El presidente electo, de 78 años, y su esposa Jill Biden
pasaron la noche del martes en Blair House, la residencia
oficial para los invitados extranjeros del presidente de Estados
Unidos, situada frente a la Casa Blanca en los alrededores
de la plaza Lafayette. En la mañana del 20 de enero, Joe Biden
asistió a una misa en la catedral de San Mateo, patrono
de los funcionarios, en Washington. Católico practicante,
el mandatario electo invitó a los líderes del Congreso a que
lo acompañasen. Así que estuvieron la presidenta de la Cámara
de Representantes, Nancy Pelosi; el líder demócrata del Senado,
Chuck Schumer; y los líderes republicanos de ambas cámaras,
Kevin McCarthy y Mitch McConnell. El presidente electo llegó
en caravana al Capitolio para la ceremonia de investidura
que comenzó a las 11:00 horas locales (16H00 GMT) en
un escenario montado frente a la vasta explanada del “National
Mall”.
Joe Biden y su vicepresidenta Kamala Harris juraron sus cargos
desde las 12:00 hora locale (17H00 GMT) y luego el ya presidente
ofreció su discurso inaugural, en el que expresó
su visión para “vencer la pandemia, reconstruir, unificar
y sanar la nación”, de acuerdo al comité organizador. A primera
hora de la tarde se desplazó al Cementerio Nacional
de Arlington, no muy lejos del Capitolio, para depositar una
ofrenda floral en la tumba del Soldado Desconocido, junto
con los expresidentes Barack Obama, George W. Bush y Bill
Clinton y sus esposas. Regresó en caravana hacia la
Casa Blanca. El convoy debe detenerse a unas decenas de metros
de la Casa Blanca para que el ya presidente ingrese a pie,
rodeado de una escolta militar. Poco después firmó
sus primeros decretos presidenciales.
Biden y Harris se dirigieron a la nación durante un programa
especial de televisión, presentado por el actor Tom Hanks
y transmitido en los principales canales estadounidenses a
partir de las 20:30 hora locale. Titulado “Para Celebrar Estados
Unidos”, contó con muchos invitados musicales como
Jon Bon Jovi, Foo Fighters, John Legend, Demi Lovato, Bruce
Springsteen, Justin Timberlake y Luis Fonsi, entre otros.
Biden y Harris llegando al Capitolio para su toma de posesión.
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Donald Trump ha levantado su propio muro de la desinformación,
mentira a mentira, durante su presidencia. En total, desde
el 20 de enero de 2017 (cuando tomó posesión) y el 12 de enero
de del 2021 (el último día del que tiene registro el 'Washington
Post'), el expresidente de los Estados Unidos ha contado más
de 30.000 mentiras. La curva de la mentira de Trump no ha
dejado de crecer durante su mandato. Un día después de la
toma de posesión ya acumulaba 13 declaraciones falsas o engañosas.
A mitad de mandato, la cifra subía a más de 7.000, que son
pocas si se comparan con las que dijo en fechas cercanas a
las elecciones, cerca de 29.500 mentiras. De hecho, hay una
jornada que destaca de manera especial. El 2 de noviembre,
según el 'Washington Post', contó 503 declaraciones inexactas,
coincidiendo con el cierre de campaña.
Entre estas declaraciones se encuentra la de que bajo su
liderazgo, la economía del país "crece al ritmo más rápido
jamás registrado", o que Joe Bien había prometido "abolir
el petróleo y las industrias de gas natural y prohibir el
fracking". Unas mentiras que repetía día y noche durante la
campaña. Además, Trump ha puesto el foco de la mentira de
manera especial sobre algunos asuntos concretos. La inmigración
ha sido su tema estrella con más de 3.000 mentiras sobre ello
en cuatro años. También abundan las declaraciones inexactas
sobre política exterior o el comercio. La pandemia también
está en el ránking con más de 2.500 mentiras en solo unos
meses. Algunas declaraciones ha llegado a repetirlas más de
400 veces, como que los republicanos han llegado al mayor
recorte de impuestos de la historia o que el muro se estaba
construyendo muy rápido.
Según el metódico recuento que llevó a cabo un equipo
de The Washington Post liderado por el periodista político
Glenn Kessler, en 828 días como comandante en jefe ha faltado
a la verdad en público unas 12 veces al día, 85 veces a la
semana o 370 al mes, en ámbitos como discursos oficiales (999),
mítines (2.217) y tuits (1.803). Y la tendencia va al alza:
de noviembre de 2018 a finales del pasado abril, la media
diaria fue de 23 bulos. Y ahí se incluyen los 171 que lanzó
en apenas tres días de abril, la mayoría en una entrevista
con la cadena Fox celebrada entonces. Son más mentiras que
visitas a sus campos de golf en su primer año como presidente:
150.
Durante los primeros 100 días del presidente Trump,
el equipo de Fact Checker rastreó afirmaciones falsas
y engañosas hechas por el presidente desde el 20 de
enero.
¿El resultado? Un centenar de ingresados en
las primeras horas, con la recomendación de la
lejia o el cloro.
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La laxa relación con los hechos factuales del magnate inmobiliario
quebrado (según se ha descubierto recientemente) y estrella
de la telerrealidad que derrotó a Hillary Clinton en las elecciones
de 2016 empezó a ser probada por la prensa estadounidense
durante la campaña, pero, como era de esperar, la obsesión
con los embustes de Trump ha alcanzado su apogeo durante su
presidencia.
El equipo del Post trata de poner orden ante la avalancha
de falsedades, que ellos definen como “tsunami”, pero no son
ni mucho menos los únicos. Angie Drobnic Holan, ganadora de
un Premio Pulitzer por la cobertura de la campaña presidencial
de 2008 y directora de la web de verificación de información
política Politifact, explicaba en en la Universidad de Columbia
el pasado 9 de mayo que el volumen de patrañas de Trump es
tal que decidieron preguntar a sus lectores si estaban haciendo
un buen trabajo: “Un tercio dijo que lo estábamos haciendo
bien, otro tercio contestó que deberíamos hacer un seguimiento
más intensivo aún, y el resto manifestó que ya les había quedado
claro que Trump mentía y que nos concentráramos en otra gente”.
Si en campaña el republicano volvía una y otra vez al bulo
mil veces desmentido sobre el acta de nacimiento de Obama
—que supuestamente probaba que no era realmente estadounidense—,
la mentira más recurrente de Trump como presidente ha sido
decir que está construyendo el muro en la frontera con México.
Lo ha repetido 150 veces. Otras tantas el error ha sido señalado.
¿Sirve de algo? Trump no se ha retractado, ni sus fieles le
ponen en duda. “No podemos obsesionarnos con que haya una
acción inmediata a lo que publicamos porque esto puede llevar
años”, apuntaba en una entrevista aquel mayo Kyle Pope, director
de la revista especializada en el análisis de los medios Columbia
Journalism Review. “Esto es un proceso muy largo y se puede
tardar mucho hasta que algún fiscal tome el asunto en sus
manos. No es válido decir que nada cambia porque tras la publicación
de una historia no se modifican las leyes o hay una acción
drástica. Y aunque esto no llegue a ocurrir nunca, el trabajo
periodístico no queda deslegitimado. Nuestra tarea es informar
al público y ayudarles a tomar las mejores decisiones. Este
territorio es peligroso, no hay duda”.
