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- Septiembre - 2021 |
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Apartheid
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Reporteros y escritores fueron testigos de las perversiones
del Apartheid. Estaban allí para contarlo, sufrieron su represión
y desvelaron historias difíciles de superar por la mejor de
las ficciones. David Goldblatt (Randfontein, 29 de noviembre
de 1930-Johannesburgo, 25 de junio de 2018) fue un fotógrafo
sudafricano, cuyo trabajo más conocido es el realizado durante
el régimen del apartheid. Destaca el periodista sudafricano
Donald Woods —blanco y de origen inglés— quien, gracias a
su profesión, tomó conciencia de los abusos que sufrían los
negros y se convirtió en un firme opositor al régimen de Pretoria.
Woods —editor del East London's Daily Dispatch— entabló una
estrecha relación con uno de los protagonistas de la historia:
el activista Steve Biko, líder del movimiento Conciencia Negra.
Le escuchó y empatizó tanto con su causa, que se convirtió
en objetivo a derribar por las autoridades. Tras el asesinato
de Biko —torturado hasta la muerte por la policía en 1977—,
Woods también fue detenido, pero logró huir del país para
contar lo ocurrido: publicó las fotos del cuerpo apaleado
de su amigo en el depósito de cadáveres y plasmó sus experiencias
en dos libros, 'Biko' y 'Asking for Trouble'.
Tras salir de Sudáfrica, Woods se instaló en Inglaterra,
falleció en 2001 y fue despedido como un héroe por sus compatriotas.
El propio Mandela ha reconocido su aportación a la democracia
africana. Su historia sirvió de argumento para 'Grita libertad'
(1987), de Richard Attenborough y con Kevin Kline y Denzel
Washington como protagonistas. Las autoridades intentaron
hundir la película, que se rodó en Zimbabue con Woods y la
familia Biko como asesores, y los cines que se atrevieron
a programarla fueron amenazados. Otra de las plumas ligadas
a la lucha racial es la del escritor sudafricano Alan Paton.
Su novela 'Llora, oh mi querido país', publicada en 1948,
inspiró la película 'Tierra prometida', que ya denunció el
sistema en 1952. Se rodó en Sudáfrica, con la cobertura legal
del racismo recién impuesta, y para que los actores negros
Sydney Poitier y Canada Lee pudiesen trabajar allí, tuvieron
que decir que eran los sirvientes del director, Zoltan Korda.
La novela de Paton tuvo un 'remake' en 1995, 'Llanto por la
tierra amada', dirigida por el sudafricano Darrell Roodt y
con James Earl Jones y Richard Harris contando la trágica
relación entre el sacerdote negro Stephen Kumalo y el terrateniente
blanco James Harvis. Después de la Biblia, 'Llora, oh mi querido
país' es el libro más vendido en Sudáfrica.
Otro periodista sudafricano, Bryce Courtenay, inspiró al
cine con su novela 'La fuerza de uno', de la que nació una
película en 1992. La historia se centra en un aspecto menos
conocido del Apartheid, la segregación entre los ingleses
y los afrikaners —descendientes de holandeses, franceses y
alemanes que constituían la clase dirigente—. Todos eran blancos.
En el reparto aparece Morgan Freeman, un rostro que se volvería
habitual en las películas contra el racismo. Más reciente
es el 'El factor humano', de John Carlin, corresponsal, entre
otros, del Times y el Independent. Carlin llegó a Sudáfrica
en 1989, fue testigo de la transición y se ganó la amistad
de Mandela. Su novela cuenta cómo el presidente utilizó el
Mundial de rugby de 1995 para sellar la paz y de ella nació
'Invictus', dirigida por Clint Eastwood y, de nuevo, con Freeman
a la cabeza. Otras denuncias se quedaron en el terreno de
la literatura. Ejemplos mayúsculos son Nadine Gordimer, premio
Nobel en 1991, y J. M. Coetzee, Nobel en 2003, que cuestionan
en sus obras cualquier tipo de racismo y opresión. Ambos pertenecen
al 15% de la población blanca sudafricana.
También la ficción ha bebido de la segregación racial sudafricana.
Desde los años más crudos en represión hasta los coletazos
finales del sistema, la industria del cine no ha dudado en
convertir en tramas de guión las miserias del régimen pretoriano.
