La barbacoa es la excusa perfecta para cualquier celebración.
Con amigos o con la familia, de carne o de pescado, para comer
o para cenar, siempre es buen plan para reunirnos alrededor
de la mesa y disfrutar de una buena comida. En el arte culinario
prehispánico se sabía que los alimentos cocidos lentamente
con calor indirecto eran más sabrosos y nutritivos. La barbacoa
es eso, un sistema de cocción en el que la carne no tiene
contacto directo con el fuego, sólo con el calor del hoyo,
sin mezclar líquido alguno que pueda hacerle perder parte
de su sustancia y sabor.
Aunque añadirle algún aderezo durante la cocción
va a gustos.
La palabra barbacoa proviene de la zona del Caribe y significa
“zarzo” (tejido de varas, cañas o juncos) o “andamio” que
se coloca dentro del horno.
Al llegar los conquistadores españoles se encontraron con
una inmensa variedad de nuevos alimentos y con las más asombrosas
formas de cocinarlos, como la barbacoa.
Para cocer la carne de sus cazas el pueblo taíno usaba un
utensilio de leños verdes que situaba sobre las llamas de
un fuego amagado en una fosa longitudinal. Se referían a aquel
primitivo artilugio de cocina como barbacúa, termino que con
la llegada de los colonos españoles también pasó a usarse
para describir la técnica de cocción a través del calor irradiado
por brasas o llamas. Aquella forma de cocinar acabó extendiéndose
por todo el mundo. De los asados argentinos a las muchísimas
variaciones de los Estados Unidos, de China y su char siu,
el stir rying mongol o el güi coreano, el khorovats de Armenia,
el mangal turco… la barbacoa ha dejado de ser un simple sistema
de elaboración de carnes (y pescados y verduras) para, ya
sea alimentada de madera, carbón vegetal o gas, devenir en
todo un acto social.
Para los carnivoros, la clave para cocinar una exquisita
barbacoa es un buen cordero de 8 a 10 meses de edad. El horno
se calienta con leña al gusto, de encino por ejemplo y cuando
está listo, se coloca sobre las brasas un recipiente. La barbacoa
es un platillo antiguo muy apreciado y de mucha tradición
en los estados del centro de Mexico como son: Hidalgo, Estado
de México, Tlaxcala, Puebla y Distrito Federal. El domingo
es día de barbacoa acompañada de una salsa borracha, tortillas
de mano, nopales, aguacate, rábanos y pápalo. Una costumbre
tantas veces vista a su vez, en películas y series
norteamericanas.
En Europa tenemos otra versión del origen.
Dice la leyenda que la barbacoa se inventó hace siglos en
un pequeño reino europeo tras una disputa entre un barón y
el maestro herrero que tenía que fabricarle una verja alrededor
de su castillo. El artesano del hierro erró los cálculos del
diámetro del cercado y acabó teniendo un buen excedente de
metal. El noble se negó a pagar el fierro sobrante. Fue entonces
cuando, a modo de vengativa reclamación, al herrero le dio
por cocer día y noche carne frente al castillo utilizando
parte del remanente de acero como soporte a modo de rejilla.
Hasta las narices de la humareda provocada por los chuletones
y chorizos parrilleros, el barón acabó por desembolsar los
dos ducados que le reclamaba el herrero.
¿Y a quién se le ocurrió lo de la práctica rejilla? En 1832
se aprobó en Uruguay una amnistía por la cual millares de
presos políticos y reos comunes recobraron su libertad. La
Ley fue acogida con grandes festejos por todo el país. Especialmente
jaranosas fueron las celebraciones en los presidios, sobre
todo en la cárcel de la Colonia de Sacramento, donde los ahora
exconvictos tiraron abajo los muros de la prisión y se afanaron
diversos vacunos de los vecinos de la zona. Para cocinarlos,
un preso arrancó la puerta de su celda y con ella fabricó
la que dicen que fue la primera barbacoa moderna. En esa constante
batalla que mantienen por la paternidad de hechos y acontecimientos,
esta teoría es rebatida por sus vecinos argentinos.
La Fiesta de la Patria Gaucha es un evento que desde el año
1986 se realiza anualmente en la ciudad de Tacuarembó, Uruguay,
en el predio de la Laguna de las Lavanderas.
Dicen estos que desde mediados del siglo XIX, en los alrededores
del Río de la Plata, los gauchos utilizaban para asar la carne
de los animales despellejados las rejillas de hierro que habitualmente
servían para secar pieles y cueros. Ese, aseguran, es el auténtico
origen de las barbacoas modernas. Invento de unos o de otros,
lo único cierto es que los asados (para ellos el término barbacoa
es un sacrilegio) son cosa muy seria en la zona (como en Chile,
Paraguay, el sur de Brasil, Bolivia…).
