Este cartel es, sin duda, uno de los máximos
exponentes de la expresión “una imagen vale más que mil palabras”.
Una mujer joven con un pañuelo rojo de lunares blancos mira
al espectador con determinación mientras levanta la manga
de su camisa de trabajo para mostrar su brazo en tensión como
símbolo de fuerza. Su silueta se perfila sobre un llamativo
fondo amarillo. Todo un icono que tuvo una modelo de carne
y hueso: Naomi Parker Fraley. Esta mujer cuya foto inspiró
el anuncio, murió el 20 de enero de 2019 en Washington a los
96 años. Este célebre cartel de propaganda bélica fue obra
de J. Howard Miller quien, sin ella saberlo, se inspiró en
una foto de Naomi Parker trabajando en una fábrica, concretamente
en la zona donde se reparaban y remachaban las piezas de los
aviones. La chica del cartel pasó a ser conocida como “Rosie,
the riveter”, es decir, Rosie, la remachadora.
Procedente de una familia trabajadora, Naomi
vivía en Alameda (California) cuando Japón atacó Pearl Harbor
en 1941 en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Este ataque
supuso la entrada definitiva de Estados Unidos en la guerra
tras varios meses de conjeturas. Una gran cantidad de hombres
partieron hacia el frente, y en consecuencia muchas mujeres
se incorporaron al mercado laboral para suplir la falta de
mano de obra.
Así, Naomi Parker, junto con su hermana y miles
de mujeres, se convirtieron en la nueva fuerza económica pujante
de los Estados Unidos y el cartel de J. Howard Miller en un
símbolo de ello. Aún así, la icónica imagen cayó en el olvido,
y no fue hasta 40 años después cuando los movimientos feministas
la rescataron para su causa. Muchas mujeres han reivindicado
su papel de “Rosies” tras el fin del conflicto bélico, incluso
se ha creado una asociación al respecto. Durante muchos años,
se atribuyó a otras mujeres el papel de musa para el cartel
del famoso “We can do it!”. Sin embargo no fue hasta hace
dos años que una investigación demostró que la imagen del
inspirador pasquín, usado todavía hoy para muchas de las reinvindicaciones
feministas actuales, había sido la de Naomi Parker Fraley.
Desde hace más de 100 años, el 8 de marzo es
un día que celebra los derechos conquistados por las mujeres
en todos los ámbitos y conmemora la larga historia de luchas
y sacrificios para conseguirlos. En la actualidad, durante
esta jornada, se organizan marchas y manifestaciones en todo
el mundo para denunciar que todavía queda mucho camino por
recorrer hasta alcanzar esta deseada igualdad real entre hombres
y mujeres. Pues muchos datos confirman precisamente esto,
que en muchos países nacer mujer es un lastre social. Algunas
de las proclamas que más se escuchan durante la jornada de
protesta son la reclamación de la equiparación laboral y salarial,
una presencia igualitaria en puestos políticos y empresariales
relevantes, el rechazo a la violencia de género, así como
la exigencia de más políticas para detenerla: en definitiva,
un empoderamiento completo de las mujeres en el marco de la
sociedad actual. Los motivos por los que se estableció un
día para reivindicar el lugar de la mujer en la sociedad parece
que están claros. Sin embargo, ¿por qué hacerlo precisamente
un 8 de marzo? Si echamos la vista atrás, encontramos más
de un antecedente histórico, y no está claro cuál fue el más
determinante.
A finales del siglo XIX, los actos que llevaban
a cabo las sufragistas –cada vez más numerosos– estaban a
punto de empezar a cosechar éxitos. Este cartel refleja el
creciente acceso a la información que estaban experimentando
las mujeres.
En marzo 1857, en el marco de la Revolución
industrial, las trabajadoras de una fábrica textil de Nueva
York salieron a la calle a protestar en masa por las duras
condiciones de trabajo. Si bien es cierto que en ese momento
las condiciones laborales de todos los trabajadores eran durísimas,
la precariedad se cebaba especialmente con la parte femenina
del sector, cuyos salarios podían llegar a ser menos de la
mitad que los de los hombres solo por el hecho de ser mujeres.
Las protestas terminaron con la intervención violenta de la
policía contra las manifestantes, pero aquella manifestación
sentó un primer precedente gracias a su gran repercusión.
