El traspaso de poder del pasado miércoles se adivinaba atípico.
El país está inmerso en una enorme tensión desde el asalto
al Capitolio por parte de seguidores del presidente saliente,
una situación que ha convertido Washington DC en una ciudad
totalmente militarizada, con más de 20.000 efectivos de la
Guardia Nacional en las calles para evitar otro estallido
de violencia. El propio Donald Trump anunció su ausencia
al acto de investidura de su sucesor, Joe Biden, rompiendo
así con una costumbre de décadas. Y la primera dama, Melania
Trump, tampoco ofreció a la esposa del nuevo mandatario,
Jill Biden, el no menos tradicional recorrido de cortesía
por las habitaciones familiares de la Casa Blanca, algo que
han hecho hasta ahora todas las primeras damas de la historia
reciente del país.
Un portavoz del equipo de Joe Biden confirmó que la
oficina de Melania Trump no se puso en contacto con Jill Biden
para organizar el clásico tour por los aposentos privados
de la segunda y la tercera planta de la residencia presidencial,
donde las esposas intercambian comentarios y consejos, al
margen de la tensión política.
La tradición, que suele incluir un té, se remonta a los años
50 del siglo pasado, cuando Bess Truman recibió a su sucesora,
Mamie Eisenhower, y ha continuado sin interrupción desde entonces,
aportando normalidad y fluidez. De hecho, Michelle Obama lo
hizo con la propia Melania. Normalmente, la gira tiene lugar
mientras el presidente saliente y el entrante se reúnen en
el Despacho Oval y Trump tampoco invitó a Biden a este
acto protocolario. Los Trump, por tanto, rompieron una de
las tradiciones más duraderas de la investidura y dejarán
la Casa Blanca sin recibir a sus sucesores. Tal y como se
pensaba, el presidente saliente y su esposa viajaron rumbo
a su mansión privada de Palm Beach (Florida) cuando Biden
asumia la presidencia en una ceremonia formal.
Melania y Michelle departen en la Casa Blanca.
Por otra parte, Melania Trump se despidió con un mensaje
en el que instó a los estadounidenses a "escoger el amor sobre
el odio" y "la paz sobre la violencia", dos días antes de
dejar la Casa Blanca. "Cuando Donald [Trump] y yo concluimos
nuestro tiempo en la Casa Blanca, pienso en toda la gente
que me llevo en el corazón con sus increíbles historias de
amor, patriotismo y devoción", dijo la primera dama, en un
vídeo de siete minutos distribuido por la Casa Blanca. "Debemos
centrarnos en todo lo que nos une -remarcó-, superar lo que
nos divide y siempre escoger el amor sobre el odio, la paz
sobre la violencia".
En la única aparente referencia al violento asalto al Capitolio,
que dejó cinco muertos, por parte de una turba de seguidores
de Trump, Melania aseguró que "hay que ser apasionado en todo
lo que se hace, pero siempre recordando que la violencia nunca
es la respuesta y nunca pueda ser justificada". Trump no ha
reconocido formalmente la victoria de Biden en las elecciones
del pasado 3 de noviembre y mantiene sus denuncias, sin pruebas
y desestimadas por los tribunales, de "fraude electoral".
El matrimonio Eisenhower ocupó el liderazgo
americano desde 1953 a 1961.
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La llegada de Joe Biden al poder está rodeada de verbos.
Corregir, reinventar, recuperar o construir. Pero uno de los
más apropiados quizá sea coser. Biden tendrá que coser un
país dividido. El demócrata asumió este miércoles el
mando de la Casa Blanca después de cuatro años de Administración
Trump que ha dejado más cosas malas que buenas. Por eso, y
en plena pandemia, los retos de Joe Biden son muchos y muy
exigentes.
El asalto al Capitolio por parte de los seguidores de Trump
fue la gota que colmó el vaso. Estados Unidos es un país dividido
en dos bandos y ese es quizás el reto más urgente que se le
plantea a Biden. La sociedad se reparte entre quienes le apoyan
y muchos otros que creen que es un presidente "ilegítimo".
Además, su llegada al Despacho Oval coincidirá en el tiempo
con el segundo impeachment contra Trump, que podría quedar
inhabilitado para presentarse en 2024. Mientras, Biden ha
recalcado que espera que el Senado pueda "afrontar" tanto
el juicio político como otros asuntos "urgentes".