En el Cono Sur, donde disfrutan de algunas de las mejores
carnes del mundo, los gauchos han sido y siguen siendo los
guardianes de las esencias en lo que a asados se refiere.
Todas las familias tienen a su maestro parrillero, y cuando
se enzarzan con un asado, acto que, por el trabajo que comporta
y las tertulias de sobremesa que generan, puede alargarse
horas y horas, será este y solo este quien se encargue de
la correcta ejecución de la liturgia. El gaucho Martín Fierro,
protagonista de todo un clásico de la literatura argentina
como es el poema narrativo homónimo, escrito por José Hernández
en 1872, solía decir que “todo bicho que camina va a parar
al asador”. Sin embargo, por norma general, los asados –de
los que exiten tres variantes: a la cruz, al asador o a la
estaca–, suelen elaborarse a base carnes de vaca, siendo los
cortes más comunes la costilla –o asado de tira– y el vacío.
Una vez hecha la carne, la cortan con una facón y se la zampan
‘al pan’. En el caso de ser gente más ‘finolis’ o de ciudad,
la opción es ‘al plato’.
Por su parte, los antiguos mayas tenían un método de cocción
al que llamaban baalba koab. A un metro de profundidad modelaban
un horno de forma cilíndrica. En él colocaban carbón, sobre
el carbón, leños verdes, sobre estos, un bol de cerámica en
el que se precipitaban los jugos de la carne cocida, y para
terminar, una nueva fila de leños.
Y ahora sí, encima de esta segunda parrilla de madera, recubiertos
de hojas de agave, los filetes.
Finalmente, cerraban el horno con una piedra circular que
sellaban con barro y dejaban que la chicha se fuera asando
con el calor y el vapor durante cuatro o cinco horas.
Este sistema (que modernizado se sigue usando en muchas zonas
de México) fue evolucionando hasta dar con las actuales barbacoas
de Nuevo México y Texas (para muchos, las mejores parrilladas
del mundo), donde asan la carne (los cortes predilectos de
los locales son el pecho, las salchichas y las costillas de
cerdo adobados con sal y pimienta) en hornos de ladrillo.
Sin embargo, en Estados Unidos, especialmente en el sur del
país, existen casi tantas maneras de hacer una barbacoa como
estrellas hay en su bandera.
En Florida, por ejemplo, son característicos los ahumados.
En Carolina del Sur el secreto se encuentra en la salsa, siempre
con una pizca de mostaza. En Georgia, donde alternan la parrilla
y el horno, es legendario su estofado de Brunswick, donde
se combinan varias piezas de carne ahumada con frijoles, tomate
y maíz. Lexington, en Carolina del Norte, se ha autoproclamado
la capital del mundo de la barbacoa.
Un recorrido por sus muchas y exquisitas parrillas así lo
certifica. No se quedan atrás en Missouri. Sede del American
Royal World Series of Barbecue, algo así como el campeonato
mundial de barbacoas, aquí la vida sigue el ritmo del fuego
lento que marcan sus asadores. Y, evidentemente, no podíamos
obviar Memphis, Tennessee, y sus cortes de cerdo cocinados
en hornos de leña durante más de 20 horas y servidos con una
salsa barbacoa donde el protagonismo recae en el vinagre secundado
por un toque de tomate y varias especias picantes.
A los Estados Unidos, país donde los asados son una religión,
debemos la democratización de las barbacoas, universalización
de la que en buena parte es responsable un hombre llamado
George Stephen. A finales de la década de los 40 Stephen trabajaba
como soldador para la compañía Weber Brothers Metal Works.
Su principal acometido en la empresa era soldar dos medias
esferas de acero con las que elaboraban boyas. Cuando llegaba
el buen tiempo, no había fin de semana sin barbacoa en casa
de los Stephen. Pero al bueno de George le sacaba de sus casillas
que cuando soplaba un poco de viento los filetes, las salchichas
y las hamburguesas quedaran recubiertas de una desagradable
capa de cenizas. Fue entonces cuando se le ocurrió coger la
parte inferior de una de las boyas que fabricaba, soldarle
tres patas y añadirle la media esfera superior a modo de tapa.
Bautizada por los vecinos de George como ‘Sputnik’ por su
apariencia de satélite, nacía así la barbacoa familiar moderna.