En 1907 tuvo lugar la primera Conferencia Internacional
de Mujeres Socialistas en Stuttgart, Alemania, liderada por
Clara Zetkin, donde se fundó la Internacional Socialista de
Mujeres. Uno de los primeros objetivos que perseguían era
el sufragio femenino.
Para mostrar apoyo a la huelga que las trabajadoras
textiles llevaron a cabo en Nueva York en 1908 –una huelga
que, junto con la de 1857, pasaría a la historia–, en 1909
una organización de Mujeres Socialistas celebró en EE.UU el
primer Día Internacional de la Mujer. Aunque solo tuvo seguimiento
en Nueva York y Chicago, se calcula que unas 15.000 mujeres
participaron en una marcha que recorrió la ciudad de Nueva
York.
En 1910, tuvo lugar el segundo encuentro Internacional
Socialista de Mujeres, en Copenhague, Dinamarca. En esta ocasión,
se propuso fijar un día simbólico –entorno al 8 de marzo–
que sirviera para reivindicar los derechos de todas las mujeres,
principalmente el derecho al voto. El siguiente año, se celebró
por primera vez el Día Internacional de la Mujer el 19 de
marzo en algunos países europeos como Alemania, Austria, Dinamarca
y Suiza. Los grandes conflictos de una centena de años tan
convulsa como el siglo XX ayudaron a afianzar el papel de
la mujer, y a lo largo de las siguientes décadas muchas organizaciones
de mujeres de otros países se fueron uniendo a las reivindicaciones
que se llevaban a cabo durante el mes de marzo. Hasta que
en 1975 la ONU reconoció el día de manera oficial.
Es cierto que no resulta sencillo fijar un solo
acontecimiento como el motivo por el que se escogió el 8 de
marzo, por ello se ha de entender como una lucha en conjunto,
un esfuerzo prolongado en el tiempo. Así, se entiende como
cada generación ha ido heredando el deber de luchar por sus
derechos y por los de las generaciones venideras.
El 5 de marzo de 1908, Nueva York fue escenario de
una huelga polémica. Un grupo de mujeres reclamaba la
igualdad salarial, la disminución de la jornada laboral
a 10 horas, y un tiempo para poder dar el pecho a sus
hijos. Otras versiones señalan que no existen pruebas
documentales y lo que sí tuvo lugar fue el 8 de marzo
de 1857 una marcha de costureras de la compañía Lower
East Side que reclamaban una jornada laboral de diez
horas. La historia y la más difundida es la que señala
que unas 40 mil costureras industriales se declararon
en huelga. Durante la misma, 129 trabajadoras murieron
quemadas en la fábrica Cotton Textile Factory, en Washington
Square, Nueva York.
Los dueños de la fábrica habían encerrado a las trabajadoras
para forzarlas a permanecer en el trabajo y no unirse
a la huelga, en un incendio que se atribuyó al dueño
de la fábrica como respuesta a la misma.
Diez años después, en 1867, también en el mes de marzo,
tuvo lugar una huelga de planchadoras de cuellos de
la ciudad de Troy, y la formación de un sindicato; pero
la historia del 8 de marzo está cruzada por situaciones
y hechos que muestran un escenario más complejo y rico
en acontecimientos marcados por la Primera Guerra Mundial,
la revolución rusa, la lucha por el sufragio femenino,
las pugnas entre socialistas y sufragistas, y el creciente
auge del sindicalismo femenino durante las primeras
décadas del siglo XX.
En 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional
de Mujeres Trabajadoras celebrada en Copenhague (Dinamarca)
más de 100 mujeres aprobaron declarar el 8 de marzo
como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En 1975,
la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció
el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.
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Existe una larga tradición de huelgas de mujeres,
incluso antes de que las mujeres tuvieran derecho a votar,
las trabajadoras hicieron sentir su voz y su fuerza. La historia
de la clase trabajadora suele tener asociada la imagen de
un varón aguerrido, sin embargo, las mujeres agotaron días
y noches peleando junto a sus compañeros, por sus derechos
y los de toda la clase trabajadora. Esa es la historia de
la huelga de las obreras textiles de Lawrence, cuya victoria
no se limitó su fábrica.
