El Etna, el volcán activo más grande de Europa,
ha entrado en erupción en la mañana de este domingo, con una
visible columna de humo que se divisa a varias kilómetros
de distancia. Según explican los medios locales, también se
ha detectado una intensa emisión de ceniza en ciertas zonas,
pero sin lava en las laderas. Apenas unas horas después de
la erupción, el instituto de geofísica y vulcanología italiano,
el INGV, ha comunicado que la actividad ha disminuido notablemente
en el volcán de Sicilia. Así, los técnicos apuntan que a las
06:30 de la mañana se detectaron variaciones en la zona que
apuntaban a una erupción, que ha emitido cenizas sobre el
Valle del Bove. Las condiciones climáticas están impidiendo
un mayor seguimiento de la actividad, que se está controlando
gracias a la red de monitoreo, explicó el INGV. El pasado
mes de marzo también se reportó una breve erupción del volcán.
Con frecuentes erupciones, conocidas desde hace al menos 2.700
años, la última gran erupción de este volcán se remonta a
diciembre de 2018. Antes de la erupción de este domingo se
registraron algunos temblores volcánicos, sin mayor gravedad.

El Etna, en Sicilia, expulsa lava durante una
enorme erupción en 2013.
El monte Etna, en el límite noreste de Sicilia,
es un volcán hiperactivo capaz de producir tanto flujos de
lava incandescente como explosivos espectáculos pirotécnicos
rodeados de rayos. También se está desplazando hacia el mar
Jónico y un nuevo estudio aporta pruebas del porqué. Se ha
sabido durante bastante tiempo que el Etna se mueve. Pero
no lo hace rápido: de media, su migración ocurre mucho más
lentamente que el ritmo de crecimiento de las uñas humanas.
Pero los geólogos buscan la causa exacta del movimiento del
volcán, ya que está vinculado al riesgo de que el sufra un
derrumbamiento catastrófico.
Casi un millón de personas viven en las laderas
del Etna y millones más residen en las costas del mar Jónico.
Si parte del volcán cerca de la costa se vuelve inestable
y se desprende en el agua, podría generar tsunamis que devastarían
las orillas del Mediterráneo oriental. «Un derrumbamiento
masivo sería un desastre en una zona vasta y densamente poblada»,
afirma Boris Behncke, vulcanólogo del Observatorio Etna del
Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia,
que no participó en el último estudio.

Para su nuevo estudio, publicado en Science
Advances, un equipo liderado por Morelia Urlaub del Centro
Helmholtz de Investigación Oceánica en Kiel, Alemania, dispuso
varios transpondedores submarinos en torno a las faldas sudorientales
del Etna, la parte móvil de la montaña, según sospechan. Estos
transpondedores contenían sensores de presión que detectaban
los movimientos más leves de las faldas mar adentro. Los dispositivos
también registraron sus posiciones respecto al resto, por
eso el equipo pudo detectar el movimiento de la falda en comparación
con las partes más estables del terreno. Según el equipo,
sus resultados demuestran que la gravedad es la fuerza principal
que provoca el movimiento de esta parte del volcán. El magma
que sube dentro del volcán también está implicado, pero el
equipo cree que ejerce un efecto general menor sobre la ladera
marina del Etna.
Los nuevos resultados «nos transportan al emocionante
reino del seguimiento submarino en el Etna por primera vez»,
afirma el vulcanólogo John Murray, de la Open University de
Reino Unido, que no participó en la nueva investigación. Murray
dirigió un estudio anterior que también supervisó el deslizamiento
del Etna y explica que los nuevos datos se ajustan a las observaciones
de su equipo, ya que «las fuerzas magmáticas son menos importantes
que la expansión gravitacional en el desplazamiento externo
del Etna». Hasta hace poco, muchos expertos pensaban que las
inyecciones de magma a poca profundidad dentro del feroz volcán
eran las principales impulsoras de su desplazamiento. De hecho,
durante algunas erupciones del Etna, dispositivos de rastreo
han registrado movimientos de varios metros. Esto tendría
sentido: el magma ascendente puede inflar partes de la montaña,
añadiendo más peso en algunas secciones y provocando la aparición
de debilidades estructurales.