Actualmente, la Weber-Stephen Products Co., compañía que este
emprendedor fundó junto a sus antiguos jefes para comercializar
su invento, es indiscutiblemente la marca de barbacoas de
referencia mundial.
Por otro lado, y tras el kimchi, la barbacoa coreana ha sido
la que más ha triunfado en los últimos años entre foodies
y otros cazadores de tendencias gastronómicas. A sus asados
en Corea los denominan genéricamente güi, palabra que deriva
del término gupda que, literalmente, significa parrilla. Los
coreanos elaboran güi de carne, pescado y vegetales. Las barbacoas
de carne, ya sean de ternera, cerdo, pollo o incluso faisán,
son las gogi güi. La manera tradicional de elaborarlas es
con una pequeña parrilla de carbón situada en el centro de
la mesa. Una vez cocida la carne, se corta en pequeños trozos
y se envuelve en una hoja de lechuga junto a arroz, ajo y
otros condimentos como el gochujang y el doenjang. El saengseon
güi es la barbacoa de pescado, siendo especialmente apreciadas
por los gourmets coreanos las de anguila (jangeo güi), verdel
(godeungeo güi), vieira (garibi güi) o gamba (daeha güi).
También son muy populares las barbacoas vegetales, como la
songi güi de matsutake, la beoseot güi de champiñones o la
gim güi de algas.
La barbacoa también tiene un lugar reservado en el recetario
chino y mongol. En la China triunfa la cha siu, que es la
barbacoa al estilo cantonés. Hecha a base de carne de cerdo,
el secreto de su exquisitez no se debe tanto a la brasa sino
a la salsa con la que van regando la carne mientras se tuesta.
La fórmula del adobo incluye azúcar o miel, polvo de cinco
especias, salsa soja y jerez o vino de arroz.
El charshu es su versión japonesa. La principal característica
de la adaptación nipona es que la carne o el pescado no se
asa sino que se hierve (vaya, que no es una barbacoa) y el
unto está hecho solo de salsa de soja y miel, lo que le otorga
un sabor más dulzón que el de la barbacoa china.
El stir frying es el particular método mongol
de barbacoa. Muy parecido también al teppanyaki japonés, sobre
un horno de ladrillo en el que se esconden las brasas, se
sitúa una plancha de hierro redonda de unos dos metros y medio
de diámetro donde se asan, principalmente, carnes y verduras.
Entre Asia y Europa, Armenia y Turquía también tienen sus
variantes de barbacoa, el khorovat para los primeros y el
mangal para los otomanos. Hay un refrán armenio que reza que
“ganas suficiente dinero si puedes invitar a tus amigos a
tres khorovats al mes”. El khorovat es una de las más arraigadas
costumbres culinarias del país, barbacoa típica en los días
de fiesta y grandes banquetes. Se elabora principalmente con
carne de cordero (aunque el cerdo ha ido ganando protagonismo
en las últimas décadas). Las piezas se cortan en dados y se
introducen en las brasas insertados en shampoors, que es como
denominan en Armenia a las brochetas. Tal vez por la humareda
que levantan las barbacoas, en Armenia es signo de buena educación
no solo avisar a los vecinos que vas a tirarte buena parte
del día haciendo un khorovat, sino también ‘sobornarles’ con
varios pinchos para que no se quejen.
Una liturgia similar acompaña la preparación del mangal turco,
variante de barbacoa que desde Estambul se ha extendido a
otros países de Oriente Medio. Típica en comilonas al aire
libre con amigos o familiares, el mangal –que originalmente
era el nombre que en el imperio otomano se le daba a las estufas
interiores empleadas para calentar comida– también se prepara
en pinchitos y habitualmente se sirven acompañados de ensalada,
bajándolos con un vaso de salgam, bebida muy tradicional en
Turquía, sobre todo en el sur del país, hecha a partir de
jugo de escabeches de zanahorias y sazonada y condimentada
con una especie de colinabo aromático llamado çelem. Vamos,
un trago solo apto para valientes.
La barbacoa nos permite preparar, de un modo muy sencillo,
carnes y pescados acompañados de verduras y hortalizas, ofreciendo
platos con un aroma y un sabor exquisitos.
Todo cuenta para conseguir un sabor inconfundible. ¿Leña
o carbón vegetal?
La leña ofrece una nota exclusiva de sabores. Dependiendo
del árbol del que proceda aporta una esencia distinta, lo
que otorga a la comida un sabor característico. Las más utilizadas
suelen ser las de roble, olivo o naranjo, entre otras.