Se acercaba el final de 1911, en una ciudad
llamada Lawrence, en el estado de Massachusetts, Estados Unidos,
lejos de las fiestas de año nuevo, las obreras textiles iniciaron
una huelga que será conocida como la huelga de “pan y rosas”.
La huelga culminaría con la implementación de la jornada reducida,
el aumento de salarios y el reconocimiento de los sindicatos.
La primera década del siglo XX comenzó con una ola de huelgas
en Estados Unidos, centradas en el ramo textil, la industria
pujante del momento. Las jornadas interminables, los salarios
miserables y las condiciones inhumanas de trabajo arrojaban
a miles a la huelga. En 1908 las obreras del vestido de Chicago
hicieron una larga campaña por la reducción de la jornada
laboral y la mejora de condiciones de trabajo. El año siguiente,
en 1909, Nueva York vio la primera acción obrera de gran magnitud
de la historia de la ciudad, a manos de las "niñas" que no
llegaban a las dos décadas de vida, lideradas por la "veterana"
Clara Lechmil de 23 años. Y 1911 fue el año de la famosa huelga
textil que terminó en desastre, por el incendio provocado
por los dueños de la Triangle Shirtwaist Company.
Clara Lemlich Shavelson (28 de marzo de 1886
- 12 de julio de 1982) fue una líder del Levantamiento de
20.000 , la huelga masiva de trabajadores camiseros en la
industria de la confección de Nueva York en 1909, donde habló
en yiddish y llamó a la acción. Más tarde incluida en la lista
negra de la industria por su trabajo sindical , se convirtió
en miembro del Partido Comunista de EE. UU. Y activista de
los consumidores . En sus últimos años como residente de un
hogar de ancianos, ayudó a organizar el personal.
El año nuevo, lejos de los banquetes de las
familias ricas, trabajadoras y trabajadores de Lawrence salían
a la huelga. Unos días antes, se había votado una nueva legislación
que reducía la jornada laboral de 56 a 54 horas semanales
para las mujeres y los menores de 18 años. La industria textil
empleaba mano de obra inmigrante, femenina e infantil. Más
de la mitad eran mujeres y muchas eran menores de 18 años.
Una de sus banderas principales era conquistar el pan (simbolizando
los derechos laborales) y las rosas (como símbolo de la exigencia
de mejores condiciones de vida). La enorme mayoría de las
obreras de Lawrence no estaba organizada en sindicatos, ya
que la AFL (American Federation of Labor, central sindical
oficial) solo afiliaba obreros calificados, es decir, varones
blancos. Por ende, la industria textil estaba totalmente desorganizada.
Al frente de la huelga estaba la IWW (Industrial
Workers of the World), que fue una de las primeras organizaciones
obreras que alentó a las mujeres a ocupar puestos dirigentes
y que peleaba por métodos democráticos en las luchas. Intentó
seguir la huella de los Caballeros del Trabajo, que habían
inaugurado la tradición de sindicatos mixtos (integrado por
obreros blancos y negros) y la incorporación de las mujeres.
El 10 de enero se realizó la primera reunión
en la IWW, donde mil obreras, que acababan de recibir su cheque
con un salario menor (por la reducción de horas), decidieron
llamar a la huelga. Horas después todo estaba en marcha. Las
primeras en salir fueron las obreras polacas de la Everett
Mill el 11 de enero, el 12 las siguieron las de American Wollen
Company (una de las empresas más grandes). Y se extendió a
la mayoría de los talleres. Se eligió un comité de huelga
con 56 titulares y 56 suplentes, para reemplazar al grupo
titular en caso de que fueran arrestados, algo común durante
las huelgas. El comité representaba todas las nacionalidades;
en las reuniones se hablaban 25 idiomas y 45 dialectos, y
había intérpretes de todos ellos. Todos los días se realizaban
asambleas al final del día, donde se hacía un balance y se
resolvían los pasos a seguir. Las dos primeras medidas votadas
fueron: fondo de huelga y piquete masivo alrededor de las
fábricas. Los enfrentamientos con la policía y las milicias
del gobierno local eran cada vez más violentos y se hacía
difícil bloquear la entrada de los carneros. Se resolvió formar
una línea “infinita” alrededor de los talleres, un piquete
que se mantenía las 24 horas y se movía constantemente. De
esta manera era imposible entrar a la fábrica. A las pocas
semanas, los dirigentes son arrestados, acusados por incitación
a la violencia y por la muerte de una obrera. La IWW envía
a Elizabeth Gurley Flynn, Joe Hill y Carlo Tresca, para suplantar
a los dirigentes presos.