Pero la falda sudoriental del Etna tiende a
deslizarse por brotes y no todo ese movimiento está vinculado
a la roca fundida de su interior. Durante las labores de supervisión
más recientes, entre abril de 2016 y julio de 2017, se detectó
un importante movimiento en torno a mediados de mayo de 2017,
cuando la falda del volcán se desplazó hacia el mar entre
2,5 y 5 centímetros. Esta actividad coincidió con el movimiento
de una falla local durante ocho días. El equipo está de acuerdo
en que el magma sí está implicado, ya que otras aceleraciones
de la falda coinciden a la perfección con intrusiones inequívocas
de nuevo material fundido. Pero el hecho de que deformaciones
tan gigantescas tengan lugar lejos de la cumbre, dominada
por el magma, sugiere que dicha gravedad es la estrella del
espectáculo, una idea que comparten otros grupos de investigadores.

Si parte del volcán cerca de la costa se vuelve
inestable y se desprende en el agua, podría generar tsunamis
que devastarían las orillas del Mediterráneo oriental.
En abril de 2018, el equipo de Murray informó
de su trabajo empleando cientos de kits GPS tierra adentro
para evaluar el movimiento del Etna. Sus datos indicaron que
entre 2001 y 2012 el Etna se desplazó hacia el mar Jónico
en dirección sureste a un ritmo de unos 14 milímetros al año.
Estos investigadores también sospechan que la gravedad es
la fuerza impulsora que empuja al Etna sobre una capa de sedimentos
sueltos.
El estudio de abril sugería que todo el volcán
se estaba desplazando, pero el nuevo estudio solo investigó
la falda sudoriental. Aun así, con ambos estudios en mente,
«parece que el consenso cambia hacia un deslizamiento provocado
por la gravedad como mecanismo dominante» de los movimientos
del Etna. Las interpretaciones del nuevo estudio son bastante
razonables, aunque añade que se trata de una situación compleja
y es probable que la contribución de los tirones gravitacionales
y los movimientos magmáticos varíen con el tiempo. Ambos factores
están vinculados, y los movimientos de la falda provocados
por la gravedad permiten que sucedan las intrusiones de magma.
Es complicado afirmar algo definitivo, a no ser que los métodos
empleados por los autores se apliquen durante un periodo mucho
más largo que cubra un área mucho más grande.
También está la cuestión de si el movimiento
de la falda sudoriental podría provocar un derrumbamiento
catastrófico. Los datos indican que es una posibilidad, aunque
señalan que todavía no cuentan con información suficiente
como para afirmarlo con seguridad. Los geólogos necesitan
décadas de datos de seguimiento antes de determinar la diferencia
entre un deslizamiento normal y otro rápido. Actualmente,
no existen señales de un derrumbamiento inminente en las laderas
del Etna, pero la falta de datos sobre incidentes similares
implica que no hay forma de determinar cuándo podría ocurrir
un derrumbe. No es de extrañar que el Etna sea uno de los
volcanes más supervisados del planeta.
Surge en la espléndida Sicilia, cerca del estrecho
de Messina, el Etna, el volcán activo más alto de Europa y
uno de los más grandes de todo el mundo, entró a formar
parte de la World Heritage List de la UNESCO en junio de 2013.
Es un laboratorio natural científico terrestre de las zonas
volcánicas y su intensa actividad se observa y se narra desde
los tiempos de la Antigüedad. Se escribe de ella, de hecho,
desde hace unos 2.700 años y es por esto que para la UNESCO
representa “un record de documentación en el campo de los
volcanes”.