El presidente se estrenó en el cargo calificando como fake
media (medios falsos) y fake news (noticias falsas) las informaciones
que probaron que era mentira su aseveración de que en su toma
de posesión había mucha más gente que en la de su antecesor,
Obama. Desde entonces, sus ataques a la prensa han sido frontales
y los medios estadounidenses han respondido con vigor, aumentando
de paso sus audiencias. Tanto el presidente como la prensa
están inmersos en un círculo que recuerda a ese “vamos a contar
mentiras” de la canción infantil: el primero, narrándolas;
los segundos, contabilizándolas. La obsesión por desmentir
a quien muchos calificaban como embustero en jefe no amaina.
Su fijación con lanzar falsedades, tampoco. Parece que, más
que Trump, son los medios quienes pierden credibilidad ante
el público. Su reputación se está resintiendo de la lucha,
y el partidismo del electorado deteriora la confianza que
se deposita en los medios y sus profesionales. El 60% de los
estadounidenses piensa que los periodistas reciben dinero
de sus fuentes alguna vez o con frecuencia, según una encuesta
de Reuters, Ipsos y Columbia Journalism Review publicada en
enero de 2019. En semejante entorno, el tono equilibrado y
equidistante que ha sido tradicionalmente defendido por la
prensa estadounidense ha sido cuestionado desde las propias
redacciones. El periodista ganador de dos premios Pulitzer
y decano de la Facultad de Periodismo de la Universidad de
Columbia en Nueva York, Steve Coll, abordaba los retos que
la situación actual planteaba en los debates del pasado 9
de mayo: “Llevamos décadas enseñando ética periodística, pero
la desinformación que nos rodea exige que revisemos nuestros
planteamientos”.
Steve Coll (nacido el 8 de octubre de, 1958) es periodista
y académico. Actualmente es decano de la Escuela de
Periodismo de la Universidad de Columbia, donde también
es Profesor de Periodismo Henry R. Luce. Habitual en
The New Yorker, se desempeñó como presidente y director
ejecutivo del grupo de expertos New America de 2007
a 2012. Ha recibido dos premios Pulitzer, dos premios
Overseas Press Club, un premio PEN American Center John
Kenneth Galbraith, un premio Arthur Ross Book, un premio
Livingston, un Robert F. Kennedy Journalism Award, un
Financial Times and Goldman Sachs Business Book of the
Year Award, y un Lionel Gelber Prize. De 2012 a 2013,
fue miembro con derecho a voto de la Junta del Premio
Pulitzer antes de seguir desempeñándose como decano
de oficio de la Escuela de Periodismo de Columbia.
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Metidos en faena, las disquisiciones metaperiodísticas en
la era Trump en un principio giraron sobre algo tan básico
como si era legítimo calificar como mentiras las inexactitudes
y falsedades del presidente. La mentira presupone una intención,
un conocimiento de la verdad que se oculta a propósito. ¿Se
trataba entonces de declaraciones falsas, medias verdades
o de mentiras? El Post ha ido añadiendo nuevas categorías
para clasificar metódicamente el ingente cúmulo de falsedades
made in Trump: en diciembre sumaron una nueva "Bottomless
Pinocchio" (Pinocho sin fin) para designar aquellas afirmaciones
falsas repetidas con tanta frecuencia que podrían prácticamente
considerarse como “campañas de desinformación”. Hoy las reservas
sobre qué término resulta más exacto han sido superadas: los
medios no dudan en señalar enfáticamente las mentiras como
tales en los titulares. “Sabemos que miente mucho y que la
gente que le apoya lo pasa por alto o no le importa. Pero
señalar sus falsedades es importante y útil porque legitima
el periodismo. La cuestión es cómo podemos presentar historias
que ya resultan familiares de una forma nueva”, planteaba
Kyle Pope, del Columbia Journalism Review. En su respuesta
a semejante reto, asemeja la constante verificación de Trump
con la información sobre el cambio climático. “Mantener la
cobertura de este tema separada del resto resulta demasiado
deprimente y afecta al impacto de las historias; sería mejor
integrar la crisis medioambiental en todas las historias y
secciones. Con las mentiras de Trump pasa lo mismo, se debería
intentar esta misma aproximación, la denuncia de sus bulos
debería estar integrada en otras informaciones”. En la campaña
a las elecciones presidenciales de 2020 se verá cuántas lecciones
se han aprendido y cuánto ha calado la denuncia de las mentiras.
Mientras tanto, ¿vamos a seguir contando?
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Los cuatro años que Donald Trump ha pasado en la Casa
Blanca han transformado las relaciones transatlánticas
hasta el punto de que la mayoría de europeos (60%) consideran
que el sistema político norteamericano está roto y que,
en los próximos diez años, China superará a Estados
Unidos como potencia dominante. Ni siquiera con Joe
Biden en la Casa Blanca, los europeos consideran que
EE.UU. pueda recuperar la supremacía mundial perdida
cuando Trump decidió anteponer los intereses de Estados
Unidos a cualquier otro.
Esta es la principal conclusión de una encuesta en
once países europeos del Consejo Europeo de Relación
Exteriores (CERE), un think-tank con base en Bruselas.
El sondeo lo han realizado YouGov y Datapraxis, a partir
de entrevistas a 15.000 personas. La Vanguardia lo publica
en exclusiva con sus cuatro socios del grupo Europa:
Le Monde, The Guardian, La Stampa y Süddeutsche Zeitung.
Mark Leonard, director del CERE, e Ivan Krastev, director
del Centro de Estrategias Liberales de Sofía, consideran
que "aunque los estadounidenses tengan un nuevo presidente
no tienen un nuevo país" y que los problemas de EE.UU.
son tan profundos que le impedirán liderar al mundo
en dos asuntos cruciales como son el desafío de China
y el cambio climático.
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Jennifer Lopez ha sido una de las artistas invitadas a la
ceremonia de proclamación de Joe Biden como presidente de
los Estados Unidos. Tras la magistral actuación de Lady Gaga,
la cantante y actriz ha sido la encargada de interpretar ‘This
Land is Your Land’ y la patriótica ‘America the Beautiful’.
Visiblemente emocionada, JLo ha querido poner el toque reivindicativo
y latino con la frase: “Una nación bajo Dios indivisible.
¡Con libertad y justicia para todos!”. Toda una declaración
de intenciones en esta nueva etapa del país con Joe Biden
como presidente.
Lopez ha enviado más de un mensaje con su presencia en la
investidura. La cantante ha deslumbrado con un ‘total look’
blanco de Chanel formado por un abrigo largo de tweed con
botones joya, una camisa semitransparente con volantes y un
pantalón, también de tweed, con un cinturón joya, con perlas,
a juego con sus llamativos pendientes.
