"Han estado tratando de destruir el Klan desde que nació
en 1865. Pero 150 años después, seguimos aquí". Quien hablaba
así era James Moore, "Kludd Imperial" –el equivalente a capellán–
de los Leales Caballeros Blancos del KKK, mientras se dirigia
a los asistentes a un encuentro del Ku Kux Klan en una zona
rural de Alabama, EE.UU. Poco después, le diria a la BBC que,
durante el evento, la más notoria de las organizaciones supremacistas
blancas estadounidenses lograba incorporar a 20 nuevos miembros.
La escena, capturada en el documental "KKK: la lucha por la
supremacía blanca", se registró cuando todavía faltaban
algunos meses para el 150 aniversario del Klan, fundado el
24 de diciembre de 1865. Pero siglo y medio después de su
nacimiento, el Ku Klux Klan parece estar recuperando cierto
protagonismo.
La organización está muy lejos de los números que alcanzó
en la década de 1920, pero afirma estar reclutando cada vez
más integrantes para "la guerra de razas" que siglo y medio
después de terminada la Guerra de Secesión todavía parece
estarse peleando en EE.UU.
La "amenaza islamista" –para ellos evidenciada por ataques
como el de San Bernardino, donde murieron 14 personas– y la
llegada de cada vez más migrantes no-blancos también les han
proporcionado nuevos enemigos y, con ellos, cada vez más simpatizantes.
Y muchos se sienten además legitimados por el discurso de
candidatos como Donald Trump, quien ha pedido la expulsión
de todos los inmigrantes latinos indocumentados y que se prohíba
la entrada al país de todos los musulmanes.
Un grupo de simpatizantes del KKK se reúnen
en Alabama, EE.UU.
La organización está muy lejos de los números
que alcanzó en la década de 1920, pero afirma estar reclutando
cada vez más integrantes para "la guerra de razas" que siglo
y medio después de terminada la Guerra de Secesión todavía
parece estarse peleando en EE.UU.
La "amenaza islamista" –para ellos evidenciada
por ataques como el de San Bernardino, donde murieron 14 personas–
y la llegada de cada vez más migrantes no-blancos también
les han proporcionado nuevos enemigos y, con ellos, cada vez
más simpatizantes. Y muchos se sienten además legitimados
por el discurso de candidatos como Donald Trump, quien ha
pedido la expulsión de todos los inmigrantes latinos indocumentados
y que se prohíba la entrada al país de todos los musulmanes.
Muchos creen que la retórica incendiaria de
Trump le da legitimidad a grupos supremacistas blancos como
el KKK.
Pero, ¿qué es el KKK? ¿Y qué tan en serio debe
tomarse a esta organización y a sus integrantes, quienes todavía
acostumbran a quemar cruces vestidos con capuchas blancas?
Los historiadores coinciden en que el Ku Klux Klan fue fundado
en Tennessee poco después de la guerra civil por un grupo
de exsoldados confederados, su nombre inspirado por la palabra
griega para círculo: kuklos. Originalmente concebido como
un simple club recreativo, el Klan rápidamente empezó a actuar
de forma violenta para intimidar a las poblaciones negras
del sur de EE.UU. y garantizar así la supremacía de los habitantes
de raza blanca.
La película "El nacimiento de una nación", estrenada
en 1915, apuntaló el primer resurgimiento del Klan.
Y según la organización pro derechos civiles
South Poverty Law Center (SPLC), "títulos ridículos –la máxima
autoridad del KKK recibe el nombre de 'Mago Imperial'– trajes
con capuchas, violentas excursiones nocturnas y la idea de
que el grupo era parte de un 'imperio invisible' le confirieron
una mística que contribuyó a su popularidad". Después de un
corto y violento período, sin embargo, la organización considerada
por la Liga Antidifamación como "el primer grupo terrorista
de EE.UU." se desbandó como resultado de la presión del gobierno
federal y con sus objetivos asegurados por las leyes segregacionistas.
En la década de 1920, sin embargo, la popularidad de la película
"El nacimiento de una nación", estrenada 1915, y la creciente
migración católica y judía, contribuyó al renacer de la franquicia.
Y, siempre según el SPLC, cuando el KKK organizó una gigantesca
marcha en Washington D.C. en 1925, la organización tenía unos
cuatro millones de miembros y una profunda influencia en la
política de varios estados del sur de EE.UU.
En la década de 1920 la influencia del KKK en
la vida política de EE.UU.era notable.
"Una serie de escándalos sexuales, batallas
internas por el poder e investigaciones periodísticas rápidamente
redujeron su influencia", explica sin embargo el SPLC, fundado
en 1971 precisamente para combatir legalmente a las organizaciones
supremacistas.
La lucha por los derechos civiles de la década
de 1960 resultaría en un nuevo renacimiento, con el nombre
Ku Klux Klan, sus trajes, ritos y prácticas violentas siendo
adoptados por diferentes grupos, para luego volver a debilitarse
como resultado de nuevas pugnas internas, juicios e infiltraciones
por parte de agencias del gobierno. "Desde su creación, el
Ku Klux Klan ha pasado por varios ciclos de crecimiento y
colapso, y en algunos de esos ciclos el Klan ha sido más extremista
que en otros ", resume la Liga Antidifamación (conocida en
inglés como ADL).
El KKK es particularmente fuerte en los estados
del sur de EE.UU.
"Pero, en todas sus encarnaciones, ha mantenido
su doble herencia de odio y violencia", agrega la organización,
que estima actualmente existen en EE.UU. unos 40 capítulos
del KKK que suman aproximadamente 5.000 miembros. El SPLC,
por su parte, calcula ese número entre 5.000 y 8.000, "divididos
entre docenas de organizaciones diferentes –y a menudo antagónicas–
que usan el nombre del Klan". Según la organización, mientras
algunas de estas expresiones del Klan son clara y abiertamente
racistas, otras "tratan de esconder su racismo bajo el manto
de 'derechos civiles para los blancos'".
Y la lista de los enemigos del KKK poco a poco
también se ha ido ampliando, para incluir no sólo a negros,
judíos y católicos (aunque estos últimos empezaron a ser reconsiderados
en la década de 1970), sino también a homosexuales y diferentes
grupos de migrantes, sostiene la ADL.
"Estados Unidos nació como una nación cristiana
y nuestros valores cristianos están siendo atacados", resume
en "KKK: la lucha por la supremacía blanca" un miembro del
Klan, cubierto con su tradicional capucha blanca. "Somos gente
normal, venimos de todos los sectores: uno es un maestro de
escuela, otro trabaja en un hospital, tenemos varios políticos…",
agrega James Moore, "Kludd Imperial" de los Leales Caballeros
Blancos.
150 años después, los miembros del Ku Klux Klan
siguen peleando su "guerra de razas" en EE.UU.
"Los blancos estamos perdiendo esta guerra,
desafortunadamente, pero los blancos se van a despertar. Una
pequeña unidad militar puede derrotar a los negros en cuestión
de semanas y la mayor parte de nuestra gente viene de las
fuerzas armadas. Vamos a recuperar EE.UU.", afirmaban en un
documental de la BBC, transmitido por primera vez en octubre
de 2015.
A primera vista, la amenaza puede parecer una
simple bravata hecha al amparo de la primera enmienda a la
Constitución de EE.UU., la misma que protege al KKK y sus
miembros siempre que no incurran en acciones violentas . Pero
lo cierto es que este convencimiento, compartido por otros
supremacistas blancos, no deja de tener consecuencias reales.
Y para miembros del Klan como Charles Murphy
–Gran Dragón del KKK para Carolina del Sur– hacer estallar
esa "guerra de razas" fue el objetivo declarado de Dylann
Roof cuando en junio de 2015 atacó una iglesia negra en ese
estado.
Roof no tenía ninguna relación con el KKK. Pero,
según Murphy, "eso fue lo que el chico dijo que quería". "Si
(los negros) quieren una guerra de razas, démosle una antes
que me muera. Quiero poder verla", agrega en "KKK: la lucha
por la supremacía blanca".
Es por razones como esta que después del ataque
a la iglesia de Charleston el presidente Barack Obama dijo
que en EE.UU. "todavía no nos hemos curado del racismo". Y
aunque ningún político estadounidense se atrevería a endosar
abiertamente este tipo de posiciones, muchos encontraron en
la precampaña presidencial de Trump razones para preocuparse.
El KKK dice que el número de sus miembros está
aumentando de forma sostenida.
El exlíder del KKK David Duke, por ejemplo,
celebró públicamente las propuestas de Trump, a quien
describió como el mejor de todos los precandidatos a la presidencia
de EE.UU. por el partido Republicano. Y en una entrevista
publicada en su canal de YouTube, Duke –quien se distanció
públicamente del Klan en 1980, después de un fallido intento
por modernizarlo– llegó a afirmar incluso que Trump es más
radical que él mismo.
"Muchos grupos del Ku Klux Klan han tratado
de sacar partido del miedo y la incertidumbre utilizando sentimientos
anti-inmigrantes para fines de reclutamiento y propaganda"
había advertido también hace ya algún tiempo, la Liga Antidifamación.
Y según el fundador del sitio supremacista blanco Stormfront,
Don Black, el discurso incendiario de Trump está logrando
precisamente eso. Según Black, su sitio experimenta un aumento
de tráfico de hasta un 40% cada vez que Trump es noticia de
primera plana.
Y ese fenómeno también se expresa en la membresía
de organizaciones como el KKK y otros grupos que promueven
la supremacía blanca.
"La desmoralización es el peor enemigo y Trump
está cambiando eso", dijo Black, según declaraciones recogidas
por el portal Politico. "Ha hecho que sea aceptable hablar
acerca de las preocupaciones de los estadounidenses de origen
europeo" agregó. "Ciertamente está creando un movimiento que
continuará independientemente de él, incluso si en algún momento
se echa para atrás", concluyó, en lo que, tal vez sin querer,
suena como una advertencia.
La primera enmienda de la Constitución de EE.UU. protege
a organizaciones como el KKK.
La Primera Enmienda (Enmienda I) a la Constitución
de los Estados Unidos prohíbe la creación de cualquier
ley con respecto al establecimiento oficial de una religión,
que impida la práctica libre de la misma, que reduzca
la libertad de expresión, que vulnere la libertad de
prensa, que interfiera con el derecho de reunión pacífica
o que prohíba el solicitar una compensación por agravios
gubernamentales. Fue adoptada el 15 de diciembre de
1791, como la primera de las diez enmiendas de la Carta
de Derechos.
En 1776, el segundo año de la Guerra de Independencia,
la Asamblea General de Virginia, aprobó una declaración
de derechos que incluida la frase: «La libertad de prensa
es uno de los grandes baluartes de la libertad, y nunca
puede ser restringido sino por gobiernos despóticos.»
Ocho de los otros trece estados hicieron juramentos
similares. Sin embargo, estas declaraciones eran generalmente
consideradas «meras amonestaciones a las legislaturas
estatales», en lugar de disposiciones aplicables.
En los Estados Unidos, si bien, prácticamente nada
está prohibido en lo que se refiere a la libertad de
expresión, algunas cuestiones tácticas han sido prohibidas,
tal es el caso de protestar para desestabilizar a un
gobierno o al país, libros con las memorias de reclusos
o la llamada obscenidad. Otro caso ha sido el de la
pornografía. La pornografía fuerte en los Estados Unidos
a nivel nacional está penada por la ley desde tiempos
remotos, durante la implementación de la llamada «moral
victoriana» poco antes del siglo XX, y la legislación
se ha mantenido sin cambios en lo absoluto desde entonces.
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La muerte de George Floyd como resultado de
la violencia policial es la última en una lista abrumadoramente
larga y demasiado presente en la actualidad estadounidense.
La tradicional impunidad de los que atentan contra sus conciudadanos
por motivos racistas retrotrae a episodios tristemente célebres,
como el caso MIBURN, un triple asesinato cuyo instigador tardó
cuarenta años en ser juzgado. En 1964, la población negra
de Estados Unidos era de 20 millones de personas, el 11% del
total. El 60% se encuentra en el sur, en los antiguos estados
esclavistas , y casi la mitad subsiste por debajo del umbral
de pobreza. La segregación racial, teóricamente abolida, está
bien presente. En el estado de Misisipi, solo 57 niños de
color asisten a colegios de blancos, y el acceso a la universidad
les está socialmente vetado.
Pero es en el plano electivo donde se perpetúa
de forma más patente el dominio de los blancos. Impedir que
los negros voten y accedan a cargos de autoridad es la mejor
manera de obstaculizar la efectiva igualdad social. La oligarquía
blanca de Misisipi emplea brechas legales que, mediante métodos
“civilizados”, traba el acceso al voto a los escasos osados
que quieren ejercer su derecho.
Muchos locales, como este cine de Misisipi,
tenían una entrada secundaria para los negros.
Para revertir esta situación, a principios del
año siguiente, algunas asociaciones, como la NAACP (Asociación
Nacional para el Avance de la Gente de Color) y después el
COFO (Consejo de Organizaciones Federadas) y el CORE (Congreso
para la Igualdad Racial), inician campañas de preparación
y concienciación para que la población negra asuma como propio
el derecho al voto.
Estas asociaciones, además de asesorar sobre
los derechos individuales y de voto a los residentes negros,
organizan clases de alfabetización con profesores voluntarios.
Los cursos se imparten en las iglesias, que se convierten
en las llamadas Freedom Schools, “Escuelas de Libertad”. Todo
ello confluye con un resurgimiento del Ku Klux Klan , que
fija su objetivo en eliminar de raíz cualquier intento de
formación de los negros. Con la connivencia de las autoridades
locales y del estado sureño, los actos de amenaza del KKK
son extremadamente violentos, desde palizas hasta el asesinato.
Asamblea de un grupo del Ku Klux Klan en una
imagen sin datar.
A principios de 1964, el COFO prepara el Mississippi
Freedom Summer, el “Verano de la Libertad de Misisipi”. Pide
a las asociaciones homónimas de los estados del norte que
envíen a unos ciento cincuenta abogados y a cerca de un millar
de estudiantes voluntarios para extender las Escuelas de Libertad
a un mayor número de iglesias. Esta iniciativa se verá frenada
por la violencia de los White Knights (“Caballeros Blancos”),
un grupo del KKK. El COFO reduce la cifra de voluntarios y
se ciñe, por seguridad, a las ciudades más grandes.
