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30 - Septiembre - 2020
>>>> Ser humano > Sufragistas II

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Este cartel es, sin duda, uno de los máximos exponentes de la expresión “una imagen vale más que mil palabras”. Una mujer joven con un pañuelo rojo de lunares blancos mira al espectador con determinación mientras levanta la manga de su camisa de trabajo para mostrar su brazo en tensión como símbolo de fuerza. Su silueta se perfila sobre un llamativo fondo amarillo. Todo un icono que tuvo una modelo de carne y hueso: Naomi Parker Fraley. Esta mujer cuya foto inspiró el anuncio, murió el 20 de enero de 2019 en Washington a los 96 años. Este célebre cartel de propaganda bélica fue obra de J. Howard Miller quien, sin ella saberlo, se inspiró en una foto de Naomi Parker trabajando en una fábrica, concretamente en la zona donde se reparaban y remachaban las piezas de los aviones. La chica del cartel pasó a ser conocida como “Rosie, the riveter”, es decir, Rosie, la remachadora.

Procedente de una familia trabajadora, Naomi vivía en Alameda (California) cuando Japón atacó Pearl Harbor en 1941 en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Este ataque supuso la entrada definitiva de Estados Unidos en la guerra tras varios meses de conjeturas. Una gran cantidad de hombres partieron hacia el frente, y en consecuencia muchas mujeres se incorporaron al mercado laboral para suplir la falta de mano de obra.

Así, Naomi Parker, junto con su hermana y miles de mujeres, se convirtieron en la nueva fuerza económica pujante de los Estados Unidos y el cartel de J. Howard Miller en un símbolo de ello. Aún así, la icónica imagen cayó en el olvido, y no fue hasta 40 años después cuando los movimientos feministas la rescataron para su causa. Muchas mujeres han reivindicado su papel de “Rosies” tras el fin del conflicto bélico, incluso se ha creado una asociación al respecto. Durante muchos años, se atribuyó a otras mujeres el papel de musa para el cartel del famoso “We can do it!”. Sin embargo no fue hasta hace dos años que una investigación demostró que la imagen del inspirador pasquín, usado todavía hoy para muchas de las reinvindicaciones feministas actuales, había sido la de Naomi Parker Fraley.

Desde hace más de 100 años, el 8 de marzo es un día que celebra los derechos conquistados por las mujeres en todos los ámbitos y conmemora la larga historia de luchas y sacrificios para conseguirlos. En la actualidad, durante esta jornada, se organizan marchas y manifestaciones en todo el mundo para denunciar que todavía queda mucho camino por recorrer hasta alcanzar esta deseada igualdad real entre hombres y mujeres. Pues muchos datos confirman precisamente esto, que en muchos países nacer mujer es un lastre social. Algunas de las proclamas que más se escuchan durante la jornada de protesta son la reclamación de la equiparación laboral y salarial, una presencia igualitaria en puestos políticos y empresariales relevantes, el rechazo a la violencia de género, así como la exigencia de más políticas para detenerla: en definitiva, un empoderamiento completo de las mujeres en el marco de la sociedad actual. Los motivos por los que se estableció un día para reivindicar el lugar de la mujer en la sociedad parece que están claros. Sin embargo, ¿por qué hacerlo precisamente un 8 de marzo? Si echamos la vista atrás, encontramos más de un antecedente histórico, y no está claro cuál fue el más determinante.

A finales del siglo XIX, los actos que llevaban a cabo las sufragistas –cada vez más numerosos– estaban a punto de empezar a cosechar éxitos. Este cartel refleja el creciente acceso a la información que estaban experimentando las mujeres.

En marzo 1857, en el marco de la Revolución industrial, las trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York salieron a la calle a protestar en masa por las duras condiciones de trabajo. Si bien es cierto que en ese momento las condiciones laborales de todos los trabajadores eran durísimas, la precariedad se cebaba especialmente con la parte femenina del sector, cuyos salarios podían llegar a ser menos de la mitad que los de los hombres solo por el hecho de ser mujeres. Las protestas terminaron con la intervención violenta de la policía contra las manifestantes, pero aquella manifestación sentó un primer precedente gracias a su gran repercusión.