El nuevo comité de huelga instaló guarderías
y comedores comunitarios para hijos e hijas de las obreras.
Las medidas apuntaban facilitar la participación de las mujeres.
Además se realizaban reuniones solo de mujeres, ya que también
es necesario combatir el machismo entre los obreros, incluso
entre los activistas. Una de las impulsoras más entusiastas
de esta política fue Elizabeth Gurley Flynn. La IWW también
se dirigía especialmente a niños y niñas, que debían soportar
ataques en la escuela y el barrio, la ciudad está divida por
la huelga. Se empezaron a realizar reuniones infantiles del
sindicato y una escuela donde se discutían los motivos de
la huelga. La medida fue tan exitosa, que luego se llevaría
a cabo nuevamente durante la huelga de Paterson en 1913. Por
la creciente violencia se decidió enviar a los niños a otras
ciudades, donde serían albergados por familias solidarias.
En el primer tren salieron 120 chicos. En el momento en que
se disponía a salir el segundo tren hacia New York, la policía
desató una represión desmedida en la estación. Este episodio
lleva la huelga a las páginas de los diarios nacionales y
al Congreso.
Todos hablaban de Lawrence. Los dirigentes de
la central sindical oficial tuvieron que pronunciarse, pero
no apoyaron la huelga: tildaron a las obreras de izquierdistas,
anarquistas y revolucionarias, no querían saber nada con los
comités de huelga. Pero las obreras de Lawrence contaban con
un apoyo amplísimo. Se realizaban mitines de solidaridad en
todo el país. Las universidades cercanas, como la prestigiosa
Harvard tenía comités estudiantiles que colaboraban con la
huelga y si tenían que ausentarse de los exámenes, la universidad
los daba por aprobados. La participación de estudiantes de
universidades de mujeres, recolectaban dinero, difundían la
lucha y viajaban a Lawrence para colaborar directamente con
el comité de huelga.
La gran difusión, la firmeza de las obreras,
y el miedo a que se extendiera la huelga, hizo ceder a los
empresarios: aceptaron la jornada laboral reducida y el aumento
de los salarios. Después de una larga lucha, durante casi
todo el invierno, el 12 marzo la huelga de “Pan y Rosas” culmina
con una de las primeras victorias del movimiento obrero en
Estados Unidos. El 30 de marzo, los hijos e hijas de las trabajadoras
vuelven a Lawrence. Su victoria no se limitó a sus demandas.
Trastocó la idea de cómo pelear para ganar. La historia del
movimiento obrero suele tener asociada la cara de un varón
aguerrido, sin embargo, las mujeres agotaron días y noches
peleando junto a sus compañeros, y huelgas como la de Lawrence
lo ponen de manifiesto.
Fechas clave en la historia para conseguir el voto
femenino:
Comenzó un proceso que más de un siglo después no ha
terminado, pues algunos países todavía limitan este
derecho.
El primer voto. Litografía publicada en
"The Sphere" el 21 de diciembre de 1918.
Las elecciones de 1918 en Gran Bretaña
se celebraron el 14 de diciembre, un mes después de
que Alemania firmara el armisticio y cesaran los combates
en Europa. En ellas pudieron votar por primera vez las
mujeres, aunque sólo las mayores de 30 años, mientras
que el voto masculino se amplió a los mayores de 21
años.
Hucha británica de 1913. Se activaba mediante
un mecanismo: al caer la moneda se abría la caja y aparecía
una joven con una pancarta y un collar en pro del voto
femenino. Diez años más tarde del primer voto de una
mujer, en 1928, el sufragio femenino se extiende a todas
las mujeres mayores de 21 años, en pie de igualdad con
los hombres.
Banderín por el voto femenino hecho por
las sufragistas estadounidenses en 1910-1920. En agosto
de 1920 fue ratificada la Decimonovena Enmienda a la
Constitución de Estados Unidos, que consagra el sufragio
femenino. Hasta ese momento las mujeres podían votar
en aquellos Estados que así lo permitían; el primero
en autorizar el voto femenino había sido Wyoming, en
1869.