Tenemos ejemplos desde 1988, cuando 'Un mundo aparte' (Reino
Unido) contó cómo un matrimonio blanco era acosado por su
postura contraria a la división en un drama ambientado en
los años setenta. Un año después se estrenó 'Una árida estación
blanca' (EEUU), en la que el castigado es un profesor blanco
que se implica más de lo considerado adecuado en las reivindicaciones
negras. La protagonizaron Donald Sutherland, Marlon Brando
y Susan Sarandon, trío de ases al servicio de la lucha por
los Derechos Civiles. En 1992, ya de manos de un sector liberado
por la supresión del Apartheid, el sudafricano Darrell Roodt
recreó las revueltas estudiantiles de Soweto en 1976 de una
forma atípica: en formato musical con la adaptación de 'Sarafina!',
una obra de Mbongeni Ngema. El reparto lo encabezó Whoopi
Goldberg, conocida entonces gracias a 'El color púrpura'.
En esta película, encarna a una profesora de Soweto, de nuevo
la fuerza de la educación, que se niega a seguir las pautas
oficiales y ofrece a sus alumnos una visión de la Historia
más concienciada con la lucha negra.
En 2016 se cumplán 40 años desde el alzamiento
de Soweto.
En 1994 llegó 'Bopha', la primera película de Morgan Freeman
como director, en la que se mira Sudáfrica desde un ángulo
al que no se había recurrido hasta entonces: el de los negros
reclutados por la policía blanca para delatar, detener e incluso
torturar a los suyos. Estos 'traidores' vivían en los mismos
barrios periféricos que los militantes de organizaciones antirracistas,
lo que provocó numerosos conflictos. Los coletazos del Apartheid
se pueden ver en 'Atrapa el fuego' (2006), película que muestra
los últimos actos de represión blanca que terminaron con la
llegada al poder de Mandela. El protagonista es Chamusso,
un activista que fue encerrado y torturado por un crimen que
no cometió. Con Mandela ya en el poder siguieron estrenándose
películas sobre las secuelas del Apartheid. 'Un país en África'
(Reino Unido, 2004), con Juliette Binoche y Samuel L. Jackson,
muestra las torturas y desapariciones perpetradas por la policía
desde el punto de vista de sus víctimas, citadas ante la Comisión
de Verdad y Reconciliación encargada de esclarecer los hechos.
También 'Red dust' se acercó en 2004 a los trabajos de esta
Comisión, que garantizó la amnistía para los que confesaran
lo sucedido en los años anteriores. Incluso la ciencia ficción
ha mirado hacia el país africano con 'District 9', de Neil
Blomkamp, en la que la segregación de una raza alienígena
en un gueto de Johanesburgo se convierte en metáfora sobre
la historia del país. Blomkamp, sudafricano, basó la película
en sus experiencias de infancia.
El Proyecto Coast fue un programa clasificado de armas biológicas
y químicas (CBW, del inglés Chemical and Biological Warfare)
establecido por el gobierno de Sudáfrica durante el apartheid.
El Proyecto Coast el sucesor de una programa similar posterior
a la guerra que produjo principalmente los agentes letales
CX y gas mostaza, así como el gas lacrimógeno no letal con
propósito de control de disturbios. El Proyecto Coast fue
dirigido por Wouter Basson, un cardiólogo que fue médico personal
del entonces Primer Ministro de Sudáfrica PW Botha.
La analogía del apartheid israelí compara el trato dado por
Israel a los palestinos con el experimentado por los no blancos
durante la era de segregación racial en Sudáfrica dentro del
contexto del crimen de apartheid. El término «apartheid israelí»
ha sido usado por algunos eruditos, investigadores de las
Naciones Unidas, grupos de derechos humanos críticos hacia
la política de Israel como Human Rights Watch o B'Tselem,
y los partidarios del movimiento "Boicot, Desinversiones y
Sanciones" (BDS) contra Israel. Varios políticos israelíes
también han usado esta analogía.
Referencias. |
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Filmografía
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Cartel publicitario de la película "Cry
Freedoom", del año 1987, en la que Denzel Washington
y Kevin Kline interpretan a Stephen Biko y a Donald Woods
respectivamente.