En 1907 tuvo lugar la primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Stuttgart, Alemania, liderada por Clara Zetkin, donde se fundó la Internacional Socialista de Mujeres. Uno de los primeros objetivos que perseguían era el sufragio femenino.

Para mostrar apoyo a la huelga que las trabajadoras textiles llevaron a cabo en Nueva York en 1908 –una huelga que, junto con la de 1857, pasaría a la historia–, en 1909 una organización de Mujeres Socialistas celebró en EE.UU el primer Día Internacional de la Mujer. Aunque solo tuvo seguimiento en Nueva York y Chicago, se calcula que unas 15.000 mujeres participaron en una marcha que recorrió la ciudad de Nueva York.

En 1910, tuvo lugar el segundo encuentro Internacional Socialista de Mujeres, en Copenhague, Dinamarca. En esta ocasión, se propuso fijar un día simbólico –entorno al 8 de marzo– que sirviera para reivindicar los derechos de todas las mujeres, principalmente el derecho al voto. El siguiente año, se celebró por primera vez el Día Internacional de la Mujer el 19 de marzo en algunos países europeos como Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza. Los grandes conflictos de una centena de años tan convulsa como el siglo XX ayudaron a afianzar el papel de la mujer, y a lo largo de las siguientes décadas muchas organizaciones de mujeres de otros países se fueron uniendo a las reivindicaciones que se llevaban a cabo durante el mes de marzo. Hasta que en 1975 la ONU reconoció el día de manera oficial.

Es cierto que no resulta sencillo fijar un solo acontecimiento como el motivo por el que se escogió el 8 de marzo, por ello se ha de entender como una lucha en conjunto, un esfuerzo prolongado en el tiempo. Así, se entiende como cada generación ha ido heredando el deber de luchar por sus derechos y por los de las generaciones venideras.

El 5 de marzo de 1908, Nueva York fue escenario de una huelga polémica. Un grupo de mujeres reclamaba la igualdad salarial, la disminución de la jornada laboral a 10 horas, y un tiempo para poder dar el pecho a sus hijos. Otras versiones señalan que no existen pruebas documentales y lo que sí tuvo lugar fue el 8 de marzo de 1857 una marcha de costureras de la compañía Lower East Side que reclamaban una jornada laboral de diez horas. La historia y la más difundida es la que señala que unas 40 mil costureras industriales se declararon en huelga. Durante la misma, 129 trabajadoras murieron quemadas en la fábrica Cotton Textile Factory, en Washington Square, Nueva York.

Los dueños de la fábrica habían encerrado a las trabajadoras para forzarlas a permanecer en el trabajo y no unirse a la huelga, en un incendio que se atribuyó al dueño de la fábrica como respuesta a la misma.

Diez años después, en 1867, también en el mes de marzo, tuvo lugar una huelga de planchadoras de cuellos de la ciudad de Troy, y la formación de un sindicato; pero la historia del 8 de marzo está cruzada por situaciones y hechos que muestran un escenario más complejo y rico en acontecimientos marcados por la Primera Guerra Mundial, la revolución rusa, la lucha por el sufragio femenino, las pugnas entre socialistas y sufragistas, y el creciente auge del sindicalismo femenino durante las primeras décadas del siglo XX.

En 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Trabajadoras celebrada en Copenhague (Dinamarca) más de 100 mujeres aprobaron declarar el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En 1975, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.

Existe una larga tradición de huelgas de mujeres, incluso antes de que las mujeres tuvieran derecho a votar, las trabajadoras hicieron sentir su voz y su fuerza. La historia de la clase trabajadora suele tener asociada la imagen de un varón aguerrido, sin embargo, las mujeres agotaron días y noches peleando junto a sus compañeros, por sus derechos y los de toda la clase trabajadora. Esa es la historia de la huelga de las obreras textiles de Lawrence, cuya victoria no se limitó su fábrica.