El clan de los White Knights vive su momento
álgido precisamente en 1964, cuando alcanza en torno a siete
mil miembros. Formado por blancos extremistas de clase media-baja,
el clan se dedica a apalear a asistentes a los cursos y quema
numerosas iglesias.
Ante la pasividad de la policía del estado,
el Departamento de Justicia obliga a intervenir al FBI, la
agencia federal de investigación. La presencia del FBI no
detiene los ataques a los templos, pero servirá para investigar
el asesinato de tres voluntarios, un suceso que conmociona
a todo el país. Respondiendo a la petición de voluntarios,
en enero de 1964 llegan a Misisipi el sociólogo Michael Schwerner,
un neoyorquino blanco de 24 años, y su esposa. Schwerner,
contratado por el CORE para organizar cursos, se establece
en Meridian. A los pocos días recibe las primeras amenazas
del KKK.
La ciudad de Meridian, en Misisipi, donde tendría
lugar el juicio por la desaparición de Chaney, Goodman y Schwerner.
Entre los voluntarios destinados a Meridian
figura el también neoyorquino Andy Goodman, un estudiante
blanco de Ciencias Políticas de 20 años. Junto a ellos trabaja
el local James Chaney, un negro de 21 que, siempre a la luz
del día, les acompaña en sus desplazamientos fuera de la ciudad.
A finales de mayo, los tres se desplazan a una iglesia en
Longdale para iniciar los cursos. Tres semanas más tarde,
los asistentes son apaleados y, por la noche, el edificio
es quemado por el KKK. Los White Knights también buscan a
Schwerner, pero no se encuentra allí.
El 21 de junio, Schwerner, Chaney y Goodman
visitan los restos de la iglesia. Después deciden volver a
Meridian, pero su vehículo es visto por Cecil Price, ayudante
del sheriff del condado de Neshoba y simpatizante del KKK,
que les sigue. Chaney, al volante, ha sido instruido para
no detener el coche en lugares apartados ni por indicación
de policías blancos. Acelera, pero al final no tiene más remedio
que parar. Es detenido por infringir el límite de velocidad,
y Schwerner y Goodman, por “sospechosos”. Los tres son encerrados
en la comisaría de la pequeña localidad de Philadelphia. Por
la noche son puestos en libertad y enfilan los 60 km hasta
Meridian. Es un montaje del KKK: liberarles para tenderles
una emboscada homicida en una carretera solitaria.
El día siguiente, la dirección del CORE comunica
la desaparición del trío al FBI, que encuentra el vehículo,
vacío y calcinado, entre unos cañizales. Las amenazas de muerte
contra Schwerner hacen presagiar un complot criminal del KKK.
El FBI bautiza la investigación como MIBURN, Mississippi Burning,
expresión que Alan Parker utilizó para dar título a su película
sobre el tema, aquí llamada Arde Mississippi.
Los enviados del FBI interrogan a unos quinientos
testigos, incluidos el ayudante del sheriff Cecil Price y
el propio sheriff, Lawrence Rainey, así como Edgar Ray Killen,
líder local del KKK. Decenas de periodistas y equipos de televisión
llegan a la zona. El presidente Lyndon B. Johnson pide al
FBI el máximo esfuerzo en la investigación. Pero esta no avanza.
El miedo paraliza a los testigos blancos. En ese entorno rural
todos se conocen. Aun así, alguien informa a la agencia. Los
cuerpos están enterrados cerca de una presa. El FBI encuentra
una parcela en la que aparecen, a cuatro metros de la superficie,
los tres cadáveres. Schwerner y Goodman tienen una bala incrustada
en el tórax; Chaney, tres.
Cartel del FBI denunciando la desaparición en
1964 de Andrew Goodman, James Chaney y Michael Schwerner.
Cuatro meses después, el FBI detiene por asesinato
a 21 sospechosos, entre ellos, al sheriff, su ayudante y varios
líderes del KKK, como Killen o Sam H. Bowers, fundador de
los White Knights. La detención salta a todas las portadas.
El propio Martin Luther King alaba que los crímenes no queden
impunes. Las expectativas se torcerán pronto.
El estado de Misisipi no muestra interés en
juzgar a los asesinos. El código penal federal no contempla
el homicidio, así que el FBI acusa ante un juez federal territorial
a los arrestados de conspiración por vulnerar los derechos
individuales (con penas inferiores a las de homicidio), pero
pocos días después la vista preliminar desestima los cargos.
La resolución: “falta de pruebas”.
En 1965, el Departamento de Justicia presenta
las acusaciones ante Harold Cox, juez federal de Jackson.
Este decide mantener la acusación solamente contra el sheriff
Rainey y su ayudante Price, y rechaza las acusaciones para
el resto de encausados. El Departamento de Justicia recurre
la decisión ante el Tribunal Supremo, que en 1966 anula la
decisión y ordena a Cox reabrir el proceso. En este tiempo
han “caído” de la lista tres miembros del KKK acusados de
encubrimiento.
El sheriff Lawrence Rainey (dcha.) y su ayudante,
Cecil Price, escuchan su acusación antes de ser liberados
bajo fianza.
El juicio empieza en octubre de 1967 en Meridian
ante un jurado popular. Este, cinco hombres y siete mujeres,
todos blancos, aduce que no pueden llegar a ninguna conclusión.
Cox les ordena que lo hagan. Al día siguiente declaran culpable
a Price y a otros seis acusados. El juez les impone penas
de prisión de entre tres y diez años. Es la primera condena
en Misisipi de unos blancos (y miembros del KKK) por delitos
contra negros.
Entre los absueltos se cuentan el sheriff Rainey
y Killen, que además de líder del KKK en el condado es pastor
baptista. El jurado alega que no puede culpar de asesinato
al “reverendo” Killen. Según el FBI, este, de carácter furioso
e impredecible, es el verdadero organizador del crimen.
Aprovechando la consternación por los asesinatos,
Johnson acelera la aprobación de una ley impulsada por su
antecesor, JFK. En julio de 1964, el presidente ratifica la
Civil Rights Act (ley de derechos civiles), que prohíbe la
segregación racial en los espacios públicos, y al año siguiente,
el Congreso aprueba la Voting Rights Act (ley de derechos
electorales), que suspende los exámenes escritos. Esta última
ley se abre paso después del “Domingo Sangriento” , dura represión
policial de una marcha popular de profundo impacto social.
El puente Edmund Pettus de Selma se convirtió
en un símbolo de la lucha por los derechos civiles de los
negros.
El asesinato de Chaney, Schwerner y Goodman
sirve para instaurar nuevas leyes de igualdad social, pero
en el terreno judicial todo sigue exactamente igual. Cumplida
la condena, los acusados (que nunca serán juzgados por asesinato)
vuelven a sus casas. Solo el paso de los años y el cambio
de mentalidad social llevarán a reabrir en los años noventa
varios casos que habían quedado impunes. El proceso por el
caso MIBURN no llegará hasta 2005. Un hecho trascendental
cerrará muchas heridas: la acusación formal de Edgar Ray Killen
por el triple asesinato. El juicio empieza el 15 de junio.
El día 21, 41 años exactos después de los hechos, el jurado
declara al reverendo culpable de tres homicidios.
Sentado en una silla de ruedas, Killen, de 80
años, escucha la sentencia del juez: 20 años de cárcel por
cada homicidio. Apelará, pero la sentencia será ratificada
por un tribunal superior. Pese a su edad, el iracundo pastor
conserva intacto su genio desafiante. A su entrada en prisión,
un facultativo negro le examina para valorar su estado de
salud. “Sr. Killen, ¿tiene usted pensamientos suicidas?”.
“Antes te mataría a ti”, responde. El reconocimiento público
de las víctimas no llegará hasta 2014. El 24 de noviembre,
en un acto en la Casa Blanca, el presidente Barack Obama entrega
a los parientes de James Chaney, Andrew Goodman y Michael
Schwerner la Medalla Presidencial de la Libertad.
Watchmen es una “ucronía”, es decir, un relato fantástico
con hechos históricos alternativos que, inevitablemente,
“resuenan” en el mundo que hoy conocemos. El cómic original,
creado en 1986 por el guionista de culto Alan Moore
y el dibujante Dave Gibbons, era una poderosa alegoría
que reinventaba los relatos de superhéroes, introduciendo
interesantes reflexiones sobre asuntos como la ebriedad
de poder en relación con diversos hechos históricos,
como la Guerra Fría, la guerra de Vietnam o la presidencia
de Richard Nixon. El exitoso productor ejecutivo y guionista
Damon Lindelof puso en marcha una serie de televisión
que reinventaba el imaginario del cómic aludiendo a
otros episodios convulsos, vinculados con el racismo,
de la historia de Estados Unidos.
En la escena que abre la serie, un niño afroamericano
observa con emoción, en una sala de cine vacía, una
cinta muda de acción (inventada para la ocasión por
los guionistas) que enmienda la plana a verdaderos filmes
de evidente contenido “racista”, como el largometraje
épico El nacimiento de una nación (1915), de D. W. Griffith.
Escena de la serie de HBO ‘Watchmen’,
con miembros del “Séptimo de Kavallería”.
La película proyectada muestra cómo un misterioso encapuchado
vestido de negro persigue a caballo a un sheriff ataviado
de blanco inmaculado. Pronto descubrimos que el representante
de la ley es, en realidad, un ladrón de ganado, y su
heroico perseguidor, un personaje histórico, pionero
de la integración de la raza negra en la sociedad norteamericana:
Bass Reeves, apodado “el Sheriff Negro”.
El verdadero Reeves nació como esclavo en Arkansas
en 1838. Aunque los informes de la época no son demasiado
claros al respecto, se cree que participó en diversas
batallas durante la guerra civil. Tras un enfrentamiento
con su “propietario”, William S. Reeves, huyó a territorio
indio, en la zona que hoy corresponde a Kansas y Oklahoma.
Cuando, en 1865, entró en vigor la Proclamación de Emancipación,
dictada por Abraham Lincoln dos años antes para liberar
a los 3,5 millones de afroamericanos esclavizados, Bass
Reeves pudo regresar por fin a Arkansas.
Sus conocimientos del terreno y la lengua de los indios
facilitaron que fuera contratado como guía de viaje
de los funcionarios norteamericanos. En 1875, el juez
federal Isaac Parker, del Distrito Oeste de Arkansas,
le nombró ayudante del sheriff en esa misma localidad.
Pronto, su empeño y su valentía le convirtieron en una
auténtica leyenda del Oeste.
Bass Reeves, conocido como "el Sheriff
negro".
A lo largo de su mandato, Reeves arrestó
a más de 3.000 forajidos (incluido su propio hijo) y
mató a otros 14. Desgraciadamente, la contribución a
la sociedad del Sheriff Negro no impediría que los grupos
racistas blancos crecieran de modo alarmante en las
siguientes décadas.
La proyección de la cinta protagonizada
por Bass Reeves es bruscamente interrumpida por un estallido
de violencia, que tiene lugar en las calles de una próspera
comunidad afroamericana de Tulsa llamada Greenwood,
conocida también como el Wall Street Negro. La denominada
“masacre de Tulsa”, reproducida en una espectacular
escena del primer capítulo de Watchmen, tuvo lugar los
días 31 de mayo y 1 de junio de 1921, y es recordada
hoy como el más grave acto de violencia racial de la
historia norteamericana.
Aunque la Oficina de Estadísticas de Oklahoma
registró tan solo 36 fallecidos, se cree que perdieron
la vida hasta 300 personas. Además, más de 800 fueron
hospitalizadas y unas 6.000 arrestadas, y ardieron cerca
de 1.400 casas y establecimientos. El detonante que
sirvió para justificar el estallido de la violencia
fue la detención de Dick Rowland, un limpiabotas de
raza negra de 19 años acusado de agresión sexual por
una joven ascensorista de raza blanca de 17.
Un grupo de ciudadanos blancos armados
decidió esperar ante las puertas del juzgado, con la
intención de tomarse la justicia por su mano. El diario
local Tulsa Tribune, en un editorial muy poco riguroso,
habló de linchamiento, lo que provocó que otro grupo
de afroamericanos se personara ante el Palacio de Justicia.
Una confrontación entre un hombre negro y otro de raza
blanca terminó con la muerte de este último.
Este hecho fue la espoleta que detonó
una cruenta matanza, en la que, al parecer, participaron
tiradores veteranos de la Primera Guerra Mundial e incluso,
según algunos testigos, se llegaron a lanzar bombas
incendiarias desde aviones. Después de la mortandad,
se impuso un clamoroso silencio. Hubo una apresurada
investigación oficial, pero los documentos desaparecieron
“misteriosamente”.
Durante demasiado tiempo, los hechos no
se contaron en los libros de historia ni fueron apenas
recordados por los medios, hasta que, en 1997, el estado
de Oklahoma decidió abrir una comisión para documentar
lo sucedido. En sus conclusiones, los investigadores
recomendaron al estado el pago de una indemnización
de 33 millones de dólares a las 121 víctimas que se
pudieron localizar, pero nunca se tomó ninguna iniciativa
legislativa para que esto pudiera llevarse a cabo.
Tras este vergonzoso episodio de la historia
norteamericana está, por supuesto, el nefasto influjo
del Ku Klux Klan. Aunque, tal como apunta el historiador
Kenneth T. Jackson, la organización supremacista probablemente
no participó de modo directo en la masacre, contribuyó
a crear un clima de ira propicio al estallido social,
y después no dudó en beneficiarse de la tragedia.
Destrucción durante los disturbios de
Tulsa en 1921.
El primer Ku Klux Klan se fundó justo
después de la Guerra Civil, en 1866, en Pulaski, Tennessee,
con la intención de restaurar la supremacía blanca,
atacando a los esclavos recién liberados del sur. En
la década de 1870 se promovieron leyes para conseguir
su disolución. Sin embargo, el movimiento se reavivó
en 1915, cerca de Atlanta, Georgia. El “segundo Klan”
alcanzó su apogeo en los años veinte, extendiéndose
por nuevos territorios como Oklahoma. La identificación
de la cultura del Medio Oeste con los valores del sur
propició que un número considerable de ciudadanos atendiera
con interés a los argumentos de los “reclutadores” del
Klan. Tras la masacre de Greenwood, el “Tulsa Klan”
llegó a registrar unos 2.000 miembros, dispuestos a
convertirse en “guardianes de la moral” por la vía de
la intimidación y la violencia.