Con esta elección Jennifer ha rendido un homenaje a las mujeres
sufragistas. En 1913, el National Woman’s Party convirtió
el blanco, morado y dorado en el símbolo de su lucha por el
voto. Precisamente Hillary Clinton, Nancy Pelosi o Alexandria
Ocasio-Cortez han llevado durante su trayectoria política
este color que se ha convertido en el símbolo del ‘power dressing’.
Asimismo, la cantante ha hecho un guiño a la flamante primera
vicepresidenta de los Estados Unidos, que celebró su nuevo
cargo con un traje sastre en color blanco de Carolina Herrera.
Precisamente este miércoles la demócrata ha apostado por el
tono morado para jurar el cargo.
Jennifer López pide unos EEUU "con justicia para todos",
en español, durante su simbólica actuación para Biden.
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Hace poco más de una década, el hombre que ayer tomó
posesión de la presidencia de Estados Unidos, Joe Biden, aterrizó
en la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid) a bordo de
un Boeing C-32 con indicativo militar Air Force Two. Es la
aeronave castrense que traslada al vicepresidente estadounidense,
el cargo que ocupaba en la administración de Barack Obama.
Su visita a nuestro país formaba parte de una gira que estaba
realizando por Europa. La España de entonces era bastante
diferente. Juan Carlos I era Rey y jefe del Estado. José Luis
Rodríguez Zapatero era el inquilino de La Moncloa. La fallecida
Carmen Chacón actuaba como ministra de Defensa y el máximo
responsable operativo de las Fuerzas Armadas (JEMAD) era el
general del Aire José Julio Rodríguez, del que nadie pensaba
que podría acabar siendo el asesor militar estrella de PODEMOS.
Algo parecido podriamos decir del emérito.
Biden llegó a nuestro país y solo forzó un acto en su agenda.
Quería visitar y rendir homenaje a los efectivos de la Brigada
Paracaidista (BRIPAC) del Ejército de Tierra, que a las pocas
semanas iban a partir rumbo a Afganistán para desplegarse
en Badghis, la provincia más pobre del país asiático y bajo
responsabilidad española –también lo estaba la provincia de
Herat–. Allí iban a combatir a los talibanes codo con codo
con tropas estadounidenses. El Gobierno organizó un acto en
la Base Príncipe de Paracuellos del Jarama (Madrid) y hasta
allí fueron Zapatero y la cúpula militar española.
El vicepresidente norteamericano afirmó que quería "rendir
tributo" a los "guerreros" que acompañan las tropas estadounidenses
en Afganistán. "Cuando los soldados estadounidenses tienen
que escoger quienes les acompañan en el combate, eligen unidades
de élite valientes como las que tengo delante", continuó.
Tras esto, aseguró que cumplían con "honor y orgullo" la "obligación"
de combatir el terrorismo y les recordó que luchaban por la
libertad. El presidente español aportó su visión de
las Fuerzas Armadas. Según dijo, los soldados y civiles –en
alusión a los cooperantes– desplegados en el país asiático
"encarnáis la solidaridad española" y destacó que la presencia
española había contribuido a "aumentar los niveles de educación"
y a crear "puestos de trabajo".
Zapatero y Biden, en su visita a la sede de
la BRIPAC.
Biden recordó a los cuatro militares españoles fallecidos
en Haití pocas semanas antes y señaló que estas muertes eran
una consecuencia del "liderazgo internacional". Tras esto,
quiso "rendir tributo a vuestros cónyuges, hijos, padres,
madres, hermanos… a los que esperan a los soldados. Soy padre
de un hijo que ha vuelto de Irak, conozco los temores y las
sensaciones que se tienen", dijo. Con la empatía mostrada
por Biden, que incluía su propio sentimiento personal como
padre, Zapatero recordó a los 93 muertos en misiones
en el exterior que tenía en aquellos momentos España y señaló
que "las familias tenéis nuestro cariño y la comprensión por
vuestro dolor".
Tras asegurar que "mis compatriotas están en deuda con vosotros",
el vicepresidente norteamericano cerró su intervención con
un que "Dios os proteja, que Dios os bendiga". Alejado de
giros religiosos, el presidente español se decantó por una
frase para quienes en pocas semanas se iban a una guerra:
"Mucha suerte".
El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, conoce
perfectamente España y tuvo incluso una sonora polémica con
el Gobierno en 2009 a costa de la retirada de las tropas militares
de Kosovo. La decisión unilateral no gustó a la administración
de Barack Obama, que, en la persona del entonces vicepresidente,
reprochó personalmente al entonces jefe del Ejecutivo, José
Luis Rodríguez Zapatero, lo sucedido. Ocurrió en marzo de
2009 en la ciudad chilena de Viña del Mar. Allí, en un 'cara
a cara' entre ambos pudieron reconducirse las relaciones entre
ambos países.
Moncloa intuía que la decisión de retirar a las tropas españolas
de Kosovo no había gustado en la Casa Blanca y por eso Zapatero
se desplazó hasta la cumbre de Viña del Mar para intentar
verse con Biden. Fue un "encuentro informal" entre ambos y
a la salida, el vicepresidente estadounidense declaró que
daba el asunto por "cerrado". ¿Qué pasó en esa sala entre
ambos? Un cable secreto de Wikileaks publicado por El País
un año después ofrece detalles de aquella conversación privada.
Un mensaje en el que se relata que Biden "criticó" y "pidió
a España que consulte con EEUU antes" de retirar las tropas
de otro país y que lo haga "de forma más transparente en el
futuro".
La conversación entre Biden y Zapatero fue cordial. Aseguró
que deseaba una colaboración genuina con España, pero que
el cambio de relaciones era difícil y requería pasos recíprocos.
"Cuando España retiró unilateralmente su misión de Kosovo
hubiésemos apreciado más colaboración y que nos hubiesen advertido
antes. Esta decisión es soberana para España y EEUU la respeta,
pero tendríamos que haberlo discutido".
El cable continúa relatando que "Zapatero respondió que debía
tratarse de un malentendido. España tomó la decisión de retirarse
hace un año y no podía mantener su participación en una misión
una vez que Kosovo declaró su independencia y fue reconocida
por numerosas naciones. España es un país con divisiones,
con una organización terrorista vasca que ha matado a 900
personas en su esfuerzo para separarse de España. Cualquier
indicación de que el Gobierno español apoya la disolución
de un país en componentes regionales sería muy sensible políticamente
e impulsaría los separatismos. Por eso, España no siguió apoyando
la misión en Kosovo. Sin embargo, Zapatero concedió que España
tenía que haber realizado consultas más claras con EE UU antes
de su retirada".
Hay que recordar que España había sido uno de los cinco países
de la UE que no había reconocido la independencia de Kosovo,
algo que también irritó a la administración de Obama tal y
como se puede leer en otro cable que relata una reunión en
febrero de 2009 entre la entonces secretaria de Estado norteamericana,
Hillary Clinton, con el titular de Exteriores, que entonces
era Miguel Ángel Moratinos.