La errática gestión de la pandemia
por parte de la administración saliente a causado estragos
El contexto no es el mejor para Biden. El mundo está sumido
en una crisis sanitaria que está castigando a Estados Unidos
con especial dureza. Es el país donde más daño está haciendo
la pandemia. Los casos siguen disparados y las cifras de muertos
se descontrolan con el paso de los días. Biden y Harris repiten
en cada comparecencia la necesidad de usar mascarilla y de
mantener la distancia social, pero el mensaje no cala por
igual en todos los grupos.
Por otro lado, el presidente electo anunció un plan de ayudas
de 1,9 billones de dólares para combatir la crisis económica
derivada de la pandemia. Los datos económicos de la Administración
Trump no son ni mucho menos malos, pero Biden tiene lagunas
que corregir. Precisamente por eso también extenderá cheques
de 1.400 dólares para "apoyar a las familias".
Biden tendrá que mirar hacia afuera. China espera noticias
y la política exterior no será una prioridad a corto plazo,
pero Biden no podrá descuidarla. No insistirá demasiado en
la guerra comercial iniciada por Trump, pero sí tendrá esa
vía para apretar las tuercas a Xi Jinping. Es muy probable
que el nuevo presidente juegue más en el terreno de la tecnología,
donde Estados Unidos parte con cierta ventaja sobre el país
asiático.
Todo en cuatro años. Biden llega al poder con los 78 ya cumplidos,
y no se espera que en 2024 se vuelva a presentar (por edad
y por exigencia prevista para el primer mandato). Harris espera
su turno. También su papel como vicepresidente será fundamental.
Una Biblia de 164 años y que ha sido utilizada por
solo tres presidentes en Estados Unidos, comúnmente
conocida como la ‘Biblia de Lincoln’ porque fue la usada
por el décimo sexto presidente de los Estados Unidos,
Abraham Lincoln, en su primera toma de posesión en 1861.
La Biblia, publicada por la Oxford University Press,
edición Rey Jacobo (King James en inglés), vive en la
Biblioteca del Congreso de Estados Unidos en la capital,
Washington.
Lincoln la usó por casualidad: su Biblia personal no
estaba disponible en esos momentos porque estaba empacada
en los objetos de la familia que se transportaban desde
Springfield, Illinois. Por ello, el presidente tuvo
que usar esta versión comprada por William Thomas Carroll,
un secretario de la Corte Suprema de Justicia, para
ser exclusivamente usada durante la juramentación de
Lincoln como presidente. La ‘Biblia Lincoln’ está encuadernada
en una cubierta de color vino y sus bordes están protegidos
con un metal cubierto en oro.
Hubieron de pasar 152 años para que ese libro fuera
empleado de nuevo. Fue Barack Obama, en su segundo juramento
como presidente, quién recuperó ese ejemplar para la
ceremonia, en la que también usó la biblia de Martín
Luther King. Trump y ahora Biden continuan la costumbre.
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"Recordaremos este día como el día en que la
gente volvió a tener el control de su gobierno". Esta fue
una de las frases más destacadas del discurso que Donald Trump
pronunció el 20 de enero de 2017 frente al Capitolio, ante
una multitud que le aclamaba como el salvador de Estados Unidos.
4 años después, ese mismo lugar ha significado el fin de la
era Trump y, como mínimo, una serie de juicios por los que
puede ser condenado tras el asalto producido.
El acto de la toma de posesión de 2017, donde
Obama dejaba de ser presidente, fue la primera polémica de
Trump e iba a marcar su actitud durante sus 4 años de legislatura.
Fue en relación al número de asistentes al discurso en torno
al Capitolio. "Vi como 1 millón, 1 millón y medio de personas",
aseguró el magnate sin ningún tipo de argumento. Los datos
que aportó el metro de Washington indicaban una cifra mucho
menor, pero a Trump no le importaba. Él decía la verdad. Para
los siguientes 4 años iba a haber dos verdades, las de Donald
y las argumentadas.
Pero su mandato ha llegado a su fin y, tras
las elecciones del pasado 3 de noviembre, el demócrata Joe
Biden tomó posesión del cargo el pasado miércoles 20
de enero. Lo hará por primera vez en 152 años sin que su antecesor
esté presente en el acto. Con o sin él, Biden pasará a ser
el presidente número 46 de la historia de Estados Unidos.