Este impulso reaccionario, que hunde sus
raíces en los años “salvajes” de la fundación de la
nación, puede observarse también en la realidad alternativa
de Watchmen, una “distopía” que tiene lugar en una Norteamérica
presidida por Robert Redford, en la que la policía trata
de hacer frente como puede a unos nuevos y peligrosos
supremacistas conocidos como “El Séptimo de Kavallería”.
Así, la “ucronía” y la verdadera historia se “dan la
mano”, para recordarnos un horror que jamás puede volver
a suceder.
Trisha Meili, una empleada de un fondo
de inversiones de Wall Street, blanca, de 28 años, fue
brutalmente atacada y violada la noche del 19 de abril
de 1989 en la zona norte de Central Park, en Nueva York.
Al mismo tiempo, un nutrido grupo de adolescentes afroamericanos
e hispanos de Harlem cometían pequeños robos y asaltos
también en el norte del parque. La policía los detuvo
para interrogarlos tanto por aquellos incidentes como
por la violación de Meili y, presionada para encontrar
con rapidez al culpable, acabó acusando a cinco jóvenes,
menores de 16 años, que fueron encontrados culpables
y enviados a prisión.
A esos chicos se les empezó a conocer
como los Cinco de Central Park porque habían sido acusados
y condenados sin suficientes pruebas, y en medio de
un clima racial muy enrarecido, y son los protagonistas
de Así nos ven, la miniserie que Ava DuVernay creó
para Netflix sobre el caso, y que se estrenó
en 2019.
Las primeras críticas que llegaron desde
Estados Unidos la definieron como fundamental y mucho
más que una historia de true crime, o el retrato de
una injusticia. Tampoco es la primera vez que esta historia
se cuenta en televisión; Ken Burn supervisó, en 2012,
un documental para PBS sobre el caso.
La noche del 19 de abril de 1989 se denunciaron
varios actos delictivos cometidos en la parte norte
de Central Park. Varios adolescentes de Harlem se dedicaron
a asaltar a corredores que se movían por la zona, atacándolos
con piedras y otros objetos contundentes. Alrededor
de las 21:30, varios agentes de policía se desplazaron
a esa parte del parque y detuvieron a una treintena
de jóvenes, entre ellos, Antron McCray, Yusef Salaam,
Korey Wise, Raymond Santana y Kevin Richardson.
A la 1:30 de la madrugada fue descubierto
el cuerpo de Trisha Meili. Había salido a correr sobre
las 21 y había sido violada y golpeada salvajemente,
hasta quedar moribunda. La policía interrogó a los adolescentes
que había detenido al principio de la noche hasta que
consiguió que esos cinco chicos confesaran haber participado
en el crimen, aunque ninguno afirmó haberla violado.
Meili no podía ofrecer testimonio de lo ocurrido porque
había entrado en coma.
Las acusaciones contra los cinco jóvenes
(cuatro afroamericanos y uno hispano) se basaron casi
exclusivamente en lo que habían declarado a la policía,
ya que su ADN no coincidía con el encontrado ni en la
víctima ni en el escenario del crimen. Éste se había
cometido, además, en un momento en el que las tensiones
raciales estaban a flor de piel en Nueva York y la criminalidad
era muy elevada.
En la misma noche del ataque a Meili,
una mujer negra de 38 años había sido también violada
por dos hombres en una azotea y, después, arrojada al
vacío. Sobrevivió a la caída, pero su caso quedó confinado
a la sección de Local de los periódicos, mientras el
de Meili adquiría relevancia nacional y Ed Koch, alcalde
de la ciudad, afirmaba que era “el crimen del siglo”.
Donald Trump llegó a pagar anuncios en los principales
diarios neoyorquinos pidiendo que fueran condenados
a muerte. En semejante clima, los cinco acusados tenían
pocas opciones de librarse de la cárcel. La víctima
no recordaba nada de lo que había ocurrido esa noche,
por lo que sus confesiones los llevaron finalmente a
ser encarcelados por el máximo para su edad, entre cinco
y diez años.
Sus condenas no fueron revocadas hasta
2001, cuando un violador en serie llamado Matías Reyes,
en prisión por otros delitos, confesó haber sido el
único autor del crimen.
Korey Wise, uno de los Cinco de Central
Park, contactó por Twitter con Ava DuVernay para contarle
lo mucho que le había impactado su película Selma, y
para sugerirle que en su historia podía haber tema suficiente
para otro filme. O, en este caso, una miniserie de cuatro
capítulos.
DuVernay ha contado con el asesoramiento
de los condenados y sus familias y cuenta todo el caso
desde el punto de vista de ellos. Sus intérpretes son
todos actores desconocidos y, en algunos casos, hasta
debutantes, con la excepción de Jharrel Jerome, que
llamó la atención de Hollywood por su participación
en Moonlight. Entre los personajes adultos sí hay caras
mucho más familiares para los aficionados a las series,
desde Vera Farmiga a Michael K. Williams o Niecy Nash.
La directora ya tocó el racismo institucionalizado en
su documental sobre la encarcelación masiva, Enmienda
XIII, también para Netflix, y ha asegurado en varias
entrevistas que lo que pretende con Así nos ven es mostrar
cómo el clima enrarecido de entonces no se ha disipado
en la actualidad: “el caso se construyó sobre emociones
que fueron completamente fabricadas por lemgueja agresivo
y una presentación parcial de los hechos. Estamos otra
vez así. La gente me llama una conspiradora, porque
siempre estoy considerando la opinión contraria, pero
en realidad procede de que no sé seguro qué es esto.
Voy a preguntar y a preguntarme a mí misma. Eso le pido
a la gente que haga”.
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Un año antes de los puños enguantados en el
podio de los Juegos de México o de que mataran a Martin Luther
King, algunos de los más importantes deportistas negros del
momento rodearon a Muhammad Ali para apoyarle por negarse
a ir a Vietnam. Esta es la historia de la foto que abrió camino.
En noviembre de 1958, Bill Russell, jugador de los Boston
Celtics, vigente MVP de la NBA y campeón olímpico, viajó con
su equipo a Charlotte, Carolina del Norte, a jugar un partido.
Al llegar al hotel, un empleado informó a la comitiva del
equipo de Boston de que Russell, junto a dos de sus compañeros,
debían alojarse en un hotel para negros. Así lo hizo. Dos
años después, un joven boxeador de 18 años llamado Cassius
Clay regresaba a su Louisville natal con la medalla de oro
de los Juegos Olímpicos colgada al cuello cuando un restaurante
le negó la entrada por ser negro. Se echó a llorar y se fue.
El 4 de junio de 1967 los dos se sentaron juntos
en una mesa para plantar cara al racismo y al gobierno de
los Estados Unidos.
Las historias de deporte y compromiso político
suelen tener mucho de leyenda engrandecida. Mismamente, el
incidente de Ali se saldó, según contó él mismo, con el boxeador
lanzando la medalla de oro al Río Ohio, una anécdota que,
por investigaciones posteriores, parece más una invención
del Genio de Louisville que algo que ocurriera realmente.
Por eso sorprende lo poco conocida que es la foto del llamado
Cleveland Summit, el encuentro de deportistas afroamericanos
que apoyaron a Muhammad Ali públicamente en su decisión de
negarse a ir a Vietnam.
De izquierda a derecha y de delante hacia atrás:
Bill Russell, Muhammad Ali, Jim Brown, Lew Alcindor; (Detrás)
Carl Stokes, Walter Beach, Bobby Mitchell, Sid Williams, Curtis
McClinton, Willie Davis, Jim Shorter y John Wooten.
Ese día, varios deportistas afroamericanos fueron
citados en las oficinas de la Negro Industric and Economic
Union, una organización que asesoraba y ayudaba a la comunidad
empresarial afroamericana a desarrollarse en unos años en
los que uno de los caballos de batalla del movimiento era
conseguir copar también el mundo de los negocios. Al frente
de esta organización estaba Jim Brown, leyenda del fútbol
americano ya retirada y que fue quien convocó a los atletas.
Eran los jugadores de fútbol americano Walter Beach, Bobby
Mitchell, Sid Williams, Curtis McClinton, Willie David, Jim
Shorter y John Wooten, y los baloncestistas Lew Alcindor,
el mejor jugador universitario del momento (y posiblemente
de todos los tiempos) y Bill Russell, el hombre con más anillos
de la historia de la NBA. Con ellos, Carl Stokes, un abogado
que ese mismo mes sería elegido alcalde de Cleveland, el primer
afroamericano en lograrlo en una gran ciudad de los Estados
Unidos.
La historia de este encuentro ha sido contada
como el cónclave de prominentes estrellas del deporte estadounidense
apoyando a Ali en su decisión de negarse a ir a la guerra.
El cierre de la historia es ese, pero parece que para algunas
personas esa no era la motivación de al convocatoria. Jim
Brown era socio del promotor boxístico (blanco) Bob Arum en
Main Bout, la empresa que controlaba los derechos televisivos
de la carrera de Muhammad Ali.
Alí, en un combate contra Frazier.
En ese emporio participaban a título lucrativo
también algunos destacados dirigentes de la Nación del Islam,
entre ellos Elijah Muhammad. Brown, de hecho, fue la persona
que presentó a Arum a Ali. En 2016, Arum, que durante cinco
décadas después e aquello siguió siendo uno de los mayores
promotores boxísticos del planeta, contó su versión de la
historia: que a través de un contacto en el Partido Demócrata
(por entonces el presidente era Lyndon B Johnson) trató de
persuadir a Ali de que llegara a un acuerdo con el gobierno
para servir en el ejército realizando varios combates de exhibición
antes las tropas estadounidenses y librarse de la sanción,
de manera que pudiera seguir con una carrera que estaba en
su mejor momento. Así, le dijo a Brown que convocara a varios
atletas afroamericanos para que convencieran a Ali de lo positivo
que sería para su comunidad el negocio que generarían sus
peleas, comprometiéndose a hacer participar del negocio a
deportistas y hombres de negocios negros.
Puede que esa fuera la motivación de algunos
de los que acudieron a ese encuentro (McClinton, por ejemplo,
era un reservista del ejército en ese momento), pero parece
improbable que Russell, por entonces ya un activista, y Alcindor,
un joven estudiante de Historia, muy politizado, que además
compartía fe con Ali y que cuatro años después se cambió el
nombre por el de Kareem Abdul-Jabbar, se prestaran a eso.
De hecho, ambos han dado testimonio de lo que allí ocurrió.
Russell lo dejó muy claro en una de las biografías de Ali:
“Me llamó Jim Brown y me dijo que Ali estaba muy solo y que
debíamos apoyarlo en lo que fuera que decidiese. Eso fue lo
que pasó: yo no fui a Cleveland a convencer a Muhammad de
que fuera o no fuera al Ejército. Estábamos allí para ayudarle,
pero me impactó lo confiado que estaba, lo absolutamente seguro
que estaba de que hacía lo correcto”. Kareem lo tenía claro
desde que apareció por allí: “Recuerdo lo halagado y orgulloso
que estaba porque me hubieran invitado, porque todos eran
deportistas profesionales menos yo, que iba a la universidad.
Estaba al 100% con Muhammad en su protesta por una guerra
que yo también consideraba injusta. En el encuentro, Jim Brown
tomó la palabra, pero todos lo hicimos. Nos dijo que como
héroes de la comunidad negra debíamos dar apoyo público a
Ali”.
En cualquier caso, parece que en la charla con
todos los jugadores, apenas McClinton le hizo alguna insinuación
de que igual sería mejor para él aceptar el trato que le ofrecía
el gobierno, pero Ali fue tan firme en sus convicciones que
nadie se atrevió a intentarlo más. O quizá no lo pretendían.
Si Arum, y posiblemente los jerifaltes de la Nación del Islam,
querían salvar el negocio a toda costa, no lo consiguieron.
La determinación del campeón del mundo era indoblegable.
La mayoría de organizaciones de extrema derecha que
se crearon como Ku Klux Klan en Estados Unidos aparecieron
en el siglo XIX, inmediatamente después de la Guerra
de Secesión. La primera de ellas la fundaron veteranos
de guerra que estaban en contra de la reconstrucción,
un proceso mediante el cual los estados exconfederados
debían volver al estatus previo a la guerra y la esclavitud
sería abolida completamente. Este tipo de organizaciones
defendían la supremacía de la raza blanca así como muchos
otros valores reaccionarios como la homofobia o el antisemitismo.
Todas ellas fueron oficialmente disueltas en 1871. Sin
embargo, hubo una nueva oleada de supremacismo a principios
del siglo XX y en 1915 la organización renació. En la
imagen se puede ver un desfile organizado en Tulsa,
Oklahoma, en 1923. Aunque con un seguimiento muy menor
que se estima en unos miles de simpatizantes, actualmente
sigue activa.
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Al acabar el encuentro, Russell y Alcindor se
sentaron en la mesa escoltando a Brown y Ali, con el resto
de los asistentes atrás, apoyando al boxeador en una nueva
declaración de intenciones de no acudir a la Guerra de Vietnam,
fuera cual fuera la sanción que recibiese. La imagen sigue
siendo impactante a día de hoy, más cuando supuso un pistoletazo
de salida y la apertura del camino para que otros deportistas
negros sean activistas políticos, especialmente en temas raciales.
El Partido de los Panteras Negras había nacido unos meses
antes y la explosión del Black Power en los Juegos Olímpicos
de México llegó un año después. Sin duda, el Cleveland Summit
fue una de las espitas que descontrolaron la hoguera del movimiento.
Varios de los asistentes han tenido una vida
de compromiso activo con los derechos civiles durante toda
su vida. Bill Russell, por ejemplo, se negó a acudir a la
ceremonia de admisión en el Salón de la Fama en 1975 para
protestar contra el racismo y solo el año pasado admitió,
en un acto privado celebrado en su casa, el anillo que le
acredita como miembro.
Kareem Abdul-Jabbar ha sido un activista toda
su vida. Una columna suya en el Los Angeles Times defendiendo
las protestas por el asesinato de George Floyd ha dado la
vuelta al mundo y, por situarlo en otro de los temas del momento,
en 2015 decía sobre el no compromiso social de Michael Jordan:
“No puedes tener miedo a vender menos zapatillas si te preocupan
los derechos humanos. Eligió negocio sobre conciencia. Tiene
que vivir con ello”.