“Los cráteres, las cenizas, los ríos de lava,
las grutas hechas de lava y las depresiones de los valles
del Bove, hacen del Etna un destino privilegiado y un importante
centro de investigación internacional con una larga historia
de influencias en la ciencia de la vulcanología, la geología
y las demás disciplinas científicas de la tierra” además,
“su notoriedad, su importancia científica y sus valores culturales
y pedagógicos son de importancia mundial”. Estas son las innovaciones
que han llevado a la Unesco a hacer del volcán siciliano un
patrimonio mundial. Siglos y siglos de erupciones han modificado
el paisaje circundante, transformando la flora y la fauna
mediterránea típica de Sicilia en un evocador ambiente casi
lunar. Un ambiente tutelado bajo la forma de parque natural,
el Parque Natural del Etna, instituido en 1987.

El parque y el mismo volcán se pueden visitar
gracias a numerosos senderos naturales, abiertos a todos.
Además el volcán presenta varias bocas dispersas a diferentes
alturas, producidas como consecuencia de las distintas erupciones
en el tiempo; de fácil acceso para los visitantes y los investigadores
y a las que llegan las excursiones. Además de los estudiosos
que lo conocen y lo estudian desde hace años, el Etna es un
destino interesante también para los turistas que tienen un
motivo adicional para visitar Sicilia y la bellísima provincia
de Catania, en la que surge el volcán. Un vínculo indisoluble
une Catania y el Etna: el volcán domina desde lo alto y redibuja
el panorama y el paisaje. Un paisaje vasto y variado que va
desde la franja costera que se asoma a las aguas del Jonico,
hasta los vastos campos sembrados de cítricos y viñedos, desde
los densos bosques de castaños y robles hasta la naturaleza
más yerma y casi lunar a medida que nos acercamos a la cima
del Etna desde la que se disfruta de un espectacular panorama
de Sicilia, hasta la isla de Malta.
De noche, cuando el volcán está en erupción,
la vista del Etna es todo un espectáculo: el impresionante
río de lava que discurre lentamente a lo largo de las paredes
del monte y los chorros que saltan iluminando el cielo son
un espectáculo único que no hay que perderse. Símbolo de Sicilia,
el Etna es una etapa fundamental para todos aquellos que visitan
esta magnífica tierra y, en invierno, cuando la nieve cubre
todo el paisaje, se convierte en un apreciadísimo destino
para los amantes del esquí.
Dentro de la zona protegida del Parque de Etna,
no hay que perderse el Valle del Bove (depresión volcánica),
una enorme cuenca en el lado oriental del volcán cuyas paredes,
de 1000 metros de altura, aparecen incididas por profundos
cañones y la Gruta del Gelo, una notable cavidad volcánica
en la que se ha formado un glaciar perenne. Interesante es
la Garganta de la Alcantara, formada a lo largo de siglos
por la acción erosiva de las frías aguas del río del mismo
nombre que se puede recorrer en fila india atados unos a otros.
Además de la bellísima ciudad de Catania, que surge en la
costa a los pies del Etna, son muchos los lugares interesantes
que hay que visitar y que no se encuentran distantes más de
100 km del volcán: desde la maravillosa Taormina, hasta los
cercanos lugares Unesco de Piazza Armerina, Val di Noto, Siracusa
y Pantalica.

El Etna es un volcán activo en la costa este
de Sicilia, entre las provincias de Mesina y Catania. Tiene
alrededor de 3322 metros de altura, aunque esta varía debido
a las constantes erupciones. La montaña es hoy en día 21,6
metros menor que en 1865. Es el volcán activo con mayor altura
de la placa Euroasiática, el segundo en referencia a la Europa
política después del Teide y la montaña más alta de Italia
al sur de los Alpes. El Etna cubre un área de 1190 km2, con
una circunferencia basal de 140 kilómetros.
Hasta inicios del siglo XX, por lo menos, era
frecuente que la población siciliana llamara Gibellu a este
célebre volcán; tal denominación local deriva de la presencia
árabe en el lugar durante la Edad Media. En efecto, Gibellu
o Gibello deriva de la palabra árabe yébel (monte, montaña).
Aún hoy, se llama en Sicilia Gibello o Mongibelo a la montaña,
quedando la denominación Etna para el cono volcánico.