En las consecuentes tomas de posesión han sucedido episodios
variados, desde fiestas descontroladas hasta un vicepresidente
que acudió borracho al evento.
El séptimo presidente de Estados Unidos, Andrew
Jackson, entró a la presidencia por todo lo alto. Era el primer
presidente que no formaba parte de la aristocracia y eso provocó
que sus seguidores fuesen más numerosos, porque se veían identificados
con él.
La toma de posesión del cargo se produjo el
4 de marzo de 1829. Tras el acto, miles de personas decidieron
entrar en La Casa Blanca para estrechar la mano con el nuevo
presidente. Así, poco a poco se fue llenando el edificio y
un total de 20.000 personas ocuparon las diversas salas. Comenzaron
a beber alcohol, mayoritariamente whisky, y la situación se
descontroló. Se produjeron peleas, robos e incluso una avalancha
humana que casi acaba con la vida del presidente Jackson,
que tuvo que salir por una puerta trasera.
Andrew Jackson, el espejo al que se asomó
Donald Trump.
La fiesta terminó, aseguraron los asistentes,
porque les prometieron que les darían más alcohol en otro
lugar cercano a La Casa Blanca. Aun así, se destrozaron lujosas
alfombras y tapices, al igual que cuadros y jarrones.
Trump aseguró su ausencia a la ceremonia
de la toma de posesión de Biden. Sigue con su discurso de
fraude electoral, aunque asumió que sus días en La
Casa Blanca llegaban a su fin. Sin embargo, no es el primero
que renuncia a asistir al acto de su sucesor. Contando a Trump,
son ya cuatro los presidentes que no lo han hecho.
Dichos dirigentes son John Adams (1797-1801);
John Quincy Adams (1825-1829); Andrew Johnson (1865-1869).
Cada uno lo hizo por una razón diferente. Adams decidió no
acudir al acto del nuevo presidente, Thomas Jefferson, a pesar
de que era su número dos. Alegó que el país había vivido una
campaña electoral muy tensa, llegando incluso a poner en riesgo
la legitimad de las instituciones democráticas, por lo que
prefirió no acudir. Su hijo y también presidente, John Quincy
Adams, no asistió a la inauguración de su sucesor Andrew Jackson
en 1829. La relación entre ambos era muy tensa y Jackson le
acusó en 1824 de haber ganado las elecciones debido a diversas
corruptelas. A pesar de que hubo varios intentos de reconciliación,
cuando Adams hijo perdió las elecciones en 1829, decidió no
acudir a la toma de posesión de Jackson. Por último, Andrew
Johnson es el que más similitudes tiene con Donald Trump.
Era el vicepresidente con Lincoln, y tras su asesinato se
erigió como presidente del país. Tras una serie de escándalos,
fue procesado por la Cámara de Representantes y el Partido
Republicano se negó a nominarlo como candidato. Ulysses S.
Grant, su sucesor como presidente, vio como Johnson no solo
no acudía a la ceremonia, sino que estuvo hasta el último
día legislando y ejerciendo de presidente, como si nunca fuese
a dejar el cargo.
John Adams, segundo presidente. 4 de Marzo de
1797- 4 de Marzo de 1801. Precedido por George Washington
y sucedido por Thomas Jefferson.
Otro de los momentos más recordados en la historia
de las tomas de posesión en Estados Unidos lo protagonizó
Andrew Johnson, vicepresidente de Abraham Lincoln, en 1865.
Ocurrió antes de suceder en el cargo a Lincoln, cuando juró
su cargo en los alrededores de La Casa Blanca. Tras el juramento,
comenzó a pronunciar su discurso ante los asistentes al acto.
Allí, estos no tardaron demasiado en ver que algo raro estaba
sucediendo, porque la pronunciación de las palabras de Johnson
no era la habitual. A medida que seguía hablando se hacía
más obvia su situación, estaba borracho. Desde el ejecutivo
no tuvieron otra opción que dar la cara, y aseguraron en la
versión oficial que todo se debió a un 'whisky medicinal'
que Johnson estaba tomando para combatir una malaria. La versión
no convenció demasiado a los estadounidenses y Lincoln tuvo
que salir en su defensa: "Conozco a Andrew Johnson desde hace
muchos años. Tuvo un resbalón el otro día, pero no se asusten;
no es un borracho", concluyó.