Más allá de las críticas por Kosovo, el encuentro Biden-Zapatero
en Viña del Mar sirvió para establecer una nueva relación
trasatlántica entre Madrid y Washington. España venía de protagonizar
un mandato tenso con Bush marcado por el desplante del socialista
al paso de la bandera estadounidense en el desfile del 12
de octubre de 2013. Unos meses más tarde ganaba las elecciones
y tomaba la decisión de retirar las tropas españolas de Irak.
"Zapatero abrió la entrevista felicitando al vicepresidente
Biden por su victoria y dijo que había levantado en España
y en toda Europa expectativas sobre una nueva relación con
EE UU. Biden dio las gracias a Zapatero y añadió que las expectativas
podrían ser demasiado altas y que el presidente Obama sabe
que las altas expectativas tienen más que ver con los fracasos
de las anteriores Administraciones que con la nueva Administración",
se puede leer en el mismo cable secreto.
La Brigada “Almogávares” VI de Paracaidistas,
más conocida como Brigada Paracaidista o BRIPAC, es
una Gran Unidad constituida adiestrada y equipada para
ser empleada como tal de acuerdo con la doctrina específica
terrestre. Constituye, junto con el resto de brigadas
de la Fuerza Terrestre, uno de los elementos fundamentales
para la proyección de fuerzas, pudiendo ser proyectada
como tal o servir de marco para la constitución de agrupamientos
tácticos. Su carácter y su especialidad dan flexibilidad
al empleo de la Fuerza en todo el espectro del conflicto.
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"El vicepresidente Biden señaló que España y EE UU han trabajado
como grandes socios en Irak y que necesitamos aumentar la
cooperación entre nuestros dos países. La relación no ha sido
todo lo positiva en los últimos años pero no había ninguna
razón para que no pudiese cambiar de manera instantánea",
prosigue el documento filtrado que cita a los siguientes altos
cargo de Moncloa: Bernardino León, secretario general de Presidencia;
Nieves Goicoechea, secretaria de Estado de Comunicación; Trinidad
Jiménez, secretaria de Estado para Iberoamérica; y María Solanes,
consejera para asuntos exteriores del presidente.
"Zapatero respondió que manejar la relación entre España
y Estados Unidos bajo la Administración Bush era fácil para
él. Cualquiera que fuese la posición que tomase la Administración
Bush, tomaría la contraria y los números de las encuestas
subirían. De forma sarcástica, Zapatero dijo: 'Eso es algo
por lo que siempre estaré agradecido a la Administración Bush'.
Ahora, sin embargo, España y Europa en general quieren un
cambio en las relaciones con Estados Unidos. Europa es un
grupo de naciones en las que Estados Unidos puede confiar",
concluye.
Fue el inicio de una nueva etapa. Meses más tarde, en mayo
de 2010, Biden visitaba España para reunirse con Zapatero
en Moncloa y con el Rey Juan Carlos I. También quiso visitar
a la Brigada Paracaidista (Bripac) que iba a partir a Afganistán.
En Viña del Mar Zapatero llegó a bromear con Biden; aseguran
que le había comentado que "España es uno de los lugares en
los que le gustaría volver a nacer", un comentario que el
vicepresidente estadounidense puntualizó con un "en la costa".
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Fesser destaca la importancia del logro de Kamala Harris:
"Pequeño paso para la humanidad pero gigante para EEUU"
La victoria de Kamala Harris como vicepresidenta de
Estados Unidos es un hecho histórico que el corresponsal
Guillermo Fesser ha querido analizar al detalle en El
Intermedio.
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El presidente electo de Estados Unidos, Joe
Biden, se despidió este martes entre lágrimas de Delaware,
su estado de residencia y al que representó durante más de
tres décadas en el Senado, al recordar a su hijo fallecido.
"Saben, esto es algo sentimental, Jill me dijo que no me emocionara
demasiado. Mi lamento es que mi difunto hijo no está aquí
para ver cómo me convierto en presidente", dijo entre lágrimas
Biden.
«Siempre seré un hijo orgulloso del estado
de Delaware. Cuando muera, Delaware estará escrito en mi corazón»,
dijo un emocionado Biden a quienes se habían congregado para
despedirle en el aeropuerto de la localidad de New Castle.
El presidente electo dio las gracias al estado que lanzó su
carrera política al elevarle al Senado en 1972, y que «desde
entonces ha creído» en él, donde conoció a su esposa Jill
y vio crecer a su familia.
«Aquí es donde, hace doce años, esperé en la
estación de tren en Wilmington para que un hombre negro [Barack
Obama] me recogiera de camino a Washington, para convertirnos
en presidente y vicepresidente de Estados Unidos», recordó
en referencia a la investidura del 2009. «Y donde hoy mi familia
y yo vamos a volver otra vez a Washington, para reunirnos
con una mujer negra con raíces del sur de Asia [Kamala Harris],
y jurar nuestro cargo como presidente y vicepresidenta de
Estados Unidos», añadió. Biden dio un breve discurso antes
de dirigirse hacia la capital estadounidense, adonde partió
en un avión privado, en lugar de hacerlo en uno del Gobierno,
como es la tradición para los presidentes electos, según recoge
Efe de la cadena CNN. El equipo de transición no aclaró por
qué Biden no utilizó uno de los aviones presidenciales que
suelen ponerse a disposición de los mandatarios electos para
su viaje a la capital, y si se trató de una decisión del propio
presidente electo o no, según CNN. El plan inicial de Biden
era desplazarse en tren, el medio de transporte que utilizó
a diario durante sus muchos años en el Senado para volver
a casa en Wilmington (Delaware), pero su equipo descartó esa
posibilidad por motivos de seguridad, tras el asalto al Capitolio
del pasado 6 de enero. El primer acto en Washington de Biden
tendrá lugar la tarde de este martes a partir de las 17.00
(23.00 en España), cuando Harris y él participarán en una
ceremonia de homenaje a las víctimas del covid-19 en el país,
donde la pandemia ha dejado ya más de 400.000 muertos. En
esa ceremonia, se iluminará el contorno de la piscina reflectante
situada frente al Monumento a Lincoln, uno de los más icónicos
de la capital y donde Martin Luther King dio su célebre discurso
«I have a dream» («Tengo un sueño») en 1963.
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Aunque aún deben ser confirmados por el Senado,
el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, tiene ya
prácticamente decididos a todos los miembros del equipo con
el que arrancará su legislatura, cuatro años en los que el
demócrata pretende dar un giro total al maltrecho país que
le deja en herencia Donald Trump. Y esa intención de cambio
es, precisamente, lo primero que destaca en el nuevo Gobierno.
