio país por descubrir. Y mejorar, o al menos, intentarlo.
Así que se enganchó a la lucha por la igualdad de género y
de las poblaciones indígenas en México. Christian Aurora Mendoza
Galán (Hermosillo, 1982) pasó de estudiar comercio internacional
porque “quería viajar”, según recuerda, a especializarse en
derechos humanos. “Vincularme al trabajo social con comunidades
rurales, ver realidades muy distintas de las que yo conocía
y entender que hay gente que no tiene la vida resuelta, me
cambió la perspectiva”, explica desde Nueva York, donde ha
participado recientemente en la sexagésimo tercera sesión
de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer.
“En México se hablan 62 lenguas indígenas y yo, ya mayor de
edad, no conocía ninguna”, relata Mendoza, que trabaja en
el Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, una organización
feminista con sede en Ciudad de México. Esa controvertida
invisibilidad de una parte de la población mexicana fue una
de las palancas que activaron su curiosidad por el activismo
social. “En el colegio nos enseñan sobre los indígenas, tanto
en nuestro país como en América Latina, como si fueran algo
del pasado”, rememora, aún contrariada.
Un estudio del Banco Mundial contabilizaba 16,8
millones de indígenas en México en 2010, en torno al 15% de
la población total. De ellos, más de la mitad, en torno a
nueve millones, vivían en ciudades. Una gran parte, añade
Mendoza, son mujeres que trabajan como empleadas domésticas,
pero sobre cuyo origen y legado cultural considera que persisten
muchos “tabús”. “La diversidad está ahí, en las ciudades llenas
de migrantes indígenas e incluso dentro de nuestras casas,
a través de las trabajadoras del hogar, pero, sin embargo,
no la vemos, no tenemos un diálogo intercultural”, denuncia.
Para Mendoza, los clichés raciales están muy arraigados en
la sociedad mexicana: “Hay algo que no nos gusta aceptar en
México, y es que somos un país racista”. En su opinión, la
mayoría de los mexicanos da por sentado que las personas que
se dedican a la limpieza doméstica o a la venta callejera
tienen la piel más oscura. “Hemos normalizado la discriminación,
aunque no nos gusta reconocerlo y, a veces, ni siquiera nos
damos cuenta”, asegura. Por ello, desde su punto de vista,
un primer reto del país es tomar consciencia de esa discriminación
de la población que ha afectado mayoritariamente a la población
indígena y también afrodescendiente, comunidad esta última
que, según Mendoza, “mucha gente ni siquiera sabe que existe”.
La activista mexicana Christian Mendoza.
Esta discriminación ha perjudicado de manera
especialmente significativa a las empleadas de hogar indígenas.
A la barrera racial y cultural, se ha sumado la marginación
del sistema económico y de servicios sociales a este perfil
profesional, con leyes que impedían acceder a beneficios como
los apoyos para el cuidado infantil o el ahorro para la vivienda
y jubilación. En los últimos años, la creciente movilización
de las propias trabajadoras, junto con otras organizaciones
que les han apoyado, ha promovido el cambio que ya el pasado
diciembre reconoció la Corte Suprema mexicana. Se trata de
modificaciones que persiguen erradicar injusticias como las
que recientemente puso bajo el foco la película mexicana Roma,
en el mundo. “Roma nos llegó en un supermomento —confirma
Mendoza— para mejorar la posición de este tema en la opinión
pública de México y para reflejarnos como sociedad sobre cómo
hemos normalizado las relaciones de desigualdad”. Aunque la
película está inspirada en la década de 1970, para la activista
mexicana, habla de cuestiones (la desigualdad entre hombres
y mujeres, y entre las propias mujeres en diferentes posiciones
y con distintos bagajes) que siguen totalmente vigentes. Christian
Mendoza aboga por seguir profundizando en cambios que, como
el de la regulación de las empleadas de hogar, contribuyan
a mejorar la situación de colectivos especialmente vulnerables,
como ocurre con las mujeres indígenas. “A veces, quienes estamos
en posiciones para tomar decisiones, no tenemos en cuenta
la diversidad cultural y de modos de vida que existe en nuestro
país”, plantea, decidida a mantener su compromiso para cambiar
esta situación.
A partir de la mirada de tres niñas, la película
retrata la violencia radical que viven las mujeres en poblaciones
pequeñas de México a causa de la guerra contra el narcotráfico.
"Es importante apoyar el cine mexicano y dar visibilidad a
temas de nuestra sociedad de los que debemos de hablar, tenemos
el compromiso de ser inclusivos y de mostrar la diversidad",
aseguró la actriz Yalitza Aparicio, quien presentó el evento.
"La película no es aleccionadora, sino empática y celebra
la valentía por la que muchas mujeres pasamos cada día y abre
la pregunta ¿para qué seguirnos lastimando de esa manera?",
dijo la protagonista del filme Mayra Batalla. Se trata del
primer filme de ficción en el que participa la directora Tatiana
Huezo, en el que plasma su compromiso social y con el que
obtuvo una mención especial en la sección Una Cierta Mirada,
en el Festival de Cannes.
Sobre la presentación en México de su película
después del éxito en el Festival de Cannes, Huezo aseguró
sentir la misma adrenalina que vivió en la ciudad francesa.
"Es como si fuera la primera vez, me late muy fuerte el corazón.