En la mitología griega, el Etna era el volcán
en cuyo interior se situaban las fraguas de Hefesto, que trabajaba
en compañía de cíclopes y gigantes. El monstruoso Tifón yacía
debajo de esta montaña, lo que causaba frecuentes terremotos
y erupciones de humo y lava. Su nombre derivaba de la ninfa
Etna, hija del gigante Briareo y de Cimopolia, o de Urano
y Gea, que se convirtió en la deidad de este famoso volcán.
Por ello, fue la juez que resolvió la disputa sobre la posesión
de Sicilia entre Deméter y Hefesto. Uniéndose con este último
fue madre de los pálicos, los dos dioses de sendos géiseres
famosos en la isla. Haciendo abstracción de la mitología,
el nombre deriva de la palabra cananea (o del fenicio) attanu
(arder) y luego de la griega aithos (con el mismo significado
de arder).

Durante la ocupación árabe de Sicilia en la
Edad Media, el Etna fue llamado Yébel Uhamat (Montaña de fuego),
pasando a ser llamado durante siglos por gran parte de los
italianos con la palabra mixta (románica-arábiga): Mongibello.
El Etna es uno de los volcanes más activos del mundo y está
casi en constante erupción. Aunque en ocasiones puede ser
muy destructivo, no está contemplado como un volcán particularmente
peligroso, y miles de personas viven en sus alrededores e
incluso en sus faldas. La fertilidad de la tierra volcánica
hace que la agricultura extensiva, con viñas y huertos, se
extienda a lo largo de las laderas de la montaña. Debido a
la reciente actividad volcánica y a su población, el Etna
ha sido designado como uno de los 16 Volcanes de la Década
por las Naciones Unidas.
En junio de 2013 el Etna fue declarado Patrimonio
de la Humanidad por resolución del Comité de la UNESCO.
La actividad volcánica del Etna comenzó hace
aproximadamente medio millón de años cuando la humanidad apenas
estaba dando sus primeros pasos, con erupciones bajo la superficie
marina, costa afuera de Sicilia. El vulcanismo empezó hace
300.000 años hacia el suroeste de la cumbre actual, antes
de que la actividad se moviera hacia el centro actual hace
unos 170.000 años. Las erupciones de ese momento comenzaron
a construir el edificio volcánico principal, formando un estratovolcán
en erupciones efusivas y eruptivas alternadas. Desde hace
35.000 a 15.000 años el Etna experimentó algunas erupciones
altamente explosivas, generando algunos flujos piroclásticos
importantes que dejaron extensos depósitos de ignimbrita.
La ceniza de estas erupciones se ha encontrado en lugares
tan alejados como Roma, a 800 km al norte.
Sabemos por el registro geológico, que otros volcanes
se han derrumbado catastróficamente y han causado deslizamientos
de tierra realmente grandes, muy grandes, y si estos
deslizamientos de tierra ingresan al mar, pueden causar
un tsunami.. La posibilidad de que eso suceda en el
Etna aún no se puede cuantificar. Las observaciones
científicas de la montaña se remontan solo a unas pocas
décadas y toda la historia del Etna abarca 500.000 años.
Se necesita más monitoreo para detectar si hay algún
cambio en la forma en que se está moviendo la pendiente
y para estimar su riesgo de colapso.

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Las erupciones del Etna no son todas iguales.
Algunas ocurren en la cumbre, donde hoy día hay cuatro cráteres
distintos: el Cráter Noreste, la Vorágine, la Bocca Nuova
y el Cráter Sureste. Otras suceden en los flancos, donde existen
más de 200 ventilaciones, variando su tamaño desde pequeños
hoyos en el suelo a grandes cráteres de cientos de metros
de diámetro. Las erupciones en la cumbre pueden ser muy explosivas
y extremadamente espectaculares, aunque rara vez amenazan
las zonas habitadas alrededor del volcán. Por el contrario,
las erupciones en los flancos pueden ocurrir incluso a unos
pocos cientos de metros de altitud, bien en las cercanías
o en las mismas áreas pobladas. Numerosos pueblos y pequeñas
ciudades se encuentran cerca o sobre los conos de antiguas
erupciones laterales. Desde el año 1600 d. C. ha habido al
menos 60 erupciones laterales e incontables erupciones en
la cumbre. Casi la mitad de éstas ha ocurrido desde el comienzo
del siglo XX y el 3er milenio ha visto cuatro erupciones laterales,
hasta ahora: en 2001, 2002-2003, 2004-2005, 2008 y 2019. La
primera erupción conocida del Etna es la registrada por Diodoro
Sículo. El poeta romano Virgilio dio lo que probablemente
sea una descripción de primera mano en la Eneida.