John Wooten, socio durante casi toda su vida
de Jim Brown en diferentes organizaciones en favor de la comunidad
afroamericana, había acompañado a Martin Luther King a la
ceremonia de toma de posesión de Lyndon Johnson como presidente
en 1965 y trabajó toda su vida para la integración de las
minorías raciales en los diferentes estamentos de la NFL.
Muhammad Ali se negó a ir a Vietnam, perdió todos sus títulos,
estuvo sin boxear en los que posiblemente hubieran sido los
mejores tres años de su carrera y, quizá por ello, alargó
más de lo necesario su presencia en el ring y se dejó la salud
en él. Ese día, juntos, abrieron el camino que transitan unos
deportistas negros que hoy han tomado el liderazgo de las
protestas que hacen tambalear los cimientos de América.
El silencio de Jordan en los 90 creó una burbuja
de deportistas apolíticos. Ahora se manifiesta por primera
vez tras una revuelta racial, a rebufo de una NBA mucho más
politizada.
No empuñaban el látigo y la antorcha,
pero las mujeres del Ku Klux Klan fueron cruciales en
el resurgir de la organizaciñon en los años
20 del siglo pasado. Se ocuparon de la propaganda, multiplicaron
los adeptos y levantaron una pantalla social para camuflar
esta secta racista y violenta.
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La segregación racial consiste en la separación
de distintos grupos raciales en la vida diaria, ya sea en
restaurantes, cines, baños, colegios o a la hora de adquirir
o alquilar casas. La segregación puede estar dictada por la
ley o puede existir a través de las normas sociales.
Israel:
Los efectos directos de la creación del Estado
de Israel sobre el paisaje de Oriente Próximo —entre ellos,
la existencia de casi seis millones de refugiados palestinos—
y el devenir de los acontecimientos posteriores —guerras con
Egipto, Siria y Jordania, el bombardeo de Túnez o la invasión
del Líbano— siguen todavía muy presentes y, sin duda, han
marcado la historia de la región tanto que resulta imposible
comprender las dinámicas de los últimos 70 años sin considerarlos.
Pero, además, la fundación de Israel destruyó algo que había
sobrevivido a cientos de años, a las cruzadas, al Imperio
otomano y a la posterior colonización: las comunidades judías
de Oriente Próximo.
Si algo se olvida al analizar el conflicto palestino-israelí
es que la contienda por la identidad nacional judía y por
la repartición de las cuotas de poder dentro de sus instituciones
está marcada no solo por la división entre judíos y árabes
—el 75 y 21% de la población en 2013, respectivamente—, sino
por la diversidad de orígenes y tradiciones dentro de la comunidad
judía israelí.
Así, encontramos a los askenazíes —judíos de
Europa central y oriental—, los judíos etíopes, los sefardíes
—judíos procedentes de la península ibérica que, tras su expulsión
por los Reyes Católicos, emigraron a diferentes países del
Mediterráneo, incluidos los territorios árabes, además de
diferentes partes de Europa y Latinoamérica— y los mizrajíes
—judíos originarios de los países árabes del norte de África
y Oriente Próximo y de Persia—. Estas divisiones, más que
étnicas o por origen, fueron establecidas por las élites askenazíes
fundadoras del Estado de Israel y marcaron desde el principio
profundas divisiones de clase en su seno.
Manifestación de las Panteras Negras en Jerusalén
(1974).
Es por ello por lo que en muchas ocasiones estas
élites tratan indiscriminadamente a sefardíes y mizrajíes,
quienes, además de compartir tradiciones, se trasladaron a
Israel en las mismas oleadas migratorias en los años 50 y
trajeron consigo trazas culturales puramente árabes, africanas
y asiáticas. Los términos sirvieron, pues, para que los askenazíes
trazaran una frontera entre los judíos europeos, portadores
de una cultura supuestamente superior, y los judíos orientales,
bajos, de piel oscura y contaminados por la “inferior” civilización
de Oriente, de la cual se autoproclamaron responsables de
liberarlos. Con ello, de manera paradójica, los fundadores
del Estado de Israel interiorizaron el mismo supremacismo
blanco del que seis millones de los suyos habían sido víctimas
recientes en Europa, así como los mismos argumentos que las
potencias coloniales utilizaron durante siglos para someter
a los pueblos de Asia, África y América, unas facetas racistas
que se fusionaron desde el principio con la definición del
nacionalismo israelí y que se utilizarían para justificar
las políticas coloniales y discriminatorias contra el pueblo
palestino, pero también prácticas racistas contra poblaciones
judías que habían formado parte integral de Oriente Próximo
durante cientos de años.
Los palestinos suelen referirse a la creación
del Estado de Israel como la Nakba —‘catástrofe’—, pues el
surgimiento de la patria judía llevó a 750.000 palestinos
y a sus descendientes a convertirse en refugiados. No obstante,
también derivó en la expulsión forzosa de cientos de miles
de judíos del mundo árabe, lo que convertía Israel en una
salvación obligatoria para miles de ellos. Alrededor de 850.000
judíos que habitaban los países árabes —prácticamente el 99%
de la población judía del mundo árabe— se vieron obligados
a abandonar sus hogares; 650.000 de ellos se asentaron en
Israel, un hecho histórico que las autoridades israelíes no
han dudado en utilizar para apropiarse del término Nakba.
Los judíos formaron parte de Mesopotamia —actual
Irak— durante más de 2.500 años. De hecho, cuando los británicos
ocuparon Bagdad en 1917, hasta un tercio de los 200.000 habitantes
de la ciudad eran judíos; en 2017 solo cinco judíos seguían
viviendo en la capital iraquí. Durante cientos de años, los
judíos iraquíes fueron parte integral de la sociedad, y musulmanes
y judíos convivieron, generalmente, de manera pacífica. Los
británicos fueron los primeros en fomentar las divisiones
sociales favoreciendo a la población judía mediante su reclutamiento
para la Administración colonial, dándoles privilegios y facilitando
las actividades de grupos sionistas en el país. Todo ello
sembró la semilla de la enemistad y comenzó a generar antisemitismo,
que se confundió con el antisionismo e impregnó los movimientos
nacionalistas árabes.
Mesopotamia. La cuna de la civilización.
El conflicto terminó estallando en 1941, cuando
se produjo el primer farhud —‘progromo’ en árabe— contra una
población judía a la que identificaban con las fuerzas coloniales
ocupantes. Tras la guerra árabe-israelí y la creación del
Estado de Israel en 1948, la enemistad interconfesional se
acentuó y el 95% de la población judía de Irak —entre 120.000
y 130.000 personas— huyó a Israel. Para el 5% restante el
destino no fue mucho más alentador. Cualquier sospecha de
relación con el recientemente creado enemigo número uno los
convertía inmediatamente en enemigos del Estado, con lo que
pasaron automáticamente a situarse en el punto de mira de
las autoridades, algo que se utilizó para atacar directamente
a los movimientos comunistas, a los que muchos judíos se habían
unido tras la primera gran expulsión. El sionismo se incluyó
como delito penado con la muerte y fueron vetados de determinadas
profesiones, incluidos la Administración Pública, el Ejército
y la Policía. Tras la guerra de los Seis Días en 1967 y la
llegada al poder de Sadam Huseín en 1968, la cada vez más
reducida comunidad se vio aún más arrinconada. Muchos sufrirían
expropiaciones y serían acusados de espionaje, encarcelados,
torturados, secuestrados y desaparecidos. Posteriormente,
Huseín intentó compensar los daños causados, pero para entonces
la comunidad judía se reducía a unas pocas decenas. El impacto
que supuso para la sociedad iraquí la pérdida de la población
judía fue irrecuperable. Los judíos conformaban una proporción
enorme de los artistas e intelectuales promotores de la cultura
y la literatura árabes del país, de sus médicos y comerciantes
y también de su movimiento obrero y de las fuerzas seculares
más liberales y críticas con los regímenes árabes que gobernaban
desde Bagdad. El hecho de que conformaran una parte fundamental
del activismo político, incluido el que denunciaba la opresión
del pueblo palestino, fue sin duda un factor clave para que
las autoridades decidieran acabar con ellos.
Para la comunidad de judíos de Egipto el devenir
de los acontecimientos no fue muy diferente, orquestado por
Gamal Abdel Náser entre 1956 y 1957 —tras la crisis del canal
de Suez y la guerra del Sinaí— como parte de sus políticas
nacionalistas. 80.000 judíos habitaban Egipto en los años
40 y, al igual que los judíos iraquíes, suponían una parte
fundamental de la vida económica, social y política del país.
Muchos eran además una parte fundamental de los movimientos
revolucionarios y de izquierdas y del activismo contra la
ocupación colonial. Como había ocurrido en Mesopotamia, la
creación de Israel fue instrumentalizada por un autócrata
árabe para aplastar a los opositores políticos y arrebatarles
sus propiedades. Tras las expulsiones de finales de los años
50, menos de 6.000 quedaron en el país. En la actualidad son
menos de 200 los que conforman la comunidad, que no deja de
envejecer y empobrecerse cada día que pasa. Procesos semejantes
se sucedieron en Siria y Yemen, aunque este último caso fue
algo diferente. Allí los judíos habían sido considerados ciudadanos
de segunda durante siglos de poder zaidí, forzados en muchos
casos a la conversión, y marcharon en la denominada Operación
Alfombra Voladora, en la que más de 50.000 judíos fueron trasladados
a Israel entre junio de 1949 y septiembre de 1950. Solo unos
pocos decidieron permanecer en el país, y tuvo que transcurrir
más de medio siglo hasta que la guerra civil empujara en 2016
a otros 19 miembros de la comunidad —de la que solo quedaban
50 personas— a huir a Israel.
Traslado de judíos yemeníes a Israel en 1949.
Situaciones similares tuvieron lugar en todo
el Magreb árabe, desde Marruecos hasta Libia. En el Magreb
vivían unos 430.000 judíos hacia finales de los años 40. Después
de haber sobrevivido a las políticas antisemitas de la Francia
de Vichy, a la invasión alemana de Túnez —por la que miles
de ellos fueron enviados a campos de concentración y asesinados—
y a las políticas racistas de la Italia fascista en Libia
—donde vivían hasta 30.000 judíos antes de la Segunda Guerra
Mundial—, las que fueran unas de las comunidades judías más
antiguas de todo el Mediterráneo no permanecieron inmunes
al creciente antisemitismo del mundo árabe. La creación de
Israel y el largo conflicto que generó coincidió además con
el albor de las independencias de los países magrebíes, cargadas
de nacionalismo árabe y rechazo a unas élites coloniales de
las cuales —especialmente en los casos argelino y tunecino—
los judíos habían formado parte. En Argelia, como territorio
francés y no un mero protectorado, había visto las políticas
represivas de la Francia fascista en su máximo apogeo; el
desencadenante fue una cruenta guerra de independencia en
la que la comunidad judía se vio atrapada entre ambos bandos,
obligada a tomar lealtades y tachada como traidora por todos.
En el caso de Marruecos, la monarquía se preocupó
desde el principio por defender a la comunidad como una parte
fundamental del reino, mientras que en Túnez, donde los propios
líderes de la independencia defendieron un país multicultural,
no pudieron hacer nada contra la solidaridad y los sentimientos
de rechazo que ocasionaron la política de Israel sobre el
pueblo palestino y los sucesivos conflictos contra los vecinos
árabes. Poco a poco, a pesar de que hoy siguen resistiendo,
las comunidades judías de ambos países quedaron reducidas
a un mero atisbo de lo que fueron.
La discriminación y la violencia habían obligado
a los mizrajíes a escapar de sus patrias árabes. Sin embargo,
el racismo los iba a encontrar de nuevo a su llegada al Estado
judío. Las políticas de repoblación de los fundadores de Israel
no eran neutras, sino que llevaban asociadas un sistema de
estratificación social muy claro. Así, en las oleadas migratorias
de mediados de los 50, mientras que los judíos procedentes
de Europa del Este iban siendo alojados en las ciudades centrales
de Tel Aviv y Jerusalén, entre el 70 y el 90% de los mizrajíes
eran obligados a repoblar las nuevas “ciudades de desarrollo”,
situadas en la periferia, muchas en los remotos parajes del
desierto del Néguev. Se los amenazó con alejarlos de sus hijos
y se dio instrucciones a los conductores de los convoyes de
repoblación de que los lanzaran de los vehículos si se negaban
a cooperar.
Operación Alfombra Mágica es el apodo más conocido
para la Operación en alas de águilas (Operation On Wings
of Eagles), una operación de rescate realizada entre
junio de 1949 y septiembre de 1950 que llevó 49.000
judíos de Yemen al recientemente creado Estado de Israel.
Aviones de transporte británicos y norteamericanos efectuaron
unos 380 vuelos desde Adén, en una operación secreta,
y que no se hizo pública hasta varios meses después
de haberse terminado. En algún momento, la operación
fue también denominada Operación Llegada del Mesías.
Tras el Plan de la ONU para la partición de Palestina
de 1947 en el que el Estado judío fue declarado, alborotadores
musulmanes participaron en enfrentamientos en Pogromo
de Adén, un motín antisemita que mató a 87 personas
en la comunidad judía de la ciudad de Adén en diciembre
de 1947, que entonces formaba parte del Protectorado
de Adén, uno de los ataques contemporáneos más violentos
contra los judíos mizrají con el Farhoud de 1941 en
Irak, matando a 82 personas y destruyendo un gran número
de casas de los judíos.
La mayoría de los judíos de Yemen no habían
visto nunca un avión, pero creyeron en la profecía bíblica:
según el libro de Isaías (40:31) y Éxodo (19:1), Dios
prometió regresar a los Hijos de Israel a Sion "en alas
de águilas".