Es importante que esté siempre bien seca, dejando que se
queme hasta obtener unas buenas brasas, primero al rojo vivo
y luego con una tez blanquecina, fundamental para evitar que
se avive el fuego al entrar en contacto con la grasa que se
desprende de la carne.
En cuanto al carbón, mejor que sea de origen vegetal.
En Galicia dicen que por San Xoan a sardiña molla o pan -por
San Juan la sardina moja el pan- que quiere decir que están
en su mejor momento para asarlas en las brasas y disfrutar
de ellas sobre un buen trozo de pan gallego. Y es que en Galicia,
aparte de las churrascadas les pierden también las sardiñadas.
Pero es cierto que el asar pescado en las brasas impone respeto
y requiere de ciertos conocimientos, pues si ya le se le teme
a hacer pescados a la plancha en casa por miedo a que se rompan,
sobre las brasas la cuestión se torna más peliaguda.
Pero no hay que desistir, simplemente hay que aprender cómo
asar pescado en una barbacoa y perderle el miedo.
En este caso hay que tener en cuenta que no todos los pescados
se pueden asar de la misma manera, ya que los que tienen la
carne menos firme es muy fácil que se rompan si no se toman
las medidas oportunas. En cualquier caso, lo primero que hay
que hacer antes de ponerse manos a la obra con la tarea, es
asegurarnos de que la parrilla esté completamente limpia,
sin que haya restos adheridos de asados anteriores. Una vez
que la tenemos preparada debe estar muy caliente antes de
poner el pescado sobre ella.
Las distintas formas de asar cada pescado serían las siguientes:
- Los pescados fileteados cuya carne no sea excesivamente
firme se asan estupendamente si se condimentan, se untan con
aceite y se envuelven en un trozo de papel de aluminio. Así
podremos darles la vuelta sin miedo a que se rompan, se deshagan
o se quede medio filete pegado a la parrilla.
- Los pescados de carne firme como el salmón, el pez espada
o el atún se pueden asar directamente sobre la parrilla pero
hay que secarlos bien y untarlos con aceite antes de ponerlos
sobre la plancha caliente por el lado de la piel. Por supuesto,
también podemos usar con ellos el método anterior.
- Si lo que queremos es asar pescados grandes enteros, como
una lubina, un lenguado o similar, lo mejor es usar una besuguera
que es una parrilla reversible en la que se mete el pescado
y se le da la vuelta con solo girar la parrilla evitándonos
tener que manipularlo con la espátula para darle la vuelta
y que se nos rompa por el peso. Cuando queramos asar pescados
enteros más pequeños, como es el caso de las sardinas o caballas
que nos sean muy grandes, lo mejor es asarlas sin quitar las
escamas y sin limpiar para que el pescado no se seque. Como
asar sardinas suele ser un poco tedioso porque se asan muchas
y casi hay que darles la vuelta a la vez para que no se pasen
de punto, es muy aconsejable usar una parrilla reversible
de las grandes, así se asan de manera uniforme todas ellas.
Si la barbacoa contiene marisco y se realiza
con fuego, a partir de maderas o sobre ascuas y carbón, se
deben utilizar parrillas dobles para poder colocar mejor el
producto, que quedará sujeto y no se romperá. Con un manejo
cuidadoso de las dos asas, se evitarán problemas de quemaduras
cuando se dé la vuelta al alimento.
Si las piezas que se van a asar son de tamaño
mediano, ya sean cigalas, langostinos, gambas, gambones o
carabineros, se puede optar por cocinarlas enteras, sin pelar
o sin caparazón. En este último caso, antes de eliminarlo,
deberá valorarse el tamaño y si merece la pena el esfuerzo.
Si las piezas no contienen cierta cantidad de carne, se podrían
cocinar en exceso y quedarían secas o peor, quemadas.
Para pelar langostinos, gambas, gambones y carabineros,
se separa la cabeza de la cola y por la parte del vientre
se hace una incisión longitudinal por la que se separa la
cola de su caparazón. Con una pequeña incisión, se quita el
tubo digestivo, el filamento más oscuro que recorre su cuerpo.
En las cigalas, también se separa la cabeza de la cola y se
saca el tubo digestivo. Con la ayuda de unas tijeras, se dan
unos cortes longitudinales al vientre de la cola, de manera
que se pueda acceder a ella, y otro corte en la base para
separarla del caparazón.
Cuando el marisco ya está preparado, se coloca
sobre la parrilla doble y se agrupan las piezas por variedades
de marisco, que se pincelan con aceite de oliva. Cuando se
acerquen a las brasas, debe tenerse cuidado con la distancia,
que dependerá de que las piezas estén peladas o tengan caparazón.