Para mí México es muy importante. Siento que es una historia
nuestra y ojalá que llegue a mucha gente y que lleve pensamientos
al interior de la familia", dijo la directora . Por su parte,
el productor Nicolás Celis expresó lo contento que se sentía
de regresar a los estrenos presenciales, pues aseguró que
el último que tuvo fue en la presentación de "Roma" (2018)
y "Pájaros de verano" (2018). "Hacer y distribuir cine durante
la pandemia ha sido una odisea y hacer una función al aire
libre con esta película, que creo que va a conectar muchísimo
con el público, me hace sentir muy acompañado". El tema de
la película en torno a la violencia de género hizo que actores
y actrices invitados reflexionaran sobre la problemática social
por la que atraviesa el país y celebraron la labor que tiene
el cine en este ámbito. "No hay que cansarnos de hablar de
ellos hasta que dejen de existir y el arte es uno de los lugares
importantes para hacerlo", dijo la inteprete Nailea Norvind.
Por su parte, la colega de profesión Carolina Politi
señaló la importancia de que los temas de ficción reflejen
la realidad de forma digna. "Es delicado entrar en temas así
porque la realidad es tan fuerte que la ficción puede resultar
ofensiva. Lo más cercano para ser fiel a la realidad era el
documental, pero si la ficción logra trascender lo evidente
e ir a una reflexión de lo humano puede volverse necesario,
necesitamos que se hable desde un lugar más allá de la literalidad".
En la alfombra roja también desfilaron el actor
de Hollywood Danny Glover y la activista y cantante Vivir
Quintana, quien dijo sentirse contenta de ver que otras disciplinas
buscan aportar a la lucha contra la violencia desde otros
espacios. "Ser parte de este movimiento feminista y ver que
el cine también está poniendo de su parte es increíble, poner
eso al servicio del movimiento es poderosísimo", mencionó.
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Después de la vorágine que le trajo su protagónico
y la nominación al Óscar por el laureado filme "Roma", la
mexicana Yalitza Aparicio utiliza los reflectores para alzar
la voz a favor de las comunidades indígenas y las mujeres.
Alejada por ahora de los sets de filmación, la joven de origen
mixteco -una comunidad asentada en el sureño estado de Oaxaca-,
dedicará este año a su labor como Embajadora de Buena Voluntad
de la Unesco por los pueblos indígenas y a las conferencias
que imparte por el mundo.
Dentro de este rol, Aparicio, la primera indígena
nominada como mejor actriz por la Academia de Hollywood y
maestra de profesión, regresará a un salón de clases el próximo
viernes invitada por la Universidad de Harvard, donde ofreció
una charla en "The Mexico Conference 2020". "Sé que todo esto
(la fama) son subidas y bajadas, entonces el hecho de estar
ahora a este nivel, darle la visibilidad (a las comunidades
indígenas), motivar a más personas con cosas que en un principio
me había planteado, ha sido gratificante", dijo Aparicio durante
una entrevista en Ciudad de México.
Su participación en la película dirigida por
el mexicano Alfonso Cuarón, ganadora de tres Óscar, la convirtió
en una inspiración para muchos mexicanos que son frecuentemente
discriminados por sus rasgos y origen indígenas, en un sociedad
reacia a reconocer su racismo.
Trabajar en "Roma" no solo le trajo aplausos
de la audiencia y la crítica internacional, sino que prestigiosas
revistas de moda como Vogue y Vanity Fair le dedicaron portadas,
suscitando halagos pero también numerosas expresiones de odio
en redes sociales. "No somos rostros nuevos, simplemente somos
personas que ya estábamos, pero que nunca nos habían volteado
a ver. O que nosotros mismos no teníamos la inquietud de decir
'¡Ya basta, también existimos!", señaló Aparicio.
Su personaje de Cleo, una trabajadora doméstica
inspirada en la niñera de Cuarón, conectó con muchas mujeres
dentro y fuera de México, motivando además a célebres simpatizantes
del movimiento feminista en Latinoamérica. La cantante chilena
Mon Laferte la invitó a participar del video de su canción
"Plata Ta Tá", un frenético reguetón en donde Aparicio se
luce con un pañuelo verde, símbolo internacional de la lucha
por el derecho de las mujeres al aborto. En su natal Oaxaca
-segunda entidad del país, después de Ciudad de México, en
despenalizar el aborto- Yalitza desató críticas entre voces
conservadoras, pero mantiene firme su postura.
"Cada una es libre de decidir, dependiendo de
su situación (...). Simplemente estoy apoyando el derecho
que tenemos todas las mujeres: somos libres de decidir sobre
nuestro cuerpo", opinó la joven de 26 años.
La violencia contra las mujeres en México -donde
según la ONU, 10 son asesinadas diariamente- y el empoderamiento
femenino son temas recurrentes en el discurso de Aparicio,
quien se define como una "feminista por la equidad". "Soy
feminista, siempre lo he sido. Muchas veces creen que el ser
feminista significa ser 'más que lo hombres', cuando realmente
se trata de buscar esta igualdad que tanta falta nos hace",
indicó. Aparicio llegó al mundo del cine por casualidad. Recién
graduada como maestra, el destino la puso frente a la cámara
cuando acompañaba a su hermana a hacer un casting para "una
nueva película mexicana", sin imaginarse que aquello le cambiaría
la vida. Sus múltiples viajes por el mundo le impiden volver
seguido a su natal Tlaxiaco, un pueblo de unas 40.000 personas
en Oaxaca, donde su éxito en "Roma" la ha convertido en una
estrella local. "Cuando voy a mi tierra, me dicen '¡Cómo vas
a lavar los platos!, ¡Tú solo siéntate, eres una celebridad!',
y yo en tono de burla les digo que no se me van a caer las
manos", confesó risueñamente. Los anhelos de Aparicio, que
soñaba con el día en que sus alumnos le presumieran sus títulos
universitarios, se han transformado al saber que hoy su labor
inspira a otros. "Toparme con un mayor número de personas
que me digan que sí se puede, esa es una forma en la que yo
me lleno de energía", dijo con una sonrisa.
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