Por último, una de las anécdotas que más se
recuerdan en las tomas de posesión de un presidente es la
que protagonizó Ulysses S. Grant en 1873. El sucesor de Andrew
Johnson decidió que, ya que este no iba a acudir a su ceremonia,
se podían traer a 100 canarios para que cantasen durante el
acto. Y, como no podía ser de otra manera, así se hizo. Cuando
Grant llegó al Capitolio, estaban los 100 pájaros en sus jaulas
preparados. Sin embargo, no contaron con el clima. Ese día
Washington estaba nublado y la temperatura era muy baja. Tanto
era así, que la gran mayoría de los animales murieron durante
la ceremonia a causa de una congelación.
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Ilustración que muestra a George Washington,
primer presidente de EE UU, jurando el cargo en el balcón
del Federal Hall de Nueva York, el 30 de abril de 1789.
Imagen de la investidura de Abraham Lincoln
en 1861 en un Capitolio todavía sin cúpula.
Traspaso de poderes entre los presidentes H.
Hoover (izda.) y F. D. Roosevelt (dcha.) en la investidura
de 1933.
Harry S. Truman pronuncia un discurso, durante
su investidura como presidente, el 20 de enero de 1949.
John F. Kennedy, como nuevo presidente tras
su investidura el 20 de enero de 1961.
Lyndon B. Johnson jura el cargo de presidente
de EE UU, a bordo del Air Force One, por la jueza federal
Sarah T. Hughes, tras el asesinato de John F. Kennedy. Por
motivos de seguridad la investidura tuvo que realizarse en
el avión presidencial, el 22 de noviembre de 1963.
Ronald Reagan jura el cargo de presidente de
los EE UU, el 21 de enero de 1985.
Ceremonia de proclamación de George W. Bush
como presidente en 2001. A la izda., el presidente saliente,
Bill Clinton.
Investidura de Barack Obama como presidente
de los Estados Unidos ante el presidente de la Corte Suprema
de Justicia John Roberts, 2009.
Donald Trump, jurando al cargo de presidente,
el 20 de enero de 2017.
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En un país tan apegado a los ritos y las tradiciones
como Estados Unidos, el inaugural address, el discurso
de la toma de posesión, guarda un lugar especial en
la historia. Quien más quien menos, todos y cada uno
de los 46 presidentes de Estados Unidos -desde el primer
jefe de Estado, George Washington hasta el último inquilino
de la Casa Blanca, Donald Trump- han aspirado a pasar
a la posteridad con sus primeras palabras pronunciadas
después de jurar el cargo. Algunos sin duda lo han conseguido.
Ahí está el discurso de John F. Kennedy en 1961, uno
de los más cortos con sus 1.355 palabras de duración,
compuesto por frases y palabras cortas. O el de Abraham
Lincoln en 1865, al asumir su segundo mandato con un
país asolado por la guerra civil. El presidente eligió
dar un mensaje de generosidad y concordia cuando muchos
de sus seguidores le pedían que jurase venganza y castigo
a los confederados.
También quedó grabado en la historia, por otras razones,
el discurso hace cuatro años de Donald Trump, dibujando
un Estados Unidos apocalíptico y erigiéndose como el
líder salvador que iba traer de vuelta el orgullo de
ser americano.
George Washington, 1789: "Ningún pueblo puede sentirse
más obligado a reconocer y adorar la mano invisible
que conduce los asuntos de los hombres que el de Estados
Unidos".
Abraham Lincoln, 1865: "Sin malicia hacia nadie, con
compasión para todos, con la firmeza en lo justo que
Dios nos concede para distinguir lo correcto, esforcémonos
para terminar la tarea y sanar las heridas de la nación".
Franklin D. Roosevelt, 1933: “A lo único a que hay
que tener miedo es al propio miedo”.
John F. Kennedy, 1961: "No te preguntes qué puede hacer
el país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu
país".
Ronald Reagan, 1981: "En la crisis actual, el gobierno
no es la solución a nuestro problema, el gobierno es
el problema".
Bill Clinton, 1997: "No hay nada malo en América que
no pueda curarse con lo que hay de bueno en América".
George W. Bush, 2001: "Nos enfrentamos a las armas
de destrucción masiva para salvar al nuevo siglo de
los nuevos horrores".