En el primer caso, es decir, si antes se han pelado, se alejarán
de la brasa, mientras que si mantienen el caparazón, se acercarán
al fuego.
Durante el asado, se puede pincelar en diversas
ocasiones con una brocha de cocina humedecida en algún adobo
o mezcla de aceite, vino blanco, zumo de limón o algún otro
cítrico, ajo machado, perejil, pimientas variadas, hierbas
aromáticas o pimienta de Cayena. Las mezclas varían en función
del gusto de cada uno, sin olvidar que el marisco sabe más
rico cuanto más conserva su sabor a mar. Esta particularidad,
combinada con el aroma del humo de la brasa, es más que suficiente.
Por tanto, debe tenerse cuidado con excederse en los aliños
parrilleros.
Cuando la cocción se ha completado, se saca
el marisco de la parrilla con la ayuda de unas pinzas para
evitar quemaduras. Para servir, lo más idóneo es hacerlo sobre
bandejas con unos limones o limas abiertas para que cada comensal
le dé un toque cítrico, si prefiere.
La cocción a la parrilla se engloba entre las
denominadas "técnicas de concentración": al cocinar un alimento
en un medio muy caliente, se consigue una coagulación rápida
de las proteínas y de los jugos de sus carnes, que evita la
salida de nutrientes. El alimento se cocina por completo en
el interior con sus propios jugos, de manera que queda sabroso
y jugoso.
Es fácil pensar en gambas y langostinos cocinados
a la parrilla, basta con colocarlos uno al lado de otro -sin
pelar-, añadir un poco de sal gorda y unas gotas de aceite
o de limón y dejar que se cocinen unos minutos por cada lado.
También podemos ensartarlos en brochetas y disfrutarlos con
o sin un marinado previo.
Pero hay muchos otros productos del mar que
quedan estupendos en la barbacoa. Las almejas, los mejillones,
las vieiras, las ostras y otros bivalvos quedan de lujo, e
igual ocurre con caracolas, cañaiñas y otras especies de marisco.
Debido a su pequeño tamaño, puede ser necesario colocar una
rejilla especial para que no se cuelen entre los barrotes
de la barbacoa, o en su defecto, una solución sencilla es
colocarlos sobre dos o tres hojas de papel aluminio para cocinarlos
sobre él. Otra posibilidad es poner una parrilla o sartén
acanalada sobre las brasas y cocinar estos productos directamente
sobre ella.
Hay muchos otros productos del mar que quedan
maravillosos a la brasa. Además del pulpo, los calamares,
los chipirones y la sepia, que tras pasar un rato al amor
de las brasas quedan estupendos tanto puestos sobre la parrilla
como ensartados en espetos.
PASOS PARA PLANIFICAR UNA BUENA BARBACOA
1. Averigua qué número de personas va a asistir, aunque sea
de forma aproximada y calcula una media de unos 350-400 g
de carne por persona, entre los entrantes tipo chorizo, panceta,
alitas de pollo y las carnes principales que se vayan a asar,
distribuyendo a partes iguales dicha cantidad. Por ejemplo,
para 10 personas, serán necesarios entre 3 kilos y medio y
4 kilos de carne, es decir, aproximadamente 2 kg de chorizos,
morcillas, panceta, etc y 2 kilos de carne magra tipo lomo
de buey, chuletones o hamburguesas.
2. Para las brasas, paciencia, distancia y tiempo. Es decir,
brasas ya maduras, blanquecinas o grisáceas, la parrilla no
muy cerca de las brasas y tiempo para hacer lentamente las
carnes hasta que estén en su punto. Si no lo hacemos así,
la carne se quemará demasiado por fuera y sin embargo, no
estará cocinada en el centro.
3. No es lo mismo una barbacoa hecha de tarugos de leña,
de ramitas y piñas o una de carbón. Ten en cuenta que su poder
calorífico es diferente y que su duración también es distinta.
El carbón es lo más seguro, ya que las brasas duran mucho
y mantienen una potencia constante. Las barbacoas de ramas
o sarmientos son las más ricas, pero requieren una continua
alimentación para seguir fabricando brasas al costado de la
barbacoa para evitar las llamas que podrían chamuscar la comida
cocinandola antes de tiempo.
4. Es conveniente que quien maneje la parrilla tenga a mano
los elementos necesarios para su propia seguridad. Pinzas
largas para poder dar la vuelta a las piezas sin pincharlas,
guantes para mover las parrillas y algún hierro largo para
las brasas. También debe tener a su alcance un vaporizador
o spray para apagar alguna llama o para refrescarse, así como
una gorra para evitar la insolación.