Se acercaba el final de 1911, en una ciudad llamada Lawrence, en el estado de Massachusetts, Estados Unidos, lejos de las fiestas de año nuevo, las obreras textiles iniciaron una huelga que será conocida como la huelga de “pan y rosas”. La huelga culminaría con la implementación de la jornada reducida, el aumento de salarios y el reconocimiento de los sindicatos. La primera década del siglo XX comenzó con una ola de huelgas en Estados Unidos, centradas en el ramo textil, la industria pujante del momento. Las jornadas interminables, los salarios miserables y las condiciones inhumanas de trabajo arrojaban a miles a la huelga. En 1908 las obreras del vestido de Chicago hicieron una larga campaña por la reducción de la jornada laboral y la mejora de condiciones de trabajo. El año siguiente, en 1909, Nueva York vio la primera acción obrera de gran magnitud de la historia de la ciudad, a manos de las "niñas" que no llegaban a las dos décadas de vida, lideradas por la "veterana" Clara Lechmil de 23 años. Y 1911 fue el año de la famosa huelga textil que terminó en desastre, por el incendio provocado por los dueños de la Triangle Shirtwaist Company.

Clara Lemlich Shavelson (28 de marzo de 1886 - 12 de julio de 1982) fue una líder del Levantamiento de 20.000 , la huelga masiva de trabajadores camiseros en la industria de la confección de Nueva York en 1909, donde habló en yiddish y llamó a la acción. Más tarde incluida en la lista negra de la industria por su trabajo sindical , se convirtió en miembro del Partido Comunista de EE. UU. Y activista de los consumidores . En sus últimos años como residente de un hogar de ancianos, ayudó a organizar el personal.

El año nuevo, lejos de los banquetes de las familias ricas, trabajadoras y trabajadores de Lawrence salían a la huelga. Unos días antes, se había votado una nueva legislación que reducía la jornada laboral de 56 a 54 horas semanales para las mujeres y los menores de 18 años. La industria textil empleaba mano de obra inmigrante, femenina e infantil. Más de la mitad eran mujeres y muchas eran menores de 18 años. Una de sus banderas principales era conquistar el pan (simbolizando los derechos laborales) y las rosas (como símbolo de la exigencia de mejores condiciones de vida). La enorme mayoría de las obreras de Lawrence no estaba organizada en sindicatos, ya que la AFL (American Federation of Labor, central sindical oficial) solo afiliaba obreros calificados, es decir, varones blancos. Por ende, la industria textil estaba totalmente desorganizada.

Al frente de la huelga estaba la IWW (Industrial Workers of the World), que fue una de las primeras organizaciones obreras que alentó a las mujeres a ocupar puestos dirigentes y que peleaba por métodos democráticos en las luchas. Intentó seguir la huella de los Caballeros del Trabajo, que habían inaugurado la tradición de sindicatos mixtos (integrado por obreros blancos y negros) y la incorporación de las mujeres.

El 10 de enero se realizó la primera reunión en la IWW, donde mil obreras, que acababan de recibir su cheque con un salario menor (por la reducción de horas), decidieron llamar a la huelga. Horas después todo estaba en marcha. Las primeras en salir fueron las obreras polacas de la Everett Mill el 11 de enero, el 12 las siguieron las de American Wollen Company (una de las empresas más grandes). Y se extendió a la mayoría de los talleres. Se eligió un comité de huelga con 56 titulares y 56 suplentes, para reemplazar al grupo titular en caso de que fueran arrestados, algo común durante las huelgas. El comité representaba todas las nacionalidades; en las reuniones se hablaban 25 idiomas y 45 dialectos, y había intérpretes de todos ellos. Todos los días se realizaban asambleas al final del día, donde se hacía un balance y se resolvían los pasos a seguir. Las dos primeras medidas votadas fueron: fondo de huelga y piquete masivo alrededor de las fábricas. Los enfrentamientos con la policía y las milicias del gobierno local eran cada vez más violentos y se hacía difícil bloquear la entrada de los carneros. Se resolvió formar una línea “infinita” alrededor de los talleres, un piquete que se mantenía las 24 horas y se movía constantemente. De esta manera era imposible entrar a la fábrica. A las pocas semanas, los dirigentes son arrestados, acusados por incitación a la violencia y por la muerte de una obrera. La IWW envía a Elizabeth Gurley Flynn, Joe Hill y Carlo Tresca, para suplantar a los dirigentes presos.