La serie de filmes Los dioses deben estar locos,
especialmente la segunda parte es parte de una larga lista
de títulos enclavados en el apartheid. Una árida estación
blanca, Lethal Weapon 2 (1989), mostrando una red de tráfico
de drogas donde participan agentes blancos del gobierno de
Sudáfrica, Tierra de sangre (Red Dust) 2004, La fuerza de
uno (the power of one) 1992, Kangamba (Director: Rogelio París)
La Habana 2008, donde se muestra la guerra en Angola, de las
FAPLA, las SWAPO y las tropas cubanas contra la UNITA y contra
las Fuerzas Armadas de Sudáfrica, "The World Unseen" (Director:
Shamim Sarif) 2007, ambientada en la década de 1950 en Ciudad
del Cabo (Sudáfrica) durante los comienzos del apartheid,
A World Apart (Un mundo aparte), película de Chris Menges
(1988) y basada en la vida de Joe Slovo y Ruth First, con
guion de Shawn Slovo, su hija.
En 2009 Morgan Freeman le dio vida a uno de
los personajes más importantes del mundo, Nelson Mandela.
La película dirigida por Clint Eastwood "Invictus", fue un
hit taquillero pero también mostró una parteaguas en la historia
de Sudáfrica. Ante la muerte del líder social, el actor de
76 años decidió emitir un sensible mensaje para homenajear
a Mandela, quien después de 95 años murió a causa de problemas
respiratorios.
"Un santo para algunos, un héroe para todos
aquellos que atesoran la libertad, independencia y la dignidad
humana", palabras expresadas mediante una carta publicada
en su cuenta de Facebook que continúa: "Madiba ya no está
con nosotros pero su conocimiento seguirá en mí y en todos
nosotros".
"Cuando le preguntaron a Mandela a mediados
de los noventa a quién le gustaría ver en la pantalla grande
interpretándolo, él dijo mi nombre, así que siempre supe que
yo sería el elegido", comentó Freeman en julio de 2013 en
la revista Oprah. La relación entre el ex presidente y el
actor surgió mucho antes de que Clint Eastwood realizara la
película "Invictus". Desde los 90, y ya advertido sobre su
futuro papel, Mandela le ofreció a Morgan asesoría de cómo
interpretarlo, por lo que por más de diez años, ambos solían
reunirse para platicar no sólo de trabajo, sino de la vida
en general. "Comencé a observar cada movimiento suyo, sus
actitudes y al final, adopté ciertas actitudes suyas", relató
el ganador de Oscar a dicha publicación.
Morgan Freeman y su amigo en septiembre de 2007.
Una vez que el filme estuvo listo para estrenarse
(2009), Freeman viajó a Johannesburgo para reunirse con su
amigo. Ya en las instalaciones de la fundación de Mandela,
ambos se sentaron para ver el resultado final y lo hicieron
por dos días. "No estaba nervioso. Sabía que si no le gustaba
no diría nada, pero si le gustaba sería difícil que lo ocultara
y no lo hizo. Al final me dijo: `yo conozco a esos sujetos´,
para mí fue un plus porque eso significaba que en realidad
le gustó la película", relató Morgan. De acuerdo con el actor
de 76 años, tratar de "leer" a Madiba es algo difícil, pues
el líder tiene una "chispa" que crea ese misterio. En 2010,
Morgan recibió una nominación como Mejor Actor en los Oscar
por su papel en "Invictus", no ganó pero no por ello pasó
la oportunidad de agradecerle a su amigo. "Quiero agradecerle
a la Academia por este reconocimiento, también felicito a
Matt Damon por su nominación. Estoy de verdad agradecido con
Clint Eastwood y el resto que hizo posible esta película.
Pero hay alguien a quien de verdad tengo que reconocer, gracias
a ti Nelson Mandela por tu coraje, bendiciones y tu amistad,
pieza clave para que "Invictus" se realizara". El último en
interpretar a Mandela en la pantalla grande con la película
"Mandela: Long walk to freedom" fue Idris Elba, quien aseguró
que fue un honor darle vida a dicho personaje.
"Echó abajo barreras y lideró la lucha por los
derechos humanos a los ojos de todo el mundo". "Mandela: Long
Walk to Freedom" ya se estrenó en Los Ángeles, donde estuvo
presente la mexicana Ana de la Reguera y justo ayer en la
premiere de Londres, acudieron los Duques de Cambridge, donde
fueron sorprendidos con la triste noticia del fallecimiento
del gran líder.