Barack Obama, 2009: "Se nos exige una nueva era de
responsabilidad con nosotros, con nuestra nación y con
el mundo".
Donald Trump, 2017: "Madres y niños están atrapados
en la pobreza, las fábricas están obsoletas, pandillas
de delincuentes y las drogas roban vidas y talento...
Esta carnicería americana termina aquí y ahora".7
Discurso inagural de John F. Kennedy.
Barack Obama se despidió de la presidencia de
Estados Unidos copiando a Kobe Bryant. En la anual cena
de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca,
el presidente de EE.UU, aventuró que Hillary Clinton
seria su sucesora, cargó contra la inexperiencia internacional
de Donald Trump y metió dos guiños baloncestísticos
en su discurso de despedida. Primero se refirió a la
pifia de Ted Cruz en Indiana cuando evocó la mítica
escena de Gene Hackman en Hoosiers señalando que la
altura del aro de una canasta es la misma en todas partes.
El aspirante se refirió a "basketball ring" (anillo)
en lugar de "hoop" (aro) y fue objeto de burla viral
desde ese momento.
El ex presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se
dirigió a los dolientes en el funeral por el ícono de
los derechos civiles John Lewis, en honor a la vida
del difunto congresista en un poderoso elogio. Obama
describió el legado de derechos civiles de Lewis y dijo
que, aunque su fe fue puesta a prueba "una y otra vez",
era "un hombre de pura alegría y perseverancia inquebrantable".
"No solo aceptó esa responsabilidad, sino que la convirtió
en el trabajo de su vida", dijo el ex presidente. "John
Lewis será el padre fundador de ese Estados Unidos más
pleno, más justo y mejor". Obama también hizo referencia
a las elecciones presidenciales de Estados Unidos de
2020 y a las actuales protestas contra el racismo en
todo el país, diciendo que "hay quienes están en el
poder que están haciendo todo lo posible para disuadir
a la gente de votar" y "socavando el servicio postal
en el período previo a una elección." Culminando una
celebración de la vida de seis días en honor al congresista.
Lewis murió el 17 de julio a la edad de 80 años.
El presidente Barack Obama pronunció comentarios en
el funeral de John McCain en Washington, DC el 1 de
septiembre de 2018.
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Joe y Jill Biden se instalaron en la Casa Blanca
el pasado 20 de enero. Los camiones de mudanza ya habían
sido vistos en la zona para llevarse los objetos personales
de Donald y Melania Trump. El nuevo presidente y la nueva
primera dama de Estados Unidos han invertido 100.000 euros
en contratar un servicio de limpieza. Parte de ese dinero,
36.000 euros serán para la desinfección de las alfombras que
existen en las 132 habitaciones del lugar. Además, también
realizarán una remodelación de algunos de los baños que finalizará
en mayo por valor de casi un millón de euros. Pese a su nuevo
cambio de vida, Jill Biden ha asegurado que continuará trabajando
como profesora. Los ex inquilinos de la Casa Blanca ya realizaron
una serie de reformas que trajeron consigo grandes polémicas
por la separación física del matrimonio y los elevados gastos
que conllevaron, llegando a construir una pista de tenis en
medio de la pandemia.
Jill Biden, la nueva primera dama, junto a su
marido a principios de año en Wilmington.
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En Estados Unidos no hay ninguna ley que estipule
que, en unas elecciones presidenciales, el mandatario saliente
tenga que reconocer la derrota, pero admitirla y felicitar
al ganador, se ha convertido en una tradición en la historia
moderna del país. Desde la celebración de los comicios hasta
la toma de posesión del presidente, transcurren aproximadamente
75 días para que la administración saliente, en caso de no
haber una reelección, ceda los mandos al nuevo presidente
electo. Es lo que se conoce como el periodo de transición
presidencial, una etapa importante que, de ser aprovechada,
marca la diferencia para que el nuevo presidente y su equipo
estén preparados para el inicio del nuevo mandato tras la
toma de posesión ante las escalinatas del Congreso el 20 de
enero, día establecido para la celebración del histórico acontecimiento.