El nuevo comité de huelga instaló guarderías y comedores comunitarios para hijos e hijas de las obreras. Las medidas apuntaban facilitar la participación de las mujeres. Además se realizaban reuniones solo de mujeres, ya que también es necesario combatir el machismo entre los obreros, incluso entre los activistas. Una de las impulsoras más entusiastas de esta política fue Elizabeth Gurley Flynn. La IWW también se dirigía especialmente a niños y niñas, que debían soportar ataques en la escuela y el barrio, la ciudad está divida por la huelga. Se empezaron a realizar reuniones infantiles del sindicato y una escuela donde se discutían los motivos de la huelga. La medida fue tan exitosa, que luego se llevaría a cabo nuevamente durante la huelga de Paterson en 1913. Por la creciente violencia se decidió enviar a los niños a otras ciudades, donde serían albergados por familias solidarias. En el primer tren salieron 120 chicos. En el momento en que se disponía a salir el segundo tren hacia New York, la policía desató una represión desmedida en la estación. Este episodio lleva la huelga a las páginas de los diarios nacionales y al Congreso.

Todos hablaban de Lawrence. Los dirigentes de la central sindical oficial tuvieron que pronunciarse, pero no apoyaron la huelga: tildaron a las obreras de izquierdistas, anarquistas y revolucionarias, no querían saber nada con los comités de huelga. Pero las obreras de Lawrence contaban con un apoyo amplísimo. Se realizaban mitines de solidaridad en todo el país. Las universidades cercanas, como la prestigiosa Harvard tenía comités estudiantiles que colaboraban con la huelga y si tenían que ausentarse de los exámenes, la universidad los daba por aprobados. La participación de estudiantes de universidades de mujeres, recolectaban dinero, difundían la lucha y viajaban a Lawrence para colaborar directamente con el comité de huelga.

La gran difusión, la firmeza de las obreras, y el miedo a que se extendiera la huelga, hizo ceder a los empresarios: aceptaron la jornada laboral reducida y el aumento de los salarios. Después de una larga lucha, durante casi todo el invierno, el 12 marzo la huelga de “Pan y Rosas” culmina con una de las primeras victorias del movimiento obrero en Estados Unidos. El 30 de marzo, los hijos e hijas de las trabajadoras vuelven a Lawrence. Su victoria no se limitó a sus demandas. Trastocó la idea de cómo pelear para ganar. La historia del movimiento obrero suele tener asociada la cara de un varón aguerrido, sin embargo, las mujeres agotaron días y noches peleando junto a sus compañeros, y huelgas como la de Lawrence lo ponen de manifiesto.

Fechas clave en la historia para conseguir el voto femenino:

Comenzó un proceso que más de un siglo después no ha terminado, pues algunos países todavía limitan este derecho.

El primer voto. Litografía publicada en "The Sphere" el 21 de diciembre de 1918.

Las elecciones de 1918 en Gran Bretaña se celebraron el 14 de diciembre, un mes después de que Alemania firmara el armisticio y cesaran los combates en Europa. En ellas pudieron votar por primera vez las mujeres, aunque sólo las mayores de 30 años, mientras que el voto masculino se amplió a los mayores de 21 años.

Hucha británica de 1913. Se activaba mediante un mecanismo: al caer la moneda se abría la caja y aparecía una joven con una pancarta y un collar en pro del voto femenino. Diez años más tarde del primer voto de una mujer, en 1928, el sufragio femenino se extiende a todas las mujeres mayores de 21 años, en pie de igualdad con los hombres.

Banderín por el voto femenino hecho por las sufragistas estadounidenses en 1910-1920. En agosto de 1920 fue ratificada la Decimonovena Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, que consagra el sufragio femenino. Hasta ese momento las mujeres podían votar en aquellos Estados que así lo permitían; el primero en autorizar el voto femenino había sido Wyoming, en 1869.