Trump llegó a las elecciones con un gabinete compuesto por
20 hombres y cuatro mujeres, un único afroamericano (a la
cabeza del Departamento de Urbanismo) y solo una latina (encargada
de pequeñas y medianas empresas). Por contra, y aparte del
hecho histórico de que Kamala Harris vaya a convertirse en
la primera mujer en ocupar la vicepresidencia de EE UU, el
gabinete de Biden será el más diverso de la historia del país
y el primero con paridad de género. "Como prometí, este es
un gabinete que representa cómo es Estados Unidos, y que aprovecha
todo el abanico del potencial que tenemos en nuestra nación",
dijo el presidente electo. Doce de los 24 nominados por Biden
para su gabinete son mujeres (incluyendo dos candidatas para
liderar Inteligencia Nacional y el Departamento del Tesoro,
algo sin precedentes), menos de la mitad de todos los designados
son de raza blanca (cuatro son latinos, uno de ellos al frente
de inmigración), y habrá, si son confirmados, afroamericanos
al frente de puestos tan importantes como el Departamento
de Defensa o la representación ante la ONU.
La diversidad —presente no solo en los puestos
de dirección, sino también en la composición de los departamentos
en sí—, no es, en cualquier caso, el único denominador común
del nuevo gabinete: la mayoría de los nombrados tienen una
larga experiencia en cargos públicos de responsabilidad (a
diferencia de muchos de los elegidos por Trump: millonarios,
ideólogos o fieles al magnate que ocupaban puestos de gobierno
por primera vez), y casi todos trabajaron anteriormente en
la Administración de Barack Obama. Se trata, además, de perfiles
ampliamente reconocidos en sus respectivos campos, y también
afines, en principio, al ala más moderada del Partido Demócrata.
Algunos de los nominados por Biden: Antony Blinken,
Lloyd Austin, Alejandro Mayorkas, Avril Haines, Linda Thomas-Greenfield,
Janet Yellen, Gina Raimondo y Miguel Cardona .
De momento no habrá en el nuevo Gobierno estadounidense
ningún Sanders (Biden reveló que estuvo a punto de incluir
al senador por Vermont en su equipo, pero no quiso poner en
riesgo el control demócrata del Senado) ni ninguna Ocasio-Cortez.
Nadie a quienes los republicanos puedan acusar de 'socialistas',
o que puedan despertar recelos en los demócratas más conservadores.
Porque aunque el Senado tenga ahora mayoría
demócrata, y el riesgo de que los candidatos de Biden sean
rechazados en la Cámara Alta sea menor, la lucha interna en
el Partido Demócrata entre 'moderados' y 'radicales' no solo
sigue existiendo, sino que es probable que marque muchos momentos
clave de la nueva legislatura. Estos son, uno a uno, los nuevos
hombres y mujeres más importantes del presidente:
- RELACIONES INTERNACIONALES Y
SEGURIDAD NACIONAL -
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Secretario de Estado: Antony Blinken.
Centrista y moderado como el propio Biden, Antony
Blinken (58 años) se encargará de las relaciones internacionales
al frente del Departamento de Estado (equivalente a un Ministerio
de Exteriores), uno de los puestos con más peso en el Gobierno.
Antony Blinken, conocido como Tony, ya fue número dos del
Departamento durante los dos últimos años de la presidencia
de Barack Obama. Habla francés de manera fluida y es un firme
defensor del multilateralismo, por lo que tratará de reforzar
las desgastadas relaciones con los países aliados, castigadas
por la Administración de Trump durante los últimos cuatro
años.
Antony Blinken, entonces Asesor Adjunto de Seguridad
Nacional de EE UU, durante una rueda de prensa en la Casa
Blanca en 2013.
El que con toda probabilidad será nuevo secretario
de Estado cree en la acogida de refugiados en EE UU, y en
Europa como socio principal. Con respecto al conflicto palestino-israelí
no parece razonable esperar un gran cambio en la política
estadounidense: Blinken defiende que la solución de dos Estados
es "la única manera de defender el futuro de Israel como un
Estado democrático y judío". Tendrá en sus manos, por ejemplo,
la gestión de los planes de Biden de volver a integrar a EE
UU en el Acuerdo de París contra el cambio climático.
Secretario de Defensa: Lloyd Austin.
La nominación del general retirado Lloyd Austin
para secretario de Defensa (y jefe del Pentágono) es tan histórica
—sería el primer afroamericano en ocupar el cargo— como polémica.
La controversia radica en una ley creada en
1947 y modificada en 2008, según la cual tienen que pasar
al menos siete años para que los militares retirados puedan
ocupar el cargo de secretario de Defensa. Puesto que Austin
solo lleva cuatro años como civil, para incorporarse al gabinete
de Biden, necesitará no solo el visto bueno del Senado, sino
la aprobación de una excepción por parte de ambas cámaras
del Congreso que le permita sortear la ley. Biden afirmó al
proponerlo que "no pediría esta excepción si no creyera que
este momento en la historia lo exige". Austin, de 67 años,
fue jefe del Comando Central encargado de las operaciones
en Irak, Afganistán, Yemen y Siria, la mayoría de los países
en los que EE UU está en guerra. Como general del Ejército
de Tierra, ocupó ese cargo entre 2013 y 2016, cuando se retiró
tras casi 40 años de servicio.
El general Lloyd Austin, durante una comparecencia
ante el Senado de EE UU en 2011, cuando era el comandante
en jefe de las fuerzas estadounidenses en Irak.
Secretario de Seguridad Nacional: Alejandro
Mayorkas.
El equipo de Seguridad Nacional de Biden estará
encabezado por un latino, el cubano-estadounidense Alejandro
Mayorkas, quien ya ocupó un cargo en ese grupo durante el
Gobierno de Obama. Mayorkas, subsecretario del Departamento
de Seguridad Nacional (DHS) entre 2013 y 2016, encabezará
una agencia que tiene a su cargo asuntos claves como la seguridad
fronteriza y la inmigración. Nacido en La Habana en 1959,
Mayorkas ha sido además director de Servicios de Ciudadanía
e Inmigración de EE UU, una de las dependencias que maneja
el DHS.
Durante su gestión, lideró el desarrollo y la
implementación del programa de Acción Diferida para los Llegados
en la Infancia (DACA, en inglés), el plan que la Administración
de Obama diseñó para proteger de la deportación a los miles
de jóvenes traídos por sus padres indocumentados a EE UU cuando
eran niños (los conocidos como dreamers, soñadores). Su nombramiento
ha sido interpretado com un guiño de Biden a la inmigración
tras cuatro años de mano dura de Trump.
Alejandro Mayorkas, en 2016.
Directora de Inteligencia Nacional: Avril
Haines.
De ser confirmada por el Senado, Avril Haines,
de 51 años, se convertirá en la primera mujer en dirigir el
Departamento de Inteligencia Nacional de Estados Unidos. Haines
sirvió en la Administración de Obama como abogada de Seguridad
Nacional y fue subdirectora de la CIA entre 2013 y 2017. De
hecho, fue también la primera mujer en ocupar ese segundo
cargo, y durante el tiempo que estuvo en el puesto decidió
no aplicar medidas disciplinarias contra el personal de la
agencia al que un comité del Senado acusó de haber entrado
de manera improcedente en sus ordenadores.