A principios de 1948, la falsa acusación del asesinato
de dos niñas musulmanas en Yemen motivó saqueos de los
bienes de los ciudadanos judíos. La comunidad judía
de Adén estaba económicamente paralizada, ya que la
mayoría de las tiendas y negocios de los judíos habían
sido destruidos. Los judíos de Yemen empezaron a reunirse
en "Camp Geula" (hebreo: Redención) en Adén, declarando
el deseo de emigrar a Israel. Sin embargo, las tropas
británicas, que controlaban la Colonia de Adén, impidieron
esta emigración hasta que la Guerra de independencia
de Israel terminó a principios de 1949. En ese momento,
unas 10.000 personas se habían reunido en el campamento
de Geula. El recién nombrado imán de Yemen, Ahmad ibn
Yahya, dio su secreta aprobación para la realización
de un puente aéreo y el establecimiento de una base
para la operación.
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Sin duda alguna, el caso más destacado de estas
políticas racistas lo vivieron los yemeníes. Tras el impresionante
éxito de la Operación Alfombra Voladora y el abandono de su
patria centenaria, antes de asignarles un hogar, los mizrajíes
pasaban por campos de tránsito, donde se los registraba y
se les hacía un reconocimiento médico. Allí sufrieron una
política sistemática de robo de niños, a los cuales se arrebataba
de sus familias para entregárselos a askenazíes supervivientes
del Holocausto incapaces de concebir o incluso familias judías
de EE. UU. Otros menores siguieron su destino tras desaparecer
de los kibutz en los que habían sido alojados con sus familias.
Los niños eran llevados a hospitales recién nacidos o para
recuperarse de enfermedades menores y jamás regresaban. Los
padres recibían la noticia de que sus hijos habían muerto
repentinamente y no volvían a verlos. En este calculado plan
se vieron implicados de manera generalizada funcionarios y
profesionales sanitarios. Este escandaloso episodio, ocultado
y negado por las autoridades israelíes durante más de 60 años,
alcanzó nuevas cotas de crueldad al descubrirse que muchos
de los niños habían perecido en hospitales y orfanatos —y
enterrados en fosas comunes, en contra de la tradición judía—
después de negligencias y tras pasar por experimentos médicos.
Al robo de niños iba asociado un pensamiento paternalista,
una misión civilizadora que pretendía alejar a las nuevas
generaciones de las “primitivas” costumbres de Oriente —cercanas
a las de los enemigos árabes— de las que eran portadoras sus
familias y que podían “dañar” la nueva nación judía, además
de una conciencia racista según la cual las vidas de los judíos
“negros” valían menos. Estas dinámicas racistas calaron en
la identidad nacional de un Estado recién nacido y se reprodujeron
en diversas facetas de la sociedad israelí hasta hoy. Los
que habían formado parte de minorías ricas y parte integral
de la cultura árabe pasaron a estar relegados a los márgenes
de la sociedad israelí.
A finales de los años 50, la discriminación,
acompañada de paro, pobreza y violencia policial, llevó a
los mizrajíes a organizar desde sus guetos un levantamiento
contra las autoridades —en lo que se conoce como las protestas
de Wadi Salib—, en aquel momento representadas por la élite
askenazí del Partido Laborista. El elemento racial del conflicto
llegó a tal punto que en los años 70 se creó el movimiento
de las Panteras Negras de Israel —el primer grupo israelí
que reconoció a la Organización por la Liberación de Palestina—.
El movimiento y las protestas pasaron a la Historia, pero
las desigualdades entre mizrajíes —que suponen más de 3,5
de los casi nueve millones de ciudadanos de Israel— y askenazíes
persisten. Es cierto que las líneas divisorias entre ambos
grupos se han difuminado a golpe de matrimonios mixtos y conscripción
militar obligatoria y que algunos mizrajíes ocupan puestos
de responsabilidad, como la ministra de Cultura, Miri Regev.
Sin embargo, los académicos, grandes empresarios y representantes
políticos de los principales partidos siguen siendo askenazíes
y nunca ha habido un primer ministro mizrají. Los mizrajíes
siguen siendo más pobres, suponen un porcentaje mayor de la
población carcelaria y continúan viviendo en las mismas poblaciones
remotas y barrios del extrarradio y ocupando los estratos
más bajos de la fuerza de trabajo y del estamento militar
—situados en los lugares más peligrosos, generalmente en los
puestos fronterizos con territorios ocupados—, así como estereotipados
como débiles, sucios, delincuentes, incultos y vulgares. Además,
al compartir las características físicas de los árabes, se
los interroga constantemente por su origen, se los registra
en el transporte público y sus documentos de identidad son
continuamente revisados.
Traicionados tanto por los árabes como por una
izquierda israelí dominada por los askenazíes y empujados
a reforzar su identidad judía no oriental, los mizrajíes conforman
la mayor parte del voto de los partidos conservadores y de
ultraderecha y los estratos de la población más militaristas
y arabofóbicos. De hecho, el partido Shas (Asociación Internacional
de los Sefardíes Observantes de la Torá), abanderado como
representante de los mizrajíes, no ha dejado de recrudecer
sus posturas contra los palestinos desde su primera entrada
en el Knéset —Parlamento israelí— a mediados de los 80. Todo
ello hace de este asunto una herida abierta en el seno de
la compleja sociedad israelí y convierte a los mizrajíes en
uno de los factores internos de conflicto social más relevantes
junto con la minoría palestina israelí y la población judía
ortodoxa.
Sería absurdo culpar a Israel de todos los males
de Oriente Próximo. En esta compleja región se entrecruzan
conflictos entre kurdos, árabes y turcos, el pulso entre chiíes
y suníes, la geopolítica del petróleo y la pugna por los recursos
hídricos, las agendas personales de los regímenes regionales
y el intervencionismo de las grandes potencias, todo ello
en un área geográfica en la que escasea la democracia y sobra
la venta de armas. Lo que es evidente es que la creación del
Estado judío supuso un imborrable antes y después en la zona,
un trauma aún irresoluble para las sociedades civiles desde
Casablanca hasta Bagdad. ¿Podrían ser los mizrajíes un puente
en estas tierras fracturadas por la Historia?
Judíos y musulmanes fueron capaces de convivir
durante cientos de años. En la propia Palestina, antes de
la llegada del sionismo, judíos mizrajíes y musulmanes habitaron
y gobernaron juntos la hoy disputada ciudad de Hebrón, epicentro
de la ocupación y primera línea del frente del conflicto palestino-israelí.
Aún hoy, la mayor comunidad judía de la región fuera de Israel,
la más protegida y con representación parlamentaria se encuentra
en Irán, el mayor enemigo de Israel. Antes de la revolución,
cuando el país era hogar de alrededor de 150.000 judíos, fue
la vía segura de escape para los judíos iraquíes y, tras la
revolución —durante la cual muchos abandonaron Irán—, el Estado
de los ayatolás los protegió y privilegió como minoría. Hoy
la comunidad ronda los 20.000 individuos y no deja de crecer,
afirma vivir en paz y ni las sanciones internacionales ni
los intentos de soborno por parte de Tel Aviv los han expulsado.
Desde distintas partes de la región se alzan voces conciliadoras.
El Gobierno egipcio ha lanzado una campaña para rehabilitar
antiguos cementerios y lugares de culto judíos. Por su parte,
desde Irak e incluso Siria se escucha apelar a los “hermanos”
judíos para que regresen a casa y algunos intrépidos se han
atrevido a volver a su añorada tierra. Sin embargo, aunque
con poder simbólico, algunas de estas medidas pueden considerarse
mera propaganda gubernamental o declaraciones sin verdadera
influencia política. Actualmente en la región pervive la hostilidad
contra las minorías y no existe un retorno seguro de los judíos
al mundo árabe. Asimismo, dados los resultados de las últimas
elecciones israelíes, todo apunta a que la sociedad israelí
sigue virando hacia la derecha, hacia la intolerancia contra
los árabes y el rechazo al proceso de paz. Mucho ha de pasar
todavía para que las tierras de Oriente dejen de temblar.
Solo si se mantiene viva la memoria histórica de los mizrajíes
durante ese tiempo habrá esperanza de una reconciliación y,
quizás, la construcción de un proyecto político en la Palestina
histórica en el que árabes y judíos puedan convivir en paz.
Alemania:
La política racial nazi fue evolucionado entre
los años 1934 y 1939. El Partido Nazi se convirtió cada vez
más radical en sus opiniones sobre el tratamiento de las minorías
en Alemania, sobre todo hacia los judíos. La base del pensamiento
nazi fue la idea de una sociedad dividida en categorías, la
Volksgemeinschaft (la comunidad popular), que supondría ser
la espina dorsal de la sociedad de la futura Alemania.
La nación fue dividida entonces en dos categorías
principales:
- El Volksgenossen (compañeros de la nación),
que pertenecía a Volksgemeinschaft.
- El Gemeinschaftsfremde (residentes), que consideraban
no pertenecer al cuerpo histórico y cultural de Alemania.
En esta segunda categoría se incluía a todas las personas
de origen judío, gitanos, "asociales hereditarios", y todas
las personas con discapacidades físicas o mentales.
En 1933, la persecución de los judíos por parte
del nazismo se convirtió en una política activa. Los nazis
acusaban a los judíos de todos los problemas de Alemania:
la pobreza, el desempleo y la derrota en la Primera Guerra
Mundial. Los alemanes no quedaron satisfechos con el Tratado
de Versalles que sólo garantizó a Gran Bretaña y Francia como
potencias imperiales europeas. Ese año fueron promulgadas
las primeras leyes contra los judíos pero al principio no
se aplicaron tan estrictamente, o no de forma tan devastadora
como en los años posteriores. A muchos los mataban y a otros
los obligaban a hacer trabajos forzados.
El 1 de abril de 1933, ingenieros, doctores,
abogados, maestros, y comerciantes judíos fueron boicoteados.
Sólo seis días después la Ley para la Restauración de Servicio
Profesional Civil fueron privados de privilegios y alejados
de posiciones de nivel superior reservadas para los alemanes
«arios». A partir de entonces, los judíos se vieron obligados
a trabajar en los puestos de menor categoría, por debajo de
los alemanes. El 2 de agosto de 1934, murió el presidente
Paul von Hindenburg.
Paul von Beneckendorff und von Hindenburg
(Posen, 2 de octubre de 1847 - Neudeck, 2 de agosto
de 1934) fue un militar, estadista y político alemán
que dirigió en gran parte la política de Alemania durante
la segunda mitad de la Primera Guerra Mundial y ejerció
como presidente de Alemania desde 1925 hasta su muerte
en 1934. Hindenburg se retiró del ejército por primera
vez en 1911, pero se le pidió regresar nada más estallar
la Primera Guerra Mundial en 1914. A los 66 años, adquirió
renombre por dirigir al ejército alemán que aplastó
a Rusia en la batalla de Tannenberg en agosto de 1914.
Como jefe del Estado Mayor del ejército
de Alemania, la reputación de Hindenburg se vio fortalecida
y junto a su subordinado Erich Ludendorff creó una dictadura
militar que dirigió el país de facto durante la contienda,
marginando al káiser Guillermo II y al propio Reichstag
(parlamento) alemán.
En línea con la ideología del Lebensraum,
abogó por la anexión a Alemania de territorios polacos,
ucranianos y rusos con la finalidad de asentar allí
a ciudadanos alemanes. Hindenburg se retiró de nuevo
en 1919, pero regresó a la vida pública en 1925 para
ser elegido presidente de Alemania. En 1932, con 84
años y la salud deteriorada, le convencieron para volver
a presentarse a las elecciones porque era considerado
el único candidato capaz de vencer a Adolf Hitler y
fue reelegido presidente en segunda ronda.
Hindenburg se oponía a las ideas del nazismo
y fue una de las figuras políticas esenciales de la
inestable política alemana de la república de Weimar
que acabó llevando al poder a Hitler. Disolvió el Reichstag
en dos ocasiones en 1932 y finalmente consintió nombrar,
bajo presión, a Hitler como canciller de Alemania en
1933. En febrero de ese año firmó el documento conocido
como Decreto del incendio del Reichstag, el cual suspendió
las libertades civiles, y en marzo aprobó la Ley Habilitante
de 1933 que le otorgó al régimen nazi poderes arbitrarios.
Hindenburg falleció al año siguiente,
tras lo cual Hitler declaró vacante la oficina del presidente
y se nombró a sí mismo jefe de estado.
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No fue designado un nuevo presidente, sino que
las competencias del canciller y el presidente se combinaron
en el cargo de Führer. Esto, y un gobierno amansado sin partidos
que se opusieran, permitió tener a Adolf Hitler un control
absoluto del poder legislativo. La Wehrmacht también realizó
un juramento personal de lealtad a Hitler, dándole poder sobre
los militares; esta posición le facilitó ejercer más poder
y presión sobre los judíos. En 1934 se inició algo que cambio
al mundo entero.
Boicot del 1 de abril de 1933.
En 1935 y 1936, la persecución de los judíos
fue aumentando aceleradamente. En mayo de 1935, se prohibió
a los judíos ingresar en la Wehrmacht (fuerzas armadas), y
ese mismo año, la propaganda anti-judía apareció en tiendas
y restaurantes de la Alemania Nazi. En 1936, los judíos fueron
apartados de todas las profesiones liberales, previniendo
de manera efectiva que ejercieran influencia alguna en educación,
política, formación universitaria o industria. Debido a esto,
no hubo nada que frenara los movimientos anti-judíos que se
extenderían a lo largo y ancho del panorama económico en la
Alemania Nazi. Después de la Noche de los cuchillos largos,
la Schutzstaffel (SS) se convirtió en la fuerza policial dominante
en Alemania. El Reichsführer SS Heinrich Himmler, estaba deseoso
de complacer a Hitler, y obedecer gustosamente sus órdenes.
Desde que la SS fue la guardia personal de Hitler, sus miembros
fueron mucho más leales y calificados de lo que los de las
Sturmabteilung (SA) habían sido. Debido a esto, fueron también
apoyados, aunque con desconfianza, por el ejército, que ahora
estaba más dispuesto que antes a coincidir con las decisiones
de Hitler. Todo esto permitió a Hitler más control directo
sobre el gobierno y las actitudes políticas hacia judíos en
la Alemania nazi.