Los presidentes salientes, a los que se les
suele llamar lame duck (pato rengo o cojo) han reconocido
habitualmente en la historia reciente, la victoria de su rival
la misma noche de los comicios. Les dan la enhorabuena, les
llaman por teléfono (telegramas en otros tiempos), les desean
suerte, les invitan a la Casa Blanca. Se implican para facilitarles
el camino, y les ponen al día de todo lo necesario e importante
que el nuevo Gobierno necesita saber para comenzar cuanto
antes su nueva agenda de trabajo. Incluso se ha convertido
en una peculiar tradición a lo largo de los años, que el presidente
saliente deje una amable carta en el Despacho Oval dirigida
a su sucesor. Sin embargo, la transición de poderes tras los
comicios de este año, es muy diferente a cualquiera de las
anteriores. Cuando Biden alcanza 306 votos electorales tras
haberse hecho con la última victoria en Georgia el viernes,
el presidente Trump se mantiene firme, acusando a los demócratas
de haberle robado las elecciones. Aunque hasta el momento,
no ha presentado pruebas evidentes que lo corroboren ante
los tribunales, Trump espera un cambio en el resultado electoral.
Ni está dispuesto a rendirse, ni le va a poner fáciles las
cosas a Biden en lo que se refiere al traspaso de poderes.
De hecho, con su bloqueo, Biden y su equipo no pueden, entre
otras cosas, acceder a los informes de inteligencia ni a los
fondos federales asignados a la transferencia del poder.
Recientemente, la nieta del expresidente republicano
George HW Bush (1989-1993), Jenna Bush Hager, se emocionaba
en una entrevista en televisión al recordar la carta que su
abuelo escribió a su sucesor, el demócrata Bill Clinton tras
perder las elecciones en 1992. La que dejó sobre la mesa del
Despacho Oval, para dar la bienvenida al nuevo presidente.
“Estimado Bill: Cuando entré a esta oficina hace un momento,
sentí la misma sensación de asombro y respeto que sentí hace
cuatro años. Sé que tú también sentirás eso. Te deseo una
gran felicidad aquí. Nunca sentí la soledad que han descrito
algunos presidentes”, redactó en sus primeras líneas.
“Habrá tiempos muy difíciles, aún más difíciles
por las críticas que quizás no consideres justas. No soy muy
bueno para dar consejos, pero no dejes que los críticos te
desanimen o te desvíen del rumbo”. Bush terminó la carta escrita
a mano fechada el 20 de enero de 1993, prestando a Clinton
su apoyo durante sus inicios a la presidencia: “Será nuestro
presidente cuando lea esta nota. Te deseo lo mejor. Le deseo
lo mejor a su familia'', dijo. “Su éxito ahora es el éxito
de nuestro país. Te estoy apoyando mucho. Buena suerte, George”.
Después de su fallido esfuerzo por ser reelegido
en 1992, George H.W. Bush padre citó a Winston Churchill y
dijo que le habían dado la “Order of the Boot” (literalmente,
“Orden de la Bota”, aludiendo a que lo habían sacado “de una
patada”), según el historiador Michael Beschloss. Bush manifestó
que podía aceptar su derrota por su “profunda devoción hacia
el sistema político con el que esta nación prosperó durante
dos siglos”.
Cuando Bush llegó a la presidencia, también
se encontró una bienvenida en forma de papel de la mano de
su predecesor, Ronald Reagan. Se daba la circunstancia de
que Bush ya había sido vice-presidente con Reagan y los dos
eran del Partido Republicano. En sus siete páginas manuscritas
no faltaron el humor y la cordialidad, acordes con la personalidad
del actor transformado en político, como cuando bromeó comentando
lo agradable que resultaba viajar todo el tiempo gratis en
un avión, o lo pesado que era tener que usar un smoking cuando
se va al baño. Al margen de las anotaciones más ocurrentes,
Reagan le asegura que todo presidente de paso por la Casa
Blanca extraña tremendamente su casa real, a la que llama
su “cobertizo privado” para advertirle después que “llorarás
todas las noches y les pedirás (al Servicio Secreto) que te
dejen salir, pero no te lo permitirán”. Reagan dejó también
al presidente saliente otro breve mensaje escrito en una de
las hojas de un pequeño cuaderno que dejó guardado en el cajón
del escritorio del Despacho Oval. En la parte inferior de
la hoja, se ilustra el dibujo de un elefante, símbolo del
Partido Republicano, con varios pavos subidos al lomo. En
el encabezado, se puede leer: "No dejes que los pavos te desanimen",
para continuar diciendo: "Tendrás momentos en los que quieras
usar esta papelería en particular. Bueno, hazlo. George, atesoro
los recuerdos que compartimos y deseamos todos ustedes lo
mejor. Estarán en mis oraciones. Dios los bendiga a ustedes
y a Barbara. Me perderé nuestros almuerzos de los jueves.