Estatuilla en cerámica de una sufragista de comienzos del siglo XX. Las mujeres de Australia lograron el derecho al voto en el año 1902. Este país y su vecina Nueva Zelanda eran dominios de la Corona británica, pero gozaban de una gran autonomía política que favoreció la adopción de esta medida.

"La mujer debe votar". Cartel francés llamando a la mujer a luchar por sus derechos, 1925-1930. En 1946 Francia, recién liberada de la ocupación hitleriana, concedió el derecho de voto a la mujer, que había sido rechazado por el Parlamento en 1919 y 1922. El sufragio constituyó un reconocimiento implícito al papel de la mujer en la Resistencia.

Insignia de la WSPU. Esta famosa insignia fue diseñada por Sylvia Pankhurst. En ella vemos como una doncella sale de la cárcel vestida de blanco (símbolo de pureza), con los grilletes rotos a sus pies.

Sufragistas estadounidenses a bordo de un remolcador durante una de sus campañas. Conscientes de la necesidad de organizarse para ejercer presión y ganar apoyos, en 1897 diferentes organizaciones sufragistas constituyeron la Unión Nacional de Sociedades por el Sufragio Femenino (NUWSS en inglés) en Gran Bretaña, de la mano de Millicent Fawcett. Llevaban a cabo acciones y campañas para influenciar en la opinión pública y conseguir la mayor cantidad de apoyo posible.

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La lucha por la igualdad de las mujeres alrededor del mundo. Desde las dificultades de las libanesas para conseguir el divorcio hasta la doble discriminación que padecen las ciudadanas de origen afroamericano en Brasil.

La igualdad de género tardará un siglo en lograrse. Un informe del Foro Económico Mundial advierte de que el progreso para lograr la paridad se ha estancado

Cinco cosas que hay que saber sobre las sufragistas británicas. En 2018 se cumplieron 100 años desde que las mujeres conquistaron el derecho al voto en Reino Unido.

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La reina del desierto (título original: Queen of the Desert) es una película biográfica estadounidense de drama dirigida por Werner Herzog y basada en la vida de la viajera británica Gertrude Bell. Es protagonizada por Nicole Kidman, James Franco, Damian Lewis y Robert Pattinson. Fue estrenada el 6 de febrero de 2015 en el Festival Internacional de Cine de Berlín, pero no estrenó en los cines del mundo sino hasta el 14 de abril de 2017. La película fue duramente criticada por los expertos, principalmente por el guion, la dirección y la edición. No obstante, las actuaciones del elenco tuvieron comentarios positivos, especialmente las de Kidman y Pattinson. En el sitio Rotten Tomatoes tuvo un índice de aprobación del 18%, mientras que en Metacritic sumó 39 puntos de 100. Además de ello, Queen of the Desert fue un fracaso en taquilla tras solo recaudar $1.5 millón, contra un presupuesto de $36 millones.

Gertrude Margaret Lowthian Bell (Durham, Inglaterra; 14 de julio de 1868-Bagdad, Mandato británico de Mesopotamia; 12 de julio de 1926) fue una escritora, geógrafa, politóloga, arqueóloga, y funcionaria del gobierno británico. Fue condecorada con la Orden del Imperio Británico.

En noviembre de 1908 se fundó en Londres la Liga Nacional de Mujeres Anti-Sufragio (Women's National Anti-Suffrage League). Su primera presidenta fue la popular novelista Mary Ward. Los líderes de esta liga defendían que la mayor parte de las mujeres inglesas no querían votar y, de hecho, alertaban sobre los peligros de hacerlo. Gertrude Bell fue secretaria honoraria de esta Liga Nacional de Mujeres Anti-Sufragio. Sus argumentos fueron que, mientras las mujeres creyeran que su sitio estaba en la cocina y en el dormitorio, no podrían formar parte del debate político y serían totalmente incapaces de tomar parte en las decisiones sobre la forma en la que la nación debía ser gobernada.

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