La fuerza de uno (título original: The Power
of One) es una película estadounidense de 1992 basada en la
novela homónima de Bryce Courtenay de 1989. Fue dirigida y
editada por John G. Avildsen. Las estrellas de película son
Stephen Dorff, John Gielgud, Morgan Freeman, Armin Mueller-Stahl
y es el debut en películas de Daniel Craig. La fotografía
es de Dean Semler y la música es de Hans Zimmer, inspirada
en temas africanos.
Diamante de sangre (Blood Diamond en inglés)
es una película estadounidense de 2006, dirigida y producida
por Edward Zwick. Los protagonistas son Leonardo DiCaprio,
Jennifer Connelly y Djimon Hounsou. El título hace referencia
a los diamantes de guerra, piedras preciosas que se encuentran
dentro de zonas en guerra y que se venden para financiar dichos
conflictos armados. El 23 de enero de 2007 fue nominada para
cinco Premios Óscar, incluyendo mejor actor (Leonardo DiCaprio)
y mejor actor secundario (Djimon Hounsou).
Un asesino sudafricano convicto que mató a tiros a docenas
de hombres negros durante el apartheid le dijo a la BBC que
la policía autorizó su violencia. Louis van Schoor dice que
otros deberían compartir la culpa por los asesinatos que llevó
a cabo como guardia de seguridad. Pero en sus conversaciones
con BBC Africa Eye durante los últimos cuatro años, también
ha dejado escapar detalles horribles que plantean serias dudas
sobre su liberación anticipada de la prisión. De pie en el
dormitorio de un asesino, tus ojos naturalmente se concentran
en los detalles. La cama de Van Schoor está impecablemente
limpia: el edredón es tan plano que parece planchado. El aire
está cargado de olor a cigarrillos, con las colillas apiladas
en un cenicero. Tiras de papel pegajoso cuelgan del techo,
retorcidas con moscas atrapadas y moribundas. El llamado “asesino
del apartheid” ha perdido los dientes y su salud se está deteriorando.
Tras un ataque cardíaco, le amputaron recientemente ambas
piernas, dejándolo en silla de ruedas, con dolorosas cicatrices.
Cuando su cirujano realizó esta operación, Van Schoor solicitó
una epidural en lugar de anestesia general, para poder ver
cómo le quitaban las piernas. “Sentí curiosidad”, dijo riéndose.
“Vi cómo cortaban… cómo cortaban el hueso”. En una entrevista
con el Servicio Mundial de la BBC, Van Schoor quiso convencernos
de que él “no es el monstruo que la gente dice que soy”. Su
entusiasta descripción de cómo le amputaron las piernas no
ayudó a suavizar su imagen.
Durante un período de tres años en la década de 1980, bajo
el sistema racista de apartheid del país (que imponía una
estricta jerarquía que privilegiaba a los sudafricanos blancos),
Van Schoor disparó y mató al menos a 39 personas. Todas sus
víctimas eran negras. La más joven tenía apenas 12 años. Los
asesinatos ocurrieron en East London, una ciudad en la ventosa
provincia sudafricana del Cabo Oriental. Van Schoor era guardia
de seguridad en aquella época y tenía un contrato para proteger
hasta el 70% de los negocios propiedad de blancos: restaurantes,
tiendas, fábricas y escuelas. Durante mucho tiempo ha afirmado
que todos los que mató eran “criminales” a los que sorprendió
in fraganti mientras entraban en esos edificios. "Era una
especie de asesino justiciero. Era un personaje al estilo
de Harry el sucio", afirma Isa Jacobson, periodista y cineasta
sudafricana que ha pasado 20 años investigando el caso de
Van Schoor. “Se trataba de intrusos que, en muchos casos,
estaban bastante desesperados. Hurgaban en los contenedores,
tal vez robaban algo de comida... pequeños delincuentes”.
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David Goldblatt (Randfontein, 1930-Johannesburgo,
2018) tenía dieciocho años y hacía sus primeros pinitos como
fotógrafo cuando el Partido Nacional se hizo con el poder
en Sudáfrica y los afrikáners instituyeron formalmente el
apartheid. Este estricto sistema de segregación racial negaba
el derecho al voto a negros, asiáticos o mestizos, que constituían
el 80% de la población del país. También prohibía los matrimonios
interraciales y establecía servicios separados (y, por supuesto,
de distinta calidad) para la minoría blanca y la mayoría racializada.