Estatuilla en cerámica de una sufragista
de comienzos del siglo XX. Las mujeres de Australia
lograron el derecho al voto en el año 1902. Este país
y su vecina Nueva Zelanda eran dominios de la Corona
británica, pero gozaban de una gran autonomía política
que favoreció la adopción de esta medida.
"La mujer debe votar". Cartel francés
llamando a la mujer a luchar por sus derechos, 1925-1930.
En 1946 Francia, recién liberada de la ocupación hitleriana,
concedió el derecho de voto a la mujer, que había sido
rechazado por el Parlamento en 1919 y 1922. El sufragio
constituyó un reconocimiento implícito al papel de la
mujer en la Resistencia.
Insignia de la WSPU. Esta famosa insignia
fue diseñada por Sylvia Pankhurst. En ella vemos como
una doncella sale de la cárcel vestida de blanco (símbolo
de pureza), con los grilletes rotos a sus pies.
Sufragistas estadounidenses a bordo de
un remolcador durante una de sus campañas. Conscientes
de la necesidad de organizarse para ejercer presión
y ganar apoyos, en 1897 diferentes organizaciones sufragistas
constituyeron la Unión Nacional de Sociedades por el
Sufragio Femenino (NUWSS en inglés) en Gran Bretaña,
de la mano de Millicent Fawcett. Llevaban a cabo acciones
y campañas para influenciar en la opinión pública y
conseguir la mayor cantidad de apoyo posible.
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La lucha por la igualdad de las mujeres alrededor del
mundo. Desde las dificultades de las libanesas para
conseguir el divorcio hasta la doble discriminación
que padecen las ciudadanas de origen afroamericano en
Brasil.
La igualdad de género tardará un siglo
en lograrse. Un informe del Foro Económico Mundial advierte
de que el progreso para lograr la paridad se ha estancado
Cinco cosas que hay que saber sobre las
sufragistas británicas. En 2018 se cumplieron 100 años
desde que las mujeres conquistaron el derecho al voto
en Reino Unido.
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La reina del desierto (título original: Queen
of the Desert) es una película biográfica estadounidense de
drama dirigida por Werner Herzog y basada en la vida de la
viajera británica Gertrude Bell. Es protagonizada por Nicole
Kidman, James Franco, Damian Lewis y Robert Pattinson. Fue
estrenada el 6 de febrero de 2015 en el Festival Internacional
de Cine de Berlín, pero no estrenó en los cines del mundo
sino hasta el 14 de abril de 2017. La película fue duramente
criticada por los expertos, principalmente por el guion, la
dirección y la edición. No obstante, las actuaciones del elenco
tuvieron comentarios positivos, especialmente las de Kidman
y Pattinson. En el sitio Rotten Tomatoes tuvo un índice de
aprobación del 18%, mientras que en Metacritic sumó 39 puntos
de 100. Además de ello, Queen of the Desert fue un fracaso
en taquilla tras solo recaudar $1.5 millón, contra un presupuesto
de $36 millones.
Gertrude Margaret Lowthian Bell (Durham, Inglaterra;
14 de julio de 1868-Bagdad, Mandato británico de Mesopotamia;
12 de julio de 1926) fue una escritora, geógrafa, politóloga,
arqueóloga, y funcionaria del gobierno británico. Fue condecorada
con la Orden del Imperio Británico.
En noviembre de 1908 se fundó en Londres la
Liga Nacional de Mujeres Anti-Sufragio (Women's National Anti-Suffrage
League). Su primera presidenta fue la popular novelista Mary
Ward. Los líderes de esta liga defendían que la mayor parte
de las mujeres inglesas no querían votar y, de hecho, alertaban
sobre los peligros de hacerlo. Gertrude Bell fue secretaria
honoraria de esta Liga Nacional de Mujeres Anti-Sufragio.
Sus argumentos fueron que, mientras las mujeres creyeran que
su sitio estaba en la cocina y en el dormitorio, no podrían
formar parte del debate político y serían totalmente incapaces
de tomar parte en las decisiones sobre la forma en la que
la nación debía ser gobernada.
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