La noche de los cuchillos largos (en alemán: Nacht
der langen Messer) u Operación Colibrí fue una purga
que tuvo lugar en Alemania entre el 30 de junio y el
1 de julio de 1934, cuando el régimen nazi, dirigido
por Adolf Hitler, llevó a cabo una serie de asesinatos
políticos. Se puede incluir dentro del marco de actos
que realizó el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán
para apoderarse de todas las estructuras del Estado
alemán. Muchos de los que fueron asesinados esos días
pertenecían a las Sturmabteilung (SA), una organización
paramilitar nazi. Hitler se opuso a las SA y a su líder,
Ernst Röhm, porque percibía la independencia de las
SA y la inclinación de sus miembros hacia la violencia
callejera como una amenaza contra su poder. Hitler,
además, quería el apoyo de los jefes de la Reichswehr,
la organización militar oficial de Alemania, que temían
y despreciaban a las SA y, en particular, la ambición
de Röhm para que las SA absorbieran a la Reichswehr
bajo su liderazgo. Finalmente, Hitler usó la purga para
atacar o eliminar a los críticos con su régimen, especialmente
contra aquellos que eran leales al vicecanciller Franz
von Papen, y para vengarse de sus antiguos enemigos.
Las Sturmabteilung promovían actos de
violencia callejera contra judíos, comunistas y socialistas
que eran apoyados por una parte de la población.
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Las Leyes de Núremberg de Pureza Racial se aprobaron
mientras se producían las grandes manifestaciones nazis en
Núremberg. El 15 de septiembre de 1935, se aprueba la Ley
para la Protección de la Sangre y el Honor Alemanes, impidiendo
el matrimonio entre judíos y no judíos. Al mismo tiempo, la
Ley de Ciudadanía del Reich fue aprobada, y reforzada en noviembre
por un decreto que establecía que todos los judíos (incluidos
los hijos de judío y ario o nietos de judío y ario) dejaban
de ser ciudadanos (Reichsbürger) de su propio país (su estatus
oficial pasó a ser Reichsangehöriger, «Miembro del Reich»).
Eso significaba que no tenían los derechos civiles básicos,
como el del votar (Aunque para ese momento el derecho al voto
para los alemanes no judíos sólo significaba la obligación
de votar por el partido nazi). Esta supresión de los derechos
básicos de los ciudadanos precedería a la subsiguiente aprobación
de leyes mucho más severas contra los judíos. La redacción
de las Leyes de Núremberg suele atribuirse a Hans Globke.
Todas esas leyes en su conjunto establecían una división entre
alemanes y judíos, al consagrar a los primeros como «ciudadanos
del Reich» y reducir a los segundos a la categoría de «residentes».
En 1937 y 1938, nuevas duras leyes se aplicaron,
y la segregación contra los judíos por parte de la población
aria alemana se inició. En particular, los judíos fueron penalizados
económicamente por su condición del estatus racial. El 4 de
junio de 1937 un joven judío alemán, Helmut Hirsch, fue ejecutado
por estar involucrado en un complot para matar a dirigentes
nazis, incluido Hitler. Al 1 de marzo de 1938, los contratos
de los gobiernos ya no pueden ser adjudicados a las empresas
judías. El 30 de septiembre, los médicos «arios» sólo pueden
tratar pacientes «arios». La atención médica a los judíos
ya se veía obstaculizada por el hecho de que los judíos fueron
prohibidos de ejercer como médicos o tener cualquier puesto
profesional anteriormente. A partir del 17 de agosto de 1938,
los judíos tuvieron que agregar a sus nombres Israel, los
hombres, o Sara, las mujeres, y una gran J iba a ser impresa
en sus pasaportes. El 15 de noviembre los niños judíos fueron
prohibidos de ir a las escuelas normales.
El incremento del totalitarismo y el militarismo
del régimen que se imponía en Alemania por Hitler, le permitió
controlar las acciones de la SS y de los militares. El 7 de
noviembre de 1938, un joven polaco judío, Herschel Grynszpan,
atacó y disparó contra dos funcionarios alemanes nazis en
la embajada alemana en París. Grynszpan estaba enojado por
el trato que sufrían sus padres por los nazis en Alemania.
El 9 de noviembre uno de los alemanes atacados murió. Goebbels
dio instrucciones para que se organizaran manifestaciones,
como represalia, en contra de los judíos y fueran realizadas
por toda Alemania.
Los judíos fueron obligados a marchar con la
Estrella de David después de la Noche de los cristales rotos
(1938).
Las SS organizaron la Noche de los cristales
rotos (Kristallnacht), que se llevó a cabo esa misma noche.
Más de 7000 tiendas y almacenes de judíos fueron destrozados,
aproximadamente 1574 sinagogas (prácticamente todas las que
había en Alemania) fueron incendiadas así como muchos cementerios
judíos. Más de 30 000 judíos fueron detenidos e internados
en los campos de concentración recién creados; unos cuantos
incluso fueron golpeados hasta la muerte. El número de judíos
alemanes asesinados es incierto, con estimaciones de aproximadamente
200 durante más de dos días de levantamientos. Esta violencia
indiscriminada explica que algunos alemanes que no eran judíos
fueran asesinados simplemente porque alguien pensó que «parecían
judíos». Los acontecimientos en Austria no eran menos terribles,
y la mayor parte de las 94 sinagogas de Viena y las casas
de oración fueron dañadas parcial o totalmente. Los judíos
fueron sometidos a toda clase de humillaciones, incluyendo
el fregar los pavimentos mientras eran atormentados por sus
compatriotas austriacos, algunos de los cuales habían sido
sus amigos y vecinos.
Muchos alemanes quedaron indignados por esta
acción cuando los daños se dieron a conocer, de modo que Hitler
ordenó que recayera una multa sobre los judíos. Colectivamente,
los judíos se tuvieron que hacer cargo para pagar una indemnización
millonaria en daños y perjuicios. La multa planteó la confiscación
de 20 % de todos los bienes judíos. Los judíos también tuvieron
que reparar todos los daños a su propio costo. Al no cumplir
con los "requisitos de persona" que los nazis querían, muchísimas
personas murieron, desde niños hasta adultos mayores.
Project Witness se dedica a preservar
las historias de aquellos que sobrevivieron al Holocausto
con el programa Eyewitness to History haciendo de la
documentación de estas historias la máxima prioridad.
Estos 3 hombres llegaron a Auschwitz con 10 minutos
de diferencia. 73 años después de reunieron
para el documental "Last Eyewithness Project".
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En abril de 1939, casi todas las empresas de
judíos habían quebrado bajo la presión financiera y el descenso
de los beneficios, o habían sido persuadidos a venderlas al
gobierno nazi-alemán. Esto no solo redujo aún más a los judíos
sus derechos como seres humanos, sino que en muchos aspectos
fueron oficialmente separados del resto de la población alemana.
La persecución nazi de los judíos desembocó
en el Holocausto, en el que aproximadamente 6 millones de
judíos de Europa fueron quemados en un horno de hombres, deportados
y exterminados durante la Segunda Guerra Mundial. El 19 de
mayo de 1943, Alemania se declaró judenrein (limpio de judíos;
también judenfrei: libre de judíos). Se cree que entre 170
000 y 200 000 alemanes judíos fueron asesinados. Entre los
aproximadamente 150 000 alemanes judíos que sirvieron en la
Reichswehr, se encontraban veteranos condecorados y oficiales
de alto rango, incluyendo generales y almirantes. Un gran
número de estos hombres ni siquiera se consideraban a sí mismos
como judíos y habían abrazado la vida militar como forma de
vida, siendo dedicados patriotas deseosos de servir a la reactivación
de la nación alemana. Antes de la llegada de Hitler al poder,
la Reichswehr no daba la menor importancia a su ascendencia,
en la carrera de estos hombres, pero fue obligada posteriormente
a revisarla en profundidad y a excluirlos del cuerpo militar.
Familias judías de Berlín embalando sus pertenencias
huyendo de la Alemania Nazi rumbo a Nueva York, 1939.
Sudáfrica:
El apartheid (lit. «separación» en afrikáans)
fue el sistema de segregación racial en Sudáfrica y Namibianota
en vigor hasta 1992, y en Rodesia (actual Zimbabue) hasta
1979. Básicamente, este sistema de segregación racial consistía
en la creación de lugares separados, tanto habitacionales
como de estudio o de recreo, para los diferentes grupos raciales,
en el poder exclusivo de la raza blanca para ejercer el voto
y en la prohibición de matrimonios o incluso relaciones sexuales
entre blancos y negros. Su propósito era conservar el poder
para la minoría blanca (21 % de la población), que en otras
condiciones habría perdido su posición de privilegio. Antes
de la victoria del Partido Nacional en 1948 los negros podían
votar, pero con muchas restricciones. En teoría, el sistema
consistía básicamente en la división de los diferentes grupos
raciales para promover el «desarrollo». Todo este movimiento
estaba dirigido por la raza blanca, que instauró todo tipo
de leyes que cubrían, en general, aspectos sociales. Se hacía
una clasificación racial de acuerdo a la apariencia, la aceptación
social o la ascendencia. Este nuevo sistema produjo revoluciones
y resistencias por parte de los ciudadanos no blancos del
país. A finales de los años 1980, en el marco de la guerra
de la frontera de Sudáfrica (Namibia y Angola), la Unión Soviética
retiró su apoyo económico y bélico a Angola y Cuba, haciendo
inviable para ambos países proseguir la lucha; y del mismo
modo, los Estados Unidos cesaron su apoyo financiero a Sudáfrica,
lo cual trajo graves consecuencias al gobierno de Pretoria,
entre ellas el principio del fin del régimen del apartheid
en el sur de África, que estuvo en vigor hasta los años 1990,
siendo en 1992 la última vez en que sólo votaron plenamente
las personas de raza blanca.
El sistema fue efectivamente practicado en Sudáfrica
durante siglos por los colonos blancos de origen neerlandés
(los afrikáner) contra la población negra de este territorio,
pero desde la instauración de la Colonia del Cabo en 1814
por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, carecía de respaldo
jurídico en las normas impuestas por los británicos. Asimismo,
el abierto racismo de la mayoría de la población blanca de
origen afrikáner no era compartido por la minoría de blancos
de origen británico, ni por las autoridades coloniales designadas
desde el Reino Unido. A pesar de que el racismo contra la
población negra no tenía respaldo oficial de las autoridades
británicas, durante varias décadas, y especialmente después
de las dos Guerras de los Bóeres, la población afrikáner había
luchado para evitar el "peligro inglés", rechazando las medidas
liberales de las autoridades coloniales británicas, insistiendo
en que el racismo contra los negros era parte de la lucha
por la "preservación de la identidad nacional afrikáner",
siendo ésta la meta esencial de su actividad política. Después
de que en 1910 la Unión Sudafricana lograra la autonomía interna
dentro de la Commonwealth británica, los políticos afrikáners
insistieron en mantener una política de segregación racial
de facto, aprovechando el debilitamiento del control británico
y emitiendo normas internas para frustrar el desarrollo político
y económico de la población negra. Así, la presión afrikáner
impidió otorgar el sufragio a los negros y vetó que estos
asumieran cargos en la administración pública. Todas estas
normas segregacionistas y racistas, impuestas de modo semioficial
por la presión afrikáner, fueron llamadas Pequeño Apartheid.
La discriminación racial de los afrikáner hacia
la población negra no fue formalizada sino hasta 1948, fecha
en la cual empezó a tomar forma jurídica al ser respaldada
por leyes promulgadas a tal efecto. En las elecciones de 1947,
el radical Partido Nacional ganó las elecciones en una coalición
con el Partido Afrikáans, dirigido por el pastor protestante
Daniel François Malan, oponiéndose a los candidatos más liberales
que contaban con apoyo británico, todo por una perversión
de la ley electoral[cita requerida] que le dio mayoría a pesar
de obtener menos votos que su rival, el Partido Unido; y lo
mismo ocurrió en 1953, cuando se repitió el triunfo del Partido
Nacional. Malan, en su primer discurso de 1948, consideró
que su triunfo electoral significaba que «Hoy día Sudáfrica
vuelve a ser nuestra, Dios permita que sea nuestra siempre»,
entendiendo que el término «nuestra» abarcaba solamente a
los blancos de origen afrikáner. Para esa fecha, la población
blanca formaba el 21 % de los habitantes de Sudáfrica, siendo
el 68 % de raza negra y el 11 % restante mestizos e indostanos.
Poco después del triunfo nacionalista, el gobierno de Malan
emitió leyes para segregar oficialmente a cada individuo de
acuerdo a su raza, estableciendo un registro racial obligatorio
bajo control del gobierno. En 1949 otra ley prohibía los matrimonios
interraciales y castigaba como un delito a las relaciones
sexuales entre individuos de razas diferentes. Una ley promulgada
en 1951 reservaba ciertos distritos en las ciudades donde
sólo podían habitar los blancos, forzando a los no blancos
a emigrar a otros lugares, lo cual estaba previsto para mantener
la mayor cantidad posible de negros en las zonas rurales y
evitar su transformación en una clase media urbana. También
se prohibió para todos los efectos que la población negra
pudiera comprar inmuebles dentro de los centros urbanos. Para
el nuevo régimen afrikáner el "peligro étnico" ya no estaba
encarnado en los británicos, sino en la población negra, a
la cual se marginaba de todas las maneras posibles para conservar
el país bajo dominio de los blancos.
En 1953 se establecieron zonas segregadas en
las ciudades de Sudáfrica, abarcando sitios tales como playas,
autobuses, hospitales, escuelas y hasta bancos en los parques
públicos, siendo separados en "lugares sólo para blancos"
o "sólo para negros", siendo estos últimos casi siempre de
muy inferior calidad (autobuses escasos y anticuados, hospitales
sobrepoblados y con escaso personal profesional, escuelas
hacinadas donde la enseñanza se reducía a actividades manuales).
Inclusive las ambulancias estaban segregadas, por lo cual
en caso de accidente era indispensable avisar de la raza de
la víctima en tanto una ambulancia "para blancos" tenía derecho
de negarse a llevar un negro mientras que las ambulancias
"para negros" rara vez contaban con equipo médico para emergencias.
Las paradas de autobuses estaban segregadas y estaba prohibido
emplear la parada de "otra raza", sea cual fuere el motivo.
Los negros debían, por otra parte, portar documentos de identidad
en todo momento y les estaba prohibido quedarse en algunas
ciudades o incluso entrar en ellas sin el debido permiso de
las autoridades blancas. Ese mismo año de 1953 se estableció
también la segregación completa en la educación para todos
sus niveles. El retiro de Malan en 1954 llevó al poder a Johannes
Strijdom, quien continuó con la aplicación del apartheid.