En la década de los cincuenta, se organizaron
relocalizaciones forzosas que expulsaron de sus barrios y
viviendas a miles de personas y les obligaron a cerrar negocios
familiares. Escuelas, hospitales, autobuses, playas e incluso
bancos públicos y ambulancias se etiquetaron como “solo para
blancos” o “solo para negros”. Las revueltas, aunque numerosas,
resultaron inútiles ante este brutal aparato represor. Pero
la vida siguió. Y Goldblatt, con su cámara, quiso mostrarla
tal como era, con una distante serenidad que apenas ocultaba
sus claras simpatías hacia esa mayoría discriminada a la que
él tenía la fortuna de no pertenecer. Lejos de retratar el
conflicto en sus aspectos más trágicos y llamativos, lo hizo
a través de las tensiones y contradicciones del día a día.
‘Cuadrilla en trabajos de superficie, mina de
platino de Rustenberg, Provincia del Noroeste’. David Goldblatt,
1971.
En sus instantáneas no faltan arrogantes jinetes
del Partido Nacional, mineros exhaustos por la falta de sueño
y los eternos desplazamientos nocturnos desde sus suburbios,
madres que arrullan a sus hijos a la intemperie, entre las
ruinas de su casa, derruida por orden gubernamental. Pero
también hay niños de distintos tonos que juegan en las mismas
calles, granjeros blancos no mucho menos pobres que sus criados
negros, pequeños rubios que contemplan con afecto inocente
a sus desvalidas niñeras negras. Relaciones nunca igualitarias,
pero, en ocasiones, más cercanas que las que el régimen trató
de imponer.
La vida y el trabajo de Consuelo Kanaga (Astoria,
1894-Nueva York, 1978) rezuman pasión, cualidad sin duda indispensable
para una mujer decidida a abrirse camino en el fotoperiodismo
hace más de cien años. En 1915 ya escribía para el San Francisco
Chronicle, y no tardó en incorporarse a la plantilla como
fotógrafa. En la década de los veinte abrió su propio estudio
de retratos.
“Por lo general, cuando te refieres a alguien
como ‘poco convencional’, quieres decir alguien que se salta
las normas; ella no tenía normas”. Así la recordaba su amiga
Dorothea Lange, también célebre fotoperiodista. Aun así, y
aunque trabajó hasta bien entrados los setenta años, la carrera
de Kanaga se vio sometida a altibajos e incluso interrumpida
durante alguno de sus tres matrimonios. “Me interesaba más
vivir”, aclararía en una entrevista tardía.
El antirracismo está presente en la correspondencia
de Consuelo desde 1927. “Estoy harta de ver a hombres y mujeres
de color maltratados por blancos estúpidos”, escribe. En la
década de los treinta, se traslada a Nueva York y entra en
contacto con el Nuevo Movimiento Negro, surgido en torno al
llamado Renacimiento de Harlem, una corriente artística que
busca romper estereotipos a través de la autoexpresión y de
un arte dignificador. Kanaga, cuya visión de la belleza física
y espiritual de las personas negras no está exenta del romanticismo
de una observadora externa, hará suyos estos principios. En
sus fotografías, que huyen de todo sensacionalismo escabroso,
la composición, la belleza formal y la dignidad de los protagonistas
siempre priman.
Su compromiso explícito con los desfavorecidos
y su abierta preocupación por la justicia social no le impidieron
crear instantáneas de una sobrecogedora belleza poética. Esto
es aplicable también a las fotografías relacionadas con su
interés por los movimientos obreros de izquierdas, que la
acercarían al comunismo, y con su convicción de que blancos
y negros debían luchar juntos por la igualdad de derechos.
Aun así, su círculo social no fue tan heterogéneo como le
habría gustado. Trabó amistad con celebridades afroamericanas,
como el cantante Kenneth Spencer, el poeta Langston Hughes
o el escultor Sargent Claude Johnson, y convergió con los
círculos artísticos de Alfred Stieglitz, Mark Rothko o W.
Eugene Smith, a quienes también frecuentaba.
Sin título, decada de 1930.