Ron".
Clinton y Bush se han convertido en buenos amigos.
Entre 2008 a 2009, con el presidente saliente,
George W. Bush, continuó la tradición de la carta dirigida
al presiente entrante, Barak Obama, y siguiendo el ejemplo
de su padre, y otros muchos presidentes, fue afectuoso y cercano
con el nuevo mandatario: “Querido Barack, Felicitaciones por
convertirte en nuestro Presidente. Acabas de comenzar un capítulo
fantástico de tu vida”. Tras ensalzar “el honor de sentir
la responsabilidad que sientes ahora”, y vaticinarle que pasará
por “momentos de pruebas difíciles”, le recuerda que tendrá
“a Dios para confortarte y a una familia que te ama, además
de un país que estará pujando por ti, incluyéndome. No importa
lo que suceda, te inspirará el carácter y la compasión de
la gente a la que ahora lideras”, despidiéndose con un “Que
Dios te bendiga. GW”.
Obama se reunió con Trump apenas 48 horas después
de las elecciones procediendo a una transición de poder sencilla
y sin sobresaltos, tal y como George W Bush hizo con él. En
los jardines de la Casa Blanca, el primer presidente afroamericano
de Estados Unidos, declaró que “el traspaso de poder pacífico
es una de las señas de identidad de nuestra democracia”. Cuando
Donald Trump tomó posesión en enero de 2017, Obama le dejó
una carta en el cajón de la mesa del Despacho Oval, que el
presidente entrante calificó como “reflexiva y hermosa”. El
inicio de su mensaje se aleja de los estilos más afectuosos
habituales en la historia reciente, al dirigirse a su sucesor
con un “Estimado señor presidente”, aunque inmediatamente
le felicita “por tan notable carrera”, esperando, en base
a la confianza que “millones de personas han depositado en
usted”, que independientemente del partido, esperan de él
“mayor prosperidad y seguridad durante su mandato”. Obama
comparte algunas reflexiones de sus ocho años en la presidencia,
y concluye despidiéndose en nombre de su mujer, Michelle Obama
y él, para desearle lo mejor “en esta gran aventura”. Está
escrita en un tono educado más que coloquial producto probablemente
de la agitada carrera presidencial de 2016, pero aún así,
la transición se produjo dentro de los cánones establecidos.
La transferencia pacífica del poder ha sido una norma desde
1800, cuando el segundo presidente del país, John Adams, se
convirtió en el primero en perder su candidatura a la reelección
y abandonó silenciosamente Washington, DC en una diligencia
matutina para evitar asistir a la toma de posesión de su sucesor
Thomas Jefferson. Algunos de los primeros candidatos presidenciales
enviaron cartas de felicitación a sus oponentes, relata, John
R. Vile, decano de ciencias políticas de la Universidad Estatal
de Middle Tennessee en Murfreesboro, quien ha escrito sobre
la historia de los discursos de concesión. “Las concesiones
formales no se convirtieron en una costumbre electoral hasta
1896, cuando el republicano William McKinley derrotó al demócrata
William Jennings Bryan”, señala el profesor.
Bush hijo dedica unas lineas al nuevo presidente
Clinton.
La tradición de escribir las famosas cartas
a los sucesores presidenciales en la historia reciente, tuvo
un tropiezo en el año 2000, cuando Al Gore llamó a George
W. Bush hijo para reconocer su revés y poco después volvió
a llamarlo para dar marcha atrás al surgir dudas acerca del
resultado en el estado clave de Florida. “A ver si entiendo
bien”, le dijo Bush a Gore en una llamada telefónica: “¿Me
estás llamando para decirme que ya no reconoces mi victoria?”.
Cuando Bush fue confirmado como ganador por la Corte Suprema,
Gore volvió a llamarlo: “Hace un rato llamé a George W. Bush
y lo felicité por ser el 43 presidente de Estados Unidos”,
relató Gore. “Y le prometí que no volvería a llamarlo esta
vez”. El reconocimiento de la victoria es un gesto cívico
que pone fin al proceso electoral. Hasta las carreras presidenciales
más polémicas de la historia de Estados Unidos han terminado
siempre con la admisión de las derrotas. Sin embargo, en los
días que corren la preciada carta que tradicionalmente dejan
los “patos cojos” a sus sucesores, se encontraba en la cuerda
floja.