5. Preparar aperitivos para abrir el apetito, como unas cremas
frías para untar.
6. Macerar, previamente, carnes y pescados.
7. Calcular los tiempos de cocción de cada alimento, para
servirlos todos al mismo tiempo.
8. Para que las verduras no pierdan su humedad, se pueden
rociar con un spray de aceite de oliva y, así, evitar que
se sequen.
9. Elaborar guarniciones y complementos para acompañar.
10. Evitar las cocciones prolongadas y la formación de costra
oscura sobre las superficies de los alimentos, ya que pueden
contener sustancias nocivas.
11. No olvides tener la carne a temperatura ambiente al menos
una hora antes de asarla. Puedes tener la carne cerca de las
parrillas para que las piezas vayan sudando, pero no ponerla
sobre ellas mientras se van haciendo las brasas. Si quieres
aromatizar la carne, puedes meter alguna hierba aromática
como romero o tomillo en los laterales de la barbacoa para
que estas hierbas den un toque a la carne. También puedes
añadir piña y potenciar el sabor de tus platos. Prueba diferentes
cortes de carne. Además de chuletas, hamburguesas y entrecots,
es interesante descubrir el placer de la presa de cerdo ibérico
o la entraña argentina o el asado de tira para introducir
variedad en nuestros asados.
12. En cuanto al orden en la parrilla, comienza con chorizos,
pancetas y morcilla y prepara a continuación las piezas de
pollo como alitas o muslos y pinchos morunos. Después, según
las vayas sacando, ve colocando las piezas más grandes que
necesitarán más tiempo, para que se vayan asando mientras
tus invitados se comen los entrantes.
13. No eches sal a la carne antes de ponerla en la barbacoa.
Es preferible sazonar las carnes una vez estén cocinadas,
ajustando cada uno la sal a su gusto. Además así las carnes
conservarán sus jugos y quedarán más sabrosas y será más placentero
el momento. No olvides llevar otros condimentos y especias,
como pimienta negra para moler en el momento, ajo en polvo
y hierbas aromáticas. Así podremos disfrutar de las carnes
con distintos sabores en cada pieza o incluso en cada bocado.
14. Una forma de triunfar en las barbacoas es preparar adobos
y marinados en los que dejar las carnes unas horas la noche
anterior a la barbacoa. Así, al asarse en las brasas se mezclarán
los sabores de ahumado, asado y marinado, cobrando la carne
un sabor especial.
Cuando termine la barbacoa, tenemos que tener en cuenta que
aunque las brasas parezcan muertas, probablemente tengan aún
mucho calor. Si la barbacoa tiene tapa, podemos dejarla puesta
para ahogar el fuego. Si no la tiene, debemos apartar el carbón
y leña que no se hayan quemado y esperar a que se apaguen
las brasas. Es mejor no apagar el fuego con agua, pero lo
importante es dejar el fuego bien apagado, así que si hay
que salir tendremos que recurrir a esa opción. La limpieza
de la parrilla es otro tema importante. Aprovechando que aún
tiene temperatura, podemos pasar un estropajo metálico para
dejar cada una de las láminas como nueva. Es mucho más fácil
hacerlo ahora que encontrarse la suciedad la próxima vez que
nos vayamos a reunir en torno a las brasas.
Preparar salsas caseras es una buena opción para complementar
y reforzar el sabor de las carnes asadas.
Salsa chermoula.
La chermoula es una de las salsas más conocidas de la cocina
magrebí. Marruecos ofrece en su cocina una muestra variada
y sutil de sabores y esta receta es el mejor ejemplo. El juego
de las especias, que tan bien dominan los cocineros árabes,
tiene una decisiva importancia a la hora de valorar el aroma
y el sabor de un plato. Las salsas siguen el mismo camino
y son el complemento perfecto de una receta. En este caso,
como puede apreciarse por la variedad de ingredientes, estamos
ante una sabia combinación de sabores que justificarán sobradamente
nuestra elección. La presencia de la menta, por ejemplo, hace
que la salsa chermoula adquiera una textura y un aroma muy
característicos. En esa riqueza cromática y aromática está
realmente su valor.
Ingredientes para 4 personas:
2 dientes de ajo, 3 cucharadas de perejil, 3 cucharadas de
cilantro fresco, 3 cucharadas de menta fresca, zumo de 1 limón,
1 cucharadita de pimentón dulce, 1 cucharadita de canela molida,
1 cucharadita de cilantro molido, 1 cucharadita de comino
molido, 1 guindilla fresca, 100 ml de aceite de oliva, sal
y pimienta.