En Estados Unidos no había ya esclavitud a principios
del siglo XX, ni se había proclamado un apartheid formal,
pero las barreras raciales seguían ahí, tan invisibles como
palpables. El lema “Separate but equal”, iguales pero segregados,
seguía muy vivo, pese a su evidente hipocresía. Ni siquiera
los blancos más progresistas estaban exentos de prejuicios
involuntarios. “Sin segundas intenciones”, escribió David
Goldblatt en un anuncio por palabras que publicó en los años
setenta para contratar modelos, con la esperanza de romper
el recelo natural de las personas a las que deseaba retratar.
Un título que Fundación MAPFRE ha escogido para su interesante
exposición antológica. La de Consuelo Kanaga lleva por nombre
“Atrapar el espíritu”. Si la transparencia define el trabajo
de Goldblatt, en el de Kanaga prima la conexión.
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Referencias. |
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Literatura
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El laureado Premio Nobel de la Paz, Su Santidad
el Dalai Lama, y el arzobispo Desmond Tutu han sobrevivido
a más de cincuenta años de exilio, a varias persecuciones
e incluso a situaciones de desgarradora violencia. A pesar
de sus sufrimientos -o como ellos dirían, «gracias a ellos»-
son dos de las personas más alegres del planeta. En abril
del año 2015, el arzobispo Tutu viajó a casa del Dalai Lama
en Dharamsala, India, para acompañarlo en la celebración de
su ochenta aniversario. Aprovechando la ocasión se dispusieron
a crear algo que, esperaban, se convirtiera en un regalo para
otros. Mirando atrás en sus largas vidas se propusieron responder
a una única y candente pregunta:¿Cómo podemos encontrar la
alegría mientras afrontamos el inevitable sufrimiento de la
vida? En el transcurso de aquella semana, ambos intercambiaron
historias, bromearon y compartieron sus prácticas espirituales.
Tras esos días llenos de risas, y algunas lágrimas,
estos dos héroes mundiales miraron en el abismo y la desesperación
de nuestros tiempos y encontraron la manera de vivir una vida
llena de alegría. Este libro nos ofrece la inusual oportunidad
de compartir con estos dos grandes hombres la sorprendente
y original semana que pasaron juntos, desde el primer abrazo
hasta la despedida final. Los escucharemos mientras exploran
la naturaleza de la verdadera alegría y se enfrentan a todas
sus barreras -desde el miedo y el estrés y la rabia y el dolor
hasta la enfermedad y la muerte - y aprenderemos de sus «Ocho
pilares de la alegría», que nos proporcionan recursos para
una felicidad duradera. El arzobispo nunca ha proclamado su
santidad, y el Dalai Lama se considera a sí mismo un simple
monje. En esta colaboración única, nos ofrecen las reflexiones
de unas vidas llenas de dolor y desorden en medio de las cuales
han sido capaces de descubrir un estado de paz, coraje y alegría
que puede inspirarnos en nuestra propia vida.
El libro de la alegría no es solo una muestra
de la profunda sabiduría de estos dos grandes líderes sino
también de su humanidad, humor y pasión por la vida y los
seres humanos.
Donald Woods presentando el libro sobre el líder
contra el apartheid Stephen Biko, el 3 de julio de 1978.
Donald Woods (el 15 de diciembre de 1933, murió
el 19 de agosto de 2001) fue un activista y periodista sudafricano
contra el apartheid . Su cobertura de la muerte de Steve Biko
bajo custodia lo llevó al exilio de Sudáfrica. Sus libros
expusieron el caso y fueron la base de la película "Cry Freedom".
Woods nació en Hobeni, Transkei, Sudáfrica .
Descendía de cinco generaciones de colonos blancos. Mientras
estudiaba derecho en la Universidad de Ciudad del Cabo, participó
activamente en el Partido Federal anti-apartheid. Trabajó
como periodista para periódicos en el Reino Unido antes de
regresar a Sudáfrica para informar para el Daily Dispatch.
Se convirtió en editor en jefe en 1965 para el periódico que
tenía una postura editorial anti-apartheid y un equipo editorial
racialmente integrado.