Durante los últimos 2000 años la actividad del
Etna ha sido por lo general efusiva, con ocasionales erupciones
explosivas en su cumbre. La más destructiva durante este período
ha ocurrido entre marzo y julio de 1669 cuando, según se estima,
se emitieron 830.000.000 de m³ de lava y obligó a abandonar
la extensamente destruida villa de Nicolosi. El 11 de marzo,
se abrió una fisura de 9 km de largo en el flanco sur de la
montaña, extendiéndose desde la cota de 2.800 m hasta la de
1.200 m más abajo. La actividad migró cuesta abajo de forma
continua y el ventiladero mayor finalmente se abrió cerca
de la villa de Nicolosi. El cono de ceniza acumulado en el
ventiladero en erupción se conoce con el nombre de Monti Rossi
(Montes rojos) y es todavía un hito prominente del terreno.
Nicolosi fue rápidamente enterrada por flujos de lava y dos
pequeñas localidades cercanas fueron también destruidas durante
el primer día de erupción. Ésta fue extremadamente voluminosa
y otras cuatro localidades fueron destruidas en los tres días
siguientes por flujos de lava orientados hacia el sur. Después
de aniquilar dos poblados de considerable tamaño a fines de
marzo, la lava alcanzó las afueras de Catania a principios
de abril.
Pasadas las 11.30 de la mañana del 17 de Marzo de 2017,
a 2.700 metros de altura, el cráter rugió un
segundo y escupió violentamente toneladas de
lava y sedimentos acumulados en la superficie. El Etna,
el volcán más grande de Europa, entró en erupción
por tercera vez en menos de tres semanas, expulsando
lava fundida a una altura de cerca de 200 metros. Diez
personas -dos de ellos, vulcánologos que trabajaban
en la zona- resultaron heridas de carácter leve a causa
del fenómeno. Solo seis de los heridos requirieron ser
trasladados a un hospital. Pese a la espectacularidad
del proceso, el estado de erupción del Etna, uno de
los volcanes más activos del mundo, no tuvo ninguna
característica especial en su patrón de actividad. De
hecho, los últimos episodios, registrados en diciembre
de 2016 y en mayo de 2015, fueron mucho más violentos
que el de esa mañana. Pero esta vez la explosión se
produjo cuando la nieve depositada sobre la superficie
del cráter formó una suerte de tapadera que terminó
saliendo despedida.
Stefano Branca, vulcánologo miembro del Instituto de
Geología y Vulcanología deItalia (INGV), se encontraba
en la zona en el momento de la erupción. En conversación
telefónica explica a EL PAÍS la causa de la espectacular
explosión. "No es nada particular. La última fue el
27 de febrero y este el segundo tiempo de aquello. Pero
esta vez, ha encontrado una zona donde había nieve,
se ha evaporado a toda prisa y se ha creado un vapor
que ha generado la explosión. Es como cuando haces la
pasta y cierras con la tapa la olla. En este caso la
ha hecho saltar", explicó Branca.

El fenómeno se conoce como explosión freática y se
produce cuando una masa lávica de alta temperatura entra
en contacto con un objeto más frío como el agua o la
nieve. En este caso, la explosión hizo saltar los bloques
de lava y terreno pedregoso que cubría el cráter desde
la última erupción. "Dura un segundo, pero si estás
cerca, te puede lastimar", continúa Branca. La lava
de la erupción procede de un cráter de la zona sureste
de la montaña siciliana, de 3.000 metros de altitud.
La erupción, grabada por el INGV, no amenazó
las zonas residenciales ni se esperó que interfiriera
en el tráfico aéreo
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