Cómo hacer salsa chermoula:
Majamos en el mortero los dientes de ajo con un poco de sal.
Quitamos las semillas a la guindilla y la picamos muy fina.
Calentamos el aceite a fuego suave y freímos la guindilla
con el ajo. Al rato, añadimos el comino, el cilantro, el pimentón
y la canela. Freímos unos minutos y retiramos. Dejamos templar
y añadimos el perejil, el cilantro, la menta fresca, la sal,
la pimienta y el zumo de limón. Servimos templada.
Salsa chimichurri.
La carne argentina es conocida en todo el mundo por su excepcional
sabor. Los asados representan una de las ineludibles citas
gastronómicas del gran país sudamericano. La riqueza de su
carne, que puede servirse y comerse sola, sin acompañamiento,
tiene en esta salsa su mejor compañía, pues con el chimichurri
se resaltan todos los valores culinarios de la carne de vacuno.
Esta salsa, muy popular en Argentina y bastante arraigada
ya en España, parece tener su antecedente en la salsa criolla
española, con la que comparte la mayoría de ingredientes.
Asimismo, existen dos variantes más: la salsa criolla caribeña,
en la que destaca el chile rojo y que es perfecta para acompañar
arroces y pollo asado, y la salsa criolla americana, con champiñones
troceados, perfecta con filetes a la plancha o fritos.
Ingredientes para 4 personas:
1/2 pimiento rojo seco, 1 vasito de vino tinto, 1 cebolla
pequeña, 1 diente de ajo, 1 hoja de laurel, pimentón dulce
y picante, pimienta molida, orégano, vinagre, aceite y sal.
Cómo hacer salsa chimichurri:
Ponemos en un cuenco la cebolla, el pimiento y el ajo muy
picados, media cucharadita de pimentón dulce y media de picante,
el vino, una cucharada de vinagre, el laurel, un poco de pimienta,
orégano, sal y media taza de aceite. Mezclamos todo muy bien
e introducimos en el horno dos minutos o en el microondas,
a máxima potencia. Retiramos y dejamos reposar antes de servirla
fría.
Salsa romesco.
Una de las grande salsas catalanas y que, además, ha dado
nombre a un excepcional plato de pescado que se prepara con
ella. Es una salsa de pescadores y la podemos centrar en la
provincia de Tarragona, donde todavía sigue siendo un faro
de referencia gastronómica obligada. El "romescu", como se
llama en catalán, aparece en la mayoría de cartas de restaurantes
y la salsa llega a la mesa siempre que hay pescados y mariscos
a la parrilla. Se trata de una salsa con ingredientes realmente
modestos, fácil de preparar pero que, a la hora de la verdad,
transforma los platos en delicioso manjares. Hacerla más o
menos espesa es cuestión de gustos. Lo importante es que su
sabor, ligeramente picante, se adapte perfectamente al plato
que tenemos delante.
Ingredientes para 4 personas:
1 ñora, 2 tomates pelados y limpios, 1 rebanada de pan frito,
1 cebolla, 2 dientes de ajo, 1/2 guindilla, 1 hoja de laurel,
perejil, pimienta, vinagre, aceite y sal.
Cómo hacer salsa romesco:
Dejar la ñora en remojo unas horas. Poner la ñora, los ajos,
y una ramita de perejil, todo muy picado, en el mortero y
machacar bien. Dorar la cebolla, añadiéndole la preparación
del mortero. Agregar la hoja de laurel y un buen chorro de
vinagre. Dejar cocer unos minutos. Añadir los tomates, el
pan frito y la media guindilla, manteniendo al fuego unos
20 minutos. Salpimentar y pasar por la batidora. Dejar reposar
y enfriar antes de servir.
Salsa bordelesa.
Según dicen los franceses, el vino de Burdeos es el mejor
del mundo. Sin entrar en discusiones sobre la veracidad o
no de tan rotunda afirmación, lo cierto es que, en el caso
de esta salsa, no podemos estar más deacuerdo con ellos, pues
el resultado es extraordinario. En esta receta, lo vamos a
usar para darle tono, color y sabor a una salsa exquisita,
muy del agrado de los cocineros galos y que casa perfectamente
con carnes a la parrilla, sobre todo entrecots y filetes.