Cuando Steve Biko, líder sudafricano de la conciencia
negra, murió bajo custodia policial en septiembre de 1977,
el periodista Donald Woods estaba al frente de la campaña
para que se revelara la verdad sobre su muerte. Al principio,
la policía afirmó que Biko había muerto como resultado de
una huelga de hambre. La investigación mostró que había muerto
a causa de lesiones cerebrales recibidas mientras estaba bajo
custodia y que lo habían mantenido desnudo y encadenado durante
un período prolongado antes de su muerte. Decidieron que sostuvo
que Biko había muerto "como resultado de las heridas recibidas
después de una pelea con miembros de la policía de seguridad
en Port Elizabeth". Pero por qué Biko estaba en la cárcel
en Pretoria cuando murió y los eventos que acompañaron a su
muerte no se explicaron de manera satisfactoria.
Woods utilizó su puesto como editor del periódico
Daily Dispatch para atacar al gobierno nacionalista por la
muerte de Biko. Esta descripción de Woods of Biko revela por
qué se sentía tan fuertemente acerca de esta muerte en particular,
una de muchas bajo las fuerzas de seguridad del régimen del
apartheid: "Esta era una nueva raza de sudafricanos, la raza
de la conciencia negra , y supe de inmediato que un movimiento
que produjo el tipo de personalidad que ahora me enfrenta,
tenía cualidades que los negros habían estado necesitando
en Sudáfrica durante trescientos años ". En su biografía,
"Biko" Woods describe a los policías de seguridad que testificaron
en la investigación:
"Estos hombres mostraron síntomas de extrema
insularidad. Son personas cuya educación les ha inculcado
el derecho divino a retener el poder, y en ese sentido, son
hombres inocentes, incapaces de pensar o actuar de manera
diferente. Además de eso, han gravitado a una ocupación que
les ha dado todo el margen que necesitan para expresar su
rígida personalidad. Han estado protegidos durante años por
las leyes del país. Han podido llevar a cabo todas sus imaginativas
prácticas de tortura sin ser molestados en celdas y habitaciones
por todas partes el país, con sanción oficial tácita, y el
gobierno les ha dado un estatus tremendo como los hombres
que 'protegen al Estado de la subversión' ".
Woods fue acosado por la policía y luego prohibido,
lo que significaba que no debía salir de su casa en East London,
una ciudad situada en la costa sudeste de Sudáfrica, ni podía
continuar trabajando. Después de que se descubriera que la
camiseta de un niño con una foto de Steve Biko pegada a él
estaba impregnada de ácido, Woods comenzó a temer por la seguridad
de su familia. Se pegó un bigote, se tiñó el pelo gris de
negro y luego saltó la valla trasera de su casa para escapar
a Lesotho. Hizo autostop unas 300 millas y nadó a través del
río Tele inundado para llegar allí. Su familia se unió a él,
y de allí se fueron a Gran Bretaña, donde se les concedió
asilo político. En el exilio, escribió varios libros y continuó
haciendo campaña contra el apartheid. La película " Cry Freedom
" se basó en su libro "Biko". Después de 13 años en el exilio,
Woods visitó Sudáfrica en agosto de 1990, pero nunca regresó
a vivir allí. Woods murió a los 67 años de cáncer en un hospital
cerca de Londres, Reino Unido, el 19 de agosto de 2001.
Cualquiera de sus fotografías nos resultan tan
familiares como icónicas: Nelson Mandela mirando a través
de los barrotes de su celda de Robben Island; una joven Miriam
Makeba sonriendo y bailando; Hugh Masekela, de joven, recibiendo
la trompeta que le regaló Louis Armstrong; Henry, el señor
Drum, Nxumalo; la Marcha de mujeres de 1955, los desalojos
de Sophiatown, el funeral de Sharpeville, la masacre de las
víctimas. El fotógrafo Jürgen Schadeberg era el hombre que
había detrás de la cámara que dejó grabada la historia del
apartheid en Sudáfrica, pero su historia personal no es menos
extraordinaria. Su proximidad a las personas desplazadas,
perseguidas y marginadas se arraigó profundamente en él desde
el instante en que pisó Sudáfrica, en 1950, procedente de
Alemania, y empezó a hacer fotos para la entonces joven revista
Drum. Esta intensa autobiografía evoca una carrera de más
de 50 años plagada de premios. La obra recorre Europa, África
y Estados Unidos; un viaje entre bastidores de la mano de
un legendario fotoperiodista y un contador de historias en
imágenes,un periplo que supondrá para el lector un privilegio
excepcional.
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