Johannes Gerhardus Strijdom, que sucedió a Malan como
primer ministro en 1954, instauró además las siguientes
leyes:
- Los negros no podían ocupar posiciones en el gobierno
y no podían votar, excepto en algunas aisladas elecciones
para instituciones segregadas.
- Los negros tenían prohibido habilitar negocios o
ejercer prácticas profesionales dentro de las áreas
asignadas específicamente para los blancos, bajo pena
de cárcel. Solo podrían ejecutar tales actividades en
sus bantustanes.
- El transporte público era totalmente segregado, tanto
en trenes, buses, aviones, o inclusive los taxis de
las ciudades.
- A los negros no les estaba permitido entrar en zonas
asignadas para población blanca, a menos que tuvieran
un pase emitido por la policía. Los blancos también
tenían que portar un pase para entrar en las zonas asignadas
a los negros.
- Edificios públicos tales como juzgados u oficinas
de correos, disponían de accesos diferentes para blancos
y negros. Del mismo modo, en caso de ser "inevitable"
que individuos de ambas razas se junten en una cola
de espera, la atención preferencial y prioritaria era
para blancos, sin distinción alguna.
Las principales consecuencias de esta situación fueron:
- Las áreas asignadas a los negros raramente tenían
electricidad o agua. Los hospitales también eran segregados:
los hospitales para los blancos tenían la calidad de
cualquier nación desarrollada, mientras que los asignados
a los negros estaban pobremente equipados, faltos de
personal y eran muy pocos en relación a la población
que servían.
- En 1948 el Partido Nacional de Sudáfrica (PN) ganó
unas elecciones en las que sólo podían votar los blancos
e instaló un sistema de segregación racial represivo
contra los negros.
- En 1952 Nelson Mandela organizó una campaña de desobediencia
civil sin violencia que le valió su primera condena.
- En 1952 y consciente del liderazgo que había alcanzado,
el gobierno decidió silenciarle y para ello le mandó
una orden de inhabilitación lo que redujo su libertad
de actuación y de movimiento.
- En 1970 la educación de un escolar negro costaba
el 10% de la correspondiente a un escolar blanco. La
educación superior era de un costo casi imposible de
abonar para los negros.
- El ingreso mínimo para el pago de impuestos era de
360 rand para los negros pero el límite de "exoneración"
era mucho más alto para los blancos, unos 750 rand.
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Ante las condenas internacionales ocurridas
desde la década de 1950, los defensores del apartheid decían
que la discriminación racial contra los negros estaba basada
legalmente en que estos no eran ciudadanos de Sudáfrica, sino
ciudadanos de otros estados independientes (llamados bantustanes),
por lo cual carecían de ciudadanía sudafricana y no tenían
derechos que reclamar al gobierno de Pretoria. En efecto,
desde 1960 el gobierno de Sudáfrica procedió a crear diez
estados autónomos para otorgar la ciudadanía de estos a los
negros que constituían el 70 % de la población sudafricana.
Así, a una gran parte de la población negra se le eliminó
la ciudadanía sudafricana para otorgarles la nacionalidad
de algún bantustán. Gracias a este argumento, a dicha población
negra se le consideraba como "transeúntes" o "población temporal"
que debía circular por el territorio de Sudáfrica solamente
si estaba provista de pasaportes en lugar de pases. Durante
las décadas de 1960 hasta 1980, el gobierno forzó a un gran
porcentaje de la población negra a reubicarse en dichos estados
que habían sido designados para ellos. Un total de 3 millones
y medio de individuos se vieron obligados a desplazarse hacia
estas zonas para vivir allí, o en caso que ello no fuera posible
se les otorgó la nacionalidad de un "Estado" donde jamás habían
vivido.
Bantustán es el término que designa cada uno de los
veinte territorios que operaron como reservas tribales
de habitantes no blancos en Sudáfrica y África del Sudoeste
(actual Namibia), en el marco de las políticas segregacionistas
impuestas durante la época del apartheid. Tanto en la
República Sudafricana como en el territorio aledaño
de África del Sudoeste (por entonces, bajo su ocupación
y administración), se establecieron diez reservas de
esta clase, destinadas a alojar y concentrar en su interior
poblaciones étnicamente homogéneas.
Mapa de Sudáfrica y África del Sudoeste (actual Namibia),
que muestra los bantustanes creados en ambos países.
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La creación de los bantustánes fue mal recibida
por la ONU y en el extranjero se acusó al gobierno de Sudáfrica
de "inventar" Estados solamente para privar de derechos a
la población negra. Cabe destacar que todos los bantustanes
fueron fundados mediante leyes del gobierno sudafricano (ninguno
por decisión popular de sus habitantes) y sus fronteras habían
sido diseñadas por las autoridades de raza blanca para no
interferir en "zonas de interés" de los blancos. La propia
realidad mostraba que hasta dos tercios de los "ciudadanos"
de los bantustánes en realidad no vivían en ellos sino que
residían en la "Sudáfrica blanca" como "trabajadores extranjeros"
sin derechos políticos. Hubo casos de vecindarios de población
negra ubicados en las afueras de las grandes ciudades, cuyos
residentes fueron expulsados de sus hogares para ejecutar
proyectos urbanos en favor de la población blanca. El caso
más publicitado fue el de Johannesburgo, donde en 1954 unos
60.000 habitantes negros fueron reubicados en una zona llamada
Soweto. Otro caso fue el de Sophiatown, un lugar "multirracial"
donde a los negros les permitían poseer tierras. Sin embargo,
la expansión de la población y de la zona industrial en Johannesburgo
convertía esta zona en un lugar estratégico para dicha expansión.
En febrero de 1955, los cincuenta mil habitantes negros en
la zona fueron evacuados a la fuerza por la policía, localizándolos
en una zona denominada Meadowlands, actualmente anexa a Soweto.
Sophiatown fue totalmente destruida por topadoras y se construyó
una nueva urbanización llamada Triomf para la población blanca.
El 466/64: el número de preso de Nelson Mandela.
La población de Sudáfrica estaba clasificada
en cuatro grupos. Los «de color» (en afrikáans kleurling)
lo componían los mulatos provenientes de la mezcla de bantúes
y khoisan con personas de ascendencia europea. La determinación
de quién era catalogado como mulato a veces era un tanto difícil,
llegando al extremo de examinar las encías de los individuos
para distinguirlos entre negros y mulatos. Los mulatos también
fueron objeto de discriminación abierta desde 1948 y obligados
a reubicarse en zonas asignadas a ellos, a veces abandonando
casas y tierras que les habían pertenecido por muchas generaciones.
Si bien los de color o kleurling recibían mejor trato que
la población de raza puramente negra, jugaron un papel preponderante
en la lucha contra el apartheid. El derecho al sufragio les
era negado a los "de color" en la misma forma que a los negros.
En 1983 una reforma a la Constitución permitió a los de color
e indios (estos últimos inmigrantes originarios de la India
y Pakistán y establecidos desde los años de la dominación
británica) participar en unas elecciones separadas para formar
un parlamento de color que actuara como subordinado al parlamento
de los blancos. La teoría del apartheid era que los individuos
de color debían ser considerados como ciudadanos de Sudáfrica
pero con derechos bastante reducidos, mientras que los negros
solamente podían ser "ciudadanos" de algún bantustán, nombre
dado a unos diez estados presuntamente "autónomos" creados
específicamente para albergar población negra. Ocasionalmente,
se daban casos en los que hermanos descendientes de padres
de diferentes razas eran "racialmente separados" por la variación
del color de su piel, lo cual obligaba a que individuos de
una misma familia debieran residir y trabajar en áreas diferentes
del país, imposibilitados muchas veces de visitarse, y con
derechos personales muy diferentes entre sí.
El Congreso Nacional Africano (CNA; en inglés: African
National Congress, ANC) es un partido político de Sudáfrica,
que ha gobernado el país desde el establecimiento de
la democracia en mayo de 1994, cuando asumió como presidente
Nelson Mandela, y ha ganado todas las elecciones desde
entonces. Cyril Ramaphosa, actual presidente del país,
se ha desempeñado como líder del ANC desde el 18 de
diciembre de 2017.
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La intensificación de la discriminación movió
al Congreso Nacional Africano (ANC), formado por sudafricanos
"negros" a desarrollar un plan de resistencia que incluía
desobediencia pública y marchas de protesta. En 1955 en un
congreso llevado a cabo en Kliptown, cerca de Johannesburgo,
un número de organizaciones incluyendo el ANC y el Congreso
Indio formaron una coalición adoptando una Carta de Libertad,
que contemplaba la creación de un Estado donde se eliminara
totalmente la discriminación racial. En 1959 y 1960 un grupo
del ANC decidió salirse de las filas del partido para formar
otro más radical al que denominaron Partido del Congreso Africano
(ACP). El principal objetivo del nuevo partido era organizar
una protesta a nivel nacional en repudio a las leyes discriminatorias.
El 21 de marzo de 1960 un grupo se congregó en Sharpeville,
un pueblo cerca de Vereeniging para protestar contra la exigencia
que los negros portaran pases. Si bien no se sabe con exactitud
el número de manifestantes, lo cierto es que la policía abrió
fuego contra la multitud matando a 69 personas e hiriendo
a 186. Todas las víctimas eran negros y la mayoría habían
sido disparados por la espalda. Seguidamente el ANC y el ACP
fueron ilegalizados. Este evento tuvo un gran significado,
ya que la protesta pacífica se tornó en protesta con violencia,
si bien, militarmente, los proscritos partidos políticos no
eran una gran amenaza para el gobierno por carecer de una
estructura armada, como sucedía en Mozambique o Angola contra
el gobierno colonial portugués. Las protestas siguieron hasta
tal punto que en 1963 el primer ministro Hendrik Frensch Verwoerd
declaró un estado de emergencia, permitiendo la detención
de personas sin orden judicial. Más de 18.000 manifestantes
fueron arrestados, incluyendo la mayoría de los dirigentes
del ANC y del ACP.
Hendrik Frensch Verwoerd (Ámsterdam, Países Bajos,
8 de septiembre de 1901 - Ciudad del Cabo, Sudáfrica,
6 de septiembre de 1966) fue un político, profesor universitario
y sociólogo sudafricano, que ejerció como primer ministro
de Sudáfrica desde 1958 hasta su asesinato en 1966.
Es considerado uno de los impulsores del apartheid,
el sistema de segregación racial que imperó en Sudáfrica
entre 1948 y 1994. Hijo de una familia neerlandesa que
emigró a Sudáfrica cuando él tenía 2 años, se doctoró
en 1924 por la Universidad de Stellenbosch y después
se marchó a Alemania para completar su formación en
Psicología, Sociología y Filosofía. Cuando regresó a
su país en 1928, la Universidad de Stellenbosch le nombró
profesor de Psicología Aplicada y en 1933 le ascendió
a responsable del departamento de Sociología. De su
etapa profesional desarrolló un ideario político nacionalista
afrikáner, centrado en la defensa del pueblo afrikáner,
en la independencia de Sudáfrica del Imperio Británico
y en la religión calvinista.
El conservador Partido Nacional contó con él como redactor
jefe del diario Die Transvaler, con el objetivo de expandir
el ideario de la formación, y en 1948 fue elegido senador.
Desde 1950 fue ministro de Asuntos Nativos en los gobiernos
de Daniel François Malan (1948-1953) y J. G. Strijdom
(1954-1958), cargo desde el que impulsó las primeras
reformas del apartheid como el Registro de Población
(1950), la Group Area Acts (1952) y la limitación del
currículum educativo para los ciudadanos de raza negra.
Tras la muerte de Strijdom, Hendrik Verwoerd fue nombrado
primer ministro de Sudáfrica en 1958.
Verwoerd en 1950.
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En 1960 después de la Masacre de Sharpeville,
Verwoerd llevó a cabo un referéndum pidiendo al pueblo blanco
que se pronunciara a favor o en contra de la unión con el
Reino Unido. El 52 % votaron en contra. Sudáfrica se independizó
del Reino Unido, pero permaneció en la Commonwealth. Su permanencia
en esta organización se hizo cada vez más difícil, pues los
estados africanos y asiáticos intensificaron su presión para
expulsar a Sudáfrica, que finalmente se retiró de la Commonwealth
el 31 de mayo de 1961, fecha en que se proclamó como una república
independiente. Al año siguiente dio comienzo la Guerra de
la frontera de Sudáfrica, entre la policía primero y después
las Fuerzas de Defensa de Sudáfrica, contra la SWAPO, la guerrilla
independentista de Namibia. La SWAPO actuaba desde Zambia
y, a partir de 1975, desde Angola. El Ejército sudafricano
era el más poderoso del área y podía imponerse a cualquier
país del continente por lo que decidió invadir en reiteradas
ocasiones las dos naciones que daban apoyo a la SWAPO. Sin
embargo, el masivo apoyo enviado por la URSS, Cuba (y en menor
medida Etiopía) frenaron el avance sudafricano y comenzó una
de las guerras más largas del continente, muy unida a la Guerra
civil de Angola. Al mismo tiempo el gobierno de Sudáfrica
financió al grupo insurgente RENAMO para tratar de derrocar
al gobierno socialista de Mozambique instaurado en 1975, alimentando
así una guerra civil en dicha nación, considerando que su
gobierno era frontalmente opuesto al apartheid.
Las protestas tomaron en adelante la forma de
sabotaje a través de la sección armada de dichos partidos.
En julio de 1963 varios dirigentes políticos fueron arrestados,
entre ellos Nelson Mandela. Mandela fue condenado a cadena
perpetua acusado de alta traición junto con el resto de los
miembros del ANC. En el Proceso de Rivonia en junio de 1964,
Mandela y otros siete disidentes políticos fueron condenados
por traición y sentenciados a cadena perpetua. La declaración
de Mandela en dicho juicio se hizo memorable: "He luchado
contra la dominación de los blancos y contra la dominación
de los negros. He deseado una democracia ideal y una sociedad
libre en que todas las personas vivan en armonía y con iguales
oportunidades. Es un ideal con el cual quiero vivir y lograr.
Pero si fuese necesario, también sería un ideal por el cual
estoy dispuesto a morir".