Ingredientes para 4 personas:
1 vaso grande de vino tinto (preferiblemente de Burdeos),
3 escalonias, 1/2 vaso de salsa española, 1 cucharada de brandy,
20 g de mantequilla, 50 g de tuétano de hueso, pimienta negra
en grano y sal.
Cómo hacer salsa bordelesa:
Hervimos 5 minutos el tuétano en agua y sal. Lo escurrimos,
lo cortamos en rodajas y lo reservamos. Picamos las escalonias
muy pequeñas y las cocemos suavemente con el vino, con algunos
granos machacados de pimienta negra. Reducimos a la mitad
y añadimos la salsa española. Al hervir, añadimos el brandy
y retiramos del fuego. Agregamos el tuétano. Pasamos por el
chino, machacando bien el tuétano para que pase. Antes de
servir añadir la mantequilla.
Salsa a la puttanesca.
La cocina italiana es, posiblemente, la más extendida y conocida
del mundo. Las razones son varias, pero los expertos subrayan
estas dos: precio y sencillez. Con ingredientes sencillos
y sabrosos en Italia han sabido darle a su cocina un auténtico
toque de originalidad y, al mismo tiempo, la han puesto al
alcance de todos. Esta salsa, que os proponemos para acompañar
verduras a la brasa, es un buen ejemplo de ello.
Ingredientes para 4 personas: 3 anchoas, 3 dientes de ajo,
60 g de aceitunas negras deshuesadas, 400 g de tomates pera
pelados y troceados, 4 cucharadas de alcaparras, perejil,
aceite y sal.
Cómo hacer salsa a la puttanesca:
Picamos el ajo, las anchoas y las aceitunas, por separado.
Freímos el ajo y las anchoas en aceite a fuego medio. Mezclamos
con los tomates y las aceitunas. Hervimos unos 15 minutos
y espolvoreamos con el perejil.
Algunas recetas:
Champiñones rellenos:
Ingredientes (4 personas):
8 champiñones grandes enteros. 80 g de crema de queso. 20
ml de aceite de oliva virgen extra. 2 g de especias al gusto.
Sal.
Preparación:
Marina la noche anterior los champiñones con zumo de limón.
Limpialos muy bien, pasándolos por agua y con un cepillo para
quitarles la tierra y cortarles el tallo. Mezcla el queso
con las especias y rellena con cuidado los champiñones. Luego,
ponles un chorrito de aceite y un poco de sal por encima.
Prepara un paquetito con papel de plata para cada champiñón
y colócalo sobre la rejilla de la barbacoa. Tardarán entre
10 y 15 minutos en hacerse.
Brochetas de salmón:
Ingredientes (4 personas):
400 g de lomo de salmón. 40 ml de aceite de sésamo. 40 ml
de salsa de soja. 50 g de pimiento verde. 12 tomates cherry.
Preparación:
Corta el lomo de salmón en taquitos y retira la piel. Coloca
los tacos en un bol y cubre con una mezcla de dos cucharadas
soperas de aceite de sésamo y tres de salsa de soja, dejando
que maceren durante 30 minutos. Introduce los trozos de salmón
en brochetas, alternando cada taquito de salmón con un tomate
cherry y un trozo de pimiento y cocina a la brasa durante
dos minutos por cada lado. Para evitar que se reseque, al
dar la vuelta a las brochetas, rocía ligeramente con el marinado
para intensificar el sabor.
Brochetas de pollo semidulces:
Ingredientes (4 personas):
400 g pechugas de pollo deshuesadas. 80 g cacahuetes pelados
crudos. 3 dientes de ajo. 120 g de cebolla. 40 g de aceite
de girasol. 2 guindillas secas. 2 g de canela molida. 10 g
de azúcar. 100 ml de zumo de limón. 2 l leche de coco.
Preparación:
Tritura los cacahuetes pelados. Pica la cebolla y los ajos
y saltea en un cazo con el aceite hasta que queden transparentes.
Añade la leche de coco, los cacahuetes molidos, el azúcar,
el zumo de limón, un poco de sal, las guindillas y la canela
molida. Remueve bien. Deja cocer a fuego suave la salsa durante
10 minutos o hasta que quede espesa y cremosa. Tritura con
la batidora para que quede muy fina. Corta las pechugas de
pollo en dados y monta las brochetas, disponlas sobre una
bandeja y cubre bien con la salsa. Deja que reposen en frío
media hora, como mínimo. Reserva la salsa sobrante. Asa las
brochetas, añadiendo algo más de salsa de vez en cuando. Da
la vuelta a mitad de cocción. Cuando queden bien doradas por
las dos caras, retira y sirve.
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