Albert Arnold Gore, también conocido como «Al»
Gore, Jr. es un político, abogado y filántropo estadounidense
que sirvió como el 45°. vicepresidente de los Estados Unidos
bajo el mandato del presidente Bill Clinton. Fue el candidato
del Partido Demócrata para la elección presidencial de 2000
y perdió contra George W. Bush.
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En 1861, al acceder a la presidencia de Estados
Unidos, Abraham Lincoln, inauguró lo que él llamaba «A public
opinion bath» (un baño de opinión pública). Así, abría las
puertas de la casa blanca a cualquier ciudadano que quisiera
hablar con él. Era una comunicación directa, sin intermediarios,
en el que el presidente escuchaba al ciudadano, y éste escuchaba
de Lincoln, de su propia voz, sus soluciones e ideas para
el país. Esto generaba confianza y proximidad del político
con su pueblo.
Por supuesto, no puede hacerse en la actualidad
por razones obvias de agenda, de seguridad y porque habría
colas kilométricas en Washington DC. Pero son las nuevas tecnologías
las que pueden ayudar a conseguirlo, o al menos a aproximarse
en algo a lo que eran las «public opinion baths». En su campaña,
Obama lo intentó, generando comunidad y medios para
que los ciudadanos tuvieran información de primera mano de
lo que hacía y pensaba el candidato, a través de correos electrónicos,
sms, redes sociales … Intentó y logró un sentimiento
de proximidad entre él y sus votantes. Una vez logrado ganar
las elecciones creó change.gov, donde los ciudadanos podian
escribir qué necesitaban, qué pensaban, qué proponian … El
día que fue nombrado presidente, Obama recibió un libro
con todos esos mensajes recogidos. No es el único paralelismo
que se ha visto entre Lincoln y Obama, sobretodo en los últimos
días de campaña. Obama hizo el mismo recorrido que
hiciera Lincoln en 1861, los 220 kilómetros en tren desde
Philadelphia hasta Washington (Obama paró en Wilmington para
recoger a Joe Biden y esposa, y en Baltimore para dar un míting).
Además, al llegar a Washington, Obama hizo un gran discurso
en el Lincoln Memorial, a los pies de la estatua del que fuera
su predecesor 147 años antes.
Hay diferentes símbolos que se entremezclan
y que explican la naturaleza de estos paralelismos entre ambos
personajes (paralelismos que pese a que puedan existir o no,
desde el equipo de campaña de Obama intentaban dar a conocer).
Para empezar, Obama queria que se le viera como un presidente
próximo, que buscaba la unidad y la reconciliación (como Lincoln
intentó hacer en su discurso de Gettisburg), un héroe americano
(en la guerra de secesión y por sus decisiones en la casa
blanca), un patriota, un símbolo de la libertad, un icono
americano, símbolo de valores del país, figura histórica que
remite a los orígenes de Estados Unidos como potencia, que
genera sentimientos, un presidente querido por todos los colores
y razas. Todo ésto es lo que Obama queria decir al seguir
los pasos de Lincoln desde Philadelphia a Washington (además,
Philadelphia es la cuna de la declaración de independéncia
en 1776, otro símbolo).
En su discurso en Washington, Obama habló
bajo la estatua de Abraham Lincoln, que nos sirve de referente
visual a lo que dijo. Habló también desde el mismo
sitio que en 1963 Martin Luther King hizo su famoso discurso
«I have a dream«, en el cual recordó también que cien años
antes, en 1863, se había abolido la esclavitud por Lincoln
en ese mismo lugar. También habló Martin Luther King III,
que rindió tributo a la figura de su padre, el líder de los
derechos civiles asesinado hace 40 años. A él se unieron actores
como Tom Hanks, que recordó las palabras de Lincoln, quien
gobernó en medio de una guerra civil que desangró a EEUU.
El equipo de campaña (y ya de comunicación) nos llevó
de referencia histórica en referencia histórica, nos remitió
al pasado, a paralelismos con grandes personajes de la memoria
común estadounidense.
Entre aquello y hoy ha pasado un candidato que
se marcha con el peor porcentaje de popularidad.
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