El juicio fue condenado en las Naciones Unidas
y fue un elemento muy importante para implantar sanciones
contra el régimen racista de Sudáfrica. Con los partidos de
los hombres perseguidos y sus dirigentes en prisión, Sudáfrica
entró en la etapa más turbia con la comunidad internacional
de su historia. La aplicación del apartheid se intensificó.
El primer ministro Verwoerd fue asesinado, pero sus sucesores
B.J. Vorster y P.W. Botha mantuvieron sus políticas.
Si bien la mayoría de los blancos de origen afrikáner
en Sudáfrica estaban de acuerdo con mantener el apartheid,
había una minoría opuesta a esto, principalmente entre
los blancos de origen británico. El grupo político blanco
opuesto al apartheid se centraba en torno al Partido Progresista,
liderado por Helen Suzman, y luego se adhirió al Partido
Progresista Federal desde 1977. Otros grupos blancos opuestos
al apartheid eran el colectivo civil Black Sash y el United
Democratic Front, un partido político multirracial. |
A inicios de la década de 1980 Sudáfrica confiaba
en su riqueza en materia prima de gran valor (como oro y platino)
así como su anticomunismo, como elementos que permitirían
mantener apoyo político y económico de Estados Unidos y el
Reino Unido, que podían tolerar el apartheid a cambio que
el régimen sudafricano combatiera a los aliados africanos
de la Unión Soviética durante la Guerra Fría, pero esta política
se hizo cada vez más difícil de sostener conforme pasaban
los años y el gobierno sudafricano no daba señales de modificar
su política racista. La designación del arzobispo anglicano
Desmond Tutu como Premio Nobel de la Paz en diciembre de 1984
causó mayores condenas a Sudáfrica entre la opinión pública
británica y estadounidense, cuyos gobiernos veían cada vez
más difícil justificar la tolerancia a Sudáfrica solo por
su calidad de "bastión anticomunista". Ello terminó forzando
a que los gobiernos de EE. UU. y el Reino Unido presionaran
a su vez a Sudáfrica para iniciar cambios políticos relevantes
contra el apartheid, pero sin lograr mayor éxito. La Comunidad
Económica Europea tampoco ocultaba su condena al apartheid,
al igual que países ligados tradicionalmente a la Commonwealth
como Canadá, Nueva Zelanda, o Australia.
Tienda "para no blancos" en la localidad sudafricana
de Kliptown, 1979.
El apartheid motivó a que el Comité Olímpico
Internacional impidiera la participación de los "equipos segregados"
de Sudáfrica en los Juegos Olímpicos desde 1964 y así Sudáfrica
se apartó en la práctica del movimiento olímpico. Idéntica
posición adoptó la FIFA, causando la expulsión de Sudáfrica
de su seno en 1963; en 1970 Sudáfrica fue excluida de la Copa
Davis de tenis también por su insistencia en presentar equipos
"sólo para blancos". La International Rugby Board hoy World
Rugby mantuvo a Sudáfrica como afiliada durante todo el periodo
del apartheid debido al excelente nivel (y gran popularidad)
del rugby sudafricano, pero las giras internacionales de equipos
sudafricanos (o las visitas de equipos extranjeros a Sudáfrica)
siempre se vieron rodeadas de protestas políticas y diplomáticas.
Como consecuencia de este ambiente negativo la Selección de
rugby de Sudáfrica no disputó partidos internacionales desde
1981 (en una visita a los All Blacks neozelandeses) hasta
1994. El Gran Premio de Sudáfrica de Fórmula 1 que se disputaba
oficialmente desde 1962, se corrió por última vez en 1985
cuando los equipos franceses (Ligier y Renault) boicotearon
la carrera por presiones del gobierno francés. La FIA anunció
más tarde que ningún campeonato sancionado por la federación
y por la FISA volvería a competir en Sudáfrica por el Apartheid.
La máxima categoría del automovilismo volvería en 1992 y 1993.
Con el cierre de este artículo nos deja Jurgen
Schadeberg, el fotógrafo que retrató a Mandela en su
celda.
Fallece a los 89 años de edad el fotógrafo que ha retratado
los conflictos raciales de medio mundo.
Schadeberg nació en Berlin, Alemania,
en 1931 y viajó a Sudáfrica en 1950. La retina de Schadeberg
ha retratado los conflictos raciales de medio mundo.
Fue el fotógrafo que retrató a Nelson Mandela en su
celda. Una de las fotografías más icónicas del siglo
XX . “Era una persona divertida y solíamos bromear.
-contó en una entrevista en El País- .Recuerdo que en
2006 nos vimos y me dijo: ‘¿Pero qué haces que no te
retiras?’. Y yo le dije exactamente lo mismo”. El retrato
más icónico se lo hizo en 1994, cuando Mandela regresó
a la celda de Robben Island en la que había estado encerrado
17 años. “Entró y se quedo pensativo mirando por la
ventana. Entonces aproveché y disparé. Después se giró
y le di las gracias”.
Jürgen Schadeberg, fotógrafo nacido en
Berlín en 1931, pero que desarrolló gran parte de su
carrera profesional en Sudáfrica, donde fue "adoptado"
por la comunidad negra, ya que fue el único blanco en
el equipo de la mítica revista Drum, dedicada a la música
y al mundo del espectáculo. Schadeberg contactó con
Nelson Mandela, antes de que fuera a prisión, y fruto
de esa relación se estableció una gran amistad entre
ambos, de hecho fue el elegido para retratar al histórico
dirigente visitando la celda donde estuvo preso 27 años,
una mítica fotografía que se ha convertido en uno de
los iconos del siglo XX. Jürgen, pese a haber vivido
una infancia marcada por el auge del nazismo y los efectos
devastadores de la II Guerra Mundial, y su posterior
viaje a Sudáfrica con 19 años de edad, donde fue testigo
de los momentos más duros del apartheid, siempre tuvo
un espíritu luchador y positivo.
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En septiembre de 1977 Steve Biko fue arrestado.
Las torturas a las que fue sometido fueron tan brutales que
falleció tres días después de su arresto. Un juez dictaminó
que no había culpables, si bien la Sociedad Médica de Sudáfrica
afirmó que murió a causa de los vejámenes recibidos y la falta
de atención médica. Después de estos incidentes Sudáfrica
cambió radicalmente. Una nueva generación de jóvenes negros
estaban dispuestos a luchar con el lema "liberación antes
que educación".
En 1984 el presidente Pieter Willem Botha inició
políticas destinadas a evitar que creciera el descontento
entre la población negra, permitiendo que los "no blancos"
como indostanos, mulatos, y asiáticos, instalen sus domicilios
en algunas "áreas de blancos", aboliendo la prohibición de
matrimonios interraciales, y tolerando las agrupaciones políticas
multirraciales, pero negándose a otorgar mayores libertades
a los negros. La política del apartheid creaba cada vez más
controversias y oposición de la comunidad internacional, mientras
que dentro de Sudáfrica diversos líderes blancos asumían seriamente
que, ante una inminente crisis social y económica, y con la
reprobación de casi todo el planeta, el apartheid no podría
existir muchos años más.
Tras una serie de choques con Botha a lo largo
de 1989, De Klerk logró asumir el cargo de presidente de Sudáfrica
el 20 de septiembre de 1989. Comprendiendo que el escenario
de la política mundial presionaba a realizar grandes cambios
políticos en Sudáfrica, De Klerk abandonó rápido sus posiciones
conservadoras e inició negociaciones con otros políticos blancos
para poner fin al apartheid, trabajando primero para suprimir
la legislación racista que había estado en vigor durante los
últimos 40 años. En su discurso de apertura del parlamento
el 2 de febrero de 1990, Frederik de Klerk anunció que empezaría
un proceso de "eliminación de leyes discriminatorias", y que
levantaría la prohibición contra los partidos políticos proscritos
incluyendo el principal y más relevante partido de oposición
negro, el Congreso Nacional Africano (más conocido como ANC,
del inglés ‘‘African National Congress’’), que había sido
declarado ilegal 30 años antes, anunciando también el fin
del estado de emergencia declarado por el expresidente Botha,
una moratoria de la pena de muerte y la liberación del encarcelado
líder negro Nelson Mandela (el cual fue efectivamente liberado
de la cárcel nueve días después, el 11 de febrero, junto con
otros 120 integrantes del ANC). Así, entre 1990 y 1991 fue
desmantelado de modo organizado el sistema legal sobre el
que se basaba el apartheid, derogando paulatinamente las leyes
que habían dispuesto la segregación racial desde 1948 y que
habían privado de derechos políticos a la población negra.
De Klerk con Nelson Mandela en 1992 reuniéndose
en el Foro Económico Mundial de Davos.
En marzo de 1992, en la última ocasión en que
sólo los blancos votaron, un referéndum le concedió facultades
al gobierno de F.W. De Klerk para avanzar en negociaciones
para una nueva constitución con el ANC y otros grupos políticos
de la población negra. Las mismas se prolongaron durante largos
meses al surgir graves tensiones entre los sectores conservadores
y liberales de la etnia afrikáner mientras aparecían también
serias y violentas rivalidades entre el ANC y el partido Inkatha,
de mayoría étnica zulú. Finalmente las partes llegaron a un
acuerdo sobre un borrador de constitución y fijaron una fecha
tentativa para las nuevas elecciones para el presidente y
el parlamento: éstas se producirían entre el 27 y el 29 de
abril de 1994, fecha en las cuales la población negra ejerció
su derecho al sufragio por primera vez en la historia del
país, gozando de plena igualdad de condiciones y donde resultó
amplio vencedor el ANC, suprimiendo los últimos vestigios
del apartheid para todos los efectos. En dichas elecciones
el líder del ANC, Nelson Mandela, resultó elegido presidente
del país.
1 de julio de 1963. La policía detiene en Rivonia,
una zona residencial de Johannesburgo, a 19 miembros
del Congreso Nacional Africano. Les acusan de 221 actos
de sabotaje. Unos meses más tarde les juzgarían, un
juicio que haría historia en Sudáfrica y que encumbraría
a Nelson Mandela como líder del movimiento antiapartheid,
como cabeza visible. Algunos consiguieron escapar de
la cárcel, el resto pasaría más de 20 años entre rejas.
Dejaban atrás mujeres, hijos, se agarraban con fuerza
a sus ideales. Fueron judíos, indios, negros, mestizos.
De todos ellos, hoy solo recordamos a Nelson Mandela.
Ahora, Nicolás Champeaux y Gilles Porte los recuperan
a todos. Al judío Denis Goldberg, al indio sudafricano
Ahmed Kathrada o al mestizo Walter Sisulu. Lo hacen
a través de las grabaciones del juicio, más de 256 horas
de audio, que permanecían guardadas y que nunca habían
visto la luz. No hay imágenes, pero tampoco hacen falta.
Los 9 meses que duró el proceso se muestran a la perfección
en este documental, El Estado contra Mandela y los otros,
estrenado el pasado año, y que intenta poner
luz sobre esos desconocidos que fueron fundamentales
para conseguir la situación actual del país.
En total, siete detenidos por su pertenencia a Umkhonto
we Sizwe, la rama militar de la ANC, se enfrentaron
a Percy Yutar, jefe de la acusación, un judío en el
que el Estado vio la mejor manera de demostrar que no
había un problema de racismo. Yutar les acusaba de reclutar
personas para empezar una guerra de guerrillas, de enseñarles
a montar artefactos explosivos para una lucha violenta,
de promover huelgas no pacíficas. Les quería condenar
a muerte.
Pero la presión internacional le apaciguó la ira. Tanto
el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como
decenas de países, entre ellos EEUU, criticaron el juicio
alegando que la situación en Sudáfrica era inviable.
Condenaron el régimen segregacionista que desde la II
Guerra Mundial había sido impuesto por la minoría afrikaner
y alegaron que aquellos líderes solo intentaban combatir
una situación injusta.
Les condenaron a pasar el resto de su vida en la cárcel
y ellos decidieron hacer su último alegato para mantener
al pueblo despierto. El discurso final de Mandela en
el juicio, por el que sería recordado, fue escrito en
común pero puesto en su boca porque era el que mejor
hablaba. «He dedicado toda mi vida a la lucha del pueblo
africano. He combatido la dominación blanca y combatido
la dominación negra. He acariciado el ideal de una sociedad
democrática y libre, en la que todas las personas convivan
juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es
un ideal por el que espero vivir y que aspiro alcanzar.
Pero, si es necesario, es un ideal por el que estoy
dispuesto a morir», aseguró, mostrando la idea de sus
compañeros.
Por eso ahora, en el documental, recorren la vida de
todos los acusados y destacan a uno, Walter Sisulu.
Este fue el consejero de Mandela, el hombre sin el cual
Madiba no tomaba ninguna decisión. La cabeza pensante.
Hijo de una empleada doméstica negra y un ferroviario
blanco, había crecido en la más absoluta de las miserias
junto a su familia materna. Estudió hasta los 14 años
pero a partir de entonces pasaría de un empleo a otro,
de lechero a panadero, mientras su anexión a la CNA
iba creciendo.
Fue él, el que descubrió a Mandela en 1941, el que
vio un potencial infinito. «En el momento en que le
vi, no tuve duda de que era el hombre que necesitaba
para dirigir al pueblo», recordaría años más tarde.
Desde entonces su relación se fue estrechando. Mandela
tenía el carisma, Sisulu la cabeza. Como secretario
general del ANC organizó la campaña de desobediencia
civil del 1952, las huelgas, la rama armada.
Juntos fueron a juicio y juntos acabaron en Robben
Island, compartiendo prisión. Sisulu y muchos de los
otros fueron puestos en libertad en 1989. Sería él al
que primero abrazaría Mandela al salir en 1990. El que
ya se había retirado de la política cuando en 1998 consiguieron
acabar con el Apartheid. Murió en 2003 y cuando le preguntaron
a Madiba porqué creía que no había sido reconocido por
su labor, dijo: «porque tenía el don de la humildad».
En este documental hablan con su hijo, activista como
Sisulu y que tuvo que huir tras el juicio. Él asegura
que tanto su padre como el resto mantuvieron un papel
secundario para el gran público pero determinante dentro
del movimiento. Lo mismo que la novia blanca de Kathrada,
que estuvo sin verle 26 años, o el hijo del fiscal Yutar,
que narra la importancia de aquel juicio para su padre,
para aquel juicio que había conseguido huir del Holocausto
en Europa y que se agarró a la causa racista con fuerza
en Sudáfrica.
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