Avril Haines, durante una reunión con Barack
Obama en la Casa Blanca.
Embajadora ante las Naciones Unidas: Linda
Thomas-Greenfield.
La veterana diplomática Linda Thomas-Greenfield,
de 68 años y nacida en Baker (Luisiana), será el rostro de
Washington ante las Naciones Unidas, en lo que se prevé como
el regreso de EE UU al multilateralismo. Thomas-Greenfield
fue la secretaria de Estado Asistente para Asuntos Africanos
entre 2013 y 2017. Desde ese puesto se encargó de coordinar
las políticas de la Administración de Obama para África. Durante
sus más de 35 años de experiencia en el servicio exterior
de EE UU, ha sido embajadora en Liberia entre 2008 y 2012,
y ha desempeñado diversos cargos en las legaciones de Kenia,
Pakistán o Suiza. Abandonó la carrera diplomática en 2017
en medio de la controvertida renovación llevada a cabo por
Trump en el Departamento de Estado.
Linda Thomas-Greenfield, con John Kerry.
Secretaria del Tesoro: Janet Yellen.
Si, como se espera, el Senado la ratifica como
secretaria del Tesoro, Janet Yellen, antigua responsable de
la Reserva Federal (Fed), será la primera mujer en ocupar
esta esencial cartera (equivalente a un Ministerio de Finanzas,
o de Economía), un hito que ya marcó al ser la primera presidenta
del banco central estadounidense, entre 2014 y 2018.
Yellen será la encargada de liderar el trabajo
del Gobierno en la recuperación económica de la crisis provocada
por la pandemia. En la Fed, destacó por prestar más atención
de lo habitual en sus predecesores al mandato de promover
un mercado laboral fuerte, además de al mantenimiento de la
inflación, lo que le costó algunas críticas de republicanos
que consideraban que se estaba extralimitando. A sus 74 años,
Yellen es una figura muy respetada en Washington. Es doctora
en Economía por la Universidad de Yale y ha sido profesora
en centros tan prestigiosos como Harvard, la London School
of Economics, o Berkeley.
Janet Yellen, entonces presidenta de la Reserva
Federal de EE UU, durante una conferencia en 2014.
Directora del Consejo de Asesores Económicos:
Cecilia Rouse.
Cecilia Rouse es economista laboral y decana
de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de la
Universidad de Princeton. Fue miembro del Consejo de Asesores
Económicos (CEA) durante la Administración de Obama, y del
Consejo Económico Nacional durante la Administración de Clinton.
Si es confirmada, Rouse será la pimera persona afroamericana
en presidir la CEA.
Tiene dos hijas. Su esposo es Ford Morrison,
hijo de la escritora Toni Morrison.
Representante de Comercio Exterior: Katherine
Tai.
La letrada Katherine Tai ya trabajó para la
Oficina del Representante de Comercio Exterior durante la
presidencia de Obama, como la principal abogada encargada
de asuntos con China. Desde la llegada de Trump a la Casa
Blanca, Tai era la asesora comercial jefe de los demócratas
en el Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara Baja. Fue
la segunda mujer de origen asiático nominada por Biden para
ocupar un puesto de rango ministerial en su gabinete, después
de que el presidente electo propusiera a Neera Tanden como
directora de la Oficina de Administración y Presupuesto.
Katherine Tai, en 2018.
Secretaria de Comercio: Gina Raimondo.
La elegida para liderar el Departamento de Comercio
es la actual gobernadora del estado de Rhode Island, y fue
una de las candidatas que Biden llegó a considerar como vicepresidenta,
antes de decidirse por Kamala Harris. Al principio de su carrera,
Gina Raimondo fundó una empresa de capital de riesgo y fue
la tesorera general de Rhode Island. Como gobernadora se ha
centrado en formación laboral, préstamos para pequeñas empresas
y energías limpias.
Gina Raimondo, en 2017.
Jefa de la Administración de Pequeñas Empresas:
Isabel Guzmán.
Primera mujer latina elegida para el gabinete,
Isabel Guzmán creció en California, trabajando junto a su
padre en pequeños negocios veterinarios. Es, desde abril de
2019, la directora de la Oficina de Promoción de Pequeñas
Empresas en ese estado, una posición para la cual fue designada
por el gobernador Gavin Newsom. Guzmán es también fundadora
de un negocio llamado GovContractPros, que ayuda a las empresas
pequeñas en los trámites de contratos con el Gobierno federal.
Durante el Gobierno de Obama ocupó un puesto ejecutivo en
el mismo departamento del que ahora se hará cargo.
- OTROS MIEMBROS DEL GABINETE -
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Fiscal General: Merrick Garland.
En 2016, Obama designó a Merrick Garland para
el Tribunal Supremo, pero la mayoría republicana en el Senado
bloqueó durante meses su confirmación para poder colocar a
un magistrado más conservador después de las elecciones de
ese año. La maniobra rompió el sueño del meticuloso juez federal,
que lleva más de dos décadas en la Corte de Apelaciones del
Distrito de Columbia. Ahora, Joe Biden ha decidido darle una
segunda oportunidad, nominándolo como Fiscal General (equivalente
a un ministro de Justicia) de EE UU. Garland, de 68 años,
se estrenó hace décadas en el Departamento de Justicia como
asistente del que entonces era fiscal general, Ben Civiletti.
Ha asegurado que sus prioridades, si le confirma el Senado,
serán "asegurar la igualdad racial en el sistema de justicia"
y combatir "la amenaza cambiante del extremismo violento".
El juez Merrick Garland, durante su nominación
para el Tribunal Supremo por parte de Barack Obama, en la
Casa Blanca, en 2016.
Secretario de Salud: Xavier Becerra.
Actual fiscal general de California, Xavier
Becerra, de origen mexicano, tiene más de 20 años de experiencia
legislativa. Llegó a ser el hispano con mayor rango en el
Congreso, ayudó a impulsar la aprobación de la ley conocida
como Obamacare, y lideró en noviembre su defensa ante el Tribunal
Supremo. Si es confirmado por el Senado, Becerra será el primer
latino en dirigir el Departamento de Salud y Servicios Humanos.
Xavier Becerra, en la convención del Partido
Demócrata de California, en San Francisco, en 2019.
Secretaria de Vivienda y Desarrollo Urbano:
Marcia Fudge.
Marcia Fudge, de 68 años, es congresista por
Ohio en la Cámara Baja desde 2009 y anteriormente fue alcaldesa
de la ciudad de Warrensville Heights, también en ese estado.
Si es confirmada por el Senado, la legisladora demócrata será
la segunda persona afroamericana con rango ministerial en
el gabinete de Biden, junto al general retirado Lloyd Austin
en Defensa.
Marcia Fudge, en 2016.
Secretario de Agricultura: Tom Vilsack.
Tom Vilsack, de 69 años, fue secretario de
Agricultura durante los ocho años de la presidencia de Obama.
Antes de llegar al Gobierno federal, Vilsack fue gobernador
de Iowa, senador estatal y alcalde.
Secretario de Asuntos de los Veteranos: Denis
McDonough.
Denis McDonough es también un viejo conocido
de Joe Biden. Trabajó en la Administración de Obama como jefe
de Gabinete, viceasesor de Seguridad Nacional y jefe de Gabinete
del Consejo de Seguridad Nacional.
Secretario de Trabajo: Marty Walsh.
Marty Walsh, actual alcalde de Boston, fue
miembro de la Cámara de Representantes de Massachussets y,
anteriormente, presidente sindical. Durante sus dos legislaturas
al frente de la alcaldía de Boston se ha centrado en cuestiones
como el aumento del salario mínimo. Cuenta con el respaldo
de los grandes sindicatos del país. Biden desveló que se planteó
nominar como secretario de Trabajo a Bernie Sanders, su principal
rival en las primarias demócratas y una de las figuras progresistas
más influyentes de EE UU. Sin embargo, tras constatar el ajustado
resultado de las elecciones al Senado en Georgia, decidió
que no podía arriesgarse a dejar vacante el escaño por Vermont
que ocupa Sanders, y que los republicanos pudieran conquistarlo
y quitarles las riendas de la Cámara Alta.
El alcalde de Boston, Marty Walsh.
Secretario de Transporte: Pete Buttigieg.
Pete Buttigieg, exrival de Biden en las primarias
demócratas y uno de los rostros emergentes del Partido Demócrata,
podría convertirse en el primer miembro de la comunidad LGTBI
en ser confirmado por el Senado de EE UU para un puesto de
secretario en el Gobierno. Catapultado a la fama por las primarias,
el exalcalde de South Bend (Indiana), pasó de ser un desconocido
para la mayor parte de los estadounidenses a ser el favorito
en la bancada moderada del partido, después de ganar por un
estrecho margen los caucus de Iowa. Buttigieg, de 38 años
y abiertamiente gay, se perfiló como un milenial modélico
que mezclaba su mensaje de esperanza con valores profundamente
cristianos y la constante reivindicación de su condición como
veterano del Ejército, ya que combatió en Afganistán.
Pete Buttigieg, durante un encuentro con votantes
en Merrimack, New Hampshire.
Secretaria de Energía: Jennifer Granholm.
Gobernadora de Michigan entre 2003 y 2011, Jennifer
Granholm es una defensora del vehículo eléctrico y del desarrollo
de tecnologías energéticas alternativas, por lo que su nombramiento
se interpreta como un espaldarazo de Biden al combate a la
crisis climática. El Departamento de Energía está encargado
del mantenimiento del programa de armas nucleares, algo en
lo que Granholm no tiene experiencia y que consume aproximadamente
el 75% de su presupuesto, unos 27.000 millones de dólares.
La exgobernadora de Míchigan Jennifer Granholm,
en 2019, en San Francisco, California.
Secretaria de Interior: Deb Haaland.
La legisladora Deb Haaland será, si es confirmada
por el Senado, la primera nativa americana al frente del Departamento
de Interior. Su elección supone un punto de inflexión en los
171 años de historia del departamento encargado de administrar
los recursos naturales del país, incluidos los territorios
tribales, y que ha tenido una relación complicada con las
574 tribus reconocidas a nivel federal en EE UU. Haaland prometió
que convertirá el departamento en una institución que mitigue
la crisis climática, tras años en los que ha sido el principal
promotor de los combustibles fósiles.
Secretario de Educación: Miguel Cardona.
El latino Miguel Cardona es un antiguo profesor
de escuela pública y el actual encargado de supervisar todos
los centros educativos en el estado de Connecticut. Con la
propuesta de Cardona, Biden cumple con su promesa de elegir
a un profesor como secretario del Departamento de Educación.
Nacido en Connecticut de padres puertorriqueños, Cardona ejerce
desde 2019 como secretario de Educación de ese estado, un
puesto desde el que ha tenido que supervisar la enseñanza
a distancia de miles de estudiantes debido a la pandemia.
Cuando los centros de enseñanza cerraron sus puertas, Cardona
se apresuró a entregar 100.000 ordenadores portátiles a los
estudiantes de su estado para asegurarse de que podían seguir
las clases.
Director de la CIA: William Burns.
Willliam J. Burns es un veterano diplomático
que acumula tres décadas de experiencia en el servicio exterior
(desde 1982) y que, entre otros cargos, ha sido embajador
en Rusia (2005-08) y adjunto al secretario de Estado (2011-14).
Biden ha asegurado que Burns comparte con él la convicción
de que los servicios de inteligencia deben ser "apolíticos"
y que sus servidores han de ser vistos con "gratitud y respeto",
al tiempo que señala que los estadounidenses "dormirán más
tranquilos" con él al frente de la CIA. Será el primer jefe
del servicio de inteligencia, espionaje y contraespionaje
que procede del Departamento de Estado, con lo que su perfil
se adapta más al de un diplomático que al del más típico "halcón"
nombrado tradicionalmente al frente de la CIA. Burns suma
a su largo currículum su experiencia en el proceso de paz
en Oriente Medio y en el acuerdo nuclear con Irán durante
la Administración de Obama.
El entonces al subsecretario de Estado de EE
UU William Burns, en Seúl (Corea del Sur), en 2014.
Administradora de la Agencia para el Desarrollo
Internacional: Samantha Power.
Samantha Power trabajó para la Administración
de Obama como embajadora de EE UU ante las Naciones Unidas
y, anteriormente, formó parte del personal del Consejo de
Seguridad Nacional como asesora especial del presidente y
directora sénior de Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos.
De origen irlandés y licenciada en Artes por la Universidad
de Yale, Power comenzó su carrera como corresponsal de guerra
en Bosnia y, antes de su servicio en el Gobierno, fue directora
ejecutiva fundadora del Centro Carr para Políticas de Derechos
Humanos en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad
de Harvard.
Samantha Power, en Ginebra, Suiza, en 2010.
Directora de los Centros para el Control
y Prevención de Enfermedades: Rochelle Walensky.
La doctora Rochelle Walensky, experta en enfermedades
infecciosas de la Escuela de Medicina de Harvard, y que ejerce
actualmente en el Hospital General de Massachusetts, en Boston,
es la elegida como próxima directora de los Centros para el
Control y Prevención de Enfermedades (CDC). Walensky será
uno de los principales nombres en la lucha contra la pandemia,
junto al propuesto como secretario de Salud, Xavier Becerra;
el epidemiólogo principal del país, Anthony Fauci (como asesor
médico jefe de Biden); Jeffrey Zients, un exfuncionario de
la Administración de Obama y que dirigirá la respuesta a la
COVID-19 desde la Casa Blanca; y el doctor Vivek Murthy, nominado
a cirujano general de EE UU, cargo que ya ocupó en los últimos
años de Obama.
Director de la Agencia de Protección Medioambiental:
Michael Regan.
Michael Regan es actualmente es el máximo responsable
de calidad ambiental en Carolina del Norte y previamente trabajó
en la Agencia de Protección Medioambiental durante las administraciones
de Bill Clinton (1993-2001) y de George W. Bush (2001-2009).
"Vamos a actuar con urgencia contra el cambio climático, protegiendo
el agua e implementando un marco de justicia medioambiental",
ha prometido Regan, quien, no obstante, también ha tendido
una mano a la industria de los combustibles fósiles para encontrar
"puntos en común" y trabajar por un futuro mejor. De ser confirmado
por la Cámara Alta, será el primer afroamericano en liderar
el organismo.
- CASA BLANCA, CONSEJEROS Y ENVIADOS
ESPECIALES -
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Jefe de Gabinete: Ron Klain.
Abogado y asesor de Biden durante años (incluyendo
la etapa del Gobierno de Obama, la etapa en el Senado y la
campaña electoral), Ron Klain será el Jefe de Gabinete del
nuevo presidente, un puesto de gran influencia cuyo responsable
es el encargado de dirigir la Casa Blanca en nombre del mandatario.
Klain, que fue el responsable de la respuesta de la Casa Blanca
a la crisis del ébola en 2014, ha sido muy crítico con la
gestión de la pandemia del coronavirus por parte del Gobierno
de Trump.
Ron Klain (en el centro), durante una reunión
con Barack Obama en la Casa Blanca, en 2014.
Consejero de Seguridad Nacional: Jake Sullivan.
Jake Sullivan, de 43 años, se perfila como uno
de los asesores de Seguridad Nacional más jóvenes que ha tenido
la Casa Blanca en décadas (el segundo más joven después de
McGeorge Bundy, que ocupó el cargo con 41 años bajo el mandato
de Kennedy). Con una amplia trayectoria en exteriores, fue
también asesor de seguridad nacional de Biden durante su segundo
mandato como vicepresidente de Obama, y subjefe de Gabinete
de la exsecretaria de Estado Hillary Clinton, quien le definió
como "un talento que se encuentra una vez en cada generación".
Sullivan tuvo un papel determinante en las negociaciones que
condujeron al acuerdo nuclear con Irán en 2015.
Enviado Presidencial Especial para el Clima:
John Kerry.
Biden ha escogido a un peso pesado de la política
estadounidense, John Kerry, para el nuevo cargo de Enviado
Especial para el Clima (el llamado zar del clima), con el
que el presidente electo quiere recalcar la urgencia de la
lucha contra el calentamiento global por parte de su Administración.
De 76 años y nacido en Aurora (Colorado), Kerry es exsenador,
ex secretario de Estado (entre 2013 y 2017, con Obama) y exaspirante
demócrata a la Presidencia en 2004. En 2015, fue precisamente
él quien ratificó la entrada de EE UU en el Acuerdo del Clima
de París. Su nombramiento no requiere la confirmación del
Senado.
Director del Consejo Económico Nacional:
Brian Deese.
Como su principal asesor económico, Biden ha
elegido a Brian Deese, quien jugó un importante papel en la
negociación del Acuerdo de París bajo el Gobierno de Obama.
Es otro de los nombramientos que pone de manifiesto la intención
de Biden de usar su política económica para luchar contra
el cambio climático. Al igual que en el caso de Kerry, este
puesto tampoco necesita ser ratificado por el Senado. Deese,
de 42 años, lleva casi dos décadas trabajando para políticos
demócratas: primero asesoró al propio Kerry durante su campaña
presidencial de 2004 contra el entonces presidente George
W. Bush (2001-2009) y, más tarde, trabajó para Hillary Clinton
y para el después mandatario Barack Obama en los comicios
de 2008.
Brian Deese, quien jugó un importante papel
en la negociación del Acuerdo de París bajo el Gobierno de
Barack Obama (2009-2017).
Secretaria de Prensa: Jen Psaki.
Jen Psaki es miembro del equipo de transición
presidencial de Biden. Anteriormente trabajó en la Administración
de Obama como directora de comunicaciones y portavoz del Departamento
de Estado. Psaki también trabajó en las dos campañas presidenciales
de Obama y en la campaña presidencial de 2004 de John Kerry.
Directora de la Oficina de Asuntos Intergubernamentales:
Julie Chávez Rodríguez.
La latina Julie Chávez Rodríguez, que trabajó
también en el equipo de la campaña electoral de Biden, pasará
a ocupar el puesto de directora de la Oficina de Asuntos Intergubernamentales
de la Casa Blanca. Chávez Rodríguez es nativa de California
con ascendencia mexicana y nieta del líder de derechos civiles
César Chávez. Estuvo trabajando en la campaña presidencial
de Kamala Harris como directora político-nacional y jefa de
personal itinerante. Durante la Administración de Obama, fue
asistente especial del presidente y subdirectora principal
de la Oficina de Participación Pública. También ha trabajado
en el Departamento de Interior.
Asesor Principal de la Primera Dama: Anthony
Bernal.
El elegido para el puesto de Asesor Principal
de la Primera Dama (la esposa del presidente, Jill Biden)
Bernal fue jefe de personal y subdirector durante la campaña
y ha trabajado para la familia Biden durante más de una década.
Nacido en Arizona y graduado de la Universidad de Texas en
El Paso, Bernal trabajó con el presidente Bill Clinton y el
vicepresidente Al Gore y también ha ocupado varios puestos
en el sector privado, incluso en relaciones internacionales
en Coca-Cola.
Jefa de Gabinete de la Primera Dama: Julissa
Reynoso Pantaleon.
Reynoso Pantaleon es socia de un bufete de abogados
global y ha sido nombrada como jefa de personal de Jill Biden.
En la Administración de Obama, desempeñó el cargo de embajadora
de Estados Unidos en Uruguay y fue subsecretaria de estado
adjunta para el hemisferio occidental. Es originaria de la
República Dominicana y emigró a los Estados Unidos cuando
tenía 7 años. Creció en el Bronx y se graduó entre la Universidad
de Harvard, la Universidad de Cambridge y la Facultad de Derecho
de Columbia.
Vicesecretaria de Salud y Servicios Humanos:
Rachel Levine.
La elegida para ocupar la Vicesecretaría del
Departamento de Salud y Servicios Humanos ha sido a la doctora
Rachel Levine, que sería la primera persona abiertamente transgénero
en ocupar un cargo de este nivel federal si recibe el apoyo
del Senado. Hasta ahora era secretaria de Salud de Pensilvania
y una de las responsables de la gestión de la pandemia en
el estado; puestos que, según el presidente electo, Joe Biden,
ha alcanzado al demostrar una profunda experiencia y ser una
servidora pública efectiva.
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La explosión del acorazado maine, ¿atentado o accidente?
En 1898, el gobierno y la opinión pública de EE. UU.
culparon a España de la destrucción del Maine. Hoy muchos
piensan que fue un accidente. ¿Qué papel jugó este acontecimiento
en la Guerra de Cuba?
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